El Lazarillo de Tormes El Lazarillo de Tormes - Liberbooks
El Lazarillo de Tormes El Lazarillo de Tormes - Liberbooks
El Lazarillo de Tormes El Lazarillo de Tormes - Liberbooks
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>El</strong> <strong>Lazarillo</strong><br />
<strong>de</strong> <strong>Tormes</strong><br />
incluye también<br />
Luis Vélez <strong>de</strong> Guevara<br />
<strong>El</strong> diablo cojuelo
EL LAZARILLO DE TORMES<br />
Incluye también, <strong>de</strong> Luis Vélez <strong>de</strong> Guevara<br />
EL DIABLO COJUELO
Primeras publicaciones en papel:<br />
<strong>El</strong> <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong>, 1554<br />
<strong>El</strong> Diablo Cojuelo, 1641<br />
Colección Clásicos Universales<br />
Diseño y composición: Manuel Rodríguez<br />
© <strong>de</strong> esta edición electrónica: 2012, liberbooks.com<br />
info@liberbooks.com / www.liberbooks.com
ANÓNIMO<br />
EL LAZARILLO<br />
DE TORMES
Índice<br />
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9<br />
lazarillo <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong><br />
Prólogo <strong>de</strong>l autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23<br />
TraTado Primero. Cuenta Lázaro su vida y cúyo hijo fue . . . . . 25<br />
TraTado segundo. Cómo Lázaro se asentó con un clérigo,<br />
y <strong>de</strong> las cosas que con él pasó . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43<br />
TraTado Tercero. Cómo Lázaro se asentó con un escu<strong>de</strong>ro,<br />
y <strong>de</strong> lo que le acaeció con él . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59<br />
TraTado cuarTo. Cómo Lázaro se asentó con un fraile<br />
<strong>de</strong> la Merced, y <strong>de</strong> lo que le acaeció con él . . . . . . . . . . . . . . . 83<br />
TraTado quinTo. Cómo Lázaro se asentó con un bul<strong>de</strong>ro,<br />
y <strong>de</strong> las cosas que con él pasó . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85<br />
TraTado sexTo. Cómo Lázaro se asentó con un capellán,<br />
y lo que con él pasó . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97<br />
TraTado séPTimo. Cómo Lázaro se asentó con un alguacil,<br />
y <strong>de</strong> lo que le acaeció con él . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
el diablo cojuelo<br />
Carta <strong>de</strong> recomendación al cándido o moreno lector . . . 107<br />
Tranco Primero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109<br />
Tranco segundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117<br />
Tranco Tercero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127<br />
Tranco cuarTo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137<br />
Tranco quinTo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147<br />
Tranco sexTo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159<br />
Tranco séPTimo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171<br />
Tranco ocTavo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183<br />
Tranco noveno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197<br />
Tranco décimo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
ifícilmente se hallará un libro más corto en pá-<br />
D ginas y más largo en problemas que La vida <strong>de</strong><br />
<strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong>, y <strong>de</strong> sus fortunas y adversida<strong>de</strong>s. De<br />
entre semejantes problemas, unos son acci<strong>de</strong>ntales (cabría<br />
<strong>de</strong>cir), motivados por nuestra ignorancia <strong>de</strong>l contexto personal,<br />
histórico e intelectual en que se gestó la obra; otros,<br />
en cambio, son esenciales, intencionadamente suscitados<br />
por un escritor que se complace en la ambigüedad y en<br />
la ironía, y sobre una y otra construye su novela. Pero lo<br />
grave es que ni siquiera po<strong>de</strong>mos trazar con certeza la<br />
frontera entre ambos tipos <strong>de</strong> problemas...<br />
<strong>El</strong> libro, sin ir más lejos, aparece huérfano <strong>de</strong> padre,<br />
sin nombre <strong>de</strong> autor (las primeras ediciones conocidas<br />
datan <strong>de</strong> 1554, pero sin duda se han perdido algunas<br />
ligeramente anteriores). E inmediatamente surge el dilema:<br />
ese anonimato ¿es simple fruto <strong>de</strong>l azar o <strong>de</strong>cisión<br />
premeditada <strong>de</strong> quien <strong>de</strong>sea mantenerse incógnito? No<br />
se trata <strong>de</strong> una curiosidad más o menos caprichosa: <strong>de</strong> la<br />
respuesta a tal interrogante <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> la justa apreciación<br />
<strong>de</strong> múltiples aspectos <strong>de</strong> la novela. Si el autor hurta el<br />
9<br />
Prólogo
<strong>El</strong> <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong> | <strong>El</strong> Diablo Cojuelo<br />
cuerpo, para protegerse, no sólo esta frase o aquel episodio,<br />
