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ME PEGA…MUCHO, POQUITO, NADA - Biblioteca

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<strong>ME</strong> <strong>PEGA…MUCHO</strong>, <strong>POQUITO</strong>, <strong>NADA</strong><br />

Posiciones Subjetivas frente a la agresividad del Otro<br />

paterno y/o materno durante la infancia<br />

ANA LUCÍA SANÍN JIMÉNEZ<br />

Trabajo de grado para optar al título de<br />

Magister en Investigación Psicoanalítica<br />

Directora<br />

Clara Cecilia Mesa<br />

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA<br />

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS<br />

DEPARTA<strong>ME</strong>NTO DE PSICOANÁLISIS<br />

<strong>ME</strong>DELLÍN<br />

2009


AGRADECIMIENTOS<br />

Un especial agradecimiento a todos los niños quienes con su palabra, sus<br />

lágrimas y sus silencios me permitieron aproximarme un poco a su verdad más<br />

íntima.<br />

A Bienestar Familiar, Granja Jesús de la Buena Esperanza y Casa de adopción<br />

María y el niño, por abrirme sus puertas y darme el espacio para la realización de<br />

las entrevistas y la revisión de los informes.<br />

A la Universidad Católica Popular del Risaralda por permitirme llevar a cabo esta<br />

investigación, inscrita en el Centro de investigaciones y en el grupo de<br />

investigación Clínica y Salud Mental.<br />

A mis compañeros de trabajo por su respaldo y colaboración.<br />

A los docentes de la maestría en Investigación psicoanalítica, quienes con su<br />

escucha, sus aportes y comentarios a los avances investigativos contribuyeron de<br />

manera importante al logro de este trabajo.<br />

A Clara Cecilia por su incesante dedicación, compromiso, orientación y estímulo<br />

constante a la investigación.<br />

A Blanca Inés, por su aliento constante, su escucha atenta, su lectura crítica y sus<br />

preguntas iluminadoras.<br />

A mi familia por su incondicional apoyo y colaboración.<br />

A Daniel por su presencia, su amor y sus silencios siempre oportunos.<br />

2


RESU<strong>ME</strong>N<br />

Son muchos los niños que actualmente se encuentran en situación de abandono,<br />

maltrato o vulnerabilidad física, psicológica o social, frente a lo cual resulta<br />

fundamental y en ocasiones vital, la atención que les ofrece el Estado a través de<br />

las instituciones de protección al menor. Sin embargo en ellas, el lugar que se les<br />

da a estos niños es el de víctimas de la amenaza o daño cometido a su integridad<br />

personal, no teniendo allí cabida preguntas como si los niños que llegan se<br />

consideran a sí mismos maltratados o no, si significan los actos de los padres<br />

como agresiones, si estas vivencias son o no traumáticas para el sujeto, si la<br />

separación de los padres puede generar mayor sufrimiento que las situaciones<br />

vividas en el hogar.<br />

Tales interrogantes son los que orientan la presente investigación, en la que se<br />

indaga por las posiciones subjetivas frente a la agresividad del Otro paterno y/o<br />

materno durante la infancia, buscando analizar, a la luz de la teoría psicoanalítica<br />

de Sigmund Freud y Jacques Lacan, el estatuto del Otro en el fenómeno del<br />

maltrato, qué es lo que se constituye como traumático de la agresividad del Otro, y<br />

cuáles son las respuestas subjetivas de los niños frente a estas vivencias. Estas<br />

preguntas sólo tienen cabida cuando se reconoce que no es la realidad fáctica la<br />

que determina la posición subjetiva sino la realidad psíquica, en otras palabras, es<br />

su respuesta fantasmática frente a lo real del trauma, la que lo constituye como<br />

sujeto del inconsciente.<br />

Para ello la investigación se sirve de dos vías simultáneamente; una práctica que<br />

conllevó la realización de entrevistas a diez niños entre los 6 y los 13 años de<br />

edad, en Pereira y Medellín, que se encontraban bajo medida de protección por<br />

situación de maltrato y/o abandono; y una vía teórica, que implicó el abordaje de<br />

conceptos psicoanalíticos, como los de trauma, angustia, síntoma, fantasma,<br />

realidad psíquica, Otro y posición subjetiva, los cuales permitieron el análisis de<br />

los testimonios de los niños, reconociendo que su palabra es una vía fundamental<br />

de acceso a su verdad más íntima.<br />

3


CONTENIDO<br />

INTRODUCIÓN………………………………………………………………………. 6<br />

1. ESTADO DE LA CUESTIÓN ............................................................................ 20<br />

1.1 INTRODUCCIÓN ........................................................................................ 20<br />

1.2 CARACTERIZACIÓN DEL PROBLEMA: DEFINICIÓN Y TIPOS DE<br />

MALTRATO INFANTIL ...................................................................................... 22<br />

1.3 CONSECUENCIAS O EFECTOS DEL MALTRATO INFANTIL.<br />

INVESTIGACIONES PSICOLÓGICAS .............................................................. 24<br />

1.4 INVESTIGACIONES Y ELABORACIONES PSICOANALÍTICAS ............... 26<br />

1.4.1 Maltrato infantil y constitución subjetiva ................................................ 27<br />

1.4.2 Efectos del maltrato infantil en la intersubjetividad ............................... 30<br />

1.4.3 El maltrato psicológico o la mortificación del ser ................................... 33<br />

1.4.4 La inscripción del maltrato en la estructura del vínculo familiar ........... 37<br />

1.4.1 Violencia familiar e institucional ............................................................ 42<br />

2. ¿ES EL MALTRATO TRAUMÁTICO? ............................................................ 45<br />

2.1 EL ESTATUTO DEL NIÑO MALTRATADO EN EL CÓDIGO DE LA<br />

INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA .................................................................... 46<br />

2.2 LA TEORÍA PSICOANALÍTICA DEL TRAUMA .......................................... 51<br />

2.2.1 El trauma: ¿vivencia accidental de seducción o trauma sexual<br />

originario? ...................................................................................................... 51<br />

2.2.2. El traumatismo: terror provocado por un peligro de muerte ................ 58<br />

3. EL ESTATUTO DEL OTRO EN EL MALTRATO ............................................. 64<br />

3.1 LA MADRE: DE SU FUNCIÓN SIMBÓLICA A LA POTENCIA DE SU<br />

CAPRICHO ........................................................................................................ 64<br />

3.1.1 La función simbólica del amor materno: “Una buena madre es…”....... 66<br />

3.1.2 El maltrato materno como exceso pulsional: “me pegaba con una correa<br />

de cuero y con alambre así de luz que no servía” .......................................... 71<br />

4


3.2 LA FUNCIÓN DEL PADRE .......................................................................... 76<br />

3.2.1 El padre imaginario: idealizado o terrorífico .......................................... 77<br />

3.2.2 Del padre castigador al padre feroz ...................................................... 83<br />

3.3 EL OTRO: PAREJA SIGNIFICANTE. “MI PAPÁ MALTRATA A MI MAMÁ” 91<br />

4. RESPUESTAS DEL SUJETO........................................................................ 100<br />

4.1. LA E<strong>ME</strong>RGENCIA DE LA ANGUSTIA, UNA REPUESTA FRENTE AL<br />

TRAUMA .......................................................................................................... 100<br />

4.2 ¿QUÉ SÍNTOMAS EN LOS<br />

NIÑOS?.............................................................................................................105<br />

4.3 FANTASMA Y POSICIONES SUBJETIVAS FRENTE A LA AGRESIVIDAD<br />

DEL OTRO ...................................................................................................... 110<br />

4.3.1. El Fantasma: Mi Padre me Amaltratado ............................................ 113<br />

4.3.2. Hacerse castigar: una posición subjetiva .......................................... 120<br />

4.3.3. ¿Cómo significan los niños las agresiones del Otro y responden a<br />

ellas? ............................................................................................................ 124<br />

4.4. LA POSICIÓN DE LOS NIÑOS FRENTE A LA INSTITUCIONALIZACIÓN<br />

......................................................................................................................... 138<br />

BIBLIOGRAFIA .................................................................................................. 148<br />

Población: Los Niños entrevistados ................................................................. 155<br />

5


El problema de investigación<br />

INTRODUCCIÓN<br />

Entre los fenómenos considerados como traumáticos en nuestra sociedad actual,<br />

es decir, aquellos caracterizados por “una sensación de horror, impotencia,<br />

lesiones graves, o amenaza de lesiones graves, o muerte” 1 , se encuentra el<br />

maltrato infantil como uno de los más estudiados por las disciplinas sociales,<br />

humanas y de la salud, ya que se ha constituido en fuente de preocupación y<br />

alarma para el Estado y las organizaciones defensoras de los derechos humanos,<br />

particularmente de los derechos del niño, planteándose la necesidad no sólo de<br />

estudiarlo, sino también de intervenirlo para disminuir fundamentalmente sus<br />

cifras, las cuales lo han ubicado como un problema de salud pública.<br />

Cada vez es más frecuente escuchar en los medios de comunicación, historias o<br />

noticias en las cuales lamentablemente los niños son protagonistas de diversas<br />

formas de maltrato contra ellos: abuso sexual, explotación, severos castigos<br />

físicos, torturas, humillaciones, abandono e incluso la muerte. Pero de estas<br />

agresiones, quizás la que mayor horror e indignación causa, es aquella propinada<br />

por los padres, pues se hace difícil entender que sean ellos –a los que se les<br />

supone la función de la protección, el cuidado y el amor- quienes dañen a sus<br />

hijos.<br />

Es sabido que el maltrato infantil no es una práctica reciente, el infanticidio fue<br />

admitido hasta el siglo XVII 2 y la pedagogía negra como concepción educativa<br />

imperante en Europa en los siglos XVIII y XIX, avalaba el castigo físico por parte<br />

de los padres y maestros, como una forma de templar el espíritu, erradicar el mal<br />

1 www.bt.cdc.gov/masscasualties/es/copingpub.asp Centros para el Control y la prevención de<br />

enfermedades. Recuperado el 4 de mayo de 2008.<br />

2 Philippe Aries citado por Aida Dinerstein En: Maltrato infantil: delito, síndrome, síntoma, Revista<br />

electrónica Fort- Da. Número 6 - Junio 2003. http://www.psiconet.com Recuperado el 13 de junio<br />

de 2004.<br />

6


que estaba en el niño presente desde el origen, despojarlos de una voluntad<br />

propia, suprimir la intensidad de sentimientos, impedir las tentaciones del pecado<br />

a las que estaba expuesto, entrenarlo en la disciplina y obediencia ciega 3 . Pero es<br />

solamente a mediados del siglo XX cuando la categoría "maltrato infantil" es<br />

recortada por el saber médico y a partir de allí reconocida por la opinión pública<br />

como problemática social, movilizándose en torno suyo gran cantidad de recursos,<br />

legales y jurídicos 4 -también económicos-.<br />

Ante esta problemática, las intervenciones se han orientado en diferentes<br />

direcciones: desde lo médico a evaluar el organismo, comprobar las marcas del<br />

maltrato físico que puede ser observable y medir la magnitud de la agresión,<br />

desde lo jurídico a contrastar el discurso del maltratado con el del maltratador para<br />

verificar la veracidad del delito y tomar medidas con el infractor, desde el trabajo<br />

social a identificar los factores de riesgo de maltrato y asegurar la protección<br />

institucional del menor en caso de ser necesario, y desde la psicología, tanto a la<br />

educación de los agresores sobre los derechos del niño, las pautas de crianza, la<br />

importancia del amor, con el fin de prevenir aquello que se repite sin<br />

comprenderse, como a la evaluación y tratamiento de las consecuencias<br />

psicológicas del maltrato en los niños como la ansiedad, la depresión, la agresión,<br />

comportamientos evitativos, miedo, desesperanza, entre otras.<br />

En los estudios realizados sobre el tema se encuentran, de manera abundante,<br />

diagnósticos del problema. En términos de cifras de maltrato, tipos de maltrato,<br />

caracterizaciones de los agresores y de los agredidos, así como también, aunque<br />

en menor medida, investigaciones que buscan explicar las razones del maltrato<br />

hacia los hijos, desde perspectivas sociológicas, antropológicas, psicológicas,<br />

inclusive psicoanalíticas.<br />

3 Yolanda López, “El maltrato infantil: de la pedagogía negra a la violencia sobre los niños”,<br />

Memorias del seminario- Taller ¿Adolescencia o adolescencias?, Medellín, Instituto Jorge Robledo,<br />

2000, p.125.<br />

4 Aida Dinerstein, Maltrato infantil: delito, síndrome, síntoma, en: Revista electrónica Fort- Da.<br />

Número 6 - Junio 2003. http://www.psiconet.com Recuperado el 13 de junio de 2004<br />

7


Al revisar el campo de las investigaciones psicológicas que se ocupan del menor<br />

maltratado, se encuentra que en ellas se indaga acerca de los efectos o<br />

consecuencias del maltrato. Dicha indagación se realiza mediante registros de<br />

observación, test psicométricos o cuestionarios que arrojan síntomas a nivel del<br />

comportamiento, del pensamiento o a nivel emocional, incluso en ocasiones<br />

quienes dan cuenta de estos cambios del menor no son ellos, sino uno de los<br />

padres, los maestros, cuidadores u otros adultos que convivan con el niño. De<br />

este modo, el fenómeno es ubicado en una dimensión de carácter observable o<br />

medible, constituyéndose como un dato de la experiencia que puede ser<br />

objetivado por la mirada del investigador. Sin duda estos estudios ofrecen su<br />

aporte en cuanto a la descripción, contabilización, clasificación y explicación del<br />

fenómeno, pero estas manifestaciones nada dicen de las marcas producidas a<br />

nivel inconsciente, ya que el sujeto psicológico - el yo - nada sabe de su verdad<br />

más íntima y más oscura.<br />

La indagación de estas marcas o efectos de la agresividad del Otro a nivel<br />

subjetivo, sólo puede ser abordada desde el psicoanálisis, pues es en este campo<br />

que se introduce la categoría de sujeto del inconsciente como sujeto dividido, que<br />

a diferencia del yo, no puede ser observado, no es un dato de la experiencia, no<br />

puede ser contabilizado, sólo puede emerger en la palabra, ya que existe como<br />

efecto del lenguaje.<br />

Al revisar las investigaciones psicoanalíticas sobre el tema, se encuentra que se<br />

han realizado algunos trabajos sobre el fenómeno del maltrato infantil, tanto desde<br />

la perspectiva del maltratador como del maltratado. Esta investigación se sitúa<br />

claramente en la segunda perspectiva; de un lado, por encontrar allí un campo<br />

más abierto a nuevas indagaciones desde esta disciplina, y de otro, por considerar<br />

que las investigaciones e intervenciones realizadas con niños maltratados se<br />

orientan, desde otras perspectivas, a acallar el sufrimiento y borrar las marcas del<br />

Otro, a partir de la protección, la asistencia, la objetivación de sus<br />

manifestaciones. Es necesario entonces, posibilitar una escucha de lo que se ha<br />

8


jugado para cada niño, sin suponer de entrada, que la agresividad del Otro es en<br />

sí misma traumática y produce los mismos síntomas en todos los que la han<br />

padecido. Adicionalmente, el tema del trauma y de la clínica con niños, constituye<br />

desde hace varios años fuente de gran interés para la investigadora, quien se ha<br />

orientado por indagar los efectos y las respuestas subjetivas de los niños frente a<br />

fenómenos como la violencia y el desplazamiento forzado 5 .<br />

Preguntas de investigación<br />

En la presente investigación se interrogan las distintas posiciones subjetivas de los<br />

niños frente a la agresividad del Otro paterno y/o materno, a partir de sus<br />

testimonios, contando con los modos particulares que tiene cada sujeto de<br />

significar los actos o palabras que le vienen del Otro y de responder frente a ellos.<br />

En consecuencia, la pregunta de investigación que orienta este trabajo es la<br />

siguiente: ¿Cuáles son las posiciones subjetivas frente a la agresividad del Otro<br />

materno y/o del Otro paterno durante la infancia? Otras preguntas que se<br />

desprenden del interrogante central y contribuyen a su esclarecimiento son: ¿es<br />

traumática la agresividad que le viene al sujeto del Otro?, ¿cuál es el estatuto del<br />

Otro en el fenómeno del maltrato?, ¿de qué modo significan los niños la<br />

agresividad venida de los Otros primordiales y cómo responden frente a ella?,<br />

¿existen diferencias en cuanto a los efectos y respuestas subjetivas, frente a la<br />

agresividad del Otro paterno y materno?<br />

Estas preguntas suponen tener en cuenta una premisa fundamental del<br />

psicoanálisis: la posición del sujeto no está determinada por la realidad fáctica, por<br />

las contingencias de su vida, por el tipo de padres y el estilo de educación que ha<br />

recibido, en una lógica de causa-efecto, ya que si bien estos elementos<br />

5 Este constituye el problema de investigación del trabajo titulado “La subjetivación de la<br />

experiencia violenta. El miedo en los niños desplazados”, realizado para optar al título de<br />

especialista en Psicología clínica, énfasis: Salud mental. Universidad Pontificia Bolivariana,<br />

Medellín, 2003.<br />

9


intervienen en la constitución de su realidad psíquica, su posición subjetiva está<br />

determinada por su elección fundamental, es decir, su respuesta fantasmática<br />

frente a lo real del trauma que lo constituye como sujeto del inconsciente.<br />

La noción de posición subjetiva implica entonces al sujeto del inconsciente, y no al<br />

yo, es decir, un sujeto que emerge como un efecto de la cadena significante y en<br />

este sentido, no puede ser reducido a la categoría de menor maltratado utilizada<br />

en las ciencias sociales, ya que más allá de su temporalidad biológica como niño,<br />

adolescente o adulto que ha vivido experiencias de maltrato, lo que se pone en<br />

juego cuando hablamos de posición subjetiva, es el apresamiento de la<br />

subjetividad por el lenguaje.<br />

Si bien se reconoce el maltrato como fenómeno que tiene un lugar a nivel social,<br />

cultural y jurídico, la pregunta de investigación introduce la noción de agresividad<br />

puesto que el psicoanálisis no ve en ella una simple manifestación o contingencia,<br />

sino un asunto de estructura; es así que Freud incluye entre la dotación pulsional<br />

del ser humano “una buena cuota de agresividad” 6 , la cual puede encontrar<br />

diversas formas de satisfacerse a través de la humillación, la explotación, la<br />

martirización, la crueldad, los excesos inmotivados o la injuria.<br />

Ahora bien, en el fenómeno que aquí se estudia, esta agresividad le viene al niño<br />

del padre y/o la madre pudiendo estos ocupar un estatuto simbólico, imaginario o<br />

real, según representen para él la función del Otro; el lugar del otro semejante, o<br />

bien una figura feroz y terrorífica que “que sólo aspira al daño, al sacrificio del<br />

sujeto" 7 ; estatuto que va a depender de la significación que le de el niño al acto,<br />

sin dar por hecho que en todos los casos la agresividad sea interpretada como<br />

maltrato. En este sentido el término agresividad está entonces orientado a partir<br />

de la concepción freudiana que incluye todas las perspectivas anteriormente<br />

6<br />

Sigmund Freud, “El malestar en la cultura”, Obras completas, volumen 21, Buenos Aires,<br />

Amorrortu, 2ª edición en castellano 1986, p. 108<br />

7<br />

Yolanda López, ¿Por qué se maltrata al más íntimo? Una perspectiva psicoanalítica del maltrato<br />

infantil, Bogotá, Editorial Universidad Nacional de Colombia, 2002, p. 128.<br />

10


mencionadas y no se circunscribe a la supuesta equivalencia entre agresividad y<br />

registro imaginario en la teoría de Lacan.<br />

Quiere interrogarse entonces la posición subjetiva frente a aquellos actos<br />

provenientes de quienes el niño esperaría los cuidados y el amor, los cuales le son<br />

fundamentales no sólo para sobrevivir sino para existir como sujeto. El padre y la<br />

madre en tanto Otros primordiales en la constitución psíquica del sujeto, son<br />

tomados aquí como funciones y no como progenitores, teniendo en cuenta la<br />

diferenciación entre la función de la madre y la función del padre, pues mientras la<br />

primera inscribe al niño en el amor y el deseo, la segunda lo inscribe en la Ley.<br />

Además, el niño está expuesto al goce de la mujer que hay en la madre y al goce<br />

perverso del padre, goces vehiculizados en las formas extremas de exclusión,<br />

flagelación, y destrucción, cuyos efectos se espera vislumbrar en el presente<br />

trabajo 8 .<br />

Objetivos<br />

Objetivo general:<br />

- Dilucidar las posiciones subjetivas frente a la agresividad del Otro materno y el<br />

Otro paterno durante la infancia, en niños que se encuentran bajo medidas de<br />

protección.<br />

Objetivos específicos:<br />

- Esclarecer la relación entre las nociones de trauma y fantasma con el<br />

fenómeno del maltrato.<br />

8 Cabe aclarar que si bien en la pregunta de investigación se utilizan los términos de Otro materno<br />

y Otro paterno - con mayúscula- aludiendo así a las funciones simbólicas y no a los progenitores,<br />

esto no supuso dejar por fuera las dimensiones imaginaria y real del padre y la madre, ya que ellas<br />

también están implicadas en la constitución del sujeto.<br />

11


- Dilucidar qué es lo que se constituye como traumático de la agresividad del<br />

Otro materno y paterno durante la infancia.<br />

- Analizar el estatuto del Otro en el fenómeno del maltrato desde los registros<br />

real, simbólico e imaginario.<br />

- Identificar las distintas significaciones y respuestas subjetivas de los niños<br />

frente a la agresividad del Otro materno y/o paterno, a través de sus<br />

testimonios.<br />

Consideraciones metodológicas<br />

El reconocimiento del sujeto del inconsciente, como aquel que a diferencia del<br />

sujeto clásico - el del cogito- , se oculta, se esconde, no sabe lo que dice, no<br />

conoce el texto que porta, conlleva dos consideraciones fundamentales con<br />

respecto al método. La primera, que el sujeto no está siempre allí, listo para ser<br />

observado o capturado por el investigador en cualquier palabra que dice, ya que el<br />

sujeto se produce como una emergencia, una irrupción, en el sentido de lo que<br />

emerge y a veces de lo que no da espera para hacerse escuchar. La segunda,<br />

que el inconsciente en tanto estructurado como un lenguaje, no se concibe como<br />

una profundidad, por lo que no se presupone que entre más tiempo se escuche y<br />

más profundas sean las entrevistas más se logra acceder a él.<br />

Esto conduce a considerar el método psicoanalítico como el único posible para<br />

hacer emerger al sujeto del inconsciente y captarlo en sus evanescencias, por lo<br />

que es tomado como método de investigación, en tanto posibilita indagar, "los<br />

procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías" 9 , y no en tanto<br />

tratamiento. En consecuencia esta investigación se sirve de dos vías<br />

simultáneamente: una práctica y otra teórica. La práctica conllevó la realización de<br />

entrevistas a diez niños entre los 6 y los 13 años de edad, siete de ellos se<br />

encontraban internados en instituciones de protección por situación de maltrato y/o<br />

9 Sigmund Freud, “Dos artículos de enciclopedia: y ”,<br />

Obras completas, volumen 18, Buenos Aires, Amorrortu, 2ª edición en castellano 1984, p. 231.<br />

12


abandono, cuatro en la ciudad de Pereira y tres en una institución de Medellín;<br />

dos niños se encontraban en un hogar sustituto de Bienestar Familiar, y una niña,<br />

cuyo padrastro se encontraba bajo medida de amonestación 10 . La vía teórica,<br />

implicó el abordaje de conceptos psicoanalíticos, como los de trauma, angustia,<br />

realidad psíquica, fantasma, Otro y posición subjetiva, los cuales permitieron el<br />

análisis de los testimonios de los niños. Así mismo, la revisión teórica posibilitó la<br />

formulación de algunas hipótesis, las cuales fueron contrastadas con el material<br />

obtenido en las entrevistas.<br />

En el proyecto de investigación se formularon cuatro hipótesis. La primera, supone<br />

que lo que deviene traumático de la vivencia del maltrato es la pérdida del amor<br />

del Otro, ante la caída de los soportes imaginarios donde se anclaba el sujeto en<br />

el deseo del Otro. La segunda que el maltrato deviene traumático cuando está por<br />

fuera no solo del revestimiento libidinal sino también de su inscripción en lo<br />

simbólico. La tercera, que la satisfacción pulsional de un sujeto o en otras palabras<br />

su fijación de goce -lo que también implica sus renuncias o privaciones a dicho<br />

goce-, es la que determina su posición fantasmática, y no los acontecimientos en<br />

sí mismos. Y la cuarta, que si el padre en lugar de operar una pérdida de goce,<br />

correlativa a la castración, produce un más de goce a través de actos de crueldad<br />

y violencia, quizás, en lugar de introducir al sujeto por la vía del deseo, lo lleve por<br />

la pendiente del goce.<br />

Lugar del investigador: Entendimiento, no comprensión<br />

Tomar el método psicoanalítico como método de investigación, implica<br />

preguntarse por la función y el lugar del investigador, interrogando si estas son las<br />

mismas del psicoanalista.<br />

10 Véase: Anexo 1. Se presentan las razones, el tiempo y tipo de la medida de protección en cada<br />

uno de los casos, las condiciones familiares, la edad y el número de entrevistas realizadas con<br />

cada niño.<br />

13


Con respecto a la función del investigador, puede decirse que no es la misma que<br />

ocupa el analista en el dispositivo. En éste último, el analista está en posición de<br />

semblante de objeto a, como aquel que causa el deseo de saber en el analizante,<br />

reenviando al sujeto al encuentro con su división, para hacer emerger en el lugar<br />

de la producción los significantes amo que lo determinan y en el lugar de la<br />

verdad el saber de lo inconsciente. Aquí la pregunta, el enigma, se sitúan del lado<br />

del analizante, quien a partir de ella dirigirá su demanda a un analista a quien le<br />

supone un saber sobre su síntoma.<br />

Por el contrario, el investigador le dirige una demanda a quien tiene un saber<br />

sobre su problema de investigación, saber que le ha dado su experiencia, en la<br />

cual le pide que hable, si así lo desea, sobre dicha experiencia. En este sentido el<br />

investigador se sitúa como un sujeto dividido, término ubicado en posición de<br />

agente en el discurso de la histérica, y el entrevistado (S1), está en el lugar del<br />

Otro. En este discurso el saber emerge en el lugar de la producción, el cual será<br />

posteriormente formalizado por el investigador a la luz de la teoría, permitiendo<br />

que ésta sea corroborada, rectificada o enriquecida. En el lugar de la verdad está<br />

el objeto a, como aquello que causa el deseo de saber del investigador, lo<br />

sostiene y lo moviliza en su búsqueda incesante.<br />

Ahora bien, Colette Soler siguiendo a Jacques Lacan, diferencia dos posiciones<br />

posibles del analista, las cuales se pueden ubicar en el grafo del deseo, una en la<br />

que éste se sitúa en el nivel de las demandas, en el piso inferior de grafo, es el<br />

nivel de la sugestión, contestando a la demanda del paciente, bien sea desde la<br />

gratificación o desde la frustración, esto es una manera de dirigirse en función de<br />

los objetos de la demanda y no en función del vacío de la demanda de amor. Esta<br />

posición corresponde a la comprensión, la cual se ubica en el registro de lo<br />

imaginario, es la idea de ser un par con el paciente, estar en simpatía con él, en<br />

posición de simetría, orientándose por la similitud.<br />

14


De otro lado, está la posición de la transferencia, ubicada en la línea superior del<br />

grafo, donde se escucha no desde la comprensión sino desde el entendimiento.<br />

Entender significa fijarse en los efectos de sintaxis del discurso, éste es el registro<br />

del significante y su lógica. Lo que aquí agrega Lacan, dice Soler “es la idea de<br />

aislar, de hacer salir la enunciación de un discurso” 11 .<br />

Es esta segunda posición la que se adoptó en la escucha de los testimonios de los<br />

niños, atendiendo a aquello que más allá de lo enunciado tenía lugar en la<br />

enunciación, puesto que sólo en este nivel puede aparecer la verdad del sujeto, ya<br />

sea enunciada, suspendida o anunciada. Aún cuando esta verdad no se<br />

corresponda con la veracidad, con la realidad de los hechos, ya que su lógica a<br />

diferencia de aquella que rige el pensamiento consciente, admite las múltiples<br />

respuestas divergentes, las contradicciones, sin que estas se excluyan o se<br />

anulen, así como tampoco está regida por la temporalidad cronológica.<br />

Reconocer el modo en que opera la lógica de lo inconsciente, implicó tener en<br />

cuenta las distintas versiones de los niños con respecto a sus vivencias, aunque<br />

estas resultaran contradictorias o incluso opuestas, concediéndole a cada una de<br />

ellas un valor de verdad, pero reconociendo a la vez aquello que se repite en las<br />

distintas respuestas “como al azar”.<br />

11 Colette Soler, La relación con el ser, donde tiene lugar la acción del analista. Lección del 22 de<br />

junio de 1986 del Seminario del Campo Freudiano en Barcelona sobre La dirección de la cura, p.<br />

53.<br />

15


“Lo que se repite, en efecto, es siempre algo que se produce -la<br />

expresión dice bastante sobre su relación con la tyche- como el<br />

azar. Los analistas, por principio, nunca nos dejamos engañar por<br />

eso. En todo caso, recalcamos siempre que no hay que caer en la<br />

trampa cuando el sujeto nos dice que ese día sucedió algo que le<br />

impidió realizar su voluntad, esto es, venir a la sesión. No hay que<br />

tomar a pie juntillas la declaración del sujeto -en la medida,<br />

precisamente, en que siempre tratamos con ese tropiezo, con ese<br />

traspié, que encontramos a cada instante. Este es por excelencia<br />

el modo de aprehensión que entraña el nuevo desciframiento que<br />

hemos propuesto de las relaciones del sujeto con lo que<br />

constituye su condición” 12 .<br />

Lógica de la entrevista<br />

Las entrevistas mediante las cuales se realizó la indagación de las posiciones<br />

subjetivas de los menores expuestos a la agresividad de sus padres, estuvieron<br />

orientadas a la localización subjetiva. Este tipo de entrevistas, si bien proceden del<br />

método clínico psicoanalítico, no tuvieron como propósito verificar las condiciones<br />

de una entrada en análisis, como si lo tienen las entrevistas preliminares; puesto<br />

que no buscaban avalar la demanda de análisis, establecer un diagnóstico<br />

preliminar, constituir una transferencia analítica, ni posibilitar una rectificación<br />

subjetiva.<br />

Estas entrevistas tienen un carácter semidirigido "en el sentido en que no es<br />

enteramente abierta, ni se canaliza mediante un gran número de preguntas<br />

precisas" 13 . No es completamente abierta ya que el investigador está orientado<br />

sobre aquello del fenómeno que busca interrogar, a partir de su pregunta de<br />

12<br />

Jacques Lacan, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, El Seminario, Libro 11,<br />

Buenos Aires, Paidós, 1987, pp. 62-63.<br />

13<br />

Campenhoudt, L. V y Quivy, R, Manual de investigación en ciencias sociales, México, Limusa,<br />

2001, p. 184.<br />

16


investigación y de sus categorías temáticas, lo que implica que dispone de una<br />

serie de preguntas guía, relativamente abiertas que sirven de grandes puntos de<br />

orientación, las cuales son ordenadas, ajustadas y formuladas en el transcurso de<br />

la entrevista misma. Sin embargo es esencial que el entrevistador posibilite el libre<br />

discurrir de la palabra del entrevistado, ya que sólo de esta forma pueden<br />

identificarse las modalizaciones de los dichos, es decir, las palabras e incluso el<br />

tono que indican la posición que el sujeto asume ante lo que dice.<br />

El investigador, debe seguir el rumbo de las respuestas del entrevistado, es decir,<br />

orientarse por los surcos que va tomado el discurso para dejarse sorprender,<br />

indagando de una manera general los aspectos contemplados en las categorías,<br />

pero teniendo sumo cuidado de no forzar las repuestas. En otras palabras, debe<br />

estar dispuesto al azar de la experiencia que permite el encuentro con lo real, tal<br />

como lo plantea Francois Leguil al referirse al lugar del analista en las<br />

presentaciones de pacientes, se requiere, “una aptitud para dejarse conducir, para<br />

dejarse devenir uno mismo un efecto de la sorpresa, no para que la inocencia sea<br />

encumbrada sino para que se comprenda, en un tiempo conciso y finalmente muy<br />

corto, que por medio de lo que un paciente hace de nosotros se puede obrar e<br />

intentar dar vuelta a una situación” 14 .<br />

Entonces lo que ha de comprenderse no es la historia del entrevistado, sino<br />

justamente que esta práctica de las entrevistas está sometida a un encuentro, en<br />

el que el entrevistador se convierte en un efecto de la sorpresa, la cual no supone<br />

la inocencia, pues no es posible prescindir del saber y la experiencia previa, sino<br />

mas bien que la teoría no haga obstáculo a la escucha del decir del sujeto, o en<br />

otras palabras, que no impida la emergencia de algo de su verdad más íntima.<br />

Aunque en esta investigación se esperaba realizar más de una entrevista con<br />

cada niño con la pretensión de abordar asuntos que no hubieran sido desplegados<br />

en el primer encuentro o formular preguntas que se hubieran desprendido de las<br />

14 Leguil, Francois. “La experiencia enigmática de la psicosis en las presentaciones clínicas”, En:<br />

Del Edipo a la sexuación, Buenos Aires, Paidós, 2005, p.295.<br />

17


epuestas aportadas por el entrevistado, no siempre esto se pudo lograr, de allí<br />

que en este tipo de entrevistas, al igual que en las presentaciones de pacientes, la<br />

función del entrevistador es un aspecto esencial, pues de él depende hacer la<br />

pregunta precisa y oportuna.<br />

“Preguntas precisas sobre un elemento del discurso, obstáculos puestos a<br />

la voluntad del decir del entrevistado, sostenerlo en el discurso cuando no<br />

se sostiene sólo, afirmaciones puntuales, hacen al quehacer del<br />

psicoanalista, quien tiene vedado comprender, esto es, dar por supuesto el<br />

sentido de lo que se dice” 15 .<br />

En cuanto a los aspectos abordados en las entrevistas, se indagó, cómo hablan<br />

los niños de sí mismos, si se nombran o no como maltratados, cuál es su modo de<br />

responder frente a la agresividad venida del padre o la madre, cómo se ven ellos<br />

en relación con el Otro que agrede, si justifican o no la agresión, si se ubican<br />

siendo amados u odiados, siendo víctimas o siendo culpables, cuál es su posición<br />

con respecto a la medida de protección, cómo han vivido este proceso, qué<br />

implicaciones ha tenido para ellos el hecho de estar en una institución y no con su<br />

familia, qué esperan y qué desean para su futuro.<br />

Así mismo se indagó de qué modo son nombrados y significados por los niños los<br />

actos del padre y de la madre, qué le ha venido de cada uno de ellos, qué sentido<br />

le da a sus palabras, gestos, acciones u omisiones o qué le hace enigma. Aquí es<br />

necesario mencionar que se trató de captar aquello que el niño construye respecto<br />

a su padre o su madre, y no aprehenderlos en su realidad fáctica, pues es la<br />

realidad psíquica la que determina su posición subjetiva.<br />

Teniendo en cuenta las anteriores consideraciones metodológicas, los aportes de<br />

esta investigación no se dirigen a brindar pautas de intervención con los niños<br />

15 Jorge, Chamorro. El encuentro del psicoanalista con el psicótico. En: Del Edipo a la sexuación.<br />

Editorial Paidós, Buenos Aires, 2005, p. 289.<br />

18


maltratados susceptibles de ser estandarizadas para todos los que hayan vivido<br />

esta situación, sino a subrayar la necesidad de escuchar y tener en cuenta las<br />

posiciones subjetivas de cada uno de los niños frente a la agresividad del Otro, de<br />

manera que estos no sean ubicados de entrada en el lugar de víctima, que debe<br />

ser siempre separado de quienes vulneran su integridad; sin negar con esto la<br />

importancia de proteger al niño cuando esté expuesto al daño proveniente del<br />

Otro.<br />

19


1.1 INTRODUCCIÓN<br />

1. ESTADO DE LA CUESTIÓN<br />

El fenómeno del maltrato infantil viene siendo estudiado en los últimos veinte años<br />

de una manera creciente por las disciplinas de las Ciencias Sociales. De esto da<br />

cuenta el Estado del arte titulado Investigación sobre el maltrato infantil en<br />

Colombia 1985-1996 realizado por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar,<br />

la fundación FES y la asociación Afecto de Bogotá, en el cual se registran 278<br />

proyectos de investigación- intervención y 1.046 referencias bibliográficas sobre el<br />

tema, realizado en siete macroregiones colombianas (Costa Atlántica, Nororiental,<br />

Noroccidental, Centro, Viejo Caldas, Suroriental y como otra región Huila y<br />

Tolima) 16 .<br />

En otro Estado del Arte titulado Balance de las investigaciones sobre violencia en<br />

la familia en Antioquia y su área metropolitana 17 , de veintiséis estudios recogidos,<br />

se identificaron y analizaron diez investigaciones sobre maltrato contra el menor<br />

de los cuales ocho son de la década del 90' y dos de finales de los 80'. En estas<br />

investigaciones sólo cuatro se ocupan de los efectos de la violencia en menores:<br />

efectos físicos, emocionales, en el aprendizaje y efectos negativos en los<br />

hermanos de los menores 18 . Las demás investigaciones indagan por las causas o<br />

por factores asociados, entre los cuales se destacan factores socioeconómicos<br />

como pobreza, hacinamiento, necesidades básicas insatisfechas, mendicidad o<br />

trabajo del menor, baja escolaridad de los padres; factores socioculturales como<br />

pautas de crianza, baja conciencia colectiva sobre el maltrato, relaciones de poder<br />

en la familia como expresión de las relaciones de poder en la sociedad; factores<br />

16 Sonia Mejía de Camargo, Investigación sobre el maltrato infantil en Colombia 1985-1996. Estado<br />

del arte,Tomos I y II, Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Fundación FES y asociación<br />

Afecto, Bogotá, 1997.<br />

17 Blanca Inés Jiménez et al, “Balance de las investigaciones sobre violencia en la familia en<br />

Antioquia y su área metropolitana”, en: Balance de los Estudios sobre Violencia en Antioquia,<br />

INER- Universidad de Antioquia, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2001, p. 10.<br />

18 Ibíd.<br />

20


psicológicos como hijos no deseados y expectativas no satisfechas frente al<br />

menor, ambivalencia en los sentimientos de amor y odio, tensión o estrés por no<br />

logro de metas, proyección de conflictos inconscientes, problemas de salud<br />

mental; factores familiares como inestabilidad familiar, dificultades en la<br />

comunicación, conflictos entre los padres, transmisión generacional.<br />

La mayoría de las investigaciones sobre el maltrato infantil son realizadas desde<br />

marcos referenciales soportados en la sociología, la antropología, la psicología, el<br />

trabajo social, la pedagogía, incluso la salud pública. Se observa, tal como lo<br />

plantea Yolanda López en el estado de la cuestión que realiza sobre el tema, que<br />

estas disciplinas establecen un perfil del problema, al dar cuenta de los agentes<br />

del maltrato, los tipos de violencia que se dan en el hogar, las coyunturas de su<br />

desencadenamiento, las interrelaciones causa- efecto, sus modalidades e<br />

intensidades, los efectos observables y presumibles para la intimidad del<br />

maltratado y de la familia, y las tendencias cuantitativas y cualitativas registradas<br />

para el fenómeno en la sociedad 19 . Es de destacar que asuntos como las<br />

implicaciones psíquicas asociadas con el maltrato y en particular la posición del<br />

niño frente al maltrato, objeto del presente estudio, no son tratadas a profundidad<br />

en estas investigaciones. Sin embargo, son esclarecedoras sobre la manera cómo<br />

es entendido el maltrato desde las disciplinas sociales.<br />

En el presente capítulo se expone el estado del conocimiento psicológico y<br />

psicoanalítico en la temática del llamado “maltrato infantil”, teniendo en cuenta<br />

especialmente los trabajos que se dedican al estudio del niño maltratado y no los<br />

que abordan las explicaciones sobre el maltrato, por cuanto esta investigación se<br />

interesa en quienes han vivenciado las agresiones del padre y/o la madre y no en<br />

quienes las agencian, además ya se cuenta con estados de la cuestión que se<br />

ocupan de la temática de las causas y factores asociados al maltrato, desde<br />

diversas disciplinas.<br />

19 Yolanda López, ¿Por qué se maltrata al más íntimo? Una perspectiva psicoanalítica del<br />

maltrato infantil, Op. cit., p. 35.<br />

21


En él se exponen algunas definiciones del maltrato infantil así como los distintos<br />

tipos que se han diferenciado, el estudio de los efectos de éste en el niño en<br />

algunas investigaciones psicológicas y posteriormente, algunos abordajes del<br />

problema en investigaciones y elaboraciones teóricas psicoanalíticas. Así mismo<br />

se tendrán en cuenta las consideraciones metodológicas de los trabajos revisados.<br />

