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EL PAPEL SOCIAL DE LOS SENTIMIENTOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA
IDENTIDAD SOCIAL DE DESMOVILIZADOS DEL CONFLICTO ARMADO
COLOMBIANO
GLORIA MARÍA LÓPEZ ARBOLEDA
Trabajo de grado para optar al título de Maestría en Psicología
Director
Carlos Darío Patiño Gaviria
Magíster en Educación y Desarrollo Comunitario
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
MAESTRÍA EN PSICOLOGÍA
COHORTE V
MEDELLÍN
2010
1

OH QUE SERA
(Ana Belén)
Yo creo en muchas cosas que no he visto, y ustedes también, lo sé.
No se puede negar la existencia de algo palpado por más etéreo que
sea. No hace falta exhibir una prueba de decencia de aquello que es
tan verdadero. El único gesto es creer o no.
Algunas veces hasta creer llorando.
Se trata de un tema incompleto porque le falta respuesta;
respuesta que alguno de ustedes, quizás, le pueda dar.
Es un tema en technicolor para hacer algo útil del amor
Para todos nosotros, amén.
Willie Colon
Oh que será!... que será!
Que anda suspirando por las alcobas,
que se oye susurrando en versos de trova
que anda combinándonos preguntas locas,
que anda en las cabezas anda en las bocas
que anda ascendiendo por antros huecos,
que están hablando alto en la bodega
y grita en el mercado: ¿qué cosa es esa?
Es la naturaleza será que será;
que no tiene certeza y nunca te da,
que no tiene concepto y nunca tendrá...
que no tiene tamaño.
Oh que será!... que será!
Que vive en las ideas de esos amantes,
que cantan los poetas más delirantes
y juran los profetas emborrachados,
está en la romería de los mutilados,
está en la fantasía de los infelices,
está en el día a día de las meretrices
y todos los bandidos y desvalidos.
En todos sus sentidos... será que será,
que no tiene decencia y nunca tendrá,
que no tiene censura y nunca tendrá,
ni le falta sentido.
Oh que será!... que será!
Que ningún aviso podrá evitar,
que tampoco los besos puedan desafiar,
que todos los caminos tendrán que cruzar,
donde todos los himnos van a consagrar
y todos los niñitos a investigar...
y todos los destinos van a encontrar,
que el mismo Padre Eterno que nunca fue allá,
al hombre nuevamente lo bendecirá,
2

apagando al infierno su llama final
por que no tiene caso volver a rodar...
por la falta de juicio.
Oh que será! Oh que será! Oh que será!...
que jura el profeta, canta el poeta
y están gritando en la maqueta...
Oh que será.
Oh que será!... Que me despierta por la noche...
y me hace temblar, me hace llorar...
Oh que será!... son fantasmas, somos fantasmas, siento la puerta tocar tres
veces...
Oh ¿qué será?
Oh que será!... Tras suspirando por las alcobas
y susurrando versos de trova... ponte a escuchar.
Oh que será!...
No tiene tamaño y es naturaleza,
anda en las bocas y las cabezas.
Oh que será!...Todos los niñitos lo investigarán
y ningún aviso lo podrá evitar.
Oh que será!... En toda campana repicará
y el que está dormido despertará...
Oh que será!...
Son fantasmas, somos fantasmas, siento la puerta tocar tres veces... Oh ¿qué
será?
Son fantasmas, son fantasmas, son fantasmas, son fantasmas... oigo la puerta
tocar...ahí, la puerta tocar.
Oh que será!... lo vive el bandido, el desvalido,
las meretrices, los infelices,
el reverendo y el bombero,
el presidente, el zapatero,
y las maestras, el carnicero,
y la ciudadana del extranjero,
también el juez y el farandulero,
la enfermera, el frigonero,
el santero y el marxista,
el bodeguero y el masoquista.
Oh que será!
3

TABLA DE CONTENIDO
Págs.
1. LA HISTORIA DE UN INTERÉS: LA PROVOCACIÓN DEL ESTUDIO Y SU
IMPORTANCIA EN EL CONTEXTO ACTUAL 9
2. REFERENTES Y CONTEXTOS 15
2.1 DDR: aspectos generales 15
2.2 DDR Nacional y Local 18
2.3 Referentes conceptuales 22
2.3.1 Subjetividad, identidad y sujeto 22
2.3.2 Sentimientos 24
2.3.3 Ciudadanía 27
3. METODOLOGÍA 30
4. TRES EXPERIENCIAS, MÚLTIPLES SENTIMIENTOS: IDENTIDAD EN
VÍA DE CONSTRUCCIÓN. DESCRIPCIÓN DE LAS TRES
EXPERIENCIAS POR LAS CUALES TRANSITA EL SUJETO HASTA
LLEGAR A LA REINSERCIÓN A LA VIDA CIVIL 39
4.1 P.G.A: Cómo ser combatiente y casi morir en el intento 41
4.2 T.S.C: Cómo dar un paso al costado y ya no ser el mismo 59
4.2.1 Los cuatro estados del excombatiente en transición 60
4.3 P.V.C: Cómo ser un ciudadano y no arrepentirse en el Intento 78
4.3.1 La reinserción: el camino hacia la ciudadanía 82
5. DIME QUÉ SIENTES Y TE DIRÉ (O SABRÁS) QUIÉN ERES: EL PAPEL
SOCIAL DE LOS SENTIMIENTOS EN EL DEVENIR DE LA IDENTIDAD 90
5.1 P.G.A: Sin potestad para decidir, enajenados en el sentir 92
5.2. T.S.C: El limbo identitario y el caos de los sentimientos 100
5.3. P.V.C: La consciencia de agencia y el resurgimiento de los
sentimientos prosociales y de poder 107
5.4 Movimiento de los sentimientos y la identidad en las tres experiencias
(Cuadro 1) 114
5.5 Apuntes sobre identidad afectiva y ciudadanía entre excombatientes
de grupos ilegales armados: la ciudadanía como práctica social
emancipatoria 115
5

6. NUEVOS HORIZONTES, NUEVAS LÍNEAS DE TRABAJO 138
7. REFERENCIAS 139
Págs.
ANEXOS 148
6

GLOSARIO
AUC: Autodefensas Unidas de Colombia
BCN: Bloque Cacique Nutibara
DDR: Desarme, Desmovilización, Reinserción
ELN: Ejército de Liberación Nacional
ETA: En la lengua vasco significa “Euskadi Ta Askatasuno”. En español,
“Vasco Patria y Libertad.”
FARC: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
P.G.A: Participación en el grupo armado
P.V.C: Participación en la vida civil
RAE: Real Academia Española de la lengua
S.A.S.E: Sentimientos que afectan el sentido de la existencia
S.F: Sentimiento favorable
T.S.C: Transición
VIF: violencia intrafamiliar
7

ÍNDICE DE CUADROS E IMÁGENES
Cuadro 1. Movimiento de los sentimientos y la identidad en las tres
experiencias (p. 112).
8

1. LA HISTORIA DE UN INTERÉS: LA PROVOCACIÓN DEL ESTUDIO Y
SU IMPORTANCIA EN EL CONTEXTO ACTUAL
Este escrito tiene “por finalidad la comprensión y la transformación, a la
cual se pretende llegar desde el rigor de la investigación científica,
acerca de la investigación misma del fenómeno en estudio” (Cifuentes,
Osorio y Morales, 1993), sin desconocer, que sólo pretende ser un
escrito introductorio de una temática largamente discutida e
indiscutiblemente importante.
La identidad, como una dimensión de la subjetividad, provoca nuestro interés
con respecto de unos actores particulares del contexto sociopolítico de
Colombia: los excombatientes de los grupos armados ilegales que realizan una
transición en sus vidas (articulada por un proceso de DDR). Para iniciar el
camino de análisis de esta realidad, se procederá a ir develando las
situaciones, circunstancias y experiencias por las que pasa el sujeto de este
relato para luego adentrarnos en otras honduras subjetivas como son los
sentimientos y de ellos pasar a su imbricación en la configuración de una
identidad en devenir, es decir, en Ipseidad.
La nueva condición (ciudadano) afecta la identidad personal y social del
desmovilizado y está mediada por un conjunto complejo de sentimientos que
acompañan toda experiencia humana que son entendidos como
construcciones sociales, es decir, vinculados a contextos y relaciones
particulares, de ahí su carácter movible y cambiante, y su vínculo estrecho con
la identidad, la cual también es entendida como construcción social en devenir
constante. Por lo tanto, los sentimientos tienen una historia y la historia de los
sentimientos es la historia de su identidad.
Es importante señalar que las emociones constituyen una dimensión “esencial
y a la vez paradójica de nuestra existencia humana” (Fericgla, 2001). Su
estudio es uno de los campos de investigación más complejo y es por ello que
actualmente prestan atención a su estudio diversas ramas de la ciencia, según
Fericgla (2001), “tan distantes, como la biología, la psicología clínica y social,
las ciencias de la comunicación, la neurología, la farmacología y la bioquímica,
la etología, las matemáticas y la robótica […]. Incluso el arte y las religiones
9

que, en nuestras sociedades, han constituido el campo tradicional de
socialización de las emociones, además de la familia” (p. 219).
Es claro entonces que el estudio de las emociones tiene una historia en la cual
varios conceptos se cruzan e incluso se confunden, complejizando así su
estudio y comprensión (afecto, sentimientos, pasión, estado de ánimo). El
presente estudio acoge una visión integradora de la emoción, recurriendo a
autores como Fericgla (2001), Maturana (1996, 1998), Siegel (2007),
Fernández Christlieb (1999, 2004, 2008), González Rey (2002), Bolívar (2008)
y Gergen (1994), los cuales introducen la dimensión social de la emoción; ya
Siegel (2007) advertiría: “Las emociones representan procesos dinámicos
creados dentro de los procesos del cerebro que evalúan el sentido y están
socialmente influidos” (pp. 184-185), describiendo las emociones como
procesos complejos, implicadas como un todo con otros procesos que
experimenta el ser humano.
Aún así, a pesar de la importancia ya constatada de la emoción, “hasta la
fecha no existe una completa claridad acerca de qué son las emociones”
(León, 2006), sin embargo, una posibilidad aceptada actualmente, la cual se
adoptará en esta investigación, es que las emociones “pueden considerarse
como estados del organismo generados como respuesta a situaciones
relevantes en relación con la supervivencia o la reproducción” (Aguado, 2002,
p. 1162). Tales estados implican “patrones complejos de respuestas [tanto a
situaciones externas como internas] fisiológicas [sudoración y taquicardia, por
ejemplo] y conductuales [gritar o llorar en el caso de los seres humanos], que
permiten al animal afrontar tales situaciones de la forma más eficaz y
adaptativa” (Aguado, 2002, p. 1162).
Ahora bien, ¿qué es lo que permite al ser humano (teniendo en cuenta una
misma reacción fisiológica) decir “siento alegría” o “siento tristeza”? En este
sentido, podemos decir que es su dimensión social (relacional), unida a su
cultura e historia específica, lo que le permite al individuo “decodificar” la
emoción para así llegar a decir que eso que siente se traduce en uno u otro
sentimiento; siguiendo a Fericgla (2001), podemos afirmar que “los
10

sentimientos son emociones que han pasado por la razón y la conciencia, que
son emociones culturalmente codificadas y que, por tanto, tienen algo de
artefacto, forman parte del mundo (…) de los humanos” (p. 231). Las
emociones entonces, formarían parte “del mundo primero, del que se
experimenta de forma inmediata” (Fericgla, 2001, p. 231) y los sentimientos se
referirían a la significación que el sujeto le otorga a esas emociones. Tal
significación es social y cambia según las relaciones y lugares en donde se
realiza.
El anterior párrafo describe claramente la visión y énfasis que el presente
estudio tendrá, que si bien no desconoce las emociones (en su dimensión
biológica y en las demás visiones), se inclinará por los sentimientos, como
aquellos que permiten la comprensión de la subjetividad de los actores
sociales, su entramado universo de relaciones y por ende, la construcción de
sus identidades, para así desentrañar el papel social de los sentimientos en
dicha construcción.
En este orden de ideas, es importante aclarar que el presente estudio no
pretende realizar descripciones detalladas sobre sentimientos particulares, ni
éstos son comprendidos por los autores como objetos verificables y medibles,
antes bien, debemos decir que “los objetos carentes de contornos se llaman
sentimientos […]. No pueden asirse ni localizarse de ningún modo; son objetos
atmosféricos, importantes y ciertos: constituyen la aprehensión más directa
posible de la realidad, pero su certeza es inverificable […]. Un sentimiento es
un estado del mundo” (Fernández Christlieb, 2004, pp. 121-122). Lo anterior se
relaciona con el hecho de que los sentimientos no se dan per se, sino en
relación con: una/s persona/s, lugar/es, contexto/s, tiempo/s u otros objetos; de
lo anterior se desprende el hecho de que intentaremos comprender:
Las experiencias por las cuales ha de pasar el excombatiente para
llegar ser un ciudadano y cuál es su relación con los sentimientos
Aquellos sentimientos que la exploración nos permitió identificar, a
saber, prosociales, de poder y S.A.S.E., sus significados relaciones con
la construcción de la identidad del desmovilizado en cada una de las
experiencias
11

Tensiones que se producen en la transición de una condición a otra (del
combatiente al ciudadano), teniendo presente el papel de los
sentimientos en el devenir de la identidad
Las nuevas relaciones y posiciones (lugares) que ocupa el
desmovilizado y el impacto que producen sobre el sentido de
pertenencia a la nueva colectividad como ciudadano.
La posibilidad de hablar de una identidad afectiva (“Dime qué sientes y
te diré quién eres”).
La posibilidad de construirse como ciudadano y ejercer la ciudadanía y
las implicaciones en la identidad y los sentimientos.
Ahora bien, los sentimientos de los que aquí hablaremos son aquellos que los
colaboradores del estudio, han identificado, experimentado y vivenciado como
tales, que algunas veces coincidirán con aquellos que los libros, los teóricos y
expertos se han preocupado por esclarecer durante tanto tiempo, y otras veces
no; aún así, hemos recurrido a tales teóricos y expertos para desentrañar la
categoría sentimientos, como una de las principales de nuestro estudio. Esto
implica suponer de algún modo, alguna proximidad psico-cultural entre los
definidos por los excombatientes y los pensados por los expertos.
La investigación se articula en torno a un conjunto de categoría analíticas
interdependientes entre sí, en las que la identidad y los sentimientos son el
punto de referencia, así, en primera instancia, se describirán las tres
experiencias por las cuales transita el sujeto hasta llegar a la reinserción a la
vida civil, a saber, participación en el grupo armado (P.G.A), transición (T.S.C)
y participación en la vida civil (P.V.C), haciendo énfasis en tres grupos de
sentimientos: sentimientos que afectan el sentido de la existencia (S.A.S.E), de
poder y prosociales y su presencia caótica, multiversa y compleja en cada
experiencia.
En segunda instancia, se intenta comprender el papel social de los
sentimientos en el devenir de la identidad, teniendo en cuenta el aforismo:
“dime qué sientes y te diré quién eres”, producto del presente estudio.
12

En tercera instancia, realizaremos una reflexión en torno a la ciudadanía como
práctica social emancipatoria, lo que permitirá anudar el análisis realizado en
los apartados anteriores.
Finalmente, es importante mencionar que la investigación reconstruye el
conjunto de teorías, significados, experiencias y vivencias, de los
colaboradores, investigadores, expertos y autores, para desentrañar el papel
social de los sentimientos en el devenir de la identidad de excombatientes del
conflicto armado colombiano.
Una comprensión profunda del estudio del papel de los sentimientos en el
devenir de la identidad del excombatiente, podría desentrañar la lógica de las
relaciones de los desmovilizados 1 en la civilidad, que dé luces para construir
nuevas formas de comprensión de la realidad social y política de nuestro país,
así como nuevas maneras de pensar y orientar futuros procesos de DDR y por
qué no, una reflexión crítica, una posición que permita y posibilite a los sujetos
sociales el cuestionamiento de las “verdades generalmente aceptadas”
(Iñiguez, 2005, p. 2) sobre el mundo y sobre sí mismos, que permita re-hacer el
pensamiento político para gestionar nuevas formas de comprensión de las
nuevas realidades; una reflexión crítica que permita de una vez por todas a la
psicología estar en la mesa del debate disciplinar, que pueda ser interrogada,
propuesta, re-hecha. Tal reflexión estaría orientada a la invitación constante al
sujeto para que sea agencia y no decadencia, permitiendo así, la construcción
identitaria del combatiente en ejercicio pleno de la ciudadanía.
Por otro lado, estudiar los sentimientos y su papel en el devenir de la identidad
del excombatiente, implica conocer la construcción social de la realidad y sus
profundos nexos con relaciones, alteridades y contextos particulares de los
actores llamados desmovilizados y de este modo, conocer por un lado, cómo
llega a sentir de ese modo particular y en ese momento particular y por otro
lado, la manera en que los sujetos conjuntamente construyen su realidad [y sus
sentimientos], y al hacerlo, se construyen a sí mismos (Banchs, 2001).
1 En este escrito los términos excombatiente y desmovilizado se utilizan como sinónimos.
13

Es importante aclarar que si bien, conocemos las diferencias subyacentes a
cada grupo armado y los énfasis que unos u otros hacen o han hecho con
respecto a los propósitos de sus luchas, a continuación se describirán no las
diferencias, sino las relaciones y estrechos vínculos que, independientemente
del grupo armado al que se haya pertenecido, tienen los sujetos
excombatientes. Las diferencias resultan de un punto de vista psicológico o
sociológico; nuestro interés es mostrar que más allá de estas diferencias
(personalidad, cultura, perfiles específicos, estructuras de participación,
motivos o razones para ingresar a los grupos armados, etc.), hay seres
humanos construyendo subjetividades. Así se podrán entender los entramados
de su ardua lucha por construir nuevos referentes identitarios en cada uno de
los escenarios de participación, o mejor, por su tránsito caótico y la complejidad
de los sentimientos construidos en este proceso .
Para conocer con detalle esas diferencias, consultar Medina, C. (2009). No porque seas
paraco o seas guerrillero tienes que ser un animal. Procesos de socialización en FARC-EP,
ELN y grupos paramilitares (1996-2006). Bogotá: Ediciones UNIANDES.
14

2. REFERENTES Y CONTEXTOS
A continuación se describirán los conceptos que fueron cruciales en este
estudio, con el propósito de que sirvan de contextualización de las
comprensiones que más adelante se encontrarán.
2.1 DDR: aspectos generales
Todos los procesos de construcción de paz relacionados con conflictos 2
armados tienen que pasar por una etapa final en la que, tras la firma de los
acuerdos, los combatientes dejan sus armas, se desmilitarizan y se reintegran
a la vida civil. Este complejo proceso recibe el nombre de Desarme,
Desmovilización y Reintegración (DDR) de antiguos combatientes (Caramés y
Sanz, 2008).
Aunque el DDR es un proceso indivisible e integral, es aún más complejo, ya
que como dice Medina (2007), sus tres procesos tienen sentidos que los
diferencian y en cada uno se realizan acciones diferentes y participan distintos
actores.
Fusato (2003) menciona que “el proceso DDR soporta la transición de la guerra
a la paz garantizando un ambiente seguro, siendo la base de la transición de
los excombatientes hacia la vida civil, y habilitándolos para que generen su
propio sostenimiento económico a través de medios pacíficos”. Además,
siguiendo a Caramés, Fisas y Luz (2006), ha de ser un proceso de dignificación
de las personas que intervienen en él.
2 Se entiende por conflicto “todo enfrentamiento protagonizado por grupos armados
regulares o irregulares con objetivos percibidos como incompatibles en el que el uso
continuado y organizado de la violencia: a) provoca un mínimo de 100 víctimas mortales
en un año y/o un grave impacto en el territorio (destrucción de infraestructuras o de la
naturaleza) y la seguridad humana (ej. población herida o desplazada, violencia sexual,
inseguridad alimentaria, impacto en la salud mental y en el tejido social o disrupción de
los servicios básicos); b) pretende la consecución de objetivos diferenciables de los de la
delincuencia común (…)” (Cañadas, Caramés, Fisas, García, Mendiola, Prandi,
Redondo, Royo, Sanz, Tomás, Urgell, Villelas, Villillas, 2008, p. 17).
15

Para comenzar, los objetivos que persiguen estos procesos son
fundamentalmente: contribuir a la mejora de la seguridad y de la estabilidad
política del país, prevenir futuros brotes violentos, contribuir a la reconciliación
nacional, liberar recursos, tanto humanos como financieros, para la
reconstrucción post-bélica y el desarrollo y restablecer las condiciones que
permitan la reintegración de los actores armados que hayan estado en disputa,
logrando que el excombatiente permanezca en la civilidad (Caramés, Fisas y
Luz, 2006).
Para comprender las tres fases del DDR, es necesario describirlas por
separado, teniendo en cuenta que ninguna está desligada de la otra; así:
Desarme, hace alusión en primera instancia, a dejar las armas que en el grupo
armado constituían un elemento simbólico y físico de poder y control (Medina,
2007); el desarme, además de ser un acto físico, ya que se deja literalmente el
arma o armas, es también el primer paso y uno de los mayores actos
significativos en la transición de lo militar a lo civil. En segunda instancia, puede
considerarse como el inicio del segundo elemento, desmovilización, ya que
aporta al mejoramiento de las condiciones del seguridad social y constituye un
impacto psicosocial en la población civil y en los mismos ex-combatientes.
Desmovilización, segundo elemento del DDR, puede ser definida como “el
proceso mediante el cual las fuerzas armadas (tanto Estatales como no
Estatales) se desarticulan como fuerza armada o disminuyen su personal”
(Medina, 2007). En el caso actual de Colombia la desmovilización se orienta a
la desarticulación de las fuerzas armadas no Estatales. Implica además, en un
primer momento, la concentración de los excombatientes, que ya desarmados,
reciben una primera orientación en la que se incluye una oferta asistencial
(salud, educación, proyectos productivos) y compensación económica; en un
segundo momento, el proceso de desmovilización incluye la puesta en marcha
de la oferta asistencial; así, se le brinda al excombatiente educación desde los
niveles de básica primaria, pasando por la secundaria, la media vocacional, la
formación para el empleo y la educación superior. Recibe además, atención en
salud, incluyendo a su familia, acompañamiento jurídico y capacitación para
16

elaborar y ejecutar proyectos productivos (Programa Paz y Reconciliación,
2007). Este proceso también incluye apoyo psicosocial, el cual va orientado
entre otras cosas, a favorecer el tercer elemento del DDR: la reintegración.
El proceso de Reintegración, se enfoca a la transformación del excombatiente,
el cual ya habiendo dejado de pertenecer al grupo armado, y estar (o estado)
en el proceso de desmovilización, se reintegra a la vida civil por medio de su
permanencia en la comunidad y en la legalidad (Medina, 2007). Durante esta
etapa, hay una participación más estrecha entre el Estado, la familia, la
comunidad y el desmovilizado para facilitar el proceso, que ya ha tenido su
germinación en el elemento anterior: la desmovilización.
Como proceso, y siguiendo a Medina (2007), la reintegración es continua y se
da en los niveles social, político y económico; así, la reintegración social, se
trataría de la aceptación por parte de las comunidades y sus líderes de los
desmovilizados y sus familias, de manera que puedan convivir en espacios
compartidos, e incluso, que los mismos desmovilizados puedan ser líderes que
orienten procesos en sus comunidades. En cuanto a la reintegración política,
se trata de que los desmovilizados puedan y sepan utilizar los mecanismos
democráticos y de participación ciudadana. La reintegración económica, implica
la independencia financiera del desmovilizado y su familia a través de empleos
en la legalidad.
De lo mencionado anteriormente, se pueden inferir dos preguntas simples
(Alcaldía de Medellín, USAID y OIM, 2007): ¿Qué ocurre con una persona
después de que en la televisión vemos que entrega un arma en un acto público
(y simbólico?)? ¿Qué garantía tenemos de que no va a volver a tomar otra
arma a la vuelta de la esquina? En el Manual de intervención psicosocial para
la reinserción (Alcaldía de Medellín, USAID y OIM, 2007), se menciona que
tales interrogantes deben ser respondidos con claridad por una Política
Nacional de Reinserción, de forma que “toda la sociedad sea consciente de los
costos, los riesgos, los tiempos, los compromisos y los beneficios de la
reinserción” (p. 7).
17

Ahora bien, es importante mencionar con Caramés y Sanz (2008) que:
Hasta la fecha, ningún programa de DDR ha dado unos resultados
óptimos, debido a las deficiencias detectadas en varios ámbitos, ya
sea por una planificación defectuosa, una implementación que no
atiende suficientemente a los grupos en situación de mayor
vulnerabilidad o por mecanismos de seguimiento y evaluación poco
efectivos (p. 11).
Aún así, el proceso de DDR sigue su curso, por lo tanto, después de dejar las
armas, un desmovilizado ha de recorrer un camino de acompañamiento
psicosocial que le permita acceder a una auténtica reintegración social.
Siguiendo esta misma línea, Theidon y Betancourt (2006), mencionan que los
programas DDR implican una transición, tanto por parte de los combatientes
que dejan sus armas, los gobiernos que buscan una salida del conflicto, como
para las comunidades que reciben a los desmovilizados. Estas mismas autoras
mencionan que la transición a cada nivel implica una ecuación compleja,
conflictiva, dinámica y que, dicha ecuación se complica mucho más cuando un
país (como Colombia) busca implementar el proceso en medio de una guerra
(post-conflicto) 3 , dotando así al proceso de reinserción de unas particularidades
que merecen atención a la hora de realizar la intervención 4 .
2.2 DDR Nacional y Local
En Noviembre de 2003 se desmoviliza oficialmente el Bloque Cacique Nutibara
(BCN), que era considerado el principal grupo paramilitar de las AUC que
actuaba en Medellín. EL BCN fue el primer grupo en desmovilizarse,
siguiéndolo luego el Bloque Héroes de Granada, y así sucesivamente, hasta
3 Se refiere al entorno posterior a un conflicto (en el cual por lo general hubo negociaciones con
los grupos al margen de la ley para la consecución de la paz), el cual se caracteriza por el
resurgimiento y/o reorganización de los grupos ilegales armados: “entre el 5 y el 15 por ciento
de los desmovilizados en los conflictos armados se reciclan en la vida criminal, reclutan nuevos
miembros y configuran bandas criminales que afectan la seguridad de un país durante años.
En Colombia, el bandolerismo de los años 60 -tras la desmovilización de las guerrillas de la
época- y las actuales "bandas criminales emergentes" son ejemplos de este fenómeno (Pizarro,
2008).
4 Para más información sobre el tema: Theidon, K. y Betancourt, P. (2006). Transiciones
conflictivas: combatientes desmovilizados en Colombia. Análisis político, 58, 92-111. Extraído
el 11 de Marzo de 2008 de la base de datos Scielo.
18

llegar en la actualidad a más de 36 bloques desmovilizados colectivamente de
las AUC. Así mismo, antiguos combatientes de las FARC y del ELN también se
han ido desmovilizando, pero de forma individual en distintos lugares del país
en el marco de la llamadas negociaciones de paz con el gobierno del
presidente Álvaro Uribe Vélez, accediendo igualmente a los beneficios
estipulados en la negociaciones de paz.
Una mirada rápida a los procesos locales en Antioquia y Medellín, nos muestra
varios intentos por lograr la paz y establecer así procesos que lleven a la
consolidación de la misma: los primeros grupos armados en resolver por la
opción del Desarme, la Desmovilización y la Reinserción fue el Movimiento 19
de Abril (M19) a finales del año 1989, El partido Revolucionario de los
Trabajadores (PRT) en 1990, el Ejército Popular de liberación (EPL) en 1991, y
el Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL) en 1991. Después los siguen los
Comandos Ernesto Rojas (CRS) en 1992, las milicias Populares del Pueblo y
para el Pueblo, las Milicias Independientes del Valle de Aburrá, las Milicias
Metropolitanas de la ciudad de Medellín (todas ellas en 1994) y en 1998 se dio
el acuerdo final entre el Gobierno Nacional y el Movimiento Independiente
revolucionario- Comandos Armados MIR-COAR (“Antioquia se toma la
palabra”. Cartilla # 7. Reinserción. Marzo. 2006)
Desde el 1 de enero de 2004, el nuevo Alcalde modifica sustancialmente el
Programa Reincorporación a la Civilidad y en su lugar crea el Programa Paz y
Reconciliación, que asumiría el reto de la reintegración. (Alcaldía de Medellín,
2007, p. 20), con un modelo de intervención llamado “Regreso a la legalidad”,
que aún hoy, sigue vigente, tanto para desmovilizados colectivos como
individuales.
No obstante, la reinserción presenta problemas y deficiencias en sus
implementaciones. La OEA y la CIDH (2007), por su parte, anotan que la
debilidad de las políticas de reinserción sigue siendo un tema preocupante; ella
se refleja en aspectos como la alta deserción de los desmovilizados de los
programas de educación y capacitación, así como el bajo número de personas
vinculadas laboralmente. También el rearme de miembros de grupos armados
19

que se desmovilizaron y la posible emergencia de nuevos grupos en las zonas
de influencia de los que habrían entregado las armas. La CIDH (2007) anota
que se han implementado medidas para mejorar los resultados de los
programas de reincorporación de los desmovilizados a la vida civil, y espera
que se continúe en la labor de fortalecer dichos programas a fin de que puedan
arrojar resultados concretos que reflejen la reincorporación de los
desmovilizados a la vida civil.
Es fundamental tener en cuenta que el proceso de DDR se ha llevado a cabo
en Colombia en un contexto donde perdura el conflicto armado (Medina, 2007),
lo que dota al proceso de particularidades que pueden dificultarlo, por ejemplo,
la mayor vulnerabilidad de los antiguos combatientes ante el conflicto y las
posibilidades recurrentes de ingresar a un nuevo grupo armado ilegal; además,
la credibilidad y sostenibilidad del proceso de paz y de la construcción de
confianza en víctimas, familia y comunidad, tiene que ser apoyado con
estrategias de intervención psicosocial adecuadas. Sobre estas estrategias,
vale la pena mencionar el modelo de intervención del Programa Paz y
Reconciliación, modelo que se lleva a cabo en la actualidad, con los antiguos
combatientes. Así, con el fin de lograr exitosamente el DDR, se desarrolla un
modelo general de intervención denominado Regreso a la legalidad (Alcaldía
de Medellín, USAID y OIM, 2007, p. 15), el cual:
Permite determinar la posición conceptual y ética de la estrategia de
intervención. Partimos de un supuesto básico: los seres humanos
nacemos como sociales, libres (inscritos en un orden lógico,
simbólico y cultural que nos permite actuar), y “legales” (desde el
supuesto de la “no ilegalidad”).
Con dicho programa, se propone un regreso a la legalidad, estableciendo un
proceso de reparación y reconciliación entre víctimas y victimarios que permita
la participación activa de todos los sectores implicados en la sociedad.
El proceso de DDR en Medellín, puede considerarse como un caso
excepcional, ya que se realizó en tres momentos (Alcaldía de Medellín, USAID
y OIM, 2007):
20

1. Parcial: De la negociación de un grupo que tiene más de 31.000
integrantes, inicialmente sólo un bloque de 868 hombres se desmoviliza,
el exbloque Cacique Nutibara.
2. Colectiva: Los 868 desmovilizados reciben los mismos beneficios.
3. Urbana: El bloque estaba compuesta por jóvenes que operaban en
Medellín y el área Metropolitana. Posteriormente, se desmovilizaron
otros grupos, conformados por 4.130 personas y se radicaron en la
ciudad de Medellín y el área Metropolitana.
Así mismo, como se menciona en el Manual de intervención psicosocial para la
reinserción (2007), el proceso de desmovilización, con fines a la reintegración,
se sustenta en tres pilares fundamentales:
1. Un acompañamiento psicosocial que además del desarrollo de cada
individuo pretende establecer lazos de confianza que permitan el
desarrollo de las actividades que abarcan al individuo, a su familia y a la
comunidad.
2. Una oferta educativa amplia y variada en educación formal y no formal.
3. Una estrategia complementaria que pretende, mediante la generación
de ingresos, la sostenibilidad futura de la intervención en cada uno de
los individuos beneficiarios del programa.
El área de acompañamiento psicosocial, se constituye en una dimensión
integradora de las demás áreas del modelo de intervención en la atención a los
desmovilizados. Se mantiene la idea de que es la integración en la atención en
aspectos fundamentales del ser humano […] como ser biológico, psicológico y
social, lo que permite lograr una transformación y permanencia en la legalidad.
(Alcaldía de Medellín, USAID y OIM, 2007).
Con la implementación de este acompañamiento integral, se pretende
“potencializar un gran ideal social: ciudadanos graduados y comprometidos con
ellos mismos, con sus familias, con su comunidad, con su ciudad y
necesariamente, con su país” (Alcaldía de Medellín, USAID y OIM, 2007).
21

