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Volumen V - Historia - Banco de Reservas

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aMéRicO LUgO | aNtOLOgía<br />

penal mo<strong>de</strong>rna, con sus códigos <strong>de</strong> cien años ha, con sus procedimientos siempre bárbaros<br />

por lo subrepticio y dudoso, don<strong>de</strong> como si no fueran hombres, es <strong>de</strong>cir, barro frágil y lodo y<br />

podredumbre, los hombres vienen a representar una tragedia <strong>de</strong> Shakespeare, o a realizar un<br />

sacrificio parecido a los sacrificios humanos con que los salvajes apagan la cólera <strong>de</strong> los dioses<br />

o imploran su misericordia. cuanto más no valía, antes que ejercer una pública venganza<br />

<strong>de</strong> un agravio particular, <strong>de</strong>jar que el juicio <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong>cidiera entre el ofensor y el ofendido.<br />

al menos esta venganza resultaba más legítima, <strong>de</strong>jaba in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y personalidad al<br />

culpable, y se <strong>de</strong>splegaba ante la curiosidad pública con todos los atavíos <strong>de</strong> las armas y<br />

con todo el esplendor <strong>de</strong> la gloria. ¡Pero hoy…! Para castigar un <strong>de</strong>lito, cometido tal vez en<br />

hora súbita, se reúnen los hombres a fraguar <strong>de</strong>spacio, tranquilamente, otro <strong>de</strong>lito mayor,<br />

porque si el malhechor arriesga la vida en cada uno <strong>de</strong> sus pasos, la omnipotencia <strong>de</strong> la ley<br />

no arriesga nada y gana, en cambio, aplausos y con<strong>de</strong>coraciones.<br />

bentham se disgustó <strong>de</strong>l ejercicio <strong>de</strong> la profesión <strong>de</strong> abogado, <strong>de</strong>dicándose luego a<br />

mejorar las leyes. Si hubiera sido juez, habría preferido sentarse junto al acusado antes que<br />

juzgar a sus semejantes. El banquillo es el único puesto humil<strong>de</strong> don<strong>de</strong> la sabiduría, libre <strong>de</strong><br />

la presunción y errores terrenales, y la pru<strong>de</strong>ncia, libre <strong>de</strong> toda pasión mundana, encontrarían<br />

su más cumplido asiento. Un filósofo entrando a este recinto, Sócrates, el dios pagano<br />

o platón el divino, dudo mucho que escogiera el sitio <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>scargan los rayos <strong>de</strong><br />

la ley. imaginaos una paloma blanca batiendo sus alas puras en este ambiente: <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

revolotear sobre nuestras cabezas orgullosas, iría a posarse junto al acusado, es <strong>de</strong>cir, al lado<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>bilidad y la ignorancia, porque la ignorancia y la <strong>de</strong>bilidad constituyen la inocencia,<br />

inocencia no menos digna <strong>de</strong> respeto cuando produce crímenes, que cuando sólo exhala el<br />

aroma estéril <strong>de</strong> la continencia o el fecundo aroma <strong>de</strong> la virtud.<br />

Si la historia <strong>de</strong> la pena es una abolición perpetua, las ciencias contemporáneas han cavado<br />

ya el ancho sepulcro don<strong>de</strong> irán a sepultarse, en breve, los restos <strong>de</strong> ese andamiaje siniestro<br />

sobre el cual se yergue la justicia penal con todos sus errores. con la mano sobre el corazón,<br />

más <strong>de</strong> un juzgador <strong>de</strong> sus semejantes, heridos los ojos por la ley <strong>de</strong> los estudios sociales,<br />

herida el alma <strong>de</strong> pesar inmenso, está preguntándose a sí mismo con qué <strong>de</strong>recho con<strong>de</strong>na<br />

a la cárcel dura o envía a la horca infame a quienes no son ni pue<strong>de</strong>n ser esclavos suyos ni<br />

esclavos <strong>de</strong> la ley, cuando la ley ni los mantiene, ni los instruye, ni los salva <strong>de</strong> la mor<strong>de</strong>dura<br />

rabiosa <strong>de</strong> la herencia; con qué <strong>de</strong>recho pone su inteligencia al servicio <strong>de</strong> la severidad en vez<br />

<strong>de</strong> ponerla al servicio <strong>de</strong> la piedad; con qué <strong>de</strong>recho se va a agostar voluntariamente las fuentes<br />

<strong>de</strong> la vida humana en vez <strong>de</strong> abrirles ancho y venturoso curso; con qué <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>tiene<br />

la corriente <strong>de</strong>l trabajo, <strong>de</strong>l amor y <strong>de</strong> la dicha, y lleva a un calabozo un i<strong>de</strong>al, y amordaza<br />

las energías <strong>de</strong>l espíritu, y abate el vuelo <strong>de</strong> las almas; con qué <strong>de</strong>recho, en fin, dispone <strong>de</strong> lo<br />

que no es suyo, confiscando, multando, encarcelando, matando, obligando a retractaciones<br />

que ofen<strong>de</strong>n el honor, hiriendo así a título <strong>de</strong> castigo, como un legionario <strong>de</strong> césar, sobre las<br />

frentes inmaculadas <strong>de</strong> la libertad y la justicia misma cuyo nombre invoca?<br />

Si en tu nombre, Libertad, se cometen tantos crímenes, ¡cuántas injusticias, oh, Justicia,<br />

se cometen en tu nombre! Innúmeras, como las estrellas <strong>de</strong>l cielo, como la arena <strong>de</strong> las playas<br />

dilatadas, como los pasos <strong>de</strong>l tiempo, como las olas que causan los naufragios; irreparables,<br />

como el choque ciego y violento <strong>de</strong> las fuerzas <strong>de</strong> la pujante, salvaje naturaleza; avasalladoras<br />

como el remordimiento que provocan, son las sentencias que el hombre ha pronunciado<br />

sobre el hombre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que pudo creerse no mejor sino más fuerte que aquel a quien<br />

con<strong>de</strong>naba. El castigo sustituyó a la venganza como los dorados reflejos <strong>de</strong> un incendio a<br />

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