1.2 CARACTERIZACIÓN DEL PROBLEMA: DEFINICIÓN Y TIPOS DE<br />

MALTRATO INFANTIL<br />

Entre las definiciones de maltrato infantil encontradas en las investigaciones<br />

psicológicas y psicoanalíticas, es posible identificar como elemento común el<br />

hecho de considerar el maltrato infantil como una forma de agresión física, verbal<br />

o psicológica de un adulto hacia el menor. Mientras las investigaciones<br />

psicológicas plantean que éste trae serias consecuencias a nivel físico, cognitivo,<br />

intelectual, afectivo, psicológico y social, los estudios psicoanalíticos señalan que<br />

el maltrato tiene efectos significativos en la constitución subjetiva, en la forma de<br />

amar, de desear y de gozar del sujeto maltratado.<br />

Algunas investigaciones definen el maltrato por la intencionalidad del acto,<br />

mientras otras plantean que se considera maltrato cualquier agresión aún cuando<br />

esta no sea realizada de manera intencional 20 . También se destaca que pueden<br />

ser considerados como maltrato aquellos actos de omisión que traigan<br />

consecuencias negativas para el niño, realizados por individuos particulares, o por<br />

la sociedad en su conjunto, que privan a los niños de su libertad, derechos, óptimo<br />

desarrollo etc.<br />

20 Sandra Viviana Rincón et, al., Manifestaciones del desarrollo en niños abandonados. Tesis para<br />

optar al título de psicóloga. Cali, Universidad Javeriana, 1999 y Flor María Díaz, El maltrato infantil<br />

y la constitución subjetiva, Monografía de la Especialización en niños con énfasis en psicoanálisis,<br />

Medellín, Universidad de Antioquia, 2000.<br />

22


En otra investigación se asume el maltrato como el acto violento en sí mismo, la<br />

violencia es considerada como "toda agresión destructiva que involucra daño o<br />

riesgo de daño a otros, a su libertad o propiedad (…) la violencia puede definirse<br />

como el resultado de la agresividad humana manifiesta en las relaciones<br />

intersubjetivas o dirigida contra sí mismo en el cual se emplea la energía con el<br />

propósito de causar daño" 21 .<br />

Dentro de los tipos de maltrato estipulados en las investigaciones revisadas 22 se<br />

encuentran: el maltrato físico, entendido como la acción intencional que provoca<br />

daño o enfermedad en el niño y que deja una huella física; el maltrato emocional,<br />

entendido como las conductas de los cuidadores que implican rechazo e insultos;<br />

la negligencia o abandono, el cual puede ser emocional o físico, donde el primero<br />

alude a todos aquellos descuidos emocionales, en los cuales el niño no recibe<br />

afecto, estimulación, apoyo o la protección necesaria en cada estado de su<br />

evolución, afectándose su desarrollo y el segundo, corresponde a situaciones de<br />

necesidad física o básica del menor que no son atendidas adecuadamente por<br />

ningún adulto que convive con él, como alimentación, seguridad, higiene etc.; el<br />

maltrato psicológico, definido como todas aquellas acciones violentas sobre una<br />

persona que no dejan huella física pero que tienen incidencia en su afectividad o<br />

en su desarrollo cognitivo, tales como el rechazo, la degradación, la aterrorización,<br />

la corrupción, el aislamiento, la explotación, negación de la responsabilidad<br />

emocional; el maltrato económico, es considerado como la vinculación del menor a<br />

actividades laborales con solo ventajas para el contratante; y el maltrato cultural, el<br />

21 Andrés Felipe Palacio e Isabel Jaramillo, Un caso de maltrato infantil a la luz de una teoría<br />

psicoanalítica del trauma. Trabajo de grado para optar al título de psicólogo, Medellín, Universidad<br />

San Buenaventura, 2002, p.13.<br />

22 Flor María Díaz, El maltrato infantil y la constitución subjetiva, Monografía de la Especialización<br />

en niños con énfasis en psicoanálisis, Medellín, Universidad de Antioquia, 2000; Sandra Viviana<br />

Rincón et al., Manifestaciones del desarrollo en niños abandonados. Tesis para optar al título de<br />

psicóloga. Cali, Universidad Javeriana, 1999; Erica Katherine Sierra, Estudios sobre el maltrato<br />

infantil, Caso particular niños pertenecientes a la etnia Ticuna, municipio de Puerto Nariño,<br />

Amazonas, Monografía para optar al título de psicóloga, Bogotá, Universidad Nacional de<br />

Colombia, 1998; Cristina Castro, Maltrato infantil, Monografía de la Maestría en psicología clínica,<br />

Bogotá, Fundación Universitaria Konrad Lorenz, 1995; Maria Carmenza Bermúdez, y Magdalena<br />

González, Tipos de castigo y sus efectos en el desarrollo sociopsicoafectivo de los niños, según<br />

casos registrados en la Comisaría de familia de la ciudad de Manizales. Tesis para optar al título de<br />

profesional en desarrollo familia, Manizales, Universidad de Caldas, 1994.<br />

23


cual se evidencia cuando el padre tiene un trasfondo cultural diferente a la<br />

comunidad donde vive, por lo que puede aferrarse a sus valores culturales<br />

reaccionando con agresividad hacia sus hijos, resistiéndose a cualquier tipo de<br />

cambio.<br />

1.3 CONSECUENCIAS O EFECTOS DEL MALTRATO INFANTIL.<br />

INVESTIGACIONES PSICOLÓGICAS<br />

Se ha planteado que las consecuencias varían dependiendo de la edad del niño<br />

en la que fue maltratado, la severidad y el tipo de maltrato 23 y estas pueden ser de<br />

tipo físico, emocional, conductual, social y del desarrollo.<br />

A nivel físico puede tener efectos en el organismo tales como daños orgánicos por<br />

descuido, retraso en el desarrollo, enfermedad, e incluso en ocasiones, la muerte.<br />

A nivel emocional éste trae serias consecuencias como: frustración e inestabilidad<br />

emocional, inseguridad, retraimiento, ansiedad, baja autoestima, depresión,<br />

conductas violentas, conductas pasivas, miedo y falta de confianza en las figuras<br />

paternas. El abandono puede traer consecuencias en la expresión corporal, tales<br />

como: maximización de las expresiones como una forma de ser tenidos en cuenta,<br />

cambio repentino de expresiones que connotan sentimientos, negación a la<br />

sensibilización del dolor físico, retroflexión (introversión), agresión a los objetos y<br />

en las relaciones personales, debido a que estos niños carecen de una<br />

representación de lo que significa el rol de hijo en un hogar 24 .<br />

A nivel conductual los niños presentan frecuentemente desórdenes externalizados<br />

como agresión, hiperactividad, comportamientos evitativos frente a los adultos y<br />

compañeros. A nivel social, se ha encontrado que el maltrato puede producir<br />

dificultades en la formación de relaciones positivas con otros y estas tienden a<br />

restringirse dentro de su ambiente social. A nivel del desarrollo se han encontrado<br />

23 Cristina Castro, Maltrato infantil, Op. cit.<br />

24 Sandra Viviana Rincón et al, Manifestaciones del desarrollo en niños abandonados, Op. cit.<br />

24


ajos niveles de desempeño académico, la adquisición del lenguaje puede<br />

tornarse lenta así como pueden presentarse alteraciones de la atención y el<br />

aprendizaje.<br />

Las actitudes predominantes en los niños maltratados son la soledad, agresividad,<br />

incapacidad para recibir amor, atención y cariño debido a la privación de afecto, de<br />

esta manera no se encuentran preparados para establecer buenas relaciones<br />

interpersonales ya que la socialización empieza en el núcleo familiar.<br />

Igualmente se han encontrado en el menor maltratado problemas de inseguridad,<br />

manifestados en el temor a fracasar en sus actividades cotidianas, timidez,<br />

retraimiento, aislamiento, se plantea que estas conductas pueden surgir de<br />

alteraciones en el establecimiento y en la fuerza del vínculo afectivo padre e hijo.<br />

Se evidencia que las investigaciones psicológicas, ubican los efectos o<br />

consecuencias del maltrato en el niño en una dimensión observable o medible<br />

mediante registros de observación, test psicométricos o cuestionarios que arrojan<br />

síntomas a nivel del comportamiento, del pensamiento o a nivel emocional. Incluso<br />

en muchas ocasiones no es el niño quien da cuenta de estos cambios, sino los<br />

padres, maestros, cuidadores u otros adultos que convivan con él. En este sentido<br />

se incluye poco o se excluye la palabra del niño, sin la cual nada podrá saberse de<br />

lo que está en juego a nivel subjetivo.<br />

En cuanto a los test o cuestionarios, estos proponen unas respuestas<br />

preestablecidas y estandarizadas a partir de los síntomas que se suponen deben<br />

presentarse, o de criterios de inclusión y exclusión para el diagnóstico de<br />

patologías, dejando por fuera la particularidad de la vivencia, los accidentes del<br />

lenguaje, las alusiones a aquello vivido como innombrable o enigmático. Desde la<br />

observación y la medición de cambios del comportamiento de los niños<br />

maltratados, sólo puede darse cuenta de la afectación de los procesos cognitivos,<br />

del desarrollo, habilidades, actitudes y emociones, que si bien son importantes y<br />

25


evidencian sin lugar a dudas alteraciones significativas que deben ser tenidas en<br />

cuenta para el trabajo con estos niños y con sus padres, nada dicen de las<br />

posiciones y respuestas subjetivas, ya que el yo nada sabe de su verdad más<br />

íntima y más oscura, la cual sólo puede emerger en las fallas, equívocos,<br />

tropiezos y contradicciones del discurso racional 25 .<br />

Es por esto que las respuestas del sujeto no pueden ser contabilizadas ni<br />

sometidas a los criterios de validez y confiabilidad de las pruebas psicológicas;<br />

primero, porque aquello que lo caracteriza es que puede mentir, como Freud lo<br />

demostró, “nos muestra, que en el sujeto humano hay algo que habla, que habla<br />

en el pleno sentido de la palabra, es decir algo que miente, con conocimiento de<br />

causa, y fuera del aporte de la conciencia” 26 . Y segundo, porque el inconsciente<br />

admite las múltiples respuestas contradictorias, sin anularlas, ni excluirlas.<br />

1.4 INVESTIGACIONES Y ELABORACIONES PSICOANALÍTICAS<br />

Mientras en las investigaciones psicológicas se considera al menor como un ser<br />

vulnerable, pasivo y sometido, y por consiguiente víctima del maltrato, en las<br />

elaboraciones psicoanalíticas sobre el tema, se reconoce que si bien el niño puede<br />

ser víctima de un adulto que lo somete a su poder y su crueldad, también tiene el<br />

estatuto de sujeto responsable, en tanto es un sujeto de la elección, que responde<br />

de una manera particular frente a aquello que le viene del Otro. En este sentido la<br />

noción de responsabilidad subjetiva ocupa un lugar importante en varios trabajos,<br />

tanto del agresor como de quien es objeto de la agresión. Reconocer dicha<br />

responsabilidad de ningún modo implica desconocer que los excesos del Otro<br />

25 También llamado por Lacan discurso corriente, común, discurso de la realidad, aquel que<br />

corresponde a la palabra vacía, en el cual el sentido ya está de alguna manera dado, fijado de<br />

antemano, a diferencia de la cadena significante en la que se producen los efectos de creación de<br />

sentido. Ver: Seminario 5. Las Formaciones del inconsciente. Clase 1. Paidos, Buenos Aires,1999,<br />

p.18<br />

26 Jacques Lacan, Los escritos técnicos de Freud, El seminario, Libro 1, Paidos, Buenos Aires,1°<br />

edición en español, 1981,p.287<br />

26


sobre el niño, producen consecuencias en el sujeto en sus modos de amar,<br />

trabajar, desear y gozar.<br />

En varios de los trabajos revisados como el de Palacio y Jaramillo y el de Díaz, se<br />

aborda el tema del maltrato a la luz de la teoría psicoanalítica sobre el trauma,<br />

considerando este último en su valor estructural y constitutivo, el cual tiene efectos<br />

retroactivos que son particulares a cada sujeto. Se resalta el carácter excesivo de<br />

la vivencia traumática, la cual no alcanza una significación y se muestra refractaria<br />

a inscribirse en lo simbólico.<br />

Otro aspecto abordado en varias investigaciones como son la de López y la de<br />

Eliacheff, es el de las instituciones de protección, frente a lo cual hay distintas<br />

posiciones, que van desde el reconocimiento se su función de ley, en tanto<br />

introducen un límite a los excesos de los padres sobre sus hijos, hasta<br />

considerarlas generadoras de mayor violencia.<br />

1.4.1 Maltrato infantil y constitución subjetiva<br />

La investigación realizada por Flor María Díaz Chalarca, que lleva por título El<br />

Maltrato infantil y la constitución subjetiva, es una monografía alrededor de la<br />

pregunta acerca de cómo el maltrato infantil afecta la constitución del sujeto,<br />

partiendo de la hipótesis de que si bien es cierto que para dar cuenta de dicha<br />

constitución están la estructura y su operador -el padre real como agente de la<br />

castración -, también es cierto que cada persona tiene que enfrentarse a una<br />

pareja parental particular que ha de afectar la estructuración del sujeto, cuando se<br />

da bajo la realidad del maltrato.<br />

El trabajo se realiza a partir de la revisión bibliográfica psicoanalítica para dar<br />

cuenta y articular conceptos como el trauma, la historia, necesidad, demanda y<br />

deseo, relación de objeto, deseo de la madre y función paterna, complejo de<br />

Edipo, castración, pulsión de muerte, agresividad y fantasma, sirviéndose así<br />

mismo la autora de algunas breves viñetas clínicas de personas que fueron<br />

27


maltratadas en su infancia, para ilustrar algunos efectos del maltrato, así como la<br />

responsabilidad subjetiva del maltratado.<br />

Lo primero que introduce la autora es el valor que tiene la propuesta freudiana del<br />

trauma, entendido en el aprés coup de la significación que hace el sujeto de un<br />

hecho vivido tiempo atrás y la noción de historia que introduce Lacan, pensada<br />

como una lógica sincrónica y no diacrónica como sí lo es el concepto de<br />

desarrollo. "El valor del trauma no es contingente sino estructural y constitutivo de<br />

una historia que se caracteriza por el entrelazamiento sincrónico de sus<br />

elementos: los que surgen en un momento determinado de la vida del sujeto -en<br />

el pasado - y se reeditan en cualquier otro momento" 27 .<br />

Apoyada en un planteamiento de la psicoanalista argentina Janine Puget, Flor<br />

María Díaz afirma que un acto maltratante no necesariamente es percibido por el<br />

niño como falta de amor, al menos en un principio, ya que la meta de todos los<br />

niños al inicio de su constitución subjetiva, es ganar el amor de sus padres, pues<br />

el deseo de reconocimiento es lo que funda al sujeto, esto puede llevarlo a<br />

soportarlo todo, incluso el agobio del maltrato.<br />

Si bien esta autora reconoce y reitera que las respuestas y lecturas que hace un<br />

sujeto de la experiencia de maltrato son distintas, y en este sentido no es posible<br />

establecer una relación unívoca entre el maltrato y alguna de las estructuras, -<br />

psicótica, neurótica o perversa-, afirma que éste trae consecuencias importantes<br />

en la capacidad del sujeto para amar y trabajar, introduciendo una definición<br />

propia del maltrato infantil: "todas aquellas acciones - incluidas las de palabra- y<br />

las omisiones sistemáticas de los actos debidos, cuyo efecto, independientemente<br />

de la intención que los conduce, es el bloqueo, deterioro o restricción severa de la<br />

capacidad humana para amar y trabajar" 28 .<br />

27 Flor María Díaz, El maltrato infantil y la constitución subjetiva, Monografía de la Especialización<br />

en niños con énfasis en psicoanálisis, Medellín, Universidad de Antioquia, 2000, p. 74.<br />

28 Ibíd., p. 81.<br />

28


De acuerdo con esta definición el maltrato está dado por dos aspectos: que las<br />

acciones u omisiones sean sistemáticas y no episódicas, y que afecte de alguna<br />

manera la capacidad humana para amar y trabajar. Sin embargo la autora<br />

reconoce que es imposible probar que todas las personas que han sido<br />

maltratadas en la infancia padecen o tienden a padecer dificultades serias en los<br />

campos del amor y el trabajo.<br />

Frente a esta definición es posible cuestionar si realmente los efectos en el sujeto<br />

son independientes de la intención que los conduce, y si son independientes de la<br />

significación que quien vivencia el acto agresivo, les atribuye, ya que según este<br />

planteamiento, producirían el mismo efecto los actos cometidos con la intención de<br />

castigar y evitar la repetición de la falta cometida, que los actos arbitrarios y<br />

excesivos, donde se satisface una voluntad de daño en la crueldad desmedida.<br />

La autora expone que no pueden darse consecuencias felices del maltrato merced<br />

a una interpretación positiva del mismo hecha a posteriori. Esto lo ilustra con un<br />

caso en el que una mujer adulta que se jactaba de que el maltrato recibido en su<br />

infancia no había logrado apocarla, ya que había logrado una alta posición social y<br />

nivel académico, no daba cuenta del carácter despótico y tirano por el que era<br />

conocida entre sus subalternos.<br />

Por otro lado plantea que nadie está exento de cumplir un papel activo en cuanto<br />

al maltrato, ya que la agresividad hace parte del bagaje pulsional que trae el ser<br />

humano desde el momento de su nacimiento. Pero Tánatos no es la única pulsión<br />

constitutiva, también está Eros - pulsión de vida - que coexiste con la pulsión de<br />

muerte. Retomando a Freud, Díaz afirma que el amor es la vía de mayor eficacia<br />

para restringir la acción de Tánatos, pero para que el amor cumpla esta función no<br />

puede aparecer de manera tenue sino de manera constante y clara '' (…) la misma<br />

ambigüedad en la expresión de afecto acusa un efecto de desestabilización del<br />

29


sujeto y de acrecentamiento de la angustia ante lo enigmático del deseo del<br />

Otro" 29<br />

Sin embargo, frente a esta afirmación cabe recordar que el deseo del Otro siempre<br />

es enigmático, y en este sentido podría decirse que el sujeto tiene que vérselas<br />

con una ambigüedad inevitable frente a la pregunta ¿qué soy para el otro?, lo cual<br />

no implica que el empuje de la pulsión de muerte no se encuentre pacificado por el<br />

amor, cosa distinta a que el sujeto tenga ocasión de constatar y padecer los actos<br />

agresivos producidos por el goce irrefrenable y mortífero proveniente del Otro<br />

paterno o materno.<br />

En cuanto a las causas del maltrato Díaz concluye que a nivel imaginario, éste es<br />

efecto de la reciprocidad que se suscita a este nivel, donde la agresividad es<br />

correlativa a la constitución del yo atravesando así las relaciones intersubjetivas. A<br />

nivel real el maltrato indica la presencia de un empuje al goce, siendo correlativo<br />

de la pulsión de muerte, la cual puede llevar a la destrucción del otro o de sí<br />

mismo.<br />

1.4.2 Efectos del maltrato infantil en la intersubjetividad<br />

La investigación realizada por Palacio y Jaramillo, titulada: “Un caso del maltrato<br />

infantil a la luz de una teoría psicoanalítica del trauma” 30 , tiene como propósito<br />

indagar sobre los efectos del maltrato en la intersubjetividad en sujetos que han<br />

sufrido violencia en su infancia. Esta investigación de pregrado, se fundamenta en<br />

la teoría psicoanalítica del trauma.<br />

La pregunta de investigación es: ¿Cuál es la posición del sujeto que ha sufrido<br />

maltrato en la infancia? Dentro de sus objetivos se encuentran: describir el modo<br />

29 Ibíd., p. 85.<br />

30 Andrés Palacio e Isabel Jaramillo, Un caso de maltrato infantil a la luz de una teoría<br />

psicoanalítica del trauma, Op.,cit.<br />

30


de relación del sujeto al otro, identificar la relación del sujeto a los ideales e<br />

identificar la configuración del sujeto en lo simbólico.<br />

Los autores parten de dos supuestos teóricos. El primero donde se plantea que<br />

cuando un niño sufre un acto violento, la escena queda acuñada como<br />

acontecimiento potencialmente traumático, entendiendo por trauma "la huella<br />

mnémica de un acontecimiento, no integrado al sistema verbalizado del sujeto que<br />

no alcanza la significación (…) algo en la experiencia que se muestra refractario y<br />

no se inscribe en lo simbólico (…)" 31 . El segundo supuesto, consiste en diferenciar<br />

desarrollo de historia. El desarrollo es asumido como lineal, en cambio la historia<br />

se resignifica desde el presente hacia el pasado. Aspecto también retomado por<br />

Díaz, por cuanto la consideración psicoanalítica del trauma implica la noción de<br />

efecto retroactivo o nachträglich de las vivencias tempranas a partir de vivencias<br />

posteriores.<br />

Se encuentra como hipótesis en esta investigación que el trauma afecta el lazo<br />

social, puesto que la relación del sujeto al discurso como forma de tratar lo real, es<br />

interrumpida por el trauma y el sujeto debe inscribirlo al precio de su neurosis.<br />

La metodología de esta investigación es clínica, asumiendo ésta como una vía de<br />

búsqueda que contribuye a establecer un saber a partir de una práctica. El método<br />

clínico se funda primero sobre la experiencia de lo único para referir a lo múltiple y<br />

retornar a lo único. Apoyados en la propuesta metodológica de investigación<br />

clínica de C. Mejía y F. Ansermet, plantean que ésta se resiste a establecer un<br />

saber únicamente fundado sobre universales, pero exige una aproximación que<br />

tenga en cuenta los imperativos generalizadores de la ciencia.<br />

En el caso estudiado, se encontró que las relaciones imaginarias y duales, están<br />

determinadas por la rivalidad, entendida como las agresiones físicas y verbales<br />

31 Lacan 1981 citado por Palacio y Jaramillo, Op cit., p. 10.<br />

31


que provienen de los otros, hermano, profesores, compañeros de estudio y<br />

trabajo, frente a las cuales el niño se defiende agrediéndolos.<br />

Un elemento importante que aporta esta investigación, es que no todas las<br />

agresiones venidas del otro son maltratantes para el sujeto, sólo aquellas que son<br />

inmotivadas, caprichosas, que escapan al sentido, a la posibilidad de ser<br />

simbolizadas por el significante, proviniendo de un Otro en tanto alteridad radical,<br />

que deja al sujeto objetivado por su injuria.<br />

De este modo para el niño entrevistado, las agresiones del hermano constituyen<br />

un maltrato, siendo para él un enigma, por cuanto éste es elevado a la categoría<br />

de Otro, alteridad radical, siendo quien objeta sus ideales y quien lo objetiva desde<br />

el no reconocimiento. Contrario a lo que ocurre con las agresiones provenientes<br />

de la madre, las cuales son significadas como castigo, ya que ella es reconocida y<br />

elevada a la categoría de Otro simbólico que tiene derechos sobre el sujeto. Sin<br />

embargo, la investigación no aporta suficientes elementos que permitan identificar<br />

y comprender ¿qué le permite al sujeto elevar a la madre a la categoría de Otro<br />

simbólico?, ¿qué función cumple la madre para este sujeto?, ¿por qué ésta no ha<br />

posibilitado una intervención de la ley del padre simbólico que pacifique la<br />

agresión de un hermano sobre el otro, dando lugar al vínculo fraternal?<br />

Loa autores plantean que este niño se identifica con el objeto de goce, objeto del<br />

maltrato, ubicándose como la víctima, lugar donde se articula su ser. Una víctima<br />

que intenta apelar a un Otro simbólico (madre, psicólogo, justicia, pandillas), que<br />

acuda en su ayuda a través de una mediación simbólica que pueda pacificar ese<br />

real, ya que sus respuestas (malos pensamientos, deseos de muerte hacia el<br />

agresor, intentos de explicarse el comportamiento del agresor) no logran allanar su<br />

división subjetiva. "Todo este tratamiento que el sujeto hace de lo real en la<br />

articulación de lo imaginario a lo simbólico no se muestra suficiente para vérselas<br />

32


con eso que no marcha en lo real, con ese Otro alteridad radical que es el<br />

hermano 32 .<br />

Finalmente se hace una referencia a la relación entre la injuria y el maltrato, "la<br />

injuria aquí es entendida en su dimensión tanto verbal como de hecho, por esto<br />

comprende el maltrato físico y verbal ya que en los dos el sujeto se convierte en<br />

un objeto, en este caso el objeto del trauma, lugar que remite a lo real, en último<br />

término a lo estructural que es inefable y enigmático" 33 .<br />

1.4.3 El maltrato psicológico o la mortificación del ser<br />

En el texto Usos y abusos del maltrato: una perspectiva psicoanalítica, Héctor<br />

Gallo, desarrolla varios ejes conceptuales psicoanalíticos como son: la pulsión, el<br />

goce, el masoquismo, la responsabilidad subjetiva, el deseo y la ética,<br />

interrogando la lógica subjetiva puesta en juego en el maltrato.<br />

El autor, no pone el acento en el hecho objetivable y constatable en el organismo<br />

- dimensión esencial del fenómeno para los médicos o penalistas-, sino en la<br />

eficacia simbólica de una palabra, un gesto, una mirada, introduciendo así la<br />

realidad psíquica como aquella que se rige por las leyes del inconsciente, y que no<br />

es aprehensible por la observación o la medición. En este sentido afirma que el<br />

maltrato psicológico no existe por fuera de una clínica de la subjetividad, ya que es<br />

algo que se escucha, no que se observa, en tanto está articulado con la historia<br />

del sujeto.<br />

Plantea además, que la explicación que se ha intentado dar a síntomas como el<br />

retraimiento, la tristeza, el resentimiento social, el desinterés, la agresividad<br />

desmedida y el fracaso escolar, en lugar de clarificar el problema cae en una<br />

32 Palacio y Jaramillo, Op. cit, p. 71.<br />

33 Ibíd., p. 72.<br />

33


generalidad ambigua, ya que esto síntomas pueden generarse tanto por maltrato<br />

como por sobreprotección.<br />

Un aspecto importante, tiene que ver con la introducción que hace el autor de la<br />

responsabilidad subjetiva del “maltratado” por oposición a la victimización:<br />

"para un psicoanalista la noción de víctima no existe más que como una posición<br />

imaginaria donde la queja es primordial (…) es cierto que hay víctimas reales (…)<br />

pero no por ser objeto de un real efectivo hay que creer a la víctima incapaz de<br />

comportarse como un sujeto de pleno derecho, es decir, incapaz de<br />

responsabilidad en lo tocante a su devenir" 34 .<br />

Este trabajo dedica varios de sus capítulos al tema del maltrato psicológico sobre<br />

el cual se centran muchas discusiones en las instituciones de protección, dado<br />

que no implica secuelas corporales visibles que puedan ser prueba suficiente para<br />

un dictamen médico y para responsabilizar penalmente al victimario.<br />

Un primer planteamiento formulado por el autor es que el maltrato psicológico no<br />

puede darse sino allí donde hay un vínculo afectivo, siendo un fenómeno que<br />

puede tener como antecedente el amor o presentarse en forma simultánea como<br />

expresión de una ambivalencia afectiva no resuelta 35 .<br />

Ante esta afirmación surge el interrogante si puede decirse lo mismo para el<br />

maltrato real que se da como forma de satisfacción a la tendencia agresiva, esto<br />

es, aquella que obedece al empuje de la pulsión de muerte por fuera de toda<br />

simbolización. Esta misma pregunta la formula Díaz, bajo estas formas: ¿Ante<br />

cuál afecto se encuentra un niño maltratado? ¿Es el amor realmente el afecto que<br />

conduce el insulto y la humillación constantes, el trato cruel, el abuso sexual o<br />

cualquiera otra expresión del maltrato? ¿Es sin lugar a dudas el odio la musa del<br />

acto maltratante? La respuesta que da Díaz es que tal vez no.<br />

34 Gallo, Héctor, Usos y Abusos del Maltrato: Una perspectiva psicoanalítica, Medellín, Editorial<br />

Universidad de Antioquia, 1999. p. 98.<br />

35 Ibíd., p. 15.<br />

34


Pareciera que es difícil creer que el amor pueda estar excluido del vínculo que<br />

establece una madre o un padre con un hijo, pero de ser así, ¿qué efectos podrá<br />

tener para un sujeto la pulsión de muerte que le dirige el Otro en su manifestación<br />

más pura, desligada de los efectos pacificantes del Eros?<br />

El maltrato psicológico se instala a partir de una serie de mensajes o actos<br />

reiterativos e insistentes, "(…) se configura cuando deja de ser una forma<br />

contingente de manifestar el odio al más íntimo y se convierte en un acto<br />

sistemático de condena a la infelicidad. Este acto le da consistencia a un supuesto<br />

verdugo, que en la vida cotidiana reitera una sentencia humillante para su víctima,<br />

ser a quien le está recordando constantemente su desgracia, dibujándole un<br />

destino de tribulaciones" 36 .<br />

El autor propone el término “mortificación del ser” en lugar de maltrato psicológico,<br />

para referirse a un daño emocional. Esta mortificación es ocasionada por la<br />

eficacia simbólica de una palabra, un gesto o una mirada. "El psicoanálisis<br />

demuestra que una palabra castiga, humilla, salva e incluso mata; un gesto de<br />

rechazo sistemático o de intolerancia aplasta, una mirada inquisidora horroriza,<br />

pero demostrar que esto es tan eficaz como un golpe con odio o una violación,<br />

exige una demostración clínica rigurosa" 37 . El discurso tiene una potencia para<br />

maltratar y dañar al otro, de este modo, todo hablante-ser es un mortificante en<br />

potencia de todo aquel que se ponga al alcance de su discurso.<br />

El autor realiza una aproximación clínica al tema del maltrato psicológico, a través<br />

de un caso en el cual busca articular el maltrato, el masoquismo y el fantasma de<br />

ser pegado o abusado por el padre o la madre. El objetivo del análisis de dicho<br />

caso, es plantear los posibles resortes de la actualización del masoquismo<br />

femenino en un hombre y dar cuenta de la intervención de elementos imaginarios<br />

en la queja de maltrato psicológico.<br />

36 Ibídem<br />

37 Ibíd., p. 22.<br />

35


Con este propósito, hace un examen del concepto de masoquismo, diferenciando<br />

las tres formas propuestas por Freud: El erógeno, el femenino y el moral, de los<br />

cuales sólo el primero es considerado una perversión, los otros dos denotan una<br />

posición del sujeto en el escenario imaginario y un principio de conducta donde lo<br />

determinante es el dolor moral en si mismo 38 . El masoquismo femenino define una<br />

posición del hombre ubicado en sus fantasías en una situación pasiva, ser<br />

castrado, soportar el coito o parir. El fantasma masoquista es siempre ser pegado<br />

por el padre, ya se trate de un hombre o una mujer.<br />

En la clínica psicoanalítica, el sentimiento de ser maltratado no corresponde<br />

necesariamente con una patología perversa. De esto da cuenta el caso clínico<br />

presentado por el autor, porque se trata de un joven que se siente humillado, no<br />

tenido en cuenta, abusado, ensuciado, por su familia, el círculo social y sus jefes.<br />

Se trata de una queja de maltrato psicológico del otro sobre él "Los demás me<br />

humillan." 39<br />

El autor analiza que no se trata de un caso de masoquismo moral en el que este<br />

sujeto busque fracasar en su vida, tampoco es un perverso dispuesto a crear<br />

dispositivos masoquistas, ni un delirante con la certeza de ser perseguido. El<br />

maltrato psicológico es una metáfora sintomática de la feminidad de este joven. El<br />

sujeto permanece de manera pasiva en lo imaginario, ser penetrado, humillado,<br />

maltratado, en una posición de absoluta indefensión, lo cual constituye su verdad<br />

subjetiva, porque ahí no es mas que un "niño del que abusan" 40 . El fundamento de<br />

"ser abusado" consiste en una imagen y fantasías de penetración - ser violado por<br />

un animal -, donde aparece identificado con una posición de sometimiento<br />

femenino, además la suposición de que sus padres quieren que él sea un<br />

38 Ibíd., p. 163.<br />

39 Ibíd., p.166<br />

40 Ibíd., p. 168.<br />

36


homosexual, y una frase de su madre recordada en el análisis "si hubieras sido<br />

mujer cualquiera habría hecho contigo lo que le viniera en gana" 41 .<br />

Como conclusión el autor plantea que la condición del maltrato psicológico es ante<br />

todo imaginaria, en tanto depende exclusivamente de la lógica de la relación<br />

afectiva que cada sujeto establece con el semejante. Frente a este planteamiento<br />

cabría interrogar, si se afirma que "El maltrato psicológico no corresponde a un<br />

hecho de violencia objetiva, sino de mortificación subjetiva, ocasionada por la<br />

eficacia simbólica de una palabra, un gesto o una mirada” 42 , ¿por qué se dice que<br />

su condición es ante todo imaginaria? ¿Cómo hablar entonces de mortificación del<br />

ser? ¿Los efectos del maltrato psicológico se producen a nivel imaginario,<br />

simbólico o real? Cuando se dice que el maltrato depende de la relación afectiva<br />

con el semejante, ¿dónde queda la relación del sujeto con el goce del Otro?<br />

1.4.4 La inscripción del maltrato en la estructura del vínculo familiar<br />

La investigación realizada por Yolanda López titulada ¿Por qué se maltrata al más<br />

íntimo? Una perspectiva psicoanalítica del maltrato infantil, abonó en forma<br />

significativa el terreno para el presente trabajo, ya que la autora insiste en las<br />

consecuencias y el daño que produce el exceso de maltrato en la subjetividad, en<br />

la forma de desear, de amar y de gozar del sujeto maltratado 43 , pero sin ocuparse<br />

de forma amplia de dichas consecuencias, por cuanto su trabajo se orientó a<br />

explicar las causas que operan en el sujeto agresor para herir y dañar al más<br />

íntimo.<br />

Las preguntas que fundan la investigación son: ¿Cuáles son las causas que en el<br />

sujeto agresor operan para herir, dañar al más íntimo, al más entrañable? ¿Qué<br />

41 Ibid., p.168<br />

42 Ibíd., p. 21.<br />

43 Yolanda López, ¿Por qué se maltrata al más íntimo? Una perspectiva psicoanalítica del maltrato<br />

infantil, p. 72.<br />

37


de la intimidad subjetiva participa en el acto maltratante? ¿Cuál es la lógica de los<br />

procesos y mecanismos inconscientes que sostienen tales actos de agresión?<br />

La investigación no busca invalidar los avances de otras disciplinas, sino introducir<br />

en el análisis del problema la consideración de los mecanismos inconscientes que<br />

facilitan la agresión entre los seres más próximos y más íntimos, incluyendo los<br />

registros de lo imaginario y lo simbólico, como variables que tienen una función<br />

importante en el desencadenamiento de la agresividad. A lo largo de la<br />

investigación, la autora apunta a situar la responsabilidad subjetiva del agresor,<br />

más allá de las razones externas que puedan estar asociadas a dicha<br />

problemática o dispararla en un momento dado.<br />

La propuesta metodológica consistió de un lado en una exhaustiva revisión<br />

bibliográfica de los conceptos psicoanalíticos de ley, superyó, deseo, pulsión y<br />

goce para crear un campo de sentido desde el cual interpretar el maltrato como<br />

empuje incontenible a agredir al más íntimo; y de otro lado, en la escucha<br />

psicoanalítica a padres y madres maltratadores en dos instituciones de ICBF<br />

Bogotá.<br />

En cuanto a esta escucha, la autora aclara que no se trató de tratamientos clínicos<br />

analíticos, sino de la suspensión del interrogatorio intimidante, de los<br />

enjuiciamientos al maltratador, y de las sugestiones y consejos, lo que permitió<br />

que fueran emergiendo las razones del daño que superaban las justificaciones en<br />

factores socioeconómicos, educativos sociales, dando paso a aquellas que<br />

convocaban la degradación del deseo por el niño agredido, la ferocidad del<br />

superyó enmascarada en ideales inalcanzables y mortíferos, la repetición de un<br />

empuje incontrolable de daño al más amado.<br />

El maltrato infantil, es considerado como una forma de violencia que se da en el<br />

hogar, "entendida como los distintos campos de conflicto en los que dentro de la<br />

familia, actitudes y acciones de sus miembros desbordan regulaciones e ideales<br />

38


sociales'' 44 . En este sentido, el maltrato del que se ocupa es aquel ejercido por los<br />

padres hacia sus hijos, en el cumplimiento de la función paterna y materna,<br />

maltrato particular y paradójico, "porque si bien, como en otros espacios se<br />

sustenta en intenciones educativas y en el logro de ideales, se hace en nombre<br />

del amor de los padres" 45 .<br />

De este modo, la autora introduce el maltrato en la estructura familiar, siendo la<br />

familia donde se humaniza el sujeto a partir de los encuentros primordiales que allí<br />

se dan, los cuales tienen efectos fundamentales en él, posibilitando o no su<br />

inscripción en un orden social. Dicha inscripción exige el sometimiento del niño a<br />

la interdicción paterna, que impide su acceso a la madre como objeto de goce.<br />

Retomando a Freud, López plantea que el amor del Otro protege al niño del<br />

desamparo, del abandono, de la indefensión en que llega al mundo, pero también<br />

lo preserva del odio al que puede quedar expuesto fácilmente. De este modo el<br />

niño se somete a la ley no sólo para ganar su amor, sino también para evitar su<br />

destrucción.<br />

La autora aborda la función paterna, destacando su importancia por la interdicción<br />

simbólica que agencia. Señala las dificultades que pueden presentarse cuando el<br />

padre de la castración falla en su función separadora, por ejemplo cuando se<br />

coloca en el lugar del semejante, del amigo, del cómplice, del confidente. "De esta<br />

manera abandona al niño a los diversos artificios de la seducción materna,<br />

propiciando los distintos juegos incestuosos que en su ejercicio simbólico o real, la<br />

relación especular y deseante con la madre promueve (…) se instaurará una<br />

relación devoradora y absorbente, en la que el niño, prisionero de un deseo<br />

insaciable, buscará responder al ansia de ser todo para la madre" 46 . Esta forma de<br />

vínculo es altamente propiciatoria del maltrato materno ya que difícilmente el niño<br />

podrá colmar las aspiraciones de la madre, ante lo cual surge la decepción de ésta<br />

y puede aparecer allí el maltrato.<br />

44 Yolanda López, Op. Cit., p. 21.<br />

45 Ibídem.<br />

46 Ibíd., p. 90.<br />

39


Pero no sólo la debilidad paterna le dificulta al sujeto la asunción de la ley, los<br />

excesos de un padre cruel pueden llegar a impedirla.<br />

''Cuando el despotismo del padre no es ya un momento necesario de<br />

imposición de la ley, o sólo una representación imaginaria del hijo,<br />

sino que es en lo real una forma continuada de ejercicio omnímodo<br />

del poder, la representación que se instituye en el niño es la de un<br />

padre feroz que fungiendo de ley no se somete a ella y que sin<br />

aceptar su castración, su falta, se sitúa como agente que esgrime un<br />

poder absoluto para someter a su hijo y a los otros del hogar a una<br />

caprichosa interpretación de los mandatos familiares y sociales" 47 .<br />

Es interesante considerar algunos efectos que puede tener el maltrato sobre<br />

sujeto y las distintas posiciones subjetivas que este puede asumir, las cuales son<br />

mencionadas brevemente por la autora a lo largo del segundo capítulo del texto.<br />

Según la autora, las huellas que inscribe el maltrato y el sentido que se le da al<br />

mismo son particulares, modelando de una manera particular la relación del sujeto<br />

al deseo y al amor. El exceso del Otro puede generar en el sujeto una sensación<br />

de desamparo, dolor de existir, profundizando la falta fundamental que signa el<br />

vínculo amoroso entre los seres humanos.<br />

Puede ocurrir que el niño, ante el encuentro con ese padre de la impostura, no sea<br />

capaz de asumir la ley por la imposibilidad de vivirla en sus efectos pacificantes o<br />

la desafíe, identificándose con los rasgos terroríficos de la ley encarnada por el<br />

padre. En esta misma vía del desafío, puede darse que la insistencia compulsiva<br />

de las faltas del niño, obedezca a una necesidad de recibir un castigo de los<br />

padres para absolver una culpa desconocida, culpa superyoica, cuya razón ignora.<br />

