Un lugar donde todos conocen el nombre de Dios LA - KCM Europe

Por supuesto, las personas que no han nacido
de nuevo, no pueden vivir conforme a esa guía o
recibir esas bendiciones, pues aún están atadas por
la naturaleza pecaminosa de Adán. Ellos no poseen
la habilidad para obedecer de manera constante los
mandatos de Dios. La mayoría, ni siquiera puede
entender la Biblia. Las revelaciones que a nosotros
nos emocionan, como creyentes, para ellos no tienen
sentido. En 1 Corintios 2:9-14, se nos explica de la
siguiente manera:
Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo
no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón
de hombre, son las que Dios ha preparado
para los que le aman. Pero Dios nos las reveló
a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu
todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas
del hombre, sino el espíritu del hombre que
está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas
de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros
no hemos recibido el espíritu del mundo, sino
el Espíritu que proviene de Dios, para que
sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual
también hablamos, no con palabras enseñadas
por sabiduría humana, sino con las que enseña
el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo
espiritual. Pero el hombre natural no percibe
las cosas que son del Espíritu de Dios, porque
para él son locura, y no las puede entender,
porque se han de discernir espiritualmente.
En especial, me gusta la forma en que se explica el
último versículo en la versión en Inglés de Kenneth
Wuest: “Una persona con una mente no renovada,
con un grado de conocimiento intelectual muy alto,
no tiene acceso a las cosas del Espíritu de Dios,
pues para él son locura, y no puede lograr conocerlas
porque éstas se investigan en el reino espiritual”.
Sólo la persona nacida de nuevo, quien ha
recibido la justicia de Dios y la dirección del
Espíritu Santo, puede comprender y vivir el estilo
de vida de la victoria revelada en la Biblia. Los
inconversos no pueden, pues su mente está cegada
por las tinieblas del enemigo y son esclavos del
pecado. Para ellos es imposible intentar obedecer
los mandamientos de Dios, y como resultado, sólo
obtienen fracaso y condenación.
Sin embargo, el nuevo nacimiento lo cambia
todo y nos hace libres del pecado. Nos permite
tener comunión con Dios y nos proporciona Su
naturaleza. Para un creyente nacido de nuevo no
es difícil recibir y obedecer los mandamientos del
Señor; al contrario, le es fácil. Fuimos creados para
cumplirlos. Tenemos al propio Espíritu de Dios
habitando en nosotros para fortalecernos, ser nuestro
Ayudador, nuestro Intercesor, Él suple nuestras
necesidades y es nuestro Consolador. Contamos
con Biblias para leer y buenos ministros que nos
predican. Y lo más importante de todo, es que
tenemos al mismo Espíritu Santo para recordarnos
todo lo que Dios nos ha prometido (Juan 14:26).
En lugar de quejarse al igual que los pecadores y
argumentar: “La Palabra de Dios es un estándar de
vida muy exigente. ¿Quién puede lograrlo?”. Llenos
de gozo podemos parafrasear la cita de Romanos
10:8: “¡La Palabra está cerca de nosotros, en nuestro
corazón y en nuestra boca!”.
Quizá usted ya nació de nuevo, pero aún no
ha recibido el bautismo del Espíritu Santo. Si es
así, le animo a que lo haga de inmediato, a fin de
que pueda aprovechar por completo Su maravillosa
ayuda. Usted necesita que Él more en su interior para
disfrutar de una vida cristiana victoriosa. Kenneth
y yo no lo sabíamos cuando nacimos de nuevo,
así que enfrentamos algunas luchas por algunos
años, pues no estábamos llenos del Espíritu Santo.
Durante ese tiempo, no logramos mucho progreso
espiritual, ya que no contábamos con todo el equipo
que Dios deseaba que poseyéramos. Teníamos al
Espíritu en una medida pequeña porque habíamos
nacido de nuevo; no obstante, sin el bautismo del
Espíritu Santo, no podíamos recibir la plenitud de
Su ministerio.
Se podría decir que sólo contábamos con “lo
básico” del cristianismo durante esos años. El Espíritu
Santo podía revelarnos algunas cosas cuando leíamos
la Biblia, pero la mayoría eran cosas elementales.
Finalmente, los padres de Kenneth nos llevaron a
la iglesia, a un servicio del Espíritu Santo. A mí
me pareció algo anormal, porque la única reunión
cristiana a la que había asistido reinaba el silencio, al
punto que se podía escuchar el sonido de un alfiler al
caer. Aun así, supe que si a los padres de Kenneth les
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