EL COLLAR DE PERLAS EL COLLAR DE PERLAS - Liberbooks
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Serafín Estebánez Calderón<br />
fortuna es mucha,<br />
aprendiz sólo<br />
soy...<br />
—Déjate de esa versa y canturia fastidiosa —prorrumpió<br />
encolerizado el Sultán— y responde por lo natural y llano<br />
a mis preguntas, porque si no ¡vive el cielo! que te saque<br />
enredada en la punta de mi espada gran parte de tus dislates<br />
y locuras.<br />
—Yo soy un loco principiante, y como aprendiz no puedo<br />
dar en el hito del arcano de la Sultana; pero con un<br />
guijarro en la mano y poniéndome a ochenta pasos la<br />
frente de uno de estos sabios, te la abriré perfectamente,<br />
si es que allí presumes hablar y leer...<br />
—Canalla —replicó el Sultán— no has entendido que por<br />
encontrar vacías esas frentes, acudo en apelación a tu locura.<br />
¿Hay otro más loco que tú?<br />
—Poderoso Mohamad —dijo el-Bayer—, lo hay en Granada,<br />
y ese podrá acaso satisfacer tu curiosidad.<br />
—¿Dónde se halla esa perla peregrina? —replicó el Sultán.<br />
—En los subterráneos de la Alcazaba —replicó el aprendiz<br />
de la locura.<br />
Y al decir esto, levantándose como una pulga del pavimento<br />
de la estancia, dando otra cabriola, haciéndole una<br />
higa al Sultán, y dando cuatro papirotes a los más graves<br />
del cónclave o diván, se deslizó por entre las guardias,<br />
repitiendo siempre:<br />
A la sultana<br />
nadie la cura,<br />
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