Tendríamos aquí una posición apuntalada en un goce masoquista, que pasa por el<br />

cuerpo como expiación y como marca. "Este deseo de castigo se articula a un<br />

fantasma fundamental construido con el otro, colocándose como objeto de su<br />

47 Ibíd., p. 92.<br />

40


goce, en una intención inconsciente de redimir la culpa primordial: desear a la<br />

madre y la desaparición del padre como interdictor y poseedor de la madre" 48 .<br />

Es posible también, que el deseo del niño se silencie ante el reproche incesante<br />

del padre, sumiso ante su voluntad es incapaz sin embargo de responder a todas<br />

sus demandas. Es probable que la respuesta agresiva que quisiera devolver a su<br />

agresor, pase a otro lugar, descargando su violencia contenida contra hermanos o<br />

amigos, llegando a insensibilizarse ante el dolor de los otros, o viviendo su dolor<br />

en una sensibilidad extrema frente a sus semejantes.<br />

Si bien la autora precisa algunos efectos posibles de la agresión del Otro en el<br />

sujeto, no deja de insistir en el carácter subjetivo de los mismos,<br />

"afirmo que el exceso no es inocuo en el forjamiento de la<br />

subjetividad, sólo que sus consecuencias patógenas no son<br />

predecibles y apenas podrán conocerse cuando el sujeto en un<br />

dispositivo clínico de palabra logre saber sobre su verdad<br />

inconsciente, forjada en la singular dialéctica que desde su deseo<br />

y desde el superyó forjó con el otro maltratador" 49 .<br />

Un aspecto interesante encontrado por la autora en la clínica del maltrato como<br />

ella la llama, es que los procesos legales, producen un cierto apaciguamiento del<br />

empuje destructivo de los padres hacia el niño, siendo estos llamados a rendir<br />

cuentas en nombre de una ley. “Y en el reconocimiento de que existe el Otro de la<br />

ley, al que también deben someterse, la omnipotencia imaginaria se abandona, o<br />

por lo menos se reduce, permitiendo la emergencia de la historia que en el<br />

maltratador sostiene el daño. Situado como deudor de una falta, el padre busca<br />

resarcir, sin que, como lo sabemos, lo logre por completo” 50<br />

48 Ibíd., p. 83.<br />

49 Ibíd., p. 135.<br />

50 Ibid., pp. 93-94.<br />

41


1.4.5 Violencia familiar e institucional<br />

Caroline Eliacheff en su libro Del niño rey al niño víctima, se ocupa no sólo de la<br />

violencia parental, sino también de la violencia que tiene lugar en las instituciones<br />

encargadas de proteger a los niños, cuando en ocasiones descalifican la función<br />

paterna o dejan a los niños en una espera interminable de una decisión sobre su<br />

porvenir. La autora presenta sus reflexiones sobre el tema, surgidas en su trabajo<br />

clínico, a partir de algunos casos de niños menores de tres años, maltratados<br />

física o psíquicamente, que son enviados a su consultorio por la guardería<br />

francesa Paul- Manchon d´ Anthony, de índole social. La pregunta que orienta su<br />

trabajo es ¿Cuándo y cómo en la historia de las mentalidades hemos pasado del<br />

niño rey al niño víctima?<br />

A nivel metodológico, la autora se sirve del material obtenido en su experiencia<br />

clínica con los niños que ha atendido por petición de la institución, y de las<br />

sesiones realizadas en su consultorio con psicoanalistas –formados o en<br />

formación-, psicólogos, trabajadores sociales y pediatras, en las que se discute<br />

acerca del lugar que ocupa el niño en la sociedad actual, los aspectos prácticos de<br />

la intervención psicoanalítica y las problemáticas de cada niño.<br />

En cada uno de los capítulos de su investigación, la autora aborda un caso<br />

distinto, situando la problemática del niño a nivel familiar, social, institucional y en<br />

ocasiones, jurídico, planteando reflexiones y cuestionamientos acerca de las<br />

intervenciones realizadas por los funcionarios de las instituciones de protección,<br />

por las madres sustitutas, por el responsable del grupo 51 , por el equipo de<br />

personas que atienden en los hospitales los partos anónimos, por el Consejo de<br />

Familia, entre otros, señalando los efectos que tienen estas intervenciones en los<br />

niños.<br />

51 El responsable del grupo es quien se ocupa del expediente administrativo del niño y le informa<br />

regularmente su situación jurídica, las consecuencias que ésta trae en su futuro cercano y lejano,<br />

recibe los futuros padres adoptivos y les suministra la información que se posee, sin censurarla y<br />

respetando la ley.<br />

42


En los análisis que realiza, identifica por ejemplo la presencia de violencia en<br />

situaciones en las cuales se manipula el tiempo de espera del niño para darse en<br />

adopción, ya que el Consejo de Familia no sólo espera los dos meses estipulados<br />

por ley, sino que éste tiempo se extiende hasta los cinco o seis meses de edad. O<br />

las violencias producidas por la institución de protección, al impedir a los padres<br />

las visitas, por el riesgo que puede correr el niño estando en su presencia, así<br />

afirma: “La separación no debería traer jamás por añadidura la supresión de la<br />

presencia de los padres sino, por el contrario, permitir un mejor aprovechamiento<br />

de esta presencia” 52 .<br />

Plantea que este tipo de intervención va de la mano de la identificación con la<br />

víctima y de los juicios de valor que algunos profesionales, como los trabajadores<br />

sociales, realizan de los padres maltratadores, asimilando totalmente las personas<br />

a sus actos, “no es posible pretender respetar un niño si no se respeta a sus<br />

padres, de los cuales ha surgido” 53 . La autora considera que cuando se pretender<br />

“educar” a los padres en nombre de la protección del hijo, se ejerce una violencia<br />

tanto sobre los padres como sobre los hijos. “Sobre los padres, al imponer un<br />

cambio sin ofrecer el mínimo marco para elaborar ese cambio; sobre el niño,<br />

descalificando a sus padres, hagan lo que hagan” 54 .<br />

En el capítulo denominado El niño víctima, la autora desarrolla la tesis que da<br />

lugar al título del libro, planteando una transformación del lugar que ocupaba el<br />

niño en la familia y la sociedad. El reinado del niño comienza hacia la segunda<br />

mitad del siglo XVIII, cuando el niño se convierte en el bien más preciado e<br />

irremplazable, siendo confiada su educación a los especialistas en la materia,<br />

quienes utilizaban la violencia como medio para templar el espíritu, lograr<br />

obediencia, sumisión y disciplina, es la época de la llamada pedagogía negra.<br />

Eliacheff señala lo contradictoria que resulta la representación del niño rey, ya que<br />

52 Caroline Eliacheff, Del niño rey al niño víctima. Violencia familiar e institucional, Buenos Aires,<br />

Nueva Visión, 1997.pp. 122- 123<br />

53 Ibíd, p. 19.<br />

54 Ibíd, p.55.<br />

43


siendo considerado como un don maravilloso y único, centro del núcleo familiar,<br />

era sometido “por su bien” a las peores violencias.<br />

A partir de la finalización de la segunda Guerra Mundial, el niño empieza a perder<br />

su lugar privilegiado, para ser aceptado debe ser perfecto y llegar cuando se lo<br />

espera. En este sentido la ciencia posibilita el control de la natalidad para asegurar<br />

un mejor futuro a cada niño. La representación del niño víctima empieza a tener un<br />

lugar, aunque es tan ambigua y contradictoria como la del niño rey, ya que el niño<br />

víctima es a la vez el niño sabio, exaltado por la ciencia, el niño de los derechos, y<br />

el centro de la educación. En este sentido afirma la autora que hemos pasado de<br />

la era del niño rey a la del niño víctima.<br />

Eliacheff plantea hacia el final de su libro una hipótesis interesante aunque no es<br />

desarrollada en este trabajo, interroga si la representación del niño maltratado, en<br />

la era del niño víctima, “¿no será una forma perversa por parte de los adultos de<br />

descargar todas sus responsabilidades en sus hijos, y en todas las instituciones<br />

estatales tan accesibles, para permanecer ellos mismos en un estadio infantil?” 55<br />

55 Ibíd, p.110.<br />

44


INTRODUCCIÓN<br />

2. ¿ES EL MALTRATO TRAUMÁTICO?<br />

Una de las problemáticas esenciales, en relación con el maltrato que el Otro le<br />

propicia a un niño a través de los golpes, humillaciones, injurias, negligencia o<br />

abuso sexual, es la pregunta por los efectos de dicho acto. ¿Se trataría de un<br />

daño? ¿Un daño físico o moral? ¿Se trataría de un daño con secuelas o un daño<br />

irreparable? ¿Tiene el niño posibilidades de defenderse de este daño? En otras<br />

palabras, ¿puede considerarse que este acto tiene en sí mismo consecuencias<br />

traumáticas? Las preguntas anteriores sin duda tienen fundamento, por cuanto<br />

tanto la sociedad como la clínica, en particular la psicoanalítica, se preguntan por<br />

los modos posibles de intervención.<br />

No sin riesgo es posible aseverar, que hay un cierto consenso en la suposición de<br />

que efectivamente toda acción violenta que se desprende de la persona a la cual<br />

el niño está ligado afectivamente, vitalmente, es una acción traumática y que deja<br />

al niño en posición de víctima, entendida ésta en su acepción común como:<br />

“persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita” 56 o “persona que<br />

sufre las consecuencias de una acción propia o de otros” 57 . No obstante la víctima<br />

también es “persona que se expone u ofrece a un grave riesgo en obsequio de<br />

otra” 58 , acepción que aunque dejada de lado por las instituciones, señala<br />

justamente una posición del sujeto, ya que es distinto darle al niño el lugar de<br />

56<br />

Diccionario de la Real Academia Española, Tomo II, vigésima primera edición, Madrid, 1992, p.<br />

2086.<br />

57<br />

Diccionario enciclopédico Larousse, volumen VIII, Editorial Planeta, Chile, 1992, p.2455.<br />

58<br />

Diccionario de la Real Academia Española, Op. Cit., p. 2086.<br />

45


quien pasivamente es sometido al daño del Otro, a considerar que éste incluso<br />

puede hacerse castigar o consentir la agresión en la cual el Otro satisface su<br />

tendencia destructiva. En este orden de ideas, interesa a esta investigación<br />

construir una elaboración sobre los efectos de una acción de esta índole sobre el<br />

sujeto, teniendo en consideración no sólo lo que viene del Otro, sino lo que le es<br />

clásico al psicoanálisis desde sus orígenes mismos, la respuesta del sujeto y sus<br />

efectos.<br />

En consecuencia se hará una revisión inicial a las consideraciones actuales del<br />

Código de la Infancia y la Adolescencia sobre el maltrato, para luego revisar la<br />

noción de trauma en el psicoanálisis, las relaciones entre trauma originario,<br />

mortificaciones narcisistas y traumatismos de la civilización. Buscando contrastar<br />

la concepción psicoanalítica con la concepción social del trauma, que se ha<br />

derivado paradójicamente de la introducción de los derechos del niño, la cual<br />

podría denominarse como concepción generalizada del trauma.<br />

2.1 EL ESTATUTO DEL NIÑO MALTRATADO EN EL CÓDIGO DE LA<br />

INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA<br />

El Código de la infancia y la adolescencia expedido por la Ley 1098 de 2006, tiene<br />

por finalidad garantizar a los niños, niñas y adolescentes su pleno y armonioso<br />

desarrollo para que crezcan en el seno de la familia y la comunidad, en un<br />

ambiente de felicidad, amor y comprensión 59 . Su objeto, según el artículo 2, es<br />

establecer normas sustantivas y procesales para la protección integral de los<br />

niños, las niñas y los adolescentes, garantizar el ejercicio de sus derechos y<br />

libertades, así como su restablecimiento. Según este código, se entiende por niño<br />

o niña las personas entre los 0 y 12 años, y por protección integral, el<br />

reconocimiento como sujetos de derechos, la garantía y cumplimiento de los<br />

59 Luis Alberto Reyes (compilador), Código de la infancia y la adolescencia, Bogotá, Ediciones<br />

Doctrina y Ley, 2006, p.17.<br />

46


mismos, la prevención de su amenaza o vulneración y la seguridad de su<br />

restablecimiento inmediato en desarrollo del principio del interés superior 60 .<br />

Dicho “interés superior del niño, niña y adolescente”, se plantea como un<br />

imperativo el cual “obliga a todas las personas a garantizar la satisfacción integral<br />

y simultánea de todos sus Derechos Humanos, que son Universales, prevalentes<br />

e interdependientes” 61 . Lo que se ha podido ver es que este principio se vuelve un<br />

ideal, que como todos los ideales, nunca puede alcanzarse a cabalidad, ya que en<br />

ciertos casos no es posible garantizar el cumplimiento simultáneo de todos los<br />

derechos del niño por cuanto ellos pueden ser excluyentes.<br />

Por ejemplo no es posible preservar simultáneamente el derecho a la familia y el<br />

derecho a la integridad personal, cuando es el propio padre el que la amenaza.<br />

Así, según el artículo 22, el niño tiene derecho a tener y crecer en el seno de la<br />

familia, a ser acogido y a no ser separado de ella. Sólo podrán ser separados de la<br />

familia cuando ésta no garantice las condiciones para la realización y el ejercicio<br />

de sus derechos. Y según el artículo 18, el niño también tiene derecho a su<br />

integridad personal, lo cual significa<br />

“ser protegidos contra todas las acciones o conductas que causen<br />

muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico. En especial,<br />

tienen derecho a la protección contra el maltrato y los abusos de toda<br />

índole por parte de sus padres, de sus representantes legales, de las<br />

personas responsables de su cuidado y de los miembros de su grupo<br />

familiar, escolar y comunitario” 62 .<br />

Se tiene entonces que si el niño es separado de su familia e internado en una<br />

institución de protección, ya que sus padres o cuidadores vulneran el<br />

derecho a su integridad personal, se le está privando a su vez del derecho a<br />

tener y crecer en una familia.<br />

60 Ibíd, pp.18-19.<br />

61 Ibíd, p.20.<br />

62 Ibíd, p. 23.<br />

47


Lo que se observa en las instituciones de protección, es que en casos de maltrato,<br />

parece prevalecer el derecho a la integridad personal del niño, de modo tal que se<br />

priva al niño de quienes, según se considera, lo vulneran o lo dañan. Sin embargo,<br />

lo que algunos niños dejan ver en sus testimonios, es que la separación de su<br />

familia le ocasiona más sufrimiento, que el dolor o daño psíquico que le generan<br />

aquellas acciones de los padres consideradas por la institución como maltrato, de<br />

acuerdo con el Código, las cuales incluso no son significadas de este modo por<br />

los niños 63 ; sin decir con esto que las agresiones de las cuales son objeto no<br />

tengan efectos.<br />

Ahora bien, en el Código se entiende por maltrato infantil,<br />

“toda forma de perjuicio, castigo, humillación o abuso físico o<br />

psicológico, descuido, omisión o trato negligente, malos tratos o<br />

explotación sexual, incluidos los actos sexuales abusivos y la violación y<br />

en general toda forma de violencia o agresión sobre el niño, la niña o el<br />

adolescente por parte de sus padres, representantes legales o cualquier<br />

otra persona” 64 .<br />

Puede verse en esta definición, que dentro de las acciones que se consideran<br />

como forma de maltrato, se incluye toda “forma de castigo” sobre el niño, por<br />

consiguiente pareciera no admitirse ningún tipo de castigo, ni diferenciarse éste<br />

del maltrato, perdiendo así su función correctiva y preventiva frente a la<br />

transgresión de la ley. Lo cual es bastante problemático si se tiene en cuenta que<br />

en la actualidad, con frecuencia algunos niños hacen uso, o más bien, abusan de<br />

sus derechos para impedir toda amonestación y sanción por parte de sus padres<br />

que intente poner un límite a su desenfreno pulsional, bajo la amenaza “si me<br />

maltratas te denuncio”.<br />

No se quiere decir con esto que no deban impedirse y sancionarse los actos de<br />

violencia, crueldad o explotación que tienen por objeto el niño, por supuesto que<br />

63 Véase: capítulo 4: Las respuestas del sujeto<br />

64 Luis Alberto Reyes (compilador), Código de la infancia y la adolescencia, Op. cit., p.23.<br />

48


sí, pues de no existir las normas contenidas en el Código de la Infancia y la<br />

Adolescencia, en la Constitución Política y en los tratados internacionales de los<br />

Derechos Humanos, muchos más serían los casos de maltrato infantil y mayores<br />

sus estragos.<br />

Lo anterior si tenemos en cuenta que, cómo lo indicó Freud:<br />

“el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de<br />

defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación<br />

pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el<br />

prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una<br />

tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de<br />

trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento,<br />

desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo<br />

y asesinarlo” 65 .<br />

En este sentido, no puede negarse por supuesto, que la institución de los<br />

derechos humanos es una institución necesaria, al respecto C. Soler dice:<br />

“los derechos humanos son la cosa más preciosa que tenemos para<br />

representar un límite, un tope a la violencia, a las extremidades de los<br />

goces desencadenados que se encuentran en nuestra civilización de<br />

homogenización. (…) No se trata de criticarlos porque si los eliminamos<br />

entramos en una anarquía de goces absoluta” 66 .<br />

Por ello, cuando en la familia, los padres no logran regular sus goces y el niño en<br />

lugar de ser objeto de su cuidado y protección, deviene el objeto de sus excesos,<br />

es el Estado quien debe garantizar el cumplimento de sus derechos, la seguridad<br />

de su restablecimiento y la prevención de su amenaza o vulneración. Incluso en la<br />

investigación realizada por Yolanda López se plantea, que los procesos legales y<br />

las medidas de protección, donde se separa al niño de sus padres, suelen tener<br />

efectos pacificadores de la tendencia destructiva de estos, al ser llamados a rendir<br />

cuentas ante la ley.<br />

65 Sigmund Freud, “El malestar en la cultura”, Op.cit., p. 108.<br />

66 Colette Soler, Síntomas, Bogotá, Edita Asociación del Campo Freudiano de Colombia, 1998,<br />

p.58.<br />

49


Por otro lado, no se puede ignorar la emergencia del fenómeno en el campo de la<br />

cultura pues paradójicamente mientras más se instala una concepción del niño<br />

apuntalada en sus derechos y en el papel proteccionista del Estado, más se<br />

denuncia la posición de víctima del maltrato del niño, lo cual es subrayado por<br />

Eliacheff en su texto Del niño rey al niño víctima.<br />

Estamos en la era del niño, de sus derechos, del niño también como blanco del<br />

mercado, de la ciencia, de la educación y los modos más diversos de la<br />

intervención pedagógica, pero tal vez nunca como ahora, se denuncian más los<br />

abusos contra ellos, la pornografía infantil elevada al rango de uno de los<br />

renglones de mayor movimiento económico, la pederastia, el maltrato, incluso las<br />

acciones que acarrean su muerte.<br />

Si bien no se encuentra en el Código de la infancia la noción de trauma, puede<br />

verse que sí existe en el núcleo de su formulación, la noción de daño y perjuicio,<br />

así como una consideración de las secuelas físicas y psicológicas que el maltrato<br />

ocasiona. En este sentido, se considera víctima todo niño a quien se haya<br />

vulnerado su protección o su integridad personal, por las agresiones, daños o<br />

amenazas recibidas por algún miembro de su familia, por lo cual tiene derecho a<br />

una medida de protección, debiendo ser vinculado a un programa de atención<br />

especializada, que asegure el restablecimiento de sus derechos, impida la<br />

repetición de los hechos y remedie las secuelas físicas y psicológicas que se<br />

hubieran ocasionado 67 .<br />

Es de anotar que siendo esta concepción del niño maltratado, social y<br />

culturalmente necesaria, deja por fuera toda consideración sobre la posición<br />

subjetiva, puesto que es la institución, en nombre de Estado, quien decide por él,<br />

privándolo de su familia cuando ésta representa un peligro o un daño de su<br />

integridad personal. En esta concepción, el daño y las secuelas, se determinan<br />

67 Según el Código de la Infancia y la Adolescencia, tiene el derecho a una medida de protección<br />

“Toda persona que dentro de su contexto familiar sea víctima de daño físico o psíquico, amenaza,<br />

agravio o cualquier otra forma de agresión por parte de otro miembro del grupo familiar” p. 260.<br />

50


por unos parámetros establecidos de antemano para proteger a todo niño que sea<br />

víctima del maltrato, ya que se presupone que el carácter nocivo está puesto del<br />

lado del hecho o el acontecimiento, dependiendo de su magnitud y frecuencia.<br />

Contrario a esto, la tesis freudiana relativa el papel del acontecimiento en el<br />

trauma, poniendo el acento en la elección y las respuestas del sujeto. Se hace<br />

necesario entonces revisar los postulados freudianos acerca del trauma para<br />

responder a preguntas como ¿qué es entonces lo traumático para los niños<br />

maltratados? ¿Es el maltrato recibido del Otro, una situación traumática? ¿Qué es<br />

lo que deviene traumático de las agresiones del Otro materno y el Otro paterno<br />

durante la infancia?<br />

2.2 LA TEORÍA PSICOANALÍTICA DEL TRAUMA<br />

En principio es necesario afirmar que para el psicoanálisis hay una diferencia entre<br />

el acontecimiento y sus efectos, en tanto que efectos del sujeto; pero a su vez,<br />

diferencia el trauma originario, sexual, y en consecuencia constitutivo del sujeto<br />

del inconsciente, del traumatismo como un evento contingente que enfrenta al<br />

sujeto con un real que representa un exceso no tramitable simbólicamente, pero<br />

sin consecuencias en el inconsciente. Es lo que se ha llamado los traumatismos<br />

de la civilización, categoría dentro de la cual caen la mayoría de los eventos que<br />

hoy en día son clasificados como “stress postraumático”, descritos y definidos<br />

como acontecimientos sin consecuencias inconscientes o cuyas consecuencias<br />

toman valor por cuanto reactivan el trauma originario. Una revisión sobre la teoría<br />

psicoanalítica del trauma permitirá interrogar ¿de qué naturaleza es el efecto de<br />

las agresiones del Otro en el sujeto?<br />

2.2.1 El trauma: ¿vivencia accidental de seducción o trauma sexual<br />

originario?<br />

En su primera teorización del trauma, Freud planteó la hipótesis de que éste era<br />

causado por un evento real de carácter sexual acontecido en la infancia, el cual<br />

51


implicaba un monto de afecto excesivo: terror, displacer, asco, angustia o<br />

vergüenza, frente al cual el sujeto quedaba sin posibilidad de reaccionar o su<br />

reacción no era suficiente. Afirma:<br />

“… si la reacción frente al trauma psíquico tuvo que ser interrumpida por<br />

alguna razón, aquel conserva su afecto originario, y toda vez que el ser<br />

humano no puede aligerarse del aumento de estímulo mediante abreacción<br />

está dada la posibilidad de que el suceso en cuestión se convierta en un<br />

trauma psíquico” 68 .<br />

Dicha vivencia sexual consistía en la seducción del niño por parte de un adulto<br />

acontecida en la temprana infancia, generalmente el padre, tal como decían<br />

recordarlo sus pacientes histéricas.<br />

Puede verse que la concepción de trauma que sostenía Freud en esta época era<br />

la de un suceso accidental sexual que generaba un monto afectivo hiperintenso, el<br />

cual, en algunos casos, no podía ser abreaccionado, es decir, descargado. Según<br />

esto lo que daba lugar al trauma era la conjugación de un suceso de índole sexual,<br />

y la insuficiente reacción del sujeto frente a él.<br />

De este modo se observa que ya en sus primeros escritos, Freud incluye las<br />

respuestas del sujeto en el ocasionamiento del trauma, si bien el excedente sexual<br />

era atribuido al otro, quien seducía al niño introduciéndolo en un goce sexual<br />

prematuro. El trauma estaba pensado entonces como un accidente en la historia<br />

del sujeto, pero definido por la respuesta del mismo, según el modo de la defensa<br />

implementada.<br />

Introducir la defensa, le permitió a Freud responderse, por qué no todas las<br />

personas que habían tenido vivencias sexuales en la infancia desarrollaban<br />

síntomas neuróticos, encontrando que sólo en algunas de ellas se daba la defensa<br />

o "esfuerzo de desalojo" de las representaciones inconciliables. Por lo cual señala:<br />

68 Sigmund Freud, “Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos”, Obras completas,<br />

volumen 2, Buenos Aires, Amorrortu, 2ª edición en castellano, 1986, p. 38.<br />

52


"El excedente sexual por sí solo no puede crear todavía ninguna represión; para<br />

ello hace falta la cooperación de la defensa; ahora bien, sin excedente sexual la<br />

defensa no produce neurosis alguna" 69 .<br />

Freud planteó luego la importancia del retorno de la vivencia sexual infantil en la<br />

pubertad como un recuerdo con efecto retardado (nachträglich), el cual produce<br />

un displacer más intenso que el que en su momento produjo la vivencia<br />

correspondiente, debido esto al aumento de la capacidad de reacción del aparato<br />

sexual. Se establece de este modo una serie en la causación del trauma: vivencia<br />

sexual infantil (excedente sexual) - defensa- repetición, siendo la reactivación de<br />

las vivencias inconscientes la que producía los síntomas, como retornos de lo<br />

reprimido, “no son las vivencias mismas las que poseen efecto traumático, sino<br />

sólo su reanimación como recuerdo, después que el individuo ha ingresado en la<br />

madurez sexual” 70 .<br />

Esta concepción del trauma ligada al influjo accidental de la seducción fue<br />

replanteada a partir de 1897, cuando Freud reconoce que había sobrestimado la<br />

frecuencia e influencia de los sucesos de seducción en la infancia, en la etiología<br />

de la neurosis, y que había dejado de lado la importancia de las fantasías<br />

psíquicas y la constitución sexual. Descubre entonces que se trataba en la<br />

mayoría de los casos de fantasías de seducción, a través de las cuales el sujeto<br />

se defendía del recuerdo de su propia práctica sexual infantil 71 . Con lo cual Freud<br />

69<br />

Sigmund Freud, “Carta 46”, Obras completas, volumen 1, Buenos Aires, Amorrortu, 2ª edición<br />

en castellano, 1986, p.270<br />

70<br />

Sigmund Freud, “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa”, Obras<br />

completas, volumen 3, Buenos Aires, Amorrortu, 2ª edición en castellano, 1986, p. 165.<br />

71<br />

Sigmund Freud, “Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis”, Obras<br />

completas, volumen 7, Buenos Aires, Amorrortu, edición en castellano 1978, pp. 265-266.<br />

53


establece una clara diferencia entre la realidad psíquica y la realidad material o<br />

fáctica, siendo la primera la que cuenta en las neurosis.<br />

En consecuencia, Freud va a atribuirle de ahí en adelante una primacía a los<br />

influjos pulsionales o constitucionales sobre los accidentales, sin que estos últimos<br />

sean abandonados, admitiendo relaciones de cooperación entre los unos y los<br />

otros:<br />

“No es fácil apreciar en su recíproca proporción la eficacia de los factores<br />

constitucionales y accidentales. En la teoría se tiende siempre a<br />

sobrestimar los primeros; la práctica terapéutica destaca la importancia de<br />

los segundos. En ningún caso debería olvidarse que existe entre ambos<br />

una relación de cooperación y no de exclusión. El factor constitucional tiene<br />

que aguardar a que ciertas vivencias lo pongan en vigor; el accidental<br />

necesita apuntalarse en la constitución para volverse eficaz. En la mayoría<br />

de los casos es posible imaginar una «serie complementaria», según se la<br />

llama en la cual las intensidades decrecientes de un factor son<br />

compensadas por las crecientes del otro; pero no hay fundamento alguno<br />

para negar la existencia de casos extremos en los cabos de la serie” 72 .<br />

Plantea que los sucesos accidentales son susceptibles de motivar fijaciones de la<br />

pulsión, las cuales pueden tener una incidencia directa en los síntomas, de modo<br />

que en la pubertad el sujeto busca repetir formas de satisfacción ya vivenciadas,<br />

formas que se han fijado en relación a actividades y sucesos de la sexualidad<br />

infantil, en tendencias parciales abandonadas y en los primitivos objetos<br />

infantiles 73 .<br />

La importancia que adquirió la constitución pulsional, permitió considerar que el<br />

trauma no depende en sí mismo del accidente, sino de la respuesta del sujeto, en<br />

72<br />

Sigmund Freud, “Tres ensayos de teoría sexual”, Obras completas, volumen 7, Buenos Aires,<br />

Amorrortu, edición en castellano 1978, p. 219.<br />

73<br />

Sigmund Freud, “Los caminos de la formación de síntoma”, Conferencias de introducción al<br />

psicoanálisis, Obras completas, volumen 16, Buenos Aires, Amorrortu, 2ª edición en castellano,<br />

1984, p. 326.<br />

54


tanto defensa, y que es a partir de allí que se estructura la constitución de la<br />

sexualidad humana.<br />

Entre los influjos accidentales a los que Freud les atribuye el poder de cooperar<br />

con la dimensión traumática, se encuentran tanto las vivencias en su propio<br />

cuerpo como las impresiones sensoriales de lo visto y lo oído- las cuales<br />

comportan un exceso enigmático e intramitable, puesto que sobrepasan las<br />

posibilidades del niño tanto intelectuales como corporales, de responder. Ahora<br />

bien, Freud le da carácter traumático tanto a las vivencias sexuales como<br />

agresivas, ya que sorprendentemente en la temprana infancia los niños no<br />

diferencian unas de las otras. Esto constituye un aspecto de gran importancia a la<br />

hora de considerar la significación que puede darle un niño a las agresiones que le<br />

dirigen sus padres, puesto que como lo mostró Freud, aquello que constituye la<br />

fantasía inconsciente fundamental, es la flagelación del padre, a la cual está ligada<br />

una satisfacción sexual, satisfacción que en ocasiones puede llevar al niño a<br />

hacerse castigar 74 .<br />

Con respecto a los efectos del trauma, Freud plantea que existen dos tipos: los<br />

positivos y los negativos. Los primeros son los esfuerzos del sujeto por reanimar el<br />

trauma, tornando real la vivencia olvidada, esto es denominado por él compulsión<br />

de repetición y supone siempre una fijación anterior a la impresión precozmente<br />

vivenciada. En esta compulsión el sujeto repite aquello que se ha inscrito a nivel<br />

inconsciente como una marca, y que ha sido cubierto por la amnesia infantil,<br />

actualizando de este modo el trauma. Como ejemplo nos dice que una niña que en<br />

la temprana infancia haya sido objeto de una seducción sexual, podrá adaptar su<br />

vida a la provocación incesante de tales ataques 75 .<br />

74 En el capítulo 4: Respuestas del sujeto, se aborda una viñeta clínica expuesta por Freud, en la<br />

que se evidencia la posición subjetiva de hacerse castigar.<br />

75 S. Freud, “Moisés y la religión monoteísta”, Obras completas, volumen 23, Buenos Aires,<br />

Amorrortu, segunda edición en castellano 1986, pp.72-73.<br />

55


Los efectos negativos del trauma consisten en reacciones de defensa en las<br />

cuales se busca que no se recuerde ni se repita nada de los traumas. Su principal<br />

manifestación son las evitaciones, pudiendo derivar en inhibiciones y fobias.<br />

Estas reacciones al igual que la compulsión de repetición tienen como condición la<br />

fijación al trauma.<br />

Un aspecto que caracteriza los fenómenos de la compulsión de repetición y las<br />

reacciones de defensa, es su independencia con respecto al resto de los procesos<br />

psíquicos que están adaptados a las exigencias del mundo exterior y se conducen<br />

según las leyes del pensamiento lógico. En este sentido Freud afirma que “No son<br />

influidos, o no lo bastante, por la realidad exterior; no hacen caso de esta ni de su<br />

subrogación psíquica, de suerte que fácilmente entran en contradicción activa con<br />

ambas” 76 . Esta independencia se puede evidenciar en las distintas respuestas que<br />

dan los niños entrevistados frente a los actos del Otro, las cuales a pesar de ser<br />

contradictorias son verdaderas.<br />

Freud aclara que la vivencia traumática, no siempre va seguida inmediatamente<br />

del estadillo de una neurosis de infancia, ya que por lo general se instala el<br />

periodo de latencia entre las impresiones infantiles –sexuales o agresivas- y el<br />

posterior estallido de la neurosis, periodo en el que no aparecen síntomas ni<br />

alteraciones del carácter. Esto pone en evidencia la imposibilidad de aseverar en<br />

la presente investigación en cuáles casos las agresiones del Otro tendrán un<br />

efecto traumático retroactivo en los sujetos entrevistados, ya que no es posible<br />

saber o predecir si aparecerán o no síntomas posteriores como efecto de las<br />

vivencias de agresión.<br />

Dentro de las vivencias traumáticas de la infancia también incluye Freud aquellas<br />

mortificaciones narcisistas que son independientes de la buena educación y del<br />

cuidado de los padres, las cuales tienen su origen, en todos los dolores, y desaires<br />

que experimentó el niño a raíz de la imposibilidad de satisfacer sus exigencias<br />

76 Ibíd.<br />

56


pulsionales con el objeto amado. El niño vivenció la pérdida de amor de los<br />

padres, los celos, el desengaño, la vergüenza, la humillación y el fracaso, las<br />

cuales dejaron como secuela un daño permanente del sentimiento de sí. “(…) el<br />

retiro de la ternura que se prodigaba al niñito, la exigencia creciente de la<br />

educación, palabras serias y un ocasional castigo habían terminado por revelarle<br />

todo el alcance del desaire que le reservaban” 77 . Se trata en estas pérdidas y<br />

fracasos de un daño imaginario, que es sepultado por la represión y que luego<br />

será reanimado a través de la compulsión a la repetición.<br />

Freud hace mención al castigo ocasional de los padres, el cual produce al niño un<br />

displacer ligado a la caída del lugar privilegiado que ocupaba en el amor del Otro:<br />

“¡Tantos niños se consideran seguros en el trono que les levanta el inconmovible<br />

amor de sus padres, y basta un solo azote para arrojarlos de los cielos de su<br />

imaginaria omnipotencia!” 78 .<br />

Como se ha visto hasta el momento, Freud deja ver por un lado el trauma como el<br />

efecto sobre el sujeto de un acontecimiento sexual y/o agresivo; por otro lado<br />

están las vivencias de mortificación narcisista ligadas a los celos, el desengaño, la<br />

vergüenza, la humillación y el fracaso, que producen un daño permanente en el<br />

sentimiento de sí, y “la caída del trono” que algunos castigos físicos ocasionales<br />

generan, frente a lo cual se podría quizás oponer la condición contemporánea del<br />

maltrato, concebido como acciones sistemáticas de agresión y daño al niño o<br />

como carencia absoluta del amor y el abandono como correlato.<br />

Ahora bien, ¿de qué lado entonces pueden ubicarse los efectos de las agresiones<br />

del Otro materno y/o paterno?, ¿cómo entender en ellas sus efectos?, ¿tienen o<br />

77<br />

S. Freud, “Mas allá del principio del placer”, Obras completas, volumen 18, Buenos Aires,<br />

Amorrortu, 2ª edición en castellano 1984, p. 21.<br />

78<br />

S. Freud, “Pegan a un niño”, Obras completas, volumen 17, Buenos Aires, Amorrortu, 2ª edición<br />

en castellano, 1984, p.184.<br />

57


no carácter traumático? Una vuelta más a la concepción de Freud sobre las<br />

neurosis traumáticas, será conveniente para iluminar algunas respuestas.<br />

2.2.2. El traumatismo: terror provocado por un peligro de muerte<br />

Como se ha expuesto anteriormente, el trauma originario es lo que estructura el<br />

psiquismo en el sujeto, a partir del cual se definen las estructuras clínicas de<br />

neurosis, psicosis, y perversión. Así mismo, se ha subrayado que un aspecto que<br />

caracteriza los fenómenos de la compulsión de repetición y las reacciones de<br />

defensa, en el trauma, es su independencia con respecto al resto de los procesos<br />

psíquicos, que están adaptados a las exigencias del mundo exterior y se conducen<br />

según las leyes del pensamiento lógico. Es decir, los efectos del trauma se<br />

estructuran con independencia de la realidad y consiguen su satisfacción por fuera<br />

de la misma, siendo aquello que Lacan llamará fantasma, sin duda apoyado en la<br />

concepción de Freud 79 .<br />

Lo que puede derivarse entonces es que hay acontecimientos que estructuran de<br />

manera definitiva la lógica del inconsciente para un sujeto, y hay otros que inciden<br />

fuertemente en el psiquismo, en tanto reactivan el trauma originario. El análisis de<br />

estos se desprenderá de la teoría de Freud sobre las neurosis traumáticas, de las<br />

cuales se ocupó a partir de 1917 en varios de sus textos, las cuales sobrevienen<br />

cuando el sujeto ha experimentado el terror producido por graves accidentes que<br />

conllevaron un peligro de muerte.<br />

El terror es definido por Freud como “el estado en que se cae cuando se corre un<br />

peligro sin estar preparado: destaca el factor de la sorpresa” 80 . Diferenciándolo de<br />

la angustia, en la cual hay una expectación y una protección frente al peligro. En<br />

79 El tema del fantasma es abordado en el capítulo 4: Las respuestas del sujeto.<br />

80 Sigmund Freud, “Mas allá del principio del placer”, Op. cit., p. 13.<br />

58


este orden de ideas, Freud no considera que la angustia pueda producir una<br />

neurosis traumática; ya que en ella hay una protección contra el terror.<br />

Freud califica a estas vivencias accidentales de “traumáticas” en tanto producen<br />

una perturbación económica en la homeostasis psíquica: “La aplicamos a una<br />

vivencia que en un breve lapso provoca en la vida anímica un exceso tal en la<br />

intensidad de estímulo que su tramitación o finiquitación {Aufarbeitung} por las<br />

vías habituales y normales fracasa, de donde por fuerza resultan trastornos<br />

duraderos para la economía energética” 81 .<br />

Puede verse que lo que las define como traumáticas son dos aspectos: primero, el<br />

exceso que conlleva para el sujeto la vivencia, y segundo, el fracaso de su<br />

tramitación; en lo cual se muestran plenamente coincidentes con las vivencias<br />

traumáticas originarias. En este sentido la diferencia entre el trauma sexual<br />

constitutivo y el traumatismo accidental, estaría dada por la presencia del terror<br />

ante el peligro de muerte.<br />

Freud encontró en el trabajo con sus pacientes que la vivencia accidental<br />

traumática retornaba en los sueños de angustia de quienes habían padecido dicho<br />

peligro de muerte. Es así como descubre la compulsión a la repetición, concebida<br />

como un «eterno retorno de lo igual»; lo particular y esencial de dicha compulsión,<br />

es que en ella el sujeto no repite las vivencias placenteras sino justamente<br />

aquellas que no le han procurado placer alguno 82 . De este modo identifica que los<br />

enfermos se hayan fijados psíquicamente al trauma, no pudiendo olvidar dicho<br />

suceso. “Es como si estos enfermos no hubieran podido acabar con la situación<br />

81 Sigmund Freud, “La fijación al trauma, lo inconsciente”, En: Conferencias de introducción al<br />

psicoanálisis”, Obras completas, volumen 16, Buenos Aires, Amorrortu, 2º edición en castellano<br />

1984, p. 252.<br />

82 Aunque es a partir del estudio de las neurosis traumáticas y de guerra que Freud descubre la<br />

compulsión a la repetición, ésta le permite entender los efectos llamados positivos del trauma<br />

originario, mencionados en el apartado anterior. De modo que la compulsión a la repetición no es<br />

exclusiva de las neurosis traumáticas puesto que también se presenta en las neurosis de<br />

transferencia.<br />

59


traumática, como si ella se les enfrentara todavía a modo de una tarea actual<br />

insoslayable” 83 .<br />

Al respecto Colette Soler reactualiza los planteamientos freudianos, diciendo que<br />

mientras el trauma sexual originario se olvida, por haber sido inscrito en lo<br />

inconsciente y cubierto por la amnesia infantil, los traumas de la civilización, como<br />

ella los llama, no pueden ser olvidados justamente por no tener una inscripción<br />

inconsciente, de manera que estos se caracterizan por el olvido imposible,<br />

quedando sólo la vivacidad de la vivencia traumática 84 . En consecuencia lo que<br />

Freud llamó neurosis traumática, correspondería a lo que Colette Soler llama<br />

“traumatismos de la civilización”.<br />

Lo interesante de la consideración de las neurosis traumáticas es que aunque en<br />

ellas Freud pone el acento en el terror y el factor sorpresa de la vivencia<br />

traumática, no concibe su efecto como algo independiente de las representaciones<br />

inconscientes ni de la constitución pulsional del sujeto. Al respecto dice:<br />

