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<strong>Dolorosa</strong><br />
Angélica Liddell<br />
LA PUTA.- Me hice puta para no dormir sola. Mi angustia le cuesta<br />
muy cara a los hombres. Pagan porque saben que les amo con locura<br />
y que estaría dispuesta a morir por cada uno de ellos. Saben que<br />
siempre estoy a punto de matarme. Llaman al día siguiente para<br />
asegurarse de que lo he hecho, pero al escuchar mi voz pagan otra<br />
noche más por la moribunda. Les digo: te quiero. Te quiero. Y de<br />
nuevo se hunden furiosamente en la agonía y en la obsesión.<br />
Después yo duermo, como si me llenaran poco a poco de agua<br />
templada. Ellos se quedan por si me entran ganas de morirme y me<br />
muero. Desde que me hice puta puedo soñar que tengo una mancha<br />
amarilla y caliente en la nuca: es el sol, es un sueño precioso. Antes<br />
no soñaba. Desde que me hice puta me gusta el invierno porque las<br />
noches son más largas y así reviento de amor durante más horas y<br />
me calientan la nuca más soles. Me regalan cuchillos, tijeras,<br />
espadas, cordones de seda, vidrios rotos, serpientes. La ofrenda ya<br />
me llega a las rodillas. Es imposible entrar en mi alcoba sin herirse<br />
con algún filo o algún veneno. Aún así no dejan de entrar. Y yo me<br />
enamoro. Creo que soy rica. Si lo hiciera gratis a nadie le importaría<br />
mi pasión ni mi vida. Y dormiría muy sola. Hasta que me hice puta<br />
con la rapidez del que corre al retrete aguantando los orines. No soy<br />
bella. Desde que me hice puta y pagan por mirarme mientras sufro,<br />
me he convertido en la mujer más bella del mundo. No es que el
dolor me embellezca. El que más paga es el que me recibe más<br />
deslumbrante. Así consigo sobrevivir sin espíritu, sin impacientarme<br />
por obtener la salvación. Yo soy la salvación. Les digo: te quiero. Te<br />
quiero. Y ellos se masturban igual que en un ataque, avivando el<br />
ascua que calienta la espuma del torrente. Comienza el hervor y una<br />
dentellada en el vientre les arquea. Se rompen la espalda para<br />
inyectar en el aire chorros infinitos, que se rizan, que inundan hasta<br />
tener que nadar en tanta abundancia, tanta como el derroche de su<br />
fortuna. Mi dolor es el más caro que existe. Mi amargura la más<br />
valiosa. Mi desgarro un lujo.
EL HOMBRE.- (Temblando de urgencia, arrojando su dinero hacia el<br />
aire de la puta.) El mundo se acaba. Me hubiera gustado vivir cuando<br />
aún se podía elegir entre Dios y el Mono. El destino no me sirve. Sólo<br />
tú. El mundo se acaba. El mundo que no es otra cosa que mi cuerpo<br />
enfermo. Los holocaustos mis vómitos. Las catástrofes mis venas<br />
rotas. Me pudro como el agua estancada llena de bichos muertos. El<br />
mundo se acaba y yo deseo violarte. Penetrarte como una bestia<br />
hasta hacerlo con una pelota de sangre. Pagaré lo que me pidas.<br />
LA PUTA.- Te quiero.<br />
EL HOMBRE.- Sigue. Puedo arruinarme.<br />
LA PUTA.- Te quiero y te querré siempre.<br />
EL HOMBRE.- (La acaricia, la besa, la respira, la lame, la muerde.)<br />
No soy digno, no soy digno.<br />
LA PUTA.- Si amara a los que aman qué mérito tendría.<br />
(Se escucha un portazo.)<br />
LA PUTA.- (Hacia el portazo.) Adiós.<br />
EL HOMBRE.- ¿A quién?<br />
LA PUTA.- Yo puedo morir de amor por todos los hombres.<br />
EL HOMBRE.- Sólo por mí.
LA PUTA.- Jamás amaré a otro.<br />
EL HOMBRE.- Jura.<br />
LA PUTA.- Lo juro. Juro que jamás amaré a otro.<br />
EL HOMBRE.- Repite.<br />
LA PUTA.- Juro que jamás amaré a otro.<br />
EL HOMBRE.- Más.<br />
LA PUTA.- Te lo juro.<br />
EL HOMBRE.- ¿Por quién juras?<br />
LA PUTA.- Por tu frente , por tus ojos, por tu boca, por tu aliento.<br />
EL HOMBRE.- ¿Después morirás?<br />
LA PUTA.- Sí.<br />
EL HOMBRE.- Morirás.<br />
LA PUTA.- Sí, mi amor.<br />
EL HOMBRE.- Una prueba.<br />
LA PUTA.- ¿No eres capaz de interpretar las señales de los tiempos?