sino la entera historia <strong>de</strong> Lázaro pue<strong>de</strong> conllevar<br />
una malicia y una intención agresiva muy superiores a las<br />
que en principio supondría el lector <strong>de</strong>sprevenido; si el<br />
anonimato es casual, en cambio, quizá nos esforcemos por<br />
<strong>de</strong>scubrir un sentido profundo a lo que no pase <strong>de</strong> ser una<br />
intrascen<strong>de</strong>nte mueca humorística. Si el autor se escon<strong>de</strong><br />
voluntariamente, el libro tal vez aspiraba a presentarse<br />
como «historia» antes que como «ficción» (o, en otras<br />
palabras, el género «novela» nacía menos resuelta y más<br />
inconscientemente); si el anonimato es fortuito, las afirmaciones<br />
<strong>de</strong>l prólogo sobre el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> fama como estímulo<br />
<strong>de</strong> las artes, por ejemplo, varían <strong>de</strong> alcance y contenido.<br />
Podríamos repetir hasta el cansancio los «si...» y los<br />
«pero si...» Nada digamos, si intentamos poner un nombre<br />
y un talante en el lugar don<strong>de</strong> usualmente encontramos<br />
una firma. Durante siglos, eruditos, ociosos y chungones<br />
han propuesto buen número <strong>de</strong> candidatos a la<br />
paternidad <strong>de</strong>l <strong>Lazarillo</strong>. En lo antiguo, no faltó quien la<br />
atribuyera a un grupo <strong>de</strong> teólogos <strong>de</strong>l Concilio <strong>de</strong> Trento...<br />
o a una cofradía <strong>de</strong> seis pícaros. Y, a <strong>de</strong>cir verdad,<br />
no son mucho más serias ciertas conjeturas mo<strong>de</strong>rnas.<br />
Incluso las más responsables y mejor respaldadas ofrecen<br />
tal divergencia, que su mayor aportación posiblemente<br />
consista en subrayar el carácter problemático <strong>de</strong> la novela.<br />
Así, el <strong>Lazarillo</strong> se ha prohijado a un ilustre fraile jerónimo,<br />
Juan <strong>de</strong> Ortega; a tan conspicuo «hombre renacentista»<br />
como don Diego Hurtado <strong>de</strong> Mendoza; al espiritual<br />
Juan <strong>de</strong> Valdés; a un ingenio toledano <strong>de</strong> segundo or<strong>de</strong>n,<br />
Sebastián <strong>de</strong> Horozco; al gran humanista Hernán Núñez<br />
<strong>de</strong> Toledo, y a una revuelta colección <strong>de</strong> otras figuras.<br />
10
Prólogo<br />
O, renunciando a arriesgar nombre alguno, se ha visto<br />
en la obrita un mero fragmento <strong>de</strong> un más amplio relato<br />
que podría datar <strong>de</strong> fines <strong>de</strong>l siglo xv; se la ha imaginado<br />
salida <strong>de</strong> la pluma <strong>de</strong> un magnate <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñoso <strong>de</strong>l vulgo o,<br />
por el contrario, producto <strong>de</strong> una íntima compenetración<br />
con el pueblo humil<strong>de</strong>; se ha adivinado tras ella la sensibilidad<br />
<strong>de</strong> un «converso» (es <strong>de</strong>cir, un cristiano <strong>de</strong> conocido<br />
origen hebreo) o <strong>de</strong> un «marrano» (criptojudío); se la ha<br />
arrimado a la familia erasmista. Y aquí lo <strong>de</strong> etcétera,<br />
etcétera.<br />
Terreno algo más firme pisamos en la i<strong>de</strong>ntificación<br />
<strong>de</strong> los materiales puestos a contribución por el anónimo<br />
autor. Para empezar, el tipo <strong>de</strong> mozo <strong>de</strong> ciego, <strong>de</strong>l travieso<br />
«<strong>de</strong>strón» (como se le llamó hasta que la popularidad <strong>de</strong><br />
nuestra novela lo rebautizó como «lazarillo»), se había<br />
paseado por el teatro, el cuento popular y aun las bellas<br />
artes, por lo menos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el siglo xiii. Por otro lado, buen<br />
número <strong>de</strong> las figuras secundarias y <strong>de</strong> las propias reencarnaciones<br />
<strong>de</strong>l protagonista habían recibido reiterada atención<br />
en la literatura sabia y en las tradiciones folclóricas.<br />
Folclóricas son también varias <strong>de</strong> las anécdotas y facecias<br />
introducidas en el libro; y aun todo un episodio, como el<br />
narrado en el capítulo quinto, en torno al <strong>de</strong>saprensivo<br />
bul<strong>de</strong>ro, se inspira <strong>de</strong> cerca en una novela corta <strong>de</strong>l salernitano<br />
Masuccio Guardati.<br />
Fuerza es reconocer, sin embargo, la finura y el tino<br />
con que reelabora el <strong>Lazarillo</strong> los motivos ajenos tomados<br />
en préstamo. Asunto o sugerencia que cae en manos <strong>de</strong>l<br />
autor, queda tan diestramente absorbido por la trama,<br />
que ha costado toda la ciencia <strong>de</strong> varias generaciones <strong>de</strong><br />
historiadores y críticos aislarlo <strong>de</strong>l conjunto para reco-<br />
11
