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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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DIARIO DE JORGE FOX 245<br />

ser amigos del rey recompensaran así toda su fidelidad, servicios y<br />

sufrimientos, era prueba de gran dureza de corazón y desagradecimiento.<br />

Finalmente, los jueces, siempre importunados con<br />

quejas, dieron libertad a algunos Amigos pero aun dejaron a varios<br />

en la prisión.<br />

A mí me dejaron hasta que se volvió a reunir el tribunal; y<br />

siendo el juez Turner y el juez Twisden los que tenían que pasar<br />

por allí para presidirlo, me llevaron ante el juez Twisden, el día 14<br />

del primer mes, llamado de Marzo, hacia finales del año de<br />

1663. 2 Cuando estuve en la barra, dije, "La paz sea con<br />

vosotros." El juez, me miró y me dijo, "¡Cómo! ¿ Entráis en la sala<br />

con el sombrero puesto?" Y, al quitarme el carcelero el sombrero,<br />

dije, "Quitarse el sombrero no es honor que viene de Dios."<br />

Entonces el juez me preguntó, "<strong>Jorge</strong> <strong>Fox</strong> ¿ Queréis prestar el<br />

juramento de Lealtad?" Y le respondí, "Jamás presté en mi vida<br />

juramento alguno, ni me comprometí a nada ni hice ningún<br />

convenio." "Bien," prosiguió, "¿Queréis jurar o no?" "Yo soy un<br />

cristiano; Cristo me manda que no jure, y también el apóstol<br />

Santiago, de modo que juzga tú si debo de obedecer a Dios o a los<br />

hombres." "Os vuelvo a preguntar," dijo, "si queréis jurar o no."<br />

Entonces le dije que ya tenían experiencia bastante de los que<br />

primero habían jurado por el rey y después en contra del rey,<br />

mientras que yo jamás había prestado un juramento en toda mi<br />

vida; pues mi lealtad no se basaba en juramentos sino en la<br />

verdad y la sinceridad, porque yo honraba a todo hombre y<br />

mucho más al rey. Y después le pregunté al juez si él obedecía al<br />

rey. "Sí," me respondió, "yo obedezco al rey." "¿Por qué<br />

entonces," le pregunté, "no observas su declaración de Breda y las<br />

promesas que ha hecho, desde que está en Inglaterra, de que<br />

ningún hombre será llamado a juicio por cuestiones de religión,<br />

siempre que viva en paz? Si tu obedeces al rey, ¿Por qué me<br />

llamas a juicio y me quieres obligar a que preste un juramento,<br />

lo cual es contrario a mi religión, siendo que tú ni nadie puede<br />

acusarme de no vivir en paz?"<br />

Al oír esto se conmovió y, mirándome enfadado, dijo,<br />

"¡Perro! ¿Queréis jurar?" Le respondí que no era ningún<br />

perro, sino un cristiano; y que no era propio de él, un hombre<br />

viejo y un juez, el estar allí sentado insultando a los presos; lo<br />

cual no convenía ni a sus cabellos grises ni a su cargo. "Está<br />

bien," me dijo, "también yo soy cristiano." "Entonces

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