EL HOMBRE.- ¡He arrastrado hasta aquí mi sangre enferma! ¡He<br />
pagado!<br />
LA PUTA.- Y a pesar de todo te quiero.<br />
EL HOMBRE.- (Se mete bajo la falda de la puta y le da placer.)<br />
LA PUTA.- Si te vas me llenaré de balcones para esperarte. Y en cada<br />
uno prenderé una guirnalda de flores que recibirá tu regreso con su<br />
perfume. Aunque tiemble la tierra no entraré en casa. Aunque llueva<br />
y nieve no cubriré mi cuerpo desnudo. Igual que la proa de un barco<br />
contra la tempestad será el deseo de reencontrarte. Asomaré mi<br />
soledad a los balcones y lloraré hasta que te vea aparecer a lo lejos.<br />
Si me abandonas moriré. (Llora.)<br />
EL HOMBRE.- (Abandona la corola de la falda. Enciende un pitillo.)<br />
LA PUTA.- (Se tira al suelo.)<br />
(Llora.)<br />
(Sólo se escucha su llanto.)<br />
(Llora, llora, llora, llora.)<br />
EL HOMBRE.- Déjala. Que llore. Que se muera. Deja que se muera de<br />
amor. Ella sola. Que llore. Llora, llora por mi culpa. Mi epidemia se<br />
merece unas cuantas lágrimas. El mundo te lo agradecerá. El mundo<br />
que no es otra cosa que mi billetera y mi hígado. Eso es, así, muy<br />
bien. Muérete. Poco a poco. No soy egoísta. Soy un hombre. El<br />
maldito descubrimiento nos convirtió para siempre en hombres. Yo<br />
me hubiera quedado con Dios y hubiera empalado a los herejes.<br />
Idiotas. Llora, llora, no dejes de llorar. Ya sé que estoy loco. Me gusta<br />
estar loco. Suelo estar loco un par de veces a la semana.<br />
Preferentemente los viernes y los sábados. Cuando estoy loco soy
capaz de obligarme a dormir hasta las cinco de la tarde. Al despertar<br />
me golpeo la cabeza con los puños o contra los barrotes de la cama.<br />
Mientras lo hago no puedo pensar. No puedo sentir. Ni siquiera me<br />
doy cuenta de si no puedo pensar o no puedo sentir. Sencillamente<br />
no pienso, no siento. Me concentro tan sólo en la percepción del<br />
dolor. Del ruido del dolor. Del ruido de mi mano contra el dolor. Del<br />
ruido de la madera de mi cama contra el dolor. Es fascinante ese<br />
intervalo de ausencia total de sensibilidad. Como una habitación<br />
esférica de dos metros de diámetro completamente blanca. Es la<br />
ausencia de esquinas, de suelo, de techo, de puertas, de ventanas,<br />
de colores, de formas, de perspectiva, de horizonte. Es el reposo. Si<br />
me detengo no es más que por aburrimiento, no porque no pueda<br />
soportarlo. Me aburro muy pronto de todo lo que hago. Después me<br />
aíslo en esa especie de horrible calambre eléctrico que se produce al<br />
arrancarse los cabellos. Estiro hasta notar como se humedecen mis<br />
ojos, y en el preciso instante en que empieza a resbalar una lágrima<br />
por mi mejilla, estiro brutalmente en un último y definitivo impulso. Y<br />
mi mano queda llena de pelo. Cuando la abro parece que llevo un<br />
animalito estrangulado. Lo más importante de este ejercicio corporal<br />
son las lágrimas. Lágrimas vacías de contenido. Lágrimas<br />
fisiológicamente puras o puramente fisiológicas. No como las tuyas.<br />
Tú sigue. Sigue llorando. El mío es un buen método para controlar la<br />
producción de llanto a mi antojo prescindiendo de la pena, la<br />
angustia, la rabia, el odio, el amor y el miedo. En resumen,<br />
prescindiendo del fin del mundo. Y de ese alma maldita que no existe<br />
y que me han obligado a cargar. Me exigen un alma por libro. Qué<br />
más quisiera yo que ese volátil divino no fuera un invento. Me<br />
encadenaron a la fuerza. Ahora que no se quejen de mis obras. Los<br />
días que estoy loco no como ni meo apenas. Si me entran ganas lo<br />
soluciono con la mayor rapidez posible para volver a internarme en<br />
mi templo y entregarme por entero al disfrute de mi patología. ¿Hay<br />
algo más divertido que un cerebro infectado? Puedo destruir a la
humanidad con un solo golpe de tinta o de tecla. ¡Soy un creador!<br />