<strong>El</strong> <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong> | <strong>El</strong> Diablo Cojuelo<br />
nocer su primitiva in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia. Pues los elementos no<br />
originales que antes interesaban sólo por lo que eran —por<br />
la gracia <strong>de</strong> una respuesta, digamos, o lo sorpren<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />
una situación— apasionan, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l <strong>Lazarillo</strong>, por cómo<br />
están y a quién le ocurren y en qué medida le afectan. Se<br />
han vuelto, así, carne y sangre <strong>de</strong>l relato, integrados en un<br />
organismo vivo, cuyos miembros todos se implican mutuamente,<br />
sin que quepa prescindir <strong>de</strong> ninguno, so pena <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>sastrosa mutilación. Por otra parte, el autor tenía el don<br />
<strong>de</strong> ensamblar temas y pretextos intemporales, válidos en<br />
cualquier coyuntura, en una construcción tan sabiamente<br />
situada en el espacio y en el tiempo, que daban la impresión<br />
<strong>de</strong> estar indisolublemente asociados a ella, surgidos<br />
unos y otra <strong>de</strong> un mismo impulso. Así, verbigracia, la venganza<br />
que toma <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong>l ciego, al grito <strong>de</strong> «¿Olisteis<br />
la longaniza y no el poste?», circulaba, autónoma, en versiones<br />
muy anteriores a la novela; pero el autor la engarzó<br />
con tanta precisión en la simetría <strong>de</strong>l capítulo primero,<br />
matizando hasta tal punto las razones externas e internas<br />
<strong>de</strong>l resentimiento <strong>de</strong>l muchacho, ambientando tan minuciosamente<br />
la escena, que ni un cabo suelto —<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />
libro— permitiría sospechar su proce<strong>de</strong>ncia. O bien, en el<br />
quinto capítulo, la treta <strong>de</strong>l bul<strong>de</strong>ro venía a poner el <strong>de</strong>do<br />
en la llaga <strong>de</strong> unos abusos tan repetidos y característicos<br />
<strong>de</strong> la España coetánea, que nadie la creería calcada en<br />
buena parte <strong>de</strong> un novelliere italiano <strong>de</strong>l siglo xv (y quizá<br />
rehecha a la luz <strong>de</strong> un viejo repertorio internacional en uso<br />
entre hampones y vagabundos).<br />
Precisamente en ello consiste la singular trascen<strong>de</strong>ncia<br />
<strong>de</strong>l <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong> en la historia <strong>de</strong> la novela<br />
mo<strong>de</strong>rna: en el arte <strong>de</strong> seleccionar y conjuntar retazos <strong>de</strong><br />
12
Prólogo<br />
muy vario origen, para darle unidad y sentido en la <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />
<strong>de</strong> una figura central, magistralmente retratada<br />
y —sobre todo— individualizada.<br />
Pero he hablado <strong>de</strong> la ambigüedad y la ironía como<br />
elementos constitutivos <strong>de</strong>l <strong>Lazarillo</strong>. A tal propósito —<br />
para proporcionar al lector una guía (entre las muchas<br />
posibles) hacia una mejor comprensión <strong>de</strong> la obra—, pienso<br />
que vale la pena añadir unas pocas ilustraciones. La autobiografía<br />
<strong>de</strong> Lázaro se complace en poner <strong>de</strong> manifiesto<br />
la multiplicidad <strong>de</strong> sentidos <strong>de</strong> cuantas cosas y personas<br />
cruzan por sus páginas. <strong>El</strong> autor se entrega sistemáticamente<br />
a mostrar qué objetos, hombres y nombres no tienen<br />
una realidad <strong>de</strong>finida <strong>de</strong> una vez para todas, sino que<br />
se resuelven en tantas dimensiones cuantos espectadores.<br />
Y tal visión <strong>de</strong>l mundo (fuera consciente o no lo fuera)<br />
estructura todos los ingredientes <strong>de</strong> la novela (trama, técnica<br />
narrativa, estilo, tesis, etc.) en forma rigurosamente<br />
solidaria.<br />
Por ejemplo, el narrador practica con el mejor empeño<br />
una forma <strong>de</strong> presentación que se escin<strong>de</strong> en dos tiempos<br />
bien marcados: un primer momento <strong>de</strong> percepción pura<br />
(podría <strong>de</strong>cirse), en que el protagonista registra unos hechos<br />
y les atribuye cierto significado; y un segundo momento<br />
en que asume un factor adicional que, respetando<br />
la apariencia <strong>de</strong> lo captado anteriormente, altera dicho<br />
significado. Ocurre así, verbigracia, en el encuentro con el<br />
escu<strong>de</strong>ro toledano, cuando <strong>Lazarillo</strong> toma por signos <strong>de</strong><br />
riqueza lo que pronto enten<strong>de</strong>rá como pruebas <strong>de</strong> miseria;<br />
o en el episodio <strong>de</strong>l bul<strong>de</strong>ro, cuya farsa acepta el mozo<br />
como milagro, hasta que ciertas risas y comentarios le<br />
