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Acequias 51 - Torreón - Universidad Iberoamericana

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portada<br />

estancia aquí ha de ser transitoria, y la casa misma<br />

me es ajena”.<br />

Lo que, pese a su obsesiva ecuanimidad<br />

de siempre, todavía era confusión luego de la<br />

decena trágica, fue destilado hasta la transparencia<br />

en 1930. La “oración…” le sirvió a reyes<br />

para poner en papel lo que casi intuitivamente<br />

decidió cuando todavía estaba fresca la sangre<br />

de su padre. Luego de describir el peso que<br />

tuvo el general reyes como presencia más espiritual<br />

que física en su vida (el escritor recuerda<br />

que lo veía poco, dado que él estudiaba en<br />

México mientras su padre gobernaba Nuevo<br />

León), apunta:<br />

— de repente sobrevino la tremenda<br />

sacudida nerviosa, tanto mayor cuanto<br />

que la muerte de mi padre fue un<br />

accidente, un choque contra un<br />

obstáculo físico, una violenta intromisión<br />

de la metralla en la vida y no el término<br />

previsible y paulatinamente aceptado<br />

de un acabamiento biológico. Esto dio<br />

a su muerte no sé qué aire de grosería<br />

cosmogónica, de afrenta material<br />

contras las intenciones de la creación.<br />

Mi natural dolor se hizo todavía más<br />

horrible por haber sobrevenido aquella<br />

muerte en medio de circunstancias<br />

singularmente patéticas y sangrientas,<br />

que no sólo interesaban a una familia,<br />

sino a todo un pueblo. Su muerte era la<br />

culminación del cuadro de horror que<br />

ofrecía entonces toda la ciudad. Con<br />

la desaparición de mi padre, muchos,<br />

entre amigos y adversarios, sintieron<br />

que desaparecía una de las pocas<br />

voluntades capaces, en aquel instante,<br />

de conjurar los destinos. por las heridas<br />

de su cuerpo, parece que empezó a<br />

desangrarse para muchos años, toda<br />

la patria. después me fui rehaciendo<br />

como pude, como se rehacen para<br />

andar y correr esos pobres perros de la<br />

calle a los que un vehículo destroza una<br />

pata; como aprenden a trinchar con una<br />

sola mano los mancos; como aprenden<br />

los monjes a vivir sin el mundo, a comer<br />

sin sal los enfermos. Y entonces, de mi<br />

mutilación saqué fuerzas.<br />

La muerte de su padre fue, para reyes,<br />

una “grosería cosmogónica”, una “afrenta material<br />

contra las intenciones de la creación”. Según<br />

su hijo, muy otro era el destino para el general,<br />

en muchas evidencias se puede notar que el episodio<br />

fatal de la Decena Trágica a él lo movió en un sentido<br />

que fue irregateablemente útil para el país, lo que a<br />

fin de cuentas avanza en el sentido de todo proyecto<br />

revolucionario<br />

entonces, y otras las intenciones de la creación. Fuera<br />

cierto o falso, de ello estaba convencido, por lo que él<br />

reemprende con creciente fervor el recorrido trunco, la<br />

vida segada abrupta y absurdamente por el plomo (“es<br />

porque en mí te llevo, en mí te salvo”, recordemos).<br />

para lograr su cometido, reyes debe exorcizar un<br />

demonio que quizá a otros los hubiera devorado, el del<br />

odio que conduce al anhelo de desquite:<br />

— también supe y quise cerrar los ojos ante la<br />

forma yacente de mi padre, para sólo conservar<br />

de él la mejor imagen. también supe y quise<br />

elegir el camino de mi libertad, descuajando<br />

de mi corazón cualquier impulso de rencor o<br />

venganza, por legítimo que pareciera, antes de<br />

consentir en esclavizarme a la baja vendetta. Lo<br />

ignoré todo, huí de los que se decían testigos<br />

presenciales, e impuse silencio a los que querían<br />

pronunciar delante de mí el nombre del que<br />

hizo fuego, de paso, sé que me he cercenado<br />

voluntariamente una parte de mí mismo; sé<br />

que he perdido para siempre los resortes de<br />

la agresión y de la ambición. pero hice como el<br />

que, picado de víbora, se corta el dedo de un<br />

machetazo. Los que sepan de estos dolores me<br />

entenderán muy bien.<br />

pasados los años, reyes logró imponerse. Ni la esterilidad,<br />

ni el odio, ni la “baja vendetta”, nada de eso<br />

lo dominó, sino el trabajo articulador de una obra que<br />

sumó miles de páginas escritas con la mejor prosa castellana,<br />

un desempeño diplomático de excelencia y la forja<br />

de instituciones como El Colegio de México o el Instituto<br />

Francés de américa Latina. Sé que su figura sigue<br />

despertando hoy indiferencias y recelos. Sin embargo,<br />

goza mayormente de reconocimiento y en muchas evidencias<br />

se puede notar que el episodio fatal de la decena<br />

trágica a él lo movió en un sentido que fue irregateablemente<br />

útil para el país, lo que a fin de cuentas avanza<br />

en el sentido de todo proyecto revolucionario.<br />

Entre otros testimonios de respeto, cuando en<br />

1968 Ediciones Era —sello identificado siempre con la<br />

izquierda— publicó un anecdotario de reyes, quedó<br />

de manifiesto que su obra ya no era evaluada con los<br />

juicios y prejuicios de la historia oficial, sino por su valor<br />

intrínseco y su permanente y orientadora luminosidad.<br />

Comarca Lagunera, 1, marzo y 2010<br />

<strong>Acequias</strong> <strong>51</strong> Primavera 2010 Ibero <strong>Torreón</strong><br />

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