2.3 Referentes conceptuales
2.3.1 Subjetividad, identidad y sujeto. La subjetividad lejos de ser simplemente
lo más íntimo de una persona o lo propiamente suyo, como se ha entendido por
mucho tiempo, es, como lo expresa González Rey (2005), en la entrevista
concedida a Díaz (2005), “un sistema que se constituye en la historia de una
persona desde y dada la multiplicidad de consecuencias de la trayectoria social
de un sujeto singular, y que es inseparable de producción de sentidos
subjetivos de ese sujeto” (P. 6).
Este mismo autor define el sentido subjetivo como una compleja unidad, en la
cual se encuentran de forma inseparable procesos simbólicos y emociones:
“Para mí la unidad constitutiva por excelencia de la subjetividad es el sentido
subjetivo. Es ese espacio de relación inseparable de lo simbólico y lo
emocional donde uno generalmente evoca al otro pero sin ser su causa. De
esta manera, la subjetividad expresa la producción de sentidos subjetivos, la
cual se desarrolla dentro del universo de procesos objetivos de la vida social.
Es importante considerar el conflicto constante entre la subjetividad individual y
la subjetividad social, las cuales, como se ha mencionado, se constituyen
mutuamente, pero, al mismo tiempo intentan diferenciarse para lograr procesos
de identidad, que se dan tanto en la vía de la identificación, como en la vía de
la diferenciación:
El sujeto individual está implicado en forma constante en espacios
de la subjetividad social, y su condición de sujeto se actualiza de
forma permanente en la tensión que produce a partir de las
contradicciones entre sus configuraciones subjetivas individuales y
los sentidos subjetivos que produce en su tránsito por las actividades
compartidas dentro de los diferentes espacios sociales (González
Rey, 1997, p. 16).
De acuerdo con lo anterior, la identidad es una producción de sentido subjetivo;
ésta se asocia a lo individual, “yo soy”, y a lo social, “nosotros somos”: la
identidad es una producción de sentido subjetivo, que aparece a través de
contenidos diferentes, dependiendo del contexto y la situación particular de
22

cada sujeto (González Rey, 1997). De esto se desprende el hecho de que la
identidad no sea algo estático, sino que por el contrario, al integrarnos
emocionalmente en los espacios sociales, ésta cambia, ya que lo sujetos tienen
la capacidad de producir nuevos sentidos subjetivos, en los nuevos contextos
en los que se mueva y habite, lo que le permitiría la producción de nuevos
procesos de identidad.
Ahora bien, el carácter móvil de la identidad es un elemento relevante para su
comprensión; Castellanos y Puerta (2004) dicen al respecto: “Es una
construcción transitoria, es una elaboración transitoria del self, del sí mismo; no
es una construcción definitiva y mucho menos una sustancia” (p. 38). Es así
como se comprende la identidad en movimiento, no es estática y está
atravesada por una temporalidad y una historia, además de que puede ser
situada.
De lo anterior puede inferirse que no hay sólo una identidad, sino que podemos
hablar de las identidades, las cuales se construyen a partir de las demandas
socioculturales, es así como pueden ser entendidas como construcciones
sociales. Henri Tajfel (1984) aporta caracterizaciones importantes:
Deriva [la identidad] del conocimiento de su pertenencia a un
grupo (o grupos) social junto con el significado valorativo y
emocional asociado a dicha pertenencia (p. 292).
Se evidencia entonces, que el individuo procura incorporarse a su contexto,
dando respuesta a aquello que éste le demanda, configurándose así un
proceso de identificación con aspectos específicos que le van perfilando como
aquel individuo que puede pertenecer a un grupo, permitiéndose a la vez la
posibilidad de decidir frente a aquello que le interesa y aquello que no.
En este orden de ideas, toda subjetividad e identidad, están encarnadas en un
sujeto; toda subjetividad se da en un sujeto a manera de configuraciones
subjetivas. Por tanto, “Hablamos del sujeto encarnado (…), en tanto lo
constituye, integra todos los registros de su existencia, porque en esa
subjetividad también está el cuerpo, el sentido del cuerpo.” (p. 6). De igual
manera, hay que establecer la diferencia entre individuo y sujeto, considerando
23

“al individuo como la especie, y al sujeto como el individuo que toma un camino
de subjetivación particular y genera sus propios espacios dentro de los
espacios sociales institucionales” (González Rey, entrevistado por Díaz, 2005,
p. 7).
El sujeto es activo, generador de procesos de subjetivación que son
constitutivos de sentidos y significados en el escenario en que actúa, dentro del
cual está comprometido con una actividad pensante que también es
generadora significados y de sentidos, los que representan parte de procesos
de subjetivación de la personalidad, que están más allá de las posibilidades de
significación del sujeto en el espacio de su acción (González Rey, 2002).
2.3.2 Sentimientos. Las emociones constituyen una dimensión “esencial y a la
vez paradójica de nuestra existencia humana” (Fericgla, 2001). Su estudio es
uno de los campos de investigación más complejo y es por ello que
actualmente prestan atención a su estudio diversas ramas de la ciencia. La
emoción, aquello de lo cual ningún ser humano puede estar exento, ha sido
considerada en la cultura occidental como posesión o cualidad individual
(Gergen, 1994, p. 269), el yo como unidad independiente y las emociones
como rasgos constitutivos del mismo (Gergen, 1994, p. 259).
Una visión integradora de la emoción, es otra de las ideas sobre la
comprensión, ya más reciente de la misma. Tal visión es claramente expresada
por Siegel (2007), cuando dice que “las emociones representan procesos
dinámicos creados dentro de los procesos del cerebro que evalúan el sentido y
están socialmente influidos” (pp. 184-185).
Las emociones comprendidas desde su dimensión social, nos obligan a
cambiar el lugar referencial que se centra en el yo individual y situarlo en la
esfera de la relación (Gergen, 1994), cambiando así, el modo de comprender
términos que han sido entendidos desde el enfoque individualista, sin
necesidad de cambiarlos por otros. Por ejemplo, si lo racional, asociado
generalmente a la mente individual no es un producto de ésta, “sino el
resultado de la participación en rutinas locales de intercambio, entonces
24

podemos empezar a examinar una recolocación más importante de lo
cognitivo” (Gergen, 1994, p. 268), lo que también puede servirnos para las
emociones.
Para comprenderlas con la óptica de la relación, las emociones han de ser
definidas y diferenciadas de los sentimientos, los afectos y la pasión, sin
desconocer además, sus interrelaciones. A pesar de la importancia ya
constatada de la emoción, “hasta la fecha no existe una completa claridad
acerca de qué son las emociones” (León, 2006), aún así, una posibilidad
aceptada actualmente, la cual se adoptará en esta investigación, es que las
emociones “pueden considerarse como estados del organismo generados
como respuesta a situaciones relevantes en relación con la supervivencia o la
reproducción” (Aguado, 2002, p. 1162). Tales estados implican “patrones
complejos de respuestas [tanto a situaciones externas como internas]
fisiológicas [sudoración y taquicardia, por ejemplo] y conductuales [gritar o
llorar en el caso de los seres humanos], que permiten al animal afrontar tales
situaciones de la forma más eficaz y adaptativa” (Aguado, 2002, p. 1162). Sin
embargo, un sencillo ejemplo demostrará que el organismo puede tener
reacciones fisiológicas iguales, ante situaciones que darían como resultado
sentimientos muy diferentes; así, una reacción fisiológica como la sudoración o
la taquicardia, podría estar relacionada con una situación alegre o aterradora,
por lo tanto, ¿qué es lo que le otorga la significación a la emoción? ¿Qué es lo
que permite al ser humano (teniendo en cuenta una misma reacción fisiológica)
decir “siento alegría” o “siento tristeza”? En este sentido, podemos decir que es
su dimensión social (relacional), unida a su cultura e historia específica, lo que
le permite al individuo “decodificar” la emoción para así llegar a decir que eso
que siente se traduce en uno u otro sentimiento; siguiendo a Fericgla (2001),
podemos afirmar que “los sentimientos son emociones que han pasado por la
razón y la conciencia, que son emociones culturalmente codificadas y que, por
tanto, tienen algo de artefacto, forman parte del mundo (…) de los humanos”
(p. 231). Las emociones entonces, formarían parte “del mundo primero, del que
se experimenta de forma inmediata” (Fericgla, 2001, p. 231) y los sentimientos
se referirían a la significación que el sujeto le otorga a esas emociones. Tal
25

significación es social y cambia según las relaciones y lugares en donde se
realiza.
Siguiendo con el intento de clarificación de la emoción y conceptos afines, el
afecto, por su parte, es “el modo en que un estado emocional interno se revela
externamente” (Siegel, 2007, p. 190), el cual aparece con señales no verbales
y revela la naturaleza primaria, no diferenciada, de las emociones. Los afectos
poseen “valencia, que puede ser positiva o negativa, así como una alta baja
activación” (Fernández y Carrera, 2007, p. 299). En cuanto a la pasión, “no es
un proceso afectivo muy profundo, de gran intensidad y que es capaz de
dominar la actividad de la persona (…). Conlleva la focalización en un único
objetivo relacionado con el objeto de pasión” (Fernández y Carrera, 2007, p.
300).
Ahora bien, los sentimientos emergen “de la interpretación que cada uno hace
de la situación, no de la situación misma, y este hecho implica la existencia de
una relación muy estrecha entre las emociones, la cognición y el
entrenamiento cultural” (Fericgla, 2001, p. 230), lo que nos da pie para afirmar
una vez más que los sentimientos son emociones que han pasado por la
consciencia y la razón, “emociones culturalmente codificadas y que, por tanto,
tienen algo de artefacto” (Fericgla, 2001, p. 231). Una consideración final
obliga a ser reiterativos: lo que da la significación a las expresiones
emocionales es que éstas se encuentren “insertadas en secuencias
particulares temporales de intercambio. En efecto, son constituyentes de las
narraciones vividas” (Gergen, 1994, p. 275), es por esto, que podemos decir
que un ser humano en una situación dada, en un momento preciso de su vida,
en un contexto determinado, no reacciona, ni siente, de la misma forma que en
otro momento de su historia. En otras palabras, “la emoción - y en especial los
sentimientos- nacen de la interpretación de las situaciones, [y de los contextos
relacionales en donde surgen] no de las situaciones en sí mismas y de ahí
también que la vida emocional debiera convertirse inmediatamente en objeto
de estudio prioritario de la antropología cultural” (Fericgla, 2001, pp. 241-242) y
de la psicología.
26

2.3.3 Ciudadanía
La concepción clásica de ciudadanía remite a Thomas Herbert Marshall (1950,
citado por Villarreal, 1999)) para quien la ciudadanía era un “conjunto de
derechos sociales, civiles y políticos que podían ser disfrutados en forma
igualitaria por todos los miembros de la comunidad” (Villarreal, 1999, p. 1). Hoy,
un reconocimiento a una noción múltiple de ciudadanía, con variados sentidos,
se hace necesario, así como una discusión sobre su “estatus, su contenido, su
pertinencia (…), su relación con el Estado y la sociedad civil” (Villarreal, 1999,
p. 1).
En este orden de ideas, la noción de ciudadanía permanece en constante
transformación; el significado que se le atribuye responde a condiciones
culturales, sociales, políticas e históricas sobre las que se produce la
subjetividad de aquellos que dan sentido a este concepto, por ende, existen
múltiples perspectivas para abordar esta categoría conceptual.
En este estudio comprenderemos ciudadanía, en primera instancia, como el
conjunto de normas que guían la relación entre el individuo y la sociedad
(Durston, 1999), por lo cual, ésta sería el marco que hace posibles las
condiciones para una participación posible. Para el autor, la ciudadanía pasa
de ser posible a ser activa o ejercida, cuando:
Se ocupa de los temas de preocupación de la colectividad
Hace escuchar su voz en la discusión pública de esos temas
Es productor de ideas y mensajes y no sólo receptor y consumidor
Comunica propuestas de solución a la colectividad
Se reconoce el derecho de todas las personas al ejercicio de la
ciudadanía
Se crean espacios para su ejercicio
Los ciudadanos reciben apoyo y escucha a sus propuestas e
inquietudes
Se establecen reglas que permitan que todos puedan ejercer la
ciudadanía en forma equitativa
27

Una interesante relación entre poder, ciudadanía y subjetividad, es planteada
por Villarreal (1999), relación que permitiría el ejercicio de la ciudadanía como
“práctica social emancipatoria y no solamente como categoría teórica” (p. 2).
“La ciudadanía sin subjetividad conduce a la normalización” (Villarreal, 1999, p.
2), es decir a la forma actual de dominación cuya eficacia está en la
identificación con los poderes-saberes que en los sujetos son ejercidos. En
cuanto al poder, se trata para este autor de no considerarlo como una forma de
dominación masiva y homogénea, sino tener presente que el poder
Desde una perspectiva Foucaltiana tiene, desde una dinámica en
la construcción de ciudadanía, por lo menos las siguientes
implicancias: responsabiliza a las personas (…), abre
posibilidades de identificación (…) [y/o] estrategias de resistencia
y construye ciudadanía porque construye ciudadanos (Villarreal,
1999, p. 3).
Ahora bien, la principal alternativa para el ejercicio de la ciudadanía será la
construcción dinámica, el empoderamiento de los diversos sujetos sociales, ya
que “un aspecto importante para sacudirnos de las posiciones d impotencia,
agobio, apatía o indiferencia, es la comprensión de que lo que nos impide
cambiar el curso de los acontecimientos está siempre vinculado al modo como
interpretamos la realidad, damos sentido a nuestras acciones y nos atribuimos
(o no) responsabilidades en su devenir” (Villarreal, 1999, p. 3) y por supuesto,
las acciones que se derivan en consecuencia.
De lo anterior podemos inferir que una práctica activa de construcción de
ciudadanía requiere por lo menos (Villarreal, 1999, p. 3):
1. Protagonismo: los ciudadanos pueden, deben y saben
2. Poder: que deviene de las interacciones
3. Responsabilidad: por las decisiones y las prácticas.
4. Ética: desde la tolerancia y el respeto como principios fundamentales.
5. Vida cotidiana: la categoría ciudadanía debe ser pensada desde sus
implicaciones en la vida cotidiana, ya que es allí donde se materializa el
ejercicio y puesta en escena de principios y modos de funcionamiento
que afectan a las personas.
28

6. Reflexión: sobre estrategias que permitan a las personas preguntar y
preguntarse sobre la construcción de la ciudadanía.
7. Pensar en red: como práctica política de sujetos sociales, considerando
la complejidad de la historia como proceso abierto, la necesidad del
acuerdo y la negociación como bases de la convivencia, con una visión
modesta y heterogénea del poder para transformar lo cotidiano.
Ahora bien, el ejercicio de la ciudadanía puede así comprenderse desde la
óptica de las prácticas, las cuales comienzan en la vida cotidiana, prácticas que
no son difíciles, sólo conllevan efectos que responsabilizan a los sujetos
sociales y los empoderan. Ejercer la ciudadanía y no sólo teorizar sobre el
concepto, es la vía para una construcción legítima de ciudadanos, que puede
permitir un protagonismo y un ejercicio del poder que permita transformar la
vida cotidiana y por ende lograr, en el caso de los excombatientes la
reinserción a la vida civil.
29

3. METODOLOGIA
”Antes ocurría a menudo que, de un montón de bocetos, escogía aquel que me
parecía más apropiado para la técnica que en ese momento gozaba de mi
predilección. Hoy escojo, de entre las técnicas que he aprendido, aquella que
me parece la más apropiada para representar el tema que en ese momento
absorbe mi fantasía” (Escher, 2006, p. 7).
La presente investigación está guiada por los postulados básicos del
constructivismo, como paradigma de investigación (Guba y Linconl, 2000) cuya
intención e interés son las realidades locales, contextuadas y específicamente
construidas, como lo son la identidad y los sentimientos. Por ende, asumimos
un relativismo ontológico de estos, es decir, se entienden en relación y no
como sustancias absolutas, depositadas o localizadas en los individuos.
Esta misma naturaleza ontológica permitió comprender los sentimientos y la
identidad social a través de la relación que se estableció con los colaboradores
(desmovilizados), la cual fue dialógica y constructiva, permitiendo así el
conocimiento que interesaba. Inicialmente se exploró el contexto en el cual los
colaboradores interactuaban (un Centro de Formación), el cual además, es el
sitio de trabajo cotidiano de la investigadora del estudio; lo anterior facilitó en
cierta medida la apertura y disponibilidad de los colaboradores y su
participación en la investigación (las dificultades se expondrán más adelante).
Esta exploración inicial se realizó con visitas a diferentes grupos (cinco en
total) los cuales reunían entre 15 y 20 estudiantes por grupo del Centro de
Formación; la intención con esta primera aproximación era realizar un rastreo
que permitiera detectar los interesados en el tema de investigación (se contaba
de manera general la intención y los interesados se reunían posteriormente con
la investigadora). Después de este primer ejercicio de exploración, se interesan
diez estudiantes (desmovilizados en proceso de reinserción), a los cuales se
les cuenta detalladamente los pormenores del estudio, la intencionalidad, los
objetivos, los alcances y los asuntos de privacidad, anonimato y ética. El
resultado final de este encuentro es un colaborador interesado y nueve
estudiantes que rechazan participar en el estudio, pero que “recomiendan” a
30

otros que podrían interesarse. Las principales razones para negarse fueron:
miedo a que se supiera su identidad (aún después de haber realizado el
encuadre de la confidencialidad), poco interés o poco tiempo en facilitar
encuentros periódicos con la investigadora y desánimo por la falta de incentivo
económico por su participación (dinero).
La población desmovilizada, presenta en muchos casos desconfianza, timidez
e incluso reacciones agresivas cuando sienten que se quiere acceder a sus
vivencias y experiencias, características éstas conocidas por la investigadora,
por lo cual no fue extraño el resultado obtenido. Con el colaborador interesado,
se inician conversaciones informales que buscaban establecer un ambiente y
un contexto de confianza, aclarando que se tenía la ventaja de que era
conocido para la investigadora, solo que a partir del momento la relación se
modificaba y por ende el contexto de las relaciones. Este colaborador además,
hace las veces de portero, indicando y recomendando otros posibles
colaboradores, ejercicio beneficioso, ya que otros dos colaboradores se
vinculan al estudio. Posteriormente, con la técnica bola de nieve, otros dos
participantes se integran, conformando así, un grupo de cinco colaboradores
constantes durante el trabajo de campo y análisis. Es importante aclarar, que
en el transcurso de los dos años de la investigación, se tuvo contacto con
múltiples colaboradores informales, que accedían a entrevistas abiertas e
incluso a narrar por escrito experiencias, que contribuyeron a la comprensión
del fenómeno y a la construcción e interpretación que aquí se propone. Es de
gran importancia aclarar que al mismo tiempo que con el estudio se iba
haciendo parte de la realidad y universo de sentido de los colaboradores, fue
inevitable hacer parte de esa misma realidad, afectarse por ella, reconociendo
además, que se está permanentemente atravesado por las construcciones
sociales por parte de los sujetos y el fenómeno en cuestión.
En cuanto al muestreo, fue intencional y tuvo tres niveles: un primer nivel de
exploración, en el cual se tuvieron en cuenta criterios iniciales de selección
como: rango de edad, género, escolaridad, tiempo de participación en la
Organización armada, estado civil, estatus/posición en la Organización armada
y en la civilidad y pertenencias sociales actuales. En este primer nivel de
31

muestreo los colaboradores elegidos realizaron el papel de “porteros”, como
aquellos que nos relacionaron con otros posibles colaboradores, lo que nos
interconectó con el segundo nivel del muestreo, en el cual la técnica de “bola
de nieve”, posibilitó, con el acercamiento a nuevos colaboradores, validar
hallazgos parciales. En el tercer nivel, el muestreo teórico, nos propusimos
hallar colaboradores que nos permitieran validar las hipótesis interpretativas y
teóricas o identificar caso alternos o extremos, o si es del caso negativos.
En total, 16 colaboradores (5 mujeres y 11 hombres) participaron del estudio,
para conformar así la unidad de trabajo fundamental: excombatientes de las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), quienes viven en diversas comunas de
la ciudad de Medellín y presentan diferentes niveles de escolaridad, desde
primero de primaria hasta estudios técnicos. En cuanto a sus edades, oscilan
entre los 24 y los 29 años y su tiempo de participación en la guerra varía,
desde los 3 años hasta los 13 años. Sobre los cinco colaboradores
permanentes del estudio se podría añadir, además de lo anterior:
Tres de ellos pertenecieron a las AUC (dos hombres y una mujer), con
tiempos de participación variados: 5, 8 y 11 años respectivamente.
Dos, pertenecieron a las FARC (una mujer y un hombre), con 8 y 5 años
de participación, respectivamente.
Cuatro se encontraban estudiando en formación académica (entre 6° y
11°) y uno estaba terminando la formación técnica, con miras a continuar
con estudios tecnológicos.
Los cinco tenían parejas afectivas y sólo la excombatiente de las FARC,
tenía dos hijos.
En este orden de ideas, habría que anotar que para estudiar la construcción de
la identidad y de los sentimientos, acudimos a la interpretación, en la medida
en que como investigadores debimos no sólo acceder a ellas por la vía
dialogal, sino que tal construcción estuvo mediada por la significación de las
experiencias que fueron narradas y que fueron objeto de discusión durante los
encuentros con los colaboradores antes mencionados. Este enfoque
metodológico interpretativo es una propuesta en la cual la realidad social se
32

comprende como un texto que puede ser interpretado y reinterpretado. Lo
anterior permitió comprender la realidad de los sentimientos y de la identidad
como cambiante (se tiene en cuenta el carácter histórico de sus construcciones
y se ajusta a los diferentes contextos), múltiple (no busca verdades únicas),
dinámica (los significados que se construyen surgen de la interacción social y
se van modificando), trenzada (no hay sentimientos puros ni identidades puras,
hay bricolajes configurados por articulaciones y conjunciones de sentimientos e
identidades sociales) y en tensión permanente (se producen en sistemas de
relación que entran en tensión con situaciones, otros sentimientos, recuerdos y
demás).
En este orden de ideas, se trabaja con la teoría fundada y su método de
análisis comparativo, con el cual se pudo generar conocimiento contextuado,
capturando y analizando los datos sistemáticamente. Es de esta forma como
fue surgiendo durante la investigación la teoría, gracias al interjuego entre
procesos de análisis y recolección de datos. El análisis interlineal de los relatos,
permitió crear categorías emergentes de los datos mismos, las cuales iban
siendo depuradas, contrastadas y mejoradas con los datos y la revisión
bibliográfica que se iba realizando. Así mismo, la ayuda técnica del Atlas-Ti y el
uso apropiado de Excel, permitió poner en relación y diálogo las categorías y
los referentes teóricos.
Ahora bien, la investigación busca comprender el papel social de los
sentimientos en la construcción de la identidad de desmovilizados del conflicto
armado colombiano, en el espacio de sus experiencias cotidianas, contando
con los recuerdos de sus experiencias pasadas en el grupo armado. Se trata
entonces de comprender la significación de la realidad para los colaboradores,
prestando atención además a la relación que se construyó entre investigador-
colaboradores, la cual se caracterizó por:
Dificultades: como el uso del espacio para los encuentros, ya que la
mayoría de éstos se realizaron en el Centro de Formación donde
estudiaban los colaboradores (y lugar de trabajo de la investigadora
principal) y variadas situaciones hacían que se interrumpieran las
entrevistas.
33

Contexto institucional en el que se hallan los desmovilizados: lo cual
puede incidir en la narración de sus experiencias pasadas y presentes,
ya que el hecho de pertenecer al proceso de DDR, puede llevarlos a
despreciar su pasado social. Es posible, aunque no es el objetivo del
estudio, que combatientes activos construyan sentimientos distintos,
incluso prevalecer los prosociales al interior del grupo armado (es una
hipótesis interesante para estudiar).
Contexto institucional en el que se halla la investigadora: lo cual al
comienzo dificultó el trabajo investigativo, ya que los roles
investigadora/trabajadora, desarrollados en un mismo espacio físico,
dificultó en principio la tarea investigativa. Tal inconveniente pudo
sortearse exitosamente, gracias al apoyo y contextualización del director
del trabajo, quien recordó la diferencia de los roles que se asumen y la
importancia de ser investigadora, aún en el contexto laboral.
La dificultad inicial para que los colaboradores entraran en confianza
para hablar de sus experiencias pasadas y presentes.
Confianza adquirida en el transcurso del estudio: facilitó los encuentros,
el estudio y la simpatía necesaria para profundizar en el estudio de los
sentimientos y la identidad.
La decisión del diseño específico fue estudio de casos múltiples, en la medida
en que posibilita comprender múltiples visiones del fenómeno, para construir
así interpretaciones multiversas y complejas, sobre esa articulación de
identidad y sentimientos. Permite además producir, analizar y presentar la
información de forma detallada sobre la construcción de la identidad social y el
papel de los sentimientos en tal proceso.
Ahora bien, la unidad de análisis de nuestro trabajo es la identidad; además, el
proceso de construcción de categorías, se desarrolló en diferentes momentos
que iban avanzando hacia la profundización. En cuanto a las unidades de
estudio están dadas por las siguientes categorías:
Pertenencias sociales y adscripciones identitarias (que definen
alteridades y formas de relación específicas).
34

Posiciones sociales, las cuales dependen de situaciones y contextos
específicos.
Significaciones valorativas y emocionales de los marcos de referencia,
especialmente aquellos presentes en las tres experiencias: derechos,
deberes, supuestos y creencias, que permiten la adscripción identitaria
(¿combatiente o ciudadano?)
Sentimientos, prestando atención a tres grupos de sentimientos:
S.A.S.E, de poder y prosociales, sin desconocer el entramado universo
de sentimientos que también son construidos y que no están desligados.
(Nota: estas categorías de sentimientos emergieron de la fase previa de
exploración y construcción del problema y se fueron validando
paulatinamente con las sucesivas entrevistas y el análisis de los datos)
Narrativas de diferenciación y reconocimiento (autoreferencias), que nos
permitirán conocer el modo como se definen identitariamente nuestros
colaboradores.
Aceptando que el fenómeno a estudiar era complejo, y sobre todo un tema
vetado en muchos contextos de la vida y experiencias de los excombatientes,
las técnicas de recolección de datos consistieron en:
Entrevistas individuales abiertas, con marcadas características de
conversación, por su nivel de confianza e informalidad, esto unido a la
participación comprometida de los colaboradores y su disposición para
hacer parte del estudio.
Relatos escritos por parte de los colaboradores, sin olvidar la
observación como técnica que acompañó el estudio, con el propósito de
atender las señales corporales significativas que acompañaron el
discurso sobre los sentimientos y su relación con el entorno social en el
que se expresan. Estas dos técnicas fueron relevantes al momento de la
comparación y complejización de las categorías y el escrito final.
La revisión documental como insumo para ubicar, rastrear y complejizar
las categorías emergentes del fenómeno estudiado.
Las entrevistas individuales nos permitieron, en primera instancia, realizar una
descripción de tendencias, y en segunda instancia, profundizar las hipótesis
35

interpretativas y definición de categorías emergentes; esta técnica utilizada con
una mirada juiciosa y una observación detallada, nos permitió lograr lo que
plantea Martínez (2004): “privilegia la interacción discursiva y la contrastación
de las opiniones de sus miembros” (p. 59), lo que nos permitió acercarnos a su
discurso sentimental e identitario.
Dada la complejidad del estudio, fueron necesarios varios encuentros con cada
uno de los participantes; dicha información se iba transcribiendo y cotejando
con referentes teóricos y expertos en el tema (profesionales que trabajan en el
proceso de DDR en Medellín, con quienes realizamos triangulación, como
forma de cotejar y aclarar), lo que sirvió de base para la descripción,
interpretación y comprensión del papel social de los sentimientos en la
construcción de la identidad. La revisión de la totalidad de las entrevistas y
narraciones escritas, permitió detectar semejanzas y diferencias en las
diferentes narraciones, experiencias y vivencias de los colaboradores, lo cual
sirvió para ir comprendiendo el entramado complejo del fenómeno en estudio.
En cuanto al proceso metodológico, este fue en espiral, en él las diferentes
fases pudieron ser desarrolladas progresivamente, sin volver al punto inicial.
Las tres fases, en las cuales se desarrollan los momentos (nos referimos a
producción de información, sistematización y análisis), pueden resumirse en:
fase descriptiva, fase interpretativa y fase de constitución de sentido (Cifuentes,
Osorio y Morales, 1993). Para nuestro estudio, y como un ejercicio de
“organización didáctica” 5 , las diferentes etapas fueron:
1. Muestreo exploratorio e identificación de porteros y colaboradores.
2. Profundización documental: teórica e investigativa.
3. Elaboración de guías iniciales de entrevista.
4. Entrevistas individuales.
5. Sistematización de primeras entrevistas.
6. Descripción de tendencias.
7. Hipótesis interpretativas y definición de categorías emergentes.
8. Nuevas decisiones de muestreo para ampliar o validarlas.
9. Profundización por entrevistas individuales.
5 Se refiere a la organización secuencial de las diferentes etapas, que en la práctica
investigativa, pueden encontrarse o incluso darse simultáneamente.
36

10. Sistematización y validación de hipótesis relacionales.
11. Confrontación de hallazgos parciales con la literatura o el conocimiento
acumulado.
12. Producción teórica y validación.
Cabe reiterar, que la metodología es interactiva y se produjo sobre la base de
encuentros permanentes y recurrentes con colaboradores, expertos, material
bibliográfico, para lograr niveles de profundización cada vez mayores; además,
la naturaleza construida, histórica y relacional de los sentimientos y de la
identidad, nos demandaron flexibilidad y apertura en los encuentros con los
colaboradores, de ahí que se privilegió un diseño flexible, el cual permitió la
posibilidad de advertir durante el proceso investigativo situaciones nuevas e
inesperadas, que implicaron cambios en el problema de investigación, sus
propósitos e incluso las técnicas a utilizar. En este orden de ideas, se valora la
información que surge de los momentos informales que se comparte en
diferentes espacios con los colaboradores.
De otro lado, las consideraciones éticas fueron presentadas a cada uno de los
colaboradores así: en primer lugar, se consignaron en un formato 6 los
propósitos del estudio y el aseguramiento de la confidencialidad de la
información personal, formato que fue firmado por cada uno de los
participantes de la investigación. En segundo lugar, se elaboraron otras
consideraciones éticas presentadas en el encuadre de las entrevistas, en el
que se indicaron las normas que la rigen y que al aceptarlas se constituyen en
un pacto ético de carácter simbólico, que rige tanto para cada uno de ellos,
como para el investigador. No obstante, la relación también se orientó
éticamente, es decir, las contrapartes activas de la investigación se colocaron
en su condición de sujetos y se relacionaron en condiciones de horizontalidad,
reconocimiento y diferencia, sin pretensiones de saber/poder, dados los
diferentes lugares que ocupan en la estructura social, aunque hay que
reconocer, que esto se tuvo que construir paulatinamente, por que en esto, “no
se nace aprendido”.
6 Ver Anexo 1.
37

Como pasa con cualquier estudio, los alcances son limitados y los
inconvenientes variados y múltiples; para este caso en particular, el contexto
institucional en el cual se encuentran insertos los excombatientes, puede influir
en un momento dado sobre los relatos/recuerdos de la experiencia en el grupo
armado; además, el hecho de que la investigadora principal fuera parte del
equipo de funcionarios del programa de DDR que atiende en Medellín, facilitó
el estudio en algunos momentos, pero en otros lo dificultó, ya que para algunos
participantes, fue difícil separar el contexto laboral (en el cual la identificaban
desde tiempo atrás), con el contexto de la investigación. Más aún, para la
misma investigadora, sobre todo al comenzar el estudio, tales interrogantes
sobre su rol, se presentaron, pudiéndose llevar a buen término, al igual que el
estudio.
La producción del texto final fue un proceso complejo y arduo que demandó
esfuerzo y rigurosidad con las interrelaciones de datos, referentes teóricos,
literatura, poesía, música y sobre todo creatividad e ingenio al momento de la
producción teórica. Escribir fue una experiencia de aprendizaje y refinación, ya
que el texto tuvo que pulirse en varias ocasiones, buscando un resultado final
de buena calidad y coherente en cuanto a metodología, diseño, objetivos,
producción teórica; además, uno de los insumos relevantes para nuestra
producción teórica fue la relación con la vida cotidiana y sus matices: un
comentario desprevenido de un experto o un colega, un chiste, un sentimiento
expresado o simplemente un silencio inspirador, que dio el impulso generador
del producto construido.
Finalmente, el resultado final, que es más bien un resultado parcial, es
producto de una manera particular como pensamiento, creatividad y rigurosidad
se entrelazaron, tejiendo elementos empíricos y teóricos para construir la
interpretación realizada, todo esto sin olvidar la subjetividad, herramienta que
sirvió para acercarse al universo de sentido de los colaboradores y lograr así, la
comprensión del fenómeno en estudio.
38