¡Creatio ex nihilo! ¿Entendéis ahora mi vocación, cerdos? ¿Entendéis<br />
mi desgracia? El mundo se acaba pero yo no he elegido la palabra<br />
correcta. Elijo, entre una frase y otra, un nombre, un principio, un<br />
final, mi oficio consiste en elegir palabras y a pesar de las horas y de<br />
los años siempre me quedo con la peor, la más defectuosa, y saber<br />
que esa puede ser la última palabra, la palabra con la que me<br />
entierren, la que recen todos al pie de la tumba. Soy un mendigo de<br />
mí mismo. Sólo puedo buscar en la basura. ¿No hueles el hedor de<br />
los desperdicios? Qué extraño. Tengo los bolsillos rebosando. Nunca<br />
tiro nada. De qué iba a rellenar sino esos días blancos como el<br />
mármol de la morgue. Soy el único barro que me atrevo a usar, más<br />
que barro cieno. Soy un cobarde. No pienses que escogí el camino<br />
más fácil. Es que no sé hacerlo mejor. Estoy condenado a repetir<br />
siempre la misma historia. Imposible hacer hablar a un borracho si no<br />
es con las palabras que le he escrito a mi amante en una carta. Soy<br />
un estafador que garabatea sus tripas intentando disimular su falta<br />
absoluta de talento. El héroe de una hazaña patética. Y a veces<br />
disfruto porque no tengo otra cosa que hacer. Cada vez que publico<br />
un libro cojo las tijeras y recorto unas cuantas paginas para ver si<br />
brota sangre o algo así. Después lo tiro al cubo de la basura y lo<br />
miro, allí, rodeado de latas vacías, cáscaras, compresas... Al menos<br />
me dieron la oportunidad de soñar que hacía algo bello. Hoy en día lo<br />
único que cuenta es el punto de vista de los sueños. Ojalá pudiera<br />
destruir mis libros. Se empeñan en conservar las cosas de los<br />
muertos y las llaman almas. Necesitan de un simulacro de eternidad.<br />
Y las conservan cada vez más y mejor, porque el fin del mundo cada<br />
vez está más cerca, porque mi cuerpo se parece cada vez más a un<br />
pantano apestoso, cada vez más, cada vez más. El alma no existe.<br />
Sólo cuerpos que se pudren. Si quemara mis libros en una plaza<br />
pública y me ahorcara junto a la hoguera, ¿se darían por fin cuenta?<br />
Que para el moribundo lo único que existe es la fabricación del
cadáver. Morir es absurdo si luego no vuelves a estar vivo. Los<br />
viernes y los sábados son los días más divertidos de la semana. Me<br />
ingresarán un viernes o un sábado. Hermanos míos, cuánto anhelo<br />
encontrarme ya a vuestro lado. Cuanto deseo que me contagiéis cada<br />
una de vuestras benditas infecciones. Os envidio. Ambiciono todas las<br />
locuras. Vosotros me ayudaréis a desterrar esta lucidez intermitente<br />
que aún padezco. Jamás regresaré a mi casa, a mi mujer, a mis<br />
hijos. ¿Qué casa? ¿Mujer? ¿Hijos? Me ataré a la tubería del retrete de<br />
mi celda. El mío es el mundo de los locos. ¿Te has dormido? ¿O te<br />
has muerto? Quizá aprovechas el sueño para morir. Para soñar<br />
conmigo. Déjala, que sueñe, que sueñe. Yo hace semanas que no<br />
duermo. El sueño se parece demasiado a la muerte. Esperaré. Te<br />
aconsejo que te mueras. El mundo se acaba. Tienes que hacerlo. No<br />
me gustaría que volvieras a abrir los ojos. Me dijeron que había una<br />
puta que estaba dispuesta a morir de amor por mí. Es lo que más se<br />
parece a la idea que tenía de Dios cuando era pequeño. Entonces no<br />
había dinero en mi cartera, pero había un libro de oraciones con<br />
tapas blancas y letras de oro. Después de matar al cachorrito recé.<br />
Tú me perdonas, ¿verdad?. La puta me perdona porque me ama.<br />
Tengo suficiente dinero para que se muera de amor. Muere, muere.<br />
Mis gérmenes pueden esperar unos minutos. Mi sexo reservará su<br />
estallido hasta el final.<br />
LA PUTA.- (Se despierta.)<br />
EL HOMBRE.- (Le rasga los vestidos, la golpea.)<br />
(Le da una pistola.) Toma, guárdala.<br />
(Se aleja, se va.)