<strong>de</strong>scubren el embeleco.<br />
13
<strong>El</strong> <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong> | <strong>El</strong> Diablo Cojuelo<br />
Pues bien, la dualidad <strong>de</strong> tales inci<strong>de</strong>ntes, según el<br />
punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong>l espectador, es enteramente homóloga<br />
respecto <strong>de</strong> la dualidad con que el autor presenta al ciego<br />
como «nuevo y viejo amo» («nuevo» para <strong>Lazarillo</strong>,<br />
«viejo» por edad), se refiere al «dulce y amargo jarro»<br />
que engolosina y <strong>de</strong>scalabra al muchacho, o afirma que<br />
la mujer <strong>de</strong> Lázaro es «tan buena mujer como vive <strong>de</strong>ntro<br />
<strong>de</strong> las puertas <strong>de</strong> Toledo» (en otras palabras: ella es como<br />
todas, o todas son como ella).<br />
Pero la dualidad ambigua —insisto— se extien<strong>de</strong> a todos<br />
los aspectos <strong>de</strong>l libro. Lázaro, por caso, asegura en el prólogo<br />
que el afán <strong>de</strong> honor es el acicate <strong>de</strong> las artes; pero a<br />
medida que avanzamos en la lectura <strong>de</strong>scubrimos que las<br />
peripecias <strong>de</strong>l protagonista son, por el contrario, etapas <strong>de</strong><br />
un camino hacia el <strong>de</strong>shonor. O bien se nos asegura que<br />
el libro revela «cuánta virtud sea saber los hombres subir,<br />
siendo bajos»; y la conclusión nos muestra que Lázaro ni<br />
ha usado <strong>de</strong> la virtud ni ha subido a ninguna altura envidiable.<br />
Pero sería <strong>de</strong>tenernos <strong>de</strong>masiado cerca <strong>de</strong> la salida<br />
quedarnos con tal conclusión. <strong>El</strong> autor posiblemente<br />
apuntaba más bien a sugerirnos lo cambiante e inestable<br />
<strong>de</strong> los valores: si Lázaro consi<strong>de</strong>raba haber ascendido, en<br />
la situación final <strong>de</strong> la novela, ¿cómo convencerle <strong>de</strong> otra<br />
cosa? ¿Acaso no es el hombre, cada hombre, la medida<br />
<strong>de</strong> todas las cosas? Ese principio parece presidir cuantos<br />
ingredientes se amalgaman en el <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong>.<br />
* * *<br />
No sorpren<strong>de</strong> que Luis Vélez <strong>de</strong> Guevara (Écija, 1579-Madrid,<br />
1644), comediógrafo y menesteroso profesional, afir-<br />
14
Prólogo<br />
mara haber compuesto «con particular capricho» los diez<br />
«trancos» <strong>de</strong> <strong>El</strong> Diablo Cojuelo. Novela <strong>de</strong> la otra vida,<br />
traducida a ésta (Madrid, 1641). No sorpren<strong>de</strong>, porque,<br />
ciertamente, nada en la larga obra <strong>de</strong>l ecijano pue<strong>de</strong> compararse<br />
con <strong>El</strong> Diablo Cojuelo en voluntad <strong>de</strong> estilo, primor<br />
intelectual o riqueza imaginativa; y porque, en justa<br />
correspon<strong>de</strong>ncia, ninguno <strong>de</strong> sus restantes escritos (ni aun<br />
piezas tan redondas como La serrana <strong>de</strong> la Vera o Reinar<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> morir) ha hecho más por mantener vivo el<br />
nombre <strong>de</strong> Vélez <strong>de</strong> Guevara.<br />
<strong>El</strong> marco o pretexto narrativo <strong>de</strong>l libro es harto sencillo:<br />
el estudiante don Cleofás, «huyendo <strong>de</strong> la justicia...<br />
por un estupro que no lo había comido ni bebido», libera<br />
al Diablo Cojuelo <strong>de</strong> la redoma en que lo tiene preso cierto<br />
astrólogo; en prenda <strong>de</strong> gratitud, el <strong>de</strong>monio traslada<br />
a don Cleofás hasta la torre más alta <strong>de</strong> Madrid y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
allí, «levantando a los techos <strong>de</strong> los edificios», como quien<br />
quita la corteza <strong>de</strong> una empanada, le muestra cuantos secretos<br />
velan la noche y los tejados; más tar<strong>de</strong>, le sirve <strong>de</strong><br />
guía por entre el laberinto <strong>de</strong> la Villa y Corte, lo transporta<br />
por los aires a diversos lugares (Toledo, Sierra Morena,<br />
Córdoba, etc.) don<strong>de</strong> abundan los tipos pintorescos o las<br />
curiosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> vario or<strong>de</strong>n y, por fin, lo salva <strong>de</strong> la persecución<br />
en cuyo trance se habían conocido, para volver<br />
él mismo, a pura fuerza, a los infiernos.<br />
Los elementos más visibles <strong>de</strong> tal marco tenían una<br />
tradición <strong>de</strong> muchos años, y aun <strong>de</strong> siglos, en el folclore o<br />
en la literatura docta. Así, <strong>de</strong> toda la caterva <strong>de</strong>moníaca,<br />
la superstición popular había individualizado al Diablo<br />
Cojuelo, nombre habitual en conjuros y encantamientos,<br />
