Temas Libres - Universidad Politécnica de Puerto Rico
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Madre es la que cría,<br />
por Rubén González Jiménez, “Ástinos”<br />
82<br />
I<br />
A pesar <strong>de</strong> que ya contaba cinco años <strong>de</strong> edad, aún se paseaba a gatas ―junto a los<br />
que conocía como hermanos― por el sórdido apartamento. Tuvo escaso ejemplo<br />
humano, pues su abuela era inherente al sofá y su madre apenas consciente el par<br />
<strong>de</strong> horas que estaba en la casa. Isabelita aprendió el traslado cuadrúpedo <strong>de</strong> quien<br />
la criara, y como siempre estaba agazapada se le atrofiaron las coyunturas <strong>de</strong> las<br />
piernas. La piel sobre las rodillas era tan dura como suela <strong>de</strong> zapato. Las<br />
pantorrillas, por la perpetua genuflexión y la costra acumulada, se le pegaron al<br />
dorso <strong>de</strong> los muslos dándoles aspecto <strong>de</strong> patas caninas. Siempre tenía las manos a<br />
medio cerrar y apoyadas en el suelo; los <strong>de</strong>dos se le encorvaron permanentemente.<br />
Por ello se le había escoriado la piel que cubría las articulaciones, que ahora <strong>de</strong>jaba<br />
ver el hueso circundado por carne podrida. Los nudillos expuestos parecían garrillas<br />
<strong>de</strong> perro. Poco a poco mudó los bucles negros por una alfombrilla <strong>de</strong> pelo hirsuto<br />
que se extendía más allá <strong>de</strong>l cuero cabelludo, hasta cubrirle gran parte <strong>de</strong> la frente,<br />
mejillas, cuello y hombros. Los diminutos vellos rubiones <strong>de</strong>l pecho crecieron largos<br />
y gruesos... Mirándola a vuelo <strong>de</strong> pájaro pudiera confundírsele con un rottweiler.<br />
Tampoco aprendió a hablar, sólo a ladrar cuando tenía hambre y aullar cuando la<br />
golpeaban. Creció fuerte, tenía el pecho levantado y bíceps bien <strong>de</strong>finidos, por toda<br />
la leche que junto a las otras dos crías chupó <strong>de</strong> las tetillas <strong>de</strong> Tormenta.<br />
II<br />
Isabel, como trabajaba toda la noche y dormía todo el día, confió a su<br />
madre la crianza <strong>de</strong> su hija. Quien a su vez relegó la responsabilidad a Tormenta;<br />
perra fiel hacía más <strong>de</strong> diez años. La abuela no salía <strong>de</strong> la casa, se entretenía<br />
haciendo malabares con el vaso <strong>de</strong> ron con leche en una mano y el cigarrillo<br />
encendido en la otra. Dos meses <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que naciera Isabelita su madre <strong>de</strong>cidió<br />
que era tiempo <strong>de</strong> regresar al trabajo, pues en su profesión la juventud es muy<br />
ventajosa. Los años <strong>de</strong> experiencia la perjudicaban en vez <strong>de</strong> favorecerla. Doña<br />
Isabel, inundada <strong>de</strong> humo y alcohol, accedió a hacerse cargo <strong>de</strong> su nieta. Aunque<br />
realmente nunca dijo que sí ni que no, cada vez que trataba <strong>de</strong> hablar comenzaba a<br />
toser con el mismo estruendo <strong>de</strong> un motor diesel. Cuando lograba filtrar dos o tres<br />
palabras entre la sinfonía Tos Ferinezca, producto <strong>de</strong> cuarenta años <strong>de</strong> fumadora,<br />
éstas carecían <strong>de</strong> coherencia. No obstante, su hija las interpretaba a su<br />
conveniencia.