4. TRES EXPERIENCIAS, MÚLTIPLES SENTIMIENTOS: IDENTIDAD EN
VÍA DE CONSTRUCCIÓN.
A continuación se hará una descripción de las experiencias por las cuales
transita el sujeto hasta llegar a la reinserción a la vida civil, la cual transcurre
por tres fases.
El proceso de Desarme, Desmovilización y Reintegración (DDR), implica, en
primera instancia, un cambio de lugar, el cual remite a un paso de un entorno
de guerra a un entorno social, político y jurídico caracterizado por la civilidad, el
sometimiento a la ley del Estado y el acogimiento a las ofertas sociales para la
reproducción de sus condiciones de vida.
Ahora bien, la construcción identitaria de los desmovilizados en la civilidad
(ahora que se han desmovilizado y están en camino hacia la reintegración
social y política), involucra las experiencias por las cuales éste ha transitado.
Por ende hay tres experiencias que podríamos llamar “históricas”, cada una se
construye y toma sentido en momentos históricos particulares de la vida del
excombatiente y del país; tales experiencias pueden ser diferenciadas y
descritas según los escenarios y/o sentimientos construidos allí. Con esto no
queremos decir que sean procesos subjetivos lineales, homogéneos y
sencillos, antes bien, son complejos, caóticos y borrosos entre sí: experiencias
y sentimientos que se crean en unos escenarios, están presentes en otros;
sentimientos que se ven claros en algunos momentos, resultan confundidos
con otros, de lo cual se puede suponer, para iniciar, la necesidad de resolver
por parte del sujeto, quién es, según lo que siente , en cada instante de su
paso por estos tres momentos históricos que serán descritos.
Acudiremos a la creación de un recurso retórico: la invención de personajes,
con los cuales se recrearán tanto las experiencias como los relatos acerca de
ellas y de los sentimientos que les acompañan. Pasaremos por lo tanto del
habla individual, al personaje, para de esta manera acudir a la ficción como
Esta expresión representa con otras palabras lo que se llamaría una identidad emocional.
39

estilo de exposición, y retornaremos al sujeto de la acción y el discurso para
hacerlo hablar en primera persona, cuando sea conveniente.
Al tratar de comprender las historias de los sentimientos de los personajes,
bien sea los vividos durante la guerra o por las nuevas experiencias de
transición a la vida civil, se descubren una serie de procesos psicosociales que
no se entenderían si no nos sumergimos en ellas. Los personajes se
reinventan, cambian, se transforman o permanecen. Son historias de luchas
por la identidad, de tránsitos dolorosos, e incluso, con sabor a vida cotidiana,
sólo que en escenarios que van variando, lo que les da, de por sí, una impronta
particular. Las experiencias las hemos definido así: la de la participación en un
grupo armado (P.G.A), la de la transición a la vida civil (T.S.C) y la de la
participación en la vida civil (P.V.C).
Los personajes de esta historia son desmovilizados de las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC). Viven en diversas comunas de la ciudad de Medellín y
presentan diferentes niveles de escolaridad, desde primero de primaria hasta
tecnología. En cuanto a sus edades, oscilan entre los 24 y los 29 años y su
tiempo de participación en la guerra varía, desde los 3 años hasta los 13 años.
La construcción del sujeto combatiente se da en el marco de las
organizaciones armadas a las cuales perteneció; no obstante el sujeto político
al cual también se hará referencia, se produce tanto en la transición política,
jurídica, social e identitaria que experimenta cuando se desmoviliza, como en
su inserción y pertenencia definitiva a un nuevo contexto y a un modo de ser: la
ciudadanía y el ciudadano. La descripción de las tres experiencias no pretende
ser exhaustiva, sin embargo, es de vital importancia para comprender la
transición identitaria de los excombatientes y el papel social de los sentimientos
en dicho proceso.
Ya sabiendo lo anterior, a continuación podrá sumergirse en la descripción del
tránsito, pocas veces fácil, que excombatientes han experimentado y han
querido compartir con nosotros. La invitación es también a realizar los tránsitos
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con los personajes que se han re-creado, acercarnos a los escenarios y
experiencias, para ocasionar una nueva comprensión.
4.1 P.G.A: Cómo ser combatiente y casi morir en el intento
Primera experiencia: participación en un grupo armado (P.G.A)
Personajes centrales: un combatiente raso con poder, ¡que también sufre! – un
combatiente raso con poder, ¡que también goza!
Otros personajes: compañeros del frente o escuadra, jefes o superiores,
enemigos, civiles.
Escenarios en que se desenvuelve: “el monte”, “la guerra”, “la organización”
Esta historia trata de unos personajes que desconciertan. Un combatiente que
se hace cada vez fuerte, poderoso y goza, cuando lucha y defiende razones
diversas: la libertad, la justicia, la ideología propia de la Organización a la que
pertenece, la Patria…, que sufre porque, como nosotros, es un ser humano,
sólo que con uniforme camuflado y una o más armas destructoras, las que
emplea para el ataque o la defensa de su vida, y que se somete a las órdenes
de una autoridad no instituida legalmente. Este combatiente que sufre y goza,
participa, según momentos particulares, en alguno de tres escenarios. En ellos,
variando según sea el escenario, come, duerme, batalla, se enamora, e incluso
asesina un compañero para lograr un mayor estatus en la Organización.
“El monte” es el escenario de la vida cotidiana; para comprenderlo mejor
imagine el lector que se encuentra en su hogar, el sitio en donde puede realizar
actividades tan cotidianas como dormir o comer o tan íntimas como hacer el
amor o pelear con su pareja. La “vida en el monte” es la situación que
transcurre en el escenario señalado y en el cual un combatiente puede realizar
diversas actividades (puede corresponder a la montaña, la selva, la llanura, las
riveras de un rio, o si se quiere, entre la vegetación, el entorno natural). La
“vida en el monte” es azarosa, incierta, sufrida y angustiante, no obstante el
combate sea asunto de un pasado reciente o de un futuro próximo. Lo
paradójico de este escenario, es que en tanto reporta cierta seguridad al
combatiente (pues no está en combate) y le “asegura” su vida, no asegura
41

comodidades. Las condiciones son inhóspitas, las emociones se quiebran, la
muerte acecha y la vigilia se extiende hasta el infinito de la noche:
“El monte no es un buen lugar pa‟ vivir, allá hay muchos animales, hace
frío y uno siempre vive preocupado y angustiado porque lo van a matar o
lo van a herir. Allá no se duerme y uno no sabe qué esperar” (Col. 8).
Este escenario es aquel en el que se come y se duerme, en el que se
construyen las relaciones sexo-afectivas, en el cual las combatientes se
enteran de que van a ser mamás y los combatientes de su posible paternidad,
en el cual hay preocupaciones diversas: por la salud y la enfermedad, por el
clima, por el entorno natural y por lo que allí pueda encontrarse. “El monte”, no
hace referencia a un lugar específico e inamovible, por el contrario, es un
escenario, que como los otros dos que veremos más adelante, se mueve; no
tiene una ubicación cardinal fija, aunque cuando se está en un lugar específico,
se hace necesaria tal ubicación. Pero, “la vida en el monte”, por su parte (que
es diferente de “el monte”) hace referencia, a unas condiciones psicosociales
creadas que permiten que tal escenario se constituya en espacio social
habitado y recreado en los momentos en los que se entra en interacción; es el
espacio de la interpersonalidad, es decir, de las relaciones cara a cara, en las
que se fabrican los guerreros combatientes, en las que se fabrica la hombría, la
valentía y el coraje que se requiere para el combate. La “vida en el monte”, es
además, el escenario para la reproducción material y el cuidado de sí y de los
otros, de ahí que la vigilia sea necesaria en este escenario, en el cual, por ser
un momento de parada formal, obliga a estar muy atentos ante el evento de
que haya algún movimiento, ruido o señal que alerte de la presencia de un
extraño, ya que el riesgo de perder la vida sería inminente.
Este último aspecto, el del cuidado y la vigilia, conecta directamente “la vida en
el monte” con el escenario de “la guerra” y con el de “la Organización”, ya que
se reproduce, no sólo lo cotidiano, sino que también se asignan
responsabilidades; se recibe la formación política que se requiere para
asegurar la permanencia, la fidelidad y la lealtad a la organización y se
aprenden las estrategias que se utilizan para reaccionar ante las amenazas del
entorno, particularmente las amenazas del enemigo y sobrevivir a sus ataques.
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El cuidado y la vigilia en “el monte”, son propias también de la guerra (cuidar de
sí) y la Organización (cuidar el comandante), tanto en cuanto a lo cotidiano,
que para un combatiente es la vida y la muerte, como a las estrategias que se
utilizan para reaccionar ante las amenazas del entorno, particularmente las
agresiones del enemigo en pleno combate:
“Yo era el que le guardaba la espalda al duro, ¿me entiende? Esa noche
sólo se oía bala, había un enfrentamiento con esos perros [las FARC] y
nosotros estábamos solos… nos dimos bala parejo con ellos y ya al
amanecer nos habían bajado a los dos compañeros y sólo quedábamos
mi comandante y yo, ahí fue cuando me dieron el tiro en la pierna; el man
que me disparó me vació una metralla completa” (Col. 9)
Como se ve, tales estrategias y enfrentamientos, también forman parte de la
vida cotidiana de un combatiente (para eso se ha o se le ha vinculado) pero
ligadas directamente a “la guerra” y “la Organización”. Ya se podrá vislumbrar
que estos tres escenarios de la experiencia de P.G.A, no están desconectados,
son tres escenarios en los cuales las experiencias se confunden y se
entremezclan. El cuidado de la propia vida y de la vida del otro (en los casos en
que se es el guardaespaldas del Comandante, o cuando se patrulla con otros
compañeros), es un deber tanto en “la vida en el monte”, como en “la guerra”
cuando hay enfrentamientos con el enemigo, y en “la Organización”, ya que si
no se obedece a la autoridad militar de ella, se paga con la vida:
“Aquí adentro se obedece o se muere… no hay más opción” (Col. 9)
Otro caso interesante de esta estrecha relación de los tres escenarios, es la
dotación del arma que se le otorga al combatiente. El arma en este escenario
cobra especial relevancia, ya que la vida está en juego, la del combatiente y de
todos aquellos que conforman “la Organización”. El arma o las armas que tiene
el combatiente como parte de la dotación que le da la “Organización”, es
herramienta útil de dominación y defensa. El enemigo asume el otro papel
principal en este escenario, ya que, de no existir, tampoco estaría presente el
escenario de la guerra. El enemigo es aquel que construido, por lo general, con
sentimientos cercanos al odio, la angustia, el resentimiento y el menosprecio,
está presente en los tres escenarios; es casi como si acechara constantemente
43

en la oscuridad de la noche y en la penumbra de los días; es el “cercano” más
lejano, es aquel que puede despertar los sentimientos más “oscuros”, los más
inquietantes, el que no se olvida y al que no se le perdona, pero
paradójicamente, el más desconocido:
“Uno tiene enemigos que ni siquiera sabe quiénes son. Uno simplemente
los llama así porque así le enseñaron a uno a llamarlos y cuando se los
mientan a uno, el pecho arde y la sangre se agita, como si el odio le
corriera a uno por las venas… pero si uno se pone a pensar ahora,
¿enemigo de quién si ni siquiera nos conocíamos?” (Col. 7)
El arma es el instrumento por excelencia para garantizar, hasta donde y
cuando sea posible, la seguridad: “mi única compañía” (Col. 3), como diría el
combatiente poderoso: compañía en las noches de vigilia o cuando duerme
(vida en el monte), compañía en “la guerra”, como aquella que da seguridad y
defensa en los enfrentamientos; y compañía en “la Organización”, como
herramienta útil de dominación:
“Mi arma era mi compañera era lo que abrazaba por las noches y lo que
podía cargar para defenderme en los días de puro monte y sol y agua y
verde, todo era verde” (Col. 3)
La vida cotidiana del combatiente, las relaciones y prácticas que se inscriben
en ella, están atravesadas por relaciones de poder, dominación, sometimiento y
regulación; y como cualquier práctica, a través de ella (como dice Medina
citando a Bourdieu, 2009), “se incorporan hábitos, disposiciones y se
construyen cuerpos” (p. 57), de ahí que las organizaciones armadas, a través
de esta regulación sistemática y diaria del sujeto, es como construyen el
sujeto de la guerra y lo adhieren a las dinámicas propias de la P.G.A. Aunque
esto va a variar de una organización (AUC) a otra (FARC), siendo la regulación
de la vida cotidiana menos calculada en las AUC, el eje que atraviesa las
Organizaciones armadas tiene un tinte de sometimiento y control. En
cualquiera de ellas, por ejemplo, nuestro poderoso combatiente que sufre y
goza debe tener todo el tiempo ocupado en múltiples tareas reguladas, lo cual
permite a la Organización mantener y ser depositaria del poder y del control;
una actividad constante permitirá el mantenimiento de los hábitos y prácticas
44

que han sido inculcadas, el sujeto-cuerpo queda disciplinado, entiéndase,
des-subjetivado. Sólo le queda sufrir en silencio, su “hombría” así se lo
indica. Para eso es socializado en el ámbito de la guerra.
La vida cotidiana de este personaje (el combatiente que sufre pero también
goza) difiere de cualquier otra en algunos aspectos, sobre todo en la dimensión
del sometimiento al que de alguna manera se enfrenta; realiza actividades
múltiples según las disposiciones de una autoridad (investida en una relación
de carácter militar) que tiene el poder para hacerle cumplir. Medina (2009),
citando a Goffman, nos esclarece este asunto. En una organización compleja
“… primero, todos los aspectos de la vida son desarrollados en el
mismo lugar y bajo la misma autoridad. Segundo, cada fase de la
actividad diaria de los miembros se lleva a cabo junto a muchos
otros que son tratados de la misma manera y a quienes se les
solicita hacer la misma cosa, juntos. Tercero, todas las fases de las
actividades diarias están fijadas en un horario, arregladas de
antemano, toda la secuencia de actividades es impuesta desde
arriba por un sistema explícito de reglas formales y un cuerpo de
oficiales (…). El manejo de muchas necesidades humanas… es la
característica primordial de las instituciones totales” (p. 58).
Es importante recordar que en las AUC, la regulación de la vida diaria del
combatiente es diferente en intensidad a la que se efectúa en las FARC; aún
así, existe una regulación “instaurada por tener que cumplir la guardia o tener
que cumplir determinadas tareas” (Medina, 2009, p. 67).
Los tratos recibidos y dados en las relaciones que se construyen en estos
escenarios, constituyen otra dimensión que los hace interdependientes y nos
permite comprender profundamente sus imbricados lazos; así, en la “vida en el
monte”, los tratos están regidos por las relaciones de poder y
sometimiento que en “la Organización” se instauran como componente
estructural de la misma, y que en “la guerra” se construyen como herramienta
para eliminar al contrario; es así como la “Organización” se convierte en el
único espacio de socialización y de construcción de relaciones y lazos sociales
para el combatiente.
45

En el escenario de “la guerra”, el poderoso combatiente, asegura y empuña el
arma para dar de baja a quienes no pertenecen a su frente de combate. El
enemigo solo es el diferente en objetivos, está en cualquier parte, sea civil o
militante de otro grupo armado. También como él, puede cargar un arma o
portar información que le pone en riesgo. Puede ser aliado de sus
contrincantes o actuar de acuerdo a la situación que más le convenga. Ante
este enemigo, no hay más que enfrentarlo, ya sea emboscándolo, asaltándolo
en su guarida por sorpresa, ocupando su territorio, bloqueando sus remesas o
capturando sus colaboradores o informantes. En todos los casos, como
combatiente, debe mostrar fuerza, decisión, dureza, intrepidez, valor y
desconsideración con ese enemigo. Las jornadas de enfrentamiento pueden
ser de medio día o de varios. “La guerra” es el escenario de exterminio del
contrario, aquel, que aún siendo un desconocido, debe ser eliminado pues “es
su vida o la mía”.
Este personaje ya no come ni duerme, sólo lucha y batalla, se defiende o lo
matan en combate; en este escenario la vida y la muerte se enfrentan
buscando la victoria; ser un buen y duro combatiente y más aún, personificar
todo lo que esto implica, es de vital importancia en este escenario, de ahí que
deba entrenarse y constituirse como tal; para ello, la iniciación en “la
Organización”, las prácticas y los entrenamientos son fundamentales: “Ser
combatiente en una Organización armada es un oficio, un quehacer, y por ende
es algo que se aprende en el tiempo a través de prácticas cotidianas y
representativas” (Medina citando a Bourdieu, 2009, p. 21).
“La vida en el monte” y “la guerra” se vinculan de tal modo que este personaje
hace de su vida cotidiana un recurso para la construcción y afirmación de su
identidad de combatiente (guerrero o soldado de una causa), la cual es
necesaria para seguir viviendo en las relaciones que demanda la participación
en esta experiencia de P.G.A que ahora nos ocupa. Nuestro personaje es
contundente al momento de hablar sobre la guerra:
“La guerra lo que hace es que uno pueda caminar por lugares cerrados
por los enemigos y nada más. La guerra aburre y cansa, es como si no
existiera nada más que eso y eso se le mete a uno en el cerebro y al final
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lo único que uno sabe hacer es disparar un arma, por eso es que somos
tan brutos pa‟l estudio, nada nos entra ya en la cabeza porque la violencia
se le mete a uno en el cuerpo y en todo”. (Col. 6)
Llegados a este punto, los relatos del personaje inquietan, sobre todo, cuando
refiere disfrutar el escenario de la guerra al principio, pero luego, cuando el
tiempo pasa, o más aún, cuando el dolor por las pérdidas se agudiza y la
muerte se hace presente y es el pan de cada día, nuestro combatiente sufre,
experimenta la guerra como un infierno:
“La guerra es un infierno, pero a veces es el único camino para hacer valer lo
que uno piensa, pero claro que ya las cosas adentro son de otro calibre… ¿me
entiende?” (Col. 6).
¿Cómo comprender esta aparente incoherencia? No hay tal, es justamente
este complejo armazón de la experiencia lo que permite darle nombre al
personaje o personajes de este apartado: poderoso combatiente que goza,
cuando se ve a sí mismo como aquel que “puede hacer valer lo que piensa” por
el solo hecho de cargar un arma o cuando se enfrenta cara a cara con el
enemigo, cuando se apropia de la vida de otros o los priva de su libertad;
poderoso cuando somete civiles o abusa de mujeres. No olvidemos que toda
moneda tiene dos caras: combatiente que también sufre ante el
distanciamiento de su familia, la pérdida en combate o en “la Organización” de
compañeros a los que muchas veces llama amigos; la nostalgia y las ansias
por la libertad, “estar afuera” (Col. 5), como el personaje lo nombra; sufre, por
las heridas no sólo físicas, que deja la guerra, por su incapacidad de reponerse
ante eventos que ha visto o ha realizado como el secuestro, el robo, la tortura,
el maltrato y el daño, todos éstos presentes en el escenario de “la guerra”.
“Son muchas cosas las que uno no puede olvidar, lo que hizo o lo que
vio. Eso son cosas duras que uno no puede olvidar fácil. A veces lo
acompañan a uno hasta la muerte” (Col. 7)
“La guerra”, el escenario que en palabras del combatiente poderoso se
encarna, es decir, “se mete en el cuerpo” (Col. 2), muchas veces perturba el
dormir del combatiente y la vida cotidiana: imágenes que se re-viven, se tienen
47

presentes, no sólo en la experiencia de la P.G.A, sino también después de su
participación en ella:
“Lo que mas recuerdo es una picada, ¿me entiende? Me tocó ver cómo
hicieron esa vuelta; al man le pegaron un tiro en la cabeza y después lo
picaron con una motosierra y lo esparcieron en el monte. Esa imagen se
quedó pegada en mi cabeza y por las noches se me viene y no puedo
dormir porque me imagino que es a mí al que le están haciendo eso…
“… yo ya he estado con la psicóloga, pero eso no sirve de nada, sólo es
bueno para unas cosas, pero eso sigue aquí adentro, como una cosa que
no se despega” (Col. 2).
En “la Organización” o sistema de pertenencia, el combatiente se encuentra
ante un dilema: o se somete o muere. ¿Por qué este asunto es un dilema? A
primera vista diríamos que se somete para seguir viviendo, pero el asunto no
es tan sencillo. En este escenario, la obediencia es la base de la
supervivencia y del ascenso jerárquico: si quiere vivir y tener un rango más
alto, obedezca; el sometimiento físico y emocional que el sujeto experimenta en
“la Organización”, puede verse compensado en algunos casos por los logros
obtenidos en este mismo escenario: botines de guerra, dinero, estatus, respeto,
reconocimiento. En casos como este, el poderoso combatiente se siente
poderoso y goza, cuando se inserta en el sistema de pertenencia de la
Organización pero también hay otro o el mismo que sufre al sentirse
obligado, sometido e incluso torturado si no obedece; cumple órdenes,
aprende a ser hombre y buen soldado, la rudeza y la violencia lo
acompañan en su accionar cotidiano, la ideología de “la Organización” guía
sus decisiones, pensamientos, acciones y creencias y la ambición le
impulsa a realizar actos tan cruentos como asesinar a su propia compañera
que espera un hijo suyo. Este es el poderoso combatiente que sufre y goza: un
ser humano que se debate entre cumplir o incumplir órdenes, entre amar u
obtener el prestigio y el poder, entre ser hombre fuerte como obligación o
sentirse hombre débil por convicción. Hay momentos en que este combatiente
no encuentra salidas y trata de huir, pocas veces lo consigue, muchas veces
muere en el intento:
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“A veces quería volarme, salir corriendo o desaparecerme, pero sentía que
tenía como 1000 ojos encima…” (Col. 4)
Es en este escenario en el cual el combatiente se incorpora a la vida militar, se
le moldea, se le disciplina y aprende a ser de la Organización (SE
SOCIALIZA): “Los entrenamientos y escuelas de formación son espacios
donde se llevan a cabo procesos de incorporación que implican rupturas con la
vida anterior, con lo habitual (…). Las personas que se incorporan a una
organización armada dejan un espacio de socialización para vincularse a uno
nuevo” (Medina, 2009, p. 21).
Este nuevo espacio de socialización incluye adoptar estilos, referentes
identitarios, modos de ser y actuar que la Organización le ofrece al
personaje. Obedecer órdenes, estar sometido a prohibiciones y prácticas de
control y si esto se suma a una condición obligada de entrada a “la
Organización”, como algunas veces ocurre, el panorama es agobiante: un
sinsentido que se apodera de su vida, un vacío que muchas veces le lleva a
desear la muerte e incluso la captura por parte del enemigo, con tal de poder
liberarse de los aprendizajes y ataduras inhumanas de este escenario:
“me sentía muy sola porque ya no podía andar al paso de todos, entonces
me quedaba d última para todo; cuando ellos llegaban a una parte yo
llegaba como a la hora; la única compañía era un arma, una 9. En esos
momentos yo pensaba: ojalá me encuentre el ejército, con tal de que no
me maten…” (Col. 10)
La percepción de opciones restringidas en la guerra y en la Organización, unida
a la vigilancia constante que experimenta el combatiente que sufre, contrasta
con el beneficio del anonimato y el dinero recibido como pago. Con el
primero, puede ocultarse tras un apodo, alias o sobrenombre y poder así
accionar en medio de la invisibilidad:
Allá era más fácil la vida que aquí por la plata que se recibía y porque
nadie tenía que saber quién era uno, sólo los altos, pero de resto todos
nos identificábamos por las chapas. Por ejemplo, si decían Bryan todos
sabíamos de quien se estaba hablando, sin necesidad de saber el
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nombre, la cédula, el código, pero aquí por todo le piden a uno cédula,
código, nombre, ¡no que pereza!, eso pa‟ lo único que sirve es pa‟
problemas, es mejor sin nombre, pa‟ uno poder desaparecerse cuando
quiera (Col. 5).
El segundo es un beneficio que tiene una doble vía de circulación, simultánea:
enviarlo a la familia, de una parte, o despilfarrarlo, o utilizarlo para
autosostenerse y multiplicarlo, la mayoría de las veces, en la ilegalidad:
“Lo mejor de allá era la platica. Uno podía hacer muchas cosas como
enviarle a la familia, darse sus gusticos, tener mujeres y todo lo que uno
quisiera. Imagínese que hasta le rendía para hacer negocitos y tener
más… ¿me entiende? Negocios de esos que nosotros sabíamos hacer..”
(Col. 5)
En este punto del relato, ya se avizoran las implicaciones que tiene pertenecer
a una organización armada (para este caso de carácter ilegal); así, el poderoso
combatiente, que ahora es un sujeto que también sufre, deberá aprender: las
normas jerárquicas y de diferenciación del grupo particular al que pertenece,
formas específicas y estratégicas de causar la muerte; en palabras sencillas, el
proceso de socialización en el que se encuentra inserto nuestro
personaje, legitima y naturaliza el acto de quitarle la vida a otros seres
humanos.
Las posibilidades identitarias del poderoso combatiente, que también sufre, son
restringidas a las condiciones materiales e ideológicas que se reproducen en
los entornos de P.G.A. Con esto no queremos decir que no pueda ser de otra
forma en otros contextos, sino que, mientras pertenezca a “la Organización”, su
oficio principal será el enfrentamiento militar con el enemigo y su vida cotidiana
estará enmarcada en el desprecio por el valor de la vida. Este personaje de
múltiples voces y relatos, sólo tiene la opción de ser combatiente con todo lo
que esto implica o enfrentar las consecuencias de la desobediencia: las
sanciones impuestas que son un mecanismo de control por excelencia.
50

El tema de las sanciones, también hace parte de la experiencia de P.G.A. Se
sanciona por diferentes razones: violar las normas establecidas, incumplir
órdenes y leyes, desertar, traicionar, realizar mal las tareas requeridas como
hacer guardia o dejar ahumar la comida e incluso tener relaciones sexuales sin
permiso, como sucede en el caso de las FARC. La sanción que se impone al
combatiente que sufre tiene diferentes niveles: va desde simples como cargar
leña o agua, pasando por quitar el fusil o las armas, hasta la tortura física
(quitar la piel y picarlo), como se evidencia en un relato de un caso de las AUC:
Un día pedí la alta y lo que conseguí fue que me torturaran y me siguieran
amenazando con mi familia. Me tocó soportar y acomodarme a las reglas
y a vivir siempre con miedo. Así pasaron cuatro años, pero nunca me
acostumbré a vivir así. (Col. 8)
Ahora bien, la historia de este personaje no es independiente de las relaciones
que construye en esta primera experiencia de P.G.A: en primera instancia, las
figuras de autoridad en “la Organización” someten y controlan todo: el cuerpo
(violación, abuso, castigo, tortura, métodos de planificación obligada) y los
sentimientos (en la Organización se aprende a ser hombre y los hombres no
lloran, ni demuestran lo que sienten; además hay que tener autorización para
tener una relación afectiva); en segunda instancia, las relaciones con sus
pares, signadas por las pérdidas, la lucha cotidiana por sobrevivir, la traición, el
amor, la envidia y los celos y en tercera y última instancia, la relación con los
enemigos, aquellos desconocidos y/o tan cercanos, con quienes se tienen
enfrentamientos a muerte por un territorio, un botín, el poder e incluso una
mujer.
Si, así es. Existen enemigos externos, aquellos que pertenecen a otros frentes,
los que persiguen otros o los mismos objetivos, los que están en otros bloques
como en el caso de las AUC, pero también existen enemigos que están al lado
del poderoso combatiente que sufre: aquellos que ha creído sus compañeros y
que lo traicionan por escalar y tener un mayor prestigio o sencillamente
aquellos a quienes se amaba, con quienes se sostenía una relación amorosa,
pero posteriormente, terminan sacrificando el amor por la ambición:
51

“…cuando ahí mismo me dieron la orden directa a mí, que ya que yo
había ido, entonces que lo hiciera yo. Dije que yo no, que me revelaba a
hacerlo. Y entonces ahí fue cuando le dieron la orden directa al marido de
ella, él era un comandante de escuadra, encargado de doce personas, y
él sí, con la ambición de subir más de rango, lo hizo. Ella le dijo estas
palabras: „No me dispare acá, porque usted sabe que acá esta nuestro
hijo, dispáreme en la cabeza donde me muera de una y no tenga que
sufrir, usted sabe que si me dispara acá en la barriga no voy a sufrir tanto
yo sino que va a sufrir más el bebé, va a sufrir muchísimo, entonces me
da en la cabeza y así no sufrimos ninguno de los dos” (Col. 10).
En esta esfera de las relaciones, el género y la sexualidad, adquieren
relevancia. No es un secreto que la guerra, la violencia y en general, las
organizaciones armadas, han sido concebidas como espacios principalmente
masculinos. La experiencia del personaje de esta experiencia no es distinta.
En la Organización armada las prácticas de regulación que se imponen sobre
el cuerpo femenino, los roles asignados y cumplidos, nos hablan de la
diferenciación cultural que aún persiste: “Hombres y mujeres no viven ni
experimentan la guerra de igual manera, la condición de mujer impone sobre
las combatientes una vivencia diferente y particular de la guerra y de la vida en
las Organizaciones armadas (…). Particularmente los controles sobre la
sexualidad de los y las combatientes que ejercen las Organizaciones armadas
(…) son experimentados de manera radicalmente diferente por hombres y
mujeres”. (Medina citando a Londoño y Otero, 2009, p. 80).
Un impactante testimonio permitirá comprender mejor este asunto:
Yo vivía muy aburrida sobre todo por la envidia, como yo me gustaba con
uno que había sido novio de otra muchacha, el que es hoy mi esposo.
Eso fue un problema muy grande pero nosotros nos presentamos al
comandante, porque allá había que pedir permiso para estar con la pareja
y nos decía cómo planificar; ahí fue cuando a un escuadrón entero de
mujeres nos mandaron a poner la T de cobre. Me acuerdo que ellos
secuestraron unos médicos para que les enseñaran cosas de medicina a
52

cambio de libertad, y esos médicos les enseñaron a ponernos la T. A mí
casi me mata eso, me dio hemorragias, se me infló toda esta parte
(señala el estómago) y ya no podía ni caminar; se me inflamó bien feo y
me sentía muy sola porque ya no podía andar al paso de todos, entonces
me quedaba di‟ última para todo; cuando ellos llegaban a una parte yo
llegaba como a la hora; la única compañía era un arma, una 9. Yo tuve
que hablar con mi esposo porque ya me sentía muy mal con esa cosa
metida y me mandaron de civil al pueblo a curarme. Cuando la señora me
miró me dijo que estaba podrida por dentro, que si no me sacaba eso, me
iba a morir. Yo le dije: la orden del comandante es sólo revisarme y no
quitármela, pero yo no me voy a morir por esto, así que me la hice quitar y
ella me metió en un frasquito todo lo que me sacó de adentro; eso era
muy feo y olía muy maluco y la señora me dijo: todo lo que tiene ahí se lo
meto en un frasco pa´ que muestre. ¿Sabe qué hizo el comandante jefe?
Mandó un muchacho miliciano a seguirme y se dio cuenta que yo me
había quitado la T y me sapió y por eso me iban a hacer juicio por
desobedecer. Yo lo que hice fue buscar al comandante nacional y le
mostré: vea eso me lo sacaron de adentro, y por eso me perdonaron la
vida. Yo me sentía humillada y desmoralizada, muy mal, con unas ganas
de salir corriendo, así como cuando me tocaba cuidar a los secuestrados.
(Col. 10)
Allá yo conocí un comandante que me cogió a la fuerza y quedé en
embarazo. Cuando él supo eso me dijo que era de otro, me trató de puta
y me dio tanto encima que hasta se me vino el niño. Esa noche me salía
sangre por todas partes pero lo que más me dolía era el corazón (Col. 4).
La experiencia de P.G.A no está exenta de sentimientos. El combatiente
poderoso no sólo sufre, sino que siente aburrimiento, altivez, angustia, culpa,
vergüenza, satisfacción… Sentimientos presentes en cada momento, situación
y escenario, tal como se ha podido vislumbrar a través del las líneas
precedentes. A medida que avance esta historia y navegue por las demás
experiencias, podrá descubrir y comprender el complejo mundo de los
sentimientos que se entretejen en las tres experiencias de nuestros personajes.
53

Por el momento, lo invito a que volvamos la atención sobre la experiencia que
ahora nos ocupa: la P.G.A.
En estos tres escenarios: “el monte”, “la guerra”, “la Organización” este
personaje que combate, obedece y sufre, sabe quién es y tiene claras las
acciones que se desprenden de su identificación como miembro de un grupo
ilegal armado (revolucionario o contra-revolucionario); además conoce las
prácticas de guerra y las consecuencias de la obediencia o la desobediencia.
Simultáneamente, la identidad se confunde entre sentimientos que se
cruzan, que se apiñan por salir de cada pecho reprimido, de cada grito de furia
y de cada brazo que violenta el aire con su arma, que se amalgaman en un
bricolaje cargado de risas, llantos, tristezas, putiadas de rencor y odio
enardecido, lamentos y “ayayais” que invaden la selva, los campamentos, la
montaña o el barrio 7 . Pero, ante todo, sienta lo que sienta, sufra, goce o
celebre, debe ser un buen soldado; que sus emociones sirvan a la causa, que
sus emociones y sentimientos procuren la hombría, la valentía y el
acatamiento:
Un buen soldado es saberse comportar allá, acatar las órdenes,
cumplirlas a donde sea que a usted lo manden, tener todo al día, lo que le
tocó hacer debe hacerlo y usted siempre tiene que estar ahí a la orden
para lo que lo necesiten, usted tiene que estar disponible siempre, si
usted está enfermo, entonces lo reportan enfermo y lo dejan donde sea
que usted esté (Col. 10).
Este personaje que combate en la ilegalidad, que se esfuerza en su lucha por
sobrevivir y que halla en el grupo una fuente de identidad social, con prácticas,
propósitos, ideales y conocimientos relativamente claros y sentimientos
borrosos, es un ser humano, y quizás por esto mismo, no puede estar exento
de crear significaciones valorativas y emocionales en torno a esta primera
7 Los sentimientos, son entendidos como el “corazón” de las significaciones valorativas y
emocionales, las cuales a su vez, hacen posible que se generen marcos de referencia que
permiten la adscripción identitaria: se es hombre, se es combatiente, se es un buen soldado
54

experiencia de P.G.A. La mayoría de ellas, giran alrededor de percepciones y
juicios negativos:
“La vida en el monte es dura, no se come bien, se duerme intranquilo y no
se sabe nada de lo que va a pasar mañana. Es la intranquilidad de no
saber qué va a pasar mañana, ni pasado mañana, ni el otro mes, ni
nunca. Cualquier ruido que se escucha uno piensa que lo van a matar,
hasta el ruido de un pajarito es una amenaza de balacera. Lo peor de la
guerra es la soledad, es pensar en la familia de uno y no saber cuándo los
iba a volver a ver. Allá sólo se sabe que hay que cumplir órdenes y si
usted no cumple pues lo mandan a comer tierra, ¿me entiende?” (Col. 1)
Hay otras, muy pocas, percepciones positivas:
Una cosa buena es que podía mandar un billetito a la familia, porque de resto
son más las cosas malas que buenas (Col. 2).
Lo que nos ha expresado el poderoso combatiente es que esta primera
experiencia es una oportunidad para lograr otras metas como conseguir
dinero y salir de la pobreza, detentar el poder y someter a otros o simplemente,
como medio para escapar de vivencias dolorosas que anteceden la entrada a
la Organización. Tales experiencias que llamaremos previas a la P.G.A, son
aquellas relacionadas con su familia, sus cuidadores y amigos. Son historias de
dolor, abusos y muertes, que tienen un nuevo comienzo en el grupo armado.
Se escapa de una realidad dolorosa para entrar en otra, algunas veces más
dolorosa y difícil, otras veces, satisfactoria y llena de beneficios:
Yo entré a la organización siendo muy niña porque me le volé a mi papá
que me violaba y maltrataba, pero solucioné el problema con otro, porque
allá también recibí maltratos sobre todo al principio. Ahora no se si lo
hacían para enseñarme a ser como ellos querían que fuéramos en la
organización, pero hasta gusanos me tocó comer. Cuando pasaron los
años pues yo me fui metiendo en el cuento y me dejaron de joder tanto y
alcancé un puesto bueno (Col. 4).
Las organizaciones armadas “ofrecen a ciertos hombres un sitio de refugio
menos comprometido con la familia, una segunda patria, un escudo contra el
55

aislamiento, una respuesta a las necesidades del amor, amistad y afirmación
del sentido de autoestima a través de la inclinación y el afecto de otros
individuos y a través de dar una tarea que provea de sentido a la vida individual
y a la existencia colectiva” (Bolívar citando a Elías, 2006, p. 17).
La preocupación fundamental en esta primera experiencia es por la vida y la
muerte, de ahí el nombre de este capítulo: cómo ser combatiente y casi morir
en el intento. La pregunta por el cómo ser, va dirigida a la identidad y a partir de
la construcción del enemigo, el aprendizaje de las normas de la Organización,
el sometimiento físico y emocional, es que la participación en el grupo
armado es un mecanismo de constitución de un yo agresivo, fuerte y valiente,
y de una identidad emocional y relacional precaria. El grupo armado es
espacio de socialización y por ende, de prácticas humanas, por más in-
humanas que nos parezcan.
Siguiendo a Medina (2009) podemos decir que la agresividad es tan humana
como los actos pacíficos. El casi morir en el intento, se refiere a lo difícil de esta
experiencia de P.G.A, que, pese a los beneficios que se reciben, se constituye
en dolorosa y macabra.
Cinco tensiones nos servirán para sintetizar y complejizar aún más la
comprensión de esta primera experiencia, expresados como pares opuestos,
ellos son:
1. Amenaza externa vs. cuidado de sí
2. Relación vincular vs. pérdidas afectivas
3. Subordinación vs. oposición
4. Remuneración vs. privaciones
5. Oficios y rutinas vs. botín de guerra
Estos aspectos reúnen lo que se ha querido expresar en este escrito;
representan la experiencia de la P.G.A y a través de ellos se alcanza a
vislumbrar la diversidad de esta experiencia.
56

