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Capítulo Final - The Philadelphia Church of God

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C O M E N T A R I O<br />

Niños alabados en exceso<br />

“Yo soy<br />

La falacia de alimentar la autoestima de nuestros jóvenes POR jOEL HILLIkER<br />

aún más asombroso de lo que creía”.<br />

“Hoy me estaré recordando que soy una maravilla”.<br />

Estas “frases azucaradas para el día”,<br />

encontradas en el libro Hoy soy encantador: 365<br />

actividades positivas para los niños, representan un mito que<br />

contagia la crianza y educación actual de los niños. Esta idea<br />

falsa, propuesta con la intención de ayudar a nuestros niños,<br />

en realidad les causa daño.<br />

¿Cuál es? Esas alabanzas no son sólo lo mejor, sino en<br />

realidad, la única motivación para los niños. Esta idea<br />

satura los programas infantiles y los juguetes y juegos<br />

interactivos. Cuando un niño hace algo correcto, en<br />

vez de un simple “¡Está bien!” le dicen, “¡Anda! ¡Tu eres<br />

realmente brillante!” Las escuelas norteamericanas<br />

en particular enfatizan la autoestima como la virtud<br />

principal, sin importar los logros y aún el esfuerzo.<br />

De esta manera, los niños son generalmente<br />

protegidos del riesgo de fracasar, y por lo tanto,<br />

quedan atrapados en un mundo de fantasía en<br />

el cual ni la mala conducta ni los malos resultados<br />

traen consecuencias negativas.<br />

La verdadera esencia de este mito es que los<br />

niños crecen y funcionan mejor en un ambiente<br />

positivo, y que un ambiente de críticas continuas<br />

puede ser fulminante. Por supuesto, queremos que<br />

nuestros niños tengan seguridad y que sean equilibrados<br />

y felices. Pero alabarlos en exceso no es la<br />

manera de alcanzarlo.<br />

En el libro titulado El currículo de sentirse bien: Facilitar<br />

todo para los niños de Norte América en el nombre<br />

de la autoestima, Maureen Stout señala algunos<br />

mitos destructivos que se han arraigado en nuestro<br />

sistema educativo, los cuales incluyen: Las altas<br />

expectativas dañan la autoestima; la evaluación<br />

es punitiva, estresante y dañino para la autoestima;<br />

la disciplina es mala para la autoestima;<br />

el esfuerzo es más importante que el logro;<br />

asegurar el aprendizaje es responsabilidad<br />

del pr<strong>of</strong>esor, no del alumno.<br />

Enfrentemos los hechos: la alta autoestima<br />

es sumamente sobreestimada. Estudios<br />

repetidos han probado que valorarse excesivamente<br />

no mejora los resultados académicos, no<br />

consolida las relaciones interpersonales, no ayuda a evitar la<br />

conducta autodestructiva, ni se transforma en una vida de éxito<br />

como adulto. De hecho, frecuentemente obstaculiza a una<br />

persona en todas estas áreas.<br />

¿Es sorprendente esto? Un niño criado con la idea que es<br />

una maravilla tal como es, no tiene motivación para mejorar.<br />

La Srta. Stout afirma que estas ideas, las cuales contagian<br />

nuestras escuelas públicas desde el kindergarten hasta la universidad,<br />

conducen directamente al narcisismo (preocupación<br />

por sí mismo), a la indiferencia hacia la comunidad, al rechazo<br />

de la verdad absoluta, y al cinismo. Ella también muestra una<br />

correlación con el hecho de hacer los currículos fáciles, de inflar<br />

las calificaciones, con la pérdida de la motivación (entre<br />

pr<strong>of</strong>esores y también alumnos), con la expectativa de derechos<br />

no merecidos, y con burlarse de la habilidad de pensar racionalmente.<br />

¿Queremos en realidad que nuestros hijos piensen:<br />

“Soy todavía más asombroso de lo que pensaba”? Como lo expresó<br />

un pr<strong>of</strong>esor: “¿Quién en el mundo quiere pasar tiempo<br />

con alguien que piensa así?” Los estudios han mostrado que<br />

la autoestima puede en verdad convertirse en auto delirio: la<br />

convicción que usted es más popular, más capaz y más amado<br />

de lo que es el caso en realidad. Tales actitudes egoístas<br />

sólo alejan a otros. A la vez, casi paradójicamente, el<br />

niño que es alabado en exceso puede hacerse adicto a<br />

la aprobación de otros.<br />

Los niños a quienes se les enseña la autoestima sin<br />

vínculo al logro personal, generalmente enfrentan<br />

sorpresas aplastantes cuando la realidad se presenta<br />

finalmente, desafiando las opiniones de sí mismos<br />

artificialmente elevadas. Al convertirse en adultos,<br />

la alabanza se acaba y las dificultades de la<br />

vida se acrecientan. El niño alabado en exceso,<br />

habiendo sido protegido de pequeños fracasos<br />

por mucho tiempo, se encuentra abrumado<br />

por grandes fracasos repentinos.<br />

Cuando miramos este asunto espiritualmente,<br />

vemos claramente el lado siniestro. El<br />

instigador del movimiento de autoestima es Satanás,<br />

cuyo corazón fue enaltecido a causa de su hermosura,<br />

y quien se obsesionó con su propio esplendor<br />

(Ezequiel 28:17). Este ser espiritual, el príncipe de la<br />

potestad del aire (Efesios 2:2), llena nuestra naturaleza<br />

humana carnal con sus actitudes ego-maniacas. (Nuestro<br />

folleto [disponible sólo en inglés] ¿What is Human<br />

Nature? explica esta verdad.) En otras palabras, nuestros<br />

hijos ya reciben suficiente entrenamiento<br />

sobre amarse a sí mismos por encima de todos los<br />

istockPhoto<br />

TROMPETA DE FILADELFIA JULIO 2006<br />

demás sin ninguna presión de pr<strong>of</strong>esores equivocados<br />

y padres persistentes.<br />

Dios, sumamente conciente de nuestras tendencias<br />

vanas, llenó Su Biblia con advertencias<br />

contra la adulación y las alabanzas engañosas<br />

como: “… la boca lisonjera hace resbalar”; “El<br />

hombre que lisonjea a su prójimo, red tiene<br />

delante de sus pasos” (Proverbios 26:28; 29:5).<br />

En el Salmo 49, Dios describe el destino de aquél cuyo<br />

“… camino es locura” (versículo 13), y no es nada bueno.<br />

Claro, esto no quiere decir que alabar a nuestros hijos es<br />

malo. Pero debemos pensar en lo que es digno de alabanza<br />

y encomiable (Ej. Filipenses 4:8). La alabanza vacía e indiscriminada<br />

no tiene sentido. Los niños deben recibir alabanza<br />

sincera y específica cuando sea apropiado. Cuando ellos pintan<br />

un garabato con un dibujo de nubes, “¡Está hermoso!” tiene<br />

menos significado, y es menos sincero, que algo como: “Me<br />

gusta como usas distintos colores”, o “¡Wow! Estás aprendiendo<br />

como dibujar en papel lo que ves alrededor”.<br />

Semejantes conversaciones también se prestan para<br />

dar consejos amables sobre cómo mejorar la próxima vez.<br />

Ver NIÑOS página 28<br />

29

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