NUEVO ISIDRO TOMO 2.indd - La Revolución Neogranadina

que la hacían gemir, vuela al campo de los Españoles,
y pone entre sus manos las palmas que adornaron el
trono de Carlos V y de Felipe II. El intrépido vasallo
ha levantado su frente hasta ahora confundida en
el polvo por los abusos del pasado gobierno; mira
con firmeza los antiguos trofeos de sus abuelos y
marcha cubierto de heroísmo hasta los campos del
honor. Imitemos su ejemplo: hagamos resonar por
estas comarcas retiradas, el grito de la muerte, y el
exterminio de los Tiranos de la Nación.
No temáis, ilustres habitantes de Popayán, no
temáis a esa Nación brillante y populosa de la
Francia. El mismo Dios que toma entre sus dedos un
átomo de polvo para formar un Imperio respetable,
puede estregarlo en un momento, y confundirlo con
los demás átomos. La causa de nuestros hermanos es
la más sagrada que se presentó jamás a las Naciones
de la tierra. El triunfo de la religión católica sobre el
exterminador de las buenas costumbres, la defensa de
la Patria y de su libertad; el arrancar a un Soberano
cautivo de las manos de sus verdugos para volverlo
a sentar sobre el trono de sus padres; veis aquí los
títulos que tenemos para combatir; veis aquí los
estímulos que deben prender en nuestros corazones
la sagrada llama del heroísmo y de la humanidad.
Acordaos, leales compatriotas que hubo un día
de gloria para este mismo suelo, en el cual brilló
el augusto valor de vuestros abuelos. Los feroces
Pijaos, que intentaron sacudir el yugo de la España,
no pudieron sostener el aspecto de los héroes, que
otro tiempo habitaron las riveras del Cauca; y ellos
doblaron la rodilla delante de su espada victoriosa…
Bien puede el Emperador de los Franceses hacer
que marchen por las hermosas orillas del Betis, esas
mismas legiones que hicieron temblar sobre su Trono
a los Soberanos de Alemania, de Prusia y de la Rusia.
Bien puede forjar cadenas en el Norte para querer
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Colección Bicentenario