Amenaza externa vs. cuidado de sí, es la categoría que expresa la tensión
entre el amor insistente y constante por la vida ante la percepción de una
amenaza permanente y la presencia siempre cercana de la muerte, ya sea por
la presencia del enemigo o por las situaciones propias que se presentan en “la
Organización”:
“… De pronto si usted tiene un amigo allá sería el único que se puede
ocupar de usted en un caso de esos, de resto usted se ahoga”. (Col. 10)
“Si usted no se cuida es muy difícil encontrar alguien que lo cuide a usted.
Uno mismo debe cuidarse, siempre vigilante y atento por su vida, por la
salud, por sus pertenencias” (Col. 5).
Relación vincular vs pérdidas afectivas, nos habla de la tensión entre
aquellas relaciones que requiere el combatiente para construirse como tal,
alteridades que le permiten identificarse y diferenciarse (y que encuentra
inmediatamente en el grupo armado), saber quién es en comparación con otro,
de un lado, y las pérdidas afectivas de sus otros significativos que pueden ser
sus compañeros de lucha o incluso desconocidos de quienes lamenta su
desgracia, por otro:
“Lo que mas meduele fuela perdida de mis companeros en el transcurso
de la guerra como la perdida de miva que medio muy duro por la perdida
de el como los demas cuando fueron cojidos por la guerrilla vivos eso fue
lomas duro de la guerra hyel recuerdo que me queda por esa perdida fue
saber que lo picaron y lo tiraron de parriba y le preguntaban por mi y el
nomemento para nada poreso yo loyebo en micorazon siempre por el
dolor que produccio la muerte de mi amigo siempre lo recuerdo” (SIC)
(Relato escrito de Col. 12).
Subordinación vs oposición, relevante en la experiencia del sujeto
combatiente, dilema constante, tensión permanente, que le obliga a decidir
entre la obediencia ciega o la oposición-desobediencia. La mayoría de las
veces, el personaje de este relato opta por obedecer para garantizar otro día
más de vida, otras veces, se arriesga a desobedecer, ya que la petición de la
obediencia traspasa sus límites como ser humano:
57

“Yo desobedecí una orden donde me mandaron a mí a dispararle a mi
mejor amiga, eso me duele muchísimo, era una niña de catorce años,
tenía cinco meses de embarazo (Col. 10).
Remuneración vs privaciones: Esta tensión es compleja para el combatiente,
máxime si la guerra es un negocio o una forma de percibir “salario”. Si, la
remuneración hace referencia al pago que, en el caso de las AUC, se recibe
por el hecho de realizar el oficio que se desempeña: combatir y eliminar al
enemigo (en algunos casos, por dar información oportuna y veraz o por atender
heridos o por cocinar). Empero, este pago se ve en riesgo si, por alguna falta a
los reglamentos, el combatiente es sujeto de castigos que en el menor de los
casos, puede ser la privación de algún privilegio.
Oficios y rutinas vs. el botín de guerra: Si bien es cierto no es una tensión
directamente, si se entiende como un par opuesto en el que hay de un lado un
deber y del otro un derecho; este, es un trofeo que se conquista, es ganado por
el combatiente en alguna acción realizada, o simplemente, es un artículo o
persona de gran valía que se toma como posesión propia, sin importar si le
pertenece o no:
“… bajan los camiones con carga y todo eso, entonces usted por hacer el
mal, así no sea por cogerse eso, así sea por dejarlo dañar siempre lo
cogen y lo bajan, lo pisotean, mejor dicho por hacerle la maldad a los
demás, y si saben que por ahí hay un rico van y lo secuestran por quitarle
un peso porque ven que esa persona ha trabajado y que tiene más que
ellos” (Col. 10).
Los oficios constituyen el quehacer del poderoso combatiente que también
sufre; incluye desde sus acciones cotidianas como dormir o comer, hasta las
estructuradas militarmente, como combatir y enfrentarse al enemigo. Medina
(2009) nos ilustra bastante bien sobre este aspecto: “Los espacios cotidianos
infinitesimales, que usualmente son considerados apolíticos, son espacios
donde se inscribe, se tramita el poder y se construyen sujetos” (p. 57):
“Yo allá me ponían a cuidar las personas que secuestran en un
campamento central. Me sentía muy mal, yo extrañaba la libertad de
58

afuera, uno aquí pues hace sus cosas y tiene sus límites pero es más
libre. (Col. 10).
Esta primera experiencia que hemos venido describiendo, y las dos que más
adelante se describirán, obligan al sujeto, ahora combatiente, luego
excombatiente, a insertarse en una dinámica particular, en la cual una
dimensión de su subjetividad tiende a experimentar cambios: la identidad, la
cual, entre otras cosas, atañe a la relación con los otros, al reconocimiento de
sí mismo y a la vivencia de estados afectivos y sentimentales relacionados con
las situaciones vividas y contextos en que participa.
En el capítulo siguiente, el lector se sumergirá en la experiencia de la
transición. No espere linealidad, pero si comprensión. No espere un personaje
sencillo, pero si uno caótico que puede hacerle reflexionar sobre el devenir
multiverso, complejo y muchas veces doloroso, de nuestra vida.
4.2 T.S.C: Cómo dar un paso al costado y ya no ser el mismo
Segunda experiencia: transición
Personajes centrales: el excombatiente sin referentes - el excombatiente
satisfecho
Otros personajes: los compañeros de actividad ahora desmovilizados, además
de las autoridades representantes del Estado, parientes, amigos y familiares,
otros civiles del sector público.
Escenarios en que se desenvuelve: desarme, desmovilización y reintegración
(DDR)
Todos los procesos de construcción de paz relacionados con conflictos
armados tienen que pasar por una etapa final en la que, tras la firma de los
acuerdos, los combatientes dejan sus armas, se desmilitarizan y se reintegran
a la vida civil. Este complejo proceso recibe el nombre de Desarme,
Este es un personaje de muchas facetas (como el anterior), las mismas que aparecen según
sus conveniencias y marcos de referencia: puede estar satisfecho o desencantado con la
desmovilización.
59

Desmovilización y Reintegración (DDR) de antiguos combatientes (Caramés y
Sanz, 2008); es este el escenario en el cual nos encontramos ante otro
personaje, quien vive un proceso de transición de su condición de combatiente
a la condición de desmovilizado, en el momento mismo que decide (o le dan la
orden de) hacer entrega de las armas y someterse a las condiciones que
impone el Estado, proceso que implica la desmilitarización y la civilidad, de ahí
que el DDR sea el escenario por excelencia de esta segunda experiencia.
Dos dimensiones se anudan en la exposición que a continuación sigue: la
personal y la relacional, como dos dimensiones constitutivas y constituyentes
de la subjetividad, de la identidad y de los sentimientos del excombatiente; ellas
se nutren, enlazan, construyen y se reinventan día tras día a través de los
momentos históricos que vive y experimenta el sujeto.
Hagamos entonces un recorrido por la transición, entendida como paso que
realiza el excombatiente, quien como usted o yo, al iniciar un proceso nuevo en
su vida, se atemoriza, duda, siente rabia, e incluso se rebela ante aquello que
se le ofrece como nueva posibilidad.
4.2.1 Los cuatro estados 8 del excombatiente en transición
Para comprender con claridad estos cuatro estados, es necesario decir que
pueden experimentarse simultáneamente, de lo cual inferimos que no se dan
linealmente en el tiempo, es más, incluso el excombatiente que se identifique a
sí mismo como reintegrado a la vida civil, posible ciudadano, puede
experimentarlos, lo que no quiere decir que su reintegración no sea cierta o
incluso se esté “devolviendo” en su proceso.
Ahora bien, estos estados comparten con los sentimientos el carácter dual y de
ritmo sacudido, como nos diría Fernández Christlieb (2008); más aún, si los
sentimientos “son formas específicas que asumen las relaciones entre los
8 Del latín Status. Situación en que se encuentra alguien o algo, y en especial cada uno de sus
sucesivos modos de ser o estar. (RAE, 2006, p. 626).
60

actores y que integran el orden político” (Bolívar, 2008, p. 4), la transición y las
otras dos experiencias (P.G.A y P.V.C) que realiza el sujeto combatiente, no
están exentas de los mismos.
El desencanto, lo comprenderemos como aquel estado de “hundimiento moral
cuando una versión (…) de los acontecimientos (…) ha parecido mostrarles la
ruina melancólica de todas sus queridas esperanzas” (Sánchez, 1996, p. 250).
Para el caso en estudio, el desencanto está configurado por la interrelación de
cuatro emociones o subestados, no siempre con la misma intensidad cada una,
pero sí actuando en un proceso complejo en el que los deseos y expectativas,
actúan como filtros de sus juicios, valoraciones y afectos. Un subestado de
decepción y desilusión (RAE, 2006. P. 490) al constatar que los sueños
propios y de muchos compañeros, es decir, el proyecto que se había
construido en la P.G.A, “se vienen abajo” con la desmovilización. Este
sentimiento contrasta con los sentimientos de algunos respecto a su
insatisfacción en la guerra o en el grupo armado. En un primer momento se
vincula a sentimientos como el miedo y la angustia por el hecho de comenzar
una vida diferente, en un lugar desconocido. El excombatiente aquí,
desencantado, se lamenta por la frustración que siente al ser obligado a
desmovilizarse:
“Era muy duro aceptar que lo sueños de muchos compañeros caídos en
combates se rompían por una negociación de los altos mandos ya que la
meta era destruir por completo las fuerzas revolucionarias de la guerrilla y
otros grupos. Todos los proyectos se vinieron abajo” (Col. 13).
Un segundo subestado, se refiere al arrepentimiento por la desmovilización,
que se relaciona con la nostalgia por los beneficios que se tenían en el grupo
armado: dinero, armas, anonimato, poder, unido a la actitud de manifestar
persistentemente expresiones de enojo o desagrado (renegar se le conoce
comúnmente) por las nuevas condiciones de la civilidad: legalidad,
cumplimiento de normas, visibilidad:
“A veces cuando veo a mi comandante, me da como putería haberme
desmovilizado, porque para mí esa vida era buena” (Col. 9).
61

“Pero hay otros que fueron conocidos míos o compañeros que lo único
que hacen es renegar contra el Estado que porque no les han cumplido y
se quejan y se quejan en vez de aprovechar lo que tienen” (Col. 13).
El tercer subestado, hace referencia a la desilusión por las promesas que
según nuestro personaje no le son cumplidas, sobre todo en los temas de
vivienda y dinero; a lo anterior se une el hecho de regresar a su familia que ya
no es la misma que dejó cuando se fue para el grupo armado; esta desilusión
también se relaciona con pérdidas afectivas de personas significativas, que
al regresar, ya no están.
La inconformidad es otro subestado muy cercano al anterior que experimenta
el desencantado excombatiente, y la expresa con palabras de crítica y
desaprobación a la decisión de desmovilizarse en ese momento de su vida,
pues hace comparaciones entre lo prometido y lo recibido, entre lo esperado y
lo encontrado a su regreso a casa o a la ciudad que lo ha acogido. Esta
categoría según Concha, Forero y Puerto (2005), citando a Santos (2003),
“está claramente relacionado con la incapacidad del cumplimiento de las
promesas del ideal moderno y las consecuencias destructivas de dichas
promesas que se llevaron a cabo” (p. 73). Un modo específico de expresarse
es con hostilidad hacia lo establecido, ya sea en el orden político, social,
jurídico, contextos todos por los que nuestro desencantado excombatiente está
transitando, y frente a los cuales no se siente identificado, pues el personaje en
cuestión no ha experimentado en muchos años un proceso de socialización
que provea de significaciones con las cuales los llene de sentido, le haga verlos
con legitimidad. Estos, son contextos en los cuales, la identidad depende de sí,
no de una autoridad rígida y determinante, de una que piense por él y le de
licencia para conducirse.
62

Este estado se identifica por acciones como las quejas constantes sobre las
“injusticias” a las que se ve sometido, quejas que se expresan a diferentes
personas e instituciones: desde los psicólogos hasta la Personería o la Fiscalía.
En este orden de ideas se puede encontrar al sujeto “reclamando lo que le
pertenece [o cree que le pertenece] y de alguna manera (física o
simbólicamente) ha perdido (Martín-Baró, 1990, citado por Concha y cols.,
2005, p. 140). Con tales quejas y reclamos, que en ocasiones son demandas
ante la ley, el excombatiente reclama derechos como la salud, la educación, la
vivienda, la seguridad, manifestando su inconformidad por las condiciones que
vive en el presente.
“Aquí me ha parecido difícil porque el Estado no cumple con lo que
prometió. ¿Dónde está la vivienda y la salud? ¿Y la seguridad qué? Nos
sacan del monte es a sufrir más y uno se viene de allá para que le den a
uno lo que le prometen y salen es con un chorro de babas” (Col. 7).
Hay que señalar que el personaje es observado por otro personaje, otro que
percibe diferente, que entiende de otra manera el proceso y que se refiere a él
con juicios severos, es además el personaje satisfecho por la desmovilización y
que comprende la transición como una oportunidad para la reinserción:
“No han tomado conciencia o no han querido recapacitar en el error en
que estábamos, entonces salieron aquí a la civil, están en la civil, pero
siguen pensando en la guerra, entonces: „yo en la guerra tenía eso, aquí
sigo en la guerra aquí mismo y no tengo esto, y si no sigo estudiando no
me pagan‟, eso es lo que hacen muchos, y ya pronto va a ser obligatorio.
Debe reconocerse que la queja es una de las acciones más acostumbradas por las personas
que sienten que están en inferioridad de condiciones. De un lado tiene efectos “terapéuticos”
en tanto canaliza el desasosiego vía el desahogo de las preocupaciones o tensiones. A la vez,
tiene un efecto psicosocial y político alienante: el sujeto de a queja no se organiza para hacer
frente al motivo del malestar. La queja sería entonces, un síntoma social de la incapacidad para
generar proyectos colectivos, pues cae en la solución individualista y parcial del problema. “La
queja es la narrativa en que la persona que es objeto de algún infortunio construye
discursivamente su posición en tanto víctima. Narrativa peculiar: expone y, paradójicamente,
alimenta/incita/reitera alguna de las condiciones que hacen operar la violencia (...) en la queja
existe la fruición, el deseo de enlazar lo otro y auto-aprisionarse en un modelo en que nada se
exige de sí mismo, pues es en el otro en quien pasará a residir el deber de la protección, del
amparo y de la benevolencia” Saffioti, H. (2001). Subjetividad. Herramienta, 16, s.p. Extraído el
23 de Enero de 2010 desde http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-
16/subjetividad
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El asunto del dinero en parte es importante y en parte no. Para muchos la
prioridad es esa. Ellos no aprovechan este tiempo que es para cambiar y
volver a ser útil, a ser como cualquiera. Yo gracias a Dios si aprovecho
este tiempo porque es para bien y aunque hay cosas difíciles, pues es
para una buena.” (Col. 13).
La confusión es otro estado que acompaña al sujeto en este tránsito. ¿Por
qué está confundido? Principalmente porque el comienzo en un nuevo contexto
y todo lo que ello implica, lo desbordan. Tal desbordamiento se expresa en sus
modos de hacer, de relacionarse e incluso en su toma de decisiones en la vida
cotidiana. Se expresa además en su ambigüedad sobre la desmovilización: no
sabe qué siente al respecto o siente varias cosas al mismo tiempo:
“Pero al principio cuando nos dijeron que nos desmovilizáramos yo sentí
muchas cosas. Desde el primer momento en que se dio la información de
la desmovilización fue muy triste” (Col. 13).
“Cuando nos desmovilizamos sentí alegría y tristeza, ¡más raro!” (Col.
La confusión, esto es, la perplejidad, el desasosiego, la turbación de ánimo,
que puede incluir el abatimiento y la humillación (RAE, 2006, p. 386), abarca
dimensiones de su identidad. Su ser: no sabe quién es, pero se percibe
como otro diferente; su accionar: no sabe qué hacer, ni cómo hacerlo, pero
algo hace; sus relaciones: no sabe quién es él para los otros y quiénes son los
otros para él, pero comparte; los beneficios por haberse desmovilizado: no
abarcan sus expectativas, pero los necesita; reniega de ellos, pero los reclama
a gritos. Hay ocasiones en que se ve a sí mismo en un dilema: aprovecha los
beneficios cumpliendo las condiciones o regresa a la ilegalidad y se somete a
la expulsión del programa de reinserción al que pertenece.
4).
“Muchos desmovilizados a los que están apoyando y dando una ayuda, y
ellos dicen que „¿esto para qué?, si esto es muy poquita plata, que mire
esto, que mire aquello, que no nos están dando la plata que es, ellos
64

todavía están con mentalidad de la Organización, ¿qué han hecho
entonces todo este tiempo?” (Col. 13).
“Es que nosotros no nos conocemos, dónde empezamos a saber de
quienes éramos y que formamos nuevamente parte de la sociedad es en
el programa” (Col. 14).
“Cuando nos desmovilizamos de la organización, pues nos fuimos a vivir
juntos, tuve dos niños, pero las cosas ya no son como en la organización.
Ahora yo le tengo miedo, él se volvió otro y pues, yo también” (Col. 4).
Este estado de confusión incluye además el momento de la resignificación de
la identidad del excombatiente: momento crucial para saber quién es sin
uniforme, sin armas y sin la Organización armada. Momento para construir el
soporte identitario que ha de posibilitarle ser un civil y por ende reintegrarse a
la vida legal. Es justamente en este estado de confusión que se corre el riesgo
de no encontrar aquello que le sostenía en el grupo armado: marcos de
referencia y pertenencia, ideales, fines, metas. Habrá que recordar que aunque
la experiencia de P.G.A no es fácil, en ocasiones el ahora excombatiente tuvo
que inventarse la manera de ser un combatiente, de sobrevivir aún sin querer
estar y de obedecer para mantenerse con vida; caso similar en su proceso de
transición hacia la civilidad: el proceso no es fácil, ha de reinventarse de nuevo,
de ahí que en la transición, optar por actividades no reconocidas ni
aceptadas socialmente, pueda ser uno de los caminos que nuestro personaje
decida tomar. A esto lo llama Merton (cit. Por Rodrigo, 2004) innovación:
intento de alcanzar las metas convencionales mediante medios no
convencionales (incluye los medios ilícitos) (Rodrigo, 2004).
Detengámonos un momento en consideraciones conceptuales al respecto. La
sociología clásica de corte funcionalista entiende como antisocial una persona
que de un modo voluntario o no, está en oposición o en contravía con un orden
establecido. La desviación social es la conducta que viola lo que un
agrupamiento social espera normalmente de las personas. En este sentido hay
que añadir que todo grupo humano tiene un cierto margen de tolerancia al
65

especto de los límites que tienen estos “actos desviados”. Conformista o
desviado no quiere decir bueno o malo, ni tampoco funcional o disfuncional.
Hay desviados morales y desviados socioculturales por ejemplo. En estas
categorías pueden ubicarse actores que delincan o actores que consuman
psicoactivos ilegales o legales (en forma de abuso). Sin embargo un acto no es
desviado como tal sino que depende de los juicios externos, es consecuencia
de la aplicación que otros hacen de sus criterios valorativos y morales (Rodrigo,
2004).
En este orden de ideas, el concepto normalidad, es crucial al momento de
comprender la desviación y la exclusión social, efecto muchas veces
degradante, que incluye el hecho de considerar a otros (sean éstos personas o
situaciones) lejanos a lo convencional o “normal”. Dicho aprendizaje (de la
exclusión) resulta, como menciona Bauman (2003, citado por Ovejero, 2004),
“de la imposición de cualquier modelo de orden […] (ya que éste) es un acto
discriminatorio y descalificador, que condena a ciertos fragmentos de la
sociedad a la condición de inadaptados o disfuncionales” (p. 532),
contribuyendo así a la construcción perpetuada y renovada en cada época e
hito histórico, de conceptos como desviación, exclusión, anormalidad, entre
muchos otros, que los mismos psicólogos hemos fortalecido, creado e incluso
reforzado en individuos, instituciones y estamentos diversos. Si los conceptos
son constructos sociales (Ovejero,2004), el hecho de interrogar lo ya
establecido y lo “normal”, es posible e incluso urgente, en tanto tales
interpretaciones y construcciones de mundo y subjetividades, lo que producen
es el rechazo y creación de identidades proscritas para este caso particular,
como la de los desmovilizados, que han de “cargar” con tal huella por el resto
de sus vidas; lo anterior puede comprenderse en dos vías: primera, cuando es
el mismo desmovilizado quien se identifica como excluido socialmente (y por
ende se excluye) por haber pertenecido a grupos armados al margen de la ley,
por los actos cometidos o por su condición de desmovilizado actual (que
perdura en los registros nacionales aún después de haberse reinsertado a la
vida civil); la segunda vía hace referencia a la exclusión por parte de los otros,
que en este caso pueden ser: la familia, pares, comunidad, instituciones,
empresarios, gente el común, que perpetúan la exclusión de aquellos que
66

consideran desviados y/o anormales y obstaculizan de manera directa o
indirecta el proceso de reinserción a la vida civil, de este modo, “el mero hecho
de percibir a otras personas como delincuentes y/o excluidas socialmente
contribuye a construirlas como delincuentes y excluidos” (Ovejero, 2004, p.
537), de ahí que sea de crucial importancia desbrozar las ideas, percepciones,
juicios y creencias que sobre el desmovilizado se tienen para poder así
empezar a construir nuevos referentes de inclusión social, pertenencia y
reintegración.
Ahora bien como concepto, la desviación está ligada y continuamente
atravesada por intereses personales, grupales e ideologías y para nuestro
caso, como ya fue mencionado, se puede relacionar con la realización de
acciones que no se esperan del posible ciudadano, acciones que generalmente
se relacionan con el delito y las conductas “anormales”. El delito, concepto tan
conocido y anudado a los excombatientes, al igual que la crueldad (por ejemplo
por el modus operandi con el enemigo en la guerra) son también constructos
sociales y dependen igualmente, para su creación y enseñanza de intereses
ideológicos, políticos, religiosos, personales, económicos, como diría Ovejero
(2004) citando a Bauman (1998):
La crueldad se relaciona con ciertas normas de interacción social
mucho más íntimamente que con los rasgos de personalidad o con
otras características individuales de los perpetradores. La crueldad
es social en su origen, mucho más que caracteriológica (p. 536).
De lo anterior se desprenden consecuencias importantes como:
Pasar a la disciplina psicológica a la mesa del debate en temas como
la individualidad, el yo “interno”, la delincuencia “heredada”, entre
otros.
Revisar nuestras concepciones sobre la desviación, la anormalidad,
los procesos sociales (entre ellos la reinserción, el conflicto armado,
la paz, etc).
“Influir poderosamente en nuestra concepción del delito y en nuestra
manera de prevenirlo” (Ovejero, 2004, p. 536).
67

Una consecuencia importante de considerar a otros desviados es la exclusión,
tal como ya lo mencionamos y una acción que puede emerger, el castigo, el
cual varía en intensidad, en personas e instituciones y en manera de expresión.
Ovejero (2004) citando a Foucaut (1999) nos permite ejemplificar lo anterior:
Las formas de castigo a las cuales se suscribían todos
reformadores de finales del siglo XVIII y todos los legisladores de
principios del XIX – a saber, el encarcelamiento, los trabajos
forzados, la vigilancia constante, el aislamiento parcial o total, la
reforma moral, la falta de adecuación del castigo al estado moral
del criminal y a sus progresos -, todo ello implica que el castigo se
impone más sobre el criminal que sobre el crimen: es decir, sobre
lo que le convierte en criminal, sus motivos, sus móviles, su
voluntad profunda, sus tendencias, sus instintos (p. 538).
Si bien en la actualidad muchas de estas formas de castigo no han
desaparecido o bien se enmascaran en formas “diferentes” del castigo como la
extradición o la pena de muerte, hay una forma de castigo social que
disfrazada de juicio moral, actúa directamente sobre la identidad del
excombatiente: el rechazo que se anuda con la exclusión. Aquellos o aquello
que se rechaza, se excluye y por lo general, lo excluido, se rechaza. En última
instancia, “lo que con ello se pretende castigar, en definitiva, es la anormalidad
[…] (y) lo que se persigue […] es el control social” (Ovejero, p. 539).
El rechazo, como impronta de los juicios morales que se construyen alrededor
del sujeto excombatiente, funciona como un discurso de verdad que se
propaga en la vida social, casi invisiblemente, pero con efectos devastadores,
sobre todo para aquellos sobre quienes recae el rechazo, en este caso, el
excombatiente. Con esto no queremos decir, que hay que olvidar quiénes son,
lo que hicieron y a la Organización que pertenecieron; la invitación más bien, es
a cuestionar, como reza el conocido refrán, el supuesto de árbol que nace
torcido nunca su tronco endereza, refrán que es utilizado en muchas ocasiones
por diversas personas e instituciones para referirse a los excombatientes y al
proceso de reinserción a la vida civil. Si bien hay que reconocer que algunos
“árboles” no enderezarán su rumbo, también hay que reconocer que hay
quienes logran resignificar sus vivencias, actor y sentimientos, construyendo
nuevas significaciones en torno a su identidad, su quehacer, relaciones y
sentimientos.
68

Ahora bien, la construcción de conceptos como desviación, anormalidad,
criminal y delito tienen, además del control social, otras utilidades como el
mantenimiento de diversas formas de “ordenamiento” social, con el cual
siempre se crearán exclusiones (los diferentes serán los que no se ajusten al
discurso de verdad vigente), lo que por ende “crea normalización, define
claramente cómo deben ser las personas “normales”, qué rasgos de
personalidad y de conductas tienen que tener, con lo que contribuye
poderosamente a crear y fomentar tales rasgos” (Ovejero, 2004, p. 543). Para
el caso que nos ocupa, el estado de desviación que experimenta el
excombatiente, lo comprenden algunos como “los comportamientos que se
alejan de las normas y los valores que rigen la sociedad normativa a la que
pertenece el individuo” (Barbero, 1980; García-Pablos, 1988; Larrauri, 1991;
citados por Rodríguez y Paíno, 1994, p. 229), es decir, al comportamiento que
se realiza diferente al esperado, en este caso, en el proceso de reintegración a
la vida civil. Pueden identificarse cuatro maneras en que el sujeto experimenta
este estado: uno de ellos es el reingreso a la ilegalidad, que incluye el porte de
armas y la pertenencia a combos y bandas y el uso/abuso de sustancias
psicoactivas ilegales (SPA). El consumo de sustancias psicoactivas es una
práctica articulada que decanta en el abuso de las mismas:
“… al principio seguí metido en cosas ilegales y hasta me volví un adicto a
la marihuana, viví en la calle mucho tiempo. Yo sí era un vicioso, toma
trago, un rumbero, me gustaban las armas, me gustaba andar con
combos, me gustaban conductas delictivas, andar con un cuchillo encima,
me encantaba, y ese era mi sueño, todos los días levantarme y lo primero
que tomara en mis manos era un cuchillo, que tristeza”. (Col. 13).
“Cuando yo llegué al programa hacía más o menos dos meses había
salido de la cárcel y me había ido para Amalfi, empecé nuevamente a
delinquir allá” (Col. 14).
Debe hacerse la salvedad que el consumo de sustancias ilegales, no es un acto en sí ilegal y
menos delictivo. La alusión a la ilegalidad, como dimensión de la desviación, es por ser una
acción socialmente sancionada desde unos discursos hegemónicos que representan la
posición oficial (la salud y la ley), no obstante hayan discursos de oposición o resistencia, que
deslegitiman los anteriores.
69