LA PUTA.- Los hay que vienen con sus madres, sus hijas o sus<br />
amantes. El embajador viene con su esposa. Nunca entran en mi<br />
dormitorio. Se quedan al otro lado de la puerta. Yo me aprieto para<br />
escuchar mejor los ruidos y sufrir más. El embajador quiere<br />
recordarme que he de padecer la disciplina que lo inalcanzable<br />
impone a la enamorada: morir deprisa. Comienza a hablarle de amor<br />
a su mujer. Sabe que no hace falta elevar la voz para que me entren<br />
ganas de matarme. Un susurro ya me taladra los oídos. El embajador<br />
no tarda en abrirle las piernas a esa... El embajador sabe que odio a<br />
su esposa. Una mujer enamorada tiene derecho a que le duela la otra<br />
mujer como una gangrena. Tiene derecho a insultar y a escupir. Una<br />
mujer enamorada tiene derecho a crucificarse y a condenar a los<br />
malditos. El embajador y su esposa fornican igual que perros. Sus<br />
primeros gemidos los recibo con un espasmo. Mi cara empieza a<br />
desordenarse Ya que no puedo clavar un cuchillo en su corazón lo<br />
clavo en propia cordura. Hacen mucho ruido. Aunque procuran<br />
disimularlo lo escucho todo. Pero le escucho como si estuviera debajo<br />
del agua, a dos mil metros de profundidad, medio aplastada,<br />
ahogándome, con el cráneo a punto de saltar en pedazos. Al<br />
embajador se le multiplica la potencia intuyendo mi desastre. Me<br />
meto las sábanas en la boca hasta desencajar la mandíbula. No tiene<br />
que advertir mis aullidos. Debo enardecerle con mi silencio, que él<br />
pronosticará silencio de cadáver. Si llegara a oírme pagaría menos. Y<br />
continúo sacudida por violentas convulsiones, tiritando, hasta que<br />
finalmente mi cuerpo se abre y se derrama en heces y orines. Al<br />
concluir su actuación el embajador entra en mi alcoba y comprueba la<br />
masacre. Se acerca por ver si todavía me queda algún temblor en el<br />
pecho. Los dos nos damos cuenta de lo difícil que es morir, aunque<br />
sea de amor.
EL HOMBRE.- ¿Quién ha estado aquí?<br />
LA PUTA.- El embajador.<br />
EL HOMBRE.- (La cubre de dinero.)<br />
LA PUTA.- Te quiero.<br />
EL HOMBRE.- (Pasea.)<br />
(Le quita un cabello caído sobre el hombro.)<br />
¿Qué es lo que más te enamora?<br />
LA PUTA.- Que me alimenten como a una niña.<br />
EL HOMBRE.- (La alimenta.)<br />
LA PUTA.- (Se quema con el primer bocado.)<br />
EL HOMBRE.- (Rápidamente sopla el alimento. Lo prueba.) Ahora.<br />
LA PUTA.- Mi amor.<br />
EL HOMBRE.- ¿Te gusta?<br />
LA PUTA.- Mucho.<br />
EL HOMBRE.- Bebe. No, deja las manos. Yo te lo doy. Así, despacito.<br />
LA PUTA.- Mi amor.<br />
EL HOMBRE.- ¿Quieres beber más?
LA PUTA.- (Asiente con la cabeza.)<br />
EL HOMBRE.- Eso es. Muy bien.<br />
LA PUTA.- Mi amor, mi amor...<br />
EL HOMBRE.- ¿Te mueres?<br />
LA PUTA.- Sí.<br />
EL HOMBRE.- (Le limpia los labios.)<br />
LA PUTA.- Mi amor... (Come con avaricia. Se atraganta.)<br />
EL HOMBRE.- Despacio, despacio...<br />
LA PUTA.- Quiero que lo sepas. Yo le pedía que me arrastrara del pelo<br />
por la habitación, que me retorciera los brazos, no porque el castigo<br />
me diera placer sino porque lo necesitaba. El no quería. Entonces yo<br />
le hacía daño a él. El se enfadaba y me ataba y me amordazaba sin<br />
intención de satisfacerme, sólo para que le dejara en paz. También le<br />
pedía que me sodomizara. Aquello sí que le gustaba porque se corría.<br />
A mí también me gustaba porque me hacía daño, porque le sentía<br />
más, porque escuchaba el ruido de su semen trotándome por las<br />
venas, por el orgasmo frustrado, por la diarrea del día siguiente.<br />
Recuerdo un par de sueños que seguramente soñé despierta: él me<br />
expulsaba, me encerraba en una habitación sin luz o me arrojaba a la<br />
calle en plena noche de invierno, desnuda. Yo sólo podía llorar. Y él<br />
se burlaba. No en los sueños, no. Se burlaba y decía: eres<br />
encantadora.<br />
EL HOMBRE.- Eres encantadora.
