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Las vírgenes<br />
Ellas, las limpias, las blancas. Las que podemos<br />
mostrar a Dios con orgullo, para que no crea que todo<br />
es sórdido en este mundo.<br />
Las vírgenes, no en la materia, sino en el espíritu.<br />
Las vírgenes de los conventos y las de fuera de los<br />
conventos.<br />
Las que han elegido a Cristo.<br />
Las que no se han contentado con llorar un poco<br />
al borde de la acera, como las hijas de Jerusalén, sino<br />
que han seguido a Cristo hasta arriba, hasta el fin.<br />
Las vírgenes y mártires, porque siempre que se va<br />
totalmente con Cristo, se acaba en la cruz.<br />
La muchachita aquella toda ilusionada a quien<br />
uno de esos novios vulgares, de siempre, amenazó una<br />
tarde con uno de esos dilemas todavía más vulgares.<br />
La muchachita virgen dijo que no, por Cristo, a<br />
una ilusión inmensa.<br />
Fulanita, virgen y mártir. Es lo que Cristo tiene<br />
escrito allí arriba.<br />
Las vírgenes prudentes de nuestros días, que son<br />
cinco y también cinco mil; todas ellas con la lámpara<br />
llena de su sacrificio, de su amor, de su entrega:<br />
las monjitas de los niños y de los enfermos;<br />
las tías solteras de los hogares, de los catecismos<br />
y de los suburbios;<br />
las vírgenes que desde los claustros van conteniendo<br />
la cólera de Dios, en constante relevo de guardia,<br />
desde los «maitines» y los «laudes», hasta las «vísperas»<br />
y las «completas».<br />
Todos los santos y santas de la tierra...<br />
¡Que Dios os bendiga!<br />
44<br />
San López,<br />
patrono del hombre de la calle