y <strong>de</strong> quien se aseguraba que «pue<strong>de</strong> más», que «corre más<br />
15
<strong>El</strong> <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong> | <strong>El</strong> Diablo Cojuelo<br />
que todos», que «es buen mensajero». Era conseja repetida<br />
(y refrendada aun por humanistas tan notorios como<br />
un Antonio <strong>de</strong> Torquemada) que «los nigrománticos y<br />
hechiceros apremian a los <strong>de</strong>monios y los fuer. zan a hacer<br />
y cumplir su voluntad y, así, muchos los tienen atados y<br />
ligados en anillos y en redomas y en otras cosas, sirviéndose<br />
<strong>de</strong> ellos en lo que quieren, y a estos tales <strong>de</strong>monios<br />
llaman comúnmente familiares». Y a semejantes diablos<br />
«familiares» se atribuía notablemente el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> llevar<br />
por los aires a sus amos, en rapidísimo vuelo, hasta los parajes<br />
más remotos: Vélez <strong>de</strong> Guevara explota el recurso en<br />
más <strong>de</strong> una comedia, no otra cosa se contaba <strong>de</strong> Juan <strong>de</strong><br />
Bargota y no otra cosa le costó un proceso inquisitorial al<br />
conquense doctor Torralba. Todo ello era, pues, materia<br />
bien conocida: y, por lo mismo, permitía al lector orientarse<br />
fácilmente entre la selva <strong>de</strong> inci<strong>de</strong>ncias a<strong>de</strong>nsada en<br />
torno a dichos motivos proverbiales: supuesto el diseño<br />
general, la atención podía concentrarse en el <strong>de</strong>talle.<br />
Ni era mayor novedad, por otro lado, la ascensión a un<br />
observatorio privilegiado, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cual se volvían transparentes<br />
techumbres y tabiques. <strong>El</strong> tema —pienso— arranca<br />
<strong>de</strong> una sátira <strong>de</strong> Luciano <strong>de</strong> Samosata, la intitulada Icaromenipo,<br />
en que el protagonista, encaramado en la luna<br />
y dotado (merced a Empédocles) <strong>de</strong> la agu<strong>de</strong>za visual <strong>de</strong><br />
un águila, penetra hasta lo más secreto <strong>de</strong> cada hogar; y<br />
el panorama es rigurosamente similar al que alcanzan don<br />
Cleofás y el Cojuelo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la torre <strong>de</strong> San Salvador: Antíoco<br />
coquetea con su madrastra, Alejandro <strong>de</strong> Tesalia muere<br />
a manos <strong>de</strong> su mujer, etcétera. Pero Vélez <strong>de</strong> Guevara,<br />
si bien, indudablemente, tenía presente a Luciano, pudo<br />
contar también con otros mo<strong>de</strong>los más próximos: por<br />
16
Prólogo<br />
ejemplo, y en primer término, Los antojos <strong>de</strong> mejor vista,<br />
en que Rodrigo Fernán<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Ribera († 1631) imagina<br />
una situación que —diabluras aparte— ofrece buen número<br />
<strong>de</strong> coinci<strong>de</strong>ncias con el tranco segundo <strong>de</strong> nuestro libro.<br />
En cualquier caso, más importante que la proce<strong>de</strong>ncia<br />
inmediata <strong>de</strong> este o aquel <strong>de</strong>talle específico <strong>de</strong>l marco<br />
<strong>de</strong> <strong>El</strong> Diablo Cojuelo, lo es advertir el venerable linaje<br />
<strong>de</strong>l conjunto. En efecto, el esquema esencial <strong>de</strong> la obra,<br />
don<strong>de</strong> una minúscula armazón narrativa sustenta un número<br />
in<strong>de</strong>finido <strong>de</strong> viñetas sin relación profunda, es tan<br />
viejo como el arte <strong>de</strong> contar. Es el esquema <strong>de</strong>l relato<br />
folclórico, con extraordinaria frecuencia una mera sarta<br />
<strong>de</strong> sucesos dispares unificada tan sólo por el testigo (peregrino,<br />
viajero) que los presencia. Es el esquema <strong>de</strong> la<br />
visión medieval, concebida como catálogo <strong>de</strong> personajes<br />
ilustres, situaciones ejemplares o <strong>de</strong>corados sorpren<strong>de</strong>ntes.<br />
Es el esquema caro al moralista <strong>de</strong> todas las épocas<br />
(el <strong>de</strong> la sátira menipea, la Danza <strong>de</strong> la muerte o la Nave<br />
<strong>de</strong> los locos), <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> multiplicar las ocasiones para la<br />
censura y la prédica.<br />
De las varias cristalizaciones <strong>de</strong> semejante esquema que<br />
ofrecían las letras españolas <strong>de</strong> la época, parece claro que<br />
Vélez <strong>de</strong> Guevara se <strong>de</strong>jó atraer especialmente por la trabajada<br />
una y otra vez por don Francisco <strong>de</strong> Quevedo. Las<br />
obras jocosas <strong>de</strong> Quevedo (la Vida <strong>de</strong> la corte, el Libro <strong>de</strong><br />
todas las cosas, la misma Vida <strong>de</strong>l buscón, el total <strong>de</strong> los<br />