“Después vino la desmovilización, me vine a vivir acá a Medellín y seguí
delinquiendo por acá” (Col. 10).
Al parecer, buscar la ilegalidad, no es sólo una forma de lograr el sostenimiento
económico en la civilidad, sino también de hallar un soporte identitario que le
permita sobrevivir en el nuevo contexto. Ovejero (en Pérez Álvarez, 2004),
siguiendo a Tezzanos sugiere como interpretación de esto que las condiciones
de exclusión social, como por ejemplo estar vinculado el sujeto a una relación
laboral (tener trabajo) garantiza un mínimo de certezas para poseer referentes
identitarios: autoestima, satisfacción, amigos e integración social. Cuando no,
los excluidos configuran grupos con una función importante: hacer que los
demás se sientan normales y los propios también. Para el caso en estudio, tal
situación es compleja, ya que implica el desencanto por el mismo proceso de
paz en el que el excombatiente participa:
Al no encontrar adecuadas condiciones de reinserción
(económicas, políticas y sociales) hay alto riesgo de que los
antiguos combatientes -como sucedió en 1900 y en mayor escala
todavía en los 50's, y como ya está de hecho sucediendo hoy -
retornen a la insurgencia, o deriven hacia la delincuencia y el
bandidaje, un bandidaje de origen posterior al cese de hostilidades,
un bandidaje resultante, óigase bien, no de la degradación de la
guerra-que también lo hay- sino, lo que es más grave aún, un
bandidaje como FORMA DE DESENCANTO CON LA PAZ
(Sánchez, 1992, p. 51).
El excombatiente sigue perteneciendo al programa de reinserción a la vida civil,
recibiendo los beneficios que como desmovilizado le otorgan y a los cuales
tiene derecho (salud, educación, asesoría jurídica), pero también su acción se
vincula a la ilegalidad. Aquí es importante señalar, con sumo cuidado, que la
percepción de “libertad” que tiene al estar en la civilidad, le posibilita, entre
otras cosas, creer que todo es posible, es aquí donde prevalece el
excombatiente satisfecho:
“Una gran diferencia es que aquí siento que puedo hacer casi cualquier
cosa… por ejemplo echarme mi barítico… Eso si que me está cogiendo
70

como ventaja, fue sólo salir para que me volviera un vicioso, mejor me
hubiera quedado en el monte, ¿no?” (Col. 6).
Lo narrado hasta aquí, nos habla de un excombatiente, confundido e
inconforme que en su paso hacia la vida civil, puede transitar por caminos
diferentes a los que se espera: ilegalidad, consumo de SPA, porte de armas,
entre otros, pero también de un excombatiente satisfecho en ciertos momentos
por la percepción de “libertad”o por haberse desmovilizado. Ahora bien, es fácil
notar que no es un proceso sencillo y tal como mencionamos antes, los
estados se pueden suceder simultáneamente o coexistir, de ahí que la
conformidad, también sea una sensación in-corporada, es decir,
experimentada en el proceso de transición; tal estado hace referencia a la
“actitud de aquel que acepta pasivamente las normas de la sociedad” (Feliu y
Lajeunesse, 2004, p. 315) de un contexto o proceso particular. Involucra
además “la asunción de que uno no puede hacer nada para cambiar las cosas
porque cree que la mayoría de gente piensa que ya están bien así o bien por
miedo a la exclusión social” (Feliu y Lajeunesse, 2004, p. 315). Para la
experiencia de transición que nos ocupa, la conformidad es un estado que se
relaciona con los beneficios (se cumple para recibir dinero a cambio), con la
creencia del sostenimiento de por vida por parte del Estado, con la libertad (se
experimenta como privilegio en la civilidad: se puede hacer casi todo lo que se
quiere.
Pasar por esta experiencia impele al sujeto en cuestión a tomar posición y el
resultado es la bifurcación de las opciones, situación que hace emerger dos
actitudes, por ende dos identidades sociales, la de aquellos (los otros) que
como se expuso están a despecho de la situación (pueden ser los inconformes
o los que se han desviado), y la de estos (nosotros), los que más que
conformes, entienden el momento histórico de la desmovilización y el tránsito a
la vida civil. Dos actitudes, dos posiciones, dos prácticas, dos identidades:
reaccionar o resignarse, reclamar al Estado o depender. La resignación
provoca un estatismo cómodo, una posición de recibir y no dar. Así, se corre el
riesgo de construir identidades que no permitan un tránsito proactivo a la vida
civil: una identidad dependiente de un paternalismo o una identidad de
71

excombatiente que reclama el sostenimiento económico como obligación del
Estado, son los unos y son los otros los que se diferencian. La percepción de
uno de los participantes, adscrito a las ideas de uno de los bandos de opinión
parece clara:
“Como si el gobierno tuviera la culpa de todo lo que les pasa o de lo que
no tienen. Ellos mismos se han creado lo que ahora tienen y les da rabia
eso. Ellos todavía creen que el Estado les debe y los tiene que sostener
de por vida y eso es un error muy grande porque lo que recibimos es una
ayuda pero no va a ser eterna, ellos saben eso pero no lo aceptan y por
eso es que viven con tanta rabia” (Col. 13).
En síntesis, el excombatiente transita por un momento difícil en su vida, en el
cual debe conocer, identificar y aceptar las nuevas condiciones de la civilidad,
para poder empezar a construir nuevos marcos de pertenencia y referencia
identitaria que le posibiliten reintegrarse para ser y actuar como un ciudadano:
“Eso es un tiempo que nos dan para que cambiemos y volvamos a ser
buenas personas, para que seamos como cualquier ciudadano de este
país” (Col. 9).
Como ya se mencionó al principio del apartado, el DDR es el escenario de la
segunda experiencia, “soporta la transición de la guerra a la paz garantizando
un ambiente seguro, siendo la base de la transición de los excombatientes
hacia la vida civil, y habilitándolos para que generen su propio sostenimiento
económico a través de medios pacíficos” (Fusato, 2003). Aún así no es fácil, es
complejo y en él intervienen múltiples condiciones afectivas y sentimentales,
muchas veces contrarias, que dotan al proceso de una combinación caótica
de vivencias, de ahí que el otrora combatiente se desencante, se conforme, se
confunda, se desvíe o sienta una inconformidad tal que lo lleve a buscar
maneras conocidas de soportar y construir su identidad, como la ilegalidad.
En ocasiones este personaje sufre la transición porque le cuesta aceptar las
condiciones que son inherentes al proceso: el estilo de vida ha de ser diferente,
la legalidad sería el espacio en donde se recreen sus acciones y decisiones y
72

la participación debe ser consensuada y no obligada y temerosa. Esta segunda
experiencia, ha de posibilitar el paso a la civilidad del excombatiente,
añadiendo que también enfrentará las contradicciones y antagonismos
propios de una sociedad democrática, así la democracia sea precaria. No
obstante el sujeto representado en el personaje vea las cosas con ligereza o
simplicidad:
“Mire el cambio que tuvo mi vida, ¿cómo cruzar esa línea? Solo cruzar y
ya, un paso” (Col. 13),
Entender la transición como “cruzar la línea”, dar un paso o incluso un salto de
un lado donde se está, a otro donde supuestamente se quiere o se debe estar,
es la forma más sencilla de comprender este concepto, que nos remite en
primer lugar al cambio. Pero tal como dice Herrero (2006), “transiciones ha
habido siempre porque el cambio es consustancial a la historia” (p. 173). Para
efectos aclaratorios, entenderemos por transición el tránsito acelerado de la
alienación (identidad sujetada) a la recuperación de la identidad (identidad
emancipada); de una legitimidad a otra (…)” (Herrero, 2006, p. 173), lo cual
supone, tal como anota el mismo autor, la sustitución de unos procesos por
otros, de unos símbolos por otros. Empero, cabe preguntar: si en “la
Organización” el arma, el uniforme y demás dotación, soportaban su identidad
como combatiente, ahora en la transición, ¿cuál es el soporte de su identidad?
¿Cuáles son las implicaciones de entregar al Estado aquello que le permitía
saber quién era?
Estos interrogantes se irán respondiendo a lo largo de este tránsito que ahora
hacemos, tránsito un poco más sencillo que el que realiza el excombatiente.
Por ahora, vale la pena un corto detenimiento en la definición de transición que
tomamos prestada de Herrero (2006). Es importante debatirla, ya que a la luz
de la experiencia del excombatiente, esta definición cojea, en dos tesis
fundamentales: el carácter acelerado y la sustitución. La experiencia de
transición tiende a ser más lenta, espiralada y compleja que acelerada, con
intervalos, subidas y bajadas, estancamientos, e incluso, lo que a simple vista
llamaríamos “retrocesos”. La experiencia de transición, que no sólo es de
lugar, jurídica y política, sino también identitaria, es un proceso tan complejo,
73

que es imposible intentar enfrascarla y momificarla, ya que por sí misma, es un
proceso, que necesita para su afirmación y nueva construcción de sentido, algo
más que la escueta afirmación “ya dejé atrás mi vida pasada, soy un hombre
nuevo (Col. 2)”, afirmación que a los ojos y entendimiento del sujeto en
transición a la civilidad sería falsa: cuando no se ha pasado por el proceso
espiralado de la transición: desencanto, confusión, conformidad, inconformidad,
desviación, no se podrá hablar de reintegración, sino que se permanecerá en
un estado de tránsito inconcluso, un limbo, en el cual no se es de allá (“la
Organización”), ni se es de acá (la civilidad).
No es un proceso lineal, ya que la experiencia le ha mostrado al
excombatiente, que cuando se siente identificado con normas y leyes de la
civilidad, la ilegalidad aún es una opción; que cuando siente su identidad
ciudadana construida, las huellas del pasado o las tan temidas “culebras” 9 , le
recuerdan que no es tan sencillo; que cuando cree firmemente que el
sentimiento de poder, ese tan conocido y tan necesario en “la Organización”,
en “la guerra” y en “la vida en el monte”, ya no se manifiesta en la civilidad, se
da cuenta que si está presente, que es necesario, pero ahora ya no sabe qué,
quién o quiénes lo representan. En fin, espiral de transiciones identitarias
que muchas veces creen inocentemente que en la sustitución está la clave de
la transición. Es una transición en la que se combinan tramas diferentes,
producto del encuentro simbólico con diferentes cuerdas de una malla de
relaciones casi infinito. Éstas, son sólo pistas que nos van hablando del
entramado de relaciones, sentimientos y procesos que implica la transición
identitaria que ha de hacer un combatiente, para llegar a ser un ciudadano.
La sustitución, la segunda vertiente que hemos señalado de la definición de
transición, no permite la concienciación del sujeto en transición, proceso
fundamental para “dar el paso definitivo y no volver atrás” (Col. 13). La
transición ha de pasar antes por la reflexión que por la geografía, es decir, ha
de ser una decisión de un sujeto que deseoso de emancipación, reflexiona,
decide y actúa, no al revés; y ha de transcurrir por afectos (pasiones) y
9 Así le llama nuestro personaje a sus enemigos.
74

convicciones, más que por la obediencia. Lastimosamente, casos como este
suceden a diario: combatientes que obedientes a la orden del comandante se
des-arman, se des-uniforman y ¿se des-identifican? ¿Será tan sencilla la
transición identitaria como quitarse el uniforme y entregar el arma?
Definitivamente no, de ahí que la simple sustitución no sea el camino que lleve
a un movimiento subjetivo que permita al sujeto, una resignificación sentimental
del proceso transicional y por lo tanto sea en muchos casos, sólo una bandita
(cure-band) que se pone para detener una hemorragia.
Si bien la sustitución no es el camino que permita construir una nueva manera
de ver el mundo, entenderlo y vivir en él, puede ser el comienzo del largo
camino que implica la transición, ya que las transiciones no “son unívocas, ni
fáciles, ni gratuitas, ni siquiera siempre pacíficas y los intereses enfrentados
son muchos, los valores en juego no siempre conjugables” (Herrón, 2006, p.
174) y se agregaría, no acabadas, siempre en construcción.
Ahora bien, la importancia de la sustitución de símbolos en la transición
identitaria no es un asunto sencillo. Para comenzar, hay una función relevante
que el símbolo cumple: es dinámico, no se limita a “comunicar algo sino que es
capaz de movilizar. No sólo evoca, sino que convoca. Su función no es sólo
revelar algo, sino convertir el conocimiento en acción” (Herrón, 2006, p. 176).
El arma, principal objeto representante del sentimiento de poder para el
combatiente, en la civilidad, es ¿sustituido?, ¿subsumido?, ¿abandonado?,
¿olvidado?, o tal vez, ¿resignificado? Los relatos del personaje de este acto,
nos da claras muestras del sentimiento de pérdida que le evoca el arma,
saber que ahora no la porta consigo y que le hace falta para sentirse
“completo”:
“Fue muy doloroso porque fue como si me hubieran sacado desnudo a la
comunidad y le hubieran dicho a la comunidad: „mírenlos, acá están en
bola‟, porque ya no tenía fusil, ya no tenía la máscara” (Col. 16).
Y también narra cómo vivió esa transición que implicaba dejar el arma y
encontrar/construir nuevos sentidos en la civilidad:
75

“Yo creo que la ayuda de gente profesional le sirve mucho a uno. Yo creo
que la clave de todo fue sentirme escuchado, porque cuando
comenzaron a escucharme comencé a vestirme de nuevo, pero ya con la
ropa común y corriente, con los zapatos común y corriente, y dialogar con
el vecino común y corriente. Mejor dicho, volví a ser yo, que lo dejé de
ser tanto tiempo y me pesa en el alma haber desperdiciado tantos años
de mi vida, no para nada, sino sin sentido” (Col. 16).
En la experiencia de la transición los símbolos son necesarios: aquellos que
permitan el sostenimiento del excombatiente en la civilidad, que soporten su
identidad y lo acompañe en la transición. Podrían ser tantos y tan variados: la
familia, el dinero, los compañeros, el Estado, el psicólogo, el Programa Paz y
Reconciliación 10 . Éstos, pueden ser denominados “símbolos de
acompañamiento” (Herrón, 2006, p. 180):
Son aquellos que sirven de estratos protectores (…) del
propio proceso de transición, de manera que la sustitución
de una legitimidad por otra, de unos valores por otros, la
eclosión de nuevas identidades en el seno o al margen del
antiguo cuerpo político (…). Es decir, que la transición no
sea una revolución.
Ahora bien, no por el hecho de estar acompañado, el proceso de transición a la
vida civil es más sencillo. Hemos sido reiterativos con el asunto: no es sencillo,
ni aún con el apoyo psicosocial, educativo, familiar y jurídico que recibe,
nuestro personaje en muchas ocasiones se halla tan confundido, que cree que
seguir adelante es imposible. Esta confusión, que va unida también a
desencanto, conformidad, inconformidad o desviación, es experimentada en su
proceso de transición. Si logra resignificar esta experiencia y transitar hacia la
civilidad, aún con todos los obstáculos identitarios que encuentre, tiene grandes
posibilidades de ser un ciudadano que ejerza la ciudadanía de forma
emancipada y no autómata y con pensamiento de paternalismo hacia el
10 Desde el 1 de enero de 2004, el nuevo Alcalde modifica sustancialmente el Programa
Reincorporación a la Civilidad y en su lugar crea el Programa Paz y Reconciliación, que
asumiría el reto de la reintegración. (Alcaldía de Medellín, 2007, p. 20), con un modelo de
intervención llamado “Regreso a la legalidad”, que aún hoy, sigue vigente.
76

Estado, obstáculo este que se presenta en el camino hacia la reintegración y
que trataremos más ampliamente en el tercer capítulo.
En este escenario de la transición un desmovilizado ha de recorrer un camino
de acompañamiento psicosocial que le permita acceder a una auténtica
reintegración social. Theidon y Betancourt (2006), nos hablan de la transición e
una manera interesante: los programas DDR implican una transición, tanto por
parte de los combatientes que dejan sus armas, los gobiernos que buscan una
salida del conflicto, como para las comunidades que reciben a los
desmovilizados. La transición a cada nivel implica una ecuación compleja,
conflictiva, dinámica que se complica mucho más cuando un país (como
Colombia) busca implementar el proceso en medio de una guerra. Así las
cosas, tanto usted como yo, participamos de este proceso de transición,
hacemos parte de esas comunidades receptoras e incluso, se ha preguntado
alguna vez, si este sujeto ¿puede ser su compañero de trabajo o su vecino?
En este orden de ideas, es importante mencionar otra dificultad a la que se
enfrenta el excombatiente: comunidades, familia, amigos, parejas, que aún no
le apuestan al proceso de paz cimentado en el DDR. En estos casos, nuestro
personaje, más vulnerable aún, tiene dificultades para encontrar el soporte
relacional necesario para emprender el arduo camino de la transición, lo que
tendrá un desenlace casi siempre desafortunado: regresar a la ilegalidad
(delincuencia común por ejemplo) unas veces, re-ingresar a otro grupo armado,
otras. Con esto no estamos diciendo que el proceso de DDR dependa
exclusivamente de las redes relacionales del excombatiente, sino que estamos
señalando la importancia de estas redes para las significaciones valorativas y
emocionales del posible ciudadano y para la creación de nuevos marcos de
pertenencia y referencia identitaria.
Después de conocer lo que implica la transición que realiza el excombatiente,
vamos a sumergirnos en la experiencia de participación en la vida civil.
Recuerde que el personaje que nos acompañará en el próximo capítulo no es
otro que aquel que en el pasado fue el poderoso combatiente, que también
sufre; aquel que en su proceso de transición es un excombatiente sin
77

eferentes y satisfecho algunas veces y que ahora en su entrada a la civilidad,
tiene dificultades, luchas, retos, invitaciones constantes a la ilegalidad, pero
también logros, metas por cumplir y sobre todo, sueños, aquellos que le
estaban prohibidos cuando participaba en el grupo armado.
4.3 P.V.C: Cómo ser un ciudadano y no arrepentirse en el intento
Tercera experiencia: participación en la vida civil (P.V.C)
Personaje: un ciudadano con nombre propio que puede soñar con el futuro –
un ciudadano, ¡que también sufre!
Escenario en que se desenvuelve: la civilidad
Otros personajes: familia, amigos, el Estado, compañeros de trabajo y estudio,
jefes (trabajo).
La participación en la vida civil la describiremos en dos apartados: el primero se
refiere a lo que hemos llamado movimiento subjetivo, que incluye lo que
podríamos llamar como la parte difícil y ardua del proceso de P.G.A y el
segundo se refiere propiamente a la reinserción como el objetivo puntual que
busca el proceso de DDR, enfatizando en sus logros y metas por alcanzar.
Movimiento subjetivo hemos llamado al proceso durante el cual nuestro
personaje va construyendo nuevas formas de vivir en el nuevo escenario de la
civilidad. Es un proceso que no es independiente de las dos experiencias
anteriores y por lo tanto no es exclusivo de la P.V.C. Es más, podríamos decir
que es el proceso que va permitiendo al excombatiente la resignificación de los
acontecimientos, situaciones, percepciones y acciones que hasta este punto ha
vivenciado, para poder así ser parte nuevamente de la civilidad.
El proceso no está exento de vicisitudes, antes bien, para que un
excombatiente llegue a ser un ciudadano, tendrá que movilizarse e instaurar
nuevos marcos de pertenencia y referencia que le permitan asirse a la
civilidad y pasar la dura prueba de la invitación constante a la ilegalidad:
pertenencia a nuevos grupos armados o a los ya existentes, delincuencia
común, en fin, el abanico de posibilidades es grande en este sentido. Ahora
78

ien, ¿cuáles son las posibilidades para un excombatiente en la civilidad? Una
respuesta rápida sería: estudiar, trabajar, participar. Tales posibilidades
implican a su vez no sólo un movimiento subjetivo del excombatiente sino de la
red social que también participa de esta experiencia.
Este primer proceso de la experiencia de P.V.C incluye dos dimensiones del
excombatiente: la personal y la relacional, las cuales están anudadas con lo
simbólico-afectivo y la construcción de la identidad.
Ahora bien, los recuerdos traumáticos que no se pueden olvidar, que se
quedan “pegados” al cuerpo y a la vida, es un primer inconveniente en este
proceso:
“Yo ya he estado con la psicóloga, pero eso no sirve de nada, sólo es
bueno para unas cosas, pero esas imágenes están aquí, siguen aquí
adentro, como una cosa que no se despega” (Col. 2).
Esta “cosa que no se despega” se refiere a recuerdos e imágenes que no
abandonan al sujeto y le impiden vivir tranquilamente y más aún, dormir
tranquilamente; son imágenes encarnadas que lo retornan constantemente al
pasado:
“Me estoy enlocando ahora si porque ya no duermo por las noches porque
esos recuerdos se me metieron en la cabeza. Son pesadillas y cosas
malucas que no se despegan, no se van” (Col. 2).
“El recuerdo más grande que tengo es pensar que todavía hay tanta gente
secuestrada, y que hay tantas familias rogando porque a esas personas
las saquen, y yo ya no puedo hacer nada. Primero porque no hay la forma
de hacerlo legalmente, y segundo porque yo fui parte de ese conflicto,
donde también alguna vez lo hice. Y también hice sufrir a tanta gente, a
tanta familia que veo que, ¿qué vamos a hacer?, es muy duro y me siento
muy culpable por todo eso” (Col. 14).
79

La pérdida de compañeros queridos es otro recuerdo que no abandona al
excombatiente; el sentimiento de culpa y la percepción de impotencia tanto
en el pasado como en el presente, le representa graves problemas en su
proceso de reinserción a la vida civil:
“Lo más duro es perder a un amigo que uno quería, que era el parcero, el
de todo pa´ todo. Yo no puedo olvidar nada de eso, cuando lo mataron,
porque sigue siendo mi amigo, aún después de muerto” (Col. 3).
El movimiento subjetivo que ha de hacer para llegar a ser un ciudadano, incluye
además de la resignificación de tales recuerdos, las dificultades significativas
en:
Las relaciones (familia, pares, Estado, pareja)
El dinero
Cumplimiento de las normas y leyes
Además de lo anterior, el temor al futuro se intensifica en el escenario de la
civilidad; si antes le preocupaba sobrevivir en la experiencia de P.G.A, en la
civilidad sus preocupaciones, aunque puedan ser las mismas en apariencia,
tienen significaciones diferentes: se preocupa por el sustento diario (conseguir
la comida para él y su familia), por conseguir trabajo, por las deudas que tiene,
por cumplir con el estudio y ganar el año escolar, por tener dónde vivir, en fin,
preocupaciones que usted o yo podemos tener en la vida cotidiana. El
personaje nos muestra cómo su preocupación por el dinero se relaciona ahora
con la supervivencia como ciudadano y no como combatiente:
“Me preocupa lo que viene de hoy en adelante porque yo no vivo con
familia acá en Medellín y es algo preocupante porque estoy terminando de
estudiar, entonces la ayuda monetaria ya se reduce, se reduce a que sólo
me van a consignar lo de los talleres. O cuando empiece a hacer la
tecnología, o la ingeniería, entonces ya no va a alcanzar para el sustento,
ni sustento y para pagar apartamento” (Col. 13).
80

Además, en la dimensión relacional que incluye el movimiento subjetivo, la
percepción de cambios en la civilidad es importante y va unida a la decisión
de salir adelante, dejando de ser un obstáculo para la sociedad, siendo útil. El
relato de utilidad es representante de la voz de la conformidad. El cambio
pensado incluye además la familia y los compañeros:
“Y es que a mí no me creen todo lo que fui, pero yo cambié, yo en el
momento que decidí salir adelante, dejar de ser un estorbo para la
humanidad, quise ser útil. Y en mi familia también ha habido muchos
cambios por eso, mi familia se ha tornado más amigable, ya mas
compasivos también, porque ellos han visto el cambio, han visto: „si el
cambió, si él es así, ¿por qué nosotros que no fuimos como él, no
podemos?, si podemos‟, mucha gente así ha cambiado, yo he visto a
muchas personas cambiar por ejemplo compañeros míos” (Col. 13).
Otro cambio significativo que acontece en la civilidad es la visibilidad y el
nombre propio; si bien en la P.G.A se tenía un sobrenombre y la cédula no
representaba un documento relevante, en la civilidad cobra importancia, en
tanto es la identificación particular que porta consigo cada ciudadano; de
igual manera el nombre propio y no el sobrenombre es lo importante en la
civilidad: se le llama por el nombre propio para saber quién es y para que él lo
sepa también. Lo anterior trae consigo algunas consecuencias como la
visibilidad que le obliga a que sus acciones y decisiones hagan parte de la vida
pública del contexto en que vive y por consiguiente es un llamado a la
responsabilidad y participación, lo que algunas veces no es grato para el
sujeto:
“Pero aquí por todo le piden a uno cédula, código, nombre, no qué pereza,
eso pa´ lo único que sirve es pa´ problemas, es mejor sin nombre, pa´ uno
poder desaparecerse cuando quiera” (Col. 5).
El apoyo que percibe de la comunidad, de la familia, del Programa Estatal y en
ocasiones “de Dios”, en esta experiencia es fundamental porque es uno de los
soportes que le permiten al posible ciudadano realizar el tránsito hacia la
81

einserción; el estudio es visto como un nuevo comienzo y la oportunidad de
salir adelante y ser un ciudadano como los demás:
“En la vida social encontré un apoyo por parte de muchas personas que
me brindaron apoyo sin condición y con mucha entrega y dedicación” (Col.
13).
“Sin la ayuda del programa yo le apuesto lo que quiera a que no estaría
acá. En el programa me puedo seguir educando, en el programa también
aprendí a valorar lo más pequeñito que uno tenga en la vida, y pienso que
el programa si cumple porque es un medio donde nosotros empezamos a
sentir quiénes somos” (Col. 14).
“Para mí un proyecto de vida está eso, estudiar para en un futuro decir:
gracias a Dios y gracias al apoyo de la ayuda humanitaria y gracias al
gobierno yo pude salir adelante y soy una persona diferente” (Col. 13).
El movimiento subjetivo que hasta aquí hemos descrito (primer apartado de la
P.V.C), no culmina con el logro de la reinserción, antes bien, hay que recordar
que tal movimiento es constante y es una premisa fundamental para la
comprensión de la construcción identitaria en la civilidad.
4.3.1. La reinserción: el camino hacia la ciudadanía
La reinserción como proceso, representa ante todo la posibilidad de cambio:
ser una persona diferente a quien se era antes (cuando participó en el grupo
armado), tener un nuevo comienzo y un estilo de vida diferente. Para nuestro
personaje, estas posibilidades de cambio incluyen muchas veces dificultades,
porque, como ya se mencionó anteriormente, la transición hacia la vida civil no
es sencilla e incluye múltiples vicisitudes. Entre éstas, podemos encontrar:
Sobrevivir en la vida civil con medios legales (implica aprender un oficio
diferente al que tenía cuando militaba en la Organización).
Regresar y/o ingresar por vez primera al proceso educativo, implica no sólo
cuestiones de cobertura (ya que el acceso está garantizado), sino otros
procesos que incluyen las habilidades sociales y cognitivas del excombatientes.
El sólo hecho de haber participado en un grupo armado con todo lo que ello
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implica, tiene consecuencias y efectos que muchas veces le impiden o
dificultan insertarse al medio educativo y cumplir con los requisitos mínimos de
aprendizaje.
“Por la guerra, por eso es que somos tan brutos pa´l estudio, nada nos
entra ya en la cabeza porque la violencia se le mete a uno en el cuerpo y
en todo” (Col. 6).
Los problemas con la pareja pueden intensificarse sobre todo al principio del
proceso; la violencia y la agresión están presentes en el modo de relacionarse,
y el sometimiento tanto físico como emocional se vislumbra al comienzo de
la construcción de sus nuevas redes sociales en la civilidad; aún se
reconoce a los diferentes como enemigos, aquellos contra quienes se
combatió en el pasado, se identifican en el presente:
“Él ya no es el caballero que conocí, se volvió un hombre brusco,
malgeniado, violento y ya me ha pegado varias veces: me ha reventado la
nariz dos veces, una me la quebró, me voló los dos dientes de adelante y
la psicóloga vio como me dejó un ojo el año pasado. Y yo pues tampoco
me quedo quieta, yo trato de defenderme, pero ya no tengo la misma
autoridad de antes, yo ya no soy la misma mujer” (Col. 4).
“Aquí lo que me parece duro es que uno ve a esos perros aquí y no puede
hacer nada… uno los reconoce porque son campesinos, son muy distintos
a nosotros, es sólo mirarlos y uno ya sabe todo” (Col. 9).
Ahora bien, en el proceso de reinserción no sólo hay dificultades. Los logros y
las luchas en el proceso de llegar a ser un ciudadano, también son de merecido
reconocimiento:
La dimensión del cuidado de sí y de los otros cercanos, empieza a tomar
relevancia en la vida del sujeto, unido a la valoración por las situaciones,
eventos y vivencias de la vida cotidiana.
83

“La vida es diferente y ya puedo estar con mi familia. Yo ya valoro lo que
tengo y a la gente que quiero. Aquí afuera entendí que si uno quiere algo
lo debe cuidar y asi se cuida a uno mismo también” (Col. 8).
“En el programa me puedo seguir educando, en el programa también
aprendí a valorar lo más pequeñito que uno tenga en la vida, y pienso que
el programa si cumple porque es un medio dónde nosotros empezamos a
sentir quiénes somos” (Col. 14).
El estudio comienza a ser considerado parte vital y fundamental del proceso
de reinserción; se resignifica su comprensión, se valora y se quiere seguir
avanzando en el nivel educativo:
“¿Qué tan importante es estudiar? Mucho. Por que con esto he empezado
a evolucionar, yo estoy estudiando administración de empresas, ya
termino en enero, salgo como técnica. He hecho otros cursos en
investigación de mercado y otra clase de cursos” (Col. 14).
La dimensión de la reparación está presente en el nuevo estilo de vida: se
realizan acciones en pro de la reconstitución del tejido social, que se
comprende dañado por acciones de guerra en el pasado. La reintegración
permite que las fronteras y límites desaparezcan (los de la guerra) y se
construya una nueva representación de aquellos que son diferentes:
“… La conclusión que yo saco es que nosotros de alguna u otra forma
estamos reparando a las personas, en vez de dinero puede ser haciendo
obras sociales, esta es una de ellas. Yo creo que esas fronteras
imaginarias, como les dice uno: „los límites imaginarios‟, se acaban en el
momento en que nos desmovilizamos, a pesar de que nunca la tuvieron.
Nosotros en la mente por la ideología que nos metían a cualquiera de los
dos grupos, siempre pensábamos que esa persona era el enemigo, aún
sabiendo que nunca lo fueron, porque ni ellos nos conocían, ni nosotros a
ellos, simplemente luchábamos por lo que no valía la pena. Ahora todos
somos iguales, personas del país” (Col. 16).
84

El sentimiento de tranquilidad emerge constantemente en las narraciones:
dormir tranquilamente es un logro al que nuestro personaje puede acceder
siempre y cuando sus recuerdos, imágenes y vivencias del pasado están
resignificados, es decir, que el sujeto haya logrado construir nuevas maneras
de comprender las acciones y experiencias del pasado; así mismo, es
expresado en diversas situaciones de su vida:
“Ahora duermo como un bebé, súper tranquila, en cambio anteriormente
no podía ni quitarme los zapatos porque ya estaba pensando en qué
momento me tocaba levantarme, no dormía tampoco tranquila porque
pensaba qué comando metía, en cambio ahora es diferente, ahora soy yo
la que vela por mis hijos, ahora soy yo la que está pendiente de ellos”
(Col. 16).
“Aquí ya estoy más tranquilo. Ahora vivo súper bien pues estoy
terminando mis estudios. Aquí ya no estoy pendiente de si me van a
matar. En la civilidad me siento muy bien porque son evidentes y notables
los cambios que hay de estar allá que acá. Porque allá vivía uno con esa
zozobra; que nos prendimos, que ya nos vamos a prender, que tenemos
que meternos a tal lado, que nos van a matar, que cuidado con el pueblo
no se deje solo, que cuidado con la familia” (Col. 13).
Poder soñar con el futuro, tener ideales y un proyecto de vida, son nuevas
construcciones que puede realizar. Si cuando era sujeto combatiente, no le
estaba permitido soñar con un futuro diferente a luchar por seguir vivo, en la
civilidad, las posibilidades de ser son infinitas y por lo tanto de soñar y construir
su proyecto de vida; ahora puede decidir cual estilo de vida seguir, de esta
forma, el sentimiento de libertad cobra importancia en este nuevo escenario: se
es libre para ser otro diferente:
“Aquí yo tengo sueños y quiero seguir adelante. En la guerra no hay
proyecto de vida, hay proyecto de muerte, en cambio aquí en la civilidad si
hay proyecto de vida. Encontré un estilo de vida muy agradable porque
tengo una comunión con lo espiritual, es decir, con nuestro dios, ya que en
tiempos pasados no importaba quién era dios. Estoy contento con este
85

cambio porque dejé todo lo malo que había en mí y ahora todo cambió
para bien pues soy cristiano. Yo siento alegría al ver cómo han cambiado
las cosas en mi vida… lo que al principio pensé que era malo, pues resultó
muy bueno y como yo lo he sabido aprovechar, pues me está yendo bien”
(Col. 13).
“En la civilidad es mucho más diferente, uno va avanzando y usted sabe
por dónde va” (Col. 7).
El sostenimiento propio en la legalidad, es ahora una de las tareas
importantes. De igual manera, el estudio le permite considerar nuevas
posibilidades en su proceso de reinserción y le permite además, ampliar las
redes sociales o construir nuevas. Al sentirse parte de la sociedad, se siente útil
y emprende acciones que respaldan su sentir:
Pues de lo más satisfactorio de la vida civil es que puedo ser útil a la
sociedad y a mi familia y amigos… aquí en la civilidad esforzarme y ser
valiente me va a llevar a ser una persona útil a la sociedad, a mi familia, a
la gente que me rodea. En la guerra hay mucha diferencia, ese esforzarme
y ser valiente me va a llevar no a escalar sino a descender. Yo pienso que
una de las opciones… trabajar es una opción muy buena. Yo tengo en
mente lo que yo quiero ser, lo que yo anhelo, yo en lo más profundo de
mi corazón anhelo poder entrar a la universidad, terminar la ingeniería,
luchar por lo que sea, por una familia, por ser útil, seguir ayudando a la
gente de la calle (Col. 13).
El apoyo que percibe de la comunidad es gratificante y un soporte
importante en el logro de la reinserción. el ciudadano visible y con nombre,
ahora participa activamente de la organización y ejecución de actividades
conjuntas en su barrio o en barrios aledaños, es más, puede participar en
grupos o asociaciones de su barrio o comuna: JAC 11 , JAL 12 u otros grupos que
se conformen. Puede llegar a ser un líder para su comunidad y un ejemplo a
seguir. Sabe quien fue y en el descubrimiento de las posibilidades de ser en la
11 Juanta de Acción Comunal
12 Juanta Administradora Local
86

civilidad, se descubre a si mismo como agente directo del cambio y el
dinamismo de su comunidad:
“Yo soy líder en mi comunidad. Allá siempre me buscan para armar los
juegos, las rumbas y hasta los sancochos, ellos saben que yo soy bien,
que ya soy de los buenos y que si antes fui el peor, ahora ya eso quedó
en el pasado. Yo me siento como poderoso en mi comunidad, en mi
barrio, pero no es como en la guerra. En mi barrio yo puedo hacer cosas
buenas y en eso consiste el poder aquí. A mi nadie me paga pa´ que yo
haga lo que hago, lo hago porque quiero, porque me nace, si no, no lo
haría. Yo se que yo podría volver a ser lo que fui pero yo decidí un día no
ser más eso y lo logré. Aquí mis vecinos son mis amigos y me creen”
(Col. 8).
El apoyo humanitario que aún se recibe del Estado se comprende en esta
experiencia como una herramienta útil para lograr lo que se quiere, pero no se
percibe como una obligación o como un pago; en este momento de la
experiencia de P.V.C, nuestro personaje sabe que tal apoyo es limitado (tanto
en tiempo como en cantidad) y que por lo mismo, debe encontrar nuevas
formas de sostenimiento: ahora ya no depende del Estado:
“Entonces me preocupa esa parte, que la ayuda humanitaria se reduce,
pero no es que porque se reduce va a cambiar mi vida, me voy a poner a
delinquir y van a cambiar las cosas, no. Antes yo pienso al contrario,
seguir luchando pero teniendo en cuenta las dificultades de uno” (Col. 13).
Una dimensión importante para finalizar la descripción de esta experiencia, es
la que se relaciona con el cumplimiento de deberes y derechos en la
civilidad. Una paradoja aparente acompaña esta dimensión: si en la P.G.A
nuestro personaje tenía que obedecer como la primera condición para
permanecer con vida, entonces se podría pensar que en la civilidad no se le
dificultará tal dimensión. Aún así, lo que narra es diferente: su dificultad al
momento de cumplir deberes es grande, pero no así, su capacidad para
reclamar sus derechos. Reclama pero no cumple. Este proceso de “rebeldía”
contra lo establecido en la civilidad, se relaciona con su no aceptación de la
visibilidad y el nombre propio que en el nuevo escenario son condiciones
87