LA PUTA.- Moriré.<br />
EL HOMBRE.- Aprovecharé este límite de tu desdicha para<br />
arruinarme. Te violaré con la misma desesperación con la que<br />
salvaría mi vida si colgara de un rascacielos sujetándome con las<br />
uñas. (Le enseña las uñas.) ¿Las ves?<br />
LA PUTA.- Y yo enloqueceré de amor cuando me escueza la sangre al<br />
mezclarse con tu semen colérico.<br />
EL HOMBRE.- Tan brutal será el asalto que hasta mi sexo aparecerá<br />
untado de sangre. ¡Te he hecho sangre! Confío en una herida que te<br />
vacíe. Admiraré tu vida convertida en charco rojo, alfombrando el<br />
cadáver por mi culpa.<br />
LA PUTA.- Tengo que estrangularme los pezones para resistir la<br />
pasión. La locura me enreda el cerebro como si los cabellos me<br />
crecieran hacia dentro.<br />
EL HOMBRE.- Me marcharé dejando un olor a fiesta vomitada y a pan<br />
mojado.<br />
LA PUTA.- Moriré.
(Entra un individuo con la naturalidad del que entra en su<br />
propia casa. Ve al hombre abrazado a la puta. El hombre y el recién<br />
llegado se miran solidificando el aire. La puta no mira. El tiempo<br />
discurre entre las miradas. Por fin, el otro, coge una manzana y se<br />
marcha sin prisas.)
EL HOMBRE.-(Disfraza de muerta a la puta. Le cruza las manos sobre<br />
el pecho. La cubre de flores. La pistola hace las veces de crucifijo.) Ya<br />
estás muerta.<br />
(Silencio.)<br />
Podría haber llegado a quererte pero tenía que<br />
salvarme. Hasta hubiera sido capaz de morir por ti si no hubiera<br />
pagado tanto.<br />
(Silencio.)<br />
Ya estás muerta. Y el mundo otra vez en orden.<br />
Completo. Feliz. El mundo que no es otra cosa que mis sueños.<br />
(Silencio.)<br />
Por las noches se sentaba sobre mi pecho. Era<br />
una criatura infernal. Imagínate el terror atascado en la garganta.<br />
Estaba solo con ese monstruo que me hundía los huesos y me<br />
obligaba a tragar puñados de agujas. Las sentía correr por todo el<br />
cuerpo, atravesándolo, haciendo el mismo ruido que si rayaran<br />
cristal, hasta aparecer en los brazos, en las piernas, en el vientre...<br />
Brotaban cientos de agujas como si mi cuerpo fuera un criadero de<br />
miedo.<br />
su frialdad.) ¿Estás muerta?<br />
(Silencio.)<br />
(Le acaricia una mano y la aprieta extrañado por<br />
(Silencio.)
de amor.<br />
salón. Todos muertos.<br />
Sí, claro. Yo te he disfrazado de muerta. Muerta<br />
(Silencio.)<br />
Mis hijos están en la bañera. Ella en el suelo del<br />
(Silencio.)<br />
Disparé. Sí, disparé. No es más difícil que lavarse<br />
los dientes. No hay violencia. La violencia es un parásito de la razón,<br />
y yo abandoné la razón cuando mis vísceras empezaron a deshacerse<br />
como la arena, cuando me convertí en cuerpo, cuando me quedé solo<br />
con el pánico enquistado en la espalda, cuando los médicos me<br />
deshauciaron sin mirarme a los ojos. Incurable. Incurable.<br />
gorgoteo.<br />
(Silencio.)<br />
Los niños no gritaron. Apenas un gemido, un<br />
(Silencio.)<br />
Después de los disparos una especie de sordera,<br />
como si me hubieran encapsulado los oídos. Pero la culpa no<br />
funcionó. No colgué la soga. A pesar de la sangre. Sólo el miedo a<br />
morir. Sólo mi cáncer.<br />
(Silencio.)
