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winnicott, donald - obras completas.pdf

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Estamos muy acostumbrados a ver cómo se contrastan las palabras «mental» y «físico» y lo cierto es que en la<br />

conversación normal no nos opondríamos a tal contrastación. Sin embargo, cuando estos conceptos son<br />

contrastados en una discusión científica, la cuestión es muy distinta.<br />

El empleo de estas dos palabras, físico y mental, para describir una enfermedad, nos causa problemas<br />

inmediatamente. Los trastornos psicosomáticos, que se hallan a medio camino entre lo mental y lo físico, se<br />

encuentran en una posición más bien precaria. En cierto modo, la investigación psicosomática se ve demorada<br />

por la confusión a la que me estoy refiriendo (MacAlpine, 1952). Asimismo, los neurocirujanos hacen cosas<br />

con el cerebro normal o sano en un intento de alterar o incluso mejorar los estados mentales. Estos terapeutas<br />

«físicos» padecen una gran confusión en su teoría; curiosamente, parecen descuidar la importancia del cuerpo<br />

físico, del cual el cerebro es parte integrante.<br />

Tratemos, por lo tanto, de pensar en el individuo en vías de desarrollo, empezando por el principio. He aquí un<br />

cuerpo, y la psique y el soma no deben distinguirse más que con arreglo a la perspectiva del observador. Uno<br />

puede mirar al cuerpo en desarrollo o a la psique igualmente en desarrollo. Supongo que aquí la palabra<br />

«psique» se refiere a la elaboración imaginativa de las partes, sentimientos y funciones somáticas, es decir, al<br />

hecho de estar físicamente vivo. Sabemos que esta elaboración imaginativa depende de la existencia y del sano<br />

funcionamiento del cerebro, especialmente de ciertas partes del mismo. Sin embargo, el individuo no percibe<br />

que la psique está localizada en el cerebro o, a decir verdad, en alguna otra parte.<br />

Gradualmente, los aspectos psíquicos y somáticos de la persona que va desarrollándose se ven envueltos en un<br />

proceso de mutua interrelación. Esta interrelación de la psique con el soma constituye una fase temprana del<br />

desarrollo individual (véase el capítulo 2 de esta tercera parte). En una fase posterior, el cuerpo vivo, con sus<br />

límites, y con un interior y un exterior, es percibido por el individuo como parte del núcleo del ser imaginativo.<br />

Hasta esta fase, el desarrollo es extremadamente complejo y si bien este desarrollo puede ser razonablemente<br />

completo cuando el niño lleva sólo unos días de vida posnatal, existen grandes posibilidades de deformación<br />

del curso natural de desarrollo de estos aspectos. Es más, todo lo que es aplicable a las fases más tempranas lo<br />

es también, en cierta medida, a todas las demás fases, incluso a la que denominamos «de madurez adulta».<br />

Teoría de la mente<br />

En base a estas consideraciones preliminares propongo una teoría de la mente. Esta teoría se basa en la labor<br />

realizada con pacientes analíticos que se han visto necesitados de efectuar una regresión a un nivel de<br />

desarrollo sumamente precoz durante la transferencia. En este escrito daré únicamente un ejemplo de material<br />

clínico, pero creo que la teoría resultará valiosa en nuestra labor analítica cotidiana.<br />

Supongamos que en el desarrollo precoz de un individuo, salud implica continuidad en el ser. El psiquesoma<br />

precoz se mueve a tenor de cierta línea de desarrollo siempre y cuando su continuidad de ser no se vea turbada;<br />

dicho de otro modo, para el desarrollo sano del psiquesoma precoz hace falta un medio perfecto. Al principio<br />

la necesidad es absoluta.<br />

El medio ambiente perfecto es aquel que se adapta activamente a las necesidades del psiquesoma recién<br />

formado, aquello que los observadores saben que al principio constituye el pequeño. El mal medio es malo<br />

porque debido al fracaso de la adaptación se convierte en un ataque contra el psiquesoma, ataque ante el cual el<br />

psiquesoma (es decir, el pequeño) debe reaccionar. Esta reacción turba la continuidad existencial del nuevo<br />

individuo. En los comienzos, el buen medio (psicológico) es físico, estando el pequeño en el útero o en brazos<br />

y recibiendo cuidados; sólo con el paso del tiempo desarrolla el medio ambiente una nueva característica que<br />

hace necesario un nuevo término descriptivo, como puede ser «emocional», «psicológico» o «social». De esto<br />

emerge lo que llamamos una madre «buena», con su capacidad de adaptarse activamente a las necesidades del<br />

pequeño, capacidad que surge de su devoción o dedicación y que es posibilitada por su narcisismo, su<br />

imaginación y sus recuerdos, cosas todas ellas que le permiten saber por medio de la identificación cuáles son

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