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alegora y ritualidad como paradigmas teatrales - Archivo Virtual de ...

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«Alegoría y <strong>ritualidad</strong> <strong>como</strong> <strong>paradigmas</strong> <strong>teatrales</strong>: <strong>de</strong>l auto sacramental a la<br />

escena contemporánea», Hispanic Review (University of Pennsylvania), 74. 1<br />

(2006), pp. 19-29.<br />

Alegoría y <strong>ritualidad</strong> <strong>como</strong> <strong>paradigmas</strong> <strong>teatrales</strong>:<br />

Entre el auto sacramental y la escena contemporánea<br />

ÓSCAR CORNAGO<br />

Consejo Superior <strong>de</strong> Investigaciones Científicas (Madrid)<br />

El objetivo <strong>de</strong> este artículo es analizar <strong>de</strong> manera comparativa el<br />

funcionamiento <strong>de</strong> los elementos rituales y el modo <strong>de</strong> significación alegórico en dos<br />

contextos <strong>teatrales</strong>: uno el <strong>de</strong>finido por el género <strong>de</strong>l auto sacramental, que se<br />

extendió a lo largo <strong>de</strong> varios siglos, dando lugar a una <strong>de</strong> las expresiones más<br />

originales <strong>de</strong> la teatralidad barroca, y el otro el formado por algunas <strong>de</strong> las líneas <strong>de</strong><br />

renovación más originales <strong>de</strong> la escena contemporánea a partir <strong>de</strong> los años sesenta.<br />

Ciertamente, se trata <strong>de</strong> fenómenos <strong>teatrales</strong> muy distintos, y no es el propósito <strong>de</strong><br />

este ensayo tratar <strong>de</strong> igualar expresiones escénicas creadas en situaciones históricas<br />

tan dispares, sino llamar la atención acerca <strong>de</strong>l empleo en uno y otro contexto <strong>de</strong> una<br />

serie <strong>de</strong> elementos comparables, aunque utilizados con propósitos diferentes. La<br />

finalidad <strong>de</strong> este estudio es <strong>de</strong>stacar la presencia recurrente <strong>de</strong> la <strong>ritualidad</strong> y el modo<br />

alegórico en el hecho escénico en términos generales, y más concretamente en la<br />

tradición cultural española, en la que la pervivencia <strong>de</strong> un fuerte componente ritual<br />

<strong>de</strong>bido al catolicismo fomenta este lenguaje teatral. La tesis que se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> es la<br />

existencia <strong>de</strong> un paradigma teatral * basado en una serie <strong>de</strong> elementos relacionados<br />

con la dimensión ritual y alegórica, aunque estos se hayan concretado en cada época<br />

en fenómenos <strong>teatrales</strong> <strong>de</strong> tipo diverso. La pregunta inicial a la que se trata <strong>de</strong><br />

respon<strong>de</strong>r es, por tanto, cómo se explica la recurrencia <strong>de</strong> estos elementos en el<br />

teatro. La motivación última <strong>de</strong> este ensayo viene dada por la constatación <strong>de</strong> que, a<br />

pesar <strong>de</strong> su relevancia, estos componentes escénicos, <strong>de</strong> carácter no mimético (en el<br />

*<br />

Este estudio se enmarca <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l proyecto <strong>de</strong> investigación «La teatralidad <strong>como</strong> paradigma <strong>de</strong> la<br />

Mo<strong>de</strong>rnidad: Análisis comparativo <strong>de</strong> los sistemas estéticos en el siglo XX (<strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1880)», financiado por el<br />

programa «Ramón y Cajal» <strong>de</strong>l Ministerio <strong>de</strong> Ciencia y Tecnología (2001-2006) <strong>de</strong> España.<br />

1<br />

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sentido en que no tratan <strong>de</strong> reconstruir una realidad exterior), han sido entendidos a<br />

menudo <strong>como</strong> aspectos excepcionales o marginales insertos en obras <strong>teatrales</strong><br />

aisladas. De ahí, por ejemplo, la extrañeza <strong>de</strong> muchos críticos e historiadores acerca<br />

<strong>de</strong> la peculiaridad <strong>de</strong>l auto sacramental <strong>como</strong> hecho escénico, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tan citado juicio<br />

<strong>de</strong> Menéne<strong>de</strong>z Pelayo (103) acerca <strong>de</strong> la «aberrante» condición estética <strong>de</strong> este<br />

género, que está construido, sin embargo, sobre unos pilares <strong>de</strong> honda raíz escénica,<br />

<strong>como</strong> el ritual y la alegoría. En lo que respecta al teatro ritual a partir <strong>de</strong> los años<br />

sesenta, la historiografía dominante lo ha reducido a la categoría <strong>de</strong> acontecimientos<br />

excepcionales relacionados con las vanguardias, cuando en realidad, por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su<br />

apariencia experimental, respon<strong>de</strong>n a esas mismas constantes <strong>de</strong>l hecho teatral a lo<br />

largo <strong>de</strong> su milenaria historia, recuperadas una vez más en el siglo XX.<br />

El artículo se abre con dos secciones don<strong>de</strong> se discute a nivel teórico la estrecha<br />

relación <strong>de</strong> la escena con lo alegórico, <strong>de</strong> una parte, y lo ritual y sacralizador, <strong>de</strong> otra,<br />

ilustrando el análisis con referencias al auto sacramental, al tiempo que se llama la<br />

atención acerca <strong>de</strong> los aspectos que va a aparecer <strong>de</strong> nuevo en la escena mo<strong>de</strong>rna.<br />

Con ello se preten<strong>de</strong> sacar a la luz las implicaciones <strong>de</strong> estos elementos <strong>de</strong> cara al tipo<br />

<strong>de</strong> comunicación escénica que propone el teatro ritual y alegórico, su manera <strong>de</strong><br />

enten<strong>de</strong>r y expresar el mundo y sus repercusiones en los lenguajes <strong>teatrales</strong>. La<br />

tercera sección se centra en el tratamiento que estos aspectos escénicos han recibido<br />

en algunas <strong>de</strong> las aportaciones más relevantes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los años sesenta. El hecho <strong>de</strong><br />

abarcar un amplio espectro cronológico se explica por la intención explícita <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>mostrar que estos aspectos escénicos no se reducen a su utilización en unas obras<br />

<strong>de</strong> tono vanguardista características <strong>de</strong> los últimos años sesenta y primeros setenta,<br />

sino que siguen estando presentes hoy día en algunas <strong>de</strong> las propuestas más<br />

innovadoras <strong>de</strong>l teatro español actual, <strong>como</strong> el teatro <strong>de</strong> La Zaranda o las obras <strong>de</strong><br />

Angélica Lid<strong>de</strong>ll. Estos elementos exigen, por tanto, su reconsi<strong>de</strong>ración más allá <strong>de</strong>l<br />

contexto específico <strong>de</strong> la Vanguardia en el que fueron recuperados inicialmente. Por<br />

este motivo, he optado por una visión <strong>de</strong> conjunto y una discusión teórica amplia,<br />

aunque apoyada en casos históricos específicos.<br />

I. La alegoría y la escena<br />

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Como comportamiento común en la alegoría y el rito hay que <strong>de</strong>stacar la<br />

utilización consciente que en ambos mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong> significación se hace <strong>de</strong> sus elementos<br />

constituyentes. En la alegoría, <strong>como</strong> en el rito, nada es gratuito, todo ocupa un lugar<br />

preciso <strong>de</strong> acuerdo a su significación, y la presencia <strong>de</strong> estos elementos es subrayada a<br />

lo largo <strong>de</strong>l ritual. El arte <strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>rnidad y más concretamente el teatro recupera<br />

estos modos <strong>de</strong> comunicación, presentes ya en el auto sacramental, <strong>como</strong> una vía para<br />

llevar a cabo una reflexión consciente acerca <strong>de</strong> sus propios mecanismos escénicos <strong>de</strong><br />

significación, un giro autorreflexivo común a toda la Mo<strong>de</strong>rnidad.<br />

La alegoría exhibe <strong>de</strong> forma explícita cada uno <strong>de</strong> sus componentes con una<br />

vocación <strong>de</strong> mostración que le confiere una inconfundible dimensión escénica; ahí<br />

radica su estrecha vinculación con lo teatral. Incluso la propia escritura adquiere en la<br />

alegoría a través <strong>de</strong>l emblema una puesta en escena. Todo se muestra bajo el signo <strong>de</strong><br />

una cuidadosa puesta en escena. A diferencia <strong>de</strong> las poéticas <strong>de</strong>l realismo<br />