Si álguien me pregunta por qué...<br />
(Silencio.)<br />
Por el cielo. Malos tiempos para explicar. Por el<br />
cielo, todo por el cielo. Ya te lo he dicho, el mundo se acaba y lo<br />
único que cuenta es el punto de vista de los sueños. (Acaricia los<br />
cabellos y la frente de la puta. Está helada. Coge sus manos. La puta<br />
ha muerto. El hombre se estremece.) Tan fría.<br />
Tan pronto.<br />
Y sin un beso.<br />
(Silencio.)<br />
(Silencio.)<br />
(Silencio.)<br />
No merecía tanto amor, ¿o sí?<br />
(Silencio.)<br />
¿Y ahora? (Deambula aturdido.) ¿Y ahora? (Se<br />
desnuda reuniendo la ropa y otros objetos en un montón. Vomita un<br />
amago de llanto. Saca unos billetes de algún bolsillo y con un<br />
mechero les prende fuego para incendiar todo lo demás. Mientras la<br />
pequeña hoguera crece se echa junto a la puta y la abraza como si se<br />
hubiera convertido en un niño.)
LA PUTA.- (Inmóvil mientras habla) ¿Por qué te abrazas a los<br />
muertos?<br />
EL HOMBRE.- (Inmóvil mientras habla.) Para estar más cerca de los<br />
ángeles.<br />
LA PUTA.- Tu dinero me convirtió en ángel. Ahora podré amarte<br />
eternamente.<br />
EL HOMBRE.- Y eternamente seré cuerpo.<br />
LA PUTA.- ¿Te duele?<br />
EL HOMBRE.- Ya no. Los castillos dejaron de derrumbarse. La sangre<br />
vuelve a ser clara.<br />
LA PUTA.- ¿Cómo habría podido vivir sin ti?<br />
EL HOMBRE.- No sigas, no tengo dinero para más amor. Lo he<br />
quemado todo. Bastará con recordar tu cuerpo helado. Si quieres<br />
puedes despreciarme.<br />
LA PUTA.- Estoy muerta. Ábreme los ojos y verás aún el último<br />
reflejo intacto.<br />
EL HOMBRE.- Me lo merezco.<br />
LA PUTA.- No despreciaré a mi hermano, mi hermana y mi madre.<br />
EL HOMBRE.- ¿Puedo quedarme?<br />
LA PUTA.- ¿Y el mundo?
EL HOMBRE.- A tus pies.<br />
LA PUTA.- ¿Tiemblas?<br />
EL HOMBRE.- Necesito.<br />
LA PUTA.- ¡Vamos!<br />
EL HOMBRE.- ¿A dónde? ¡No corras!<br />
LA PUTA.- ¡Qué los muertos entierren a sus muertos!<br />
EL HOMBRE.- ¡Para!<br />
LA PUTA.- ¡Rápido!<br />
EL HOMBRE.- ¡Espera!<br />
LA PUTA.- ¡Vamos!<br />
EL HOMBRE.- No puedo, no puedo.<br />
LA PUTA.- ¡Mira!<br />
EL HOMBRE.- ¿Qué?<br />
LA PUTA.-!Allí, allí, allí!<br />
EL HOMBRE.- ¡No corras, no te vayas, no me dejes!<br />
LA PUTA.- (La carcajada de la puta, espeluznante por su brillo.)
EL HOMBRE.- (El grito del hombre, hinchado de velocidad.)<br />
(Mucho silencio.)<br />
EL HOMBRE.- (Se incorpora como si nada hubiera sucedido. Remueve<br />
las cenizas de la hoguera. Cuando se da la vuelta la puta ya ha<br />
resucitado.)<br />
LA PUTA.- (Le mira y sonríe, resucitada.)<br />
(Silencio.)<br />
EL HOMBRE.- (Va hacia ella y recupera la pistola que le entregó.)
