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Los amiguetes del pequeño Nicolás - frances-seritium - home

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—Preferiría que no, niños. Vamos a comer<br />

en seguida y no quisiera que trajerais fango a<br />

casa.<br />

Mamá ha trabajado mucho en hacer la<br />

limpieza esta mañana.<br />

Entonces Corentin y yo nos sentamos, y<br />

mientras los mayores tomaban el aperitivo,<br />

nosotros miramos una revista que yo ya había leído<br />

en casa. Y leímos varias veces la revista, porque<br />

la señora Bongrain, que no tomó el aperitivo con<br />

los demás, tenía la comida muy retrasada. Y<br />

después llegó la señora Bongrain, se quitó el<br />

<strong>del</strong>antal y dijo:<br />

—¡Mala suerte!... ¡A la mesa!<br />

El señor Bongrain estaba muy orgulloso de<br />

los entremeses, porque nos explicó que los tomates<br />

salían de su huerta, y papá se rió y dijo que<br />

habían salido demasiado pronto esos tomates,<br />

porque aún estaban verdes. El señor Bongrain<br />

contestó que quizá no estuvieran <strong>del</strong> todo maduros,<br />

pero que tenían otro sabor que los <strong>del</strong> mercado. A<br />

mí lo que me gustó mucho fueron las sardinas.<br />

Y después la señora Bongrain trajo el<br />

asado, que era divertidísimo, porque por fuera<br />

estaba todo negro, pero por dentro era como si no<br />

estuviera nada cocido.<br />

—¡Yo no lo quiero! —dijo Corentin—. ¡No<br />

me gusta la carne cruda!<br />

El señor Bongrain le puso una cara muy<br />

seria y le dijo que acabara sus tomates a toda<br />

velocidad y que se comiera su carne como todos, si<br />

no quería que lo castigaran.<br />

Lo que no había salido demasiado bien<br />

eran las patatas <strong>del</strong> asado; estaban algo duras.<br />

Después de comer, nos sentamos en el salón.<br />

Corentin cogió otra vez la revista, y la señora<br />

Bongrain le explicó a mamá que en la ciudad tenía<br />

una criada, pero que la criada no quería ir a<br />

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