“Por todo lo que sabemos de la estructura de las neurosis más simples<br />

de la vida cotidiana, nos parece muy improbable que una neurosis<br />

pueda surgir por el mero hecho objetivo del peligro, sin participación<br />

alguna de las capas inconscientes más profundas del aparato anímico<br />

(…) mantenemos, pues, nuestra hipótesis de que el miedo a morir ha<br />

de concebirse como análogo al miedo a la castración.” 85 .<br />

Puede decirse entonces, que los traumatismos o traumas de la civilización, se<br />

determinan en consecuencia con el trauma, o en otras palabras, sus efectos no<br />

son independientes del modo en que el sujeto respondió frente al trauma<br />

originario.<br />

83 Sigmund Freud, “La fijación al trauma, lo inconsciente”, Op. cit.,p. 252.<br />

84 Colette Soler, Trauma generalizado, Seminario Internacional, Asociación Foro del Campo<br />

Lacaniano de Medellín, dictado en Medellín, septiembre 7,8 y 9 de 2007 (Inédito)<br />

85 S. Freud, “Inhibición, Síntoma y Angustia”, Obras Completas, volumen II, Traducción por Luis<br />

López Ballesteros, <strong>Biblioteca</strong> Nueva, Madrid, 1968.p.51<br />

60


En este mismo sentido resalta el carácter singular del traumatismo, ya que una<br />

determinada impresión no produce el mismo efecto traumático en todos los<br />

sujetos, “en cierta constitución producirá el efecto de un trauma algo que en otra<br />

no lo tendría” 86 .<br />

Por su parte Lacan nos aporta en relación con el trauma la noción de tyche<br />

tomada del vocabulario de Aristóteles y traducida como el encuentro con lo real,<br />

un encuentro siempre azaroso, fallido, que no está regido por el principio del<br />

placer, en otras palabras, se trata de un mal encuentro. La noción de Automaton<br />

en cambio es el retorno de los signos, la insistencia de la red de significantes, la<br />

inercia de lo simbólico orientada por el principio del placer Automaton es el<br />

retorno de lo reprimido –Wiederkehr-, lo que constituye el inconsciente mismo.<br />

Aquí lo real se define como “eso que yace siempre detrás del automaton” 87 .<br />

La tyche se relaciona con el concepto de repetición - Wiederholen-, en tanto es el<br />

encuentro traumático, lo que se repite, en este sentido Lacan define lo real como<br />

“lo que vuelve siempre al mismo sitio – a ese sitio en que el sujeto en tanto que<br />

cogita, no lo encuentra” 88 .<br />

Siguiendo a Freud, Lacan plantea que una de las vías en que el trauma reaparece<br />

en los procesos primarios, y a cara descubierta, es el sueño.<br />

“El trauma es concebido como algo que ha de ser taponado por la<br />

homeostasis subjetivizante que orienta todo el funcionamiento definido<br />

por el principio de placer. Nuestra experiencia nos plantea entonces<br />

un problema, y es que, en el seno mismo de los procesos primarios,<br />

se conserva la insistencia del trauma en no dejarse olvidar por<br />

nosotros.” 89<br />

86 S. Freud, “Moisés y la religión monoteísta”, Op. cit., p. 70.<br />

87 Jacques Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Op.cit., p. 62.<br />

88 Ibíd, p.57.<br />

89 Ibíd., p. 63.<br />

61


En este punto cabe la pregunta ¿Se está refiriendo Lacan en esta cita al trauma<br />

sexual originario o a los traumas accidentales, también llamados traumatismos?<br />

Podría arriesgarse una respuesta.<br />

Teniendo en cuenta que una de las condiciones planteadas por Freud para que<br />

una vivencia tenga carácter traumático es la fijación del sujeto a la misma, esta<br />

fijación comporta siempre una insistencia del trauma, en tanto éste siempre<br />

retorna. Ahora bien, dicho retorno puede darse por dos vías. Una, es la vía<br />

simbólica, en la cual lo traumático aparece bajo la forma de los síntomas, de la<br />

fantasías, de los sueños, es decir de las formaciones del inconsciente, no<br />

dejándose olvidar, lo que no implica que la vivencia sea recordada a nivel<br />

consciente. Se trata más bien, como Freud lo llamaba, de un recuerdo en acto.<br />

La otra vía, es el imposible de olvidar, como retorno de lo real, bajo la forma de la<br />

angustia o los pasajes al acto, en los cuales el sujeto se infringe un daño como si<br />

le viniera del Otro o como si estuvieran dirigidos al Otro. Ahora bien, ¿cuáles de<br />

los niños entrevistados dan cuenta de esta dimensión traumática como un mal<br />

encuentro, imposible de olvidar? En esta vía podrían situarse las manifestaciones<br />

de algunos de los niños entrevistados, como lo es por ejemplo la alta<br />

accidentabilidad de Marlon, el acto de comer vidrios y de herirse con alambres de<br />

Aquila, o la asfixia de Pacho Malo 90 .<br />

En el caso de Camila puede conjeturarse que lo que hace trauma para esta niña<br />

es el maltrato de la madre, vía la muerte de su hermanito, es decir, esta muerte es<br />

lo que pone al sujeto frente a lo real, en tanto punto extremo al que ha llegado el<br />

exceso pulsional de su madre, quien con sus golpes frecuentes y brutales y la falta<br />

de alimento, ha causado la muerte de su hijo.<br />

Puede plantearse que este acontecimiento en tanto traumático conserva su<br />

insistencia en calidad de un real imposible de olvidar para Camila, ya que no<br />

90 Ver Anexo 1 en el cual se hace una presentación de los niños entrevistados.<br />

62


puede ser olvidado ni en la vida despierta ni en los sueños de angustia, lo que<br />

evidencia cuando dice: “yo siempre mantengo pensando en eso. Yo no hay un día<br />

que pare de pensar en eso, siempre pienso en ello (…) y ya ahí, cuando rezo me<br />

acuesto” 91 .<br />

Con respecto a la pregunta formulada al final del apartado anterior puede en este<br />

punto arriesgarse una repuesta: si las vivencias dolorosas generadas por las<br />

heridas narcisistas y por la imposibilidad de satisfacer las mociones pulsionales<br />

dirigidas a los objetos edípicos, producen un efecto traumático entendido éste<br />

como daño imaginario o como falta simbólica; la agresión del Otro materno y /o<br />

paterno, puede ubicarse en cambio, para algunos niños, del lado del traumatismo<br />

o del daño irreparable, entendido éste como un encuentro con un exceso<br />

intramitable que no logra una inscripción en lo inconsciente y por ende es<br />

imposible de olvidar.<br />

El hecho de que generalmente este tipo de excesos sobre el niño sean reportados<br />

como viniendo de una persona tan íntima y entrañable como lo es el padre y/o la<br />

madre, de quienes el niño depende por su condición de desvalimiento, hace<br />

necesario una revisión de los planteamientos psicoanalíticos sobre las funciones<br />

del Otro paterno y materno, que permitan situar el estatuto que tiene el Otro<br />

parental en el maltrato, a lo cual se dedicará el capítulo siguiente.<br />

91 Los sueños de angustia de Camila son expuestos en el capítulo 4 Respuestas del sujeto.<br />

63


3. EL ESTATUTO DEL OTRO EN EL MALTRATO<br />

“Las funciones del padre y de la madre se juzgan según una tal necesidad. La de<br />

la madre: en tanto sus cuidados están signados por un interés particularizado, así<br />

sea por la vía de sus propias carencias. La del padre, en tanto que su nombre es<br />

el vector de una encarnación de la ley en el deseo” (Lacan, 1988)<br />

INTRODUCCIÓN<br />

La pregunta por las posiciones subjetivas de niñas y niños agredidos por sus<br />

padres, implica de manera fundamental situar claramente el concepto de la<br />

función paterna y materna en tanto Otro de donde proviene la agresión.<br />

El psicoanálisis nos enseña que tanto el padre como la madre participan de tres<br />

registros distintos, a saber, lo imaginario, lo simbólico y lo real, funciones que no<br />

están determinadas por el vínculo de consanguinidad, ni por su rol a nivel<br />

sociológico, sino por aquello que agencian en cuanto a la constitución psíquica del<br />

sujeto y a los efectos que a nivel inconsciente se inscriben a partir de la relación<br />

con las figuras del Otro que han intervenido en su historia particular. De este modo<br />

la función debe entenderse enmarcada en una estructura familiar, en la cual cada<br />

lugar se define por relación a otros: función del padre, función de la madre, niño,<br />

falo.<br />

Para entender el estatuto que tiene el Otro que agrede en la subjetividad del niño,<br />

es necesario retomar los planteamientos psicoanalíticos aportados por Freud y por<br />

Lacan con respecto a las funciones imaginaria, simbólica y real, tanto de la madre<br />

como del padre.<br />

3.1 LA MADRE: DE SU FUNCIÓN SIMBÓLICA A LA POTENCIA DE SU<br />

CAPRICHO<br />

Cuando se habla de la madre en el psicoanálisis es importante comenzar<br />

haciendo dos precisiones fundamentales. La primera, es que una mujer no se<br />

hace madre por parir un hijo. El ser madre implica un deseo inconsciente por un<br />

64


hijo, el cual no equivale a las ganas o antojo de tenerlo, o a que éste sea o no<br />

planeado, puesto que dicho deseo está ligado al proceso de constitución subjetiva<br />

de una mujer. Como lo mostró Freud en su teorización sobre la sexualidad<br />

femenina, el deseo de un hijo se estructura a partir del atravesamiento edípico de<br />

la niña por la castración, ya que es allí que ella se confronta con su falta fálica y<br />

que surge la envidia del pene. Frente a esta envidia de tener eso que no tiene, un<br />

niño puede constituirse para una mujer en un objeto sustitutivo del falo,<br />

resolviendo esta falta por la vía del tener fálico. Es así como para una madre, el<br />

hijo puede venir en el lugar del objeto que la colma, suturando imaginariamente su<br />

falta, y por consiguiente siendo investido con su amor, de lo contrario, éste hijo<br />

quedaría por fuera de su deseo.<br />

La segunda precisión, es que el deseo de la madre no es el deseo de la mujer.<br />

Esto quiere decir, que mientras el deseo de la madre tiene por objeto a su hijo,<br />

éste no satisface el deseo de la mujer. En este sentido, Colette Soler plantea que<br />

el ser mujer no se resuelve por completo en el tener fálico. El deseo de la madre y<br />

el deseo de la mujer, pueden excluirse o coexistir en diversas formas.<br />

(…) La variedad de formas de la madre se despliega entre los dos extremos<br />

y va de la madre demasiado madre, que encierra al niño, hasta la madre<br />

demasiado mujer, ocupada en otras cosas, hasta ser a veces tan Otra, que<br />

allí uno no se logra ubicar. Habría que introducir aquí muchos matices 92<br />

Estos extremos de los que nos habla Colette Soler, permiten situar la diferencia<br />

que existe entre la madre, toda madre, que ubica a su hijo como objeto que la<br />

colma, dirigiendo hacia él no sólo los cuidados sino toda su libido, donde su<br />

“pasión materna” no tendría límite; y la mujer, toda mujer, dedicada por completo a<br />

satisfacer su propio goce, quien no da lugar al deseo de un hijo, conllevando en<br />

algunos casos a la renuncia de tener un hijo o en otros, a que aún teniéndolo, no<br />

asuma su función de madre, dejando al niño por fuera de su amor y su deseo.<br />

92 C. Soler, Lo que decía Lacan de las mujeres, Medellín, No Todo, 2004, p.116.<br />

65


Si bien la pasión materna, como la llama la autora, puede producir daños no por<br />

falta de amor sino por exceso, también en el otro extremo, que es el que aquí<br />

interesa, puede encontrarse la dimensión del maltrato cuando la madre no se<br />

ocupa de su hijo, pues se encuentra demasiado ocupada con su propio goce, de lo<br />

cual dan cuenta, como se verá más adelante, algunos niños en sus testimonios.<br />

3.1.1 La función simbólica del amor materno: “Una buena madre es…”<br />

Si tomamos a Freud, la función de la madre en tanto Otro primordial, puede<br />

rastrearse a partir de la observación, verificable sin lugar a dudas, del desamparo<br />

originario en que se encuentra la criatura humana al nacer, desamparo biológico y<br />

psíquico, nos dice el autor. Sin el auxilio del otro, de sus cuidados, atenciones y<br />

protección, el pronto destino del recién nacido es la muerte, de allí que su<br />

ausencia constituya una gran fuente de peligro, ya que “el organismo humano es<br />

al comienzo incapaz de llevar a cabo la acción específica” 93 , que es aquella<br />

alteración en el mundo exterior capaz de eliminar por un tiempo el<br />

desprendimiento de tensión en el interior del cuerpo. Es entonces la intervención<br />

de un individuo auxiliador experimentado, la que va a posibilitar la descarga de la<br />

tensión y la supresión del estímulo endógeno, cobrando así la función secundaria<br />

del entendimiento (Verständigung o comunicación).<br />

Esta función del entendimiento o comunicación que se inscribe en la relación<br />

primitiva del niño con el otro auxiliador, es retomada por Lacan, haciendo ingresar<br />

la categoría del Otro, como lugar de la palabra, del código, tesoro de significantes,<br />

definido como “sistema sincrónico de significantes que rige para el sujeto la<br />

entrada a la satisfacción buscada e impone por lo mismo, retroactivamente, a la<br />

necesidad una estructura quebrada, que resulta de su pasaje por el molino de<br />

palabras” 94 . Este lugar va a ser ocupado en primera instancia por la madre, ya que<br />

ella no debe ser simplemente un otro cuidador, auxiliador, sino que se espera que<br />

93<br />

S. Freud, “Proyecto de Psicología para neurólogos”, Obras completas, volumen 1, Buenos Aires,<br />

Amorrortu, 2ª edición en castellano 1986, p. 362.<br />

94<br />

J. Lacan, El deseo y su interpretación, El seminario, libro 6, Buenos Aires, Paidós, 1977, p. 131.<br />

66


pueda hacer pasar las necesidades del niño por el registro significante, haciendo<br />

retornar el mensaje al niño en forma invertida, dotándolo de significación, esto es,<br />

que pueda responder desde el lugar del Otro. En este sentido la necesidad una<br />

vez pasa por el Otro como lugar del código, no vuelve a ser más una necesidad<br />

natural: el lenguaje desnaturaliza la necesidad. “El lugar del código se sitúa en el<br />

Otro, y en primer lugar en el Otro real de la primera dependencia” 95 .<br />

Dicha intervención del Otro al hacer pasar la necesidad por el registro significante,<br />

posibilita que se instaure de este modo la demanda. En este sentido Lacan<br />

plantea que “la demanda por sus necesidades articulatorias, desvía, cambia,<br />

traspone la necesidad” 96 . Esto quiere decir, que la necesidad simplemente se<br />

satisface o no se satisface, ya que por definición se encuentra condicionada a<br />

unos objetos específicos de satisfacción, sin embargo la necesidad en tanto que<br />

tramitada por la intervención del Otro y por su deseo, es elevada al estatuto de<br />

demanda, ingresando al registro de lo simbólico y constituyéndose como demanda<br />

de amor.<br />

Al respecto Miller, siguiendo a Lacan, diferencia dos niveles de la demanda, “una<br />

demanda en el nivel de la necesidad y otra en el nivel del amor. Hay una<br />

dependencia a nivel de un Otro que tiene lo necesario para satisfacer la necesidad<br />

y está el Otro de cuyo amor depende el sujeto” 97 .<br />

Pulsión<br />

Demanda al Otro que no tiene (de amor)<br />

Deseo<br />

Demanda al Otro que tiene (en relación con la necesidad)<br />

Necesidad<br />

95 Ibíd.<br />

96 Jacques Lacan, Las formaciones del inconsciente, Op.cit., p. 389.<br />

97 Jacques- Alain Miller, Lógicas de la vida amorosa. Buenos Aires, Manantial, 1991, p. 51.<br />

67


La importancia de este esquema que propone Miller 98 , es que nos permite<br />

diferenciar un nivel de la demanda en la que el Otro puede o no responder a partir<br />

de lo que tiene, que en términos freudianos, sería la acción específica que<br />

permitiría reducir la tensión del estímulo la cual es incapaz de descargar el niño<br />

por su condición de desvalimiento originario, de otro nivel de la demanda que se<br />

dirige al Otro en lo que éste puede aportar por su pura presencia, como demanda<br />

de amor donde se inscribe el don, en tanto se da a partir de lo que no se tiene. El<br />

don implica todo el ciclo del intercambio en el que se introduce el sujeto, de allí su<br />

carácter esencialmente simbólico.<br />

Estos planteamientos cobran importancia en el análisis del maltrato cuando éste<br />

se encuentra ligado a la relación con la madre, en tanto para el niño el maltrato<br />

puede darse por la no satisfacción de sus necesidades por parte del Otro, en el<br />

sentido de no dar lo que puede dar, lo que tiene, o cuando el Otro no ofrece<br />

pruebas de su amor o incluso ofrece pruebas de su desamor.<br />

La no satisfacción de la necesidad puede ser interpretada por los niños como<br />

maltrato, como lo evidencian Camila y José, al reprocharle a la madre la falta de<br />

cuidados, pues eran ellos quienes tenían que salir a la calle a buscar la comida, y<br />

Camila era quien cocinaba para sus hermanitos, así mismo, esta niña denuncia las<br />

condiciones de desaseo en que vivían, y manifiesta como queja el tener que<br />

dormir en un colchón lleno de gusanos que se le metían en el cuerpo.<br />

Para Camila su madre es mala por no cuidar a sus hijos, dice que una madre debe<br />

querer y cuidar a sus hijos y su madre no hacía esto con ellos, “no recuerdo nada<br />

bueno de ella porque ella era mala conmigo y como va a recordar uno si ella no le<br />

hace las cosas bien como se las debe hacer a una hija de ella, ¿si o no?”. Para<br />

Camila una buena madre es aquella:<br />

98 Ibídem<br />

68


“que le da lo que necesita el niño, y tratarlo bien y no pegarles, nada mas los<br />

castigos, decirle te vas pa´ allá, no vas a ver televisión y cuando te calmes<br />

vienes. Castigos nada más, que no le están pegando a uno, que no estén<br />

sin que les den comida, (…) quién va a recordar cosas buenas de la mama si<br />

no hace las cosas por pereza de estar con uno.”<br />

Lacan indica que para que el niño pueda discernir la intención de amor del Otro<br />

de su voluntad de daño, es necesario que se haya instituido el orden simbólico<br />

como tal, esta institución es la que diferencia el capricho del Otro de un acto<br />

dirigido a sancionar una falta.<br />

Para ilustrar esto ahora en términos psicológicos (…) la intencionalidad<br />

de amor constituye muy precozmente, antes de cualquier más allá del<br />

objeto, una estructuración fundamentalmente simbólica, imposible de<br />

concebir sin plantear que el propio orden simbólico está ya instituido y<br />

presente. La experiencia nos lo demuestra. Como la señora Susan<br />

Isaacs nos hizo observar hace ya mucho tiempo, desde una edad muy<br />

precoz un niño distingue un castigo de un maltrato arbitrario. Incluso<br />

antes de hablar, un niño no reacciona de la misma forma ante un golpe<br />

que ante una bofetada 99 .<br />

Puede verse que Camila diferencia claramente el castigo del maltrato, el cual no<br />

solamente se da por las agresiones físicas, y los insultos, sino también por la<br />

negligencia, que en sus palabras es “no darle lo que el niño necesita, no cuidarlos<br />

y no estar con él”. Para ella una mala madre no es aquella que castiga sino<br />

aquella que maltrata. Con respecto a los insultos dice “nos decía cuando no<br />

queríamos obedecerle en algo a ella entonces empezaba a decir puras groserías<br />

ahí, entonces, cuando no me hagan caso les voy a seguir diciendo groserías.” Por<br />

su parte Manuela refiere de su madre que es “irresponsable”, por no comprarles<br />

comida, gastarse el dinero en cervezas y dormir todo el día.<br />

En las quejas de estos niños por la falta de cuidados por parte de la madre,<br />

subyace un reclamo bien por la falta de amor o por la evidencia del desamor.<br />

Mientras Camila, dice que su madre no la quiere y que es una mala madre,<br />

interpretando la falta de cuidados como una prueba de desamor, Manuela sólo<br />

99 J. Lacan, La relación de objeto, Op. Cit., p. 189.<br />

69


puede nombrar, con gran dificultad, que su madre es irresponsable. Contrastando<br />

con lo anterior, puede verse que para Aquila el hecho de que la madre los haya<br />

entregado a Bienestar Familiar a ella y a su hermanito por no tener dinero para<br />

alimentarlos, es considerado como un acto de amor.<br />

Siguiendo el esquema de Miller, el deseo del Otro, se inscribe entre los dos<br />

niveles de la demanda. Está más allá de la demanda de la satisfacción de las<br />

necesidades, puesto que si bien esta satisfacción es lo que puede salvar al niño<br />

de la muerte, dada su impotencia y desvalimiento, no es suficiente para hacerlo<br />

existir como un sujeto, lo cual sólo puede darse en tanto la madre como Otro<br />

primordial aloje al niño en su deseo, el cual es inconsciente.<br />

Al respecto Lacan plantea:<br />

“La función de residuo que sostiene (y a un tiempo mantiene) la<br />

familia conyugal en la evolución de las sociedades, resalta lo<br />

irreductible de una transmisión –perteneciente a un orden distinto al<br />

de la vida adecuada a la satisfacción de las necesidades- que es la<br />

de una constitución subjetiva , que implica la relación con un deseo<br />

que no sea anónimo” 100 .<br />

En el segundo nivel de la demanda, al Otro que no tiene, ésta siempre queda<br />

insatisfecha en la medida en que lo que el niño le demanda al Otro apunta a su<br />

ser, y este ser por estar atravesado por la falta, sólo puede ofrecer su amor desde<br />

su propia incompletud. En este sentido el niño tiene siempre que confrontarse con<br />

la frustración, entendida por Lacan como un daño imaginario y por Freud como<br />

una herida narcisista. Con relación al tema que nos ocupa es necesario diferenciar<br />

la imposibilidad estructural de que el Otro primordial satisfaga por completo la<br />

demanda de amor del niño, la cual puede ser interpretada por éste como “El Otro<br />

no me ama lo suficiente”, propia de la queja del neurótico, de la situación que se<br />

presenta en el maltrato cuando el niño lo que percibe es el desamor.<br />

100 Jacques Lacan, “Dos notas sobre el niño”, en Intervenciones y textos 2, Buenos Aires,<br />

Manantial, 1988, p.56.<br />

70


3.1.2 El maltrato materno como exceso pulsional: “me pegaba con una<br />

correa de cuero y con alambre así de luz que no servía”<br />

Cuando la madre deja de responder al llamado del niño, cuando responde a su<br />

arbitrio, a su capricho, se convierte en real, en tanto hace uso de su potencia,<br />

puesto que de ella depende de forma absoluta el don o el no don. Es aquí donde<br />

Lacan va a ingresar la dimensión de la omnipotencia materna, la Wirklichkeit, que<br />

en alemán identifica omnipotencia con realidad 101 .<br />

Lacan plantea que en el encuentro de la demanda del sujeto con el Otro en el<br />

capricho de su disposición, queda atrapada una referencia al deseo. En este punto<br />

el niño identifica un deseo en la madre al cual él mismo va a identificarse, a<br />

adherirse, de modo que su deseo se constituye como deseo del Otro. Pero este<br />

deseo de la madre es en su fundamento insaciable, por lo cual el niño para<br />

satisfacer lo que no puede ser satisfecho, se hace señuelo, objeto falaz que<br />

cautiva el deseo del Otro. “Esta madre insaciable, insatisfecha, a cuyo alrededor<br />

se construye toda la ascensión del niño por el camino del narcisismo, es alguien<br />

real, ella está ahí, y como todos los seres insaciables, busca que devorar querens<br />

quem devoret” 102 . Esta figura devoradora se la representa el niño como unas<br />

fauces abiertas.<br />

Esta representación del deseo de la madre, será retomada por Lacan en el<br />

seminario XVII, bajo la figura metafórica de la boca abierta del cocodrilo:<br />

“El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que<br />

pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar<br />

dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe que<br />

mosca puede llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es el<br />

deseo de la madre” 103 .<br />

101<br />

J. Lacan, La relación de objeto, Op. cit., p.187.<br />

102<br />

Ibíd., p. 197.<br />

103<br />

J. Lacan, El reverso del psicoanálisis, El Seminario, libro 17, Buenos Aires, Paidós, 1999, p.<br />

118.<br />

71


Lacan nos dice que la función de la madre comporta una ley, en tanto ella es un<br />

ser hablante, tocado por el significante, pero esta ley es incontrolada, caprichosa,<br />

de allí que el niño se sitúe con respecto a ella en el lugar de súbdito "es un súbdito<br />

porque se experimenta y se siente de entrada profundamente sometido al capricho<br />

de aquello de lo que depende, aunque este capricho sea un capricho<br />

articulado" 104 .<br />

Es importante resaltar que según Lacan, este capricho es articulado, es decir, que<br />

no está completamente por fuera del significante; no obstante en este capricho<br />

hay una dimensión pulsional por fuera de lo simbólico. Esto permitiría diferenciar el<br />

sometimiento del niño al deseo de la madre, del sometimiento al goce de ésta,<br />

vehiculizado en las formas extremas de exclusión, flagelación, daño o muerte.<br />

Mientras el primero introduce una dimensión alienante constitutiva, en la medida<br />

en que permite al niño alojarse en el deseo del Otro por procuración, esto es<br />

desear el objeto de deseo del Otro, como se mencionó anteriormente; la segunda<br />

deja al niño por fuera del amor del Otro, a merced de los estragos de la pulsión de<br />

muerte.<br />

A este capricho de la madre se refirió Lacan como el pisoteo del elefante en el<br />

texto Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, diciendo que es “el que<br />

introduce el fantasma de la Omnipotencia no del sujeto, sino del Otro donde se<br />

instala su demanda (…) y con ese fantasma la necesidad de su refrenamiento por<br />

la ley” 105 . Puede verse cómo la función materna está atravesada por un deseo<br />

insaciable, caprichoso, enigmático para el niño, regido por una ley arbitraria, la<br />

cual sólo puede ser refrenada por una ley distinta, de otro orden, en tanto<br />

comporta una regulación, un límite a la relación incestuosa y agresiva que se da<br />

en el registro de lo imaginario, ésta ha sido denominada como la ley del padre 106 .<br />

104<br />

J. Lacan, La relación de objeto, Op. cit., p. 195.<br />

105<br />

J. Lacan, “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano”, Escritos II,<br />

Madrid, Siglo XXI, 1999, p. 793.<br />

106<br />

La ley del padre se abordará en el siguiente apartado, no porque se considere que estas<br />

problemáticas estén separadas sino porque la finalidad específica en este punto es demostrar el<br />

72


Cuando esta ley no opera, se exacerba esta omnipotencia materna la cual puede<br />

expresarse a través del maltrato.<br />

De las demandas ilimitadas del Otro materno y de su dimensión pulsional nos<br />

habla Camila quien no sólo siente que su madre no la quiere a ella sino a todos<br />

sus hermanos, y relata como una prueba fehaciente de ello la muerte de uno de<br />

sus hermanitos<br />

“es que mire que se murió uno, ella dizque le pegaba mucho a él cierto, al<br />

niño, le pegaba y después dijo, a lo último que eso era mal de ojo, yo no sé<br />

si será verdad. (…) Y bueno entonces ella dijo que era eso, y todos le<br />

creyeron a ella y eso era mentiras de ella, ella a toda hora era pegándole a<br />

ese niño, que pesar. (…) y a lo último una señora me dijo que ella paso por<br />

ahí con el niño y que tenía las manos ensangradas, que yo no sé qué,<br />

entonces que cuando llegaron allá el niño estaba dizque muerto. Así me<br />

dijeron (…) ella le mantenía pegando y no le daba comida, le pegaba todo<br />

duro y lo tiraba a la cuna así, y le daba en la cabecita y se ponía a llorar que<br />

pesar, yo siempre mantengo pensando en eso. Yo no hay un día que pare<br />

de pensar en eso, siempre pienso en ello y vuelvo a pensar y ya ahí, cuando<br />

rezo me acuesto.”<br />

Podría pensarse que la muerte de su hermanito es aquello que confronta a Camila<br />

con el exceso pulsional de una madre que no encuentra un límite a su pulsión<br />

agresiva hacia sus hijos, la cual pareciera no ser contenida por el amor. En este<br />

relato puede verse que si bien en un primer momento la niña dice “no sé si será<br />

verdad” que la causa de la muerte fue el mal de ojo, luego afirma “eso era<br />

mentiras de ella”, es decir, todos le creyeron menos Camila, que sabe de la<br />

ferocidad de la que es capaz su madre. Su hermanito dejó existir, y ella también<br />

se siente como si no existiera para la madre,“(…)nos dejaron a nosotros por ahí<br />

así tirados por ahí en la calle como si uno no fuera nada de ella y como si uno no<br />

existiera”.<br />

Otra manera en que Camila evidencia el exceso del goce de la mujer en su madre,<br />

es cuando dice “uno tenía que hacerle todo a ella, mientras ella pasaba bien<br />

estatuto del Otro materno cuando las agresiones provienen particularmente del personaje que lo<br />

encarna.<br />

73


ueno en la cama con E (su padrastro)”. Además la madre en las noches la<br />

llevaba a las discotecas donde iba a divertirse, exponiendo en varias ocasiones a<br />

la niña a ser objeto del goce sexual. Camila narra las situaciones en que fue<br />

violada por diversos hombres, siendo estas propiciadas por su madre, quien tenía<br />

conocimiento de lo que ocurría. Camila se refiere a esto diciendo:<br />

“él le decía a mi mamá que me dijera a mí de que fuera por una comida y<br />

así entonces mi mamá decía: ah bueno, entonces después me decía a mí:<br />

Camila vaya por una comida allá donde G, ella sabía cierto, entonces le<br />

decía amá yo voy a ir con José (hermano); no, va usted sola, entonces yo<br />

iba sola y él decía: entre pues, entre pues, regañándome; entonces yo<br />

tenía que entrar, entonces, espere que ya le estoy sirviendo la comida (…)<br />

y tenía una cama ahí a un lado, llegó y me tiro”.<br />

Camila da cuenta cómo su madre se ubica en el extremo de la “madre demasiado<br />

mujer”, tal como lo nombra Colette Soler, en la cual ese goce Otro, que Lacan<br />

denominó loco, indescifrable, opaco “hace de la madre, en su querer inconsciente,<br />

una mujer que no se ocupa absolutamente para nada del niño fálico” 107 . Se tiene<br />

entonces que el goce de la mujer se vuelve extremo cuando no está presente el<br />

deseo de la madre por el hijo, el cual posibilita que éste hijo no quede en el lugar<br />

de objeto abandonado, agredido, desechado y hasta eliminado. Lo que no quiere<br />

decir que una mujer para ser madre, tenga que renunciar a su goce de mujer,<br />

pues, como se indicó anteriormente, es ese goce el que evita los extremismos<br />

maternos de una “madre demasiado madre”, ya que da entrada a la función<br />

paterna, como un Otro que introduce el límite entre la madre y el hijo.<br />

Ahora bien, ¿qué nos dice José, hermano de Camila? José se identifica diciendo<br />

“nosotros somos de Bienestar porque nos pegaban mucho”. Manifiesta que su<br />

madre y su padrastro les pegaban, a él y a sus hermanitas. Con respecto a las<br />

agresiones de su madre dice: “me pegaba con una correa de cuero y con alambre<br />

así de luz que no servía”. Para él el motivo, por el cual recibía constantes golpes,<br />

era que no lavaba la loza, lo cual aunque puede ser solo el motivo aparente,<br />

107 C. Soler, Lo que decía Lacan de las mujeres, Op. Cit., p.122.<br />

74


pareciera serle suficiente. Además de esto, cuenta que los oficios de la casa<br />

tenían que ser realizados por él y sus hermanitas, porque su mamá dormía todo el<br />

día, dice “ella mantenía en la casa y salía a las discotecas a bailar y a nosotros<br />

nos dejaba en la casa solitos”.<br />

Puede decirse que para José su madre no cumple la función que el esperaría que<br />

cumpliera, pues prefiere irse a bailar en lugar de ocuparse de sus hijos, es decir,<br />

cuidarlos, alimentarlos, darles el estudio, llevarlos de paseo y ocuparse de las<br />

labores del hogar. Sin embargo, él no da cuenta de la dimensión pulsional de la<br />

mujer que hay en su madre de una forma tan dramática y feroz como sí lo hace<br />

Camila, quien tiene muy claro que ella es una mala madre y no quiere volver a<br />

vivir con ella, pues teme de los alcances de su pulsión agresiva.<br />

En el caso de Tania su madre ha realizado un acto 108 que, desde el punto de vista<br />

del fenómeno como tal, es excesivo, ya que al quemarle las manos le produjo un<br />

daño físico que atenta contra su bienestar, por lo cual fue tomada la medida de<br />

protección. No obstante, a partir de su testimonio, podría decirse que este acto<br />

para Tania es significado como castigo por lo que no está por fuera de lo<br />

simbólico, pues refiere, tomando las palabras de su madre, que si ella no hubiera<br />

robado esa cantidad de dinero, no la habría quemado, como no lo había hecho<br />

cuando en anteriores ocasiones ella le había robado “para mecatiar”. La dimensión<br />

pulsional que habita a la madre es recubierta por la dimensión simbólica,<br />

permitiéndole a Tania ver el acto violento como una sanción a una falta cometida<br />

por ella, frente a la cual se ubica como siendo culpable. Este caso ilustra cómo “la<br />

voluntad materna riñe a veces con su amor” 109 , pudiendo el niño constatar los<br />

alcances de su autoridad y su capricho.<br />

En el caso de Manuela, al revisar los informes de la institución se encuentra que<br />

en las entrevistas con el psicólogo y en la Fiscalía, la niña dijo que su mamá le<br />

108 Acto de quemarle las manos, en el cual participó el padrastro ayudándole a la madre a<br />

amarrarle las manos a la niña, echarle alcohol y prenderle fuego.<br />

109 C. Soler, Lo que decía Lacan de las mujeres, Op. cit., p. 111.<br />

75


pegaba mucho con palo, con varilla, con correa y chancla y le decía groserías,<br />

afirmando que su mamá estaba borracha cuado la golpeaba. Comentó así mismo<br />

que en una ocasión su mamá le arañó la cara porque se le habían perdido las<br />

llaves. En el informe de la Fiscalía se encuentra la siguiente afirmación de<br />

Manuela “Mi mamá me trataba mal, porque mis hermanitas hacían los daños y<br />

ellas decían que había sido yo”. Con respecto a la situación por la cual fue dictada<br />

la medida de protección dice: “una vez mi mamá estaba brava conmigo y me tiró<br />

una manteca caliente en el estómago”.<br />

Como se ha expuesto anteriormente, la función de la madre tiene que ver, de un<br />

lado, con el amor y el cuidado hacia el hijo, asegurando su vida debido al<br />

desvalimiento primordial en que el niño se encuentra, y de otro lado, con su<br />

inclusión en un deseo que no sea anónimo, lo cual le posibilite su existencia como<br />

sujeto. En consecuencia, puede decirse, que los actos de abandono o de<br />

crueldad, no se ejercen desde la función simbólica de la madre sino desde la<br />

posición extrema en la que el goce de mujer, caprichoso y excesivo, excluye el<br />

deseo de la madre hacia su hijo.<br />

3.2 LA FUNCIÓN DEL PADRE<br />

Freud se ocupó del padre en muchas de sus obras 110 , otorgándole una función<br />

esencial en el complejo de Edipo, ya que es él quien introduce la prohibición de<br />

la satisfacción pulsional del niño dirigida hacia la madre, exigiéndole renunciar a<br />

ésta como objeto de gratificación sexual: "es la autoridad parental, especialmente<br />

la del todopoderoso padre con su amenazante poder punitivo, la que induce al<br />

niño a las renuncias instintuales, la que establece qué está permitido y qué está<br />

vedado" 111 .<br />

110<br />

Véase: Tótem y Tabú; Moisés y la religión monoteísta; El sepultamiento del complejo de Edipo,<br />

entre otras.<br />

111<br />

S. Freud, “Moisés y la religión monoteísta”, Obras Completas, Vol. III. Madrid, Editorial<br />

<strong>Biblioteca</strong> Nueva, 1968, p. 271.<br />

76


Esta función del padre lo convierte en un ser honrado, temido y aborrecido a la<br />

vez; se le honra por su plenipotencia, es decir, su voluntad de poder, la cual exige<br />

obediencia para no perder su amor, se le teme porque puede castigar si se<br />

transgreden sus mandatos y se le aborrece por la pérdida de satisfacción que<br />

exige. Es una relación marcada por una profunda ambivalencia, "la voluntad<br />

paterna no sólo era algo que no se debía tocar, algo acreedor a todos los honores,<br />

sino también algo que sobrecogía de horror, pues exigía una dolorosa renuncia<br />

instintual" 112 .<br />

Si bien Freud destacó varias dimensiones del padre, fue Lacan quien diferenció<br />

las funciones imaginaria, simbólica y real de éste, con el propósito de esclarecer<br />

cómo intervienen en el Edipo y cómo debían ser entendidas las carencias del<br />

padre. Estas funciones cobran importancia en el abordaje del maltrato puesto que<br />

permiten entender cómo operan cuando es el padre quien ejerce la agresión y su<br />

incidencia en la posición subjetiva del niño.<br />

3.2.1 El padre imaginario: idealizado o terrorífico<br />

El padre imaginario es construido por el sujeto en la dialéctica intersubjetiva que<br />

se moviliza entre la idealización y la agresividad. Puede ser el padre enaltecido y/o<br />

el terrorífico, ya que en el nivel imaginario se juegan tanto las relaciones libidinales<br />

como las agresivas.<br />

El padre idealizado es engrandecido por sus virtudes, por su heroísmo, por su<br />

saber, dotado de todo el poder, la fuerza o la sabiduría, como bien lo señala<br />

Freud, el anhelo de parecerse a los padres, “de ser grandes como ellos, es el<br />

deseo más intenso y grávido en consecuencias de los años infantiles” 113 .<br />

112<br />

Ibíd., p. 273.<br />

113<br />

S. Freud, “La novela familiar de los neuróticos”, Obras completas, volumen 9, Buenos Aires,<br />

Amorrortu, 2ª edición en castellano, 1986, p.217<br />

77


De acuerdo con lo planteado por Freud, se dan dos tipos de identificación con el<br />

padre, la primera de carácter preedípico en la cual el niño toma al padre como su<br />

ideal, “querría crecer y ser como él, hacer sus veces en todos los terrenos” 114 ,<br />

ubicándose en una posición masculina. La segunda es edípica, y se da gracias a<br />

que el padre se hace preferir a la madre, en tanto es quien tiene el falo, lo cual le<br />

permite al niño adquirir los títulos de la virilidad, y no quedar preso del servicio<br />

sexual de la madre 115 . En los casos en que se da el Edipo invertido, el niño toma<br />

por objeto de amor al padre situándose en una posición femenina para hacerse<br />

amar por el padre tal como ama a la madre, del mismo modo la niña dirige su<br />

libido hacia el padre esperando ser amada por él.<br />

En la niña, el amor hacia el padre es lo que le permite ingresar en el Edipo,<br />

identificándose con éste, en tanto es él quien tiene el falo y no la madre, para<br />

tratar de aprehender por la vía imaginaria eso que ella no tiene. “El acceso de la<br />

mujer al complejo edípico, su identificación imaginaria, se hace pasando por el<br />

padre, exactamente al igual que el varón, debido a la prevalencia de la forma<br />

imaginaria del falo, pero en tanto que a su vez ésta está tomada como el elemento<br />

simbólico central del Edipo” 116 . La niña espera del padre que éste la compense de<br />

su falta, otorgándole un hijo como sustituto del falo.<br />

Ahora bien, es función del padre privar a la niña de ese falo que ella espera de él,<br />

no tomándola como su objeto de su deseo, introduciendo de este modo la<br />

dimensión de la falta simbólica que la constituye como un sujeto deseante. Se<br />

trata de que ella reconozca que no lo tiene y que su padre tampoco puede dárselo,<br />

para que su deseo pueda dirigirse más adelante hacia otro hombre. Si el padre no<br />

se hace preferir a la madre, la niña podrá quedar fijada a esta última. Dicha<br />

fijación podría dejarla ubicada como el objeto que obtura el deseo de la madre o<br />

como el objeto de su hostilidad y su agresión.<br />

114 S. Freud, “Psicología de las masas y análisis del yo”, Obras completas, volumen 18, Buenos<br />

Aires, Amorrortu, 2ª edición en castellano 1984, p. 99.<br />

115 J. Lacan, Las formaciones del inconsciente, Op. cit.,p.201<br />

116 J. Lacan, La psicosis, el Seminario, libro 3, Buenos Aires, Paidós, 1984, p. 251.<br />

78


Por otra parte se encuentra el padre terrorífico, siendo la otra cara del padre<br />

imaginario, el cual no se corresponde de manera directa con el padre de la<br />

realidad:<br />

“El padre imaginario también participa de este registro y presenta<br />

características típicas. Es el padre terrorífico que reconocemos en el<br />

fondo de tantas experiencias neuróticas, y no tiene en absoluto,<br />

obligatoriamente, relación alguna con el padre real del niño. Vemos<br />

intervenir frecuentemente en los fantasmas del niño a una figura del<br />

padre, y también de la madre, que, con todos sus aspavientos, sólo<br />

tiene una relación extremadamente lejana con lo que ha estado<br />

efectivamente presente en el padre real del niño, únicamente está<br />

vinculada con la función desempeñada por el padre imaginario en un<br />

momento del desarrollo” 117 .<br />

Esta figura terrorífica, si bien es una construcción fantasmática del sujeto, está<br />

vinculada como lo dice Lacan, con la función desempeñada por el padre<br />

imaginario en el Edipo, la cual consiste en la privación fálica, o en otras palabras,<br />

en la interdicción del goce. Es decir, que debido a esta función privadora, el padre<br />

se torna para el niño en un obstáculo que le impide acceder a la madre como<br />

objeto sexual, generándose así mociones agresivas hacia éste. Pero esta<br />

agresividad que se origina en el sujeto, es proyectada en el plano imaginario al<br />

padre, por lo que el niño le atribuye intenciones agresivas idénticas a las suyas o<br />

reforzadas; de este modo experimenta como viniendo del padre la agresividad que<br />

en realidad tiene su punto de partida en él mismo. Al respecto concluye Lacan “el<br />

temor experimentado ante el padre, es netamente centrifugo, quiero decir que<br />

tiene su centro en el sujeto” 118 .<br />

En la medida en que el niño pierde en esa confrontación imaginaria con el padre,<br />

en el sentido de aceptar que la madre no le pertenece y que no puede aún hacer<br />

uso de su órgano sexual para satisfacerla, gana el acceso a una posición<br />

masculina y logra separarse de la madre, pudiendo devenir como sujeto deseante.<br />