innegociables. Este rechazo inicial a la norma puede darse en la experiencia de
transición e incluso en el primer momento de la P.V.C que mencionamos más
adelante.
Ya en el proceso propiamente de la reinserción, el sujeto comprende el
significado de los deberes y derechos en la civilidad: el cumplimiento ya no es
obligado, sino que es resignificado: se cumple para edificar entre todos la
sociedad, se cumple para ser útil, para aportar, se cumple porque se tiene un
papel para cumplir y construir: ser ciudadano:
“Entonces es más fácil por un camino recto, limpio, con una luz al final
del camino, que sin saber usted por dónde va, es como ponerse a dar
vueltas sin encontrar la salida. Aquí si uno cumple con lo que hay que
cumplir, con las normas, uno va recto y limpio y no hay problemas. Para
comprender todo eso hay que sentir amor, amor por la gente, amor con
nosotros mismos; gracias a Dios yo cambié” (Col. 7).
“Las normas de acá, de la civilidad, son muy lógicas y muy claras,
son algo que se debe cumplir para uno realizar los sueños o lo que
uno tiene que ser aquí en la civilidad, las normas de allá es lo que se tiene
que cumplir, lo que se tiene que hacer si quiere seguir vivo. Esas normas
se cumplen para cumplir el proyecto de vida, y que ese proyecto de vida
que uno tiene en mente, y que está encaminado a cumplir no sea roto,
para que se pueda cumplir, para uno más adelante poder dar un consejo,
para tener como algo en la mano para decir: “haga esto, no haga esto” y
son normas y leyes de la civilidad, porque imagínese una civilidad sin
normas y sin leyes. Uno aquí en la civilidad las normas y las leyes de acá
son algo para edificarlo, algo que edifica, algo constructivo, las normas de
allá es algo destructivo” (Col. 13).
Ahora bien, un punto fundamental es la resignificación del otro; si antes se
pensaba y se creía en los otros como enemigos, en la civilidad, los otrora
enemigos, hoy son vistos como iguales, como ciudadanos, gente del común
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con quien se puede conversar, estudiar, trabajar, hacer sancochos y/o departir
en el barrio, por ejemplo.
Otro punto importante a tener en cuenta en esta experiencia es el papel de la
cultura y las prácticas que el excombatiente realiza . En términos descriptivos
se podría decir que la cultura es un universo de significados, el cual da sentido
a las acciones y al que se acude para entender el mundo. En este orden de
ideas vale la pena mencionar que las diversas formas culturales siempre se
encuentran inscritas en contextos particulares que implican entre otras cosa,
relaciones de poder, conflictos, desigualdades. El posible ciudadano, ahora ha
de resignificar las experiencias vividas para así transformar sus acciones,
prácticas y percepciones en el nuevo universo de sentidos que ahora le
corresponde construir, tal como veremos más adelante.
La cultura es entendida por Giménez (2005, p. 111) como la dimensión simbólico-expresiva
de todas las prácticas sociales, lo que incluye “el conjunto complejo de signos, símbolos,
normas, modelos, actitudes, valores y mentalidades a partir de los cuales los actores sociales
construyen, entre otras cosas, su identidad colectiva”.
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5. DIME QUÉ SIENTES Y TE DIRÉ QUIÉN ERES: EL PAPEL SOCIAL DE
LOS SENTIMIENTOS EN EL DEVENIR DE LA IDENTIDAD:
Sentipensar… término copiado de algún autor que desafortunadamente ha
quedado en el olvido. Sentir, como también ha sentido el combatiente poderoso
que sufre (P.G.A), el excombatiente con su limbo identitario (T.S.C) y el
reinsertado ante el nuevo proyecto de ciudadanización (P.V.C). Sentir es una
condición para dar cuenta de lo que florece en el pensamiento, para dar cuenta
de una interpretación que resulta de la aprehensión y puesta en relación de los
emergentes de la descripción precedente. Sentipensar es también la fuente
identitaria de estos personajes que labran día a día, hora a hora, su presente,
aún desde aquellos instantes atravesados por balas de fusil o de mortero, por
gritos de victoria o derrota, por órdenes que van y vienen y por ojos que vigilan
los cuerpos, ya militarizados, ya civilizados.
En el presente capítulo intentaremos comprender el papel social de los
sentimientos en la construcción identitaria de los personajes que nos han
acompañado: combatiente, en el limbo identitario, ciudadano; un personaje que
en su tránsito por las tres experiencias construye proyectos identitarios
anudados a sentimientos y sentimientos anudados a su identidad, de ahí la
tesis que nos acompañará en este capítulo: dime qué sientes y te diré quién
eres, como una manera de nombrar el complejo entramado de
identidades/sentimientos que como sujetos construimos en nuestro paso por el
mundo, un mundo también construido en la infinidad de relaciones, situaciones,
percepciones, un mundo construido con nuestro sentipensar.
Ya es claro, según las líneas que nos preceden, que ninguna de las tres
experiencias está exenta de sentimientos, antes bien, éstos nos van a permitir
comprender la conformación de la identidad en cada experiencia con sus
particularidades y estrechos lazos.
Ahora bien, es necesario recordar que en cada experiencia el personaje
cambia, es otro, pero sigue siendo el mismo como sujeto de unas relaciones;
así, en la P.G.A encontramos al combatiente raso con poder, ¡que también
90

sufre y goza!, en la T.S.C., el excombatiente sin referentes, pero también
satisfecho se construye y en la P.V.C., un ciudadano con nombre propio, ¡que
también sufre!, y todos narran su experiencia. En cada una de estos
momentos, los personajes vivencian diversas situaciones, en diferentes
escenarios y forman parte de diversas relaciones que marcarán a manera de
impronta o huella la identidad y los sentimientos que el sujeto crea en cada
una.
El carácter social de los sentimientos y la identidad, unidos a diversas
condiciones de cambio político y postconflicto, de escenarios y lugares, de
relaciones, permite dilucidar la dimensión relacional y discursiva de los
sentimientos y a su vez cuáles toman más fuerza en uno y otro momento; de
igual manera, las posibilidades o restricciones en el ser y el hacer, los marcos
de pertenencia y referencia, las situaciones y las percepciones de las mismas,
pueden construirse de una u otra forma.
Los sentimientos, aquí son entendidos como construcciones sociales, es decir,
vinculados a contextos y relaciones particulares, de ahí su carácter movible y
cambiante, y su vínculo estrecho con la identidad, la cual también es entendida
como construcción social. Los sentimientos tienen una historia y la historia de
los sentimientos es la historia de la identidad. Ahora bien, para lograr
comprender la construcción identitaria y el papel social de los sentimientos en
ésta, vamos a tener en cuenta: los contextos y en éstos, la posición que allí
se adopta, la cual se define desde dos perspectivas: deberes-derechos y roles-
estatus; los sentimientos, entendidos como el “corazón” de las significaciones
valorativas y emocionales, las cuales a su vez, hacen posible que se generen
marcos de referencia y prácticas sociales que constituyen la adscripción
identitaria (¿combatiente o ciudadano?); las relaciones, las cuales adquieren
caracteres diferenciados según las alteridades.
A continuación nos adentraremos en la comprensión del papel social de los
sentimientos en el devenir de la identidad en cada una de las experiencias.
91

5.1 P.G.A: sin potestad para decidir, enajenados en el sentir
Para Ovejero (1995) siguiendo a Herrera y Prats, las diferentes identidades
generan diferentes representaciones particulares del mundo, lo que para estos
últimos significa que “junto a la identificación con un grupo que contribuye a
definir nuestra identidad social, se desarrollan una representaciones sociales o
un conjunto de creencias, valores e ideas compartidas colectivamente
asociadas a dicha identidad. (Herrera y Prats, 1995, cit. por Ovejero, 1995, p.
22-23). De acuerdo con estas premisas, la P.G.A se constituye en un espacio
en el cual el sujeto le entrega, le cede a la Organización la potestad para dirigir
su subjetividad, o, visto de otra manera, entre el sujeto-combatiente y la
organización-grupo armado se produce una relación enajenante y de
sometimiento/sometido: la segunda a partir del momento de ingreso del primero
puede (poder) orientar y decidir su identidad, tiene el poder de constituirse
sujeto colectivo que subsume al sujeto individual. La enajenación que puede
traer consigo la subordinación, suprime la capacidad agencial (Pujal, 2004) del
sujeto en la Organización, produciéndose así un ser humano sin palabra, sin
voz, ni voto, a no ser que un rango distintivo se lo permita. Cuando la
organización impone, por ende requiere y produce un tipo de subjetividad,
aquella ligada al proyecto ideológico/político del grupo armado ilegal al cual se
pertenezca. Es así como el proyecto identitario del sujeto es el de la
Organización, lo cual se expresa en que su cuerpo, nombre, sentimientos,
relaciones, están al servicio de una lógica de la destrucción, del aniquilamiento,
de la muerte de otro o la propia.
En este orden de ideas, la identidad se ve interpelada por la propia muerte, lo
cual dinamiza y dinamita sus sentimientos sobre sí y sobre los otros y lo otro,
en mayor medida de una manera angustiante, dolorosa y temerosa. De ahí que
no sea gratuito que los sentimientos que sobrecogen en mayor medida a los
militantes del grupo armado sean: aburrimiento, angustia, culpa, dolor,
frustración, humillación, incertidumbre, miedo, rabia, soledad, vergüenza (a los
que hemos denominado sentimientos que afectan el sentido la existencia:
92

S.A.S.E) 13 ; tales sentimientos sumergen al combatiente en un estado de
sinsentido durante el cual el valor de su vida y la ajena se pierde, su
capacidad de ser agente de su propia vida y acciones se anula por completo y
las opciones restringidas presentes en esta experiencia, cobran una relevancia
importante. De ahí que la construcción de tales sentimientos sea casi tan
necesaria como portar el uniforme de camuflado, en el sentido de que son
aquellos que permiten a la Organización mantener el tipo de subjetividades
e identidades necesarias para la construcción de un buen soldado; así,
tales sentimientos que se construyen en el contexto de la P.G.A., permiten al
mismo tiempo que se mantengan las estructuras de la misma. Es fácil deducir
que un grupo armado prefiera y cree combatientes rudos, hostiles y fuertes a
seres humanos amorosos, tiernos y débiles. El mandato de la Organización es
ser hombre o morir.
“Un buen soldado es saberse comportar allá, acatar las órdenes,
cumplirlas a donde sea que a usted lo manden, tener todo al día, lo que le
toco hacer debe hacerlo y usted siempre tiene que estar ahí a la orden
para lo que lo necesiten, usted tiene que estar disponible siempre, si
usted está enfermo entonces lo reportan enfermo y lo dejan donde sea
que usted esté. Allá hay que ser hombre o morirse. El buen soldado es el
que no llora, el que no siente y el que pasa por encima de todo para
cumplir lo que le ordenan” (Col. 10).
De otro lado, hay que mencionar que S.A.S.E como la culpa y la vergüenza 14 ,
hacen referencia a los límites morales que también nos narra nuestro
personaje relacionados con los oficios que realiza, las situaciones que vive y la
impotencia a la que se enfrenta ante el poder que domina y aplasta.
“Yo los miraba y me imaginaba a las familias llorando por ellos y sentía
mucha culpa” (Col. 10).
13 Esta categoría ha sido creada a partir de esta investigación, basándonos en los testimonios
narrados, en los cuales tales sentimientos afectan de manera considerable el sentido de la
existencia de quienes los vivencian, hasta el punto de generar acciones en contra de la propia
vida o la vida de otros. La dimensión fundamental de los S.A.S.E es el sinsentido y la
desesperanza a la que se ven abocados los sujetos.
14 Denominadas emociones complejas y autoconcientes, ya que en ellas “subyace, como rasgo
fundamental, una evaluación relativa al propio yo” (Etxebarría, 2008).
93

“Me siento culpable por no poder haber hecho nada” (Col. 2).
“El recuerdo me da este nudo de sentimientos. Por uno, pues uno se
culpa de haber estado allá, de haber sido tan desalmado” (Col. 10).
“Entonces cuando escuché que me llamaron por mi nombre verdadero, yo
fui a mirar y era ese señor (el secuestrado). Llegó y me abrazó (el
secuestrado), a mi me dio pena eso cuando me abrazó porque los demás
se quedaron mirando y todo… sentí mucha vergüenza” (Col. 10).
“Porque al que no le dé vergüenza es porque no tiene corazón, porque no
tiene sentimientos, y yo pienso que yo al estar allá le hice mucho daño a
mucha gente por un ataque en el que no pensé las cosas antes de
hacerlas” (Col. 10)
“Pues me duele recordar porque como yo no lo hice hubo otra persona
que lo hizo por mí y la mató delante de mis ojos (Col 10).
En este orden de ideas, uno de los tantos conflictos humanos a los que se
enfrenta el sujeto es el dilema: amor vs poder, ¿qué elegir? ¿y con qué razón?
Un eterno dilema para los seres humanos, una difícil decisión para un
combatiente.
“Para eso es el poder, para hacer cumplir lo que se quiere hacer sin
importar lo que uno piense o a quien quiera. Pero para mí estaba primero
mi amiga, por eso no la quise matar” (Col. 10).
Una consideración importante nos lleva a mencionar que tales sentimientos
que afectan el sentido de la existencia, están presentes en las tres
experiencias, pero son narrados con más frecuencia e intensidad emocional en
la P.G.A., constituyéndose ésta como una experiencia angustiante que si no
fuera contrarrestada por otros sentimientos que a continuación veremos, sería
insoportable (más de lo que de por sí ya es). Tales sentimientos que
94

contrarrestan son el sentimiento de poder 15 y los prosociales 16 , que si bien
éstos últimos están casi ausentes en esta primera experiencia, sirven de
soporte identitario y subjetivo del combatiente.
Tal como mencionábamos una líneas antes, los S.A.S.E., se sostienen en
tensión con otros como el de poder (al que hemos llamado sentimiento
favorable: S.F) 17 , el cual a su vez, de un lado puede constituir un componente
significativo del marco de referencia identitario y de otro, una práctica necesaria
para suponer la construcción de una identidad en torno a la condición de lo que
hemos llamado combatiente. Al referirnos al sentimiento de poder nos
remitimos a Fernández Christlieb (1999 y 2008); “Ciertamente el poder es un
sentimiento, que abarca lo largo y lo ancho de la sociedad contemporánea, y
en él se ve claramente el carácter dual, de ritmo sacudido de los sentimientos:
el poder, esto es, el gusto, la fascinación y la ebriedad de poder tener, poder
mandar, poder destruir, poder doblegar, poder poder, se basa justamente en el
hecho de que el poder sólo existe si es contra alguien, de que el poder se
afirme contra otro al que se niegue…” (Fernández Christlieb, 2008).
De esta manera, el sentimiento de poder sólo emerge y se construye en
determinadas pautas de relación con determinadas alteridades y contextos y
para el caso que nos ocupa, tal sentimiento contrarresta los S.A.S.E., es
decir, permiten al combatiente soportar las exigencias, la dominación y la
decadencia que al interior del grupo armado se necesitan para ser un buen
combatiente. En otras palabras compensan la afección de los S.A.S.E. El
sentimiento de poder se contrapone en el sentido de ser aquel que permite al
combatiente soportar su identidad y acciones en proyectos a plazos: subir de
rango, llegar a ser comandante, dominar a los otros, tener dinero, estar al
mando. Tales ideales identitarios soportados en los ideales de la guerra y la
15 Al referirnos al sentimiento de poder nos remitiremos a Fernández Christlieb (1999 y 2008).
16 Altruismo, solidaridad, compasión y conductas de ayuda. Para intereses particulares sobre el
tema: Gómez, A. y Gaviria, E. (2007). Capítulo 14. Conducta de ayuda, conducta prosocial y
altruismo. Pp. 387-413. En: Morales, J., Gaviria, E., Moya, M. y Cuadrado, I. (2007). Psicología
social. España: Mc Graw Hill.
17 Llamado favorable porque parece ser el sentimiento que permite la permanencia en la
Organización armada, aún cuando los S.A.S.E sean tan evidentes.
95

dominación (de la Organización), contribuyen a que el combatiente se
amolde cada vez más a lo que se espera de él en la Organización y por ende
se vaya constituyendo a sí mismo en un sujeto poderoso, sufriente y muchas
veces desesperanzado, ya que si el único proyecto posible son los ideales
antes mencionados, si no los quiere, ¿qué opción le queda? Mientras esté en el
grupo armado sólo dos:
1. No encaminarse a la consecución de los ideales y ser un combatiente
raso, la mayoría de las veces angustiado y desesperanzado, que
terminará por realizar
2. Intentos de huída, que pueden terminar con la muerte.
“A veces quería volarme, salir corriendo o desaparecerme, pero sentía
que tenía como 1000 ojos encima” (Col. 4).
“Un día pedí la alta y lo que conseguí fue que me torturaran y me
siguieran amenazando con mi familia” (Col. 8).
“Ella intentó volarse y terminó muerta. Así era allá, era una cárcel en
medio del monte, una cárcel sin paredes pero con muchos vigilantes”
(Col. 5).
Aunque parece un valle sombrío las posibilidades identitarias del combatiente
se reducen a una: ser eso y solo eso. Y aunque suene a manera de chiste, no
lo es y el asunto es tan grave, que las consecuencias perduran aún después de
regresar a la vida civil, tal como veremos más adelante.
“Allá usted puede aspirar a subir de rango, pues a ser comandante o a
tener mucha plata o ser narcotraficante o tener mucha gente a su mando.
No hay más opciones, es eso o nada. Claro que la mayoría allá somos
rasos y vivimos del sueldo que nos dan o de los negocios que hacemos
por ahí” (Col. 13).
En cuanto a los sentimientos prosociales frecuentes en menor medida en la
P.G.A., se construyen en escasos momentos en los cuales el combatiente
puede y quiere pensar en el otro, otro que puede ser su mejor amigo, su
96

compañera, un familiar, un conocido. En realidad hay pocos espacios y
escasas pautas de relación que permita que tales sentimientos se construyan y
consoliden, sobre todo cuando el egoísmo es la bandera y el avanzar solo y
con ganancias para sí, anulando al otro, es el lema. Aún así, encontramos
testimonios desgarradores que nos muestran que aún en un contexto de
anulación del sujeto, puede haber espacio para los sentimientos prosociales:
“Yo desobedecí una orden donde me mandaron a mí a dispararle a mi
mejor amiga, eso me duele muchísimo, era una niña de catorce años,
tenía cinco meses de embarazo. Yo la quería muchísimo, ella siempre me
apoyaba allá, ella siempre estaba ahí. O sea, yo estaba para ella y ella
estaba para mi, siempre nos ayudábamos. Pues me duele recordar
porque como yo no lo hice hubo otra persona que lo hizo por mí y la mato
delante de mis ojos. Sentí mucha rabia, y ahí fue cuando comencé a
pensar mejor las cosas, de irme” (Col. 10).
En este entramado de experiencias y situaciones objetivas y subjetivas, la
identidad se mueve, se desplaza sigilosamente de un espacio a otro, de un
instante a otro, entre unos y otros actores, para camuflarse camaleónicamente;
es una identidad pastiche, como la define Gergen (1992, p. 195). La identidad
del combatiente que sufre se realiza al establecer interrelación con los
contextos de participación del soldado de la causa –noble por lo menos o
interesada por lo demás- y en éstos, va asumiendo tonos diversos según la
posición (o lugar) que allí se adopte o sea asignada, la cual se define desde
dos perspectivas: deberes-derechos y roles-estatus, que en la P.G.A, adquiere
un matiz de poder para con unos o de sometimiento para con otros.
Simultáneamente, la identidad se confunde entre sentimientos que se
cruzan, que se apiñan por salir de cada pecho reprimido, de cada grito de furia
y de cada brazo que violenta el aire con su arma, que se amalgaman en un
bricolaje cargado de risas, llantos, tristezas, putiadas de rencor y odio
enardecido, lamentos y “ayayais” que invaden la selva, los campamentos, la
montaña o el barrio. Pero, ante todo, sienta lo que sienta, sufra, goce o celebre,
debe ser un buen soldado; que sus emociones sirvan a la causa, que sus
emociones y sentimientos procuren la hombría, la valentía y el acatamiento.
97

En este orden de ideas, es importante mencionar que cada grupo de
sentimientos (S.A.S.E., poder y prosociales), se anuda con un interrogante
identitario en esta primera experiencia, así:
1. S.A.S.E: En tanto la angustia y el sinsentido prevalecen en el
combatiente, se interroga por su lugar en el grupo al que pertenece y su
lugar y reconocimiento para el otro: ¿Quién soy yo para el otro?
2. Sentimientos de poder y prosociales: Ambos sentimientos involucran al
otro en tanto sujeto que comparte una realidad/relación; en este sentido,
dependiendo de cómo se responda a este interrogante, se actuará y se
relacionará en consecuencia con el/los otros: ¿Quién es el otro para
mí?
Estos interrogantes nos servirán para adentrarnos en el concepto de enemigo,
como concepto crucial en la construcción de la identidad del combatiente.
Sobre el enemigo 18 podemos decir:
Refleja riesgo para la vida
Está representado socialmente en función de la hostilidad, las
diferencias o los desacuerdos, pero también como efecto de agravios
pretéritos, heridas que no se sanan.
El enemigo se construye sobre la base del agravio, el cual es
considerado en relaciones de desacuerdo, hasta el hecho de causar
daño psíquico ó físico.
Este patrón de respuesta, o lo que es lo mismo, la atribución de la condición de
enemigo al otro y con ciertas características, concuerda con la función de los
medios de comunicación, no sólo en el país, sino en el mundo. “Ese tipo de
prensa (afirma Gross, 2003), que difumina la distinción entre guerra y paz
según los manuales clásicos, tiene entre sus objetivos básicos, como ya se
recogía en el Geistiger Krieg (La guerra del espíritu) de Hermann Franke en
18 Para una mayor ampliación de la idea, consultar el estudio de Suárez, A. y Patiño, C. (2009).
Representaciones sociales del enemigo a través de la memoria colectiva entre ex-integrantes
de grupos alzados en armas (AUC), participantes del programa Paz y Reconciliación de la
Alcaldía de Medellín, 2008-2009. Trabajo de investigación de la Maestría en Psicología.
Universidad San Buenaventura Medellín. Investigación en curso.
98

1936, el de „convencer a los ciudadanos de que el Estado interviene en una
guerra legítima y que ha sido el enemigo quien ha impuesto esa guerra‟. El
enemigo existe en la memoria colectiva, existe como un fantasma que recorre y
corroe el alma. Existe como fuente de agravios pretéritos. Agravios recibidos
que generaron sentimientos de rencor.
De otra parte, siguiendo a Ovejero (1995) la finalidad de la identidad social, se
puede plantear acudiendo a una serie de categorías (complementadas por
nosotros). Cada una de ellas puede ser considerada para un análisis más a
fondo del papel que cumple la construcción del enemigo sobre la identidad
social.
Salir del aislamiento (encapsulamiento): no está solo ante el enemigo
Identificaciones entre similares y próximos: Nosotros los de este lado
venimos de tal grupo armado.
Participación Social
o Afiliaciones
o Lealtades
o Modos de Solidaridad: Lo que es con usted, es conmigo
o Sentido de nosotros: Los del bloque…
Deseo de diferencia: Nosotros no somos, ni queremos ser como los
otros
Necesidad de Autoafirmación: Nosotros somos de tal manera
Memoria Colectiva: recuerdos comunes o recordar en comunidad, nos
acerca
Prácticas y representaciones sociales compartidas: pensamos y
actuamos frente al enemigo, de tal o cual manera
Afectividad colectiva: sentimos muchas cosas comunes por el enemigo y
diferentes por nuestros compañeros caídos
Prácticas de reconocimiento y distinción: El enemigo de mi enemigo,
puede ser mi amigo.
Ahora bien, luego de este amplio recorrido, podemos decir que en última
instancia el papel social de los sentimientos en esta primera experiencia, marca
99

el devenir de la identidad de una manera desgarradora: se es y se vive o no se
es y se muere. Tal condición de obligatoriedad que constriñe la emancipación
del sujeto y mucho más ser agente de su vida y sus acciones, subyace a un
modo de ser y sentir, si, sólo es aquello que le obligan y aquello que puede. Así
pues, terminamos este apartado recordando una de las tantas definiciones de
sujeto, que nos servirá para anudar lo dicho hasta aquí, haciendo énfasis por
supuesto, en que en esta primera experiencia el sujeto como a continuación se
describe, no podrá construirse mientras permanezca en el grupo armado ilegal
bajo las condiciones que hasta aquí ya conocemos:
“El sujeto es la capacidad que tiene la persona de actuar
creativamente, de constituirse su propia existencia, de
comprometerse, de hacer elección; pero también, la capacidad
para no ser prisionero de las normas, de la ley, del grupo. El sujeto
además es el reconocimiento que le hacen a una persona otros
que también son sujetos. Igualmente, es la capacidad de estar en
relación con los demás. Aunque se trate de una relación conflictual
con los otros. El sujeto se constituye en la relación interpersonal
entre dos sujetos y también en la relación intercultural, social”
(Wieviorka, p. 339)
La conciencia de agencia (Pujal, 2004) es la posibilidad que para el sujeto
proponemos, esto es, el hecho de “pensar que como persona particular tengo
el poder de producir efectos en mi y en los otros” (p. 108), lo que anudado a la
capacidad de decidir entre varias alternativas, va transformando la persona en
la que nos convertimos. Más adelante profundizaremos esta interesante noción
de agencia, cuando nos adentremos en la P.V.C., sus condiciones, limitaciones
y oportunidades.
5.2 T.S.C: El limbo 19 identitario y el caos de los sentimientos
La crisis de lo ganado, lo conquistado. Pérdida del cuerpo, el nombre, los
referentes identitarios… de ahí el limbo. El ahora desmovilizado, ayer
combatiente, se enfrenta a una nueva realidad en la que ya no hay uniforme de
camuflado, ni armas, ni “vida en el monte”, ni comandante. Ahora está en la
19 Nos referimos a un estado de no saber sobre el mundo que le rodea, sobre su identidad y la
realidad que le rodea. Puede ser entendido además, como un estado intermedio entre un lugar
o condición conocida (grupo armado) y un lugar y condición desconocida (civilidad).
100

civilidad y se le exige ser un ciudadano, pero, ¿cómo llegar a ser (ciudadano) y
dejar de ser (combatiente)? Este es el dilema, por no decir problema al que se
enfrenta el personaje que nos ha acompañado hasta aquí: antes, cuando se
nombraba y le nombraban combatiente, todo estaba claro, aunque sufriera:
Sabía quién era: combatiente de un grupo armado ilegal
Sabía qué esperar: si obedecía, vivía; si desobedecía, moría.
Sabía cuáles eran sus oficios: desde cocinar o vigilar, hasta secuestrar o
matar.
Sabía en qué lugares se movía y a cuáles no podía ir.
Sabía qué hacer con el enemigo: darlo de baja o moría.
Sabía las normas: desde los horarios, hasta la hombría.
Sabía que no podía demostrar sus sentimientos: los hombres no lloran.
Y ahora que se ha desmovilizado y ha comenzado esta nueva experiencia,
¿qué sabe? Sólo una cosa: que ya no pertenece al grupo armado, por ende no
tiene uniforme, ni porta arma, ya no es combatiente, de ahí que se sienta en el
limbo:
No sabe quién es: ¿ciudadano?
No sabe qué esperar: ¿se cumplirán los acuerdos?
No sabe cuál será su oficio: ¿estudio, trabajo?
No sabe cuál es su lugar: ¿cómo ser útil, cómo ser alguien?
No sabe cómo relacionarse con los que antes llamaba enemigos
No sabe vivir en la legalidad
No sabe lo que siente
Este limbo como puede verse, abarca la vida del antiguo combatiente: aquí la
no identidad es su identidad y allí los dos sentimientos que contrarrestaban a
los S.A.S.E en la primera experiencia (P.G.A), sucumben; es así como el
sentimiento de poder que antes le permitía sostenerse identitariamente como
combatiente, ahora, como desmovilizado, se esfuma (salvo que se asocie,
pertenezca a un grupo de referencia y soporte identitario): no se tiene a quién
dominar, ni siquiera a él mismo ya que está en el limbo, el dinero y las armas,
antes símbolos por excelencia de su ser combatiente, ahora ya no significan lo
101

mismo. ¿Y los sentimientos prosociales? Ausentes. En este estado, el otro
desaparece y se le sustituye por alguien que dice representar la ley y es tal su
angustia en la soledad del limbo que no puede ni siquiera reconocer que puede
contar con otro que le tiende la mano. El limbo identitario se apodera de
nuestro personaje y se queda en el vacío temporal.
“Y yo solo en este mundo tan grande y sin nadie. Uno sale y está solo, así
como uno se muere solo, aquí está solo. Yo veo a gente por ahí, pero me
da miedo acercarme porque pienso que me van a rechazar” (Col. 6).
Los S.A.S.E se vuelven fuertes: aburrimiento, frustración, miedo, rabia, tristeza;
los sentimientos prosociales y de poder se pulverizan, no hay simetría
entre sentimientos e identidad. No hay pensamiento claro, el sentipensar se
vuelve turbio, es caos, entropía, desgaste de la subjetividad y por ende
opciones opuestas: legal vs ilegal, vida vs muerte, compañía vs soledad, ser vs
no ser. ¿Qué define esto? La seguridad ontológica: la más inmediata, la más
asible. No hay política de vida ni de muerte, hay angustia. Es el protagonismo
de los S.A.S.E.
Aún reconociendo todo lo anterior, es justo decir que en esta experiencia de
transición también hay instituciones, personas, prácticas a la mano y relaciones
con capacidad de empoderar, pero se hacen tenues a los ojos de este
sujeto.
La experiencia de transición identitaria, es decir, aquel tránsito que un ser
humano emprende “hacia otro espacio”, que más que físico es simbólico, es un
proceso tan complejo y multiverso, que es imposible intentar enfrascar la
experiencia y momificarla, ya que por sí misma, la transición es un proceso, no
acelerado, más bien desacelerado, que necesita para su afirmación y nueva
construcción de sentido, algo más que el simple hecho de desarmarse y
desmovilizarse.
En la transición la no identidad es al mismo tiempo el proyecto identitario del
excombatiente. No es un proceso lineal, es irregular, como una crispeta, ya
102

que cuando se siente identificado con normas y leyes de la civilidad, la
ilegalidad aún es una opción; cuando siente su identidad ciudadana construida,
las huellas del pasado o las tan temidas culebras (enemigos), le recuerdan que
no es tan sencillo; cuando cree firmemente que el sentimiento de poder, ese
tan conocido y tan necesario en la Organización, en la guerra y en la “vida en el
monte”, ya no se manifiesta en la civilidad, se da cuenta que si está presente,
que es necesario, pero ahora ya no sabe qué, quién o quiénes lo representan.
En fin, espiral de transiciones identitarias que muchas veces creen
inocentemente que en la sustitución está la clave de la transición.
“Cuando llegué aquí no sabía nada, es aquí donde empezamos a saber
quiénes somos, pero eso es muy lento. Al principio uno es como un loco
abandonado por ahí. Yo recuerdo que me sentía muy confundido y triste y
hasta se me pasaba por la cabeza regresarme pa´l monte” (Col. 3).
Es el tiempo de la desesperanza para el sujeto que ya no es combatiente y aún
no es ciudadano, es el tiempo de la añoranza por el pasado, que aunque
desgarrador y angustiante, al menos le permitía saber quién era, como diría
Sánchez (1996):
“El mito del paraíso perdido, de la existencia de una época más
feliz en la que realidad y deseo, necesidad y satisfacción se
acoplaban mejor que en nuestra vida presente, es una constante
en la cultura occidental y uno de los componentes del pensamiento
utópico. La leyenda de la Edad de Oro es a veces añoranza del
pasado, explicación de la degeneración del mundo y de sus males
y, con frecuencia también, anhelo de futuro, esperanza situada en
un horizonte lejano, voluntad de regeneración que sirve de
instrumento de crítica a nuestra culpable incapacidad para vivir de
acuerdo con los altos fines a los que nos llama nuestra naturaleza”
(p. 247).
Tal incapacidad de ser agente de su propia vida, es lo que muchas veces
genera la toma de decisiones erradas del excombatiente; así, al no hallar
soportes identitarios, ni referentes en la legalidad, vuelca su mirada sobre lo
conocido: la ilegalidad y las figuras que le proveerán referentes, soporte e
incluso una forma de ganarse la vida haciendo lo que ya sabía hacer.
103

Ahora bien, en el tiempo de la confrontación identitaria, la confrontación con
los sentimientos se hace inevitable. Es el llamado a la humanización: volver a
sentir, permitirse sentir y expresarlo. Hacer un voto por la vida, estar cerca de
quienes le importan, expresar amor y someterse a las consecuencias: ser
amado y por qué no sentirse alguien. Así es, los sentimientos podrían ser la
salida del limbo identitario: al saber qué siento, sabré quién soy, o al menos
por allí se puede empezar.
En este orden de ideas, Bolivar (2008), investigadora del conflicto armado en
Colombia y de las emociones y sentimientos, argumenta que éstos emergen
constantemente en los actores armados al momento de interrogarlos por sus
ideales, por la ideología o por el proyecto nacional, y son desconocidas en tal
plano, ya que lo que se esperaría de ellos serían otras respuestas, “menos
emocionales”. La misma autora señala que las emociones y sentimientos que
se han considerado como cuestiones individuales, no lo son, y en cambio, “son
formas específicas que asumen las relaciones entre los actores y que integran
el orden político” (p. 4). La principal preocupación de la autora es el
desconocimiento de las emociones a las que apelan los actores armados, ya
que autores como Norbert Elías (1994) “han mostrado que los conflictos
políticos tienden a reproducirse a través de una permanente confrontación
emocional de los actores con ellos mismos y entre sí” (Bolívar, 2008, p. 3);
además, esta misma autora defiende la idea de que muchos procesos serán
incomprendidos si no se entienden desde el discurso emocional (los
sentimientos propiamente dichos) de los actores, teniendo en cuenta que éste
es el resultante de formas específicas de relación. Ahora bien, sería
ingenuo desconocer que el excombatiente acuda a sus sentimientos para
comprender el mundo que le rodea, incluso en la experiencia de transición que
ahora nos ocupa.
Los sentimientos emergen “de la interpretación que cada uno hace de la
situación, no de la situación misma, y este hecho implica la existencia de una
relación muy estrecha entre las emociones, la cognición y el entrenamiento
cultural” (Fericgla, 2001, p. 230), lo que nos da pie para recordar el término con
el cual iniciamos el capítulo: sentipensar y para afirmar que los sentimientos
104

son emociones que han pasado por la consciencia y la razón, “emociones
culturalmente codificadas y que, por tanto, tienen algo de artefacto” (Fericgla,
2001, p. 231).
Las emociones se consolidan en el hábitus, el cual modela el contexto en que
vive cada especie animal, en el caso humano un contexto socio-eco-cultural,
que modela a su vez las emociones básicas y los sentimientos, que pueden
ser usados para crear redes de interacción social (Fericgla, 2001, p. 233); por
lo tanto, cuando hablamos de emociones hacemos referencia al dominio de
acciones en que un animal se mueve (Maturana, 1998), por esto mismo,
“mantengo que no hay acción humana sin una emoción que la funde como tal y
la haga posible como acto” (Maturana, 1998, p. 23). Un cambio de emoción
entonces, implica un cambio de dominio de acción: “nada nos ocurre, nada
hacemos que no esté definido como una acción de una cierta clase por una
emoción que la hace posible” (Maturana, 1998, p. 107). De lo anterior resulta
que el vivir del ser humano se da en un continuo entramado de emociones,
sentimientos sociales, lenguaje y acciones, que se entrelazan y hacen posible
la vida social, por lo tanto, siguiendo a Maturana (1998), “si queremos entender
las acciones humanas no tenemos que mirar el movimiento o el acto como una
operación particular, sino a la emoción [sentimiento] que lo posibilita” (p. 107),
de ahí que el limbo identitario sea a la vez un limbo sentimental (de
sentimientos), el cual irá aportando para el devenir de la identidad y los
sentimientos en el futuro próximo del posible ciudadano.
“En ese entonces sólo había soledad y tristeza. No me sentía nada o
mejor era muy poquito. Uno en esa situación se siente abandonado del
mundo, de todo, porque lo que era antes importante para uno, se esfumó
y ¿qué queda cuando algo se va? Pues los recuerdos y los
arrepentimientos” (Col. 7).
Ahora bien, uno de los referentes identitarios del sujeto en proceso de
reinserción a la vida civil, lo constituye el hecho de percibir, sentir y suponer a
otros en condición de enemigos; el enemigo es un contra-referente de la
identidad grupal o colectiva del sujeto desmovilizado. El enemigo
105

simultáneamente ha sido una producción histórico-biográfica, se construye en
un momento dado en condiciones de adversidad, acompañada de significados
socialmente distribuidos. De ahí que la memoria colectiva sirva de basamento
tanto de recuerdos acerca de como, los que hoy se constituyen como sujetos
desmovilizados, han construido los significados y los sentimientos respecto a
los enemigos, en determinadas acciones de las que han participado, como de
la construcción de una identidad; una identidad configurada sobre el referente
de otro como enemigo. Es así como sumado al limbo identitario del
excombatiente, un saber del pasado se asoma a su presente: el enemigo.
La construcción del enemigo se realiza en torno a la guerra o a situaciones que
puedan ser portadoras de un significado similar, casos en los cuales, la guerra
va constituyendo un significante que demarca un horizonte de sentido de
experiencias cotidianas; la guerra se puede experimentar en la civilidad, más
aún cuando la identidad y los sentimientos aún no encuentran asidero posible
en el nuevo espacio de socialización.
Éstos últimos ofrecen un horizonte de comprensión de la construcción del
enemigo, que puede definir también la identidad. Lo más relevante es la
variedad de matices del sentir (policromía de sentimientos), lo cual da cuenta
de que no hay sentimientos o sensaciones unívocas y claramente distinguibles
(borrosidad). Por el contrario, éste genera “pasiones” que apenas se pueden
nombrar forzosa o limitadamente con algunas palabras. Los afectos o
sentimientos se cargan de negatividad, en el sentido de que producen procesos
emocionales desagradables. Sin embargo, algunos tiene una dirección: se
experimentan ante otro 20 :
“Intranquilidad y Desconfianza” (Actor 5)
“Temor, Susto, Miedo” (Actor 6)
“Mortificación”; (Actor 12)
20 Los siete testimonios cortos que siguen, son tomados de la investigación de Maestría en
Psicología en curso de: Suárez, A. y Patiño, C. (2009). Representaciones sociales del enemigo
a través de la memoria colectiva entre ex-integrantes de grupos alzados en armas (AUC),
participantes del programa Paz y Reconciliación de la Alcaldía de Medellín, 2008-2009. Trabajo
de investigación de la Maestría en Psicología. Universidad San Buenaventura Medellín.
Investigación en curso.
106

