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Los artistas y la depresión Nº 2 - Gador SA

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Con Albert Einstein<br />

vería a Venecia, de que se despedía de el<strong>la</strong><br />

para siempre.<br />

La lucha entre <strong>la</strong> apetencia espiritual y <strong>la</strong><br />

incapacidad física le pareció de pronto gravísima<br />

a aquel hombre que empezaba a envejecer.<br />

Y su derrota corporal le resultó tan<br />

<strong>la</strong>mentable, y tan vergonzoso haber cedido sin<br />

dificultad alguna, que no quiso comprender <strong>la</strong><br />

razón por <strong>la</strong> cual había podido entregarse y<br />

someterse sin lucha seria.<br />

Aschenbach contemp<strong>la</strong> a Tadzio que es contemp<strong>la</strong>do<br />

a su vez por su joven servidor e imagina<br />

el amanecer cósmico, en el que Venus y<br />

Eros salen de <strong>la</strong>s o<strong>la</strong>s para crear el mundo.<br />

Tadzio es el ser perfecto, <strong>la</strong> creación de los<br />

dioses, <strong>la</strong> belleza única y pura que enaltece el<br />

alma, que se ofrecía en adoración, como un<br />

reflejo de una imagen divina. Estas imágenes<br />

de “La muerte en Venecia” están exquisitamente<br />

reflejadas en el film homónimo de<br />

Luchino Visconti, con Dirk Bogarde y Silvana<br />

Mangano, donde Visconti transforma el personaje<br />

del escritor en un músico (¿Visconti<br />

pensaría en Mahler?).<br />

Otra vez se detuvo para contemp<strong>la</strong>r el mar.<br />

De pronto, como si lo impulsara un recuerdo,<br />

bruscamente, hizo girar el busto y miró hacia<br />

<strong>la</strong> oril<strong>la</strong> por encima del hombro. El que contemp<strong>la</strong>ba<br />

estaba allí, sentado en el mismo<br />

sitio donde por primera vez <strong>la</strong> mirada de<br />

16 <strong>Los</strong> <strong>artistas</strong> y <strong>la</strong> <strong>depresión</strong><br />

aquellos ojos de ensueño se había cruzado con<br />

<strong>la</strong> suya. Su cabeza, apoyada en el respaldo de<br />

<strong>la</strong> sil<strong>la</strong>, seguía con ansias los movimientos del<br />

caminante. En un instante dado se levantó<br />

para encontrar <strong>la</strong> mirada, pero cayó de bruces,<br />

de modo que sus ojos tenían que mirar de<br />

abajo arriba, mientras su rostro tomaba <strong>la</strong><br />

expresión cansada, dulcemente desfallecida,<br />

de un adormecimiento profundo. Sin embargo,<br />

le parecía que, desde lejos, el pálido y<br />

amable mancebo le sonreía y le saludaba.<br />

Pasaron unos minutos antes de que acudieran<br />

en su auxilio; había caído a un costado de<br />

<strong>la</strong> sil<strong>la</strong>. Lo llevaron a su habitación, y aquel<br />

mismo día, el mundo, respetuosamente estremecido,<br />

recibió <strong>la</strong> noticia de su muerte.<br />

Thomas Mann<br />

fragmentos de Muerte en Venecia.<br />

Oh, el amor, ¿sabes...? El cuerpo, el amor, <strong>la</strong><br />

muerte, esas tres cosas no hacen más que una.<br />

Pues el cuerpo es <strong>la</strong> enfermedad y <strong>la</strong> voluptuosidad,<br />

y es el gestor de <strong>la</strong> muerte; sí, son carnales<br />

ambos, el amor y <strong>la</strong> muerte, ¡y ese es su<br />

terror y su enorme sortilegio!… ¡Encantadora<br />

belleza orgánica que no se compone de pintura<br />

al óleo ni de piedra, sino de materia viva y<br />

corruptible, llena del secreto febril y de <strong>la</strong><br />

podredumbre! ¡Mira <strong>la</strong> simetría maravillosa<br />

del edificio humano, los hombros y <strong>la</strong>s caderas<br />

y los senos floridos a ambos <strong>la</strong>dos del<br />

pecho, y <strong>la</strong>s costil<strong>la</strong>s alineadas por parejas y el<br />

ombligo en el centro, en lo b<strong>la</strong>ndo del vientre,<br />

y el sexo oscuro entre los muslos!… ¡Qué fiesta<br />

más inmensa al acariciar esos lugares deliciosos<br />

del cuerpo humano! ¡Fiesta para morir<br />

luego sin un <strong>la</strong>mento!...<br />

¡Déjame sentir <strong>la</strong> exha<strong>la</strong>ción de tus poros y<br />

palpar tu vello, imagen humana de agua y de<br />

albúmina, destinada a <strong>la</strong> anatomía de <strong>la</strong><br />

tumba, y déjame morir con tus <strong>la</strong>bios pegados<br />

a los míos!<br />

Thomas Mann,<br />

Fragmentos del diálogo entre Hans Castorp<br />

y C<strong>la</strong>wdia Chauchat, extractado de<br />

La montaña mágica.<br />

(nove<strong>la</strong> escrita entre 1911 y 1923).

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