<strong>de</strong>cimonónico, don<strong>de</strong> el lenguaje literario trata <strong>de</strong> hacerse transparente y el teatro se<br />

presenta <strong>como</strong> una prolongación <strong>de</strong>l mundo objetivo referencial, la alegoría hace<br />

ostentación <strong>de</strong> su condición artificial, es <strong>de</strong>cir, escénica: solo hay lo que se muestra, lo<br />

que está ahí, a la vista <strong>de</strong>l público. Cerrada sobre sí misma, no se entien<strong>de</strong> <strong>como</strong> una<br />

extensión <strong>de</strong> un mundo exterior, aunque los elementos <strong>de</strong> ese micromundo pue<strong>de</strong>n<br />

leerse <strong>de</strong> maneras muy diversas según los mensajes que encierran. Esa dimensión<br />

escénica hace que se subraye la presencia material, física y plástica <strong>de</strong> los lenguajes<br />

empleados: <strong>de</strong>corados, vestuario, música o iluminación. El mundo <strong>de</strong> la alegoría se<br />

construye sobre su inmediata y concreta dimensión espacial. Esta contiene la historia<br />

completa <strong>de</strong>l mundo; no necesita ningún elemento exterior, se erige autosuficiente en<br />

un espacio y un tiempo autónomos, <strong>como</strong> la Historia <strong>de</strong> la Salvación narrada por<br />

muchos autos sacramentales, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo hasta nuestros días. Es una historia<br />

que empieza y acaba ante nuestros ojos.<br />

Ahora bien, a diferencia <strong>de</strong> los emblemas y alegorías pictóricas, la alegoría escénica<br />

en la que consiste el auto no <strong>de</strong>limita únicamente un espacio estático, sino que se<br />

construye a medida que transcurre la obra, ante los ojos <strong>de</strong>l público asombrado por el<br />

<strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> semejante artificio escénico. Des<strong>de</strong> el comienzo, la alegoría muestra su<br />

condición artificiosa que la <strong>de</strong>nuncia <strong>como</strong> tal alegoría, previniendo al espectador <strong>de</strong>l<br />

significado oculto que escon<strong>de</strong> y que <strong>de</strong>be prepararse para <strong>de</strong>scifrar. Todo está<br />

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minuciosamente codificado, <strong>de</strong>safiando la capacidad interpretativa <strong>de</strong> quien se<br />

enfrenta al enigma, en palabras <strong>de</strong> Benjamin: «La alegoría <strong>de</strong>l siglo XVII no es<br />

convención <strong>de</strong> la expresión, sino expresión <strong>de</strong> la convención. Expresión <strong>de</strong> la<br />

autoridad, por tanto: secreta en razón <strong>de</strong> la dignidad <strong>de</strong> su origen y pública en razón<br />

<strong>de</strong>l dominio en que se ejerce» (169). La alegoría se construye <strong>como</strong> un lenguaje<br />

eminentemente material, <strong>de</strong> notable condición plástica, cuyo artificio nos advierte <strong>de</strong> la<br />

presencia <strong>de</strong> otro lenguaje, <strong>de</strong> otro nivel <strong>de</strong> significación, que espera el momento <strong>de</strong> la<br />

revelación por aquel que logre <strong>de</strong>scifrar el enigma.<br />

La alegoría se construye sobre un número limitado <strong>de</strong> elementos, que se repiten a<br />

menudo. De este modo, los autos respon<strong>de</strong>n a una estricta tipología y en todos los <strong>de</strong><br />

un mismo tipo se repiten los mismos elementos (Arellano). En la primera edición<br />

impresa <strong>de</strong> autos sacramentales <strong>de</strong> Cal<strong>de</strong>rón, <strong>de</strong> 1677, el propio autor hace alusión a<br />

este mecanismo estructural característico, el juego combinatorio a partir <strong>de</strong> un<br />

conjunto limitado <strong>de</strong> elementos previamente <strong>de</strong>terminado: «que el mayor primor <strong>de</strong> la<br />

naturaleza es que con unas mismas facciones haga tantos rostros diferentes, con cuyo<br />

ejemplar, ya que no sea primor, sea disculpa el haber hecho tantos diferentes autos<br />

con unos mismos personajes» (Cal<strong>de</strong>ron <strong>de</strong> la Barca: 4); i<strong>de</strong>a en la que insiste el<br />

Padre Juan Ignacio Castrover<strong>de</strong> en la Aprobación <strong>de</strong>l volumen, resaltando el juego <strong>de</strong><br />

ingenio que supone dicho mecanismo compositivo: «La sagrada fábrica <strong>de</strong> hacer los<br />

conceptos <strong>de</strong> Cristo sacramentado representables y explicarlos con la viva<br />

<strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> alegorías, entendiendo una cosa por la significación, son invenciones<br />

<strong>de</strong>l entendimiento, cuya virtud no es otra que saber hallar» (8). Esta dimensión<br />

estructural, <strong>de</strong> carácter en cierto modo artesanal, hace aparecer la escena <strong>como</strong> un<br />

juego <strong>de</strong> combinatoria <strong>de</strong> unos elementos previamente <strong>de</strong>terminados, un enfoque<br />

artesanal que será recuperado por el teatro contemporáneo en su intento <strong>de</strong><br />

reflexionar <strong>de</strong> modo consciente sobre cada uno <strong>de</strong> sus elementos constituyentes.<br />

Pero el empleo <strong>de</strong> la alegoría no se justifica <strong>como</strong> un simple juego formal, sino que<br />

implica otros aspectos que afectan tanto a la concepción <strong>de</strong>l tiempo <strong>como</strong> a la visión<br />

<strong>de</strong> la Historia. La alegoría enfatiza su dimensión espacial, pero contiene,<br />

paradójicamente, una proyección temporal esencial. El tiempo <strong>de</strong> la alegoría es el<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>, el Día <strong>de</strong>l Juicio, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el que se mira para atrás con el fin <strong>de</strong> arreglar las<br />

cuentas, es un tiempo suspendido <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sarrollo lineal <strong>de</strong> la Historia. Des<strong>de</strong> ese no-<br />

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tiempo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tiempo circular <strong>de</strong> la alegoría, se divisa toda la Historia, las tres<br />

Eda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Hombre o la Historia <strong>de</strong> la Salvación, que forma el eje narrativo <strong>de</strong><br />

numerosos autos <strong>de</strong>l siglo XVII, una Historia <strong>de</strong> la Salvación que se hará coincidir con<br />

la historia temporal, la España <strong>de</strong> los Austrias, y ya en el <strong>de</strong>l siglo XX, con el proyecto<br />

ilustrado <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrollo y revolución social o la utopía mesiánica <strong>de</strong>l marxismo.<br />

Des<strong>de</strong> ese presente eterno en el que se construye la alegoría, la Historia, <strong>como</strong><br />

la escena, se expresa en su esencial fugacidad, en su carácter efímero, <strong>como</strong> un<br />

constante pasar, proceso inevitable <strong>de</strong> <strong>de</strong>generación. Es por esto que para la<br />

Mo<strong>de</strong>rnidad, la alegoría ofrecerá, <strong>como</strong> apunta Benjamin, un aspecto ruinoso,<br />

dimensión subterránea y apocalíptica acentuada en la Mo<strong>de</strong>rnidad: «Las alegorías son<br />

en el reino <strong>de</strong>l pensamiento lo que las ruinas en el reino <strong>de</strong> las cosas» (171). En esas<br />

ruinas queda contenida la Historia <strong>como</strong> transcurso temporal, pero también <strong>como</strong><br />

proceso <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción, imagen fatal que acompañará toda la contemporaneidad. A<br />

partir <strong>de</strong> ahí, se plantea el problema <strong>de</strong> la salvación, la salvación no en la Historia —<br />

siguiendo al filósofo alemán—, sino <strong>de</strong> la Historia, en ese otro plano trascen<strong>de</strong>ntal al<br />

que apunta la alegoría. Al mismo tiempo, esta representación <strong>de</strong> la Historia se reviste<br />

<strong>de</strong> una necesaria cualidad sacralizadora, que la convierte en Historia <strong>de</strong> la Salvación,<br />

cualidad que recibe <strong>de</strong> la estricta codificación y el tono críptico característicos <strong>de</strong> la<br />

alegoría: «El carácter sagrado <strong>de</strong> la escritura es inseparable <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> su<br />

codificación rigurosa» (169). Coincidiendo con el contenido sacramental, Cal<strong>de</strong>rón<br />

propone la alegoría <strong>como</strong> el modo humano en que Dios habla a los hombres, pues<br />

«ajustarnos a hablar / a humano modo es preciso», dice la Gracia en El año santo en<br />

Madrid (Kurtz: 62). A partir <strong>de</strong> esta dimensión numinosa y trascen<strong>de</strong>ntal es fácil<br />

enlazar con el segundo elemento constitutivo <strong>de</strong>l auto: el rito sacrificial, que organiza<br />

su trama escénica, la Eucaristía.<br />

II. El misterio <strong>de</strong>l sacrificio: la puesta en escena <strong>de</strong> lo sagrado<br />

El funcionamiento <strong>de</strong>l teatro comparte con el pensamiento <strong>de</strong> lo sagrado y el<br />

fundamento <strong>de</strong> las religiones el misterio <strong>de</strong> una (re)presentación, aunque con una<br />

