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Ejercicios espirituales del Cardenal Bergoglio a los obispos ...

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cumplir lo que Jesús nos enseñó, que no parta de esta conciencia de que somos<br />

pecadores perdonados.<br />

El Señor nos reprende nuestra expulsividad, que proviene de nuestra<br />

falta de caridad<br />

En la multiplicación de <strong>los</strong> panes, <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> le van con un planteo al Señor:<br />

«El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada. Despide a la gente para que<br />

vayan a las aldeas y pueb<strong>los</strong> <strong>del</strong> contorno a comprarse de comer» (Me 6, 35-38).<br />

Es un planteo razonable, pero el Señor responde de manera inesperada: «Denles<br />

ustedes de comer». Esta actitud «expulsiva» es característica de <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> y<br />

será corregida una y otra vez por el Señor. También querrán que «despida» rápido<br />

a la Sirofenicia (Mt 15, 23) y «reñían» a las mujeres que le acercaban <strong>los</strong> niños<br />

para que <strong>los</strong> bendijera (Me 10, 13).<br />

Por otro lado, vemos también por dónde iban <strong>los</strong> intereses de <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> al ver<br />

que muchas de sus discusiones giraban en torno a quién era el mayor. Con firmeza<br />

y con paciencia el Señor <strong>los</strong> va corrigiendo. Él no tiene apuros para despedir a la<br />

gente ni le molesta que se le acerquen. El Señor no pone límites al acercamiento de<br />

la gente, Él es el prójimo por excelencia, el que viene, el Dios con nosotros, el<br />

Dios que estará con nosotros todos <strong>los</strong> días hasta el fi n <strong>del</strong> mundo. El despojo que<br />

supone esta apertura <strong>del</strong> Señor, esta cercanía, este dejarse tocar por la gente que lo<br />

reclama y lo va como deshilachando, sacándole gracia tras gracia, es un despojo<br />

total que tendrá su expresión máxima en la Cruz pero que el Señor fue viviendo día<br />

a día. La conversión de nuestros pecados, de nuestro egoísmo, apunta a este estar<br />

disponibles para <strong>los</strong> demás. La misión <strong>del</strong> pastor de «incluir» a todas las ovejas<br />

(también la de esos «otros rebaños» de <strong>los</strong> que habla el Señor) implica una<br />

verdadera conversión de nuestros egoísmos de modo que a la hora de la verdad<br />

estemos bien dispuestos para recibir a todos y no nos vayamos convirtiendo en<br />

expulsivos por cuestiones de carácter o estrechez de miras. Quizás a esta altura de<br />

la meditación convendría que como pastores revisemos qué problemas nos<br />

planteamos y cómo nos <strong>los</strong> planteamos, qué margen le dejamos al Señor; también<br />

si nuestras soluciones son de fe y de caridad o están más bien comandadas por una<br />

actitud de estrechez pastoral que tendría su expresión en el «que se las arreglen». O<br />

por el contrario, es tal la ansiedad que despierta en nosotros el querer solucionarlo<br />

todo sin el Señor que termina siendo estéril preocupación lo que debió ser trabajo<br />

de servidor fiel.

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