La leyenda - Colegio San Ignacio de Loyola, Piura-Perú.
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<strong>La</strong> caravana enfiló por un sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> arena. Semejaba la procesión <strong>de</strong> la muerte.<br />
Todos iban en silencio. Sólo el sol gesticulaba. Echaba lenguas <strong>de</strong> fuego sobre el traje<br />
azucenado <strong>de</strong> la mañana. Traje que sólo manchó la voz aguar<strong>de</strong>ntosa <strong>de</strong> un borracho<br />
que a lo lejos graznaba:<br />
¡Viva Froilán, el valiente,<br />
que al rico hiciste temblar<br />
Quién velará por los pobres<br />
si te vamos a llorar<br />
<br />
- Veinticuatro horas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber llegado a Olmos, las policías cumplieron<br />
con los trámites <strong>de</strong> ley y <strong>de</strong>cidieron conducir el cadáver <strong>de</strong> Alama al panteón <strong>de</strong> Chiclayo.<br />
Era tar<strong>de</strong>, bien tar<strong>de</strong>, a la hora en que el día se <strong>de</strong>shilacha. Bien porque nadie pudo<br />
sufragar el gasto <strong>de</strong> la caja mortuoria, bien porque no valía la pena per<strong>de</strong>r el tiempo en<br />
exquisiteces para con un ladrón, introdujeron el cuerpo en doble costal, cuidadosamente<br />
cosido y atado. Sobre un caballo matalón, en una parihuela <strong>de</strong> varas <strong>de</strong> pájaro bobo,<br />
llegó al camposanto. Sin rezos, responsos, flores, fue echado en la fosa común. Sólo un<br />
viento azufrado seguido por una nube <strong>de</strong> moscas verdosas, acompañó al cortejo. Luego<br />
el áspero graznar <strong>de</strong> avechuchos funerarios.<br />
“Pasada la medianoche, el silencio <strong>de</strong> los idos se perturbó. Un tropel <strong>de</strong> mulas<br />
erizadas penetró al recinto. <strong>La</strong>s cabalgaban una partida <strong>de</strong> torvos jinetes, a cual más<br />
fiero, y a éstos los acompañaba una mujer que ocultaba el rostro bajo un rebozo negro.<br />
Los hombres llevaban carabinas terciadas y la mujer un ramo <strong>de</strong> flores amarillas. Dos<br />
hombres portaban un féretro <strong>de</strong> cedro oloroso, bien trabajado, con aplicaciones <strong>de</strong><br />
símbolos esotéricos”.<br />
“Se dirigieron directamente hasta la fosa común, seguros <strong>de</strong> lo que buscaban.<br />
Aumentó la fuerte sensación <strong>de</strong> azufre. Extrajeron el cuerpo horas antes enfar<strong>de</strong>lado y<br />
arrojado, y lo acomodaron con un rito extraño en el catafalco. Luego lo subieron a una<br />
mula <strong>de</strong> alzada, <strong>de</strong> rico jaez. Y convertidos en sombras se alejaron presurosamente hacia<br />
el norte”.<br />
“El frío <strong>de</strong> la madrugada cortaba las caras <strong>de</strong> los montados. Recién pu<strong>de</strong><br />
entonces, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi tumba, reconocer en esas caras a los que me asesinaron. Recuerdo<br />
perfectamente lo que uno <strong>de</strong> ellos, al que llamaban Moro, me dijo aquella vez: Hemos<br />
venido da parte <strong>de</strong> Froilán a darte un regalito. Y cada uno ellos me obsequió una<br />
puñalada”.<br />
“Pero terminaré <strong>de</strong> contarte… Me enteré <strong>de</strong> otras cosas… Cuando la pandilla <strong>de</strong><br />
Froilán, que capitanea ahora no se quién, sobrepasó los lin<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>l pueblo, y el camino<br />
se bifurcaba el más siniestro <strong>de</strong> aquellos bandidos volvió el rostro hacia la mujer que se<br />
ocultaba en el rebozo negro y entablo el siguiente diálogo:<br />
-¿Adón<strong>de</strong> lo llevamos Alina, a <strong>Piura</strong> o las Honduras?<br />
- Don<strong>de</strong> digas, Lucifer”.