<strong>de</strong>sigual proyección trascen<strong>de</strong>ntalista, pues no es lo mismo el valor cultural que se le<br />

atribuye a un ritual religioso que a una obra teatral, aunque antes <strong>de</strong> la<br />

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institucionalización <strong>de</strong> las artes en el siglo XVIII, estas fronteras no quedaban tan bien<br />

<strong>de</strong>finidas; así, por ejemplo, el auto sacramental se encuentra a mitad <strong>de</strong> camino entre<br />

una cosa y otra. En cualquier caso, tanto un rito <strong>como</strong> una obra teatral, en su<br />

funcionamiento más esencial, consisten en la celebración <strong>de</strong> una presencia, <strong>de</strong> algo<br />

que antes no estaba ahí y que por efecto <strong>de</strong>l ritual o <strong>de</strong> la representación se va a hacer<br />

presente: el sacerdote invoca la presencia <strong>de</strong> Dios, que se hace presente entre los<br />

feligreses, y el actor invoca la presencia <strong>de</strong>l personaje; un juego <strong>de</strong> presencias y<br />

ausencias que remite al mecanismo esencial <strong>de</strong> la escena. El auto sacramental termina<br />

aludiendo al sacramento <strong>de</strong> la Eucaristía, por medio <strong>de</strong>l cual se hacía presente el<br />

cuerpo <strong>de</strong> Dios. A este mecanismo <strong>de</strong> presencias y ausencias, que está en los orígenes<br />

<strong>de</strong>l arte y la imágenes, vuelven la mirada los pioneros <strong>de</strong>l teatro mo<strong>de</strong>rno. El director<br />

británico Peter Brook, uno <strong>de</strong> los nombres fundamentales <strong>de</strong> la escena <strong>de</strong>l siglo XX,<br />

<strong>de</strong>fien<strong>de</strong> ya en los años sesenta una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l teatro sagrado en los siguientes<br />

términos: «teatro <strong>de</strong> lo invisible-hecho-visible: el concepto <strong>de</strong> que el escenario es un<br />

lugar don<strong>de</strong> pue<strong>de</strong> aparecer lo invisible ha hecho presa en nuestros pensamientos»<br />

(51).<br />

Por otro lado, el carácter colectivo <strong>de</strong> la fiesta religiosa, que se hacía patente en la<br />

celebración <strong>de</strong> la procesión <strong>de</strong>l Corpus Christi, que finalizaba con el auto sacramental,<br />

va a ser consi<strong>de</strong>rado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la escena <strong>como</strong> un atractivo mo<strong>de</strong>lo para revitalizar los<br />

procesos <strong>de</strong> la comunicación teatral en el siglo XX, la recuperación <strong>de</strong>l sentido colectivo<br />

y trascen<strong>de</strong>ntal que pudo tener el teatro en el pasado. Entre las representaciones<br />

multitudinarias <strong>de</strong>l director alemán Max Reinhardt, tratando <strong>de</strong> revivir este tono<br />

ceremonial y solemne, espiritual y grandioso a partir <strong>de</strong>l auto <strong>de</strong> Cal<strong>de</strong>rón El gran<br />

teatro <strong>de</strong>l mundo —lo que le valió el apelativo <strong>de</strong>l «gran mago» <strong>de</strong> la escena (London:<br />

146)—, hasta las propuestas intimistas <strong>de</strong> Grotowski, convirtiendo El príncipe<br />

constante, <strong>de</strong> Cal<strong>de</strong>rón, en una suerte <strong>de</strong> ritual sacrificial basado en el proceso <strong>de</strong><br />

mortificación <strong>de</strong> la carne, se encierra una <strong>de</strong> las líneas más claras <strong>de</strong> renovación <strong>de</strong> la<br />

escena mo<strong>de</strong>rna ligadas a la recuperación <strong>de</strong> un sentido sacralizador para la escena<br />

(Innes; Cornago Bernal 1999; Torres Monreal). Incluso aceptando la <strong>de</strong>sacralización<br />

<strong>de</strong>l auto sacramental —<strong>como</strong> llamó Alberti a su auto <strong>de</strong>sacramentado El hombre<br />

<strong>de</strong>shabitado (Beardsley)— se pue<strong>de</strong> acordar con Rull Fernán<strong>de</strong>z que «[e]n cierta<br />

manera [los autos sacramentales] no han perdido su mensaje soterrado <strong>de</strong> incitación<br />

religiosa en el sentido más cabal y etimológico <strong>de</strong> la palabra» (XIX), pues esta<br />

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vocación religiosa, en el sentido antropológico <strong>de</strong> religare, <strong>de</strong> unión con un más allá,<br />

está presente en la base <strong>de</strong>l mecanismo <strong>de</strong> la re-presentación. Esto es lo que trata <strong>de</strong><br />

ser recuperado por muchos <strong>de</strong> los pioneros <strong>de</strong> la escena mo<strong>de</strong>rna para dar una nueva<br />

vitalidad al hecho teatral.<br />

La religión se articula a través <strong>de</strong> ritos por medio <strong>de</strong> los cuales se invoca una<br />

presencia. El análisis escénico <strong>de</strong>l misterio <strong>de</strong> la Eucaristía explica la atracción que ha<br />

sentido el teatro <strong>de</strong>l siglo XX por esta ceremonia. Durante la Eucaristía se representa<br />

un sacrificio, y a través <strong>de</strong> esa alegoría <strong>de</strong> la violencia sobre una víctima inocente tiene<br />

lugar una Revelación, la presencia <strong>de</strong> la Gracia y la re<strong>de</strong>nción final, momento último<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el que se or<strong>de</strong>na el transcurso <strong>de</strong>l auto sacramental y a partir <strong>de</strong>l cual adquiere<br />

sentido toda la obra. 1 El mecanismo <strong>de</strong>l ritual <strong>de</strong>fine <strong>de</strong> forma muy precisa un espacio<br />

y un tiempo, el aquí y ahora don<strong>de</strong> va a tener lugar la escena <strong>de</strong>l sacrificio. A través <strong>de</strong><br />

una serie <strong>de</strong> actos <strong>de</strong> carácter performativo, es <strong>de</strong>cir, la realización <strong>de</strong> unos<br />

movimientos y gestos, la pronunciación <strong>de</strong> unas palabras, y todo ello con un vestuario<br />

y unos objetos muy concretos que se revisten <strong>de</strong> un nuevo significado, tiene lugar el<br />

misterio <strong>de</strong>l sacrificio y la (re)presentación <strong>de</strong> un tiempo otro, con una dimensión<br />

trascen<strong>de</strong>ntal, en torno al cual gira el ritual y también el auto, es el momento<br />

originario <strong>de</strong>l sacrificio <strong>de</strong> Cristo en la cruz, el momento <strong>de</strong> la Revelación, cuando el<br />

cuerpo <strong>de</strong> Dios se hace presente a través <strong>de</strong>l sacrificio. El ritual actualiza en el<br />

presente <strong>de</strong> la escena un mito, una historia, en este caso, la Historia <strong>de</strong> la Salvación,<br />

<strong>de</strong> modo que esta adquiera un sentido, salvada <strong>de</strong>l <strong>de</strong>venir temporal, <strong>como</strong> afirma<br />

Benjamin: «El instante místico se convierte en el "ahora" actual; lo simbólico se<br />

<strong>de</strong>forma en lo alegórico» (171).<br />

En este rápido recorrido por cuestiones sin duda más complejas nos falta todavía la<br />

causa primera que justifica el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l ritual y el misterio <strong>de</strong> la representación, a<br />

saber: la transgresión <strong>de</strong> la ley, el pecado original que <strong>de</strong>be ser absuelto, la caída <strong>de</strong>l<br />

1<br />

Arellano (1995) insiste en que lo característico <strong>de</strong>l auto es «la presencia nuclear <strong>de</strong> la Eucaristía» (687),<br />

aunque aña<strong>de</strong> que este tema pue<strong>de</strong> estar solapado tras alguno <strong>de</strong> sus aspectos constitutivos, <strong>como</strong> «la<br />

Re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>l género humano, con sus motivos anejos (caída, pecado original, mal, bien, sacrificio re<strong>de</strong>ntor<br />

<strong>de</strong> Cristo...)» (687), aspectos igualmente centrales en el teatro ritual <strong>de</strong>l siglo XX.<br />

