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Escucha pequeño hombrecito - Indymedia Argentina

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"¿Quién soy yo para poder sustituir las relaciones diplomáticas por relaciones internacionales a nivel de trabajo y<br />

desarrollo social?" O: "¿Quieres que se restablezcan las relaciones de cualquier especie con los fascistas alemanes o<br />

japoneses o con los comunistas rusos o con los capitalistas americanos?".<br />

O: "Por encima de todo me interesan los destinos de mi patria -Rusa, Alemana, Americana, Inglesa, Judía o Árabe".<br />

O: "Ya tengo bastante con los problemas que tengo para mantener mi vida en orden y entenderme con mi sindicato<br />

de sastres. Los otros que se las arreglen con los sindicatos de sus países”.<br />

O: "No presten oídos a este capitalista, bolchevique, fascista, trotskista, internacionalista, anarquista, loco,<br />

individualista. ¿Dónde está su patriotismo de americano, ruso, alemán, inglés, judío?".<br />

Puedes tener la absoluta certeza de que usarías cualquiera de estos argumentos u otros, con el fin de evitar tu<br />

responsabilidad en la forma como se procesan las relaciones entre los hombres.<br />

"Pero, entonces, ¿yo no soy nada? ¡Parece que no me reconoces algún rasgo positivo! Al fin, ¡qué diablos! trabajo<br />

hasta hartarme, sustento a mi mujer y a mis hijos, intento llevar una vida decente y sirvo a mi país. No puedo ser tan<br />

imbécil a este punto!".<br />

Sé que eres una criatura capaz, sólida, con cualidades de trabajo, un animal cooperativo, comparable a las abejas o<br />

a las hormigas. Todo lo que hice fue descubrir en ti al <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong>, que ha estado haciendo miserable tu vida.<br />

Eres GRANDE, <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong>, cuando no eres mediocre. Tu grandeza es la única esperanza que nos resta a todos.<br />

Eres grande cuando desempeñas a gusto tu tarea, cuando trabajas con alegría la madera, cuando construyes, cuando<br />

pintas y embelleces tus espacios, cuando trabajas en la tierra, cuando contemplas el cielo con inquietud, y te<br />

complaces en la existencia de los animales simples, en el rocío, cuando bailas y cantas, cuando amas la belleza de tus<br />

hijos, el cuerpo del hombre o la mujer que escogiste, cuando vas a un planetario intentando entender el espacio o a<br />

una biblioteca a leer lo que pensaron de la vida otros hombres y mujeres. Eres grande en tu vejez, cuando con tu nieto<br />

en el regazo, le dices cómo fueron otros tiempos, respondiendo a su curiosidad con confianza. Eres grande cuando eres<br />

madre, cobijando a tu hijo en los brazos, con el corazón lleno de esperanza de que para él vendrán mejores días, y<br />

cuando hora tras hora, año tras año, tú construyes su felicidad.<br />

Eres grande, <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong>, cuando cantas las canciones antiguas de tu pueblo y bailas al son del acordeón,<br />

porque son pacíficas y están en todos los lugares del mundo. Y eres grande cuando afirmas a tu amigo:<br />

"Qué bueno que el destino me concedió hasta hoy una vida libre de suciedad y avaricia, que puedo acompañar el<br />

crecimiento de mis hijos, oírles balbucear sus primeras palabras, verlos moverse, caminar, jugar, hacer preguntas,<br />

compartir su alegría, reír y amar; qué bueno que no dejé pasar la primavera sin sentirla, que pude gozar del ameno<br />

viento, y el rumor de los arroyos y el canto de las aves; que no perdí mi tiempo en chismes con los vecinos, que amé a<br />

mi compañera o mi compañero, y que sentí correr en mi cuerpo el flujo de la vida; qué bueno que al igual que en<br />

tiempos malos, no perdí el norte en el sentido de la vida. Puesto que me fue posible escuchar mi voz interior que<br />

murmuraba en lo más íntimo: "Sólo una cosa importa: vivir una vida buena y feliz. <strong>Escucha</strong> la voz de tu corazón, aunque<br />

tengas que apartarte del camino recorrido por los tímidos y no conscientes que el sufrimiento te vuelva duro y<br />

amargado".<br />

Y así, en la quietud del caer de la tarde, cuando me siento sobre la hierba frente a mi casa, después de un día de<br />

trabajo, con mi mujer y mis hijos, escuchando el latir de la naturaleza, recuerdo entonces una melodía que me<br />

emociona, la canción de la humanidad y su futuro: "Humanidad entera, yo te bendigo y te abrazo". Y desearía entonces<br />

que la vida aprendiese a demandar sus derechos, que fuese posible modificar los espíritus duros y medrosos, que sólo<br />

desencadenan guerras, porque la vida se les ha escapado. Y cuando mi hijo, en mi regazo, me pregunta: "Papá, el sol<br />

desapareció, ¿adónde fue? ¿Crees que vendrá pronto?". Y le respondo: "Sí, hijo, ha de volver mañana para calentarnos".<br />

Llegué al fin de mi conversación contigo, <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong>. Habría muchas cosas más que decirte. Pero si me<br />

leíste con atención y honestamente, te descubrirás actuando como <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong> en situaciones que no te<br />

referí, puesto que todas tus acciones y pensamientos tienen siempre el mismo tono.<br />

A pesar de lo que me haya hecho o vayas a hacerme en el futuro, que me glorifiques como a un genio o me encierres<br />

en una institución psiquiátrica, que me adores como tu salvador o me tortures como espía, tarde o temprano tu<br />

aflicción te forzará a entender que descubrí las leyes de la energía vital y que deposité en tus manos el instrumento<br />

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