117 J. Lacan, La relación de objeto, Op. cit., p. 222<br />

118 J. Lacan, Las Formaciones del inconsciente, Op. cit., p. 174.<br />

79


Teniendo en cuenta que la relación agresiva y rivalizante con el padre parte del<br />

sujeto y se ubica en el plano imaginario, cuando el niño en lugar de vivenciar el<br />

temor a la agresividad del padre como una amenaza imaginaria, experimenta su<br />

agresión en el plano real, se refuerza la imagen del padre terrorífico, puesto que<br />

comprueba los alcances de su poder.<br />

Para esta investigación cobra valor la comprensión y análisis del estatuto<br />

imaginario del padre, puesto que en algunos niños entrevistados éste está<br />

presente, bien en su dimensión idealizada, recubriendo la hostilidad proveniente<br />

del padre, bien en su dimensión terrorífica, redoblando los efectos de la<br />

agresividad imaginaria.<br />

A pesar de ser el padre quien agencia el maltrato, la versión idealizada de éste<br />

puede conservar su lugar, porque el niño necesita erigir un padre omnipotente que<br />

le provea protección y amor, pues de lo contrario no sólo se vería enfrentado a su<br />

condición de desvalimiento, sino que la pérdida de su amor lo dejaría expuesto a<br />

su agresión, como bien lo indica Freud: “Si pierde el amor del otro, de quien<br />

depende, queda también desprotegido frente a diversas clases de peligros, y<br />

sobre todo frente al peligro de que este ser hiperpotente le muestre su<br />

superioridad en la forma del castigo” 119 .<br />

La vertiente de la idealización, la ilustra el testimonio de Pacho malo, quien a<br />

pesar de ser con frecuencia golpeado por su padre, dota a éste de un infinito<br />

poder que le permite enfrentarse y combatir contra todos aquellos personajes que<br />

quieren hacerle daño a Pacho, y en esa medida lo protege y lo salva, lo que para<br />

el niño se convierte en un signo de su amor. En las entrevistas el niño relata en<br />

forma cinematográfica las heroicas batallas del padre, en las que pelea con el<br />

Yaqui Chan, con el borracho, con los espíritus, con el diablo, y les corta la cabeza<br />

a los animales que han intentado morder a Pacho como un tigre y unas culebras,<br />

119 S. Freud, “El malestar en la cultura”, Obras Completas, volumen 21, Buenos Aires, Amorrortu,<br />

1986, p. 120.<br />

80


testimonios en los que puede verse que mediante la proyección de la agresión del<br />

padre hacia los otros, se protege de su ferocidad manteniendo consistente la<br />

figura de un padre edípico. Esto permite ver que el padre de la realidad es<br />

difícilmente aprehendido por el sujeto “debido a la interposición de los fantasmas<br />

y la necesidad de la relación simbólica" 120 .<br />

En la versión imaginaria que construye este niño del otro paterno se encuentran<br />

dos significantes que hacen serie: “malo” y “travieso”. El primero está referido a su<br />

padre de quien dice que es malo por consumir droga y por golpear a la madre, y el<br />

segundo a Dios, relatando: “Dios hacía travesuras cuando estaba chiquito”, “un día<br />

yo me vi la película de Dios, quizque Cristo resucitado, cuando Dios era chiquito,<br />

él jugaba con el primo y era muy travieso”. Pacho se nombra con ambos<br />

significantes, dice que es malo porque mató un gato y que es travieso porque hace<br />

maldades.<br />

Así, Pacho construye un padre omnipotente al cual se identifica, siendo el<br />

significante “malo” aquel con el que nombra al padre y a sí mismo, representando<br />

este significante el poder. De este poder Pacho hace gala en sus relatos, en los<br />

que escenifica sus peleas victoriosas con el comandante de la banda o en los que<br />

cuenta como escapó de la policía: “y yo salté así como superman.”<br />

Sin embargo el significante “malo” no sólo representa el poder asociado a la<br />

imagen idealizada del padre, sino también a su imagen terrorífica, la cual se<br />

presentifica para Pacho en el maltrato del padre hacia la madre, maltrato que<br />

representó para él la posibilidad de haber muerto antes de nacer, por los golpes<br />

que su papá la propinaba a ella. Aquí el poder aparece bajo la forma del daño<br />

hacia él, vía el maltrato a la madre. 121<br />

120 Lacan, La relación de objeto, Op. Cit., p. 222.<br />

121 Este aspecto se amplía en el último apartado de este capítulo: El Otro: pareja significante.<br />

81


Pero aunque el padre esté en el lugar del agresor que por poco causa su muerte,<br />

es también quien lo recibe y protege en el momento de su nacimiento, lo que se<br />

evidencia cuando dice: “mi papá me sacó, mi papá me sacó con mañita pa´ que no<br />

me aporreara”. Esto muestra una imagen del padre dividida, de un lado es el<br />

agresor de la madre y de otro, quien lo cuida a él y lo protege del daño. Pareciera<br />

que la imagen del padre maltratador no logra hacer consistir para él la figura de un<br />

padre feroz, o al menos él no se ubica como objeto de su ferocidad sino de su<br />

amor.<br />

Podría plantearse a manera de hipótesis con respecto al caso de Pacho malo, que<br />

este padre, aunque es malo con la madre, salva a Pacho de las agresiones de sus<br />

enemigos y le perdona varias de sus faltas, siendo ubicado como ideal con el que<br />

su hijo se identifica, no sólo por el color de la piel, los ojos y la cara que son como<br />

los de él, según dice, sino porque Pacho también es malo, como él. Idealización<br />

que a modo de defensa, le permite recubrir la vertiente terrorífica del padre.<br />

Otro caso ilustrativo es el de Marlon, quien a pesar de que su padre le mete la<br />

cabeza en un tanque de agua hasta dejarlo morado, él dice que aquel lo quiere y<br />

odia a sus hermanos, mientras su madre lo odia a él y quiere a sus hermanos.<br />

Evidenciando la dificultad del varón de asumir la agresividad del padre por lo que<br />

esto significa respecto a su castración.<br />

Los relatos de estos niños contrastan con los de las niñas en los que no se<br />

encuentra una versión idealizada del padre, siendo evocado el amor, en el mejor<br />

de los casos, por la vía del reclamo o de la lástima.<br />

Así, Aquila, quien es agredida por su padre, muestra una construcción imaginaria<br />

de éste, fundamentada en la coexistencia de la lástima, las recriminaciones por<br />

sus carencias y el temor por sus agresiones. La lástima se encuentra ligada a la<br />

fragilidad del padre, a la enfermedad y a la soledad en que vive. El reproche se da<br />

por su egoísmo pues se gasta el dinero en sus medicinas y “no les da nada”, no<br />

82


da dinero, no da comida, pareciera que lo único que da son golpes “ mi papá no<br />

nos daba nada a nosotros, a mi mamá, a mi pa, a mi hermanito y yo, él nada mas<br />

compra lo de él pero no compra la comida…”, “…él se iba a ver si le entregaban la<br />

plata, a él le llegaba la plata pero él compraba nada mas remedios, para él”. Y el<br />

temor es generado por las agresiones de éste hacia la madre y hacia ella, frente a<br />

lo cual dice que no quiere volver a vivir con él porque teme que le siga pegando.<br />

Si bien en lo que enuncia Aquila, aparecen en forma frecuente los reproches, las<br />

quejas y el temor hacia el padre, en el nivel de la enunciación, sus lapsus dejan<br />

ver la vertiente del amor y de la inclusión del padre para sostener la pareja<br />

edípica. Por ejemplo, cuando ella habla acerca del afecto por su padre, evidencia<br />

la confluencia entre el amor y el desamor que siente por él, dice “lo quiero, pero<br />

medio, medio”, “yo a mi papá lo quiero, pero no tanto”. Un lapsus significativo,<br />

también revela su deseo de hablar con él, dice “Voy a ver si A me deja llamar al<br />

celular, para llamar a mi papá, ve, a mi, cómo es… al padrino”.<br />

Aquila sabe también que este padre que les pega, también se preocupa por ellos<br />

cuando no los encuentra, dice, “El nos buscaba, se salía para la calle y nos<br />

mandaba a buscar, preguntaba por toda la calle que adónde estaba yo, que para<br />

dónde cogí y le decían, y le respondía que ellos no la habían visto pasar y mi<br />

papá se colocaba a llorar”, vertiente que da cuenta del amor del padre.<br />

3.2.2 Del padre castigador al padre feroz<br />

Lacan, siguiendo la lectura de los textos freudianos, se ocupó de diferenciar<br />

claramente el padre de la realidad del padre simbólico, puesto que del padre se<br />

decían muchas cosas en cuanto a sus carencias, que en algunos casos era muy<br />

débil, en otros demasiado fuerte, demasiado amable o excesivamente duro, que<br />

estaba muy presente o muy ausente en la familia.<br />

83


El padre simbólico como representante de la ley, no tiene que ver con los atributos<br />

del genitor, éste es un significante, es el Nombre del padre y obedece a una<br />

construcción mítica, aquella que Freud presenta bajo el mito de la horda primitiva,<br />

en el que el padre es asesinado por sus hijos para acceder a la satisfacción sexual<br />

que él prohibía. Con su muerte, la ley que él detentaba es inmortalizada, porque<br />

los hijos en su ausencia se prohíben lo que trataban de arrebatarle.<br />

“El muerto se volvió aún más fuerte de lo que fuera en vida, todo esto,<br />

tal como seguimos viéndolo hoy en los destinos humanos. Lo que<br />

antes él había impedido con su existencia, ellos mismos se lo<br />

prohibieron ahora en la situación psíquica de la «obediencia de efecto<br />

retardado {nachträglich}» que tan familiar nos resulta por los<br />

psicoanálisis. Revocaron su hazaña declarando no permitida la muerte<br />

del sustituto paterno, el tótem, y renunciaron a sus frutos denegándose<br />

las mujeres liberadas. 122 .<br />

Lacan le atribuye al padre simbólico una función fundamental en el Edipo puesto<br />

que es él quien se introduce como cuarto elemento en la dialéctica que se juega<br />

entre la madre, el niño y el falo, donde el niño se encuentra alienado al deseo de<br />

la madre en tanto está identificado al falo como su objeto de deseo. De este modo,<br />

el padre simbólico es considerado como: “el elemento mediador esencial del<br />

mundo simbólico y de su estructuración. Es necesario para ese destete, más<br />

esencial que el destete primitivo, por el que el niño sale de su puro y simple<br />

acoplamiento con la omnipotencia materna” 123 . El padre simbólico entonces, es el<br />

que introduce un límite en el deseo de la madre, regulando su capricho y<br />

prohibiendo a la vez al niño gozar de su madre.<br />

Si bien en el seminario del Hombre de los Lobos Lacan planteó que el padre<br />

simbólico es aquel que castiga, más adelante insistirá que esta función de ley no<br />

se puede entender como una encarnación de ésta ni requiere siempre de las<br />

acciones directas del padre: “A veces ha de manifestarla de una forma directa<br />

cuando el niño se abandona a sus expansiones, manifestaciones, tendencias,<br />

122<br />

S. Freud, “Tótem y Tabú”, Obras Completas, volumen 13, Buenos Aires, Amorrortu, segunda<br />

edición, 1986, p. 145.<br />

123<br />

J. Lacan, La relación de objeto, Op. cit., p. 366.<br />

84


pero ejerce este papel mucho más allá de esto. Es mediante toda su presencia,<br />

por sus efectos en el inconsciente, como lleva a cabo la interdicción de la<br />

madre” 124 .<br />

Siguiendo los planteamientos de la teoría de Lacan sobre el padre, se encuentra<br />

una estrecha relación entre el padre simbólico y el padre real, siendo este último a<br />

través del cual aquel interviene. De este modo, es el padre simbólico el Otro que<br />

permite al sujeto ingresar en el orden de la ley pero a través del padre real, cuya<br />

función es ser agente de la castración. Es así que Lacan le asigna a éste un lugar<br />

esencial en el Edipo, advirtiendo que, contrario a lo que podría pensarse, “es al<br />

padre real a quien le conferimos la función destacada en el complejo de castración<br />

(…) Si la castración merece efectivamente ser distinguida con un nombre en la<br />

historia del sujeto, siempre está vinculada con la incidencia, con la intervención,<br />

del padre real” 125 .<br />

Esta función del padre real consiste en hacerle saber al niño que el falo, el<br />

verdadero, como nos dice Lacan, el pene real, es él quien lo tiene, esto es lo que<br />

introduce su potencia, en tanto poder, posesión de la madre, ''la posee como<br />

padre, con su pene de verdad, un pene suficiente, a diferencia del niño, víctima del<br />

problema de un instrumento a la vez mal asimilado e insuficiente, cuando no<br />

rechazado y desdeñado" 126 .<br />

Es necesario que el padre triunfe frente al niño, anulando el valor de su falo<br />

imaginario con el que éste aspira satisfacer a la madre, para que introduciendo la<br />

falta simbólica -la castración-, pueda posibilitar la separación del niño del deseo<br />

caprichoso de la madre.<br />

El padre real no es el padre de la realidad, ya que este último puede o no agenciar<br />

la castración, pero a su vez esta función puede ser representada por alguien<br />

124 J. Lacan, Las formaciones del inconsciente, Op. cit., p. 173.<br />

125 J. Lacan, La relación de objeto, Op. cit., p. 223.<br />

126 Ibíd., p.365.<br />

85


distinto al genitor. Sin embargo no debe desdeñarse la importancia de la presencia<br />

del padre como partenaire real, ya que el sujeto:<br />

"…sólo puede entrar en este orden de la ley si, por un instante al<br />

menos, ha tenido frente a él a un partenaire real, alguien que en el Otro<br />

haya aportado efectivamente algo que no sea simplemente llamada y<br />

vuelta a llamar, par de la presencia y de la ausencia, elemento<br />

profundamente negativizador de lo simbólico -alguien que le<br />

responde" 127 .<br />

Pero ¿qué ocurre entonces cuando el padre no cumple su función de padre real?<br />

Ya sabemos lo que ocurrió en Juanito, con este padre que a pesar de ser tan<br />

amable y tan preocupado por su hijo, no era más que un pobre hombre, Juanito<br />

tuvo que recurrir a la fobia, crearse el miedo al caballo como un pivote, un soporte<br />

para estabilizar su angustia y afirmar su relación a lo simbólico.<br />

El padre real además de ser agente de la castración, es el padre del goce. Esto<br />

puede verse claramente en la obra freudiana, donde el padre mítico de la horda<br />

primitiva, el Urvater, era el que gozaba de todas la mujeres, y prohibía a sus hijos<br />

el acceso a éste goce. Esta prohibición operaba para sus hijos pero no para él,<br />

quedando por fuera de esa regulación, como lo plantea Michel Silvestre este goce<br />

del padre real se constituye en un imperativo: “El Urvater es un padre identificado<br />

con el goce mismo y, por este hecho fuera de la ley. No es un padre que realizaría<br />

sus deseos 128 , que haría del goce una regla de vida. El goce es, por el contrario,<br />

para él, una constricción absoluta. Su existencia misma reside por entero en la<br />

obediencia a esa constricción” 129 .<br />

Es importante tener en cuenta que en el agenciamiento de estas funciones, el<br />

padre de la realidad nunca logra ubicarse por completo como representante de la<br />

ley, en la medida que el padre simbólico siempre es insuficiente en algún punto<br />

127 Ibíd., p. 212.<br />

128 Es importante anotar que el deseo está sometido a la ley, en la medida en que ésta inscribe la<br />

falta y en este sentido se diferencia del goce que está por fuera de la ley.<br />

129 M. Silvestre, Mañana el psicoanálisis, Buenos Aires, Editorial Manantial, 1988, p.75.<br />

86


para regular todo el goce del sujeto, pero además porque el padre, como se ha<br />

venido planteando, “es también el nombre de un goce” 130 es decir, interviene con<br />

su pulsión fuera de ley.<br />

Se hace necesario reconocer que si bien los significantes que le vienen al sujeto<br />

del Otro, en tanto padre simbólico o Nombre del padre, inciden de manera<br />

esencial en su posición subjetiva con respecto a la ley; así mismo las formas<br />

particulares de gozar del padre afectan la relación que establece el sujeto con sus<br />

objetos de goce.<br />

Teniendo en cuenta que si, como se planteó anteriormente, el padre simbólico es<br />

el que introduce una regulación, un límite, éste no es el que maltrata. Por el<br />

contrario, los actos violentos del padre dirigidos a sus hijos, dan cuenta de su<br />

impotencia como representante de la interdicción. En este sentido anota Yolanda<br />

López:<br />

“Cuando el despotismo del padre no es ya un momento necesario de<br />

imposición de la ley, o sólo una representación imaginaria del hijo, sino<br />

que es en lo real una forma continuada de ejercicio omnímodo del<br />

poder, la representación que se instituye en el niño es la de un padre<br />

feroz que fungiendo de ley no se somete a ella, y que sin aceptar su<br />

castración, su falta, se sitúa como agente que esgrime un poder<br />

absoluto para someter al hijo y a los otros del hogar a una caprichosa<br />

interpretación de los mandatos familiares y sociales” 131 .<br />

El padre que maltrata es un padre impotente en su función simbólica, puesto que<br />

su palabra es débil, tal como se presenta en el caso de Aquila, quien da cuenta de<br />

los excesos de su padre, al hablar del dolor y las marcas producidas por sus<br />

golpes: “(...) mi papá me pegó acá duro y me hizo una cicatriz”, “ el cogía una<br />

correa así, el me pegaba, una vez me pegó con un palo en la espalda, en<br />

un…hombro”, “(...) es que yo no quería que nos pegara mi papá, es que él nos<br />

130 Ibíd., p. 76.<br />

131 López, Yolanda. ¿Por qué se maltrata al más íntimo? Op. cit., p. 92.<br />

87


pegaba tan duro” y al preguntarle si quiere volver a vivir con su papá dice “No<br />

pa´que me siga pegando como me estaba pegando”.<br />

Así mismo ella le teme porque la desnudaba para pegarle, diciendo que es “muy<br />

maldadoso”. En una entrevista comenta que en una ocasión que ella estaba donde<br />

unos conocidos cerca de la casa donde vivía su papá, se puso nerviosa y lloró,<br />

porque pensaba que su papá se la iba a llevar para la casa y la iba a dejar allá, al<br />

preguntarle qué creía que podía pasarle dice<br />

“pero de pronto me quitaba la ropa, si mi papá era, mmm, yo le conté a usted<br />

¿cierto?, que mi papá me quitaba la ropa, me quitaba los zapatos (…)<br />

porque yo me portaba mal, porque eeeh, para pegarme desnuda porque yo<br />

(…) porque me portaba mal, porque hacia cosas que no debía y sacaba<br />

cosas de la basura”.<br />

Aunque Aquila justifica las acciones de su padre en su mal comportamiento 132 , el<br />

hecho de que él le quitara la ropa para pegarle parece ser algo que evidencia para<br />

ella un goce del padre que no alcanza a simbolizar, su dimensión pulsional, pues<br />

aunque dice que su padre es muy “maldadoso”, en otro momento el significante se<br />

le escapa para nombrar eso que es su padre, “sí, mi papá era, mmm”.<br />

Sin embargo Aquila tiene un lapsus en el que introduce al padre por la vía del<br />

equívoco en su función de ley, al convocar al padrino como un tercero mediador<br />

que puede poner un límite a la dimensión pulsional del padre, permitiendo ver que<br />

éste se mueve entre un exceso que aterroriza y una función simbólica reguladora<br />

que aunque es quizás desfalleciente, ella siempre procura hacer ingresar<br />

restituyendo su ideal de familia. Afirma:<br />

“yo le dije a mi mamá, haber vea, démosle una oportunidad, démosle una<br />

sola oportunidad a mi papá, si mi papá le pega a usted o la maltrata, que<br />

llamáramos a mi padrino, como yo ya me sé el número del teléfono de él, o<br />

si no a mi madrina, se puso a reír, y entonces yo le dije démosle otra<br />

oportunidad, si él le pega llamamos a mi papá”.<br />

132 Lo que concierne a su posición subjetiva frente al maltrato se desarrolla en el capítulo 4.<br />

88


Llama la atención que si bien las instituciones reportan el maltrato del padre en el<br />

caso de Pacho Malo y de Aquila, para estos niños las agresiones de éste toman el<br />

valor de castigo en una correlación directa entre la falta cometida (travesuras,<br />

portarse mal, hacer maldades), permitiendo ver la función del padre castigador en<br />

su dimensión simbólica. Mientras que en el caso de Marlon, el acto agresivo del<br />

padre o la madre no es significado como respuesta a una trasgresión cometida por<br />

él, por el contrario, está ligado a la dimensión pulsional del Otro, viniéndole como<br />

algo inexplicable, inefable, no merecido.<br />

Puede pensarse que la dimensión de goce del padre de Pacho Malo, aparece bajo<br />

la amenaza de muerte para “los niños” y para él, en tanto “niño” que estaba en el<br />

vientre de su madre; el está a salvo mientras puede batallar al lado del padre, pero<br />

inmediatamente entra en el nivel del “niño” es amenazado por su ferocidad. Esta<br />

dimensión feroz contrasta con la del padre edípico, idealizado, héroe, que lo<br />

defiende del mal, lo salva y lo perdona.<br />

Tania presenta en sus dichos, la representación de un padre maltratador, a quien<br />

no quiere ver, le reprocha la falta de cuidados y apoyo económico y no le perdona<br />

sus agresiones. Es descrito como un padre que no contribuye económicamente al<br />

sustento de sus hijos, razón por la cual, según ella, se separaron sus padres:<br />

“porque él no le daba plata (a la mamá) para comprarnos ropa ni para comprarnos<br />

comida”.<br />

Dice haber sido golpeada por él con la correa y alambre de nudo, cuando ella no<br />

le hacía caso con las labores de la casa que incluían lavarle la ropa a sus<br />

hermanitos y a su padre. Al preguntarle si quisiera volver a ver a su padre o hablar<br />

con él, dice que no. Puede pensarse que el hecho de que éste padre se ausente<br />

en los cuidados y necesidades de sus hijos, además del exceso en sus<br />

reprimendas, se convierte en un reclamo que le hace Tania, y en una razón para<br />

rehusarse a sus mandatos y no perdonarle su maltrato, a diferencia de lo que<br />

ocurre con su madre, a quien le perdona incluso el haberle quemado las manos. A<br />

89


pesar que su madre también le pega, ella establece una diferencia: “si me pega,<br />

pero no tanto”. Así, mientras Tania autoriza a su madre a “castigarla” y consiente<br />

sus actos violentos sin significarlos como crueles o excesivos, ni ver en ellos una<br />

voluntad de daño del Otro, reprocha y no perdona los golpes propinados por su<br />

padre.<br />

De acuerdo con lo expuesto anteriormente, puede concluirse que si bien a nivel<br />

teórico se plantean unas diferencias en cuanto a las funciones del padre<br />

imaginario, simbólico y real en la estructuración psíquica del sujeto, estas, tal<br />

como lo enseñan los niños en sus testimonios, no operan en forma desarticulada.<br />

Se encuentra que la agresividad del padre de la realidad 133 , tiene implicaciones<br />

diversas en los niños, e incluso un niño puede significar de manera distinta los<br />

diferentes actos agresivos del padre. Así, ciertos actos agresivos pueden ser<br />

recubiertos por la idealización del padre, de lo cual da cuenta Pacho Malo cuando<br />

ubica como objeto de la agresión del padre a quienes quieren hacerle daño,<br />

haciendo del padre un personaje todopoderoso que, como lo dice Lacan, garantiza<br />

el orden del mundo, “el padre imaginario es el padre omnipotente, es el<br />

fundamento del orden del mundo en la concepción común de Dios, la garantía del<br />

orden universal en sus elementos reales más masivos y más brutales, él es quien<br />

todo lo ha hecho” 134 .<br />

Pueden también ser significados como castigo cuando se interpretan como<br />

sanción ante una falta cometida, siendo así inscritos en la función simbólica del<br />

padre, puesto que éste es visto como interdictor y no como maltratador, lo cual se<br />

observa en algunos dichos expuestos de Pacho Malo y de Aquila.<br />

133 Según se consigna en los reportes de las instituciones y por lo cual fueron tomadas las medidas<br />

de protección en varios de los casos.<br />

134 Lacan, La relación de objeto, Op. cit., p.275.<br />

90


Finalmente, algunas agresiones pueden constituir para el niño un acto de maltrato<br />

del padre, como aparecen en los testimonios de Tania y de Aquila 135 , dejando ver<br />

un rostro despótico y excesivo del padre, que no se inscribe en su función de ley.<br />

Podría pensarse que en estos casos, los actos agresivos redoblan la vertiente<br />

imaginaria del padre terrorífico, representando éste un personaje temido porque<br />

puede hacer daño. Aquí esta figura, contrario a lo que Lacan plantea respecto a<br />

una buena parte de casos de neuróticos, no tiene una relación extremadamente<br />

lejana con lo que ha estado efectivamente presente en el padre real del niño 136 .<br />

Para concluir este apartado, se puede señalar que las entrevistas mostraron cómo<br />

las funciones imaginaria, simbólica y real del padre y de la madre, no son fijas sino<br />

mutables, definiéndose de acuerdo a la posición del sujeto y a la significación que<br />

éste le da a cada acto agresivo, como castigo o como maltrato.<br />

3.3 EL OTRO: PAREJA SIGNIFICANTE. “MI PAPÁ MALTRATA A MI MAMÁ”<br />

Se ha venido mostrando cómo el Otro en tanto instancia simbólica puede estar<br />

representado por la madre o por el padre, por la madre como Otro primordial que<br />

procura al niño el amor, la protección y los cuidados necesarios por la condición<br />

de desvalimiento e impotencia biológica y psíquica con la que llega al mundo, y lo<br />

inscribe en su deseo, dándole un lugar en el que el niño pueda ser reconocido. El<br />

padre por su parte introduce la ley permitiendo que el niño no permanezca<br />

adherido al servicio sexual de la madre, instituyendo de este modo el deseo con la<br />

prohibición del incesto.<br />

Ahora bien, estas funciones del Otro materno y del Otro paterno no se encuentran<br />

aisladas, sino que constituyen una estructura significante, en este sentido plantea<br />

Nominé, el Otro “No es ni el padre ni la madre, sino el padre y la madre en su<br />

135<br />

Aquila siente terror cuando piensa que si vuelve a vivir con su padre éste puede repetir el acto<br />

de desnudarla para pegarle.<br />

136<br />

Esta referencia de Lacan fue citada en la página 80, donde establece una diferencia entre el<br />

padre imaginario y el padre de la realidad, llamado allí como padre real.<br />

91


elación sintomática donde uno hace del otro su síntoma por la mediación de una<br />

función que garantiza a una mujer en el deseo de un hombre” 137 .<br />

padre<br />

f (x)<br />

mujer<br />

niño<br />

92<br />

madre<br />

Esta estructura del Otro se constituye como un ternario en el que se encuentran: la<br />

madre, el padre y la función de síntoma de la mujer para el hombre/padre, es<br />

decir, como representante de su modo de goce particular e irreductible. Aquí el<br />

padre no interviene desde su función simbólica sino desde su deseo, en tanto<br />

hombre, al respecto plantea Lacan “Un padre no tiene derecho al respeto, si no al<br />

amor, más que si el dicho amor, el dicho respeto está père-versement orientado,<br />

es decir hace de una mujer objeto a que causa su deseo” 138 . Sólo si opera esta<br />

función del padre, el niño podrá encontrar su lugar como cuarto elemento, como<br />

síntoma de la pareja parental, siendo este el modelo que constituye la neurosis,<br />

sino, podrá permanecer como un objeto totalmente dependiente del deseo de la<br />

madre o del goce del padre.<br />

Algunos testimonios dan cuenta de la manera en que los niños denuncian lo que<br />

no funciona a nivel de la pareja parental – lo que no quiere decir que no opere la<br />

metáfora paterna- y cómo algunos de ellos, intentan reestablecer este ternario.<br />

137<br />

B. Nominé, “El síntoma y la estructura familiar”, De la infancia a la adolescencia. Compiladora<br />

Gloria Gómez. Bogotá, 2006, p. 21.<br />

138<br />

J. Lacan, R.S.I., seminario 22, 1975. (Folio electrónico)


Aquila denuncia el maltrato del padre a la madre y dice que por esta razón quiere<br />

a su padre “pero medio, medio”. Ella no cree en las razones que él da para<br />

maltratar a la madre “mi papá decía que mi mamá tenía otro mozo, mi mamá no<br />

tenía ningún mozo” 139 . Aunque la niña se queja de que su papá le ha pegado muy<br />

duro a ella e incluso le ha dejado marcas en su cuerpo, pareciera que lo que<br />

deviene traumático, es el maltrato del padre a la madre en tanto real frente al cual<br />

las respuestas de Aquila son insuficientes, ya que ni corporalmente ni<br />

intelectualmente alcanza a darles trámite, de manera tal que dichos excesos<br />

retornan en sus sueños de angustia.<br />

En uno de estos sueños su papá le pegaba a su mamá, “pues le pegaba con un<br />

palo, como a mi me pegaba, él le pegaba a mi mama”, en otro la abandona “a ella<br />

la sacaron de la casa, la habían dejado sola en la calle y a ella no le habían dado<br />

comida, eso es lo que yo me soñé”. Al preguntarle quién dejó a su mamá en el<br />

sueño, sola, en la calle y sin comida, responde que su papá. Agrega “cuando me<br />

soñé eso le pido a Diosito que no le vaya a pasar nada malo a mi mamá”.<br />

En este caso, puede conjeturarse que el padre en lugar de tomar a su mujer como<br />

objeto causa de deseo, la toma como objeto degradado sobre el que vuelca su<br />

agresión, lo que permitiría pensar que falla en su función de regular y ordenar las<br />

pulsiones de vida y las pulsiones de muerte. Falla que en el caso de Aquila<br />

conlleva la presencia de manifestaciones que dan cuenta de un goce que la<br />

excede, como lo es el acto de comer vidrio o herirse con objetos cortopunzantes.<br />

Sin embargo podría decirse que esa niña intenta reconstruir el ternario edípico,<br />

para asegurar su lugar en la estructura familiar, lo que se evidencia en sus dichos:<br />

“(...) yo cuando vuelva a mi casa yo le voy a volver a hacer caso a mi mamá y a mi<br />

papá”, el enunciado anterior implica un supuesto lapsus, la intención que estaba<br />

139 En las entrevistas la niña dice que no quiere al padre o lo quiere pero medio, medio, “yo no<br />

quiero a mi papá, porque mi papá le pega mucho a mi mamá”, pero además se le enfrenta y lo<br />

agrede “(...) yo le pegué a mi papá porque el le pegó a mi mamá entonces yo con un palo le pegué,<br />

yo tampoco dejaba que le pegara a mi mamá”.<br />

93


dirigida a hacer caso a la madre, se ve traicionada cuando surge la pareja parental<br />

en el dicho. Igualmente en otro dicho de la niña en el cual sugiere darle otra<br />

oportunidad al padre, ella dice: “démosle una oportunidad, démosle una sola<br />

oportunidad a mi papá, si mi papá le pega a usted o la maltrata, que llamáramos a<br />

mi padrino, y entonces yo le dije démosle otra oportunidad, si él le pega llamamos<br />

a mi papá”. Una vez más la niña se ve traicionada en su enunciado por una<br />

enunciación no pensada, si el papá le pega a la mamá, a quién llamaría? ¿Al<br />

padrino? ¿Al papá?<br />

Pacho, otro de los niños entrevistados, también da cuenta de las agresiones de su<br />

padre hacia su madre, incluso refiere que esa fue la razón por la que él, con la<br />

ayuda de un hermano, llamó a Bienestar familiar: “mi papá le pegaba mucho a mi<br />

mamá” (…) desde hace tiempos le pega a mi mamá (…) le pega muy duro y la<br />

hace llorar”.<br />

La dimensión del maltrato que se juega en el eje padre- madre no solamente<br />

concierne a los miembros de la pareja, sino que además por razones estructurales<br />

como puede verse en el gráfico ilustrado anteriormente, tiene consecuencias<br />

directas en el sujeto, a veces, vitales, como puede verse en el caso de Pacho.<br />

Este maltrato hacia su madre no sólo es algo que él ha tenido que presenciar sino<br />

que incluso es algo que lo concierne, aún desde antes de su nacimiento y<br />

comporta las coordenadas fantasmáticas de su existencia, lo cual puede verse en<br />

el testimonio del niño cuando dice: “mi mamá me iba a abortar si no que, no mira<br />

que mi papá le pegaba mucho a mi mamá y casito que me aborta a mi, pero no,<br />

entonces, yo no quería que me abortara”.<br />

En este caso aparece además un elemento que quizás hable de la angustia por su<br />

desvalimiento originario, “…yo era chillando en la barriga de mi mamá, si no que<br />

(…) yo escuchaba, que yo no iba a nacer (…) yo no iba a vivir”. El niño muestra en<br />

estos dichos cómo el maltrato del padre a la madre, representa para él una<br />

situación de peligro, como amenaza de muerte. De manera sorprendente ante la<br />

94


opción de ser salvado por la madre, lo cual es enunciado por él en algún<br />

momento, o salvado por el padre, opción también considerada por él, Pacho<br />

plantea la única opción posible para él, “yo quería nacer”.<br />

Independientemente que se pueda verificar como un hecho real, por un lado la<br />

intención mortífera del padre hacia él, y por el otro, la voluntad de nacer como una<br />

voluntad pura, como insondable decisión del ser, queda como resto la asfixia, que<br />

sufrió cuando nació pero que ha permanecido. Para este niño, esa forma<br />

sintomática está en estrecha relación con el maltrato que su padre dirigió a la<br />

madre durante el embarazo: “entonces yo por eso yo siempre he estado<br />

asfixiado”.<br />

Otro caso que permite ver cómo el niño se sitúa frente a la pareja parental es el de<br />

Camila, quien refiere que su mamá se separó de su papá porque él le pegaba<br />

mucho, incluso cuando su mamá estaba en embarazo de su hermanito. Dice que<br />

le han contado que su papá los está buscando, pero ella piensa que es mejor que<br />

su mamá no acepte porque con él vivirían muy maluco, “él siempre la mandaba a<br />

hacer todo a ella siempre, siempre alguna cosita: Usted va, siempre… todo era<br />

con mi mamá, siempre le pegaba a ella”, “él era el que hacía sufrir más a mi<br />

mamá”. Camila resalta el maltrato de su padre hacia su madre y pone esta razón<br />

en primer lugar, para no querer vivir con él nuevamente, a pesar que él también le<br />

pegaba a ella cuando estaba muy pequeña.<br />

Puede verse cómo cada uno de estos niños tiene una manera particular de<br />

nombrar lo que hay de incomprensible de la pareja parental. Frente a los excesos<br />

del padre hacia la madre, Aquila intenta restituir la familia dándole otra oportunidad<br />

al padre, Pacho ubica su asfixia como resto frente a la amenaza de su muerte, y<br />

Camila por su parte muestra dos vertientes, una la de la amenaza que entraña el<br />

padre para la madre, otra la amenaza mortal, no dialectizable que entraña su<br />

madre para los hijos.<br />

95


INTRODUCCIÓN<br />

4. RESPUESTAS DEL SUJETO<br />

El recorrido por los capítulos anteriores, leídos a la luz de los testimonios de los<br />

niños, ha permitido una mejor aproximación a las vías de respuesta posibles a la<br />

pregunta que ha servido de hilo conductor a esta investigación; sin embargo no es<br />

una vía sencilla porque se ha podido ver efectivamente cómo, por un lado, la<br />

concepción psicológica y oficial del maltrato le da a este evento el carácter de<br />

traumático en sí mismo, de modo que las intervenciones van dirigidas a reparar en<br />

la víctima el daño producido, en la lógica de causa-efecto. En cambio, el recorrido<br />

por la teoría psicoanalítica ha mostrado que Freud, desde el comienzo mismo de<br />

sus elaboraciones, aclara que la vivencia traumática no siempre va seguida<br />

inmediatamente del estadillo de una neurosis en la infancia, ya que por lo general<br />

se instala el periodo de latencia entre las impresiones infantiles y el posterior<br />

estallido de la neurosis.<br />

Lo anterior pone en evidencia la dificultad de aseverar en la presente investigación<br />

en cuáles casos las agresiones de los padres tendrán un efecto traumático<br />

retroactivo en los sujetos entrevistados, puesto que no es posible saber si ellas se<br />

inscribieron o no a nivel inconsciente, y por ende, si ellas retornarán a través de<br />

formaciones simbólicas o si permanecerán como un “imposible de olvidar” que se<br />

resiste a ser simbolizado. Primera consideración.<br />

No obstante, Freud también consideró la aparición de la angustia, la fantasía, o el<br />

síntoma durante la infancia, como posibles respuestas del sujeto frente a aquellas<br />

vivencias sexuales o agresivas, que siendo oídas, vistas o experimentadas en su<br />

propio cuerpo, comportan un exceso pulsional no tramitable. Vivencias, cuyo<br />

montante de afecto, lo constituye el dolor psíquico, la angustia, la vergüenza, el<br />

terror, el asco, o incluso un exceso de placer, frente al cual el sujeto quedaba sin<br />

posibilidad de reaccionar o su reacción era insuficiente, porque quizás tuvo que<br />

ser interrumpida o porque el monto de afecto sobrepasó, por su intensidad, su<br />

96


posibilidad de respuesta, lo que deja las posibilidades para que el suceso en<br />

cuestión adquiera el estatuto de trauma psíquico. Esto introduce la segunda<br />

consideración, concerniente a la dimensión de la elección y la responsabilidad del<br />

sujeto.<br />

El Psicoanálisis dirige su atención a la respuesta del sujeto frente al<br />

acontecimiento, en otras palabras, se interesa por la significación de la vivencia y<br />

no por el hecho en sí mismo, lo que no quiere decir que lo desconoce en absoluto.<br />