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hombre en los abismos <strong>de</strong>l mal; un sistema <strong>de</strong> comportamiento que opera entre dos<br />

espacios contrarios, pues lo sagrado se <strong>de</strong>fine por oposición a lo profano. El espacio y<br />

el tiempo <strong>de</strong> lo sagrado, a diferencia <strong>de</strong>l tiempo cotidiano, <strong>como</strong> explican Caillois o<br />

Elia<strong>de</strong>, es un ámbito en el que todo adquiere un significado preciso, cada <strong>de</strong>talle, cada<br />

gesto, tiene una relevancia, nada es gratuito; <strong>de</strong> ahí que tenga esa marcada condición<br />

escénica acompañada <strong>de</strong> una minuciosa codificación. La profanación supone la<br />

transgresión <strong>de</strong> lo sagrado, la introducción <strong>de</strong> un principio <strong>de</strong> gratuidad. Esto solo es<br />

permitido si se hace bajo el amparo <strong>de</strong> lo sagrado y su regulación por el rito; entonces<br />

se abre el tiempo <strong>de</strong> la fiesta en su sentido religioso, el tiempo <strong>de</strong>l exceso que<br />

sobrepasa los límites <strong>de</strong> lo permitido durante el período normal <strong>de</strong>l año. El ritual hace<br />

posible, bajo circunstancias muy <strong>de</strong>terminadas, la profanación <strong>de</strong> lo sagrado con el fin<br />

<strong>de</strong> volver a restituir nuevamente la ley. Durante el ritual se lleva a cabo un acto <strong>de</strong><br />

violencia, se controla aquello que pue<strong>de</strong> poner en peligro las bases <strong>de</strong> la sociedad: la<br />

crueldad, la sexualidad o la muerte, los misterios que alumbran los límites <strong>de</strong> la vida,<br />

que la <strong>de</strong>finen al negarla.<br />

Actualmente poseemos ya un buen caudal <strong>de</strong> conocimientos acerca <strong>de</strong> las<br />

condiciones <strong>de</strong> representación <strong>de</strong> los autos sacramentales, condiciones que pue<strong>de</strong>n<br />

pasar <strong>de</strong>sapercibidas si aten<strong>de</strong>mos únicamente a los textos dramáticos que nos han<br />

llegado. El origen <strong>de</strong> estos está ligado a una fiesta religiosa que tiene lugar entre el fin<br />

<strong>de</strong> la primavera y el comienzo <strong>de</strong>l verano, el Corpus Christi. El ambiente festivo que<br />

<strong>de</strong>bía reinar a lo largo <strong>de</strong> la procesión celebrada con motivo <strong>de</strong> esta festividad resulta<br />

hoy difícil <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r en un mundo tan alejado al nuestro, pero los elementos<br />

grotescos, <strong>como</strong> tarascas, máscaras, gigantes o figuras contrahechas, danzando en los<br />

márgenes <strong>de</strong> la fiesta, tuvieron que tener un papel fundamental (Varey). El ambiente<br />

<strong>de</strong> relajación y exceso que acompañaba a estas procesiones nos hace pensar en ese<br />

mundo que <strong>de</strong>scribe Bajtin en relación a la cultura popular en la baja Edad Media y el<br />

Renacimiento, cuando la herencia <strong>de</strong> una cultura pagana todavía seguía viva. En<br />

contra <strong>de</strong> la tesis que liga el auto sacramental con la Contrarreforma, Bataillon insiste<br />

en cifrar la génesis <strong>de</strong> los autos <strong>como</strong> respuesta <strong>de</strong> la misma iglesia a la proliferación<br />

<strong>de</strong> elementos profanos durante la procesión <strong>de</strong>l Corpus; <strong>de</strong> ahí la necesidad <strong>de</strong> reforzar<br />

el sentido religioso <strong>de</strong> esta festividad, la adoración <strong>de</strong> la Eucaristía, con esta rara avis<br />

<strong>de</strong> la historia teatral <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte que son los «actos» sacramentales. A pesar <strong>de</strong> todo,<br />

el nacimiento, <strong>de</strong>sarrollo y la prohibición final <strong>de</strong> estos autos en el siglo XVIII estuvo<br />

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acompañada por la polémica <strong>de</strong>l sacrilegio. El mismo texto dramático, aunque en dosis<br />

más mesuradas, está obligado por la dinámica escénica a introducir elementos<br />

profanos, <strong>como</strong> la utilización <strong>de</strong> la mesa en La cena <strong>de</strong>l rey Baltasar para satisfacción<br />

<strong>de</strong> la gula, el exceso y las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l cuerpo, frente al alimento <strong>de</strong>l alma. Este<br />

juego entre elementos opuestos, sobre el que Bajtin <strong>de</strong>fine el «realismo grotesco», ha<br />

sido altamente rentabilizado por el teatro <strong>de</strong>l siglo XX <strong>como</strong> un medio <strong>de</strong><br />

reteatralización <strong>de</strong> la escena y enfatizar lo sagrado, uno <strong>de</strong> cuyos máximos exponentes<br />

lo constituye la obra <strong>de</strong> Miguel Romero Esteo.<br />

III. El teatro ritual en la escena contemporánea<br />

El teatro ritual surge con fuerza a finales <strong>de</strong> los años sesenta en la escena<br />

española. Inicialmente, hay que enten<strong>de</strong>r esta corriente bajo las influencias <strong>de</strong><br />

creadores y corrientes teóricas que conformaron el movimiento <strong>de</strong> renovación escénico<br />

<strong>de</strong> aquellos años. El estreno <strong>de</strong>l El príncipe constante, en el montaje realizado por<br />

Grotowski en el Festival <strong>de</strong> Nancy en 1966, la difusión <strong>de</strong> sus teorías <strong>teatrales</strong> y su<br />

visita a España en 1970, la gira <strong>de</strong>l Living Theater en 1967, la difusión <strong>de</strong> los textos <strong>de</strong><br />

Artaud en 1968 a través <strong>de</strong> la revista Primer Acto son algunos acontecimientos que<br />

impulsaron a los jóvenes creadores a a<strong>de</strong>ntrarse en un teatro con unas claras<br />

connotaciones rituales, centrado en la imagen <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong>snudo, en un espacio<br />

vacío y en penumbras, don<strong>de</strong> tenía lugar una acción <strong>de</strong> carácter sacrificial que permitía<br />

llevar al extremo la expresividad a través <strong>de</strong> los lenguajes físicos (Cornago 1999). Así<br />

se suce<strong>de</strong>n obras <strong>como</strong> Edip, rei, en versión <strong>de</strong> Pere Planella (1970), quien había<br />

tenido la posibilidad <strong>de</strong> asistir a un taller sobre Grotowski en Nancy, El mito <strong>de</strong><br />

Segismundo, por el grupo Bululú (1970), recreando la imagen <strong>de</strong>l Cristo sufriente que<br />

el actor <strong>de</strong> Grotowski Ryszard Cieslak convirtió en uno <strong>de</strong> los iconos <strong>teatrales</strong> <strong>de</strong>l siglo<br />

XX, Después <strong>de</strong> Prometeo, por el TEI (1971), o La Piedad, <strong>de</strong> El Corral <strong>de</strong> Comedias<br />

(1972), don<strong>de</strong> se evocaba las imágenes procesionales <strong>de</strong> la Semana Santa. 2 Como<br />

pue<strong>de</strong> verse por los propios títulos <strong>de</strong> las obras, se recurre a mitos profundamente<br />

arraigados en el imaginario colectivo, <strong>de</strong>sarrollados por las tragedias griegas o la<br />

2<br />

Esta obra ganó los premios al texto, a la dirección, a la escenografía y a la interpretación en el Festival <strong>de</strong><br />

Sitges <strong>de</strong> ese año.<br />

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mitología bíblica, que permiten construir una situación límite en escena. El<br />

enfrentamiento entre el coro, representante <strong>de</strong> la voz social, y el individuo, la imagen<br />

<strong>de</strong>l hombre nuevo preconizada ya por el Expresionismo <strong>de</strong> comienzos <strong>de</strong> siglo,<br />

estructura el juego <strong>de</strong> tensiones <strong>de</strong> estas obras. Los contrastes bruscos <strong>de</strong> luces y una<br />

expresividad violenta que apela a un i<strong>de</strong>alismo mesiánico las emparenta igualmente<br />

con ese Expresionismo, recuperado ahora por este resurgimiento <strong>de</strong>l espíritu cultural<br />

<strong>de</strong> las vanguardias. El profundo arraigo <strong>de</strong> las tradiciones religiosas en España, lo que<br />

nos llevaría una vez más hasta los autos sacramentales, explica la frecuente utilización<br />

