Gratis - Ayesha Libros

Santiago Carlos Oves Buenos Aires 2213 - 85
perspicaz y avanzaron apuntando sus pistolas hacia adelante.
Ambos recorrieron el trayecto envueltos en un halo de
obstinación, y carentes de medidas precautorias, abrieron la
puerta de una patada y comenzaron a disparar a uno y otro
lado del baño hasta agotar los cargadores. Mingitorios,
compartimientos de cristal polarizados, inodoros, secadores,
bebederos, todo quedó destrozado y humeante, suspendido
en una tensa calma, expectante. Las mirada de los dos
killantes recorrían el lugar en inquietos y sucesivos paneos
que iban de un lugar a otro. Sus botas pesadas removían los
escombros y sus oídos se aguzaban hasta el punto de
contener la respiración. El levítico, o lo que se suponía que
quedaba de él, no aparecía por ningún lado; era como si se lo
hubiera tragado la tierra. Circunstancialmente, uno de los
killantes notó que en el lavabo que aún quedaba entero y
empotrado a la pared había un pequeño envase de plomo
abierto, como si alguien hubiera vertido su contenido en la
rejilla...