“Desesperación”, (Actor 9)
Algunos sentimientos son en mayor medida construidos contra otro:
“Rencor, Venganza” (Actor 10)
“Rabia, Desprecio” (Actor 11)
“Odio” (Actor 4)
El primer grupo de sentimientos tienen como objeto el mí, se dirigen hacia la
subjetividad propia, encarnan en los modos de experimentar la amenaza que
otro produce sobre el self. Los primeros afectos negativos, de esta manera, son
dirigidos hacia el sí mismo del sujeto, en tanto que los segundos, son dirigidos
hacia otro, hacia una alteridad amenazante, opuesta, contraria y fuente de
agravio. En esta perspectiva, los sentimientos dirigidos hacia el sí mismo,
pueden tener mayor potencial de acción defensiva, mientras que los que son
dirigidos hacia el otro, pueden tener mayor potencial de acción destructiva
(París, 2005). En todos los casos el sentimiento tiene un carácter relacional,
histórico y de sentido colectivo, es decir, es social en su construcción y en su
significación.
Para dar paso al siguiente apartado de la P.V.C., es necesario mencionar
cuatro interrogantes que el excombatiente ha de hacerse para empezar a dar el
paso hacia la civilidad y poder así construir nuevos sentidos y llegar a ser
ciudadano:
¿Quién soy yo en el nuevo contexto? (identidad)
¿Qué puedo esperar y qué puedo dar? (Deberes y derechos)
¿Quién soy yo para el otro y el otro para mí? (relaciones/alteridades)
5.3 P.V.C: La consciencia de agencia y el resurgimiento de los
sentimientos prosociales y de poder
En las líneas que nos preceden ha quedado claro que el sujeto que se
construye en cada experiencia (P.G.A., T.S.C) es producto de unos contextos,
roles, sentimientos, relaciones, prácticas y adscripciones particulares, como
diría Pujal (2004), “algunos autores consideran que parte de nuestra identidad
107

depende de las situaciones que hemos tenido que afrontar, ya que los
diferentes contextos exigen de nosotros diferentes manifestaciones” (p. 112);
en este orden de ideas, la experiencia de P.V.C no es diferente:
Un contexto: la civilidad
Un rol: ciudadano
Sentimientos: prevalecen los prosociales y de poder
Relaciones: diversificadas y resignificadas
Prácticas: enmarcadas en deberes y derechos
Adscripciones identitarias: en el marco de la legalidad
Aunque no es fácil y sencillo, el proceso para llegar a ser un ciudadano es
posible para un excombatiente, siempre y cuando las condiciones
sociales le provean el soporte necesario para tal proceso y en tanto tenga
proyectos personales y participe proactivamente de los colectivos y en
tanto sus sentimientos prevalecientes sean de amor, es decir a favor de
relaciones creadoras; de ahí que sea importante recordar que “por el hecho
de estar en permanente relación con otros, en tanto su propia condición social
los ubica en posición identitaria con respecto a otros actores, se debe concebir
al sujeto [excombatiente en este caso] como un permanente de
identificación, con una historia, un presente y un futuro” (Sandoval, 2000, p.
71-72); ahora bien, ser un permanente de identificación implica varias cosas
para el excombatiente en camino de reinserción:
Una condición de actor que se moviliza (agencia)
Que construye proyectos de futuro con sus iniciativas de presente
Sujetos sociales con un nuevo discurso en construcción: narrativa
En permanente relación vincular con otros
Un permanente de identificación en tanto que sujetos adscritos a un proyecto o
intentando construir uno, un proyecto identitario que encaje en las condiciones
concretas en la civilidad y que se oriente a su transformación política, por lo
tanto, podríamos llamarlos sujetos en potencia, en potencia de una identidad
política, una identidad en dinámica de transformación, temática profunda que
merece especial atención para un estudio futuro.
108

La identidad del desmovilizado en esta experiencia, se manifiesta a través del
pensar, los sentimientos y las prácticas; ahora bien, podría decirse que la
identidad es no es sólo potencia, sino potencialidad del sujeto para construir
su presente, potencialidad entendida como “la dimensión de lo posible y que
se da sobre la base de la capacidad del sujeto para insertar sus iniciativas en el
contexto y la coyuntura (a esto es lo que llamamos identidad política), es decir,
la práctica política que manifiesta la potencialidad del sujeto” (Sandoval, 2000,
p. 73). El otrora combatiente, ahora ciudadano, posee la consciencia de
agencia, es decir, puede sentipensar que tiene el poder necesario para
producir efectos en su vida y en la de otros, para saber que es
responsable de sus acciones y decisiones; sin embargo, la consciencia de
agencia también supone participar de procesos sociales y comunitarios
determinados (aquellos que contribuyen a consolidar una comunidad política
y no una guerrera) saber que sus posibilidades de escoger también están
limitadas por las condiciones sociales en las que vive y que los deberes y
derechos ahora son el marco que han de regir su condición de ciudadano. Tal
como diría Pujal (2004):
“La conciencia de sí mismo, junto con el sentimiento de agencia o
la capacidad de escoger entre diferentes alternativas […] pueden
hacernos suponer que efectivamente podemos crear nuestro self y
tener un papel importante en la construcción de nuestras
identidades […]. Las decisiones que tomamos van
conformando el tipo de persona que somos” (Pujal, 2004, p.
109).
Y es justamente la consciencia de saberse poseedor de tal posibilidad, uno de
los logros del nuevo ciudadano. Si en la experiencia de P.G.A., le entregó y
cedió a la Organización armada la potestad para dirigir, orientar y decidir su
identidad, ahora en la civilidad, tiene la posibilidad de ser el dirigente de su
propia vida y por lo tanto de construir su identidad de acuerdo a sus decisiones
y sentimientos. Si en la P.G.A no podía ser quien y como quería y en la T.S.C
la no-identidad era su identidad, en la P.V.C el mandato es: sea agencia,
constrúyase, emancípese, produciendo de esta forma un tipo de
subjetividad. El proyecto identitario del sujeto ya no es el de la Organización
armada, es el proyecto identitario de la vida cotidiana que transcurre en
109

interacción continua con otros ámbitos de la vida civil y con otras personas, el
cual está atravesado por un “doble sentimiento de identidad” (Pujal, 2004, p.
99), en el cual “necesitamos identificarnos con los otros para saber quiénes
somos […] pero al mismo tiempo necesitamos diferenciarnos de ellos para
poder sentirnos nosotros mismos […] y no confundirnos con otros” (Pujal, 2004,
p. 99). De esta manera es que el sujeto político, ahora visible y con nombre,
comienza su inserción y pertenencia a un nuevo contexto y a un modo de ser:
la ciudadanía y el ciudadano.
En este orden de ideas, es relevante destacar que el ciudadano ahora, en
comparación con su no saber de la experiencia de transición que le precede:
Sabe quién es: “Soy un excombatiente, un ser humano… Como
cualquier ciudadano de esta país” (Col. 13).
Sabe qué esperar: “Uno cosecha lo que siembra, si usted es legal y
cumple, entonces los frutos son buenos” (Col. 8)
Sabe cuál es su meta: “Aquí yo tengo sueños y quiero seguir adelante.
En la guerra no hay proyecto de vida, hay proyecto de muerte, en
cambio aquí en la civilidad si hay proyecto de vida. Yo voy a seguir
estudiando para terminar mi carrera y tener un buen trabajo” (Col 13).
Sabe cuál es su lugar: “Pues de lo más satisfactorio de la vida civil es
que puedo ser útil a la sociedad y a mi familia y amigos… estoy contento
con este cambio porque dejé todo lo malo que había en mi y ahora todo
cambió para bien” (Col. 13).
Sabe relacionarse con lo que antes llamaba enemigos: “También
hacemos ver que puede haber integración a pesar de que aquí hay
mucha gente que yo no conozco, que pueden ser de izquierda o derecha
y que no se conocen, se pueden integrar” (Col. 14).
Sabe vivir en la legalidad con deberes y derechos: “Uno aquí en la
civilidad las normas y las leyes de acá son algo para edificarlo, algo que
edifica, algo constructivo; aquí yo tengo derechos, pero también tengo
que cumplir obligaciones” (Col. 13). “Este taller hace parte de una
reparación. La conclusión que yo saco es que nosotros de alguna u otra
110

forma estamos reparando a las personas, en vez de dinero puede ser
haciendo obras sociales, esta es una de ellas” (Col. 14).
Sabe lo que siente: “Yo siento alegría al ver cómo han cambiado las
cosas en mi vida” (Col.12). “El recuerdo me da este nudo de
sentimientos, pues uno se culpa de haber estado allá, de haber sido tan
desalmado” (Col. 10). “Ahora duermo como un bebé, súper tranquila.
Soy feliz y puedo cuidad a mis hijos y ayudar a otras personas sin
miedo” (Col. 14).
Sabe valorar a los otros como pares, como aquellos que ayudan:
“En la vida social encontré un apoyo por parte de muchas personas que
me brindaron apoyo sin condición y con mucha entrega y dedicación”
(Col. 13). “Sin la ayuda del programa yo le apuesto lo que quiera a que
no estaría acá” (Col. 14).
La consciencia del cumplimiento de las leyes ciudadanas, es un logro que le
permitirá al sujeto fortalecer su adscripción identitaria y constituirse en sujeto
político:
“Uno aquí en la civilidad las normas y las leyes de acá son algo para
edificarlo, algo que edifica, algo constructivo, las normas de allá es algo
destructivo. Esas normas se cumplen para cumplir el proyecto de vida, y
que ese proyecto de vida que uno tiene en mente, y que está encaminado
a cumplir no sea roto, para que se pueda cumplir, para uno más adelante
poder dar un consejo, para tener como algo en la mano para decir: “haga
esto, no haga esto” y son normas y leyes de la civilidad, porque
imagínese una civilidad sin normas y sin leyes” (Col. 13).
Es significativa la expresión “tener como algo en la mano”, ya que si antes lo
que se cargaba y se utilizaba con las manos era un arma o armas para
aniquilar y destruir la vida, ahora en las manos se tiene las normas y leyes de
la civilidad que no son más que una extensión de los deberes y derechos que
como ciudadano ha de cumplir y reclamar, para asegurarse un lugar entre los
pares y aspirar a la realización de sus metas y proyectos a futuro.
111

La resignificación del otro no ya como enemigo sino como par, es otro logro
fundamental en la constitución identitaria del nuevo ciudadano. Los
sentimientos de angustia, temor y odio, se resignifican y se construye una
nueva imagen del otro: como par, como amigo, como ciudadano, como ser
humano que lucha en el día a día. La consciencia de ser igual a los demás, es
importante a la hora de definir sus adscripciones en la civilidad, así como lo es
el sentipensar sobre su utilidad en el nuevo contexto: se es útil, se ayuda, se
sirve, se es alguien.
Ahora bien, los sentimientos juegan un papel también fundamental en esta
experiencia. Los S.A.S.E pierden protagonismo y fuerza y en su lugar los
sentimientos de poder (resignificado y recontextualizado) y los prosociales se
ganan el primer lugar. Es así como el sentimiento de poder descrito por
Fernández Christlieb (2008) como aquel que es utilizado para dominar y
someter a otros, es transformado por la otra cara de este sentimiento: el que
construye, el que edifica, el que permite vivir en sociedad, le permite
relacionarse con los otros y construir mundos posibles, redes de significado,
redes sentimentales. Un sentimiento de poder orientado a la acción, a la
invitación constante al sujeto para que sea agencia y no decadencia, el cual
anudado a los sentimientos prosociales, le permita al sujeto excombatiente
insertarse en la nueva realidad, siempre cuidando y conociendo sus
sentimientos. No hay que dejar pasar la advertencia de Fernández Christlieb
(1999) “el poder que es conocido pierde poder (…), por ello el inconsciente es
un poder sobre nosotros, y los sentimientos y las pasiones son un poder
incontestable” (p. 54), de ahí que el sentimiento de poder sea “un proceso
de creación, institución y, no obstante, destrucción de la colectividad”
(Fernández Christlieb, 1999, p. 55).
El protagonismo de estos sentimientos no anula los S.A.S.E, que ahora se
construyen en relación con las preocupaciones de cualquier ser humano: el
futuro de los hijos y la familia, el arriendo, el estudio, la renovación del contrato
laboral, los problemas con la pareja. Los sentimientos en la civilidad, aunque en
apariencia son los mismos, en realidad son construidos en un contexto
relacional que, al incluir el reconocimiento del otro, hacen de nuestro
112

excombatiente un ser humano que reconoce el dolor, que llora, que es
consciente de lo que fue pero también de lo que puede ser. Ahora percibe a
los otros no como objetos para satisfacerse, sino como pares que
ayudan, apoyan y significan.
El saberse persona, ser humano, ciudadano, y al mismo tiempo sentirse
reconocido como tal, serán un soporte valioso para la identidad política y
ciudadana del excombatiente, de ahí que no sea gratuita su lucha por la
aceptación y su aprendizaje sobre la humanización:
“Fui excombatiente y soy un ser humano como mi propio yo, pero no yo
en el sentido que todos tienen que ser como yo, sino como que ya soy yo,
soy una persona, ya soy un ser humano, eso no quiere decir que cuando
estábamos en la guerra no éramos seres humanos, sí, pero éramos más
como ser humano en cuerpo pero en mentalidad unas bestias completas,
porque uno allá pensaba en hacerle el daño a otro… aquí los otros son
mis cercanos, ya soy humano y soy igual a usted, puedo estar y moverme
en la civilidad y hasta puedo opinar” (Col. 13).
Una consideración final sobre la identidad entendida como potencia y
potencialidad nos remite a recordar a Luckman, citado por Sciolla (1983): “la
identidad no es una propiedad intrínseca del sujeto, sino que tiene un carácter
intersubjetivo relacional” (p. 10); la confrontación, el entre nos, el uno y el
otro, es el escenario donde se manifiesta la complejidad de los sentimientos y
su papel en el devenir de la identidad (Ipseidad), de tal modo que saber lo
que siente, le dirá al excombatiente, ahora ciudadano, quien es o quién ser, en
la infinita gama de posibilidades de la identidad: dime qué sientes y te diré
quién eres.
113

EXPERIENCIA
P.G.A
T.S.C
P.V.C
5.4 Movimiento de los sentimientos y la identidad en las tres experiencias
SENTIMIENTOS
S.A.S.E PODER PROSOCIALES
Profundo sin
sentido, no hay
futuro, se
obedece o se
muere.
No sabe quién
es:
desencanto,
conformidad,
confusión
Culpa del
pasado,
preocupación
por el futuro.
Para dominar y
someter.
Contrarresta
los S.A.S.E.
Como
sostenimiento
en la ilegalidad:
se delinque
nuevamente,
se está en el
limbo.
Para construir
ciudadanía y
ser ciudadano.
Sólo si se tiene
un amigo, cosa
que no es
común.
Contrarresta los
S.A.S.E.
No se
construyen. La
confusión
abarca su vida
y decisiones.
Se siente útil a
la sociedad,
ahora participa
y coopera con
otros.
IDENTIDAD
"Soy un poderoso
combatiente,
tengo enemigos y
sufro, "
"No sé quién soy y
no sé hacer nada
diferente a lo que
hacía antes. Soy
un desencantado
excombatiente,
inconforme y
confuso"
"Soy ciudadano y
participo, soy igual
a usted. Me siento
satisfecho y
alegre"
Cuadro 1. Los sentimientos y la identidad se “mueven”, transitan y se construyen en las
diferentes experiencias del excombatiente. Es así como se va constituyendo lo que hemos
llamado identidad afectiva: “dime qué sientes y te diré quién eres”.
114
"Dime lo que sientes y te diré quién eres"

5.5 Apuntes sobre identidad afectiva y ciudadanía entre excombatientes
de grupos ilegales armados: la ciudadanía como práctica social
emancipatoria.
Una de las principales fuerzas movilizadoras en el campo de la política y de la
identificación, son las emociones (Mouffe, 2007, Bolívar, 2008), lo cual habla de
fuerzas antagónicas que permiten la movilización de los sujetos. “Para actuar
políticamente, las personas necesitan ser capaces de identificarse con una
identidad colectiva que les brinde una idea de sí mismas que puedan valorizar.
El discurso político debe ofrecer […] identidades que puedan ayudar a las
personas a dar sentido a lo que están experimentando y, a la vez, esperanza
en el futuro” (Mouffe, 2007, p. 32).
El camino recorrido hasta aquí nos ha mostrado tres procesos psicosociales en
los que se articulan sentimientos y experiencias de sujetos contradictorios que
en su lucha cotidiana, pasando por escenarios de conflicto armado, vienen
constituyendo sus identidades sociales. A dichos sujetos históricos, según los
avatares y momentos, según sus experiencias narradas y de acuerdo con los
sentimientos que han fabricado sus subjetividades los hemos denominado así:
Un combatiente raso con poder, ¡que sufre y/o goza!
El excombatiente “sin referentes”, pero también satisfecho
Un sujeto en condiciones de constituirse en ciudadano visible, con
nombre propio, ¡que también sufre y/o goza!
Una de las ideas que se han validado para sostener estos argumentos que se
esbozan, es que papel de los sentimientos en el devenir de la identidad
personal y social es crucial, ya que, siguiendo y coincidiendo con Pujal, “para
experimentarnos como yo necesitamos pensar cómo nos sentimos, qué cosas
nos pasan, cómo nos las explicamos […]. En este sentido, hasta que no
formulemos por medio del lenguaje a otra persona [o bien a nosotros mismos]
cómo nos sentimos en un momento [y contexto o relación] determinado […] no
tenemos una experiencia directa de la identidad” (Pujal, 2004, p. 107), de ahí
115

nuestro aforismo 21 : dime qué sientes y te diré (o sabrás) quién eres. La
identidad es experiencia afectiva, somos y sentimos simultáneamente; es
experiencia práxico-afectiva, hacemos y sentimos en modo concurrente;
pensamos y sentimos coincidentemente.
Paralelamente el sujeto en cuestión va configurando una identidad específica,
relacionada con la manera como se inscribe y articula, como participa
socialmente y produce simbólicamente su conciencia de agencia, sin la cual el
ejercicio de la ciudadanía no podrá ser ejercida. En este sentido cobra
relevancia la relación del sujeto y su subjetividad con su comunidad y con las
instancias de poder de las que participa durante todo el camino (que va desde
su pertenencia al grupo armado hasta la reinserción a la vida civil) que ha de
conducirlo a su constitución como ciudadano. Esta es una manera de concebir
la constitución del excombatiente como ciudadano, en particular, cuando
participa de procesos de DDR.
El camino de la subjetividad de aquel que en algún momento particular de su
vida ingresa a un grupo armado, está atravesado por la historicidad tanto social
como personal (biográfica). Es así como tales dimensiones son fundamentales
a la hora de comprender el complejo entramado de la subjetividad, la identidad
y los sentimientos. La historicidad social nos remite directamente al conflicto
armado que en el mundo y particularmente en Colombia, influye en las
condiciones personales y en las decisiones que los sujetos toman en algún
momento de su vida (como pertenecer a un grupo armado). Ahora bien, la
historia de los conflictos armados no es reciente y su finalización, no es
sencilla.
Sobre el conflicto armado en Colombia existe abundante literatura, y balances
de esta literatura también. Nasi y Rettberg (2006) dicen al respecto que
Colombia ha producido un significativo volumen de trabajos sobre su propia
situación que revela la complejidad del caso. “Hoy sabemos que el conflicto
colombiano encierra ciertas particularidades, pero hemos dejado atrás el
21 Sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte (RAE, 2006.
P. 39).
116

aislamiento explicativo al que nos arrastró en el pasado una creencia
generalizada de excepcionalismo. De igual manera, los estudiosos externos de
los conflictos armados paulatinamente han abandonado la reticencia a incluir a
Colombia, con todas sus especificidades, en sus análisis comparativos, lo cual
ha abierto nuevas y prometedoras vetas de análisis” (Nasi y Rettberg, 2006,
pág. 74). Con todo, la abundancia de literatura muestra el empleo de diferentes
enfoques teóricos, diferentes focos de indagación (regiones, municipios,
procesos, factores, impactos), distintas metodologías y desde diferentes
disciplinas, lo que lleva a Guerra y Plata (2005, pág 88) a afirmar que “no es
fácil realizar un balance sobre los posibles impactos de estas investigaciones,
como tampoco se pueden inferir relaciones de causa efecto sobre las políticas
públicas en materia de convivencia y seguridad ciudadana. Pero […] en el
plano meramente académico se han cumplido las promesas hechas de generar
conocimiento sobre esos temas…”.
Ahora bien, en lo que concierne a la reinserción de los que participan en el
conflicto y dejan las armas, la historia de los sujetos y sus subjetividades
biográficas no ha sido objeto recurrente en las ciencias sociales 22 . Casi todos
los análisis se detienen en las condiciones sociopolíticas de la misma, salvo los
casos de Medina (2009) y Bolívar (2008) entre otros/as. Para efectos de la
contextualización del objeto de conocimiento y dado el carácter histórico del
fenómeno en estudio, seguiremos brevemente un recorrido por la historia de la
reinserción en Colombia y Medellín. Los procesos de DDR en la historia de
Colombia han surgido de hechos conflictivos que han generado violencia,
muertes, desplazamientos, población víctima y victimaría, desintegración
social, confrontaciones, entre muchas otras consecuencias nefastas para el
país. De manera general “El conflicto político y los enfrentamientos armados
han sido constantes en la historia de Colombia: guerras civiles entre liberales y
conservadores en la segunda mitad del siglo XIX, […], el periodo de violencia
bipartidista entre liberales y conservadores en los años cincuenta, la guerra
22 Al respecto pueden identificarse sólo algunos trabajos publicados que han centrado su
atención en personajes destacados de la historia de la violencia en Colombia: Barbosa, R.
(1992). Guadalupe y sus centauros: memorias de la insurrección llanera. Bogotá: IEPRI,
CEREC; Alape, A. (1989). Las vidas de Tirofijo. Bogotá: Planeta; Tellez, P. (1988). Crónicas de
la vida bandolera. Bogotá, Planeta.
117

contra el narcotráfico y el actual conflicto entre Estado y grupos guerrilleros”
(Gobernación de Antioquia, 2006).
En la historia de los conflictos surge la contraparte: cómo tratar de
solucionarlos o al menos menguar sus efectos en la población civil, es por esto,
que en esta historia de conflictos en Colombia, pueden verse al mismo tiempo
propuestas de acuerdos y pasos incipientes de procesos de DDR, que luego se
harán formales, como la desmovilización del bloque Cacique Nutibara de las
AUC, principal grupo que actuaba en la ciudad de Medellín.
Villarraga (2006) nos propone una síntesis sobre estos procesos:
1. La desmovilización guerrillera de 1953: periodo de la violencia partidista,
entre 1948 y 1957 en donde se promulgó la Ley 82 del 10 de diciembre de
1948 para perdonar y olvidar los acontecimientos del 9 de abril de ese mismo
año, en donde fue asesinado el líder popular Jorge Eliécer Gaitán .
2. Amnistía y reinserción para las guerrillas en 1958: amnistía a quienes se
habían levantado contra las instituciones y cometido excesos en ese acto.
Durante el periodo de Rojas Pinilla se expidió el Decreto 2184 para amnistiar a
los militares comprometidos en el intento de golpe contra Alfonso López
Pumarejo, se produjo la desmovilización de guerrilleros en el Tolima y se les
dio un salvoconducto y se concretó la desmovilización de 111 combatientes.
3. La amnistía de 1984 y el fracaso de la reinserción: desde el Frente Nacional
hasta el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), la población civil empezó
a presenciar una serie de negociaciones y procesos de paz que buscaban
acciones de reinserción económica, civil y social, y que incluyeron la creación
de la Comisión de Paz, el reconocimiento político de las guerrillas y acuerdos
de cese al fuego.
4. Procesos de negociación que han sido parte constitutiva del conflicto
armado del país en los años 90‟s en los cuales se presentaron acuerdos de
paz y reinserción del M19 en 1990; con el EPL, el PRT y el MQL en 1991,
desmovilización parcial y fallida reinserción de paramilitares en 1991, acuerdos
de paz de la CRS y de otras fracciones guerrilleras, acuerdos de convivencia
con grupos milicianos urbanos, el indulto y la reinserción individual
implementados desde 1994.
118

5. Desmovilización de los bloques paramilitares, 2003 – 2005: El gobierno de
Álvaro Uribe dio paso a la Ley 975 de 2005, Ley de justicia y paz que reúne las
condiciones generales para la desmovilización de los grupos paraestatales
colombianos. Se han desmovilizado ex miembros de las AUC, ELN y FARC e
ingresado al proceso de reintegración.
Al ser este último el más actual y aún vigente proceso de DDR en Colombia,
nos detendremos brevemente en el mismo, tanto como proceso nacional, como
local. Con respecto a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), los
primeros intentos datan del 15 de julio 2003, fecha en que representantes del
gobierno Colombiano, de la Iglesia Católica y de las Autodefensas Unidas de
Colombia se reunieron en la localidad de Santa Fe de Ralito para iniciar
negociaciones en cuanto el desarme, la desmovilización y la reinserción de los
paramilitares a la vida civil. (Theidon y Betancourt, 2006), y como ya se dijo, fue
en Medellín que se dio la desmovilización del Bloque Cacique Nutibara, primer
Bloque de las Autodefensas en desmovilizarse. De la implementación del
modelo de atención a la reintegración se encargó a la Alcaldía de Medellín. Los
primeros pasos –desarme, desmovilización y primera orientación a los
desmovilizados- fue asumida por el Programa Reincorporación a la Civilidad,
creado por el gobierno del Alcalde Luis Pérez Gutiérrez. Esto ocurrió entre el
25 de noviembre del 2003 (fecha de la desmovilización del BCN) y el 31 de
diciembre del mismo año, momento en el que asume como Alcalde Sergio
Fajardo Valderrama.
En palabras de Caramés (2008), es importante recordar que “el final de un
conflicto armado no significa el retorno a una atmósfera de paz”, como es el
caso colombiano. Cañadas, Caramés, Fisas, García, Mendiola, Prandi,
Redondo, Royo, Sanz, Tomás, Urgell, Villelas, Villillas (2008, p. 17), señalan
que normalmente los objetivos de un conflicto armado están vinculados a:
Demandas de autodeterminación y autogobierno, o aspiraciones identitarias.
La oposición al sistema político, económico, social o ideológico de un Estado
o a la política interna o internacional de un Gobierno, lo que en ambos casos
motiva la lucha para acceder o erosionar al poder.
Al control de los recursos o del territorio.
119

Simultáneamente, la historia y la naturaleza del conflicto, es social y por lo
mismo, involucra la subjetividad y la intersubjetividad. De esta manera, la
subjetividad expresa la producción de sentidos subjetivos, la cual se desarrolla
dentro del universo de procesos objetivos de la vida social. El sentido subjetivo
es además, uno de los tantos aspectos que caracterizan la vida social, la
historia de cada sujeto y espacios sociales concretos (como aquellos en los
que participan los combatientes y los excombatientes en un conflicto armado).
Por tanto, el concepto de sentido subjetivo es fundamento de una concepción
histórico-social de la subjetividad que rompe con cualquier reminiscencia de
subjetivismo (González Rey, 1997). Es importante considerar el conflicto
constante entre la subjetividad individual y la subjetividad social, las cuales,
como se ha mencionado, se constituyen mutuamente, pero, al mismo tiempo
intentan diferenciarse para lograr procesos de identidad, que se dan tanto en la
vía de la identificación, como en la vía de la diferenciación.
La historia de la subjetividad del excombatiente no es independiente de la
historia de la subjetividad social y de su pertenencia y participación tanto del
conflicto armado como de la Organización armada. En el primer caso, el
conflicto armado puede involucrar sujetos civiles, ciudadanos que se
encuentran inmersos en él y que viven directa o indirectamente las
consecuencias de tal conflicto (familia y amigos asesinados, desplazamiento,
violaciones, etc.). En el segundo caso, el sujeto es protagonista del conflicto
armado haciendo parte de uno de los grupos que generalmente busca los
objetivos antes mencionados.
En uno y otro caso, la conformación de la subjetividad y en ella la identidad
afectiva (“dime qué sientes y te diré quién eres”), dibuja caminos anudados con
la violencia, el caos y la muerte; el sujeto que ingresa a un grupo armado, sea
por obligación (fue forzado) o por decisión (diferentes motivos: económicos,
venganza, gusto), realiza bien, una ruptura con su vida anterior o una
continuidad (relativa) de ella, empero, procede de sistemas de relaciones que
poseen algún tipo de referentes identitarios o han estado signadas por
experiencias de desapego emocional.
120