<strong>de</strong> escenas extraídas <strong>de</strong> ese imaginario religioso, sacado ahora <strong>de</strong> su contexto católico<br />

para utilizarlo al servicio <strong>de</strong> un discurso existencialista con una clara dimensión social<br />

en muchos casos. La fuerza comunicativa <strong>de</strong> estas imágenes permitía una<br />

comunicación directa con el público en un registro emocional y físico antes que<br />

intelectual. El tratamiento ritual <strong>de</strong> las acciones enfatizaba el carácter performativo <strong>de</strong><br />

estas, subrayando la cercanía <strong>de</strong> su realidad material y física. De este modo se<br />

perseguía ese sueño artaudiano <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar los mitos colectivos dormidos en el<br />

imaginario <strong>de</strong> un pueblo, igual que hacían los autos, aunque con un sentido social<br />

distinto, recordando a los feligreses los misterios <strong>de</strong> la Salvación. El intento <strong>de</strong> renovar<br />

las tradicionales representaciones <strong>de</strong> La Passió, <strong>de</strong> Semana Santa, impulsan, por<br />

ejemplo, el teatro <strong>de</strong>l Grup d´Estudis Teatrals d´Horta, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Crist, misteri(1964-<br />

1969) hasta Oratori per un home sobre la terra (1970).<br />

Una <strong>de</strong> las obras con mayor repercusión internacional <strong>de</strong> aquel momento fue el<br />

trabajo <strong>de</strong> Víctor García con Nuria Espert sobre Las criadas (1969), <strong>de</strong> Jean Genet, al<br />

que siguieron sus puestas en escena <strong>de</strong> Yerma (1972), <strong>de</strong> García Lorca, y Divinas<br />

Palabras (1975), <strong>de</strong> Valle-Inclán. García transforma la escena costumbrista que hasta<br />

entonces había servido a Jouvet para llevar la obra <strong>de</strong> Genet a la escena, en un<br />

espacio ceremonial, ro<strong>de</strong>ado por láminas <strong>de</strong> aluminio y presidido por un plano<br />

horizontal que hacía las veces <strong>de</strong> cama y altar sacrificial. Los coturnos, el tintineo <strong>de</strong><br />

las campanillas, la mitra, la ban<strong>de</strong>ja y el cáliz, los cambios <strong>de</strong> indumentaria para la<br />

realización <strong>de</strong> la acción sacrificial en la que una criada termina envenenando a la otra,<br />

se recubren <strong>de</strong> una proyección mágica en el ceremonial que marca el paso <strong>de</strong> la<br />

realidad cotidiana al rito. Son numerosos los montajes <strong>de</strong> entonces que buscan una<br />

comunicación más directa con el público a través <strong>de</strong> este tono ritual, que le confiere a<br />

la escena una dimensión espiritual y poética al mismo tiempo. Grupos <strong>como</strong> Cátaros o<br />

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Bululú proporcionaron los coros <strong>de</strong> oficiantes para esta suerte <strong>de</strong> ceremonia, entre<br />

festiva y cruel, en la que se transformó la puesta en escena que Adolfo Marsillach <strong>de</strong>l<br />

Marat-Sa<strong>de</strong>, <strong>de</strong> Peter Weiss, en 1968, o el montaje <strong>de</strong> Fabià Puigserver <strong>de</strong> La señorita<br />

Julia, <strong>de</strong> August Strindberg, en 1973.<br />

No es un azar que haya sido el teatro andaluz quien más lejos haya llevado este<br />

teatro ritual, teniendo en cuenta el peso <strong>de</strong> las tradiciones religiosas en esta cultura.<br />

La feliz conjunción <strong>de</strong>l flamenco, un tipo <strong>de</strong> baile que conserva un aire <strong>de</strong> ceremonia,<br />

con el teatro va a dar lugar a algunas <strong>de</strong> las propuestas más novedosas <strong>de</strong>l momento.<br />

Los inicios <strong>de</strong> este diálogo entre teatro y flamenco hay que buscarlos en los primeros<br />

trabajos <strong>de</strong> Alfonso Jiménez Romero sobre textos <strong>de</strong> García Lorca. Poco <strong>de</strong>spués, ya en<br />

1970, tiene lugar una segunda versión <strong>de</strong> su texto Oratorio, 3 a la que se invita al<br />

cantaor flamenco Salvador Távora, que en 1972 estrena su primera obra, Quejío, lo<br />

que significó el comienzo <strong>de</strong> La Cuadra, un grupo que continúa todavía hoy en activo.<br />

Los códigos escénicos <strong>de</strong>l flamenco, el cante y el baile, sus movimientos y actitu<strong>de</strong>s, se<br />

revelaron <strong>como</strong> una fórmula idónea para revestir la escena <strong>de</strong> una atmósfera<br />

sacralizadora con un componente físico y performativo, el <strong>de</strong> los propios cantaores<br />

tratando <strong>de</strong> mover un bidón <strong>de</strong> piedras en Quejío o levantando un entramado <strong>de</strong><br />

ma<strong>de</strong>ra, a modo <strong>de</strong> reja carcelaria, con auténticas bigas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra en Los palos<br />

(1972). Todo adquiría un efecto <strong>de</strong> realidad inmediata y una enorme eficacia en su<br />

comunicación sensorial. Cruces, procesiones y estandartes, caballos y toros han ido<br />

tiñendo la Andalucía ritual <strong>de</strong> Tavora <strong>de</strong> un espectacularismo vacío en <strong>de</strong>trimento <strong>de</strong> la<br />

fuerza crítica <strong>de</strong> sus primeras obras.<br />

En los años ochenta surge otra <strong>de</strong> las compañías legendarias <strong>de</strong>l teatro andaluz,<br />

La Zaranda, Teatro Inestable <strong>de</strong> Andalucía la Baja, uno <strong>de</strong> sus colectivos más<br />

originales. La Zaranda ya no se apoya en el cante y el baile flamenco <strong>de</strong> modo directo,<br />

pero su mundo escénico gira en torno a esta cultura <strong>de</strong>l flamenco, puesta ahora en<br />

relación con una estética <strong>de</strong> lo pobre. En sus obras se enfatiza una materialidad ajada<br />

por el paso <strong>de</strong>l tiempo que reviste, convirtiendo la escena en una especie <strong>de</strong><br />

3<br />

Esta obra se estrenó por primera vez en 1969 por el Teatro Estudio Lebrijano, bajo la dirección <strong>de</strong> Juan<br />

Bernabé. Tuvo un enorme éxito por el grado <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificación que alcanzó con el público. En un tono<br />

ceremonial se <strong>de</strong>sarrollaba una trama con elementos míticos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cual se escondían claras alusiones a<br />

la Guerra Civil y la situación <strong>de</strong> opresión que vivía el pueblo rural andaluz.<br />

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naturaleza muerta, una alegoría <strong>de</strong> la vida y la muerte, o en otras palabras: una<br />

formulación existencialista <strong>de</strong> esa Historia <strong>de</strong> la Salvación que nos contaban los autos<br />

(Cornago 2001). Es una poética que se asimila en su apariencia exterior al mundo <strong>de</strong><br />

Ta<strong>de</strong>usz Kantor, cuyo teatro se articula igualmente sobre una serie <strong>de</strong> juegos/rituales<br />

escénicos que terminan conduciendo a un instante <strong>de</strong> máxima intensidad, comparable<br />

con esas epifanías que se suce<strong>de</strong>n en las obras <strong>de</strong> La Zaranda o <strong>de</strong> Romero Esteo. Las<br />

variaciones tonales <strong>de</strong> unas voces <strong>de</strong>sgarradas terminan convirtiendo el texto en una<br />

especie <strong>de</strong> letanía <strong>de</strong> ultratumba, que confiere a su universo escénico un sello<br />

inconfundible, expresión <strong>de</strong> lo efímero sub specie aeternitatis, lo perece<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la vida<br />

transformado en retablo barroco: «pobre lugar don<strong>de</strong> se acumula el recuerdo y<br />

fermenta la eternidad contemplando el tiempo <strong>de</strong>steñido en sus pare<strong>de</strong>s», <strong>como</strong> se<br />

dice en Vinagre <strong>de</strong> Jerez (7), obra estrenada en 1987 con la que el grupo alcanza el<br />

reconocimiento internacional. A esta le han seguido obras <strong>como</strong> Cuando la vida eterna<br />

se acabe (1997), La puerta estrecha (2000) o Ni sombra <strong>de</strong> lo que fuimos (2002),<br />

cuyos títulos remiten ya a un imaginario barroco y alegórico <strong>de</strong> un mundo en ruinas al<br />

que no le queda sino girar sobre sí mismo, empleando la imagen <strong>de</strong>l tío vivo que ocupa<br />

la escena <strong>de</strong> este último montaje.<br />

La alegoría se va construyendo a lo largo <strong>de</strong> la representación, hasta expresarse<br />