La respuesta del sujeto se refiere a cómo responde, cómo trata, cómo se sitúa o,<br />

en el sentido más general, qué defensa instituye. Lo que quiere decir que Freud,<br />

desde los orígenes mismos de la teoría psicoanalítica, produjo un gran cambio<br />

frente a las concepciones psiquiátricas de su época, las cuales, ya fuera por la vía<br />

de la herencia o la vía de la lesión o alteración en el organismo, daban la<br />

preponderancia de la causa a factores externos. Es así que con su término<br />

“elección de neurosis” dirige hacia el sujeto la responsabilidad, en el sentido de<br />

ubicar en él la respuesta frente al exceso venido del Otro.<br />

La consideración Freudiana implica entonces suponer del lado del sujeto unos<br />

recursos tales que de su empleo resultarán los efectos que determinarán su<br />

existencia y establecerán de alguna manera un programa inconsciente, escrito a<br />

partir de las marcas que las vivencias pulsionales han dejado, en las cuales el<br />

sujeto ha encontrado una satisfacción.<br />

Esta dimensión de la elección o de la capacidad de respuesta atribuida por Freud<br />

al sujeto, no quiere decir en absoluto que lo supone libre o autónomo, ni siquiera<br />

que lo concibe en un momento anterior al encuentro traumático, más bien el<br />

sujeto, si se pudiera suponer que hay una noción de sujeto en Freud, es el efecto<br />

y no el agente de la elección. Sujeto pues como efecto o como resultado. Es en<br />

esta dimensión que conviene revisar las formas posibles de respuesta, por cuanto<br />

es la vía de evaluación de las consecuencias.<br />

97


El término que se ha utilizado desde el comienzo de esta investigación es el de<br />

posición subjetiva, el cual indica efectivamente una posición como lo que significa<br />

ocupar un lugar en unas coordenadas, que en psicoanálisis están dadas en<br />

relación con la defensa, la demanda y el deseo del Otro, lugar que a la vez es un<br />

efecto del lugar del Otro. Lo cual quiere decir que lo que se llama sujeto, como ya<br />

se ha dicho, no es el yo, ni la persona, sino el lugar ocupado en relación con el<br />

deseo del Otro. Es así como desde Lacan se define el deseo como Deseo del<br />

Otro.<br />

El sujeto entonces, es una posición en respuesta a dicho deseo. Lo que la clínica<br />

del caso por caso permite ver es cómo cada sujeto puede, o bien consentir a<br />

aquello que supone el Otro desea de él, alienándose a dicho deseo, o bien<br />

objetarlo. Pero no siempre lo que le viene del Otro es el deseo, en otros casos es<br />

la voluntad de goce del Otro lo que se le impone bajo la forma de una tendencia<br />

destructiva, caprichosa o mortífera, como algunos de los niños entrevistados lo<br />

evidencian. “De nuestra posición de sujetos somos siempre responsables”, dice<br />

Lacan 140 . Entonces aquello de lo que se habla como elección del sujeto es<br />

siempre algo que se juega en una suerte de forzamiento bajo la condición de un “o<br />

la bolsa o la vida”, elección en la cual ninguna de las opciones hubiera podido<br />

favorecer más que la otra, quedando en muchos casos como única opción la<br />

alienación del sujeto al deseo supuesto del Otro, porque no hay otra alternativa.<br />

140 Jacques Lacan, “La Ciencia y la Verdad”, Escritos I, México, Siglo XXI, 1971. Pág. 343.<br />

98


Es evidente entonces que la respuesta del sujeto no depende de una voluntad<br />

conciente, ni de una decisión personal, en este caso de los niños implicados en el<br />

daño o en las acciones brutales provenientes justamente de la persona de la cual<br />

esperan el amor, las garantías y el aseguramiento, sino de cómo se sirve de<br />

algunos recursos, incluso vitales, para tramitar dicha situación. Sin duda los<br />

recursos tienen algo de insuficientes en algunos casos, de imposible en otros,<br />

dado que la dimensión del daño es devastadora, y con ello no se hace mención<br />

exclusivamente al estrago que tanto rendimiento ha dado para evaluar ciertas<br />

relaciones madre-hija desde su formulación por Lacan, sino específicamente a los<br />

actos que son un ataque directo contra la vida del niño o que producen un daño de<br />

manera tan radical que es inexorable, ante los cuales es posible escuchar<br />

justamente una afirmación como “no pude hacer nada”.<br />

Tercera consideración que tampoco puede ser dejada de lado, es que no es<br />

indiferente que el niño haya vivenciado una situación ocasional de agresión<br />

cometida por su padre y/o su madre, o que haya vivido una “historia de<br />

padecimientos” 141 , en la cual el carácter traumático no proviene de una única<br />

vivencia sino de múltiples situaciones que forman una trama asociativa. No<br />

obstante esto no quiere decir que a mayor número de situaciones de agresión<br />

141 S. Freud, “Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos”, Obras completas, volumen<br />

2, Buenos Aires, Amorrortu, 2ª edición en castellano, 1986, p. 38.<br />

99


vividas, mayor el efecto traumático, ya que en ocasiones puede bastar una para<br />

producir un daño psíquico devastador.<br />

Teniendo en cuenta que las respuestas del sujeto frente a la agresividad del padre<br />

y/o la madre son diversas, pudiendo ubicarse del lado de la angustia, el síntoma o<br />

la construcción fantasmática, a continuación se analizarán cada una de estas vías<br />

para avanzar hacia la conclusión de la presente investigación.<br />

4.1 LA E<strong>ME</strong>RGENCIA DE LA ANGUSTIA, UNA REPUESTA FRENTE AL<br />

TRAUMA<br />

Se ha planteado que una de las posibles respuestas del sujeto frente a la situación<br />

traumática es la angustia, en cierto sentido no se puede afirmar que la angustia es<br />

una posición subjetiva o una defensa, al contrario es el signo de un fracaso en las<br />

tentativas de defensa, es el indicador de que ha habido una imposibilidad de<br />

tramitar un exceso pulsional que sobrepasa los recursos del sujeto.<br />

La teoría sobre el Edipo le permite a Freud comprender, que es la exigencia de la<br />

libido, como excitación que sobrepasa el funcionamiento psíquico del niño, la que<br />

constituye una situación traumática, produciendo una reacción de angustia y<br />

poniendo en marcha la operación de la represión. De este modo Freud plantea “la<br />

represión no crea la angustia. Esta existe con anterioridad y es ella la que crea la<br />

represión” 142 .<br />

Así, Freud diferencia dos conceptos que ayudan a esclarecer las relaciones entre<br />

trauma y angustia, estos son: situación traumática y situación de peligro. La<br />

situación traumática es el estado de desamparo originario realmente<br />

experimentado por el niño, en el cual el viviente se encontró inerme a nivel<br />

biológico o psíquico, ante un incremento de la magnitud de excitación la cual no<br />

142 Freud, “La angustia y la vida instintiva”, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis.<br />

Obras Completas. Volumen II. Traducción por Luis López Ballesteros. Ed. <strong>Biblioteca</strong> Nueva,<br />

Madrid, 1968.Pág. 918.<br />

100


pudo ser dominada ni derivada por el aparato psíquico 143 . En el trauma fracasan<br />

los esfuerzos del principio del placer, podría decirse que hay un fracaso en la<br />

operación de la defensa. Esta situación traumática generó como reacción la<br />

angustia directa y automática.<br />

Por su parte, la situación peligrosa es la anticipación y espera del estado de<br />

desamparo, a partir del recuerdo de sucesos traumáticos anteriormente<br />

experimentados, ante lo cual el yo emite la señal de angustia para evitar la<br />

explosión automática y desbordada de ella. De este modo, el yo, que ya había<br />

experimentado pasivamente el trauma, repite activamente con la señal de angustia<br />

una reproducción mitigada del mismo, con la esperanza de poder dirigir su curso.<br />

La significación de la situación peligrosa, Freud la ubica en la estimación que hace<br />

el sujeto de su fortaleza en comparación con la magnitud del peligro y en el<br />

reconocimiento de su desamparo biológico o psíquico. En esta estimación es<br />

guiado su juicio por experiencias realmente vividas y para el resultado es<br />

indiferente que se equivoque o no en su apreciación.<br />

Se tienen entonces dos modos de emergencia de la angustia: como reacción<br />

automática frente al trauma y como señal. El primer modo de la angustia está<br />

vinculado con la represión primaria o primordial, en la cual no hay aún una<br />

operación defensiva desde el yo que permita protegerse contra el trauma y la<br />

reacción de angustia. En esta represión primordial, se crea un primer núcleo de lo<br />

inconsciente al denegarse el acceso a la conciencia del representante psíquico de<br />

la pulsión, el cual permanece inmutable. Ya en la operación de la represión<br />

propiamente dicha, el yo se propone impedir el desarrollo masivo de angustia<br />

mediante la defensa, emitiendo la angustia en tanto señal, lo cual no implica que<br />

siempre lo consiga ya que la defensa puede fracasar.<br />

143 Freud, “Inhibición, Síntoma y Angustia”, Op. Cit., pp. 68-69.<br />

101


Estos tipos de angustia son relacionados por Freud de manera diferencial con los<br />

cuadros clínicos de las neurosis. Así en los casos de neurosis traumáticas, el<br />

afecto de la angustia se da como reacción directa y automática frente al trauma,<br />

puesto que el yo se encuentra impotente ante la magnitud del estímulo, sin poder<br />

tramitarlo, tal como sucedió en el acto del nacimiento. En las neurosis de defensa,<br />

el yo reconoce una situación peligrosa que parte de las exigencias pulsionales del<br />

ello, emite la señal de angustia y ésta da lugar a la formación de síntomas,<br />

pudiendo hallar en ellos una solución de compromiso que permita así eludir el<br />

desarrollo de angustia. Los síntomas, dice Freud, ligan la energía psíquica que de<br />

otro modo sería descargada en forma de angustia. 144<br />

Si bien Freud plantea que en cada época del desarrollo se presenta una condición<br />

distinta para el surgimiento de la angustia, podría deducirse que cada una de ellas<br />

es una forma de respuesta a algo que le viene del Otro o, en todo caso, que sitúa<br />

al sujeto en la relación de dependencia del Otro. Su propuesta es la siguiente:<br />

1. El desamparo originario<br />

2. Pérdida del amor, del Otro, de quien se depende<br />

3. Angustia de castración<br />

4. Temor ante el superyó.<br />

En la primera, el desamparo originario está ligado a la condición de prematuración<br />

en la que nace el bebé, la cual es el fundamento de la dependencia de la criatura<br />

humana de una asistencia externa que le provea de manera vital la satisfacción de<br />

las necesidades, pero que al mismo tiempo se constituye en el Otro que brinda el<br />

amor, las garantías y la seguridad.<br />

Luego, cuando el Otro se constituye en objeto de amor para el niño donde no<br />

basta su sola presencia sino sus signos de amor, el peligro lo constituye la pérdida<br />

144 S, Freud, “Inhibición, Síntoma y Angustia”, Op.cit., pág 58.<br />

102


de este amor, la cual, dice Freud, pasa a constituirse en una condición<br />

permanente de peligro y angustia.<br />

Ya en la fase fálica, el enamoramiento del niño hacia la madre acompañado de<br />

sus deseos incestuosos, así como las tendencias agresivas hacia al padre,<br />

provocan una situación de peligro exterior, la castración como castigo. El peligro<br />

está referido a la pérdida del órgano que conllevaría una nueva separación de la<br />

madre en tanto no puede satisfacer en ella sus deseos.<br />

El cuarto nivel de la angustia, finalmente de gran importancia, es la que determina<br />

que se ha operado la introyección del superyó como conciencia moral y que éste<br />

vigila desde el interior bajo la forma de la amenaza. Se manifiesta como una<br />

especie de culpa angustiosa o de angustia culposa.<br />

Freud asocia la primera, la segunda y la cuarta condición del surgimiento de<br />

angustia en “El malestar en la cultura”, para situar el origen del superyó como el<br />

temor por el daño que puede provenir de la persona de la que se espera el amor.<br />

Por su parte Lacan en el Seminario 4 “La relación de objeto”, retoma de alguna<br />

manera esa concepción Freudiana y define la angustia de la siguiente manera:<br />

“La angustia, en esa relación tan extraordinariamente evanescente en la<br />

que se nos manifiesta, surge en cada ocasión cuando el sujeto se<br />

encuentra, aunque sea de forma insensible, despegado de su existencia,<br />

cuando se ve a sí mismo a punto de quedar capturado de nuevo en algo<br />

que, según los casos, llamaremos la imagen del otro, tentación, etc. En<br />

resumen, la angustia es correlativa del momento de suspensión del sujeto,<br />

en un tiempo en el que ya no sabe donde está, hacia un tiempo en el que<br />

va a ser algo en lo que ya nunca podrá reconocerse. Es esto, la<br />

angustia” 145 .<br />

El testimonio de Camila muestra cómo para ella la situación peligrosa que anticipa<br />

la situación de inermidad psíquica y física en que se encontraba anteriormente<br />

145 Jacques Lacan, La relación de objeto, Op. cit., p. 228.<br />

103


frente al hiperpoder devastador de su madre, está dada por la posibilidad de que<br />

ésta pueda robárselos si llegara a enterarse del lugar en que viven sus hijos<br />

(hogar sustituto). Así mismo la angustia que le genera la voluntad de daño de su<br />

madre, se manifiesta en el sueño reiterativo en que su madre golpea a su<br />

hermanita menor hasta causarle la muerte.<br />

“(…) que mi mamá le había pegado a D ( hermanita), y esas cosas así,<br />

y que D también se había muerto y que también le había pasado lo<br />

mismo y yo también rezaba todas las noches y que mantenía pensando<br />

en ella y que qué pesar y que cuando nosotros queríamos ver<br />

muñequitos, mi mamá nos decía que nos quitáramos de ahí, nos<br />

regañaba, cuando le tiraba así a la cuna, le golpeaba a D, eso, yo<br />

siempre sueño en eso y me despierto llorando, yo me despierto<br />

llorando, con mucho miedo como a las 12 de la noche me despierto<br />

llorando.”<br />

Puede verse que en este sueño de angustia, la madre da muerte a su hermanita<br />

golpeándola y tirándola a la cuna, tal como, para Camila, lo hizo antes con su<br />

hermanito, lo cual presentifica para ella el terror frente al peligro de que su madre<br />

provoque su propia muerte o la de su hermana.<br />

Por su parte, como se expuso en el capítulo anterior, Pacho Malo da cuenta de lo<br />

que tal vez constituye un punto de angustia fundamental, frente a su desvalimiento<br />

originario, la posibilidad de haber muerto aún antes de nacer, por los golpes que<br />

su padre le propinaba a su madre, lo que ilustra cuando dice: “…yo era chillando<br />

en la barriga de mi mamá, si no que (…) yo escuchaba, que yo no iba a nacer (…)<br />

yo no iba a vivir”, no obstante en este caso esto es recubierto por su fantasía: “Mi<br />

papá me sacó con mañitica pa´que no me aporreara”, dando cuenta de una<br />

dimensión imaginaria del padre que lo salva del daño.<br />

104


4.2 ¿QUÉ SÍNTOMAS EN LOS NIÑOS?<br />

En este apartado se pretende interrogar el estatuto de ciertas reacciones,<br />

comportamientos o manifestaciones de algunos de los niños entrevistados como<br />

una respuesta frente a la agresividad del padre y/o de la madre, las cuales fueron<br />

en algunos casos expuestas por ellos en las entrevistas, y en otros comunicadas<br />

por funcionarios de las instituciones de protección, debido al riesgo que estos<br />

implicaban para el niño. Con tal fin se hace necesario retomar algunas<br />

consideraciones freudianas acerca de los tipos o modalidades de síntoma y de la<br />

neurosis en la infancia.<br />

Como ya se ha mencionado en apartados anteriores, durante la temprana infancia<br />

el niño se ve abocado a vivencias sexuales que lo desbordan psíquicamente,<br />

debido a su incapacidad tanto intelectual como somática, para responder o<br />

tramitar las mociones pulsionales movilizadas por tales vivencias, de manera que<br />

estas se constituyen como traumáticas. De acuerdo con lo planteado por Freud,<br />

este es el primer momento o núcleo de la neurosis.<br />

En un segundo momento opera la represión, la cual es movilizada por el displacer<br />

generado por las vivencias traumáticas, dando lugar a la formación de síntomas<br />

primarios de la defensa. Estos son síntomas de la defensa lograda, y consisten en<br />

escrúpulos de la conciencia moral, vergüenza y desconfianza de sí mismo, en la<br />

neurosis obsesiva; o exteriorización de terror, en la histeria. Este período es<br />

denominado por Freud como el de “salud aparente” 146 .<br />

El siguiente período es el de la enfermedad, caracterizado por otro tipo de<br />

síntomas denominados formaciones de compromiso o síntomas transaccionales.<br />

Estos síntomas se generan por un fracaso de la defensa, de manera tal que lo que<br />

146 S, Freud, “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa”, Op. cit., p.170.<br />

105


estaba reprimido retorna, al ser reactivado por recuerdos o vivencias actuales, que<br />

de manera retroactiva movilizan aquello que se había inscrito a nivel inconsciente<br />

como traumático. Cabe anotar que lo reprimido, tal como Freud lo plantea, no<br />

ingresa inalterado a la conciencia, siendo sometido a sustituciones y<br />

desfiguraciones mediante los mecanismos de la condensación y el<br />

desplazamiento, los cuales vuelven irreconocible la satisfacción sexual que el<br />

síntoma encierra. De manera tal que aquello que conquista el acceso a la<br />

consciencia, son unas formaciones de compromiso como resultado de “una<br />

disputa entre dos tendencias: una inconciente, en todo otro caso reprimida, que<br />

aspira a una satisfacción -cumplimiento de deseo-, y una que reprime y repele, y<br />

con probabilidad pertenece al yo conciente” 147 . Se trata de un compromiso o<br />

transacción porque las dos tendencias hallan cumplimiento a su aspiración, pero<br />

de forma parcial.<br />

Este período constituye la neurosis, propiamente dicha, la cual puede<br />

manifestarse durante la infancia o posterior a ésta, con la presencia de síntomas<br />

más o menos ruidosos. Al respecto Freud plantea que aunque no siempre las<br />

vivencias traumáticas están seguidas del estallido de una neurosis en la infancia,<br />

“también existen neurosis infantiles en las que el factor del diferimiento temporal<br />

desempeña necesariamente un papel muy reducido o falta por completo, pues la<br />

enfermedad se contrae como consecuencia directa de las vivencias<br />

traumáticas.” 148<br />

Un ejemplo de síntoma en la infancia como formación de compromiso, puede ser<br />

el insomnio, tal como lo expone Freud en el caso de un niño pequeño, que en sus<br />

primeros años de vida observó y escuchó con frecuencia las relaciones sexuales<br />

entre sus padres, desarrollando después de su primera polución espontánea, un<br />

síntoma de insomnio, presentando mucha sensibilidad a los ruidos nocturnos y<br />

147<br />

S, Freud, “Dos artículos de enciclopedia: y ””, Op., cit,<br />

p.238.<br />

148<br />

S, Freud, “Los Caminos de la formación de síntoma”, Op., cit., p.331.<br />

106


dificultad para conciliar el sueño. “Este insomnio es un verdadero síntoma de<br />

compromiso: por un lado, la expresión de su defensa contra aquellas percepciones<br />

nocturnas; por el otro, un intento de restablecer el estado de vigilia en que pudo<br />

espiar aquellas impresiones” 149 .<br />

En otros casos, cuando no hay un fracaso de la defensa en la infancia, las<br />

vivencias traumáticas quedan cubiertas por la amnesia infantil durante el período<br />

de latencia, hasta la época de la pubertad, momento en el cual con frecuencia son<br />

reactivadas a raíz del nuevo influjo de la sexualidad, produciéndose el fracaso de<br />

la represión y surgiendo el síntoma como un retorno de lo reprimido.<br />

Un tercer tipo de síntomas en la neurosis son aquellos que Freud denomina<br />

síntomas secundarios de la defensa. Estos síntomas se producen como un modo<br />

de defensa del yo, en su lucha contra los síntomas de compromiso, que han<br />

conquistado el acceso a la consciencia como un retorno de lo reprimido. Ejemplo<br />

se estos síntomas secundarios, son las compulsiones a cavilar, a examinar, a<br />

guardar, etc. de las neurosis obsesiva.<br />

La neurosis paradigmática en la infancia es la llamada por Freud histeria de<br />

angustia, la cual comparte con la histeria el mecanismo psíquico de la represión,<br />

pero a diferencia de ella se exterioriza en sensaciones de angustia y fobia, sin<br />

conversión de la libido en inervaciones corporales. En dichas neurosis la represión<br />

fracasa y lo reprimido retorna bajo el síntoma de la fobia.<br />

“Una represión como la del caso de la fobia a los animales puede<br />

definirse como radicalmente fracasada. La obra de la represión consistió<br />

solamente en eliminar y sustituir la representación, pero el ahorro de<br />

displacer no se consiguió en modo alguno. Por eso el trabajo de la<br />

neurosis no descansa, sino que se continúa en un segundo tempo para<br />

alcanzar su meta más inmediata, más importante. Así llega a la<br />

formación de un intento de huida, la fobia en sentido estricto: una<br />

149 Freud, “Moisés y La Religión Monoteísta” Op. cit., pp. 75-77.<br />

107


cantidad de evitaciones destinadas a excluir el desprendimiento de<br />

angustia.” 150<br />

Se ha planteado anteriormente que las vivencias traumáticas pueden dar lugar en<br />

la infancia a unos síntomas defensivos primarios o a una neurosis propiamente<br />

dicha, con formación de síntomas de compromiso. Ahora bien, ¿qué síntomas se<br />

presentan en los niños entrevistados? ¿Sus manifestaciones sintomáticas tienen<br />

el estatuto de una neurosis de la infancia? Si bien es difícil responder a esta<br />

pregunta por la insuficiencia de elementos aportados por los niños en las<br />

entrevistas, en ningún caso se escuchó de la presencia de síntomas fóbicos, que<br />

son, de acuerdo con Freud, los síntomas paradigmáticos de la neurosis en la<br />

infancia. Tampoco se tuvo noticia de síntomas obsesivos, ni primarios ni<br />

secundarios. En cambio si se presentan en algunos niños, particularmente en<br />

Camila 151 , manifestaciones de angustia, las cuales podrían tener el estatuto de<br />

síntoma defensivo primario de la histeria, pues como Freud lo expone, en ésta:<br />

“La elevación de tensión a raíz de la vivencia displacentera primaria es<br />

tan grande que el yo no contradice a ésta, no forma ningún síntoma<br />

psíquico, sino que se ve precisado a consentir una exteriorización de<br />

descarga, las más de las veces una expresión hiperintensa de la<br />

excitación. Se puede definir este primer estadio de la histeria como<br />

histeria de terror; su síntoma primario es la exteriorización de terror<br />

con lagunas psíquicas”. 152<br />

Sin embargo, otra de las formas posibles de interpretación de dicha angustia en la<br />

niña, al contrario de pensarla como síntoma defensivo primario, tendría más bien<br />

la forma de la imposibilidad de hacer un síntoma ante la emergencia de la<br />

ferocidad del Otro, la posición de indefensión implicaría una imposibilidad de<br />

tramitar sintomáticamente. Es decir pareciera señalar una especie de “sin<br />

150<br />

Freud, “La Represión”, Obras Completas, volumen 14, Buenos Aires, Amorrortu, 2ª edición en<br />

castellano, 1984,p.150.<br />

151<br />

Estas manifestaciones de angustia de Camila fueron expuestas en el apartado: El traumatismo:<br />

terror provocado por un peligro de muerte. Ver página 62.<br />

152<br />

Freud, “Manuscrito K”, Op. cit., p.268.<br />

108


ecursos” del lado del sujeto. Por esto, en Freud la tríada inhibición, síntoma y<br />

angustia, sitúa cada una de dichas respuestas particular frente a las otras dos.<br />

En cuanto a la asfixia de Pacho Malo, la accidentabilidad de Marlon, o el acto de<br />

comer vidrios y de herirse con alambres de Aquila, son manifestaciones a las que<br />

difícilmente se les podría atribuir el estatuto del síntoma como formación del<br />

inconsciente, tal como lo tiene la fobia por ejemplo, la cual, como bien lo mostró<br />

Lacan respecto al caso Juanito, tiene el estatuto de una formación significante,<br />

metafórica, que le permite a Juanito amurallarse frente a la angustia.<br />

Estas manifestaciones o reacciones de algunos niños, de las cuales se tuvo<br />

noticia, no dan cuenta de un saber inconsciente cifrado; contrariamente al<br />

síntoma fóbico, no constituyen un retorno de lo reprimido por la vía simbólica, sino<br />

más bien un retorno del goce, pudiendo considerarse efectos directos de un<br />

exceso pulsional, movilizado quizás por las agresiones venidas del padre o de la<br />

madre, exceso que no logra ser tramitado ni pone en marcha la represión,<br />

teniendo más bien el carácter de patologías del acto.<br />

En este sentido, tienen la lógica de los llamados síntomas contemporáneos, entre<br />

los que se cuentan la toxicomanía, los ataques de pánico, la anorexia, la bulimia,<br />

entre otros, respecto a los cuales Massimo Recalcati afirma que “no son en<br />

realidad formaciones del inconsciente en el sentido clásico del término, no se<br />

organizan en un régimen significante, pero sí se presentan como prácticas<br />

pulsionales, como pura “técnica” de goce que contrasta con el sujeto del<br />

inconsciente ”153 .<br />

153 Massimo Recalcati, La cuestión preliminar en la época del Otro que no existe. En: Virtualia, N°<br />

10, Revista digital de la EOL, julio- agosto de 2004. www.eol.org.ar/virtualia<br />

109


4.3 FANTASMA Y POSICIONES SUBJETIVAS FRENTE A LA AGRESIVIDAD<br />

DEL OTRO<br />

En su experiencia clínica Freud encontró que las “producciones del alma” 154<br />

poseen una suerte de realidad, opuesta a la realidad material, a la que denominó<br />

realidad psíquica. Esta realidad es de naturaleza inconsciente, de modo que su<br />

organización y funcionamiento es independiente de los procesos concientes, que<br />

están adaptados a las exigencias del mundo exterior, y está poco abierta a la<br />

influencia de estos.<br />

La realidad psíquica está constituida por las fantasías inconcientes, las cuales son<br />

erigidas en la temprana infancia a partir de las vivencias sexuales 155 en las que la<br />

satisfacción pulsional tiene lugar, conllevando estas vivencias un excedente<br />

traumático. Freud les confirió a dichas fantasías un valor determinante y decisivo<br />

en las neurosis, ya que en ellas es esta realidad la que importa y tiene<br />

consecuencias. Estas fantasías están al servicio del principio del placer, estando<br />

destinadas “(…) a encubrir, a embellecer y a promover a una etapa más elevada el<br />

ejercicio autoerótico de los primeros años de la infancia” 156 .<br />

El testimonio aportado por uno de los niños entrevistados a quien se ha llamado<br />

Pacho Malo, permite evidenciar de modo ejemplar y por qué no, paradigmático, el<br />

importante y decisivo valor de la realidad psíquica en el modo en que un sujeto<br />

tramita sus encuentros con lo real, real que está dado en este caso por la agresión<br />

que le viene del Otro paterno, incluso desde antes de nacer.<br />

A pesar de ser reportado por la institución como el más maltratado en la familia<br />

por el padre, Pacho no se ubica como un niño maltratado, aspecto que de entrada<br />

muestra una discordancia entre la realidad fáctica y la realidad psíquica. Este niño<br />

154<br />

S. Freud, “Los caminos de la formación de síntoma”, Op. cit., p. 336.<br />

155<br />

Para Freud las vivencias no equivalen a los acontecimientos sino a los modos en que se<br />

subjetivan las experiencias.<br />

156<br />

S. Freud, “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, Obras Completas, vol XIV,<br />

Buenos Aires: Amorrortu, 2ª edición en castellano, 1984, p.17.<br />

110


ofrece una variedad de respuestas frente a lo que ocurre con su padre: dice que<br />

su padre no lo maltrata a él sino a su mamá, que a él sólo le ha dado tres pelas,<br />

que su padre es malo con la madre pero no con él, que cuando era chiquitico le<br />

pegaba con palos, con el machete, con la correa del machete y con zapatos, que<br />

está en la institución porque él llamó a Bienestar Familiar con la ayuda de uno de<br />

sus hermanos ya que su papá maltrataba a su mamá, luego dice que está en la<br />

institución porque él estaba en la calle, que su mamá casi lo aborta porque su<br />

papá le pegaba cuando ella estaba en embarazo, que su papá lo sacó con mañita<br />

para que no se aporreara.<br />

Así mismo, Pacho despliega, pone en escena, una narración en la que el padre<br />

combate con personajes peligrosos a quienes siempre vence, salvando al niño del<br />

peligro que ellos representan, siendo así el padre el héroe de las batallas que<br />

Pacho pone en escena. En medio de sonidos, movimientos, tiros, golpes, etc. se<br />

desarrolla una escena en la cual él y su padre logran vencer personajes de distinta<br />

índole, borrachos, policías, el diablo y héroes del cine, como Yaqui Chan. Mientras<br />

tanto no parece estar más en la escena de la entrevista, sino en su propia escena,<br />

en “otra escena”.<br />

Estos movimientos en las entrevistas con este niño producen algunas<br />

interrogaciones ¿Qué significa esta multiplicidad de respuestas?, ¿cuál es la<br />

verdad en juego?, ¿hay una verdad que coincide con la realidad material del<br />

maltrato?, ¿la que reporta la institución al menos?, ¿este escenario mostrado por<br />

el niño es el lugar desde el cual puede ser discernida su verdad? ¿Cómo resolver<br />

la contradicción interna a las diferentes respuestas aportadas por el niño?<br />

Imposible no evocar la propuesta de Freud con el silogismo del caldero, la historia<br />

es la siguiente:<br />

A ha tomado prestado de B un caldero de cobre, y cuando lo<br />

devuelve, B se le queja porque el caldero muestra un gran agujero<br />

que lo torna inservible. He aquí su defensa: «En primer lugar, yo no<br />

pedí prestado a B ningún caldero; en segundo lugar, el caldero ya<br />

111


estaba agujereado cuando lo tomé de B; en tercer lugar, yo devolví<br />

intacto el caldero» 157 .<br />

Freud plantea que cada uno de estos argumentos es bueno por sí; pero todos<br />

juntos se excluyen recíprocamente. "Puede decirse también: A pone «y» en un<br />

lugar donde sólo es posible «o bien o bien»". En lo inconsciente falta la<br />

cancelación recíproca de varios pensamientos contradictorios, opera una<br />

simultaneidad de coexistencia.<br />

Las respuestas de Pacho aparentemente contradictorias y con el agregado<br />

“fantasioso” permiten aproximarse a la hipótesis de que en su escenario pone en<br />

acto una fantasía inconsciente, que como tal procede con la realidad psíquica en<br />

predominio sobre la realidad material. Razón por la cual, ni la contradicción, ni la<br />

atemporalidad, ni lo absurdo de sus narraciones, estarían en cuestión, siendo a<br />

través de estos que lo inconsciente se revela.<br />

Por otro lado, es importante destacar que en esta fantasía el niño se pone a salvo<br />

de la agresión del padre y en cambio, la dirige hacia otros, lo que evoca una vieja<br />

historia cómica narrada por Freud, según la cual en una pequeña aldea húngara,<br />

donde el herrero había cometido un crimen cuyo castigo era la pena de muerte, el<br />

burgomaestre decidió no hacerlo ahorcar a él para expiar el crimen, sino a un<br />

sastre; ya que en la aldea había establecidos tres sastres, pero el herrero era el<br />

único, y una expiación tenía que haber. Aquí se da un desplazamiento desde la<br />

persona del culpable a otra inocente, lo cual, aunque contradice todas las leyes de<br />

la lógica conciente, en manera alguna el modo de pensar de lo inconsciente 158 .<br />

El tema de la fantasía inconsciente es desarrollado de manera ejemplar por Freud<br />

en el texto “Pegan a un niño”, a partir del cual Lacan fundamentará posteriormente<br />

el concepto de fantasma. A continuación se revisan los planteamientos freudianos<br />

157 S. Freud, “El chiste y su relación con el inconsciente”, Obras completas, volumen 8, Buenos<br />

Aires, Amorrortu, 1986, p.60.<br />

158 Ibíd.<br />

112


en dicho texto, así como algunos aportes de Lacan, debido a la estrecha relación<br />

entre el fantasma y las posiciones subjetivas.<br />

4.3.1. El Fantasma: Mi Padre me Amaltratado<br />

La fantasía inconsciente, tiene desde Freud la función de contener el programa<br />

que determina, desde el inconsciente, los modos a través de los cuales un sujeto<br />

se relaciona con el Otro y hace barrera o tramita el excedente sexual de las<br />

primeras experiencias traumáticas; esta función de pantalla protectora es<br />

resaltada por Lacan en su noción de fantasma, término que se seguirá utilizando<br />

en adelante.<br />

Freud dilucidó el carácter inconsciente del fantasma “Pegan a un niño” 159 , de lo<br />

que se desprende que éste sólo puede ser develado en un análisis a través del<br />

trabajo de la asociación libre, y por consiguiente, no puede ser revelado en las<br />

entrevistas de investigación realizadas por fuera del dispositivo psicoanalítico; no<br />

obstante, las repuestas de los niños y sus posiciones frente a la agresión que le<br />

viene del Otro, algo dicen de él.<br />

La importante elaboración que Freud hace a propósito del fantasma, en el texto<br />

“Pegan a un niño”, es realizada a partir del análisis de algunos de sus pacientes,<br />

cuatro casos femeninos y dos masculinos. En las asociaciones de sus pacientes,<br />

hechas con gran dificultad, él vislumbra una fantasía inconsciente de flagelación,<br />

la cual plantea tres aspectos paradójicos: primero, que a esta fantasía se asocian<br />

sensaciones elevadamente placenteras; segundo, que este placer no era<br />

experimentado en la situación real de encontrarse como espectadores de un<br />

castigo físico propinado a otro niño, es más, les provocaba aversión; tercero, que<br />

estos sujetos no habían tenido padres maltratadores ni habían sido educados a<br />

159 Cabe aclarar que Freud no utilizó el concepto de fantasma, por lo menos según las traducciones<br />

al español que se han hecho de su obra.<br />

113


fuerza de los golpes, mostrando así la disparidad entre la realidad psíquica y la<br />

realidad material 160 .<br />

Esta disparidad se evidencia de manera inversa en algunos de los niños<br />

entrevistados para esta investigación, pues como bien lo demuestra Pacho Malo, a<br />

pesar de haber vivido agresiones frecuentes y excesivas por parte de sus padres o<br />

de uno de ellos, en su realidad psíquica no se ubican como maltratados.<br />

Freud encuentra que la construcción fantasmática se da en tres tiempos en los<br />

cuales varían el sujeto, el objeto, el contenido y la significación. En el primer<br />

tiempo, la fantasía es de carácter consciente y corresponde a una época infantil<br />

muy temprana y presenta una cierta indeterminación: El padre pega al niño. Este<br />

niño maltratado no es nunca el propio sujeto, son por lo general sus hermanos o<br />

hermanas, quienes se han hecho merecedores de su odio por constituirse en<br />

rivales frente al amor de los padres, y de modo particular, del padre. El autor no se<br />

decide a considerar esta fantasía puramente sexual ni resueltamente sádica,<br />

afirmando “no son, desde luego sexuales; no son tampoco sádicas, pero<br />

constituyen la materia de que amabas saldrán en lo por venir” 161 .<br />

En esta fantasía del primer tiempo, el maltrato del padre significa la negación de<br />

su amor hacia el otro niño, por lo tanto, ella comporta una grata satisfacción en la<br />

medida en que se encuentra al servicio de los intereses egoístas y los deseos<br />

incestuosos del sujeto. Es significada como “el padre pega al niño odiado por mí”.<br />

El niño se complace, tal como lo señala Lacan, en la negación del otro niño como<br />

sujeto, el cual es abolido, tachado, al ser dejado por fuera del reconocimiento del<br />

padre, es decir, por fuera de la relación simbólica que introduce el amor del<br />

Otro 162 . Podría decirse que el padre que aquí interviene es el padre del amor.<br />

160<br />

S. Freud, “Pegan a un niño”, Obras Completas, Vol. I, Editorial <strong>Biblioteca</strong> Nueva, Madrid, 1967.<br />

Pág. 1182.<br />

161<br />

Ibíd., p. 1185.<br />

162<br />

Jacques Lacan, Las formaciones del inconsciente, Op. Cit., p. 246.<br />

114


En la relación del sujeto al hermanito, no sólo se da la rivalidad por el amor del<br />

padre, también tiene lugar la identificación con él, es así que el niño se identificará<br />

con quien es el objeto de la agresión del padre, lo cual producirá una basculación<br />

de su posición en la fantasía, de modo tal que en la siguiente fase, el sujeto<br />

quedará ubicado en el lugar que antes ocupaba su rival.<br />

Así las cosas, en la segunda fase, la persona que ejerce el maltrato es la misma,<br />

el padre, pero el objeto sobre el que la acción recae ha cambiado. Ahora se trata<br />

del propio sujeto quien es golpeado por el padre, fantasía a la que está asociado<br />

un placer inmenso, adquiriendo así un carácter masoquista. Esta fantasía no es<br />

recordada por los pacientes ya que nunca ha sido consciente, es una construcción<br />

del análisis, enunciada bajo la forma: “yo soy pegado por mi padre” o “mi padre me<br />

pega”. Esta es la fase más importante, ya que su carácter inconsciente da cuenta<br />

del efecto de la represión.<br />

La transformación que se da en este segundo tiempo, responde a la incidencia del<br />

complejo de castración. La represión ha operado sobre los impulsos eróticos<br />

incestuosos, lo que hace que el sujeto se ubique en la fantasía como objeto del<br />

castigo. Esta fantasía, es la expresión directa de la conciencia de culpabilidad,<br />

ante la cual sucumbe el amor al padre, siendo la culpa lo que transforma el<br />

sadismo de la primera fase del fantasma, en masoquismo. 163 Puede verse<br />

entonces cómo este fantasma inconsciente constituye una defensa frente a lo<br />

traumático del encuentro con el goce 164 .<br />

Freud plantea que la represión ha puesto en marcha una regresión a la fase<br />

sádico-anal de la vida sexual, sustituyéndose así la fantasía “mi padre me ama”<br />

del primer tiempo por “mi padre me pega”, de modo tal que en dicha fantasía<br />

163 S. Freud, “Pegan a un niño”, Op. cit., p. 1186. Es importante anotar que Freud por esta época<br />

consideraba el masoquismo como secundario al sadismo, y es sólo en 1924 que reconoce un<br />

masoquismo originario al que llamó masoquismo erógeno.<br />

164 El carácter protector del fantasma en la neurosis, fue señalado por Freud en el texto titulado<br />

“Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis”, donde plantea que las<br />

fantasías de seducción de los histéricos constituyen una defensa frente a las prácticas onanistas<br />

de la infancia.<br />

115


inconsciente confluyen la conciencia de culpa y el deseo sexual, de allí el carácter<br />

paradójico del masoquismo.<br />

El carácter radicalmente inconsciente del fantasma, es explicado por Pierre<br />

Bruno, “(…) porque pone en escena, por una parte, la relación sexual con el<br />

padre, de otra parte la castración por el padre, en tanto que son imposibles de<br />

simbolizar por el sujeto” 165 .<br />

Lacan plantea que en esta fantasía inconsciente es sobre el sujeto que recae el<br />

efecto del significante, siendo el látigo un significante privilegiado. El mensaje del<br />

primer tiempo consistente en “el otro niño no es amado”, ahora retorna con un<br />

sentido opuesto “Tu eres amado”, el cual es reprimido. En este fantasma se pone<br />

en juego un doble valor del significante, el valor del amor y el valor del castigo, de<br />

la prohibición, “siempre hay en el fantasma masoquista un lado degradante y<br />

profanatorio que implica, al mismo tiempo, la dimensión del reconocimiento y la<br />

forma prohibida de relación del sujeto con el sujeto paterno. Esto es lo que<br />

constituye el fondo de la parte desconocida del fantasma” 166 .<br />

La tercera fase, al igual que la primera, es recordada y narrada por los pacientes<br />

bajo la forma “pegan a un niño”. En ella el sujeto que fustiga no es el padre,<br />

quedando indeterminado o representado por un sustituto suyo como lo es el<br />

maestro, y los golpeados son niños, los cuales no son identificados. El sujeto que<br />

fantasea aparece como espectador de la situación.<br />

Lo que diferencia la tercera fase de la primera, es que ésta, según Freud, “es<br />

ahora el sustentáculo de una intensa excitación, inequívocamente sexual, y<br />

provoca como tal, la satisfacción onanista” 167 . Si bien la forma de dicha fantasía es<br />

sádica, Freud no duda en atribuirle a la satisfacción extraída de ella un carácter<br />