LA PUTA.- Entra un joven, casi un niño. Se ha enterado de que hay<br />
una puta que le ama con locura y que va a morir por él. Trae una<br />
rosa blanca y yo me clavo una espina a propósito para que no le<br />
quepan dudas sobre mi amor. Me explica que la rosa sólo despide su<br />
extraordinario perfume después de muerta, al amanecer, cuando<br />
mueren los ejecutados. Ante su incredulidad decido penetrar mi sexo<br />
con el tallo de la rosa y le digo que le quiero. Te quiero. Paga y se<br />
marcha. Sabe que moriré por su piel de recién nacido. Saco el tallo<br />
de la flor y con él un trozo ensangrentado de mi cuerpo. Me miro al<br />
espejo y ya me han salido úlceras en los ojos. Los tengo inflamados,<br />
enrojecidos, cubiertos por una gruesa lámina de caspa amarilla. Me<br />
duelen. Demasiado bello ese niño para mirarle tan cerca. Vuelve a<br />
entrar. Trae mucho dinero. Paga lanzándolo hacia arriba para que<br />
llueva, para que sea bonito. Se sienta y me mira. Quiere saber si él<br />
también es capaz de degollarse por mí. Me mira. Me pinta un corazón<br />
partido sobre el pecho izquierdo. Se corre en mi boca. Me mira. Me<br />
muerde el cuello. Me dibuja lágrimas azules en las mejillas. Me mira.<br />
Me pide que llore. Todos lo piden. Pero ahora he de llorar mucho<br />
porque es como si tuviera el sol al lado, cegándome. Le digo: juro<br />
que te amaré siempre. Te amaré siempre. El niño espera a que cese<br />
mi llanto y me da un beso feliz por e juramento. Me mira. Se va a un<br />
rincón y se dibuja muerto. Dibuja igual que si tuviera seis años. Se ha<br />
encerrado dentro de un ataúd. Se ha vestido con una túnica que<br />
transparenta sus costillas. Se ha cruzado las manos sobre el vientre.<br />
Su boca es una siniestra mueca de tristeza y su ceño grave. Cuando<br />
me enseña el dibujo me derrumbo en un desmayo. Él entiende que<br />
mi desventura es atroz. Se asoma a la ventana y cae.
EL HOMBRE.- Lo he visto.<br />
LA PUTA.- ¿Estaba hermoso?<br />
EL HOMBRE.- No sé. Estaba muerto.<br />
LA PUTA.- Tenía que haberle devuelto el dinero.<br />
EL HOMBRE.- Ya es tarde.<br />
LA PUTA.- Su cuerpo de niño gigante, sus ojos transparentes, su<br />
tristeza, su inmensa dulzura... ¿Sonreía?<br />
EL HOMBRE.- No lo sé. No sé nada.<br />
LA PUTA.- ¿Cómo se enterará ahora de que moriré por su sonrisa?<br />
EL HOMBRE.- No.<br />
LA PUTA.- Sí. Moriré.<br />
EL HOMBRE.- No.<br />
LA PUTA.- Te quiero.<br />
(Silencio.)<br />
EL HOMBRE.- No entrarán más hombres.<br />
LA PUTA.- Les quiero tanto.<br />
EL HOMBRE.- Ya es suficiente.
LA PUTA.- Tanto...<br />
EL HOMBRE.- Serás sólo mía.<br />
LA PUTA.- Tanto, tanto...<br />
EL HOMBRE.- ¡Ya es suficiente!<br />
LA PUTA.- Para mí no es suficiente. ¿Lo es para ti? Amor mío.<br />
EL HOMBRE.- ¡No lo sé!<br />
LA PUTA.- Si me abandonas moriré.<br />
EL HOMBRE.- ¡Basta!<br />
LA PUTA.- Moriré.<br />
EL HOMBRE.- ¿Y yo? ¿Y yo?<br />
comer...<br />
(Silencio.)<br />
Tengo que irme, tengo que salir, tengo que<br />
(Silencio.)<br />
Tú no eres la puta y yo no soy el hombre.<br />
(Silencio.)