<strong>como</strong> rito y ceremonia, epifanía y revelación. El espectador adivina espantado el<br />

carácter alegórico <strong>de</strong> toda la escena, la condición fatal <strong>de</strong> una acción, <strong>de</strong> un espacio y<br />

un tiempo cerrados sobre sí mismos, mientras resuenan una y otra vez las mismas<br />

palabras, <strong>como</strong> la conjuración <strong>de</strong> una pesadilla cargada <strong>de</strong> cante y sangre andaluza,<br />

mientras que el ritual (escénico) sigue a<strong>de</strong>lante, avanzando hacia ese momento <strong>de</strong><br />

revelación que transformará el sentido <strong>de</strong> todo lo que ocurre en la escena,<br />

proyectándolo hacia otra dimensión, el significado oculto <strong>de</strong> la alegoría, su dimensión<br />

sacralizadora, mientras resuenan en la cabeza <strong>de</strong>l espectador los ecos jondos que<br />

vuelven una vez más, girando en el espacio cerrado <strong>de</strong> la alegoría, la vuelta <strong>de</strong> lo<br />

mismo, «los restos <strong>de</strong>l naufragio, los acontecimientos <strong>de</strong>l pasado» (7):<br />

¡Que me <strong>de</strong>n mi sitio!, ¡Y yo lo que quiero es que me <strong>de</strong>n mi sitio! [...]<br />

¡Vámono, Migué!... ¡Migué, vámono!... Vámono. [...] Tó el día llevo<br />

buscándome, yo, hoy.. ¡Tó el día! [...] ¡Anda, vámono... anda, vámono! [...]<br />

¿Cómo que no va a podé vení?... ¿Cómo que no va a podé vení?... Si no viene<br />

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hoy, viene mañana, Luí... ¡si no viene hoy, viene mañana! (Vinagre <strong>de</strong> Jerez,<br />

22, 34, 39)<br />

En cuanto al texto dramático, la traducción más original y creativa que ha<br />

conocido el teatro ritual se <strong>de</strong>be a Miguel Romero Esteo. Su origen cultural andaluz<br />

explica nuevamente la recurrencia al mundo <strong>de</strong> los ceremoniales y las procesiones.<br />

Todo su teatro, dividido en dos gran<strong>de</strong>s ciclos, las Grotescomaquias, <strong>de</strong>sarrolladas<br />

entre los años sesenta y setenta, y las Tragedias <strong>de</strong> los Orígenes, ciclo sobre la<br />

civilización tartesia en el que aún trabaja el autor, están animadas por la búsqueda <strong>de</strong><br />

una espi<strong>ritualidad</strong> trascen<strong>de</strong>ntal, aunque ya no <strong>de</strong> carácter católico <strong>como</strong> en los autos,<br />

sino en un sentido <strong>de</strong> la sacralidad antropológico y existencial (Cornago 2003). En su<br />

primer ciclo, el plano espiritual está potenciado por su tratamiento grotesco, un estilo<br />

peculiar que, salvando las distancias, pue<strong>de</strong> rastrearse en dramaturgos <strong>como</strong> Luis<br />

Riaza, Francisco Nieva, y en menor medida en el mismo Alfonso Jiménez Romero,<br />

marcados por el tono barroco característico <strong>de</strong>l ritual grotesco. Esta <strong>ritualidad</strong> grotesca<br />

se presenta <strong>como</strong> la cara <strong>de</strong>sgarrada y <strong>de</strong>screída <strong>de</strong> aquella otra <strong>ritualidad</strong> i<strong>de</strong>alista y<br />

mesiánica que venía <strong>de</strong>l Living Theater. En el caso <strong>de</strong>l ritual grotesco, el modo<br />

alegórico, <strong>como</strong> ocurría en La Zaranda, afín también a este mundo grotesco, se hace<br />

más evi<strong>de</strong>nte.<br />

Las Grotescomaquias funcionan a través <strong>de</strong> un sistema <strong>de</strong> oposiciones entre<br />

elementos grotescos y elementos profanos, lo que construye una estructura in<br />

crescendo que avanza hacia momentos <strong>de</strong> máxima intensidad, a menudo ligados a una<br />

suerte <strong>de</strong> ritual grotesco <strong>de</strong> carácter sacrificial. En estos momentos <strong>de</strong> éxtasis, los<br />

personajes quedan abismados ante una presencia que solo se pue<strong>de</strong> expresar <strong>como</strong><br />

ausencia, es el instante <strong>de</strong> la iluminación. El concepto <strong>de</strong> epifanía constituye uno <strong>de</strong> los<br />

pilares <strong>de</strong> la poética <strong>de</strong>l autor cordobés. El nombre <strong>de</strong> hierofanía, <strong>como</strong> <strong>de</strong>nomina el<br />

autor a un tipo ciertamente peculiar <strong>de</strong> composiciones poéticas, alu<strong>de</strong> justamente a<br />

este aspecto <strong>de</strong> revelación sagrada o epifanía, según explica Elia<strong>de</strong> (12) remitiéndose<br />

a su etimología: <strong>de</strong>l griego hieros, sagrado, y phainomai, manifestación. Estas<br />

alegorías se construyen a lo largo <strong>de</strong> la representación siguiendo una estrategia<br />

compositiva expuesta explícitamente en escena a modo <strong>de</strong> juego o ritual, ley escénica<br />

que los personajes <strong>de</strong>ben obe<strong>de</strong>cer y que termina adquiriendo una dimensión<br />

trascen<strong>de</strong>ntal y monstruosa. Como en muchos <strong>de</strong> los autos cal<strong>de</strong>ronianos, la alegoría<br />

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se presenta <strong>como</strong> un artificio fatal <strong>de</strong> carácter diabólico en el que los personajes se ven<br />

atrapados. A medida que la representación avanza, crece la alegoría, mostrando su<br />

cara terrible, su carácter inevitable, solo interrumpido por ese instante <strong>de</strong> revelación<br />

mística, la esperanza <strong>de</strong> la salvación manifestada en el aquí y ahora <strong>de</strong> la escena, cuya<br />

materialidad espacial se hace más visible que nunca, <strong>de</strong> modo performativo,<br />

subrayando la teatralidad <strong>de</strong> todo el dispositivo.<br />

Paraphernalia <strong>de</strong> la olla podrida, la misericordia y la mucha consolación<br />

pertenece al ciclo <strong>de</strong> las Grotescomaquias y fue estrenada en 1972 por Ditirambo<br />

Teatro Estudio, bajo dirección <strong>de</strong> Luis Vera. A lo largo <strong>de</strong> una noche un grupo <strong>de</strong><br />

enfermos mentales, convertidos a la sazón en cocineros, llevan a cabo en la cocina <strong>de</strong>l<br />

hospital siquiátrico un ritual sacrificial en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> los guisos tradicionales y en<br />

contra <strong>de</strong> los nuevos hábitos gastronómicos. Ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo, con la entrada <strong>de</strong><br />

los personajes en solemne procesión, queda claro el tono sacramental: «Esta es la<br />

fiesta <strong>de</strong> la luz, los ritos <strong>de</strong>l amor, y la misericordia y la piedad y la consolación» (2),<br />

subrayado por el componente grotesco en un juego <strong>de</strong> intensificación recíproca que<br />

llevará ambos elementos al extremo, sin que lo grotesco elimine el componente<br />

sagrado, ni lo sagrado acabe con la dimensión profana; 4 esto es lo que Benjamin<br />

califica <strong>como</strong> la dialéctica <strong>de</strong> los extremos característica <strong>de</strong> la estética barroca que<br />

subyace a este esquema teatral: «la apoteosis barroca es dialéctica. Se lleva a cabo<br />

mediante la revolución recíproca <strong>de</strong> los extremos» (153). Como en el caso <strong>de</strong> los<br />

autos, estas alegorías contienen toda la Historia, la Historia <strong>de</strong> la caída <strong>de</strong>l hombre,<br />

pero también <strong>de</strong> su posible salvación, que pasa por las diferentes Eda<strong>de</strong>s, aunque en<br />

esta ocasión en clave grotesca:<br />

Y en el principio fue el garbanzo... [...] Y luego es la Edad Media, y es el sofrito<br />

<strong>de</strong> garbanzos, y luego el cocido <strong>de</strong> garbanzos <strong>como</strong> obra maestra <strong>de</strong>l gótico [...]<br />

y es entonces el barroco y la olla podrida, el esplendor <strong>de</strong> la olla podrida <strong>como</strong><br />

4<br />

El mismo autor hace constantes advetencias acerca <strong>de</strong>l peligro <strong>de</strong> que los elementos grotescos inclinen la<br />

obra hacia la farsa, reduciendo el componente sacralizador al servicio <strong>de</strong> una mera crítica social o anticlerical;<br />

así, por ejemplo, ya al comienzo <strong>de</strong> Pasodoble se dice: «los elementos religiosos o cuasilitúrgicos hay que<br />

tratarlos sin ningún asomo <strong>de</strong> irreverencia o similar. Entre otras cosas más importantes, porque con ello<br />

quedaría dañada la veta más noble <strong>de</strong> la obra y per<strong>de</strong>ría vigor la veta trágica» (16).<br />