Sueños...) son otras tantas colecciones <strong>de</strong> retales zurcidos<br />
con un <strong>de</strong>lgadísimo hilo argumental: inventarias <strong>de</strong> las «figuras»<br />
ridículas <strong>de</strong> Madrid, encarnaciones diversas <strong>de</strong> la<br />
necedad, <strong>de</strong>sfile a lo largo <strong>de</strong> un camino o concentración<br />
en las cal<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> Pero Botero <strong>de</strong> sujetos <strong>de</strong>spreciables...,<br />
17
<strong>El</strong> <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong> | <strong>El</strong> Diablo Cojuelo<br />
excusas todas para engarzar malabarismos <strong>de</strong> ingenio lingüístico<br />
y conceptual. Y <strong>El</strong> Diablo Cojuelo, por mucha<br />
tradición <strong>de</strong> otra suerte que cargue a las espaldas, marcha<br />
fundamentalmente renqueando a la zaga <strong>de</strong> Quevedo.<br />
Alguaciles ladrones, escribanos <strong>de</strong> daca y toma, poetas<br />
<strong>de</strong>saforados, maníacos <strong>de</strong> vario pelaje, ninfas <strong>de</strong> las calles,<br />
espadachines chiflados, mendigos fulleros, médicos <strong>de</strong><br />
«Dios te la <strong>de</strong>pare buena», rufianes, maridos «cartujos»<br />
(por lo silenciosos), hampones <strong>de</strong> cambiante registro... Tales<br />
son los blancos preferidos <strong>de</strong> la sátira queve<strong>de</strong>sca, y,<br />
por ahí, <strong>de</strong> la variación <strong>de</strong> Vélez. Quevedo, naturalmente,<br />
no había sacado <strong>de</strong> la nada a toda esa fauna humana que<br />
puebla sus obras <strong>de</strong> burlas: ella y muchas <strong>de</strong> las recetas<br />
para amontonarla (recetas comparables a la calle <strong>de</strong> los<br />
Gestos, el baratillo <strong>de</strong> los apellidos o la casa <strong>de</strong> los locos,<br />
verbigracia, en el tranco tercero <strong>de</strong> nuestra novela) venían<br />
rodando <strong>de</strong> tiempo atrás por la poesía <strong>de</strong> humor, los sermonarios,<br />
las florestas <strong>de</strong> chascarrillos, las narraciones<br />
picarescas, el teatro menor y una amplia gama <strong>de</strong> libros<br />
misceláneos. Pero, como digo, no es dudoso que <strong>El</strong> Diablo<br />
Cojuelo respon<strong>de</strong> básicamente, en contenido y estilo, al<br />
arquetipo queve<strong>de</strong>sco.<br />
De Quevedo viene, por ejemplo, el expediente <strong>de</strong> convertir<br />
a un diablo en censor moral <strong>de</strong> la sociedad. No es,<br />
por supuesto, una censura radical: el <strong>de</strong>monio <strong>de</strong> Vélez,<br />
animado <strong>de</strong> un vago reformismo, se limita a picotear en<br />
este uso excesivo, en aquel abuso epidérmico, en tal o cual<br />
«figura» <strong>de</strong> poco vuelo. Quizá el «peligro» más grave, a<br />
ojos <strong>de</strong>l autor, esté <strong>de</strong>nunciado por el artificio <strong>de</strong> poner la<br />
prédica (implícita o explícita) en boca <strong>de</strong> un pobre diablo.<br />
Pues, si así ocurre —cabe <strong>de</strong>ducir—, es porque el mundo<br />
18
Prólogo<br />
está en trance —y en afirmarlo hay más advertencia que<br />
diagnóstico— <strong>de</strong> volverse <strong>de</strong>l revés (asunto favorito, dicho<br />
sea <strong>de</strong> paso, <strong>de</strong> los satíricos <strong>de</strong> todos los tiempos). Y hacia<br />
ahí van los tiros más serios <strong>de</strong> Vélez (aparte, claro está,<br />
los dirigidos con las saetas <strong>de</strong> la creencia religiosa): hacia<br />
quienes inventan una nobleza no heredada, hacia quienes<br />
preten<strong>de</strong>n evadirse <strong>de</strong> su inmutable casillero jerárquico,<br />
hacia quienes, en resumidas cuentas, atentan contra la<br />
monolítica estructura social. (Si ésa es la cara, la cruz se<br />
<strong>de</strong>scubre rápidamente, por caso, en la nutrida serie <strong>de</strong><br />
fatigosos elogios <strong>de</strong> nobles y magnates.)<br />
Des<strong>de</strong> luego, con ello no quiero dar a enten<strong>de</strong>r que<br />
el propósito aleccionador fuera <strong>de</strong>cisivo en la génesis <strong>de</strong><br />
<strong>El</strong> Diablo Cojuelo. La inmensa mayoría <strong>de</strong> los temas y<br />
problemas que Vélez saca a la picota eran, en aquellas<br />
fechas, tan unánimemente sentidos como merecedores <strong>de</strong><br />
escarnio o reproche, que nadie preten<strong>de</strong>ría «aleccionar»<br />
<strong>de</strong> veras, al propósito, en un libro <strong>de</strong> entretenimiento.<br />
¿Quién no daba por supuesta la reprobable conducta <strong>de</strong><br />
los grupos <strong>de</strong> «colonialistas económicos» (se diría hoy)<br />
en cuyas arcas acaba enterrado el oro <strong>de</strong> las Indias? ¿Qué<br />
bienpensante estaba dispuesto a tolerar que unos extranjeros<br />
