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Victoria [microform]

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340 C. M. OCANTOS<br />

pasó; pero, rezagadas las buenas madres, no-<br />

consiguieron moverse de su sitio, porque mo-<br />

verse era estropear su albo y planchado babe-<br />

ro y sufrir achuchones irrespetuosos. Al fin-<br />

se movieron y pasaron, ¡ ejem !, ¡ ejem !, y se re-<br />

unieron a don Tranquilito con fatiga y alarma<br />

lextraordinarias. ¡Al fin!, aunque faltara lo<br />

principal, encontrar a la señora presidenta, co-<br />

sa más difícil, en aquel (tumulto de gritos, de<br />

carreras y de azarada muchedumbre, que la pri-<br />

mera parte de la odisea. No sabían si subir, si<br />

bajar. Uno de los tarros cayó al suelo, y gracias<br />

que no era de vidrio; las mejores flores det<br />

ramillete murieron al empuje del roce brutal,<br />

y para salvarlas y recoger aquél y defender su<br />

precioso cargamento no tenía bastantes manos<br />

don Tranquilito.<br />

Afortunadamente, tropezaron con don Me-<br />

dardo, que venía buscándolos.<br />

—La señora de Esquendo está en la cubierta<br />

—dijo el capellán— : vengan ustedes por aquí.<br />

Cuidado con el umbral... Cuidado con la es-<br />

calera...<br />

— Qué i<br />

incendio, padre ! —murmuró<br />

la mon-<br />

jita joven.<br />

No se libraron de encontronazos, a pesar de<br />

guia tan experto, y para subir a la toldilla, por

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