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Victoria [microform]

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ai<br />

2<br />

C. M. OCANTOS<br />

—Ningún hombre —decía— pasa tanta<br />

tiempo sin dar un tropezón, por lo menos un,<br />

tropezón inocente, involuntario. No caerá, pe-<br />

ro ¿ tropezar ? Hasta un santo de palo. ¡ Si co-<br />

noceré yo el paño ! En este oficio, que es como<br />

cualquier otro y mientras dé de vivir no<br />

hay para qué motejar... pues, en este oficia<br />

me puse yo por celos de mi difunto y me di<br />

tanta maña siguiéndole, cosida a sus zancajos<br />

sin que él lo sospechara, que donde él ponía<br />

los píes ya había puesto yo los ojos...<br />

Qué gazapos logró misia Laurita ¡ y qué finas<br />

cualidades de pesquisante demostró po-<br />

seer ! Tales, que, viuda y pebre, resolvió em-<br />

plearlas en ganarse la vida, asociada a su hi-<br />

jo, un lince el niño, capaz de seguir al judío<br />

errante y descubrir otro mundo, si existiera<br />

oculto.<br />

A pesar de estas seguridades tranquiliza-<br />

doras, Blanca Rosa tenía sus razones para no<br />

creer en la santidad de los maridos, que más<br />

sabe mujer que espía por amor que la que lo-<br />

hace por oficio; razones muy serias, a las que<br />

daba mayor fuerza el parte diario de misia<br />

Laurita. Esta sabía dónde ponía los pies Ma-<br />

tías; pero ella sabía por qué los ponía, y en<br />

la sola interpretación espiritual eran malos pa-

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