tomaran a chacota al rey <strong>de</strong> España? ¿Quién negaría<br />
la risa ante un poeta grotesco o una aca<strong>de</strong>mia literaria<br />
cultiniparla?<br />
Con esos y tantos otros puntos <strong>de</strong> apoyo, Vélez <strong>de</strong><br />
Guevara podía entregarse tranquilamente a sus filigranas<br />
estilísticas (también ahora en <strong>de</strong>uda capital con la prosa y<br />
el verso <strong>de</strong> Quevedo). Apurar el lenguaje, <strong>de</strong>scubrirle nuevas<br />
dimensiones, variarlo, <strong>de</strong>slumbrar al lector a fuerza<br />
<strong>de</strong> sutileza, tal fue, según todas las posibilida<strong>de</strong>s, una <strong>de</strong><br />
19
<strong>El</strong> <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong> | <strong>El</strong> Diablo Cojuelo<br />
las aspiraciones constitutivas <strong>de</strong> la obra. Vélez se rego<strong>de</strong>a<br />
en todas las formas posibles <strong>de</strong>l equívoco, el juego <strong>de</strong> palabras,<br />
la metáfora prolongada y rematada en sorpresa.<br />
Particularmente le <strong>de</strong>leita —por aducir tan sólo un par <strong>de</strong><br />
ejemplos— obligarnos al zigzagueo <strong>de</strong> captar un término<br />
en <strong>de</strong>terminado sentido y enfrentarnos con un elemento<br />
que lo reproduce o lo prolonga en distinta acepción («no<br />
dificultó arrojarse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el ala <strong>de</strong>l susodicho tejado, como<br />
si las tuviera»; «fuga [es <strong>de</strong>cir, «tono musical»] <strong>de</strong> cuatro<br />
o cinco calles», etc.). Como le complace introducir en<br />
una frase hecha un factor inesperado que revela nuevas<br />
dimensiones <strong>de</strong> la realidad sometida al escalpelo literario<br />
(«Ite, río est»; «daba gato por <strong>de</strong>monio», etc.). Pero no es<br />
posible pasar aquí <strong>de</strong> un simple toque <strong>de</strong> atención: ponga<br />
el lector ciencia y conciencia en anatomizar el estilo <strong>de</strong><br />
Vélez <strong>de</strong> Guevara; nada le enriquecerá más en el trato con<br />
<strong>El</strong> Diablo Cojuelo.<br />
* * *<br />
De un tiempo a esta parte, los editores han dado en la flor<br />
<strong>de</strong> compensar las pocas páginas <strong>de</strong>l <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong><br />
imprimiendo a continuación <strong>El</strong> Diablo Cojuelo. <strong>El</strong> emparejamiento<br />
es fruto <strong>de</strong>l azar, pero no por ello carece <strong>de</strong><br />
significado. <strong>El</strong> anónimo renacentista y Vélez <strong>de</strong> Guevara,<br />
en efecto, ilustran dos dimensiones tan dispares <strong>de</strong>l arte <strong>de</strong><br />
narrar, que hallarlas contiguas no pue<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> resultar<br />
revelador. <strong>El</strong> <strong>Lazarillo</strong> marcha en línea recta hacia la<br />
«novela realista» (un organismo histórico, naturalmente,<br />
no una quintaesencia fuera <strong>de</strong>l tiempo), hacia la estructura<br />
bien trabada, hacia la captacion <strong>de</strong> lo individual. <strong>El</strong><br />
20
Prólogo<br />
Diablo Cojuelo, en cambio, prolonga en las coor<strong>de</strong>nadas<br />
<strong>de</strong> su tiempo una manera prenovelística, terreno <strong>de</strong><br />
elección <strong>de</strong> los fragmentos apenas enhebrados y <strong>de</strong> los<br />
tipos convencionales. Nadie escatima al <strong>Lazarillo</strong> una<br />
calidad artística enormemente superior a la <strong>de</strong>l Cojuelo<br />
y una inmarcesible vigencia. Pero nadie negará tampoco<br />
que ahora mismo, en junio <strong>de</strong> 1970 (no aspiro a profeta<br />
<strong>de</strong>l mañana), <strong>de</strong> vuelta <strong>de</strong> los realismos <strong>de</strong>cimonónicos,<br />
familiarizados con el relato <strong>de</strong> protagonista colectivo o las<br />
acrobacias lingüísticas <strong>de</strong> James Joyce o Julio Cortázar,<br />
la obra <strong>de</strong> Vélez <strong>de</strong> Guevara nos ofrece no pocas notas <strong>de</strong><br />
actualidad. Y hete aquí por dón<strong>de</strong> mezclar en un mismo<br />
costal el <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong> y <strong>El</strong> Diablo Cojuelo no sólo<br />
proporciona una lección <strong>de</strong> historia <strong>de</strong> la novela, sino que<br />
confirma el principio capital <strong>de</strong> toda aproximación a una<br />
teoría <strong>de</strong> la literatura: la relatividad <strong>de</strong>l gusto estético.<br />
O, como diría Antonio Machado, que el arte es largo y,<br />
a<strong>de</strong>más, no importa.<br />
21
o por bien tengo que cosas tan señaladas, y por<br />
Y ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticia <strong>de</strong><br />
