La leyenda - Colegio San Ignacio de Loyola, Piura-Perú.
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apretadas <strong>de</strong> plomo y pólvora, previsor fiambre para su fiel amiga. En el cinturón <strong>de</strong><br />
cuero un puñal serrano, <strong>de</strong> esos que en Chalaco y Parihuanás llamaban puñaleta.<br />
Pernoctaba en majadas escondidas y antes <strong>de</strong>l alba apuraba hacia el bosque, el<br />
<strong>de</strong>spoblado, la inverna, las sendas traslapadas, durmiendo hoy aquí, mañana allá,<br />
asomando a mediodía en la Quebrada Gran<strong>de</strong>, hacia el atar<strong>de</strong>cer en yapatera, y al<br />
cerrarse la noche por el río <strong>de</strong> Chulucanas, para volver a amanecer por alguna cueva <strong>de</strong><br />
Charanal. Su aliento consistía en cerezas silvestres, uvas <strong>de</strong> monte, miel <strong>de</strong> palo,<br />
plátanos “mata cholos” y algunas otras frutillas <strong>de</strong> las invernas. Como carne, l <strong>de</strong> paloma<br />
o zorro, y a veces la <strong>de</strong> cabritos tomados <strong>de</strong> los potreros.<br />
“<strong>La</strong>s gentes <strong>de</strong> la majada<br />
se sientan a comentar:<br />
don<strong>de</strong> está Froilán Alama,<br />
que no lo vemos pasar.”<br />
Andando así las cosas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> algunos meses, apareció <strong>de</strong> pronto en <strong>La</strong><br />
Industria, diario <strong>de</strong>partamental, un titular a tres columnas que <strong>de</strong>cía: “Asaltan y matan en<br />
la hacienda Tambogran<strong>de</strong>”, Caserío <strong>de</strong> Malingas”, sobre el hechote sangre cometido en<br />
la persona <strong>de</strong> don Manuel María <strong>de</strong>l Campo, propietario <strong>de</strong> dicha hacienda. Un<br />
<strong>de</strong>sconocido lo atacó a mansalva. <strong>La</strong> policía, pese a hallarse investigando el asesinato,<br />
tuvo la presunción que se trataba <strong>de</strong> alguna venganza. <strong>La</strong> víctima no había sido objeto<br />
<strong>de</strong> robo.<br />
Por entonces, entre la frondosa selva <strong>de</strong> malhechores, abigeos y bandidos,<br />
empezó a difundirse y sonar el nombre <strong>de</strong> un bandolero llamado Froilán Alama, <strong>de</strong>sertor<br />
militar y presunto autor <strong>de</strong>l homicidio <strong>de</strong> un general limeño, en el Cuartel <strong>San</strong>ta Catalina.<br />
Lo pintaban como escurridizo, hábil en las coartadas, fiero en el combate y <strong>de</strong>salmado<br />
como el más. <strong>La</strong> historia se tornaba <strong>leyenda</strong>: robaba a los ricos para darle a los pobres,<br />
<strong>de</strong>safiaba a la autoridad policial, era inubicable, estaba compactado con el diablo y se le<br />
sindicaba nada menos como el asesino <strong>de</strong>l padre <strong>de</strong> Augusto <strong>de</strong>l Campo, el joven<br />
amante <strong>de</strong> Lima Ortiz, ex prometida <strong>de</strong>l bandolero.<br />
Pasó un tiempo. <strong>La</strong> <strong>leyenda</strong> creció. No había asalto ni muerte que se le<br />
atribuyese al implacable Alama. Se le veía en un sitio y en otro, al mismo tiempo.<br />
Depredaba las haciendas robando ganado pero regalando la carne <strong>de</strong> las reses muertas<br />
a los campesinos, quedándose sólo con el cuero. Había sometido a la mayoría <strong>de</strong> los<br />
bandoleros lugareños, haciéndolos cofra<strong>de</strong>s o arrinconándolos a otros territorios. Mató a<br />
dos guardias. Desafiaba a los gendarmes y a la policía a combates singulares, don<strong>de</strong><br />
disparaba <strong>de</strong> pie cubriendo la retirada <strong>de</strong> los suyos. Los suyos eran otros alienados<br />
fierabrases como él: El Moro, El Ñije, Pisa Can<strong>de</strong>la, Pava Blanca, El Gato, Manteca,<br />
Mister Caca. Todos tenebrosos. El inmenso <strong>de</strong>spoblado piurano, incluyendo el <strong>de</strong>sierto<br />
<strong>de</strong> Sechura, lo ganaba en una sola jornada, al lomo <strong>de</strong> un incansable caballo o una mula<br />
acerada. Ambos, se <strong>de</strong>cía, regalados probablemente por su compadre el diablo.<br />
A todo esto, la Lina Ortiz había cambiado mucho. <strong>La</strong> vida cambia según cambia<br />
la suerte. Seducida por el oro y la comodidad, pasó a ser la amante inseparable <strong>de</strong>l<br />
joven gamonal, con quien compartía ahora los beneficios <strong>de</strong>l dinero. El rico terrateniente<br />
satisfacía hasta sus mínimos caprichos, que en la mujer se expresan en el amor, el sexo<br />
o el dinero. Ya no era la montubia muchachita <strong>de</strong> antes sino una emperejilada moza <strong>de</strong><br />
clase social emergente, que por supuesto rechazaba la pasada, la <strong>de</strong> sus progenitores.<br />
Esta Lina vivía ahora otro mundo, el <strong>de</strong>l oropel y el <strong>de</strong>l confort, el que encandila a<br />
cualquier mujer. Ese al que el <strong>de</strong>stino la había extrañamente conducido.<br />
Así las cosas ocurrió un día lo que tenía que ocurrir. Amaneció una mañana<br />
diáfana. El sol espolvoreaba sobre la arena fúlgidos <strong>de</strong>stellos. Una mañana con un cielo<br />
que añadía a su vestido la gema <strong>de</strong> una nube. Una nube hábilmente engastada por<br />
experto joyero. Los chilalos y las santas lucías picoteaban las vainas <strong>de</strong> los algarrobos;