Lo que podría entenderse como primer momento biográfico de esa subjetividad
que entra en relación de subordinación con figuras de autoridad y estructuras
de poder de lógica militar, ha pasado por lo que también se da en llamar
“socialización primaria”, pero que en otro sentido sería la vida familiar y
comunitaria de los primeros años de vida. En una perspectiva psicológica
desarrollista, hay la creencia de que las experiencias primarias son
determinantes, en algún modo, para que un sujeto opte por participar de
actividades criminales o que pertenezca a grupos al margen de la ley u
organizaciones armadas.
Un estudio, en este sentido advierte de la presencia de estos factores. Llorente,
Chaux y Salas (2005) establecen en él que el haber estado expuesto a
violencia intrafamiliar durante la infancia aumenta la probabilidad de ser
violento más tarde en la vida en el caso de hombres jóvenes provenientes de
diversas zonas rurales del país y que se vincularon al conflicto armado (p. 69).
El tipo de VIF que tiene un mayor impacto sobre la reproducción de la violencia
por fuera del ámbito doméstico, es el haber sido víctima de maltrato físico
severo ejercido por el padre o padrastro (p. 70). El estudio identificó un
conjunto de características individuales, del entorno familiar y de los pares y
amigos que aumentan o reducen en magnitudes diferentes la probabilidad de
haber cometido infracciones graves en Bogotá y de que jóvenes de distintos
lugares del país se vinculen a algún grupo armado irregular (p. 70).
Una de ellas es “la ruptura con la familia expresada en el hecho de que los
menores abandonan sus hogares en la mayoría de los casos (cerca del 70%)
por lo menos un año antes de vincularse al conflicto, lo que parece potenciar el
riesgo inicial de ingresar a algún grupo armado irregular y por ende de
desarrollar comportamientos violentos […] (esto) facilita el contacto con pares
que tienen comportamientos riesgosos, como puede ser el caso de los
“raspachines” y, posterior o simultáneamente, el ingreso a algún grupo armado
irregular” (p. 72). Además, en la experiencia internacional sobre organizaciones
que ejercen violencia política (por ejemplo ETA y grupos terroristas de extrema
izquierda en Italia) se observa un patrón según el cual “el compromiso de los
121

jóvenes activistas refleja a menudo una conexión ininterrumpida con la tradición
política de sus familias.”(Reinares, 2000, p. 100) (73). La subjetividad guerrera
se ha fabricado allí donde las relaciones sociales se han fracturado, donde los
afectos se han resquebrajado y la identidad personal se ha deslocalizado.
El ingreso a otro marco de pertenencia y referencia como es el grupo armado,
difumina al antes sujeto civil, constituyéndose ahora sujeto combatiente,
anudado éste a la construcción de una subjetividad sometida, dominada y
regulada con estrictas prácticas de control identitario y corporal. La vida
cotidiana del combatiente, las relaciones y prácticas que se inscriben en ella,
están atravesadas por relaciones de poder, dominación, sometimiento y
regulación; y como cualquier práctica, a través de ella (como dice Medina
citando a Bourdieu, 2009), “se incorporan hábitos, disposiciones y se
construyen cuerpos” (p. 57), de ahí que las organizaciones armadas, a través
de esta regulación sistemática y diaria del sujeto, es como construyen el
sujeto de la guerra y lo adhieren a las dinámicas propias de la P.G.A.
Los tratos recibidos y dados en las relaciones que se construyen en estos
escenarios, constituyen otra dimensión que los hace interdependientes y nos
permite comprender profundamente sus imbricados lazos; así, en la “vida en el
monte”, los tratos están regidos por las relaciones de poder y
sometimiento que en “la Organización” se instauran como componente
estructural de la misma, y que en “la guerra” se construyen como herramienta
para eliminar al contrario; es así como la “Organización” se convierte en el
único espacio de socialización y de construcción de relaciones y lazos sociales
para el combatiente.
El temor constante por la vida, el sentimiento de poder que subyuga al otro, la
irrupción de los S.A.S.E y la continua relación con la violencia, van
constituyendo una historia de la subjetividad que se revela en “la incapacidad
del sujeto de convertirse en actor” (Wieviorka, 2001, p. 340) responsable de
sus acciones, anulando así su capacidad de agencia y la posibilidad de ser
sujeto político. La identidad afectiva que se va constituyendo en este sujeto,
lleva la marca de la violencia que de por sí ya ha sido naturalizada en el grupo
122

armado. De ahí que en este sentido la subjetividad, la identidad y los
sentimientos llevarían “la marca del sujeto contrariado, negado o imposible, la
marca de una persona que ha sufrido una agresión, sea física o simbólica”
(Wieviorka, 2001, p. 340).
Todo ello es así, en función de los objetivos de la guerra y la violencia. Como
nos dice Martín-Baró (1984), la guerra es una confrontación de intereses
sociales que acuden a las armas como recurso para dirimir sus diferencias. Lo
que cuenta ya no es la fuerza de la razón que pueda tener cada contendiente;
es la razón de su fuerza, de su poder militar, de su capacidad de golpear y
destruir al contrario. En las relaciones intergrupales la razón es desplazada por
la agresión, y el análisis ponderado de los problemas es sustituido por los
operativos militares. Los mejores recursos, humanos y materiales, se orientan a
la destrucción del enemigo (lo que hace necesario producir subjetividades para
ello, para obrar en función de ese propósito, una subjetividad política guerrera).
Y lo más grave de todo es que el recurso a la violencia, que en un momento
pudo ofrecerse como alternativa última y provisional, con la prolongación de la
guerra se convierte en hábito y en respuesta privilegiada. Una sociedad donde
se vuelve habitual el uso de la violencia para resolver los mismos problemas
grandes que pequeños, es una sociedad donde las relaciones humanas están
larvadas de raíz. Es entonces una sociedad productora de sentidos no-políticos
de convivencia, sin ciudadanos, a cambio de los cuales, requiere combatientes.
Ahora bien, una segunda ruptura se realiza en esta historia de la subjetividad
que ahora narramos: la partida del grupo armado y la inserción en el proceso
de desarme, desmovilización y reinserción (DDR). Tanto en la biografía del
sujeto combatiente como en la socialización continua que hasta ahora ha
tenido, el DDR es una ruptura relativamente drástica o no 23 . En este horizonte
el DDR produce una nueva subjetividad y se vislumbra una nueva crisis de
identidad, pues los componentes sociales, afectivos y políticos que demanda la
civilidad no se adecuan inmediatamente con las bases socializadoras previas,
23 Depende del tipo de desmovilización que se realice: colectiva AUC, por orden del
comandante) o individual (guerrillas, por decisión propia, desertan del grupo). Para una
información detallada: Medina, C. (2009). No porque seas paraco o seas guerrillero tienes que
ser un animal. Procesos de socialización en FARC-EP, ELN y grupos paramilitares (1996-
2006). Bogotá: Ediciones Uniandes.
123

es decir el sujeto trae consigo las huellas o improntas que dejan tanto la guerra
como la organización y la vida en el monte y debe enfrentar “una nueva vida”.
Ese legado que porta se distingue en las siguientes esferas humanas así:
De género: coraje y hombría (masculinidad) para supervivir.
Políticas: dominación y/o subordinación para relacionarse.
Sociales: cuerpo disciplinado y controlado al servicio de otro.
Afectivas: sin sentimientos proactivos (para ser hombre y prevalezca el
sentimiento de poder), protagonismo (oculto) de los S.A.S.E
De contra-referentes: el otro es el enemigo, la vida vs. la muerte.
Identitarias: “Soy un combatiente poderoso que sufro, pero también
gozo”
En este punto es importante mencionar que los procesos de DDR, de los que
ahora hablamos, no pueden entenderse de forma aislada de la historia y la
cultura particular de cada territorio que los vivencia; aún así, el objetivo
fundamental de todos ellos es la construcción de estrategias, que aunadas,
soporten una paz global; por otro lado, pero en esta misma línea, habría que
decir que ningún programa de DDR en el mundo ha dado los resultados
esperados a la perfección (Caramés y Sanz, 2008). Es fundamental tener en
cuenta que el proceso de DDR se ha llevado a cabo en Colombia en un
contexto donde perdura el conflicto armado (Medina, 2007), lo que dota al
proceso de particularidades que pueden dificultarlo, por ejemplo, la mayor
vulnerabilidad de los antiguos combatientes ante el conflicto y las posibilidades
recurrentes de ingresar a un nuevo grupo armado ilegal. Lo anterior también
confluye e influye en la constitución de la subjetividad del excombatiente y por
lo tanto en sus sentimientos, que ahora se difuminan y enredan en una madeja
de múltiples conflictos, con los cuales ha de realizar la transición a la civilidad.
El conflicto personal y social, se ve expresado en tres dimensiones de la
subjetividad:
Política: Entre el sometimiento a la ley y las alternativas de la ilegalidad
Emocional: entre S.A.S:E y poder y prosociales y poder
Identitario: “ya no soy combatiente, ahora quién soy? (limbo identitario)
124

El otrora combatiente, se enfrenta ahora a una subjetividad confusa y a unos
sentimientos encontrados (alegría vs tristeza, por ejemplo); “se encuentra tanto
la pérdida de los espacios-soporte, como el cambio en los espacios de
socialización, pasando por la ausencia de proyectos y los nuevos procesos
personalizadores” (Coronado, 2007, p. 2). Así como el desterrado y el
desplazado, los anclajes de la identidad (Revilla, 2003) se ven modificados;
ahora el cuerpo, antes sometido y controlado por la Organización es des-
controlado para manejarse a sí mismo en pro de la subjetividad que ahora se
necesita; el nombre propio, y por ende la visibilidad ahora son fundamentales
para ser reconocido. El sobrenombre pierde su protagonismo, ahora el
excombatiente se le identifica por el nombre propio y la cédula. La
autoconciencia y la memoria han de ser condiciones fundamentales de la
nueva subjetividad y la identidad afectiva: resignificar el pasado para construir
el presente. Finalmente, las demandas de la interacción del nuevo contexto, le
exigirán nuevas formas de relación orientadas por y hacia el amor 24 , es decir,
relaciones creadoras, que tengan en cuenta al otro no para dominarlo y
someterlo (como antes), sino para construir con él o ellos/as nuevos mundos
posibles.
Dichos anclajes identitarios dan lugar a prácticas y procesos identitarios y
afectivos diferentes en función del entorno cultural y social. Es más, podríamos
decir que
Estos elementos se refuerzan entre sí o, mejor, los elementos
más específicos de nuestra cultura, el control sobre el nombre
propio y las demandas de la interacción propias de nuestro
contexto, otorgan al cuerpo y a la conciencia un mayor papel en
cuanto a anclajes identitarios. Son los otros en interacción
quienes nos obligan al control sobre nuestro cuerpo y a mantener
un aspecto reconocible. Son los otros en interacción, y el Estado,
quienes nos recuerdan constantemente quiénes somos y lo que
hacemos, lo que refuerza nuestra autoconciencia y memoria
(Revilla, 2003, p. 63).
Ahora la historia de la subjetividad cambia, al encontrarse ante la ausencia de
los antiguos anclajes. Los sentimientos antes tan conocidos (o no), mutan, se
24 “El amor es la emoción que constituye el dominio de acciones en que nuestras interacciones
recurrentes con otro hacen al otro un legítimo otro en la convivencia” (Maturana, 1997, p. 45)
125

vuelven difusos, y junto con la identidad, empiezan a sufrir cambios drásticos y
rápidos. Se trata de borrar de un tajo lo que se afianzó en la Organización
armada. Lo que ahora viene es una sustitución simbólica (Herrero, 2006) y de
sentimientos. Ya no es la Organización que se expresa en algo tangible
(uniforme, arma, etc), ya es el Estado y la sociedad con otras promesas: un
nuevo ciudadano, pero… específicamente no hay objetos a los cuales aferrarse
para hacerlos referentes tangibles, pero hay emolumentos, hay escolarización y
hay apoyo psicosocial. ¿Y la subjetividad? Desde la dimensión de los
sentimientos, se encuentra en el limbo, se mueve entre la satisfacción y la
insatisfacción, la inconformidad y la conformidad, el agrado y el desencanto, la
confusión y la tranquilidad, el arrepentimiento por lo hecho y las ganas de
retornar al grupo armado, el sentimiento de poder para dominar o para
construir. Es el tiempo del caos subjetivo y sentimental. Desde la dimensión
relacional, también hay limbo, especialmente el sentimiento de poder se ve
transformado: le cuesta trabajo pasar del poder soportado en el arma al poder
como sujeto político; del desprecio al reconocimiento del otro; de la hostilidad a
la convivencia y por ende a la adopción de las virtudes ciudadanas.
La encrucijada coloca al sujeto de frente a un nuevo conflicto en sus referentes
simbólicos: ahora debe responder a la pregunta ¿quién soy y qué siento? Y
resignificar la identidad, por lo tanto es un asunto que se resuelve entre dos
ternas; la primera existencial: hacer, sentir y pensar. La segunda intersubjetiva:
sujetos, nuevos significados y nuevos sentidos. Y detrás de ello la
institucionalidad lo somete a una nueva disciplina, a un nuevo concepto de
género, a otra ideología, a nuevos valores a favor de la vida y a otros
aprendizajes. Ahora tiene que enfrentar la producción de un nuevo cuerpo y un
sujeto diferente al combatiente y para ello no estaba preparado. Sobre-estimó
el poder de la guerra, del uniforme y el arma, el poder de la muerte; ya no es un
apodo, sino un nombre propio. Está bajo la mirada de otros que pueden
escrutar su pasado y su presente, que pueden aprehenderlo y juzgarlo o
perdonarlo en medio de las marañas de la memoria. No quiere decir todo lo
anterior que no haya subjetividad, ni sentimientos, este es una modo de
subjetividad y un modo de sentir.
126

En este orden de ideas, los referentes ofrecidos al nuevo ciudadano son
variados:
Rehabilitación
Educación
Trabajo
Legalidad
Buen comportamiento
Vida en comunidad
Y las dificultades muchas:
Invitaciones constantes a la ilegalidad
Resignificación de los otros: ya no son enemigos
Discriminación de diferentes instituciones o personas
Inserción al mundo laboral
Cumplimiento de metas educativas
Constitución de una identidad política
La historia de la subjetividad hasta aquí narrada no es sencilla, antes bien, es
caótica e incluye múltiples procesos, sentimientos, contextos, relaciones y
significados como se han descrito.
Afirmar que el sujeto antes combatiente puede ser ciudadano, implica
comprenderlo como sujeto en acción. “Es en esta condición de actores que se
movilizan y que constituyen sus proyectos de futuro con sus iniciativas actuales
como se va constituyendo la identidad que los caracteriza” (Sandoval, 2000, p.
71). Contamos con un sujeto que en su historia subjetiva ha estado en un
proceso de socialización continua, desde su familia y amigos, pasando por el
grupo armado, la transición hacia la civilidad y ahora el nuevo contexto y la
nueva condición que se le ofrece: la ciudadanía.
Ya es sabido que en la civilidad hay dos objetivos fundamentales por alcanzar
por parte del excombatiente:
127

La construcción de una identidad política, con la cual participe y acoja
los nuevos espacios de socialización y
La construcción de unos sentimientos orientados hacia el amor como
aquel sentimiento que permite relaciones creadoras de mundos posibles.
En cuanto a la primera, la condición para su realización será que se sienta
insertado en la sociedad y la cultura a la cual ha regresado y que sea actor que
participe en la misma, para ir constituyendo así su identidad política. Dicha
identidad ha de constituirse sobre la base de que “la cultura no puede
considerarse como una “instancia exterior” a la política, sino como una
dimensión inherente a la vida política o, más precisamente, como una
dimensión analítica de todas las prácticas políticas” (Giménez, 2005, p.109), es
decir, que lejos de ser un accesorio, la cultura está presente en el campo
político, por ejemplo, verbalizada en el discurso, o más precisamente, como
señala Giménez (2005), incorporada, cristalizada e internalizada en las
creencias, en los ritos y la teatralización del poder, en las instituciones
representativas y en los aparatos del Estado y en forma de identidades
colectivas en conflicto. Esto representa para el excombatiente la resignificación
del sentimiento de poder, ese que antes utilizaba para someter o dominar,
ahora ha de utilizarlo para crear redes de participación, para tener voz y voto y
para ser parte de la ciudadanía, reconociendo al Estado como ente legítimo de
poder, pero siendo actor crítico con el mismo y sujeto de derechos ante la ley y
las autoridades legítimas.
Con respecto a la subjetividad política vale tener presente que construirla
implica comprender que se está inserta en la cultura 25 . En términos descriptivos
se podría decir que la cultura es un universo de significados, el cual da sentido
a las acciones y al que se acude para entender el mundo. En este orden de
ideas vale la pena mencionar que las diversas formas culturales siempre se
encuentran inscritas en contextos particulares que implican entre otras cosas,
25 Entendida como la dimensión simbólico-expresiva de todas las prácticas sociales, lo que
incluye “el conjunto complejo de signos, símbolos, normas, modelos, actitudes, valores y
mentalidades a partir de los cuales los actores sociales construyen, entre otras cosas, su
identidad colectiva” (Giménez, 2005, p. 111) y política (agregamos).
128

elaciones de poder, conflictos, desigualdades y contextos; relaciones éstas en
las que el excombatiente se inserta con posibilidades de participación.
Resulta útil además, para comprender el camino de la subjetividad política del
excombatiente, recuperar algunas premisas y para ello, podemos acudir a lo
que Giménez (2005) ha llamado dimensiones analíticas de la cultura y modos
de existencia de la misma; en cuanto a las dimensiones analíticas, la cultura se
expresa como comunicación (conjunto de símbolos, signos, emblemas y
señales), como acumulado de conocimientos (ciencia, creencias, sentido
común) y como visión del mundo (ideologías, sistemas de valores). Ahora bien,
los modos de existencia de la cultura serían: la cultura objetivada en forma de
instituciones y prácticas observables y cultura subjetivada, la cual es la “matriz”
de las identidades sociales y políticas, ya que éstas se constituyen a partir de la
“interiorización peculiar y distintiva de ciertos rasgos culturales por parte de los
actores sociales, rasgos que sirven como referencias para definir su unidad y
su diferenciación” (Giménez, 2005, p. 111). La dimensión política y cultural así
entendidas, impregnan la subjetividad del nuevo ciudadano, sus sentimientos e
identidad.
En este orden de ideas y siguiendo al mismo autor, se podría decir entonces
que hay dos elementos centrales en torno a los cuales la cultura se manifiesta
y el campo político se ordena: el poder y el estado. El poder es entendido por
Giménez (2005, p. 111), en el sentido de poder de prescripción y de influencia,
del cual surge el concepto de autoridad legítima que tiene bases culturales
claras en el caso de la autoridad fundada en el carisma y en valores
compartidos.
Para la subjetividad el paso ha de ser del reconocimiento de una autoridad en
el grupo armado (el comandante) al reconocimiento de la autoridad del Estado.
En cuanto a éste último, Giménez (2005, p. 111) menciona dos fenómenos
culturales:
1. Su funcionamiento político depende en gran medida de la
representación simbólica que se forman de él los ciudadanos y
129

2. por esto mismo, el Estado se presenta siempre en la escena política
rodeado de un impresionante aparato simbólico.
En cuanto al primer punto, los ciudadanos podemos experimentar la existencia
del Estado de dos formas: a través de prácticas que nos involucran
directamente (ser agencia) y a través de representaciones colectivas, por
medio de las cuales se personifica al Estado, otorgándole connotaciones
positivas o negativas. Sobre el segundo punto, el aparato simbólico, el Estado
se sirve sobre todo de objetos que se cargan de sentido y significado y que le
permiten una coacción legitimada; aquí vale la pena recordar la sustitución
simbólica a la que se enfrenta el excombatiente en su paso hacia la civilidad;
tal aparato simbólico desempeña tres funciones (Giménez, 2005, p. 112):
1. La exaltación del Estado destacando su potencia y grandeza.
2. La instrucción de los ciudadanos acerca de sus características mayores
y de sus finalidades últimas.
3. La obtención de la adhesión y de la lealtad de los mismos.
Lo que en última instancia llevará al excombatiente a la construcción y vivencia
de una identidad política basada en los valores y sentimientos ciudadanos, la
práctica de deberes y derechos y la participación en la vida social, ya que “los
comportamientos políticos (…) no obedecen sólo a una lógica de intereses,
sino también a una lógica de identificaciones” (Giménez, 2005, p. 115) y por
ende de sentimientos.
Lo anterior nos lleva a considerar a la acción política como movilizadora y
móvil, que permite construir nuevas identidades y nuevos sentimientos,
vinculando con ellas a los individuos “de manera fuerte o débil, duradera o
pasajera” (p. 117).
Las identidades políticas
… son ante todo, identidades colectivas (y afectivas) orientadas a
la participación directa en el ejercicio del poder o a la intervención
sobre los poderes públicos en términos de influencia o de presión
(…). Las identidades colectivas a su vez, son el conjunto
relativamente estable de rasgos distintivos, (de sentimientos), por
130

los que se reconocen y/o son reconocidos grupos o conjuntos de
individuos que comparten representaciones socialmente
construidas (y sentimientos) referentes a un campo específico del
espacio social y, en consecuencia, orientaciones comunes a la
acción” (p. 117).
De lo anterior se infiere que la subjetividad, la identidad y los sentimientos,
ahora han de estar orientados al ejercicio de una ciudadanía activa y
emancipada, que le permita al sujeto ser y sentir o ser sintiéndose, parte
nuevamente de la civilidad.
Para Villarreal (1999), relación que permitiría el ejercicio de la ciudadanía como
“práctica social emancipatoria y no solamente como categoría teórica […]. La
ciudadanía sin subjetividad conduce a la normalización” (Villarreal, 1999, p. 2),
es decir a la forma actual de dominación cuya eficacia está en la identificación
con los poderes-saberes que en los sujetos son ejercidos. En cuanto al poder,
se trata para este autor de no considerarlo como una forma de dominación
masiva y homogénea, sino tener presente que el poder
… desde una perspectiva foucaltiana tiene, desde una dinámica
en la construcción de ciudadanía, por lo menos las siguientes
implicancias: responsabiliza a las personas (…), abre
posibilidades de identificación (…) [y/o] estrategias de resistencia
y construye ciudadanía porque construye ciudadanos (Villarreal,
1999, p. 3).
Ahora bien, la principal alternativa para el ejercicio pleno de la ciudadanía será
la construcción dinámica, el empoderamiento de los diversos sujetos sociales
(el excombatiente p.e.), ya que “un aspecto importante para sacudirnos de las
posiciones de impotencia, agobio, apatía o indiferencia, es la comprensión de
que lo que nos impide cambiar el curso de los acontecimientos está siempre
vinculado al modo como interpretamos la realidad, damos sentido a nuestras
acciones y nos atribuimos (o no) responsabilidades en su devenir” (Villarreal,
1999, p. 3) y por supuesto, las acciones que se derivan en consecuencia.
De lo anterior podemos inferir que una práctica activa de construcción de
ciudadanía requiere por lo menos (Villarreal, 1999, p. 3):
8. Protagonismo: los ciudadanos pueden, deben y saben
131

9. Poder: que deviene de las interacciones
10. Responsabilidad: por las decisiones y las prácticas.
11. Ética: desde la tolerancia y el respeto como principios fundamentales.
12. Vida cotidiana: la categoría ciudadanía debe ser pensada desde sus
implicaciones en la vida cotidiana, ya que es allí donde se materializa el
ejercicio y puesta en escena de principios y modos de funcionamiento
que afectan a las personas.
13. Reflexión: sobre estrategias que permitan a las personas preguntar y
preguntarse sobre la construcción de la ciudadanía.
14. Pensar en red: como práctica política de sujetos sociales, considerando
la complejidad de la historia como proceso abierto, la necesidad del
acuerdo y la negociación como bases de la convivencia, con una visión
modesta y heterogénea del poder para transformar lo cotidiano.
Reflexionar sobre las líneas precedentes, permite comprender el ejercicio de la
ciudadanía desde una óptica diferente: la de las prácticas que comienzan en la
vida cotidiana, prácticas que no son difíciles, sólo conllevan efectos que
responsabilizan a los sujetos sociales y los empoderan. Ejercer la ciudadanía y
no sólo teorizar sobre el concepto, es la vía para una construcción legítima de
ciudadanos, que puede permitir un protagonismo y un ejercicio del poder que
permita transformar la vida cotidiana. De ahí que los procesos de post-conflicto
no demandan tanto de formación teórica ciudadana como de apertura de
espacios y oportunidades para ser un sujeto partícipe en la toma de decisiones
que atañan a los individuos y sus comunidades.
“En el acto de conocer la realidad, los pensamientos y acciones están
entrelazados con las emociones y los sentimientos, con los deseos y afectos,
generando una dinámica procesal que expresa la totalidad humana. Una
totalidad que se revela en las acciones y en las múltiples conversaciones que el
individuo establece consigo mismo, con los otros, con la cultura y el contexto
[…] No es la razón la que nos lleva a la acción, sino la emoción (Maturana,
1999). Cada vez que tenemos dificultad en el hacer algo, existe, de hecho,
dificultad en el "querer", faceta que queda oculta por la argumentación sobre el
hacer”. (Moraes, y de la Torre, 2002).
132

En este orden de ideas, “el proceso social de construcción de ciudadanía
implica en principio una sociedad actuante que estimule la libre expresión y
el desarrollo de personas. Lo anterior implica el proceso de concientización que
permite comprender que su solidaridad y participación construyen la sociedad
en la que viven” (Grubits, 2005, p. 481). A la vez la misma sociedad ha de
provocar relaciones basadas en afectos positivos, es decir, sentimientos
que inunden las relaciones de lo necesario para convivir, en otras palabras,
además de pensamiento, sentimiento. La opción de otorgar al ser conciente un
papel fundamental a la hora de construir ciudadanos, es inminente, en palabras
de Tamayo (2006): “un lugar fundamental a la hora de dar cuenta de la realidad
del mundo objetivo y subjetivo” (p. 159). Ahora bien, se estaría hablando
entonces de un sujeto activo, que se atreva a traspasar los límites de la
individualidad, que se haga responsable de la conciencia que hace de sí, de
los otros y del mundo (Tamayo, 2009).
Un sujeto conciente que “convoque al significado mismo de ser sujeto habitante
de este mundo” (Tamayo, 2006, p. 162), que halle sentido a los eventos,
situaciones y acciones en un marco contextual e histórico. Este es el
sujeto por quien se apuesta en este escrito y es una de las posibilidades para
la construcción del ciudadano, antes combatiente. Ahora bien, si el sujeto
decide estancarse y establecerse en la civilidad, siendo un ciudadano que no
cuestione y reflexione sobre “las verdades generalmente aceptadas” (Iñiguez,
2005, p. 2), sobre el mundo y sobre sí mismo, que no permita re-hacer el
pensamiento político para gestionar nuevas formas de comprensión,
estaríamos hablando también de ciudadanía, pero muerta, en decadencia, y el
arduo proceso identitario que va desde el desarme y la desmovilización, hasta
la reinserción, quedaría seriamente cuestionado, porque, ¿para qué lograr
tener de nuevo la potestad de decidir, si se va a volver a entregar a unos
nuevos “señores de la guerra” 26 ?
26 Haciendo alusión al título del libro de: Duncan, G. (2006). Los señores de la guerra. De
paramilitares, mafiosos y autodefensas en Colombia. Bogotá: Planeta.
133

La ciudadanía en primera instancia hace referencia “al conjunto de normas
que guían la relación entre el individuo y la sociedad” (Durston, 1999), por lo
cual, ésta sería el marco que hace posibles las condiciones para una
participación posible. Segundo, la ciudadanía pasa de ser posible a ser activa
o ejercida, cuando el sujeto se ocupa de los temas de preocupación de la
colectividad, hace escuchar su voz en la discusión pública de esos temas, es
productor de ideas y mensajes y no sólo receptor y consumidor, comunica
propuestas de solución a la colectividad. Tercero, la ciudadanía es realmente
tal, cuando se crean espacios para su ejercicio, los ciudadanos reciben apoyo
y escucha a sus propuestas e inquietudes y se establecen reglas que permitan
que todos puedan ejercer la ciudadanía en forma equitativa. Y he aquí un
interrogante para reflexionar: ¿La sociedad actual si hace reconocimiento al
excombatiente como posible ciudadano? O, ¿Quizás su identidad proscrita sea
el talón de Aquiles en el nuevo contexto? ¿Posibilita la comunidad los espacios
para el debate público y para que el sujeto político se constituya? ¿Qué
subjetividad ha de ser aquella que psicosocialmente esté en condiciones de
manifestarse como ciudadano activo?
En este orden de ideas, la principal alternativa para el ejercicio de la ciudadanía
(no sólo del excombatiente, sino también la suya y la mía) será la construcción
dinámica, el empoderamiento de los diversos sujetos sociales, ya que “un
aspecto importante para sacudirnos de las posiciones de impotencia, agobio,
apatía o indiferencia, es la comprensión de que lo que nos impide cambiar el
curso de los acontecimientos está siempre vinculado al modo como
interpretamos la realidad, damos sentido a nuestras acciones y nos
atribuimos (o no) responsabilidades en su devenir” (Villarreal, 1999, p. 3) y por
supuesto, las acciones que se derivan en consecuencia.
La ciudadanía se imbrica con la identidad y esta, entonces, se relaciona con lo
que Sandoval (2000, p. 73) llama utopía y voluntad colectiva, es decir, “la
posibilidad de (construir) agrupamientos colectivos para la acción política”
(Sandoval, 2000, p. 74), con proyectos de futuro y proyectos identitarios; se
trata de una relación entre memorias de sujetos sociales, de ahí que se pueda
sostener con Sandoval (2000) citando a Villorro (1998, p. 64) que la identidad
134

sería un proyecto “en donde el reconocimiento de los otros y las
posibilidades de sus diferentes proyectos implica renunciar a toda idea
previa de dominio”. Algo que se opone a los proyectos en marcha durante la
guerra y los primeros momentos de la reinserción. Y para este reconocimiento,
nada más adecuado que los sentimientos proactivos…
Ahora bien, el campo político es también el campo de las emociones y por lo
mismo el campo de las identificaciones, puede ser visto también como un
escenario en el cual entran, salen, se hacen, se deshacen las identidades
colectivas entre las cuales los individuos se distribuyen “por afiliación o
pertenencia” (Giménez, 2005, p. 116). Esta capacidad vinculatoria de la
política, a la que Giménez (2005, p. 117) llama virtud, se manifiesta a través del
discurso, “de la inducción de confianza, de la persuasión […] y de las
decisiones de la autoridad” (p.117); lo anterior nos lleva a considerar a la
acción política como movilizadora y móvil, que permite construir nuevas
identidades, vinculando con ellas a los individuos “de manera fuerte o débil,
duradera o pasajera” (Giménez, 2005, p. 117).
Estas identidades se definen en y por la confrontación y el conflicto y es
este mismo conflicto el que permite, parafraseando a Giménez (2005, p. 117),
explicar la plasticidad y la variabilidad de las identidades políticas, “sus
frecuentes redefiniciones y sus metamorfosis” (p. 117). Es justamente por este
carácter procesual de las identidades que es preferible hablar en política de
“identificaciones”, más que de “identidades” (Giménez, 2005, citando a
Pizzorno y Gallissot, 1987, p. 117), si va a entenderse el concepto sin la
dinámica hasta aquí expresada.
Giménez (1993) lo plantea de manera clara cuando dice que “las identidades
emergen y varían en el tiempo y son instrumentalizables y negociables, se
retraen o se expanden según las circunstancias y, a veces, resucitan” (p. 28); si
no fuera tan explícito sobre qué hablamos, tal definición serviría para los
sentimientos, ya que es claro que éstos, reinventando y reconfigurando la
identidad, van de manera soterrada en algunos momentos, explícita en otros,
en la historia de la identidad, de ahí que los sentimientos tengan una historia y
135

ésta es la historia de la identidad. Por ende es la historia de los sentimientos
en relación con la identidad política; los sentimientos hacen al sujeto
político.
Una anotación final, permite decir con Sandoval (2000) que “la identidad
política del sujeto se manifiesta en la lectura que por su discurso o su acción
hace de sus intereses, de sus deseos y necesidades (…)” (p. 79). A través del
quehacer político el sujeto puede enriquecer otras dimensiones de su identidad,
teniendo en cuenta que para que esto pueda ser así, habría que partir del
supuesto de la acción política no alienada, concientizada y reflexionada, que
toma en cuenta la historia y que permite al sujeto construir identidades como
proyectos, oportunidades, diferencias, potencia y sobre todo, potencialidad.
No es una utopía creer que los excombatientes puedan ser ciudadanos en
pleno ejercicio de una ciudadanía emancipada, ellos, por saber lo que es ceder
la potestad de ser quienes querían ser, tal vez por esto, tengan muchas
posibilidades y razones para el ejercicio pleno de la ciudadanía, quizás, por qué
no, más de las que tenemos los que nos creemos emancipados y aún vivimos
en las jaulas del poder y la dominación.
“Esta es otra Organización (refiriéndose a la civilidad) porque algunos se
creen comandantes y si me descuido vuelvo a las mismas de antes: pedir
permiso hasta para pensar y sentir lo que uno quiera, eso es lo más de
uno y perder ese derecho es perder todo, así como era en la otra
Organización. Aquí yo siento que tengo la posibilidad de ser diferente a lo
que era antes, de opinar, de decir lo que realmente quiero, siempre y
cuando yo luche por hacer eso cada día. Es una cosa difícil porque no
falta la mala propuesta o la invitación a lo fácil, pero eso no es sólo a
nosotros a ustedes también les puede pasar, a cualquiera y si cae en la
trampa, quedará atrapado y otra vez sin libertad, lo más importante que
tenemos hoy. Así es, si uno se descuida, vuelve a caer en la opresión y la
desesperación” (Col. 13).
136

Es una tarea diaria esa de sentipensar, esa de construirse, de hacerse. Es una
tarea diaria la de emanciparse, la de ser consciente, la de saber qué siento,
para saber quién soy.
137

6. NUEVOS HORIZONTES, NUEVAS LÍNEAS DE TRABAJO
Es imposible e ineludible dejar atrás nuevas preguntas que van surgiendo en el
transcurso de la investigación y que pueden ser nuevas líneas de trabajo y
discusión:
El tema del género y su relación con la construcción de sentimientos e
identidad
Las representaciones sociales en torno a sentimientos como el amor, el
odio, la culpa y la vergüenza en excombatientes
El tema del cuerpo, la guerra y la civilidad
Implicaciones identitarias de las desmovilizaciones colectivas e
individuales
Resignificación y rediseño de los procesos de DDR en Colombia
El estudio de la configuración del sujeto excombatiente como ciudadano
(centrándose en la categoría de ciudadanía).
Finalmente, es importante mencionar la posibilidad de pensar procesos de
DDR cimentados en los sentimientos y la identidad, como soportes del proceso
de los excombatientes. Un arduo trabajo y una posibilidad atrevida para un
proceso, en el que lo económico (relevancia de la ayuda humanitaria) ha
primado sobre lo psicosocial.
138

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ANEXO 1. Consentimiento informado
ANEXOS
CONSENTIMIENTO INFORMADO PARA LA ENTREVISTA
Yo _____________________________________________, identificado con
c.c # ____________ acepto ser participe del proyecto de investigación titulado
“Del guerrero al ciudadano: el papel social de los sentimientos en la transición
identitaria de excombatientes de las AUC y de las FARC pertenecientes al
Programa Paz y Reconciliación de la ciudad de Medellín”. Manifiesto tener
información clara y precisa sobre el objeto de esta entrevista, sus fines y las
consecuencias que se derivan de la información que daré. Mi participación es
totalmente voluntaria y estoy dispuesto-a a dar información pertinente y
veraz para la investigación que se propone.
Acepto que la entrevista sea grabada en medio magnetofónico y luego
transcrita. La información que daré será de carácter confidencial y sólo
podrá ser usada con fines investigativos. Tengo la libertad de suspender la
entrevista cuando lo desee; además tendré acceso a la información recogida
por los investigadores y tendré prioridad en el conocimiento de los resultados.
Por último, consentiré la publicación de los resultados con el compromiso de
los autores de no revelar los nombres ni otros datos que permitan identificar a
los participantes, a cambio emplearán códigos que los identifiquen en la base
de datos.
Los beneficios obtenidos serán el poder participar directamente en la
investigación puesto que esta no contempla el pago de dinero u otros
beneficios.
Mi participación no trae ningún riesgo físico o psicológico y/o social
directo o indirecto.
148

Firma y c.c. del-la entrevistado-a:______________________________
Firma y c.c. del la Investigadora:_______________________________
Fecha de la entrevista: ______________________________________
Institución:________________________________________________
149