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Ejercicios espirituales del Cardenal Bergoglio a los obispos ...

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y –poco a poco– ir quedándose atrás... Es la derrota de haber perdido la «primera<br />

caridad» (Apoc. 2, 4; Jerem 2, 2). Es la tentación peor: una vez que se está en la<br />

casa como mayordomo, se apalea a <strong>los</strong> jornaleros. Y el fin de este hombre resulta<br />

peor que el principio: Lc 11, 26.<br />

Riqueza, vanagloria, soberbia<br />

La escalada <strong>del</strong> Demonio siempre es la misma en su raíz: riquezas, vanagloria,<br />

soberbia... y de allí a todos <strong>los</strong> pecados y vicios: «considerar el sermón que les<br />

hace, y cómo <strong>los</strong> amonesta para echar redes y cadenas; que primero hayan de tentar<br />

de codicia de riquezas, como suele «ut in pluribus», para que más fácilmente<br />

vengan a vano honor <strong>del</strong> mundo, y después a «crescida» soberbia; de manera que<br />

el primer escalón sea de riquezas; el 2°, de honor; el 3°, de soberbia, y de estos tres<br />

escalones induce a todos <strong>los</strong> vicios» (EE. 142).<br />

El «estilo» ya comenzó en las tentaciones <strong>del</strong> mismo Señor en el desierto (Lc 4, 3<br />

ss.), y fue retomado en toda la tradición cristiana (cfr. S.Th., 1-2, q.84, a.l:<br />

«Cupiditas... dicitur radix omnium peccatorum. Videtur enim quod per divitias<br />

homo acquirit facultatem perpetrandi quodcumque peccatum»).<br />

Discernimiento de las idolatrías y conocimiento interno <strong>del</strong> Señor<br />

El discernimiento es un instrumento de lucha, y luchamos para seguir más de cerca<br />

al Señor. Por ello no nos fiamos de cualquier espíritu y buscamos si vienen de<br />

Dios. Hay una relación muy estrecha entre el seguimiento <strong>del</strong> Señor y el<br />

conocimiento que tengamos de Él. Lo conocemos inicialmente, con una cierta<br />

connaturalidad, que no es otra cosa que la presencia <strong>del</strong> Espíritu Santo que mueve<br />

nuestro «corazón inquieto» por hallar Su descanso. Pero es el mismo seguimiento<br />

quien –a lo largo <strong>del</strong> camino– nos devela más Su Corazón, Su misterio. De ahí que,<br />

para conocer a Dios y servirlo más estrechamente, hemos de insistir más en las<br />

disposiciones <strong>del</strong> corazón que en el trabajo de la inteligencia: «El ojo de nuestra<br />

intención debe ser simple, solamente mirando para lo que soy criado...» (EE. 169).<br />

Sólo el corazón puro ve a Dios (Le 11, 34 ss.; Mt 5, 8).<br />

Diversas idolatrías<br />

En el seguimiento <strong>del</strong> Señor, cuando está ausente la lucha o la vigilancia, suele<br />

sobrevenir una larvada tentación de idolatría: hacer de <strong>los</strong> dones <strong>del</strong> Señor o <strong>del</strong><br />

mismo Señor un objeto reducible a nuestras categorías egoístas. Sucede como si

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