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Selma Lagerlöf - Edocr

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En terno suyo habían ido reuniéndose abejorros, pinzones y<br />

estorninos,<br />

tantos como las ramas podían soportar, y los pájaros cantaban y<br />

silbaban trinos que él trataba de imitar con su flauta. Pero no estaba<br />

muy fuerte en este arte. Tocaba tan mal que a sus maestros se les<br />

erizaban las plumas y gritaban y agitaban sus alas<br />

desesperadamente.<br />

El muchacho se divertía mucho con todo esto y la risa le hizo<br />

interrumpir su sonata.<br />

Después volvió a tocar tan mal como antes y todos los pajaritos se<br />

lamentaron:<br />

—Hoy tocas peor que nunca, Pulgarcito. Desafinas de un modo<br />

terrible. ¿Adónde van tus pensamientos, Pulgarcito?<br />

—A otro sitio —respondió el muchacho.<br />

Y era verdad. Estaba preguntándose siempre hasta cuándo lo<br />

tendrían los patos.<br />

De súbito tiró su flauta y saltó a tierra. Acababa de descubrir a Okka<br />

y a los otros patos que se acercaban volando en una larga fila.<br />

Avanzaban lenta y solemnemente y creyó adivinar que, por fin, iban<br />

a<br />

decirle lo que habían decidido respecto a él.<br />

Cuando se detuvieron, dijo Okka:<br />

—Mi conducta debe haberte asombrado, Pulgarcito:<br />

yo no te he dado las gracias todavía por haberme salvado de las<br />

garras de Esmirra; pero soy de los que prefieren agradecer las<br />

cosas con<br />

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