165 Bruno, Pierre. La Per- versión. Seminario del Segundo Encuentro del Campo Freudiano de<br />

Colombia. Edita Fundación Freudiana de Medellín, 1992. p. 31.<br />

166 J. Lacan, Las formaciones del inconsciente, Op. cit., p. 255.<br />

167 S. Freud, “Pegan a un niño”, Op. cit., p. 1184<br />

116


masoquista, ya que todos los niños golpeados son subrogados de la propia<br />

persona.<br />

El tercer tiempo, de acuerdo a lo que plantea Lacan, corresponde al acceso del<br />

sujeto a la dimensión del deseo, en tanto tiene como función „‟ (…) manifestar una<br />

relación esencial del sujeto con el significante” 168 ; es el tiempo del más allá del<br />

padre, ya que de lo que se trata es de la relación del sujeto a la Ley, la cual<br />

determina las relacionas libidinales que se establecen con el otro.<br />

La satisfacción sexual que aparece ligada al tercer momento del fantasma, pone a<br />

la luz que no solo éste tiene una función defensiva frente al goce, sino que<br />

también posibilita un reducto placentero. El fantasma es, “como una máquina (…)<br />

para domar el goce, pues por su propio movimiento el goce no se dirige al placer<br />

sino al displacer” 169 .<br />

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando la agresividad del padre no hace parte de una<br />

construcción fantasmática sino que se presenta como un exceso dirigido al niño?<br />

Como se ha venido mostrando, la fantasía “Mi padre me pega” constituye una<br />

construcción no sólo imaginaria, sino esencialmente significante 170 , la cual no se<br />

corresponde con la realidad material que rodea al niño. Esta fantasía inconsciente<br />

de castigo está al servicio de la culpa primordial, ligada al deseo edípico<br />

incestuoso, protegiendo al sujeto del goce. No obstante cuando el maltrato del<br />

Otro le viene al niño de los padres o de uno de ellos como una realidad<br />

insoslayable, el sujeto puede servirse de una construcción fantasmática en la cual<br />

el padre o la madre dirigen su amor hacia él y su agresión hacia otro u otros,<br />

funcionando aquí la fantasía como una protección frente a la ferocidad del Otro.<br />

También puede darse una justificación del maltrato del Otro como un castigo<br />

merecido por sus malas acciones. En este último caso, la culpa que el niño se<br />

168 J. Lacan, Las formaciones del inconsciente, Op. cit., p. 251.<br />

169 Jacques- Allain Miller, Dos dimensiones clínicas: síntoma y fantasma, Ediciones Manantial,<br />

Buenos Aires, 1984, pág. 20. Según lo plantea Miller, la satisfacción anudada al fantasma<br />

corresponde a un goce fálico, en tanto ha intervenido el significante fálico pacificando el goce Otro.<br />

170 J. Lacan, “El fantasma más allá del principio del placer”, Op. cit., p. 251<br />

117


atribuye por su mal obrar, que correspondería al remordimiento 171 , puede estar<br />

recubriendo una culpa primordial de carácter inconsciente.<br />

Pacho Malo enseña de manera ejemplar, cómo un sujeto puede servirse del<br />

recurso fantasmático como pantalla protectora frente a la violencia del padre. Tal<br />

como Freud lo encontró en el primer tiempo de la fantasía en el que “el padre pega<br />

al niño odiado por mí”.<br />

Así mientras en la primera entrevista narra una serie de peleas en las que él se<br />

enfrentaba contra distintos personajes saliendo victorioso, en la segunda, tiene<br />

lugar un despliegue fantasmático mayor, a través de un discurso atropellado, que<br />

parecía no poder detenerse y que Pacho Malo ponía en escena. En estas<br />

narraciones, ahora es el padre quien pelea, agrede y mata a distintos personajes,<br />

le pega con un machete a un borracho que iba a atacar a Pacho con una navaja,<br />

pelea con el Yaqui Chan y le mocha la cabeza con un machete, ataca a los<br />

espíritus, y mata al diablo enterrándole un machete en el corazón. Esta es una de<br />

sus múltiples narraciones:<br />

“Un yaqui chan que vivía por allá en mi casa que un día se puso a<br />

pelear con mi papa izque ¡yapi ya! y mi papá por sacar una cosa que<br />

tenía aquí de juguete sacó el machete y fum le mochó la cabeza a ese<br />

Yaqui chan (…) y arrancamos a correr y la policía detrás y yo salté así<br />

como superman y caí por allá en un árbol, quizque superman y caí en<br />

un árbol así y mi papá también…”<br />

A través de las batallas en las que el padre lo defiende de las agresiones de los<br />

otros, el sujeto en su realidad psíquica, se hace a un lugar en el amor del padre, o<br />

en otras palabras, busca poder tratar o quizás tramitar el maltrato por medio de la<br />

fantasía, en la cual siempre es salvado por el padre, asegurándose así una<br />

posición de privilegio. Pacho Malo da cuenta de lo planteado por Héctor Gallo:<br />

“Para asegurare una posición de privilegio respecto al Otro, cada sujeto elabora en<br />

171 Remordimiento es el sentimiento de culpabilidad generado después de haber cometido alguna<br />

falta, Ver: S. Freud, “El malestar en la cultura”, Obras completas, volumen 21, Buenos Aires,<br />

Amorrortu, 2ª edición en castellano, 1986.<br />

118


su fantasma una escena en donde un semejante, competidor potencial que no se<br />

sabe quién es, aparece humillado, vejado y reducido a la condición de víctima” 172 .<br />

En otros casos, podría pensarse que la agresión del Otro desborda o rompe la<br />

construcción fantasmática, de manera que el niño queda expuesto de manera<br />

radical y sin mediación a los excesos del Otro. El niño es ubicado como<br />

instrumento del goce del Otro sin que haya una libidinización de éste, o ésta<br />

fracasa en su función protectora de los estragos que produce la pulsión de muerte.<br />

Aquí el maltrato puede adquirir el carácter de un daño irreparable en lo más íntimo<br />

del ser, que no logra ser tramitado por lo simbólico, puesto que la tendencia<br />

agresiva no logra ser velada mediante el recubrimiento que proporciona el amor,<br />

de modo que se le revela al sujeto como una voluntad de daño presente en el<br />

Otro.<br />

Esto es lo que se escucha en el relato de Camila, para quien la voluntad de daño<br />

de su madre pareciera no encontrar un límite, puesto que llegó al extremo de<br />

ocasionar la muerte de su hermanito por la fuerza de los golpes, siendo ésta la<br />

verdad de lo ocurrido para Camila. Para ella no hay duda de que su madre no es<br />

una buena madre ya que no quiere a sus hijos.<br />

Lo anterior permite evidenciar que pese a lo que le viene al niño del Otro, hay<br />

siempre un margen de elección, en el que el sujeto responde de un modo<br />

particular, ya sea consintiendo o rechazando, callando o denunciando, justificando<br />

o cuestionando, sometiéndose o poniendo un límite, a las agresiones de sus<br />

padres.<br />

172 H. Gallo, Usos y abusos del maltrato, Op. Cit., p. 154.<br />

119


4.3.2. Hacerse castigar: una posición subjetiva<br />

Si bien el lugar en el que el niño llega al mundo ya se ha jugado en el deseo<br />

inconsciente de los padres, siempre hay en neutro, como lo dice Lacan, una<br />

posibilidad de elección para el sujeto, elección que no se relaciona con el libre<br />

albedrío, pues nada tiene de libre, siendo por el contrario forzada. Esto quiere<br />

decir, que el niño es precedido por una historia, la historia de sus padres, de sus<br />

abuelos, los padres de sus abuelos, la cual establece una herencia simbólica<br />

fundamental que se inscribe en lo inconsciente como discurso del Otro. El sujeto<br />

entonces es un efecto de esta herencia, pero a la vez toma un lugar, elige, se<br />

aliena u objeta los significantes con los cuales es nombrado por el Otro y<br />

construye su fantasma en el cual se hace salvar, amar, odiar, preferir, castigar,<br />

incluso maltratar.<br />

Aunque a muchos pueda sonarles extraño, hay casos en los que un niño toma la<br />

posición de hacerse castigar, como puede verse claramente en una breve viñeta<br />

clínica que expone Freud 173 , la cual permite identificar el modo en que se juega<br />

una elección temprana, entendida ésta como la respuesta del sujeto frente al<br />

trauma, la que a su vez determina sus síntomas, su posición fantasmática y sus<br />

rasgos de carácter. Estos últimos son definidos por Freud como “continuaciones<br />

inalteradas de las pulsiones originarias, sublimaciones de ellas, o bien<br />

formaciones reactivas contra ellas” 174 , definición que permite considerar estos<br />

rasgos como el modo particular de gozar de un sujeto, en el cual pueden<br />

permanecer inalterados el fin y el objeto de la pulsión originaria, puede desviarse<br />

ésta del fin sexual o transformarse en su contrario.<br />

Se trata de un niño pequeño, que en sus primeros años de vida observó y escuchó<br />

con frecuencia las relaciones sexuales entre sus padres, desarrollando después<br />

173 Véase: S. Freud, “Moisés y La Religión Monoteísta” Op. cit., pp. 75-77.<br />

174 Freud, S. “Carácter y erotismo anal”, Obras Completas, volumen 9, Buenos Aires, Amorrortu,<br />

1986, p.158.<br />

120


de su primera polución espontánea, un síntoma de insomnio como formación de<br />

compromiso, presentando mucha sensibilidad a los ruidos nocturnos y dificultad<br />

para conciliar el sueño 175 .<br />

El pequeño, comenzó después a tener sus primeras prácticas masturbatorias las<br />

cuales fueron prohibidas por la madre bajo amenaza de decírselo todo al padre,<br />

quien obraría con la castración de su órgano como castigo. "Tal amenaza de<br />

castración tuvo un efecto traumático extraordinariamente poderoso sobre el niño,<br />

que abandonó su actividad sexual y experimentó una modificación del carácter" 176 .<br />

Adoptó entonces una posición pasiva frente al padre, en la cual mediante sus<br />

travesuras se hacía castigar físicamente por éste, hallando en estos castigos una<br />

satisfacción sexual e identificándose con la madre en la posición del maltratado.<br />

Puede verse aquí cómo en el inconsciente se articulan la agresión y la satisfacción<br />

sexual, inscribiendo una posición masoquista como respuesta frente a lo<br />

traumático de su encuentro con la sexualidad y con la castración.<br />

Luego de la latencia, con el advenimiento de la pubertad, surgió un segundo<br />

síntoma, la impotencia sexual, quedando limitada su actividad sexual a la<br />

masturbación, con fantasías sadomasoquistas. La pubertad se desarrolló con una<br />

fuerte actitud hostil y rebelde hacia el padre, le fue imposible tener éxito en la<br />

profesión pues la había elegido el padre y tuvo gran dificultad para establecer<br />

relaciones. Como rasgos de carácter presentaba un marcado egoísmo, una actitud<br />

despótica y brutal, y parecía sentir la necesidad de agredir a los demás bajo la<br />

forma de la opresión y la ofensa. Concluye Freud el caso, diciendo que éste joven<br />

llegó a ser la fiel copia del padre, reanimando la identificación paterna de los años<br />

infantiles.<br />

175 A esta viñeta clínica se hizo alusión en el apartado ¿Qué síntomas en los niños?<br />

176 S. Freud, “Moisés y La Religión Monoteísta”, Op. cit.,p.76<br />

121


Si bien es cierto que este niño no eligió dormir en el cuarto de sus padres durante<br />

su temprana infancia y presenciar las escenas sexuales entre ellos, así como<br />

tampoco eligió el tipo de padre ni el tipo de madre, sí asumió una posición<br />

particular frente a los sucesos que vivió y frente a los padres que le tocaron, la<br />

cual estuvo orientada en su infancia a provocar el maltrato del padre, ubicado éste<br />

en el lugar del Otro, bajo la forma fantasmática "Mi padre me pega, mi padre me<br />

ama". Posición que inscribe allí un goce, que retorna en la adolescencia bajo una<br />

forma invertida, ubicarse en el lugar del agresor para lograr una satisfacción,<br />

identificándose imaginariamente con el masoquista, es decir, con el agredido. Con<br />

respecto a esta transformación del masoquismo en sadismo, anota Freud, "Y una<br />

vez que el sentir dolores se ha convertido en una meta masoquista, puede surgir<br />

retrogresivamente la meta sádica de infligir dolores; produciéndolos en otro, uno<br />

mismo los goza de manera masoquista en la identificación con el objeto que<br />

sufre" 177 .<br />

Este caso permite ver una triple elección del sujeto. En primer lugar, la elección de<br />

la defensa, en tanto respuesta o reacción, frente a la vivencia sexual temprana, o<br />

en otras palabras, frente a lo traumático de la castración. Aquí puede decirse que<br />

el sujeto más que elegir, es un efecto de la elección. Las tres formas de la defensa<br />

son la represión, la desmentida y la forclusión, las que dan lugar a la neurosis, la<br />

perversión y la psicosis, respectivamente. En este caso, se muestra la operación<br />

de la represión cuando ante la amenaza de castración, el niño abandona su<br />

actividad sexual y experimenta una modificación del carácter, la cual, lo conduce a<br />

adoptar una posición pasiva ante el padre, en la que se hace castigar por sus<br />

deseos eróticos hacia él mismo. Este es el segundo tiempo del fantasma que<br />

Freud desarrolla en el texto “Pegan a un niño”, el tiempo de la represión que le da<br />

el carácter inconsciente al fantasma.<br />

177 S. Freud, “Pulsiones y destinos de pulsión”, Obras Completas, volumen 14, Buenos Aires,<br />

Amorrortu, 2ª edición en castellano, 1984, p. 124.<br />

122


En segundo lugar, se juega una elección del sujeto en cuanto a su respuesta<br />

retroactiva frente al trauma sexual de la infancia, respuesta que no implica el<br />

recuerdo de la vivencia o impresión precoz, sino tan sólo su efecto. Este es el<br />

momento del desencadenamiento o estallido del síntoma, del fracaso de la<br />

defensa. En este caso el síntoma se presenta cuando en la pubertad aparece la<br />

imposibilidad bajo la forma del fracaso, imposibilidad en la relación sexual -<br />

impotencia -, en el éxito profesional y en las relaciones sociales.<br />

En tercer lugar, se encuentra la elección relacionada con los rasgos de carácter,<br />

determinados por el modo de satisfacción pulsional que se ha fijado<br />

tempranamente, la cual permanece a nivel psíquico, o bien inalterada, o bien<br />

desfigurada por la defensa. En el caso la satisfacción se fijó en el hacerse<br />

maltratar, ubicándose como objeto de la agresión del padre, moción pulsional que<br />

permanece pero volcada luego hacia fuera, tomando a otros como objeto de su<br />

agresión y despotismo. Este es el punto en el que la pulsión se resiste al principio<br />

del placer, se opone a los ideales de la civilización, inscribiendo un goce por fuera<br />

de toda moral y de todos los esfuerzos educadores.<br />

Esta viñeta clínica aportada por Freud, permite evidenciar que en cada sujeto se<br />

juega una elección frente al trauma, que fija su posición fantasmática,<br />

determinando sus síntomas y sus formas privilegiadas de gozar. En este sentido el<br />

psicoanálisis reconoce a un sujeto que es efecto de la elección, en tanto sujeto<br />

dividido, deseante, pero también capaz de elección, y en consecuencia,<br />

responsable, tanto de su deseo inconsciente como de su goce o como dice Marie-<br />

Helene Brousse, de sus tristezas y sus vergüenzas 178 .<br />

178 Marie Helene Brousse, La elección de los niños en relación al deseo, al saber y al goce, Actas<br />

de la 7ª Jornada de FORUM- Nueva Red Cereda, Barcelona, abril 16 y 17 de 2004, p. 82.<br />

123


4.3.3. ¿Cómo significan los niños las agresiones del Otro y responden a<br />

ellas?<br />

La teoría del trauma en el psicoanálisis ha podido determinar que no solamente<br />

hay elección del sujeto en el trauma, sino, específicamente, que el sujeto es un<br />

efecto de la elección frente al acontecimiento traumático. Se hace entonces<br />

necesario, en lo que sigue, avanzar en la naturaleza de dicha elección cuando se<br />

presenta el maltrato, por dos vías: La primera, las significaciones que da el sujeto<br />

al acontecimiento, es decir cómo interpreta los actos agresivos del padre y/o de la<br />

madre, y la segunda, cómo responde a ellos, a partir de lo cual puede saberse<br />

algo de su posición subjetiva.<br />

Las significaciones que los niños dan a los actos agresivos de sus padres,<br />

permiten identificar si estos niños se consideran o no como maltratados, teniendo<br />

en cuenta que para ellos este significante no suele ser ajeno o al menos<br />

desconocido, más cuando se vive en una institución de protección al menor. Esto<br />

implica no dar por sentado que todos los niños institucionalizados por situaciones<br />

de maltrato se representen como maltratados.<br />

En el análisis de los testimonios ofrecidos por los niños se evidencian distintas<br />

posiciones subjetivas con respecto a la agresión del Otro materno y/o el Otro<br />

paterno, las cuales responden a tres lógicas: “sí me pega... pero no me maltrata”,<br />

es la posición de quienes no se ubican como maltratados ni ven en las acciones<br />

del Otro un exceso o una prueba de su desamor, sino simplemente un castigo por<br />

una falta cometida; “ya lo sé… pero aún así”, es la posición de los niños que<br />

aunque significan las acciones del Otro como excesos o como fallas en su función<br />

de padre o de madre, a la vez lo deniegan, ya que no quieren o no pueden ver en<br />

esto una intención de daño del Otro, ni una prueba de su desamor; y finalmente, la<br />

posición “no me castiga, me maltrata”, en la que el maltrato es claramente sentido<br />

como una intención de daño del Otro, reconocido como una prueba de su<br />

desamor, y objetado por su crueldad y arbitrariedad.<br />

124


Sí me pega… pero no me maltrata<br />

Algunos niños, a pesar de estar bajo medida de protección por el maltrato de su<br />

padre o de su madre o por la negligencia y abandono de estos, niegan el maltrato,<br />

ubicando los actos agresivos o negligentes del Otro como algo que no está por<br />

fuera de un vínculo de amor, atribuyéndoles a estos actos una función de castigo<br />

por sus faltas cometidas, o valiéndose de distintas justificaciones para explicarse<br />

la falta de cuidados por parte del Otro.<br />

Entre los que niegan el maltrato del padre se encuentra Pacho Malo, quien en la<br />

primera entrevista dice no haber sido maltratado por éste. De este modo afirma:<br />

“Mi papá casi no nos pegaba, sólo me ha metido tres pelas”, las cuales parecieran<br />

ser claramente recordadas y contabilizadas, describiendo las faltas una a una por<br />

las que su padre le pegó en cada ocasión; sin embargo, en la segunda entrevista<br />

la cuenta se pierde, ya no habla de tres sino que dice “sólo unas veces” y luego de<br />

nombrar la segunda pela, sigue otra, otra, y otras más, serie que ni siquiera<br />

concluye con la que llama la última, “y la última él me pegó con una correa y la<br />

otra ....”.<br />

El significante “sólo unas veces” o “sólo me dio tres pelas” cobra significación<br />

cuando Pacho dice que el padre “le ha perdonado algunas”, es decir que han sido<br />

más sus faltas que las pelas recibidas del padre. Sus faltas las relata diciendo:<br />

“maté al gato y también hice cosas malas”, “dañé la moto, fui al infierno, maté a un<br />

gato, me mataron por unas cosas unos señores…”, “hago matar a la gente". Al<br />

preguntarle cómo hace matar a la gente, dice "por cosas, porque yo soy muy<br />

travieso".<br />

La respuesta “Mi papá casi no nos pegaba” contrasta con lo relatado en otra<br />

entrevista en la que dice “cuando yo era chiquitico me pegaba con palos, me<br />

pegaba con el machete, y con la correa del machete, me pegaba con zapatos, me<br />

125


pegaba con lo que encontrara”. Sin embargo, afirma que su padre “es bien” con<br />

los hijos pero es malo con su madre, porque la maltrata.<br />

Puede decirse que aunque Pacho malo está institucionalizado por el maltrato<br />

físico cometido por el padre, lo que se encuentra a través de sus dichos es que él<br />

no se ubica, ni se nombra como un niño maltratado en ninguna de sus respuestas:<br />

“mi papá casi no nos pegaba, sólo me ha metido tres pelas”, “mi mamá solamente<br />

me ha pegado una vez”, “mi papá me ha perdonado muchas cosas”, “el sólo me<br />

ha pegado porque yo hacido cosas malas”. 179<br />

En lugar de ubicarse como víctima, Pacho se nombra como “malo”, “Pacho malo”,<br />

nombre que según dice se lo pusieron unos niños por su parecido con un niño que<br />

se llamaba “Pacho malo” y a quien mataron en la cañada; dice que aquel era su<br />

clon, “porque el tenía la misma cara mía y tenía todo el cuerpo mío, entonces por<br />

eso, parecido a mi, entonces por eso me llamaban así, porque ese niño ya se<br />

murió…”.<br />

Pero además de Pacho Malo, el niño que mataron, aparecen otros alter-egos,<br />

como el gato, al que Pacho mata porque se le había metido el espíritu de su clon,<br />

y un niño que se cayó a la cañada y murió, “Porque se lo llevó una corriente y una<br />

piedra por allá se chocó y prum se le estalló el cerebro y se lo comieron los<br />

gallinazos…y como ese niño yo lo quería mucho entonces yo me puse a chillar<br />

porque a ese niño yo lo quería mucho, entonces la mamá se puso a llorar, y yo<br />

también porque cuando se le mueren los niños a la mamá le dan nervios.”<br />

Respecto al gato dice “…entonces al tercer día un niño apareció por allá en una<br />

esquina como el clon mío entonces lo llamaban Pacho malo y ese clon se le metió<br />

al gato y ese gato me volvió la cara así”, “porque mire tenía la misma cara mía y<br />

los mismos ojos y la misma boca (…) ese gato yo lo cogí y lo eleve por allá”.<br />

179 Puede verse el valor de equívoco de este significante hacido, de un lado ha-sido referente al ser<br />

malo, y acción del padre dirigida al ser y la acción dirigida al hacer.<br />

126


De las múltiples narraciones y diversas respuestas de Pacho Malo, quizás la que<br />

revela de forma más contundente su elección fundamental, es aquella en que<br />

Pacho da cuenta de su deseo de vivir frente a la posibilidad de ser abortado por su<br />

madre, debido a los golpes que el papá le propinaba cuando ella estaba en<br />

embarazo. Dice “mi mamá me iba abortar si no que, no mira que mi papá le<br />

pegaba mucho a mi mamá y casito que me aborta a mi, pero no, entonces, yo no<br />

quería que me abortara”, “ porque me faltaron días y mi mamá intentaba tenerme y<br />

hacía fuerza y cuando la llevaron al doctor ya estaba toda (…) porque yo había<br />

nacido(…) mi papá me sacó con mañita pa´ que no me aporreara”, “ yo era<br />

chillando en la barriga de mi mamá si no que, si no que… es que, es que yo<br />

escuchaba, que yo, que no iba a nacer, que es que yo no iba a vivir”. Aquí puede<br />

verse cómo Pacho sólo se representa la agresión del padre vía la madre, puesto<br />

que a él siempre lo cuida, lo protege y lo salva.<br />

Otro niño que niega el maltrato es Felipe, quien refiriéndose a su madre, dice “ella<br />

no me pega tan duro, no me pega ni con correa, ni con chanclas”, solamente<br />

“palmadas” en la mano y, afirma que la quiere mucho, “porque ella es mi mejor<br />

mamá”. Justifica los castigos de su madre por sus salidas a la calle sin permiso:<br />

“Porque, yo unas veces no le hacía caso, pero sí, si era obediente”. Ubica como<br />

único punto de desobediencia andar la calle, ya que se significa como un niño<br />

obediente. Para Felipe las “palmadas” que su madre le daba no constituyen un<br />

exceso del cual se queje, mientras que sí lo hace de las agresiones que recibe de<br />

otros niños en la institución, quienes le pegan y le roban.<br />

Con respecto al motivo por el cual se encuentra institucionalizado, Felipe da dos<br />

respuestas: la primera que es por su propia voluntad, y la segunda, porque una<br />

muchacha lo entregó, diciendo que su madre lo maltrataba.<br />

Felipe tiene claro que aunque está en una institución de adopción, a él no lo van a<br />

adoptar, dice “(…) a los niños le tomaron foto, para que se vayan con padres…con<br />

padres ricos… porque los adoptan, pero a mi no me van a adoptar”, esta<br />

127


diferencia, la sustenta en el hecho de que recibe visitas por parte de su madre, lo<br />

que no sucede con otros niños. Se observa que las visitas de su madre tienen<br />

una gran importancia para él e incluso, quisiera que estas fueran más frecuentes,<br />

lo que se evidencia cuando dice: “yo quiero vivir a… yo no quiero vivir aquí, si<br />

traen a mi hermanito aquí, entonces mi mamá ya puede venir a hacer la visita<br />

todos los jueves y ya, ya no pierdo ninguna visita”. Este punto en particular, el de<br />

las visitas, permite dar cuenta de que para Felipe, la protección materna es algo<br />

que lo diferencia de otros niños que están allí y que no son visitados.<br />

Al igual que Felipe, Tania no significa las agresiones de su madre como maltrato,<br />

a pesar de que ésta le quemó las manos untándolas de alcohol y prendiéndolas<br />

luego con una vela, por haberle hurtado $20.000. Tania ubica su falta y no la de su<br />

madre, como causa de su institucionalización, poniendo en primer plano su<br />

culpabilidad, dice que está allí porque “yo le había cogido veinte mil pesos a mi<br />

mamá”, así mismo afirma que estuvo en el hospital “porque le había quitado la<br />

plata”, lo que permite pensar que la institucionalización en lugar de ser vista por<br />

Tania como una medida de protección, parecería ser para ella un castigo por su<br />

mal comportamiento.<br />

Tania manifiesta que cuando su mamá se dio cuenta que le faltaba el dinero, la<br />

regañó y le dijo que le iba a quemar las manos, “me dijo que donde yo no me fuera<br />

llevado los otros $20.000, no me fuera quemado las manos”, lo cual se convierte<br />

en una explicación por parte de la madre de su propio acto, por el monto del<br />

dinero robado, dejando ver una correspondencia también para la niña entre la<br />

gravedad de la falta cometida y el exceso de la sanción aplicada, correspondencia<br />

que le permite a Tania ver este acto como un castigo.<br />

Ésta no era la primera vez que Tania le robaba dinero a su madre, pero nunca<br />

antes le había cogido esta suma. Los robos anteriores eran castigados por la<br />

madre privándola de salir y de ver televisión, pero esta vez fue diferente. Tania<br />

dice “a ella le da mucha rabia que le cojan la plata sin permiso”. La razón que da la<br />

128


niña del robo del dinero es que necesitaba pagar el restaurante de la escuela, y<br />

aunque su madre ya sabía, ella se lo roba sin poder explicar por qué lo hizo. Su<br />

madre va a visitarla todas las semanas a la institución donde ella se encuentra y le<br />

ha dicho que va a hacer todo lo posible para sacarla de ese lugar, además le ha<br />

pedido que la perdone, perdón que Tania ya le concedió, afirmando además que<br />

quiere volver a estar con ella.<br />

Con respecto a la posibilidad de que esto vuelva a ocurrir, es decir, que su madre<br />

la queme, Tania inicialmente dice que no, pronunciado en un tono muy bajo, pero<br />

en otro momento de la entrevista responde que no sabe que podría pasar si<br />

alguna otra situación hiciera enojar a su mamá.<br />

A Tania le ha pegado tanto su madre como su padre, aunque en un primer<br />

momento niega que su madre le hubiera pegado, luego dice “si me pega pero no<br />

tanto”. Esta le pega porque Tania no le hace caso, dice “me ponía a lavar los<br />

platos y a hacer oficio en la casa”. Su padre le pegaba cuando ella vivía con él y<br />

su esposa, porque ella no lavaba toda la ropa de su hermanito y la de él, y porque<br />

no le hacía caso cuando él le decía que hiciera el oficio, le pegaba con correa y<br />

con alambre, ante lo cual su mamá la llevó a vivir de nuevo con ella. Tania dice<br />

que a su papá no lo perdona y no quisiera volver a verlo, ni vivir con él.<br />

Puede verse que la posición de Tania no es la misma con respecto a los golpes<br />

del padre que a los de la madre, enfatizando la diferencia “si me pega pero no<br />

tanto”, y aunque hay un exceso evidente del lado de la madre en el acto de<br />

prenderle las manos con alcohol, pareciera que en este caso no es suficiente para<br />

que el Otro materno pierda su lugar de objeto de amor.<br />

Pero si Tania permite ver hasta que punto puede una niña recubrir un acto de la<br />

madre que a todas luces es excesivo y cruel, significándolo como un castigo,<br />

Mateo, evidencia el punto extremo de negación del abandono y el desamor de la<br />

madre. Este niño, quien se encuentra en una institución de adopción y sabe que<br />

129


está a la espera de una familia que desee adoptarlo, explica su situación diciendo<br />

con gran tristeza que su madre no puede estar con él porque trabaja mucho, y que<br />

a él le da pesar que ella esté sola.<br />

Adriana, a diferencia de todos los demás niños entrevistados, no está en una<br />

institución de protección ni en un hogar sustituto, sin embargo fue entrevistada<br />

debido a que el padrastro tenía una denuncia por maltrato. La posición subjetiva<br />

de esta niña frente al suceso ocurrido con el padrastro, no es la de la niña<br />

maltratada, sino de quien recibe un justo castigo por realizar una mala acción, esto<br />

lo hace evidente cuando dice que a ella nunca le han pegado sin motivo, y que<br />

esta pela se la dieron por tomar un dinero que no era suyo. Además asume la<br />

amonestación que le hicieron al padrastro como el cumplimiento de una norma y<br />

no como consecuencia de un maltrato. Al preguntarle que opina sobre los golpes<br />

recibidos, responde con un seco “nada”, el cual pudiese señalar la baja<br />

importancia que otorga al hecho, ya que no se muestra preocupada, ni reprocha la<br />

agresión recibida.<br />

Puede verse cómo estos niños justifican los actos agresivos de su madre o de su<br />

padre a partir de sus faltas, lo cual le da a dichos actos la significación de un<br />

castigo merecido por su mal comportamiento, porque no le hacían caso al papá o<br />

a la mamá, se portaban mal en la escuela, hacían cosas que no debían, les<br />

robaron dinero, hacía desorden, recocha, son traviesos, se iban para la calle, entre<br />

otras cosas. De este modo, algunos niños se reconocen merecedores del castigo,<br />

lo cual les permite explicarse las acciones agresivas del padre o la madre que<br />

recaen sobre ellos. Esta justificación atenúa el carácter traumático que el maltrato<br />

pueda revestir, siendo de este modo una agresión que se articula a través de la<br />

palabra, es decir, es dialectizada por los niños, aunque de ningún modo puede<br />

afirmarse que por esto no tenga efectos, los cuales, como se ha dicho en otro<br />

lugar, no es posible predecir.<br />

130


Ya lo sé… pero aún así<br />

Otra posición subjetiva que develan algunos testimonios es aquella en que si bien,<br />

los niños reconocen y hasta se quejan de los excesos de las acciones del padre o<br />

de la madre o su falta de cuidados, esto no implica que estos sean dejados de<br />

amar, o dejen de ser vistos como un Otro que los ama. Estos niños se encuentran<br />

divididos entre una significación del acto del Otro como un exceso que a veces no<br />

comprenden y otras veces lo justifican, o lo encubren, lo que les permite preservar<br />

su lugar de objeto amado para el Otro.<br />

De esta posición da cuenta Aquila, quien aunque no se nombra como maltratada,<br />

sí se queja de los excesos del padre, del dolor y las marcas producidas por sus<br />

golpes. “Me pegaba con un palo, con un cable de luz y con una llanta de un carro,<br />

con un coso de esos, del medio, me pegaba, como él conseguía de eso de carro,<br />

llantas de carro y él los partía, él los conseguía pa` pegarme”.<br />

El hecho de que ella no se identifique con el significante “maltratada”, puede<br />

entenderse por la justificación que hace de tales acciones del padre. Según lo<br />

explica, la razón por la que el padre le pegaba duro es que ella se portaba mal y<br />

no hacía caso en la escuela, “haciendo groserías… haciendo desorden, cuando mi<br />

profesora se iba para el baño yo hacía recocha, tiraba cosas”. Refiere que al padre<br />

le ponían quejas suyas en la escuela, mientras su hermano era más juicioso, dice<br />

“yo era más resabiada, yo soy la más resabiada”. Al indagar por este significante<br />

con el que se nombra no puede explicar qué significa, sólo dice luego, que es una<br />

persona que patalea.<br />

Aunque Aquila justifica los golpes del padre por su mal comportamiento, esto no<br />

impide que lo objete, objeción que realiza de tres formas distintas. En primer lugar,<br />

le botaba al río todos aquellos instrumentos del maltrato, con la complicidad de su<br />

madre, “él se iba cierto, entonces yo le decía a mi mamá, mami yo le voy a botar<br />

esto a mi papá, entonces mi mamá me decía que sí…”, “entonces yo le botaba<br />

131


cada uno y no tenía con que, yo le boté fue todo, todas esas cosas, y también le<br />

boté el cable de luz y esas llantas de carro”. En segundo lugar, se escondía<br />

debajo de la cama, en el río, donde una tía, donde sea para que no la encontrara y<br />

le pegara. Por último, la objeción quizás más radical, consistía en que Aquila se le<br />

enfrentaba y lo golpeaba pero no para evitar que la golpee a ella sino para<br />

defender a su mamá, dice “Yo le pegué a mi papá porque él maltrataba a mi<br />

mama. Mi papá decía que mi mamá tenia otro mozo, mi mamá no tenía ningún<br />

mozo” “Con unas cosas yo le pegaba, las de carro, le dejaba morado, cogía con<br />

una y con otra y le pegaba y arrancaba a correr con mi hermano”.<br />

Aquila en lugar de rivalizar edípicamente con su madre por el amor del padre, se<br />

enfrenta a él para defender a su madre de sus excesos, “yo le pegué a mi papá<br />

porque el le pegó a mi mamá entonces yo con un palo le pegué yo tampoco<br />

dejaba que le pegara a mi mamá.”<br />

La madre a pesar de que le ha pegado a Aquila no es vista por ella como un Otro<br />

maltratador, pues aunque pueda parecer sutil la diferencia que ella hace entre sus<br />

golpes y los del padre, para Aquila es claro que no se trata de lo mismo, de lo que<br />

dan cuenta las siguientes frases, “Ella no, lo único que me hacia mi mamá era…<br />

me pegaba y ya, ella me pegaba, ella no me hacía lo que mi papá hacía conmigo.”<br />

“Ella me pegaba duro pero no tan duro como mi papá” “Ella no me pega, ella…. si<br />

me pegaba durito pero no tan duro”.<br />

La imagen que tiene Aquila de su madre es la de una mujer sacrificada y con una<br />

historia de sufrimientos, que pide limosna por sus hijos, que trabaja para conseguir<br />

el alimento y visitarlos, que es golpeada por su esposo y fue maltratada cuando<br />

era pequeña por una señora, según una historia que el padre le contó a Aquila,<br />

ella dice “ella ha sufrido mucho cuando estaba pequeña a mi mamá le pegaron en<br />

la cabeza”, “Y mi mama sufrió mucho, a ella le pegaban con palos, le pegaron a mi<br />

mamá con el tacón del zapato…a ella le cogieron puntos, ella tiene todo esto acá,<br />

tiene una cicatriz y tiene todo esto acá dañado”. Según le dijeron la mamá de su<br />

132


mamá la dejó botada cuando era pequeña, pero esta es una historia secreta, que<br />

el padre le pidió callar, “….él me dijo que no le hubiera a contar a nadie y yo conté,<br />

y mi papá había decido que yo no le dijera nada de lo que le hacían y yo conté”.<br />

Por su parte Manuela, a pesar de estar en la institución por el maltrato de su<br />

madre, y particularmente, porque ésta la quemó en el estómago, tampoco se<br />

nombra como una niña maltratada, ni refiere en las entrevistas de la investigación<br />

haber recibido castigos físicos por parte de la madre, inclusive al preguntársele si<br />

había tenido accidentes como quemaduras, niega haberse quemado. Sin<br />

embargo, un poco después, en la misma entrevista dice que llegó a la institución,<br />

porque en una ocasión que ella estaba haciendo la comida, se le regó un aceite<br />

caliente y se quemó, esto ocurrió mientras su mamá dormía, razón por la cual se<br />

llevaron a esta última en un carro “de esos en que llevan a los que roban” porque,<br />

según le dijeron, “los niños no deben estar cocinando”. Admite luego, no sin gran<br />

dificultad, su verdad sobre su madre, “es que ella es muy irresponsable”, frente a<br />

lo cual no puede decir nada más en esa entrevista.<br />

En las entrevistas de investigación, Manuela niega que su madre alguna vez le<br />

haya pegado a ella, a pesar que en el informe de la institución se reportan<br />

testimonios de la niña en los que ha hablado de los golpes que le propinaba su<br />

madre, con chanclas, con correa, con varillas, sólo menciona algunos castigos<br />

recibidos, los cuales justifica por su mal comportamiento. Dice que su mamá sólo<br />

la castigó una vez no dejándola salir porque ella se portó mal, pues se salió de la<br />

casa sin permiso y se fue para la tienda, otra vez la regañó porque ella le dio una<br />

palmada a su hermanita porque le había cogido sus cuadernos para rallarlos. Pero<br />

lo que Manuela no justifica y quizás no entiende es por qué su mamá se gastaba<br />

toda la plata en cerveza y no les daba comida, lo que se anuda al significante<br />

“irresponsable”, dándole ahora sentido.<br />

Podría decirse que la respuesta de Manuela frente al Otro, es sostener la función<br />

de la madre como un Otro simbólico que le da regalos cuando se porta bien y la<br />

133


sanciona cuando se porta mal, un Otro que la cuidó cuando era bebecita, que le<br />

daba la comida y que quiere vivir con ella. Mientras la vertiente pulsional de la<br />

madre, aquella que se muestra en sus golpes excesivos, en el acto de tirarle el<br />

aceite caliente a su hija, en el consumo de alcohol y drogas en lo cual gasta su<br />

dinero mientras sus hijas no tienen qué comer, es difícilmente nombrado y en<br />

ocasiones negado. Así, lo que escapa a la comprensión y a la justificación para<br />

estos niños, son los actos del Otro, sostenidos en la vertiente pulsional que<br />

adquieren, como expresiones de un exceso que escapa a cualquier posibilidad de<br />

ser simbolizado.<br />

Este caso permite ver cómo la niña ofrece distintas versiones del comportamiento<br />

de la madre con ella, las cuales si bien pueden resultar contradictorias, cada una<br />

contiene algo de su verdad subjetiva, tal como lo plantea Freud en el sofisma del<br />

Caldero. Con respecto al incidente que ocasionó su quemadura dijo en la Fiscalía:<br />

“una vez mi mamá estaba brava conmigo y me tiró una manteca caliente en el<br />

estómago”, “mi mamá tal vez no me quería quemar, ella apuntó para otro lado<br />

pero a mi me cayó la manteca y me quemó, después la gente llamó a la policía 180 ”.<br />

Puede verse en estas dos respuestas contrarias, la forma de la denegación, ya<br />

que en la primera afirma que su mamá le tiró una manteca caliente en el estómago<br />

estando brava con ella, lo cual supone el reconocimiento de un acto agresivo<br />

intencionado por parte de la madre, mientras en la segunda respuesta, pone en<br />

duda la intención de daño de la madre, significándolo como un accidente, si bien el<br />

“tal vez” que antecede al “no me quería quemar”, no niega por completo la<br />

afirmación precedente, tampoco puede reconocerla como verdadera porque esto<br />

tiene consecuencias sobre ella.<br />

Teniendo en cuenta las distintas respuestas aportadas por Manuela, en las<br />

entrevistas con el psicólogo de la institución, en la Fiscalía y las realizadas en el<br />

180 Tomado del Informe de la Institución de protección Jesús de la Buena Esperanza de Pereira<br />

134


marco de esta investigación, podrían ordenarse en cuatro momentos lógicos las<br />

significaciones de Manuela frente a la agresión del Otro materno:<br />

1. Mi mamá estaba brava conmigo y me quemó.<br />

2. Mi mamá tal vez no me quería quemar.<br />

3. Yo no me quemé.<br />

4. Yo me quemé mientras mi mamá dormía.<br />

De este modo, en el primer momento el Otro es el agresor y ella padece<br />

pasivamente el exceso cometido por su madre, reconociendo a la madre como un<br />

Otro maltratador; en el segundo momento, el Otro sigue siendo agente de la<br />

acción, pero no se le atribuye la intención de agredir, poniéndose en duda su<br />

culpabilidad; en el tercer momento, niega haberse quemado alguna vez y<br />

finalmente, en el cuarto momento, el Otro sale de la escena, negando<br />

completamente su culpabilidad, pasando Manuela de la posición pasiva – presente<br />

en el primer y segundo momento- a la posición activa, siendo ella la que se<br />

quemó. Así la madre queda redimida de toda culpa y deja de ser reconocida como<br />

un Otro que maltrata. Este movimiento en la posición de Manuela con respecto al<br />

