La leyenda - Colegio San Ignacio de Loyola, Piura-Perú.
La leyenda - Colegio San Ignacio de Loyola, Piura-Perú.
La leyenda - Colegio San Ignacio de Loyola, Piura-Perú.
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Los aludidos <strong>de</strong>sfilaron pálidos y medrosos, hasta colocarse en hilera, fuera <strong>de</strong> la<br />
choza:<br />
-¡Guivil! Acompáñame a registrar la casa.<br />
El llamado se apersonó por el postigo y <strong>de</strong>rribando con un fuerte culatazo <strong>de</strong> fusil<br />
la puerta, conminó frente a ella, arma en mano:<br />
-¡Salga quien se halle ahí!<br />
Otra vez un silencio insondable.<br />
-¡Salga quien esté ahí, carajo!<br />
Como nadie contestó se introdujo corajudamente con ágil salto, y recelosamente<br />
husmeó la pieza. Sus ojos tropezaron en un primer instante con los ventrudos cántaros<br />
<strong>de</strong> chicha, recostados sobre las aristas <strong>de</strong> las quinchas; mates y calabazas huecas y<br />
talladas; cabezas <strong>de</strong> plátanos colgados como enormes estalactitas en busca <strong>de</strong> madurez,<br />
y dos tarimas para dormir, aparentemente vacías.<br />
El sargento y Torres penetraban por el lado opuesto, cuando Guivil, que iba a<br />
informar sobre lo vació <strong>de</strong> la pieza, se retorció sorpresivamente herido por un potente tiro.<br />
-¡En la tarima! ¡En la tarima! – voceó el jefe <strong>de</strong> los guardias.<br />
Andanadas <strong>de</strong> balas perforaron al instante una <strong>de</strong>svencijada barbacoa <strong>de</strong> pájaro<br />
bobo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> una sombra, carabina en mano, baleaba con ferocidad a sus<br />
asaltantes. Pero la umbra se esfumó hacia la otra pieza, al lado <strong>de</strong>l corral.<br />
El sargento <strong>de</strong>tuvo el ataque:<br />
-¡Alto el fuego!<br />
Enmu<strong>de</strong>cidas las armas, conminó con energía:<br />
-¡Froilán, rín<strong>de</strong>te! ¡Pren<strong>de</strong>ré fuego a la casa!<br />
Una bala, rozando el hombro <strong>de</strong>l guardia Guivil, al que hizo retroce<strong>de</strong>r, fue la<br />
respuesta.<br />
-¡Prendan fuego! – se oyó<br />
Encendíanse tres teas, prestas a sembrar <strong>de</strong> llamas la casucha, albergue <strong>de</strong>l<br />
bandido, pero no fue necesario. Por la entrada apareció, acribillado vientre y cuello, un<br />
hombre tambaleante, beodo, que carabina en mano aún disparaba y retaba:<br />
-¡Soy Froilán Alama! ¡Vengan a mí, mierdas”<br />
-¡Dénle el tiro <strong>de</strong> gracia! – or<strong>de</strong>nó el sargento mientras disparaba al interior <strong>de</strong> la<br />
choza suponiendo que habían secuaces.<br />
El bandido dio unos pasos inseguros, quiso <strong>de</strong>cir más, apoyándose en la quincha<br />
<strong>de</strong> Cancún seco, pero no pudo. Doblándose en dos tiempos, y ahogado por un<br />
correntoso borbotón <strong>de</strong> sangre, rodó por el ensangrentado piso <strong>de</strong> tierra. Dos policías<br />
corrieron con rapi<strong>de</strong>z hasta él, y, ágilmente, no confiando en sus heridas <strong>de</strong> bala, le<br />
hundieron en el pecho las bayonetas caladas.<br />
En eso se oyó un relincho nervioso y lastimero <strong>de</strong> un equino.<br />
-¡Ultimen también a su mula! ¡Está hechizada! Volvió a or<strong>de</strong>nar el sargento. Y<br />
luego: - Traigan nuestros caballos que voy a aten<strong>de</strong>r a Guivil que está herido.<br />
Después <strong>de</strong> socorrer al lesionado, frente al cuerpo <strong>de</strong>l bandido yacente, indagó:<br />
-¿Está todavía vivo?<br />
- Parece que sí.<br />
- Entonces, amárrenlo fuerte. Este cholo tiene las vidas <strong>de</strong>l gato.<br />
Transcurrió un instante.<br />
-¿Ya…?<br />
-¡Ya!<br />
-¡A la montura! Pero no a horcajadas. Atravesado. Así… como un chivo.<br />
Ramos y Torres levantaron el malogrado cuerpo y lo atravesaron sobre un potro.<br />
- Usted Ramos ayu<strong>de</strong> a Guivil. Guivil, ¿necesita usted otra ayuda?<br />
- No, mi sargento. Gracias. Sólo es un brazo…el izquierdo. Mi caballo está<br />
aquietado y podré cabalgarlo.<br />
- Bueno. Vayamos a Olmos. Ahí hallaremos auxilios.