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Escucha pequeño hombrecito - Indymedia Argentina

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Construiste sobre la arena tu casa, tu vida, tu cultura, tu civilización, tu ciencia y técnica, tu amor y tu educación<br />

infantil.<br />

No lo sabes, <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong>, ni quieres saberlo y destruyes al gran hombre que intenta decírtelo. En tu agonía<br />

son siempre las mismas cuestiones las que te afligen:<br />

"Mi hijo es obstinado, destructivo, de noche tiene pesadillas, no logra concentrarse en su trabajo escolar, sufre de<br />

estreñimiento, tiene mal color, es un niño cruel, ¿qué he de hacer? ¡Ayúdenme!".<br />

O: "Otra guerra, después de haber luchado en una que debería poner fin a todas las otras, ¿qué podemos hacer?".<br />

O: "La civilización de que tanto nos enorgullecemos está por decaer en un proceso de inflación. Hay millones de<br />

personas con hambre, gente que mata, roba, destruye y abandona toda esperanza. ¿Qué habremos de hacer?".<br />

"¿Qué habremos de hacer?", es tu interrogación milenaria. El destino de toda adquisición cultural importante en la<br />

cual prevalezca la verdad sobre la seguridad, es la de ser ávidamente devorada por ti y en seguida defecada.<br />

Muchos fueron los hombres con coraje y solitarios que te dijeron lo que deberías de hacer. Y siempre distorsionaste<br />

lo que te era comunicado, siempre los llevaste a la amargura y la destrucción. Siempre les tomaste la palabra por el<br />

lado equivocado, prefiriendo como regla de la vida el <strong>pequeño</strong> margen de errores, en vez de la gran verdad; en el<br />

cristianismo, en la formación socialista, en el concepto de soberanía popular, en todo lo que tocaste, <strong>pequeño</strong><br />

<strong>hombrecito</strong>. Preguntas: ¿por qué es así? No creo que tomes la cuestión en serio y me vas a odiar cuando escuches la<br />

verdad: construiste tu casa sobre la arena y proseguiste así a lo largo de los siglos, porque eres incapaz de respetar la<br />

vida, porque hasta el amor de tus hijos destruyes antes de que haya podido florecer; porque no soportas ninguna forma<br />

de espontaneidad, ningún movimiento libre, vivo y natural. Y porque no puedes tolerarlo te da pánico y preguntas:<br />

"¿Qué irá a decir el señor Pérez?".<br />

Eres cobarde en tu actividad intelectual, porque la actividad intelectual, la vitalidad y el movimiento son parte de tu<br />

cuerpo y tú temes a tu cuerpo; muchos fueron los grandes hombres que te decían: escucha a tu voz interior -sigue la<br />

verdad de lo que sientes- venera tu amor, pero tú no prestaste atención a tales palabras. Fueron palabras perdidas en<br />

el desierto, apelaciones solitarias que mueren en tu selva desolada, <strong>pequeño</strong> <strong>hombrecito</strong>.<br />

Se te ofreció escoger entre la exigencia de superación del UBERMENSCH (super hombre) de Nietzsche y la degradación<br />

del UNTERMENSCH (sub hombre) en Hitler. Berreando "VIVA" escogiste el UNTERMENSCH.<br />

Se te ofreció escoger entre la constitución genuinamente democrática de Lenin y la dictadura de Stalin, escogiste la<br />

dictadura de Stalin.<br />

Tuviste la oportunidad de escoger entre la elucidación de Freud para el origen sexual de tus perturbaciones<br />

emocionales y su teoría de la adaptación cultural. Escogiste su teoría de la adaptación cultural que no te traería<br />

ninguna ayuda, y olvidaste la teoría sexual. Pudiste escoger entre la magnificente simplicidad de Cristo o la<br />

complicidad de Pablo con su celibato para los sacerdotes y su matrimonio compulsivo e indisoluble. Para ti escogiste el<br />

celibato y el matrimonio indisoluble, olvidando a la mujer simple que parió a su hijo, Jesús, sólo por amor. Pudiste<br />

escoger entre la concepción de Marx de la productividad de tu fuerza de trabajo como única fuente del valor de los<br />

productos y la concepción del Estado. Olvidaste tu fuerza de trabajo y escogiste la idea del Estado. Durante la<br />

revolución francesa podías escoger entre el cruel Robespierre y el gran Danton. Escogiste la crueldad y enclaustraste la<br />

bondad y grandeza del alma en la guillotina. En Alemania podías escoger entre Goering y Himmler, por un lado y a<br />

Liebkncht, Landau y Mühsam, en el polo contrario. Diste a Himmler el cargo de jefe de la policía y asesinaste a tus<br />

verdaderos amigos. Podías escoger entre Julius Streicher y Walter Rathenau, asesinaste a Rathenau.<br />

Podías escoger entre Lodge y Wilson, -asesinaste a Wilson. Podías haber escogido entre la crueldad de la inquisición y<br />

la verdad de Galileo. Escogiste torturar a Galileo de cuyos descubrimientos hoy todavía te beneficias, sometiéndolo a<br />

toda especie de humillaciones. Y en pleno siglo XX, continúas utilizando los mismos métodos de la inquisición.<br />

Puedes escoger entre la comprensión de la enfermedad mental y las terapias de "electroshock" -escoges éstas, para<br />

no tener que enfrentar las dimensiones monstruosas de tu propia miseria, prefiriendo la ceguera donde sólo los ojos<br />

bien abiertos te podrían salvar. Recientemente tuviste la opción entre la asesina ENERGÍA ATÓMICA Y LA BENEFICIOSA<br />

ENERGÍA ORGÁNICA; congruente con tu estrechez mental, escogiste la energía atómica. Puedes escoger entre la<br />

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