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apoteosis <strong>de</strong>l barroco... Y es entonces la gloria, la gloria <strong>de</strong> la olla podrida.<br />

Aleluya. (Paraphernalia, 4)<br />

A medida que avanza el juego, este comienza a mostrar su cara más terrible, y<br />

es entonces cuando los personajes tratan en vano <strong>de</strong> abandonarlo, <strong>de</strong> frenarlo o<br />

interrumpirlo, pero el guión ya está escrito en el libro sagrado y el ritual adquiere una<br />

condición fatal por inevitable; así or<strong>de</strong>na autoritario el Chef, maestro <strong>de</strong> ceremonias:<br />

«No se hable más. Sigamos. Pero, ojo con equivocarse <strong>de</strong> texto./ Ojo. /Mucho ojo. / Y<br />

orujo. /Y orujo» (7). Hasta que finalmente el sacrificio se lleva a cabo y se mata al<br />

ayudante <strong>de</strong> cocina, en mitad <strong>de</strong> la fiesta y la noche, en mitad <strong>de</strong>l caos y la oscuridad,<br />

y es entonces el momento <strong>de</strong> la epifanía, la revelación cósmica <strong>de</strong>l espanto y la<br />

catarsis:<br />

y los cocineros apostatan <strong>de</strong> la salmodia, apagan los cirios, abren <strong>de</strong> los ojos<br />

<strong>como</strong> pedruzcos espantados, enarbolan las zarpas y se cubren con el antebrazo<br />

la faz, sacramentalmente, y marmitón da las últimas boqueadas, y el Chef<br />

exhausto <strong>de</strong> los arcángeles venenosos percata <strong>de</strong>l ánima babosamente al<br />

marmitón agonizante y queda tránsido <strong>de</strong>l pecado mortal ab intetato y recula <strong>de</strong><br />

rodillas, recula pecadoramente repeluznado. (Paraphernalia, 29)<br />

Si las Grotescomaquias avanzan en una sucesión <strong>de</strong> rituales grotescos hacia ese<br />

punto álgido don<strong>de</strong> se hace visible un plano trascen<strong>de</strong>ntal, las Tragedias <strong>de</strong> los<br />

Orígenes se abren <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo en una atmósfera sacralizante, don<strong>de</strong> se alberga<br />

un mundo don<strong>de</strong> los rituales son el modo común <strong>de</strong> comunicación con los dioses. Cada<br />

una <strong>de</strong> las epopeyas que conforman este ciclo se consagra a uno <strong>de</strong> los reyes<br />

tartesios, una civilización que tuvo su centro al sur <strong>de</strong> España, y para cuya<br />

reconstrucción el autor se ha basado en fuentes arqueológicas y en los ritos y la<br />

música que todavía perviven en los pueblos <strong>de</strong> las montañas <strong>de</strong>l interior <strong>de</strong> Málaga.<br />

Tanto los coros <strong>como</strong> algunos <strong>de</strong> los diálogos están escritos en idiomas inspirados en<br />

las transliteraciones <strong>de</strong>l ibero, recreaciones fonéticas cercanas al euskera. El punto <strong>de</strong><br />

partida <strong>de</strong> este peculiar proyecto <strong>de</strong> recreación dramática <strong>de</strong> una cultura arcaica hay<br />

que enten<strong>de</strong>rlo en el entorno <strong>de</strong>l teatro ritual y <strong>de</strong> iniciativas similares <strong>como</strong> Orghast,<br />

<strong>de</strong> Peter Brook, una obra en la que se utilizaban idiomas antiguos <strong>como</strong> el avesta, el<br />

latín o el griego clásico, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> un lenguaje artificial, <strong>como</strong> en el ciclo tartesio,<br />

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compuesto por el poeta Ted Hughes. Miguel Romero (1973) calificó esta obra <strong>como</strong> la<br />

«cima <strong>de</strong>l teatro en estas dos décadas». A raíz <strong>de</strong> un ensayo sobre la obra <strong>de</strong> Mircea<br />

Elia<strong>de</strong>, el dramaturgo andaluz se hacía eco <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> este, <strong>de</strong>fendiendo la<br />

necesidad <strong>de</strong> una «vuelta a la sacralización <strong>de</strong>l hombre. Algo así <strong>como</strong> re<strong>de</strong>scubrir el<br />

sentido sacramental <strong>de</strong> la existencia humana. [...] Esa sacralización <strong>de</strong> la vida y <strong>de</strong> la<br />

muerte todavía persiste en los pueblos primitivos». Tanto el proyecto <strong>de</strong> Brook <strong>como</strong><br />

las Tragedias <strong>de</strong> los Orígenes tratan <strong>de</strong> levantar un mundo don<strong>de</strong> aún está vivo este<br />

sentido ritual y sacralizador <strong>de</strong> la realidad, un mundo don<strong>de</strong> aún late el misterio <strong>de</strong> los<br />

orígenes. La primera acotación <strong>de</strong> la liturgia primera <strong>de</strong> las 84 en las que está dividida<br />

la entrega inicial <strong>de</strong>l ciclo, Tartessos. Un memorial <strong>de</strong> las tinieblas, se abre en el estilo<br />

ceremonial y el tono mitificador característico <strong>de</strong> todo el ciclo:<br />

De los abismos <strong>de</strong> las tinieblas don<strong>de</strong> Tartessos, <strong>de</strong> los abismos <strong>de</strong> los milenios<br />

y las tinieblas don<strong>de</strong> a la mitad <strong>de</strong> las tinieblas los abismos <strong>de</strong> Tartessos, don<strong>de</strong><br />

a la mitad <strong>de</strong> los abismos los palacios <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> reyes en Tartessos. De los<br />

abismos don<strong>de</strong> a la mitad <strong>de</strong> los milenios las tinieblas, don<strong>de</strong> a la mitad <strong>de</strong> las<br />

tinieblas el gran ámbito <strong>de</strong> los ceremoniales, don<strong>de</strong> a la mitad <strong>de</strong> los palacios<br />

<strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> reyes el gran ámbito basilical <strong>de</strong> las liturgias (Tartessos, 40).<br />

Entre los nuevos creadores aparecidos en los años noventa quizá sea Angélica<br />

Lid<strong>de</strong>ll, dramaturga, directora y performance, quien <strong>de</strong> manera más original ha sabido<br />

escribir un nuevo capítulo <strong>de</strong> este teatro ritual y alegórico con la fundación <strong>de</strong> su<br />

compañía Atra Bilis en 1993. Tanto en su obra escrita <strong>como</strong> en sus montajes, dirigidos<br />

e interpretados por ella misma en colaboración con su compañero <strong>de</strong> escena Sindo<br />

Puche, ritual y alegoría no son elementos explícitos, <strong>como</strong> en casos anteriores, pero<br />

proporcionan las piezas para una obra que ha sabido conjugar la creatividad poética<br />

con la creación propiamente escénica. Con el primer plano, basado en el texto<br />

dramático, se construye una trama <strong>de</strong> resonancias míticas que se ofrece a una<br />

interpretación alegórica <strong>de</strong> un tipo u otro <strong>de</strong>pendiendo <strong>de</strong> los casos; con el segundo<br />

plano, apoyado en unas escenografías entendidas <strong>como</strong> instalaciones plásticas y un<br />

tipo <strong>de</strong> acción <strong>de</strong> fuerte tono performativo, se <strong>de</strong>sarrolla la dimensión ceremonial. Esta<br />

se construye a través <strong>de</strong>l tono ritual que adoptan muchas <strong>de</strong> las acciones que van a<br />

tener lugar en escena. Nuevamente, la <strong>ritualidad</strong> escénica sirve para acentuar la<br />

cercanía física y material <strong>de</strong> lo que está-pasando en escena. En paralelo se <strong>de</strong>sarrolla<br />

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el plano narrativo, a cargo a menudo <strong>de</strong> una voz en off, que nos habla <strong>de</strong> un tiempo y<br />

espacio lejanos, cerrados sobre sí mismos. Entre la lejanía extraña <strong>de</strong>l plano mítico y la<br />

cercanía perversa <strong>de</strong> los rituales escénicos, se establece un campo <strong>de</strong> tensiones que<br />

acentúan el mito y el rito en un juego recíproco <strong>de</strong> referencias.<br />

Su reconocimiento en el teatro español se afianza con el Tríptico <strong>de</strong> la Aflición<br />