Otro, lleva a interrogar si el cuarto momento es un efecto de la represión del goce<br />

del Otro o si Manuela está haciendo una denegación de aquello que no quiere<br />

reconocer, esto es, que ella puede estar, en un momento de coyuntura, en el lugar<br />

del objeto de la agresión materna.<br />

Para Manuela la madre aparece dividida entre una madre amada, a quien ella<br />

extraña, que le daba regalos cuando se portaba bien, cuando no salía de la casa<br />

sin permiso y no peleaba con sus hermanas; una madre que en el ejercicio de la<br />

ley la castigaba cuando ella se lo merecía, no dejándola salir, y una madre<br />

cuestionada por ser irresponsable, por no darles comida, ya que se gastaba la<br />

plata en cervezas y se pasaba todo el día durmiendo.<br />

135


Podría decirse que lo que nos muestran estas dos niñas es la posición del “ya lo<br />

sé…pero aún así”, ya sé que me pega muy duro, pero aún así merece otra<br />

oportunidad; ya sé que me tiró la manteca caliente en el estómago pero aún así<br />

no me quiso quemar; ya sé que es irresponsable pero aún así la extraño.<br />

No me castiga, me maltrata<br />

Finalmente se encuentra la posición en la cual se reprocha claramente el<br />

incumplimiento de la función materna o paterna del Otro, esgrimiendo pruebas<br />

claras de su desamor y de sus excesos mortíferos.<br />

Esta es la posición de Camila, quien a diferencia de los otros niños, no duda del<br />

maltrato de su madre. Dice que está en un hogar sustituto:<br />

“porque mi mamá nos pegaba mucho y a nosotros nos tocaba ir a<br />

pedir en otra parte pa´ yo mantener a mis hermanitos y hacerles la<br />

comida y cuidarlos y hacer el oficio de la casa, entonces ella nos<br />

pegaba y nos mandaba a lavar la ropa de noche lloviendo y si<br />

nosotros no la lavábamos por la noche cuando llegaba A (padrastro) le<br />

decía a A y nos pegaba a nosotros, entonces a mi me pegaba”.<br />

En cuanto a las razones por las cuales la mamá les pegaba, Camila dice:<br />

“porque nosotros no le queríamos hacer las cosas a ella, porque no le<br />

queríamos hacer el oficio en la casa, porque ya uno cansado de hacerle<br />

todas las cosas a ella, todo el día tendiéndole la cama y haciéndole<br />

todo y uno también durmiendo en un colchón todo lleno de pulgas, eso<br />

es muy… eso si le da a uno mucha tristeza dormir en un colchón lleno<br />

de garrapatas y gusanos, todo esto por acá en carne viva, también nos<br />

man… eh, nos llevaba a pedir limosna, a nosotros nos tocaba poner<br />

una bolsita para que nos echaran la papa y la carne”.<br />

Puede verse en este caso, que si bien Camila explica las agresiones de su madre<br />

por el incumplimiento por parte de ella y sus hermanitos a las demandas<br />

excesivas que ella les hace, no se trata, como en otros casos, de que se ubique<br />

136


como culpable o merecedora de los golpes por su mal comportamiento o<br />

desobediencia. Por el contrario, sitúa la falta del lado de la madre, ya que no<br />

proporciona el amor y los cuidados a sus hijos, pues ni siquiera les garantiza las<br />

condiciones de alimentación, descanso y salud, además les hace exigencias<br />

desmedidas que ellos se niegan a cumplir. Podría decirse que Camila no sólo<br />

denuncia las agresiones físicas de su madre, sino también su negligencia y la<br />

incapacidad de asumir sus responsabilidades como madre. Dice “mi tía la<br />

regañaba (a la madre) porque es que ella no tiene que ser así con nosotros”.<br />

Aunque Camila aún no sabe escribir, para ella son importantes las cartas, las que<br />

da y las que recibe, ella las hace con dibujos y sólo las da a las madres que son<br />

buenas,<br />

“nunca le hice una sola carta porque, ¡que le iba a dar una carta a una<br />

mamá que es tan mala!, entonces se le da a una madre que si sea<br />

buena. A mi no me gusta hacerle cartas a las madres que son malas<br />

con uno, yo doy cartas pero a las que son buenas conmigo, por<br />

ejemplo a mi tía también le daba (…) pa´ que le da uno cartas a una<br />

madre que no lo quiere a uno”.<br />

Por su parte José, el hermanito de Camila, deja ver su posición subjetiva cuando<br />

explica que un día que llegaron a su casa unas personas de Bienestar Familiar,<br />

su mamá les dijo a él y a sus hermanitas que no contaran que ella les pegaba<br />

porque se la llevaban para la cárcel, a pesar de lo cual José les dijo lo que ocurría,<br />

afirma “yo les dije que ella nos pegaba, no nos daba comida, que no nos llevaba a<br />

pasear por dejarnos en la casa”. Esto permite ver cómo José denuncia el maltrato<br />

de su madre a pesar de la prohibición que hizo ella para que no contaran lo que<br />

sucedía, maltrato que está dado según él, no sólo por sus golpes excesivos, sino<br />

también por su negligencia, y su falta de cuidados.<br />

Al igual que su hermanita Camila, si bien José atribuye la causa de los golpes al<br />

incumplimiento por parte de ellos de las exigencias de su madre, no se ubica<br />

como merecedor ni culpable de dichos tratos, ya que deja ver con su queja y su<br />

137


eproche, que para él no está bien que sean ellos quienes tienen que ocuparse de<br />

todas las labores del hogar, mientras su mamá duerme todo el día, ni tampoco que<br />

los deje solos por irse para las discotecas. Pero, a diferencia de Camila, José dice<br />

que le gusta que su mamá y su padrastro lo vayan a visitar a Bienestar Familiar<br />

porque le hacen falta, dice también que los quiere y que le gustaría volver a vivir<br />

con ellos.<br />

Marlon, por su parte, en la primera entrevista dice que él es un niño maltratado,<br />

porque su mamá lo había encadenado a la pata de la cama con una cadena,<br />

dejándole morados y marcas en sus piernas, sin encontrar justificación a este<br />

hecho, también porque su papá, le mete la cabeza en un tanque hasta casi<br />

ahogarlo. Dice que esto ocurre porque sus hermanitos lo culpan de cosas que<br />

ellos hacen, y sus padres no le creen a él. Puede verse que Marlon se ubica<br />

claramente en la posición de víctima de los excesos de sus padres, sin que admita<br />

de su parte ninguna acción merecedora de castigo.<br />

Podría conjeturarse que en estos casos, la vivencia de la agresión del Otro<br />

constituye un imposible de olvidar para estos niños, ya que ellos han podido<br />

constatar el exceso y la voluntad de daño del Otro, de manera que no se trata de<br />

una vivencia tramitable y dialectizable a nivel inconsciente, sino quizás de un daño<br />

irreparable que en cierta medida ha tocado el corazón del ser.<br />

4.4. LA POSICIÓN DE LOS NIÑOS FRENTE A LA INSTITUCIONALIZACIÓN<br />

Finalmente es importante señalar que se encuentra una correspondencia entre la<br />

manera como los niños interpretan las acciones agresivas del Otro y su posición<br />

con respecto a la medida de protección. Así, quienes interpretan las agresiones<br />

como un castigo y no como un maltrato, no reconocen la institucionalización como<br />

una medida de protección, unos la ven como un castigo más que no desean y<br />

como una privación de su familia, mientras otros, la ven como un lugar que brinda<br />

educación, alimentación y recreación.<br />

138


Dentro de los primeros están, por ejemplo, Tania y Felipe. Tania manifiesta no<br />

sentirse a gusto en la institución y querer irse a su casa con su mamá. Mientras<br />

Felipe, que ve la institución como una privación de su relación con la madre, vacila<br />

entre el deseo de volver con su mamá y quedarse en la institución con la condición<br />

de que trasladen a su hermanito, quien se encuentra en otra institución de<br />

protección, para que su mamá lo pueda visitar todas las semanas, dice: “yo quiero<br />

vivir a… yo no quiero vivir aquí, si traen a mi hermanito aquí entonces mi mamá ya<br />

puede venir a hacer la visita todos los jueves y ya, ya no pierdo ninguna visita”.<br />

Pacho ilustra la segunda posición diciendo que instituciones como aquella donde<br />

él está “son para mantener a los niños bien educados”, “para que los niños que<br />

están mal enseñados, les enseñen”.<br />

Quienes están divididos entre el reconocimiento del exceso que padecen, y la<br />

denegación de la tiranía o el desamor del Otro, dejan ver una posición ambivalente<br />

con respecto a vivir nuevamente con la madre o padre que maltrata, diciendo en<br />

ocasiones que se sienten bien en la institución y en otras que quieren volver a sus<br />

casas. Sin embargo, algunos intuyen que la permanencia allí puede ser larga. Por<br />

ejemplo Manuela dice que se siente bien en la institución y que le gusta todo, pero<br />

se evidencia un malestar en ella, por el desconocimiento de las razones que<br />

impiden que su mamá pueda volver a visitarla, o que ella pueda llamarla.<br />

Para estos niños las visitas de sus padres son muy importantes, así como en<br />

algunos casos, la permanencia de un hermano en la misma institución, como en el<br />

caso de Aquila, siendo esto un modo de preservar los vínculos familiares y<br />

asegurarse contra la posibilidad de una adopción. Las respuestas de Aquila en<br />

cuanto a los interrogantes respecto a si quiere volver a vivir con su padre son<br />

múltiples, en ocasiones responde que no sabe, en una entrevista respondió<br />

afirmativamente con su cabeza, mientras lo negaba con sus palabras “no, pa´ que<br />

me vuelva a pegar como me pegaba”. En otro momento dice que le ha dicho a su<br />

mamá que le den una oportunidad a su papá para que vuelva a vivir con ellos.<br />

Dice además que se quiere quedar otro rato en la institución porque “…mi mamá<br />

139


está trabajando y se va a conseguir la comida y nos pueda dar otra casa (…)<br />

entonces un día le van a entregar a mi mamá solamente la casa para mi hermano<br />

y yo y ella”.<br />

Aunque José y Marlon se ubican como maltratados, manifiestan el deseo de volver<br />

con sus padres. Por último, Camila rechaza abiertamente la convivencia con la<br />

madre y desea conservar el lugar que le ha sido otorgado en la familia sustituta, ya<br />

que le teme a los alcances mortíferos de la agresión de su madre.<br />

A partir de estos testimonios puede verse que contrario a lo que la institución<br />

asume como protección y bienestar de los niños, al separarlos de sus padres<br />

“maltratantes”, algunos niños ven la institucionalización como un castigo, como<br />

algo que no comprenden ni justifican, o como una situación que padecen con<br />

mayor malestar del que quizás proporcionaba el trato de su padre o de su madre.<br />

De lo anterior no se desprende que en ningún caso deba darse la<br />

institucionalización, ya que en ocasiones el niño está expuesto en su familia, como<br />

ya se ha dicho, a un daño tal vez irreparable. Además porque como lo anota<br />

Yolanda López en su investigación, los procesos legales pueden tener el efecto de<br />

pacificación del empuje destructivo de los padres, a la vez que reduce su<br />

omnipotencia imaginaria cuando estos reconocen y se someten al llamado del<br />

Otro de ley 181 .<br />

181 Yolanda López, ¿Por qué se maltrata al más íntimo?, Op. cit., p.93.<br />

140


5. CONCLUSIONES<br />

Las agresiones dirigidas al niño por parte del padre y la madre, son consideradas<br />

como maltrato infantil por el Estado, las instituciones de protección y en general la<br />

sociedad, de acuerdo con el discurso de los derechos del niño y el Código de la<br />

infancia y la adolescencia, por lo cual se brindan al niño medidas de protección<br />

consistentes fundamentalmente en la institucionalización del niño y la consiguiente<br />

separación de sus padres, por cuanto estos representan un peligro o un daño a su<br />

integridad.<br />

A pesar de los reportes y evidencias de tratos crueles, desmedidos o<br />

abandonantes de los padres hacia los hijos, las diversas y contradictorias<br />

respuestas aportadas por los niños en sus testimonios, permiten constatar que<br />

cada uno de ellos tiene un modo particular de ubicarse y de significar los actos,<br />

palabras, silencios o demandas del Otro. Puede decirse que si bien en la posición<br />

subjetiva incide lo que viene del Otro, la significación que hace un sujeto de ser o<br />

no maltratado, de ser o no amado, de ser o no culpable, no depende de la<br />

magnitud, frecuencia o tipo de agresión, sino del modo en que éste se ubique en<br />

relación con el deseo y el goce del Otro.<br />

Lo anterior permite confirmar la tesis psicoanalítica fundamental planteada por<br />

Freud, según la cual la realidad psíquica tiene un modo de existencia que no<br />

puede equipararse ni confundirse con la realidad material, teniendo un valor<br />

esencial en el modo en que el sujeto tramita sus encuentros con lo real del exceso<br />

del Otro.<br />

Puede verse que varios de los niños entrevistados preservan su lugar en el amor<br />

del Otro, gracias al recurso a la fantasía, a la construcción de su novela familiar, o<br />

a la denegación de los actos violentos o negligentes del Otro, como un modo de<br />

protegerse de los estragos de la tendencia destructiva y mortífera de quien<br />

141


esperan los cuidados, el amor y las garantías para conservar su existencia,<br />

mientras otros significan los actos como maltrato.<br />

Se encuentra, a partir del análisis de los testimonios, que los actos de la madre<br />

significados por los niños como maltrato son de dos clases: los primeros,<br />

obedecen a la falta de cuidados, atenciones y satisfacción de las necesidades del<br />

niño, dentro de las que cobra particular importancia la alimentación, de manera<br />

que la madre no ofrece al niño aquello que éste necesita para vivir, en palabras de<br />

Camila es “no darle lo que el niño necesita, no cuidarlo y no estar con él”. Puede<br />

verse aquí que lo que está en juego no es sólo la falta de respuesta de la madre a<br />

nivel de las necesidades del niño, de su apremio vital, sino la falta de su<br />

presencia, de su amor, del cual depende el niño más que para vivir, para existir.<br />

Esta ausencia de respuesta del Otro materno es para algunos niños signo de su<br />

desamor. Los segundos, dan cuenta de un exceso pulsional irrefrenable de la<br />

madre que en su tendencia agresiva da lugar a golpes desmedidos, insultos o<br />

castigos violentos y en su tendencia sexual, a la exposición y ofrecimiento de su<br />

hijo o hija como objeto de goce sexual de otros.<br />

Si la función de la madre, tiene que ver tanto con la satisfacción de las<br />

necesidades del niño, como con su inclusión en su deseo, puede decirse entonces<br />

que cuando se presenta el maltrato, éste no se ejerce desde su función simbólica,<br />

sino desde su dimensión pulsional presente en ella en tanto mujer. Es decir, lo que<br />

da lugar a los actos crueles es su goce, no su deseo, que como empuje pulsional<br />

mortífero se encuentra por fuera de toda regulación y se satisface en aquel que se<br />

encuentra sumido en la más extrema dependencia. Al respecto Lacan indica que<br />

para que el niño pueda discernir la intención de amor del Otro de su voluntad de<br />

daño, es necesario que se haya instituido el orden simbólico como tal, esta<br />

institución es la que permite diferenciar el capricho del Otro de un acto dirigido a<br />

sancionar una falta.<br />

142


Mientras en algunos casos el acto agresivo o negligente se presenta cuando la<br />

madre no se ocupa de su hijo pues se encuentra demasiado ocupada con su<br />

propio goce, lo cual es nombrado por algunos niños como “gastarse el dinero en<br />

cervezas”, “pasando bien bueno en la cama”, “divertirse en las discotecas”; en<br />

otros casos, el acto agresivo se realiza en nombre de una sanción correctiva frente<br />

a una falta cometida por su hijo o hija. En estos casos se observa que a pesar de<br />

que el acto sea excesivo, es para muchos niños soportado, comprendido y hasta<br />

justificado por su mal comportamiento, no siendo para ellos un signo de desamor.<br />

Esto último también ocurre frente a ciertas agresiones del padre, de manera que la<br />

dimensión pulsional de la madre o del padre es en muchos casos recubierta por la<br />

dimensión simbólica que le permite al niño ver el acto como un castigo a una falta<br />

cometida por él, no significándolo como maltrato, a pesar de ser a todas luces un<br />

acto desmedido y violento.<br />

En algunos casos a pesar de ser el padre quien comete actos agresivos, el niño o<br />

la niña conservan la versión idealizada de éste, lo cual puede entenderse porque<br />

el niño necesita erigir un padre omnipotente que le provea protección y amor, pues<br />

de lo contrario no sólo se vería enfrentado a su condición de desvalimiento, sino<br />

que la pérdida de su amor lo dejaría expuesto a su agresión. En otros casos, la<br />

versión imaginaria del padre no está del lado de la idealización, sino de su<br />

dimensión terrorífica, ya que el temor al padre, inherente a su función castradora y<br />

a la rivalidad propia de la relación edípica, ha sido acentuado cuando el niño ha<br />

tenido la ocasión de constatar los alcances de su hostilidad.<br />

En cuanto al padre simbólico este introduce la prohibición, el límite, el castigo,<br />

pero no el maltrato. Por el contrario, los actos violentos del padre dirigidos a sus<br />

hijos, dan cuenta de su impotencia como representante de la interdicción. Es así<br />

que cuando el padre agencia el maltrato lo que hace es someter al hijo a su ley<br />

tiránica, siendo incapaz de someterse él mismo a las regulaciones que el ejercicio<br />

de su función simbólica le exigen.<br />

143


Sin embargo, lo que llama la atención es que en varios casos en los que las<br />

instituciones de protección reportan el maltrato del padre como algo evidente, los<br />

niños les atribuyen a estas agresiones la función de un castigo en una correlación<br />

directa con la falta cometida por ellos (travesuras, portarse mal, hacer maldades),<br />

observándose que al igual que ocurre con la madre, la dimensión feroz del padre<br />

tiende a ser velada por su dimensión simbólica, permitiéndole al niño justificar o<br />

entender el por qué de la agresión, velo que no obstante en algunos casos no les<br />

impide nombrar lo excesivo y repetitivo de los golpes propinados.<br />

Ahora bien ¿qué se puede decir en el momento de concluir con respecto al<br />

carácter traumático de las agresiones provenientes de los padres? De acuerdo<br />

con Freud, el trauma implica siempre un exceso que no logra ser tramitado por el<br />

sujeto, sobrepasándolo psíquicamente, ya que éste no logra responder ni<br />

corporalmente ni intelectualmente o sus respuestas son insuficientes. De este<br />

modo se asume que el carácter traumático de una vivencia no depende del<br />

acontecimiento en sí mismo sino de cómo responda el sujeto ante el mismo.<br />

Cabe recordar la insistencia de Freud en la participación y cooperación recíproca<br />

de los factores constitucionales y los accidentales en el trauma, de suerte que las<br />

disposiciones pulsionales, tanto sexuales como agresivas, son reactivadas a partir<br />

de las vivencias, y a su vez los sucesos accidentales requieren apuntalarse en la<br />

constitución para tornarse eficaces. Sin embargo, no descarta que puedan darse<br />

extremos en esta “serie complementaria”, donde o bien haya una supremacía del<br />

factor accidental o bien de la disposición pulsional.<br />

Así mismo, Freud diferenció el trauma sexual originario, constitutivo del<br />

inconsciente, de los accidentes traumáticos, disparadores de las neurosis<br />

traumáticas, los cuales enfrentan al sujeto con un real –peligro de muerte-, que<br />

ocasiona un terror inasimilable psíquicamente. Los segundos corresponden a lo<br />

que ha sido llamado por Colette Soler “los traumatismos de la civilización”. No<br />

obstante se evidencia que a pesar del esfuerzo de Freud por diferenciarlos, es<br />

mayor su proximidad que su distancia. Primero porque ambos conllevan un<br />

144


exceso, sexual o agresivo, para el sujeto; segundo por el fracaso o imposibilidad<br />

del sujeto para tramitarlos; y tercero, porque los segundos, es decir, los<br />

traumatismos, se determinan en consecuencia con el primero, por cuanto sus<br />

efectos no son independientes del modo en que el sujeto respondió frente al<br />

trauma originario.<br />

De acuerdo con lo anterior, puede verse a partir de los testimonios, cómo en<br />

algunos casos las agresiones del Otro pueden tener el carácter de traumatismo,<br />

es decir, ser una situación traumática que desborda o rompe la construcción<br />

fantasmática, en tanto implica un exceso del Otro, que en su tendencia mortífera y<br />

devastadora, produce un daño en el sujeto en lo más íntimo de su ser, quizás<br />

irreparable, por cuanto las respuestas del sujeto son imposibles o insuficientes, de<br />

manera que la vivencia constituye un imposible de olvidar. En otros casos puede<br />

ligarse al trauma sexual originario, quedando inscrita en lo inconsciente. O puede<br />

tener para algunos el carácter de una mortificación narcisista, como una caída del<br />

trono de su imaginaria omnipotencia.<br />

¿Cómo situar entonces los efectos de la agresión del Otro paterno y/o materno?<br />

La respuesta no es simple, en tanto son múltiples y particulares los efectos. Así<br />

estos pueden estar dados por la emergencia de la angustia, bien como reacción<br />

automática, ante el fracaso de la defensa, o como un síntoma de la defensa<br />

primaria; pueden dar lugar a síntomas de compromiso durante la infancia o en un<br />

momento posterior como retorno de lo reprimido, si la vivencia logró inscribirse a<br />

nivel inconsciente. O pueden tener como efecto manifestaciones sintomáticas en<br />

el niño que tienen el carácter más de patologías del acto que de formaciones del<br />

inconsciente, ya que lo que retorna no es lo simbólico, sino un goce intramitable.<br />

Los testimonios de los niños entrevistados dieron cuenta de la presencia de<br />

angustia, en algunos, y en otros, de reacciones que pueden ubicarse más del lado<br />

del acto que del síntoma propiamente dicho.<br />

En cuanto a las posiciones subjetivas respecto a la agresión del Otro materno y/o<br />

el Otro paterno, a partir del análisis de los testimonios se identifican tres, cada una<br />

145


de las cuales responde a una lógica particular. La primera: “sí me pega... pero no<br />

me maltrata”, es la posición de quienes no se ubican como maltratados ni ven en<br />

las acciones del Otro un exceso o una prueba de su desamor, sino simplemente<br />

un castigo por una falta cometida, esto a pesar de estar bajo medida de protección<br />

y de reportarse actos violentos y desmedidos del Otro o una situación de<br />

negligencia o incluso abandono. Para estos niños dichos actos, no están por fuera<br />

de un vínculo de amor, ya que están justificados como sanciones merecidas.<br />

En segundo lugar: “ya lo sé… pero aún así”, es la posición de los niños que,<br />

aunque significan las acciones del Otro como excesos o como fallas en su función<br />

de padre o de madre, a la vez lo deniegan, ya que no quieren o no pueden ver en<br />

esto una intención de daño del Otro, ni una prueba de su desamor.<br />

Y finalmente, la posición: “no me castiga, me maltrata”, en la que el maltrato es<br />

claramente sentido como una intención de daño del Otro, reconocido como una<br />

prueba de su desamor, y objetado por su crueldad y arbitrariedad.<br />

Al interrogar lo que se denomina maltrato en el Código de la Infancia y la<br />

Adolescencia y la concepción generalizada de sus efectos traumáticos, no se<br />

pretende de ninguna manera cuestionar la importancia y necesidad de que el<br />

Estado a través de sus instituciones, ponga un límite y sancione los excesos<br />

cometidos por algunos padres y madres con sus hijos, ni mucho menos, su deber<br />

de brindar protección a los niños que son objeto del daño y la crueldad. Lo que se<br />

quiere señalar es la importancia de escuchar atentamente lo que los niños dicen<br />

con sus palabras, con sus actos o con lo que callan, a la hora de determinar su<br />

permanencia o no en una institución o en un hogar sustituto, teniendo en cuenta<br />

que en algunas ocasiones puede ser mas excesivo para el niño y generarle mayor<br />

fuente de sufrimiento la institucionalización, con la consiguiente separación de sus<br />

padres, que los mismos golpes que estos le propinan.<br />

Al respecto plantea Carolina Eliacheff:<br />

146


“Cuando separar al niño de sus padres es el precio a pagar por su<br />

protección física, las condiciones de esta separación son esenciales,<br />

porque los niños sufren a causa de la misma (…) el niño arrancado de<br />

la proximidad de sus padres a quienes quiere, incluso si lo maltratan,<br />

no se concede el derecho a vivir ni el de aprovechar la protección que<br />

se desea darle” 182 .<br />

La investigación permitió constatar que sólo es posible saber algo de las<br />

posiciones subjetivas de los niños frente a la agresividad del Otro paterno y/o<br />

materno, a partir de la escucha atenta de sus testimonios, en los cuales revelan,<br />

aún sin saberlo, algo de su verdad más íntima; verdad que no es coincidente con<br />

la veracidad de los acontecimientos, en este caso, de la situación de maltrato<br />

identificada por las instituciones y por la cual los niños entrevistados se<br />

encuentran bajo medida de protección.<br />

Freud evidenció en el análisis del caso Juanito, que los niños no mienten sin razón<br />

y que sus mentiras en modo alguno permitirían desestimar sus enunciados, por el<br />

contrario estas dan cuenta de que la realidad psíquica opera y se revela bajo la<br />

lógica de la contradicción, la incongruencia, y la atemporalidad que caracteriza lo<br />

inconsciente.<br />

“Yo no comparto el punto de vista, que hoy goza de predilección, según<br />

el cual los enunciados de los niños serían por entero arbitrarios e<br />

inciertos. Arbitrariedad no la hay, absolutamente, en lo psíquico; y en<br />

cuanto a la incerteza en los enunciados infantiles, se debe al<br />

hiperpoder de su fantasía, lo mismo que la incerteza en los enunciados<br />

de los adultos deriva del hiperpoder de sus prejuicios. En lo demás, el<br />

niño no miente sin razón, y en general se inclina más que los grandes<br />

por el amor a la verdad” 183 .<br />

182 Caroline Eliacheff, Del niño rey al niño víctima. Op. cit., p. 122.<br />

183 Sigmund Freud, “Análisis de la fobia de un niño de cinco años”, Obras Completas, volumen 10,<br />

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154


Población: Los Niños entrevistados<br />

ANEXO 1<br />

Son muchos los niños que actualmente se encuentran internados o seminternados<br />

en instituciones de protección debido a su situación de abandono, maltrato o<br />

vulnerabilidad física, psicológica o social, porque o bien no cuentan con familiares<br />

que se hagan cargo de ellos o las condiciones en que viven ponen en riesgo su<br />

salud física y mental. Así mismo otros se encuentran en hogares sustitutos<br />

haciendo parte de una familia distinta a su familia de origen, la cual se encarga de<br />

sus cuidados y educación durante meses o años, hasta que son reintegrados a su<br />

familia de origen o son dados en adopción según el caso.<br />

Y aunque es claro que los niños maltratados son muchos más de los que allí se<br />

encuentran porque no todos los casos son denunciados, no todos se preguntan si<br />

los niños que llegan por maltrato de sus padres se consideran a sí mismos como<br />

maltratados, es decir, si se incluyen o no en el conjunto de los niños maltratados y<br />

mucho menos, si las agresiones recibidas del Otro son o no traumáticas para el<br />

sujeto, ya que de entrada se asume que sí lo son y por ende se le ubica en el<br />

lugar de la víctima, obturando la posibilidad de preguntarse por su posición<br />

subjetiva.<br />

Esta pregunta sólo tiene cabida cuando se está advertido de que la realidad<br />

psíquica no coincide punto a punto con la realidad fáctica o material, como bien lo<br />

constató Freud a partir de su trabajo clínico: “La realidad psíquica es una forma<br />

particular de existencia que no debe confundirse con la realidad material” 184 . Es<br />

esta tesis fundamental del psicoanálisis la que abre la posibilidad y el interés por<br />

escuchar lo que tienen para decir los niños y niñas que han vivenciado agresiones<br />

de su padre o su madre.<br />

184 S. Freud, “La interpretación de los sueños” Obras completas, volumen 5, Buenos Aires,<br />

Amorrortu, segunda edición en castellano 1984, p. 607.<br />

155


Pacho Malo 185 es un niño de 9 años, que se encuentra en una institución de<br />

protección. Es el menor de tres hijos del matrimonio de su padre y su madre, tiene<br />

otros hermanos medios por parte de su padre. El motivo de ingreso es reportado<br />

en la institución como “peligro físico y moral”. El niño vivía con su madre, su padre<br />

y sus dos hermanos, la madre y los hijos se separan del padre a causa del<br />

maltrato que éste les propinaba y por el consumo de sustancias psicoactivas. En<br />

la evaluación realizada en la institución se dice que el niño es emocionalmente<br />

inmaduro con tendencias depresivas y negación de su realidad. Pacho explica que<br />

su papá maltrataba a su mamá, por lo cual él con la ayuda de uno de sus<br />

hermanos llamó a Bienestar Familiar. Antes de llegar a la institución donde<br />

actualmente vive, estuvo de paso por otras instituciones. Según me lo manifiesta,<br />

su papá piensa que en la institución no le pasa nada, porque allí lo alimentan muy<br />

bien.<br />

La institución, o más precisamente la psicóloga que se ha ocupado de su proceso,<br />

considera importante que sea entrevistado, ya que la madre y los hermanos han<br />

reportado que de todos, a él es a quien su padre más maltrataba. Con Pacho se<br />

realizaron cuatro entrevistas en total, las tres primeras cuando el niño se<br />

encontraba internado, la última, cuando estaba en semi-internado, es decir, que<br />

pasaba el día en la institución y dormía en su casa. Desde el primer encuentro<br />

Pacho se mostró dispuesto e interesado en narrar su historia familiar, las<br />

innumerables luchas, accidentes, travesuras, persecuciones y demás, en las que<br />

había participado, las cuales puede decirse que más que narradas eran<br />

escenificadas.<br />

Aquila es una niña de 10 años de edad quien se encuentra desde hace más de un<br />

año en una institución de protección al igual que su hermano, un año menor que<br />

ella. Llegaron allí después de haber pasado por un hogar sustituto y por otra<br />

institución de protección. El nombre de Aquila es sugerido para incluirla en las<br />

entrevistas ya que su historia de maltrato físico y psicológico, así como sus<br />

185 Los nombres utilizados son ficticios, con el fin de mantener en reserva su identidad.<br />

156


manifestaciones, preocupan a los psicólogos que allí trabajan, puesto que en<br />

varias ocasiones se ha agredido cortándose con alambres, comiendo vidrio,<br />

comiendo tierra y evadiéndose de la institución, además llora con frecuencia.<br />

También presenta dificultades en el aprendizaje. La madre de Aquila tiene 30 años<br />

y el padre 75, según los datos de la historia clínica la madre tiene retardo mental.<br />

Actualmente los padres no viven juntos, la madre se fue de la casa porque el le<br />

pegaba, vive donde una señora quien le paga por los oficios domésticos. El padre<br />

vive sólo y no trabaja porque está enfermo de artritis.<br />

Aquila se mostró siempre muy interesada en la posibilidad de hablar de su historia<br />

familiar, de sus miedos, sus preocupaciones, sus recuerdos, sus sueños, incluso<br />

en varias ocasiones fue ella quien propició la entrevista, lo que dejaba ver una<br />

demanda de ser escuchada, razón por la cual fue posible la realización de 8<br />

entrevistas.<br />

Manuela tiene 8 años y es la segunda de cuatro hermanos, tiene un hermano<br />

mayor y dos hermanitas menores. El motivo de ingreso es el siguiente “la niña<br />

pertenece a una familia de carácter de vulnerabilidad debido a múltiples<br />

dificultades que rompen su posibilidad de equilibrio y alteran la estabilidad de sus<br />

integrantes” 186 . Sus padres se encuentran separados y el padre vive en otra<br />

ciudad. En el informe de la fiscalía dice que la niña afirmó “mi mamá me quemó<br />

con una manteca caliente”. En el informe de la entrevista de ingreso a la institución<br />

se dice que la niña manifestó guardarle rencor a la madre por el maltrato que le<br />

dio, diciendo que no le perdonaba, que recordaba con angustia el hambre que<br />

pasó y que quería una madre sustituta. Por el contrario dice que su padre la<br />

trataba bien y no los golpeaba.<br />

En la primera entrevista Manuela permaneció en silencio la mayor parte del<br />

tiempo, estuvo replegada en la silla sin dirigir la mirada, sólo respondió algunas<br />

preguntas específicas sobre la ocupación de su madre y de su padre, y el nombre<br />

186 Informe de la Granja Infantil Jesús de la Buena Esperanza. Pereira.<br />

157


y edades de sus hermanos. No quiso hablar de por qué se encontraba allí, su<br />

rostro se notaba triste y parecía que lloraba aunque no le corrían lágrimas. En las<br />

siguientes entrevistas se mostró más dispuesta a hablar aunque siempre se<br />

entrecortaba el discurso al llegar al motivo por el cual se encontraba en la<br />

institución, y al preguntarle por lo que ella pensaba de lo que ocurría en su casa y<br />

de que estuviera internada, su tono de voz era muy bajo, y respondía con<br />

dificultad a las preguntas. Incluso en una ocasión no quiso que se realizara la<br />

entrevista. Era evidente el malestar que le generaba hablar del tema y recordar las<br />

situaciones dolorosas vividas con su madre. Con ella se tuvo cuatro entrevistas.<br />

Marlon es un niño de 8 años que ingresó a la institución por maltrato de la madre y<br />

del padrastro 187 , este último lo obligaba a trabajar dejando de asistir a la escuela y<br />

le metía la cabeza en un tanque de agua como “castigo”, la madre lo encadenaba<br />

a la pata de la cama. Cuando fue encontrado por la policía en la casa, presentaba<br />

hematomas y contusiones en el tobillo del pie izquierdo. La madre aduce que tiene<br />

que encadenar al niño porque el se vuela para la calle. En el informe de<br />

evaluación de la institución dice “las ideas son confusas, pero sabe por qué no<br />

vive con su mamá, narra los sucesos con tranquilidad, no es rencoroso, a pesar de<br />

la situación vivida con la mamá quiere vivir con ella, lo de las cadenas lo ve como<br />

normal, es muy inquieto, desinteresado, tranquilo, está contento en la institución,<br />

todo lo que ve le gusta y le parece bonito” 188 .<br />

En la primera entrevista Marlon habló del maltrato recibido de su madre y de su<br />

padre y mostró las marcas en sus tobillos de las cadenas con las que su madre lo<br />

tenía atado a la pata de la cama. En las siguientes entrevistas se mostró muy<br />

reticente, no respondía a las preguntas o lo hacía con monosílabas o moviendo su<br />

cabeza, no dirigía la mirada y permanecía replegado en la silla, no demostraba<br />

ningún interés en la entrevista y parecía no querer hablar de nada, ni recordar<br />

nada.<br />

187 En las entrevistas Marlon se refiere a éste como su padre.<br />

188 Informe de la Granja Infantil Jesús de la Buena Esperanza. Pereira.<br />

158


Camila y José son dos hermanos, de 10 y 8 años respectivamente, que se<br />

encuentran viviendo en un hogar sustituto de Bienestar familiar hace varios<br />

meses, porque su madre les pegaba y los ponía a pedir comida en la calle. Ambos<br />

se muestran dispuestos a hablar de su historia y de las razones por las cuales no<br />

viven con su madre biológica, sin embargo de los dos, Camila demuestra un<br />

interés mayor ya que ella quiere hablar de lo bien que se siente con su familia<br />

sustituta, lo bien que la tratan, para que ellos sepan que ella está muy agradecida<br />

por todos sus cuidados y atenciones, con esta intención pregunta a la<br />

entrevistadora si puede decirles a ellos todas las cosas que ella ha dicho en la<br />

entrevista, pues ella cree que es funcionaria de Bienestar Familiar. Ante este<br />

pedido se le aclara el propósito de la entrevista, diciéndole además que ella puede<br />

decirles a ellos lo que quiere que sepan. En la segunda entrevista amplía varios<br />

asuntos que había mencionado en la primera con respecto a las agresiones de su<br />

madre, la muerte de su hermanito, y los constantes intentos de escaparse de su<br />

casa, habla también de sus sueños y de sus miedos. A pesar de ser una historia<br />

difícil y dolorosa, Camila no se muestra en ningún momento reticente ni reacia<br />

frente a las preguntas que se le dirigen, por el contrario la riqueza y fluidez de su<br />

discurso permitieron a la investigadora estar más en posición de escucha que de<br />

interrogadora.<br />

Adriana es una niña de 11 años que vive con su madre, su padrastro y sus<br />

hermanos, no se encuentra institucionalizada, pero su padrastro ha sido<br />

amonestado por haberle pegado en la cara, produciéndole heridas, las cuales<br />

fueron vistas por la profesora, quien denunció el caso 189 . Este la golpeó porque<br />

ella tomó un dinero sin permiso de la madre, dinero que sería destinado para su<br />

ceremonia de promoción de grado. Adriana fue entrevistada en las oficinas de<br />

Bienestar Familiar. Si bien en un principio parecía no estar muy interesada en la<br />

189 La medida de amonestación consiste en la conminación a los padres del niño sobre el<br />

cumplimiento de las obligaciones que les corresponden o que la ley les impone. Comprende la<br />

orden perentoria de que cesen las conductas que puedan vulnerar o amenazar los derechos del<br />

niño, con la obligación de asistir a un curso pedagógico sobre los derechos de la niñez, so pena de<br />

multa convertible en arresto. Artículo 54. Código de la infancia y la adolescencia, Ley 1098 de<br />

2006.<br />

159


entrevista, en el transcurso de ésta fue hablando sin dificultad de su historia,<br />

relatando lo ocurrido con su padrastro, dice que a ella nunca le han pegado sin<br />

motivo y que esta pela se la dieron por tomar un dinero que no era suyo, que su<br />

padrastro le estaba pegando en los pies y ella se agachó recibiendo el golpe en la<br />

cara. Sólo se hizo una entrevista con ella.<br />

Felipe es un niño de 6 años que se encuentra internado hace varios meses en una<br />

institución bajo medida de protección por el maltrato de su madre. En el informe de<br />

la institución dice que el niño justifica el maltrato físico y verbal que recibe de su<br />

madre porque se identifica como un niño rebelde y desobediente con ella, percibe<br />

a la madre como una figura clara de apego. Felipe se mostró interesado en la<br />

entrevista, y a pesar de su corta edad, habló de su historia familiar. Con Felipe se<br />

realizó una entrevista.<br />

Mateo es un niño de 9 años que se encuentra en una institución de adopción, la<br />

madre ha delegado la crianza del menor a familiares de origen extenso que no han<br />

garantizado sus derechos y han sido negligentes en sus cuidados La madre del<br />

menor manifestó a través de una constancia que delega a su hijo a Bienestar<br />

Familiar porque no desea asumir la crianza del mismo, y no demuestra afecto por<br />

él. Mateo se mostró muy triste durante la entrevista, porque, según dice, su madre<br />

no puede estar con él porque trabaja mucho, sabe que se encuentra a la espera<br />

de una familia que desee adoptarlo. Con Mateo se realizó una entrevista.<br />

Tania tiene 11 años de edad y se encuentra bajo medida de protección hace dos<br />

meses ya que su madre y padrastro después de amarrarle sus manos y untarlas<br />

con alcohol las prendieron con una vela, como castigo porque la joven le había<br />

hurtado 20.000 pesos a la madre. En el informe de la institución se refiere la<br />

presencia de conflictos en su hogar generados por la violencia intrafamiliar, dadas<br />

las peleas entre la pareja y maltrato con sus hijos. El padre vive en otra ciudad, y<br />

Tania vivió con él algunos meses. Esta niña ha presentado problemas<br />

comportamentales, desacato a normas y ausencia de referentes adecuados de<br />

160


autoridad. Durante la entrevista que se realizó con ella, se mostró un poco<br />

reticente frente a las preguntas y triste por encontrarse internada en esa<br />

institución, manifestó el deseo de volver a estar en su casa con su mamá.<br />

Es de señalar, que la reticencia en algunos casos aparece luego de haber<br />

expuesto su propia versión, en otros al comienzo para después ceder y permitirles<br />

dar cuenta de su verdad. Otros niños permiten ver varias versiones del mismo<br />

hecho, lo cual da una vía de trabajo a la metodología que se deriva de la tesis<br />

freudiana presentada al comienzo, según la cual la realidad psíquica es la más<br />

importante y no está en correlación directa con la realidad material. En la realidad<br />

psíquica las leyes funcionan de una manera diferente, el silogismo empleado por<br />

Freud para ilustrar que en el inconsciente no hay contradicción y que todas las<br />

premisas son verdaderas aunque sean contradictorias entre sí, será una vertiente<br />

para el tratamiento de los testimonios que de las entrevistas anteriores se han<br />

derivado.<br />

161

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