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Escucha pequeño hombrecito - Indymedia Argentina

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Pero no son tus "VIVAS" ni tus "MUERA" los que te harán aproximar tus objetivos, <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong>. Siempre<br />

creíste que tu libertad está asegurada a través de la persecución de los opositores. Por lo menos una vez en tu vida,<br />

encárate a ti mismo de frente...<br />

"¡Fuera, fuera!"<br />

Detente un minuto, <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong>, no es mi intención menospreciarte, sino sólo probarte por qué razón hasta<br />

ahora no te fue posible alcanzar la libertad o garantizarla, ¿será que el tema no te interesa?<br />

"¡Fuera, fuera!"...<br />

Te garantizo que voy a ser breve; intentaré decirte cómo se comporta tu <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong> cada vez que se cree<br />

en una situación de libertad. Supongamos que eres estudiante en un instituto que, entre otros, defiende los valores de<br />

la salud sexual de los niños y de los adolescentes. La "extraordinaria idea" te entusiasma, de modo que deseas<br />

participar en la lucha. Voy a contarte lo que sucedió en mi escuela: Mis alumnos estaban sentados, observando al<br />

microscopio, biones. Tú estabas sentado en el acumulador de orgón, desnudo, te llamé para que participases de la<br />

observación. Fue entonces que decidiste salir, tal como estabas en el acumulador, delante de los muchachos y de las<br />

mujeres. Te amonesté inmediatamente pero no parecías entender por qué lo hacía. Me parecía inverosímil que no lo<br />

entendieses. Más tarde, en larga plática, admitiste que en la base de tu comportamiento estaba exactamente la<br />

imagen que tenías de un instituto que defendía la libertad sexual. Tomaste entonces conciencia del hecho de que<br />

sentías el mayor desprecio por el Instituto y por su idea básica y que había sido por eso que te habías comportado<br />

indecentemente. ¿Soy claro? ¿Ningún comentario?<br />

Otro ejemplo que demuestra la forma como destruyes tu libertad. Tú sabes, yo sé y todos sabemos que vives en un<br />

estado de permanente frustración sexual; que fácilmente encaras mentalmente y con avidez cualquier miembro del<br />

otro sexo; que las pláticas que tienes con los amigos, sobre temas sexuales, se reducen a un repertorio de anécdotas<br />

obscenas, que en suma, tu imaginación es sobre todo pornográfica. Una noche te escuché marchando con tus amigos<br />

en la calle, gritando: ¡Queremos mujeres, queremos mujeres!"<br />

Dado que tu futuro forma parte de mis preocupaciones, intenté crear instituciones donde pudieses comprender mejor<br />

tu miseria y cambiarla; tú y tus amigos venían en grupos a las reuniones que organicé en el ámbito de esas<br />

instituciones. ¿Y sabes por qué fue así, <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong>? Al principio llegué a pensar que te movía un genuino<br />

interés, la voluntad de dar un nuevo sentido a tu vida. Sólo más tarde entendí lo que realmente te motivaba: pensabas<br />

que irías a encontrar una nueva forma de burdel, donde sería más fácil encontrar a una muchacha sin pagar un quinto.<br />

Y cuando lo entendí, destruí con mis propias manos las instituciones que hice intentando ayudarte, no porque me<br />

pareciera mal el hecho de poder encontrar una muchacha en esas reuniones, sino porque la intención con que venías a<br />

las reuniones era vil. Por eso las destruí, por eso, una vez más te quedaste donde estabas. ¿Tienes alguna cosa que<br />

decirme?<br />

"¡El proletariado ha sido corrompido por la burguesía, los líderes del proletariado son los que podrán solucionar el<br />

problema. Irán a sanear las costumbres con mano de hierro -sólo así podrá ser solucionado el problema sexual del<br />

proletariado!"<br />

Yo sé lo que tú quieres decir, <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong>, fue exactamente lo que pasó en tu patria de los proletarios: dejar<br />

que el problema sexual se resolviera por sí mismo. El resultado se vio en Berlín. Cuando los soldados proletarios<br />

violaban mujeres por todos lados. Sabes que fue así. Tus campeones de la "Honra revolucionaria". "Tus soldados del<br />

proletariado del mundo" te desgraciaron lo suficiente para que la vergüenza te durara unos siglos. Dices que estas cosas<br />

"sólo acontecen en la guerra", entonces te cuento otra historia.<br />

Otro jefe, lleno de entusiasmo por la dictadura del proletariado, no lo era menos en cuanto a la economía sexual,<br />

vino a verme y me dijo: "Usted es extraordinario, Karl Marx nos mostró cómo es posible la libertad económica, usted<br />

nos apunta el camino para la libertad sexual, fue capaz de decirnos: Forniquen lo más que puedan".<br />

En tu mente se pervierte todo, aquello que yo llamo un acto de amor, es en tu vida un acto pornográfico, y ni<br />

siquiera sabes de qué hablo, <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong>, y es por eso que siempre regresas al pantano. Si acaso tú, pequeña<br />

mujercita, que te vuelves profesora sin tener alguna calificación especial para tal cosa y sólo porque nunca tuviste<br />

hijos, los efectos de tu acción son desastrosos. Tu trabajo debería ser comunicarte con los niños y educarlos. Cualquier<br />

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