La leyenda - Colegio San Ignacio de Loyola, Piura-Perú.
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- De allá venía, señor, pero mi ruta era para el sur, para Chiclayo. Si regresaba a<br />
Garbanzal se <strong>de</strong>ba cuenta que iba a chismear, y seguro <strong>de</strong> la puerta no más me<br />
<strong>de</strong>spachaba. Está armado con revólver, carabina y puñaleta.<br />
-¡Cabo – or<strong>de</strong>nó el sargento – que se alisten tres hombre partiremos!<br />
En fornidas cabalgaduras, pronto, cuatro prestos jinetes enfilaron, fusil en<br />
ban<strong>de</strong>rola, rumbo hacia Garbanzal. En escaso tiempo las bestias <strong>de</strong> la dotación policial<br />
trotaban sobre el <strong>de</strong>sierto lambayecano. Con rítmico galope progresaban, amortiguadas<br />
por las dunas. De cuando en cuando una lechuza o un pájaro lugareño rompían, con<br />
broncos graznidos, el silencio, y otra vez quietud y más quietud.<br />
<strong>La</strong> noche se consumía. Presumiendo la cercanía <strong>de</strong> la meta, un guardia le<br />
comunicó al sargento:<br />
-¡Mi sargento: creo que estamos cerca. Mejor será <strong>de</strong>tenernos y planear la<br />
redada. Garbanzal está a la vuelta…<br />
- Bueno … ¡alto!...<br />
Detenidas las cabalgaduras, el sargento añadió:<br />
- Efectivamente, estamos cerca. Lo mejor será repartirnos. El cholo nos dijo que<br />
el gusto era en la casucha <strong>de</strong>l norte, o sea la primera, y no conviene que oigan el trote <strong>de</strong><br />
las bestias. Iremos en dos grupos. Usted Guivil va con Torres por la izquierda, para caer<br />
por <strong>de</strong>trás, y yo con Ramos y Ramírez por la entada. <strong>La</strong> consigna ya saben: para Alama,<br />
¡vivo o muerto! ¿Comprendido?<br />
- ¡Comprendido! – corearon los rurales.<br />
-¡A<strong>de</strong>lante! Consumida la noche, la madrugada <strong>de</strong>spuntaba. Desplegándose las<br />
parejas hundiendo pronto sus polainas <strong>de</strong> cuero sobre la arena. Caminaban con las<br />
bayonetas caladas.<br />
Minutos van, minutos vienen, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber caminado unos cientos <strong>de</strong> pasos,<br />
los rumores <strong>de</strong>l fandango llegaron al oído <strong>de</strong> los guardias:<br />
-¿Oyes? <strong>La</strong> jarana continúa – dijo Torres a su compañero.<br />
- Sí, dimos con ellos; ahí veo un punto <strong>de</strong> luz.<br />
- Ojalá que el zorro no se nos vaya a haber escurrido…<br />
- Pienso que no, la gallina está <strong>de</strong>ntro.<br />
. Avancemos…<br />
Avanzaron. Se escuchaba con más claridad los tonos <strong>de</strong>l jolgorio. Otra vez, unas<br />
coplas.<br />
Diez trancos a<strong>de</strong>lante, el sargento habló <strong>de</strong>teniéndose:<br />
- El asunto será así. Yo les daré el alto por la entrada, y uste<strong>de</strong>s, juntos con los<br />
<strong>de</strong> atrás, aguardarán con las armas preparadas. A la menor resistencia… ¡fuego!<br />
¿Listos?<br />
-¡Listos”<br />
<strong>La</strong> aurora pestañeaba. El clase cebó su Smith Wesson, hizo una señal cerrando<br />
un ofídico ojillo negro, y penetró resueltamente. Lo siguieron los hombres con sigilo, y…<br />
¡zas!, emergiendo, súbito, en el amanecer, gritó:<br />
-¡Alto!...<br />
Los circunstantes saltaron llenos <strong>de</strong> asombro, y la alegría musical se esfumó.<br />
-¡No se me mueva nadie! – or<strong>de</strong>nó el clase con dureza.<br />
A<strong>de</strong>lantándose unos metros, regó una <strong>de</strong>sconfiada mirada sobre los pitañosos<br />
rostros <strong>de</strong> los cholos, que la mañana lavaba, y requirió:<br />
-¿Nuay nadie más en esta casa…?<br />
Le respondió el silencio.<br />
-¡Oye tú! – dijo mirando al cholo más cercano - ¿Nuay nadie más aquí?<br />
- No, señor.<br />
-¡A ver – volvió a or<strong>de</strong>nas – salir, uno por uno, acá, a la pampa! ¡Con las manos<br />
en alto!