(2001-2003), trilogía en la que <strong>de</strong>nuncia con el tono pasional y exacerbado<br />

característico <strong>de</strong> su obra, las hipocresías sobre las que se asienta la institución <strong>de</strong> la<br />

familia. 5 Sus rituales escénicos ponen al <strong>de</strong>scubierto <strong>de</strong> una manera plástica y directa<br />

el grado <strong>de</strong> perversión y <strong>de</strong>gradación que oculta la sociedad. A partir <strong>de</strong> la trilogía su<br />

obra experimenta un giro hacia un campo social e histórico más explícito. Su siguiente<br />

montaje, Y los peces salieron a combatir contra los hombres, constituye su alegoría<br />

más explícita. Se trata <strong>de</strong> una personificación <strong>de</strong> España <strong>como</strong> nación y patria. Esta<br />

obra supone una <strong>de</strong>nuncia feroz <strong>de</strong> la pasividad con la que se asiste a la muerte <strong>de</strong><br />

cientos <strong>de</strong> inmigrantes africanos tratando <strong>de</strong> alcanzar las costas españolas. La obra<br />

consiste en un apasionado monólogo <strong>de</strong> una prostituta-España, embarcada en una<br />

especie <strong>de</strong> buque fantasma, en el que le advierte a un tal Señor Puta, personificación<br />

<strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r, <strong>de</strong>l peligro <strong>de</strong> que a los peces le salgan ojos <strong>de</strong> hombre por haber comido<br />

tantos africanos ahogados. Al mismo tiempo que se <strong>de</strong>sarrolla la alegoría, Lid<strong>de</strong>ll,<br />

ataviada con un barroco vestido <strong>de</strong> flamenco, y Puche, con la camiseta <strong>de</strong> fútbol <strong>de</strong> la<br />

selección española y pintado <strong>de</strong> negro, realizan diversas acciones en las que el agua<br />

tiene un lugar central. Su última obra, Y <strong>como</strong> no se pudrió: Blancanieves es una<br />

vitriólica <strong>de</strong>nuncia <strong>de</strong> los niños que mueren en las guerras. Como en otras <strong>de</strong> sus<br />

piezas, se comienza <strong>de</strong>finiendo ese espacio <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>, marcado por la<br />

<strong>de</strong>gradación y el apocalipsis <strong>de</strong>l final <strong>de</strong> los tiempos, en el que se va a <strong>de</strong>sarrollar la<br />

trama: «Estábamos en ese tiempo en que cualquier acontecimiento cotidiano era<br />

precedido por la muerte. Estábamos en ese tiempo en que las victorias se obtenían<br />

según la cantidad <strong>de</strong> niños asesinados» (en Cornago 2005). La palabra, en su<br />

potencialidad poética, construye esa dimensión mítica que nos habla <strong>de</strong> otro tiempo y<br />

otro espacio, don<strong>de</strong> se va a construir la alegoría, cuya estructura remite a las<br />

estrategias narrativas <strong>de</strong>l cuento tradicional érase una vez. La utilización <strong>de</strong> cifras<br />

5<br />

El Festival Escena Contemporánea <strong>de</strong> Madrid <strong>de</strong>dica en 2003 el ciclo autor a su obra, presentando una<br />

retrospectiva <strong>de</strong> toda la trilogía.<br />

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exactas, <strong>como</strong> el 7 o el 12, para or<strong>de</strong>nar el relato y ejecutar las acciones hace<br />

referencia a esos extraños mundos míticos, articulados mediante ritos, don<strong>de</strong> nada es<br />

azaroso, sino que todo alcanza un sentido en su preciso or<strong>de</strong>namiento. La historia <strong>de</strong><br />

Blancanieves se inicia cuando tenía doce años y 12 son las veces que será violada por<br />

los soldados que la encuentran en el bosque, el espacio mítico <strong>de</strong> la inocencia <strong>de</strong> la<br />

que es arrancada para llegar a un mundo que ha olvidado la respuesta a las 7<br />

preguntas fundamentales. En contraste con el tiempo <strong>de</strong> la narración, se levanta el<br />

tiempo y el espacio <strong>de</strong> la acción, que opone su inmediatez física y real. El aquí y ahora<br />

<strong>de</strong>l ritual escénico se alza frente al tiempo mítico y cerrado <strong>de</strong> la alegoría, para darle<br />

vida en el presente <strong>de</strong>l espectador, que se ve así reflejado en la imagen monstruosa<br />

que le <strong>de</strong>vuelve la escena.<br />

IV. Conclusión<br />

Como se señalaba al comienzo <strong>de</strong> este ensayo, su objetivo no ha sido estudiar<br />

en profundidad el funcionamiento <strong>de</strong> los elementos rituales y alegóricos en estas<br />

obras, sino llamar la atención acerca <strong>de</strong> su presencia fundamental <strong>como</strong> motor <strong>de</strong><br />

creación escénica y articulación <strong>de</strong> una trama en momentos y obras distintos <strong>de</strong> la<br />

historia <strong>de</strong>l teatro español, un listado que sin duda podría seguir ampliándose. Los<br />

elementos escénicos en los que se basan estas poéticas, la construcción alegórica y la<br />

estructura ritual, que a su vez contribuyen a la creación <strong>de</strong> un plano mítico con un tono<br />

místico, están lejos <strong>de</strong> constituir aspectos caprichosos que llegan a la escena<br />

contemporánea <strong>como</strong> fruto <strong>de</strong> un raro azar, sino que se erigen <strong>como</strong> pilares<br />

estrechamente relacionados con la esencia <strong>de</strong> lo teatral, con su condición estética y<br />

antropológica fundamental. No es, por tanto, extraño que a lo largo <strong>de</strong> la historia la<br />

escena haya recurrido a ellos una y otra vez. Las concreciones históricas que han ido<br />

conociendo son muy diversas. No vamos a insistir en la distancia que separa la<br />

cualidad trasce<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong>l auto sacramental y su importancia en la vida cultural <strong>de</strong>l siglo<br />

XVII <strong>de</strong> los planteamientos <strong>de</strong> los autores contemporáneos. Si la búsqueda <strong>de</strong> un plano<br />

espiritual en el mundo religioso <strong>de</strong> la Contrarreforma española pue<strong>de</strong> parecer normal,<br />

es más llamativa la búsqueda por parte <strong>de</strong> la escena mo<strong>de</strong>rna, <strong>de</strong> un mundo<br />

secularizado, <strong>de</strong> esa dimensión trascen<strong>de</strong>ntal a través <strong>de</strong> los elementos rituales. La<br />

diferencia en su utilización en uno y otro contexto es notoria: si en el siglo XVII el auto<br />

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sacramental se presentaba <strong>como</strong> apoyo al or<strong>de</strong>n monárquico establecido, en el siglo<br />

XX se presenta <strong>como</strong> una reacción a una sociedad consumista que ha perdido la<br />

complejidad inherente a una concepción cósmica y espiritual <strong>de</strong>l mundo.<br />

En el plano <strong>de</strong> la forma, el modo <strong>de</strong> representación ritual <strong>de</strong> los misterios<br />

religiosos en los autos podía resultar habituales para una sociedad acostumbrada a<br />

estas formas ceremoniales, dada la importancia <strong>de</strong> la escena religiosa y el boato <strong>de</strong> la<br />

corte monárquica. Para el espíritu positivista <strong>de</strong>l hombre mo<strong>de</strong>rno la creencia en los<br />

rituales está en crisis, también en los rituales escénicos <strong>de</strong>l teatro, frente a la<br />

credibilidad que le ofrecen esos otros escenarios mediáticos, <strong>como</strong> el cine, la televisión<br />

o la pantalla <strong>de</strong> un or<strong>de</strong>nador. La recurrencia a las acciones ritualizadas permite a la<br />

escena volver a situar en primer plano cada uno <strong>de</strong> los elementos sobre los que se<br />

construye el acontecimiento escénico, cada movimiento, gesto, ropas y adornos,<br />

palabras enunciadas y acciones realizadas; y en el centro <strong>de</strong> todo ello la figura <strong>de</strong>l<br />

espectador, participante en el ritual escénico, recuperado por el teatro <strong>de</strong> hoy <strong>como</strong> el<br />

elemento central <strong>de</strong>l hecho escénico. Todo adquiere en el rito un significado<br />

trascen<strong>de</strong>ntal, y a eso va a aspirar <strong>como</strong> una suerte <strong>de</strong> utopía escénica el teatro <strong>de</strong>l<br />

siglo XX, a <strong>de</strong>spertar los mitos, sueños y perversiones que duermen en la conciencia<br />

cultural <strong>de</strong> un pueblo. De este modo, el teatro, <strong>como</strong> la peste que <strong>de</strong>cía Artaud (24),<br />

toma las imágenes dormidas y las empuja al extremo; «tous les conflits qui dorment<br />

en nous, il nous les restitue avec leurs forces».<br />

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