Moriremos como todo el mundo, aunque el mundo<br />
sea yo y el que tengo al lado. El mundo se acaba todos los días.<br />
LA PUTA.- Te quiero.<br />
EL HOMBRE.- No te empeñes. La belleza cuerpo a cuerpo es<br />
imposible. Y a veces el cuerpo es tan gigantesco, tan terrorífico en su<br />
inmensidad.<br />
(Silencio.)<br />
No somos los propietarios del sufrimiento.<br />
Me marcho.<br />
comiendo como cerdos. Vámonos.<br />
cine, a la playa.<br />
LA PUTA.- (Se va, sale.)<br />
(Silencio.)<br />
(Silencio.)<br />
Viviremos felices sufriendo, follando como locos,<br />
(Silencio.)<br />
¿Es que no puedo tener miedo?<br />
(Silencio.)<br />
Vámonos. Podemos pasear por el parque, ir al
EL HOMBRE.- ¡Podemos! Yo puedo. Yo me voy. Nadie va a morir por<br />
mí porque me doy asco. ¿Me escuchas? Te regalaré flores,<br />
pendientes, cajas de música, bombones, te invitaré a cenar, te<br />
escribiré cartas. Vámonos. Me voy. ¿Dónde estás? Vámonos,<br />
vámonos ya.<br />
LA PUTA.- (Entra con una bandeja sobre la que tiembla la blancura<br />
de sus pechos recién cortados.) Aquí tienes mi cuerpo. Aquí tienes tu<br />
inversión. Ya has pagado y la puta morirá sin remedio. Tuyo es.<br />
Tómalo. Tómalo como lo tomaste entonces, el día que hiciste manar y<br />
desbordaste todos mis líquidos, cuando me convertiste en fuente y<br />
me dejaste seca, estéril, incapaz de derramar una sola gota de nada,<br />
eternamente viuda. Me siento tan áspera que el aire hace ruido al<br />
soplar en mi vientre y tropezar contra el papel de lija. Podría contar<br />
todos mis órganos porque todos me duelen por separado, porque<br />
todos están rodeados de pequeños desiertos que se clavan<br />
diminutamente y arañan con la violencia de una uña traicionada, pero<br />
hasta la sangre que deberían expulsar por semejante castigo es un<br />
coágulo. Recuerdo el olor de mis primeras humedades templadas,<br />
brotando, resbalando, perfumando un placer torpe aún, aquel chorrito<br />
tímido que descendía hasta la rodilla y mojaba la sábana. ¿Dónde<br />
están las sábanas mojadas? ¿Dónde están aquellos charcos que<br />
transformábamos en mares? El mismo que descubrió mi sexo lo<br />
amputó. Ya no puedo considerarme mujer. Una mujer es la caricia<br />
predictora de lluvias de su amado. ¿Lluvias? ¡Tormentas! ¡Trombas!<br />
¡Tempestades! ¡Inundaciones! ¿Quién huye de las catástrofes? A<br />
veces siento como se me hincha el cerebro de pensar tanto en él.<br />
Entonces bebo y bebo hasta provocar el vómito. Vomitando me<br />
imagino que vomito todo el suplicio. Me imagino que al despertar por<br />
la mañana, tras esa horrible purga alcohólica, voy a ser libre, pero<br />
compruebo que no sólo no soy libre sino que la obsesión se ha
multiplicado por mis ya novecientas noches de espantoso cautiverio,<br />
y me siento vieja, sucia, deforme, arrugada... ¿Quién va a amar a<br />
una criatura así? ¿Quién va a amar a este monstruo? De pronto,<br />
como sacudida por la locura precoz, busco desesperada en qué lugar<br />
de mi cuerpo se aloja mi antiguo amante: me froto las encías hasta<br />
hacerlas sangrar, me baño con agua hirviendo por si resulta que le<br />
llevo pegado a la piel, introduzco los dedos en mi sexo intentando<br />
alcanzar el fondo del útero, me enjabono los ojos para llorar aún<br />
más. Quizá es en mis ojos donde tengo clavados sus besos. Pero<br />
agotada después de tanta búsqueda inútil, sólo deseo encontrar un<br />
lugar donde dejarme morir, irme con la serenidad con que se<br />
marchan los elefantes al cementerio. Una vez allí no comería ni<br />
bebería. Qué es morir de amor sino de hambre y de sed. Moriría al<br />
fin, y la última imagen, el espejismo estentóreo de la inanición y la<br />
deshidratación, sería su sexo mutilado dentro de mi boca, casi<br />
penetrándome la garganta, derramando su líquido tibio. Todo empezó<br />
con una terrible misa de difuntos. Ojos vendados antes de pisar el<br />
altar, muchas sábanas blancas. La belleza se volvió maldita y ahora<br />
es imposible escuchar aquella misa sin el corazón destrozado. Antes<br />
de haberla hecho sonar teníamos que habernos dado cuenta que era<br />
música de muertos. Y aún me pides que no muera. ¡Que no muera de<br />
amor! Moriré cuantas veces sea necesario, hasta que no quede un<br />
solo hombre en el mundo por el que no me hayan enterrado, hasta<br />
que no haya vendido todo el dolor, este dolor infinito. ¡Que no muera!<br />
¿No lo ves? ¿No ves que tengo que morir?<br />
EL HOMBRE.- (Cae de rodillas aferrándose a los pies de la puta con<br />
un beso.)
LA VOZ DE LA PUTA.- Ahora que todos saben que puedo matarme por<br />
amor en cualquier momento, ahora, tendrán que pagar el doble para<br />
que no me mate.