muchos y no se entierren en la sepultura <strong>de</strong>l olvido; pues<br />
podría ser que alguno que las lea halle algo que le agra<strong>de</strong>,<br />
y a los que no ahondaren tanto, los <strong>de</strong>leite. Y a este<br />
propósito dice Plinio1 que «no hay libro, por malo que<br />
sea, que no tenga alguna cosa buena»; mayormente que<br />
los otros gustos no son todos unos, mas lo que uno no<br />
come, otro se pier<strong>de</strong> por ello. Y así vemos cosas tenidas<br />
en poco <strong>de</strong> algunos, que <strong>de</strong> otros no lo son. Y esto para<br />
que ninguna cosa se <strong>de</strong>bería romper ni echar a mal, si<br />
muy <strong>de</strong>testable no fuese, sino que a todos se comunicase,<br />
mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar <strong>de</strong> ella<br />
algún fruto.<br />
Porque si así no fuese, muy pocos escribirían para uno<br />
solo, pues no se hace sin trabajo; y quieren, ya que lo<br />
pasan, ser recompensados, no con dineros, mas con que<br />
vean y lean sus obras y, si hay <strong>de</strong> qué, se las alaben. Y a<br />
este propósito dice Tulio: 2 «La honra cría las artes.»<br />
1. Plinio el joven, Epístolas, III, v. 10.<br />
2. M. Tulio cicerón, Tusculanas, I, 2.<br />
Prólogo <strong>de</strong>l autor<br />
23
Prólogo <strong>de</strong>l Autor<br />
¿Quién piensa que el soldado que es primero <strong>de</strong> la escala<br />
tiene más aborrecido el vivir? No, por cierto; mas el <strong>de</strong>seo<br />
<strong>de</strong> alabanza le hace ponerse al peligro; y, así en las artes<br />
y letras es lo mismo. Predica muy bien el presentado, 3<br />
y es hombre que <strong>de</strong>sea mucho el provecho <strong>de</strong> las ánimas;<br />
mas pregunten a su merced si le pesa cuando le dicen:<br />
«Oh, qué maravillosamente lo ha hecho Vuestra Reverencia!»<br />
Justó muy ruinmente el señor don Fulano, y dio<br />
el sayete <strong>de</strong> armas 4 al truhán porque le loaba <strong>de</strong> haber<br />
llevado muy buenas lanzas: ¿qué hiciera si fuera verdad?<br />
Y todo va <strong>de</strong> esta manera: que confesando yo no ser<br />
más santo que mis vecinos, <strong>de</strong> esta nonada, que en este<br />
grosero estilo escribo, no me pesará que hayan parte y<br />
se huelguen con ello todos los que en ella algún gusto<br />
hallaren, y vean que vive un hombre con tanta fortuna, 5<br />
peligros y adversida<strong>de</strong>s.<br />
Suplico a Vuestra Merced reciba el pobre servicio <strong>de</strong><br />
mano <strong>de</strong> quien lo hiciera más rico si su po<strong>de</strong>r y <strong>de</strong>seo se<br />
conformaran. Y pues Vuestra Merced escribe se le escriba<br />
y relate el caso muy por extenso, parecióme no tomarle<br />
por el medio, sino <strong>de</strong>l principio, porque se tenga entera<br />
noticia <strong>de</strong> mi persona; y también porque consi<strong>de</strong>ren los<br />
que heredaron nobles estados cuán poco se les <strong>de</strong>be, pues<br />
Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los<br />
que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron<br />
a buen puerto.<br />
3. Teólogo que no ha recibido todavía el grado <strong>de</strong> maestro.<br />
4. Jubón que se llevaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cota. Fue costumbre que los caballeros,<br />
cuando eran alabados por algún inferior (como el truhán<br />
<strong>de</strong>l texto), les regalasen alguna prenda que llevaban puesta.<br />
5. Aquí, «<strong>de</strong>sgracias».<br />
24
Tratado<br />
25<br />
1<br />
Cuenta Lázaro su vida y cúyo hijo fue<br />
P ues sepa Vuestra Merced, ante todas cosas, que a<br />
mí llaman Lázaro <strong>de</strong> <strong>Tormes</strong>, hijo <strong>de</strong> Tomé González<br />
y <strong>de</strong> Antona Pérez, naturales <strong>de</strong> Tejares, al<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />
Salamanca. Mi nacimiento fue <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l río <strong>Tormes</strong>, por<br />
la cual causa tomé el sobrenombre; y fue <strong>de</strong> esta manera:<br />
mi padre, que Dios perdone, tenía cargo <strong>de</strong> proveer una<br />
molienda <strong>de</strong> una aceña que está ribera <strong>de</strong> aquel río, en la<br />
cual fue molinero más <strong>de</strong> quince años; y estando mi madre<br />
una noche en la aceña, preñada <strong>de</strong> mí, tomóle el parto y<br />
parióme allí. De manera que con verdad me puedo <strong>de</strong>cir<br />
nacido en el río.<br />
Pues siendo yo niño <strong>de</strong> ocho años, achacaron a mi padre<br />
ciertas sangrías mal hechas en los costales <strong>de</strong> los que<br />
allí a moler venían, por lo cual fue preso, y confesó y no<br />
negó, y pa<strong>de</strong>ció persecución por justicia. Espero en Dios<br />
que está en la gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados.<br />
En este tiempo se hizo cierta armada contra