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A<br />

Jorge <strong>Isaacs</strong> y <strong>El</strong> <strong>mosaico</strong><br />

Por: Víctor Sánchez Montenegro<br />

Bolivar, N° 19, p, 769-800, Bogotá: mayo.<br />

ntes <strong>de</strong> abandonar <strong>Isaacs</strong> a Antioquia, se hace a valiosas relaciones literarias como las <strong>de</strong> Juan <strong>de</strong><br />

Dios Restrepo, Uribe Ángel, Camilo Echeverri, y sobre todo con Gregario Gutiérrez González,<br />

exactamente diez años menor que él. Por esos días vivía el poeta antioqueño en Sonsón, en pleno<br />

romanticismo literario, como lo recuerda el doctor Gómez Restrepo en su estudio sobre el Cantor <strong>de</strong>l<br />

Maíz. Debió unirlos más aún la unidad <strong>de</strong> sus sentimientos literarios, la mala situación económica <strong>de</strong><br />

ambos, sus ambiciones <strong>de</strong> gloria, su anhelo <strong>de</strong> inmortalidad. Cuando regresó a su Valle, ya había<br />

muerto su padre don Jorge Enrique, que fue para él un duro golpe en todo sentido, ya que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l<br />

amor que siempre le profesó, esa separación eterna lo constituyó, por voluntad <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más miembros<br />

<strong>de</strong> la familia, en el apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> todos los negocios paternos. Pero los negocios no marchan, las<br />

haciendas no producen lo necesario, las rentas han disminuido en extremo. La guerra que acaba <strong>de</strong><br />

pasar lo ha <strong>de</strong>vorado todo: ya no quedan ni cercos, ni ganados, como antes; los cañaverales se han<br />

extinguido; los pastos, quemados o <strong>de</strong>vastados sin misericordia. Por ello tiene el administrador <strong>de</strong><br />

aquellas queridas propieda<strong>de</strong>s, que recurrir a los préstamos <strong>de</strong> dinero, que se facilitan usurariamente, ya<br />

que no se tenía confianza en el poeta, ni los negocios eran <strong>de</strong> rápida reproducción. Pasan meses y<br />

meses y el dinero escasea, por lo cual hay que acudir nuevamente a otros préstamos dados en las<br />

mismas condiciones. La Manuelita, La Rita y otras propieda<strong>de</strong>s se han sembrado <strong>de</strong> caña <strong>de</strong> azúcar. Se<br />

tiene tanta confianza en los trapiches, tanta seguridad en el engor<strong>de</strong> <strong>de</strong> ganado y en las lecherías que<br />

antes eran <strong>de</strong> gran fama, que bien pronto el poeta empieza a soñar en la riqueza <strong>de</strong> antaño, en los<br />

mejores tiempos <strong>de</strong> su padre. Pero los plazos se cumplen, los acreedores no tienen corazón, los<br />

trapiches no rin<strong>de</strong>n lo esperado, el azúcar por tanto no se produce en condiciones <strong>de</strong> abundancia, y el<br />

administrador tiene que abandonar sus propieda<strong>de</strong>s y trasladarse a Bogotá casi al terminar el año <strong>de</strong><br />

1863. Su hermano mayor lo reemplaza en la obra, pero el cambio <strong>de</strong> jefe no hace el milagro esperado.<br />

Los abogados acu<strong>de</strong>n solícitos al Juez <strong>de</strong> Palmira, con memoriales y solicitud <strong>de</strong> <strong>de</strong>claraciones contra<br />

el señor Jorge Ricardo <strong>Isaacs</strong> Ferrer. Preten<strong>de</strong>n ellos que las haciendas citadas, cuando se hizo cargo <strong>de</strong><br />

la administración, estaban en plena producción, que no había más que alargar la mano para recoger los


pródigos frutos; que no <strong>de</strong>bió solicitar dinero a interés, puesto que no hacía falta, ya que la situación era<br />

casi <strong>de</strong> privilegio; únicamente se requería buena voluntad para pagar parte <strong>de</strong> las <strong>de</strong>udas <strong>de</strong>l padre.<br />

Toda la familia vivía regaladamente, según ellos, con los productos <strong>de</strong> las referidas haciendas, y se<br />

vestían <strong>de</strong>corosamente con las ventas <strong>de</strong> ellos.<br />

Según el contexto <strong>de</strong> las <strong>de</strong>claraciones pedidas judicialmente y la calidad <strong>de</strong> los testigos, quedase<br />

probar la incapacidad <strong>de</strong> Jorge <strong>Isaacs</strong> para el manejo <strong>de</strong> aquellos negocios, y hasta se <strong>de</strong>ja ver en<br />

algunos el anhelo <strong>de</strong> caer contra su honra. Lo más inicuo son los puntos referentes a la manutención <strong>de</strong><br />

la viuda y <strong>de</strong> sus hijos. De allí que doña Manuela tuviera que recurrir a la oficina <strong>de</strong> abogado <strong>de</strong><br />

Eustaquio Palacios, que en otro lugar comentamos. <strong>El</strong> Juez <strong>de</strong> Palmira ha terciado en contra <strong>de</strong> ella. En<br />

uno <strong>de</strong> sus apartes dice: “La señora Ferrer <strong>de</strong> <strong>Isaacs</strong> no dará lugar a ninguna clase <strong>de</strong> apremio. Estoy<br />

cierto <strong>de</strong> que ella exhibirá pronto sus cuentas, y si no lo ha verificado aún ha sido por los trastornos<br />

públicos y por la ausencia involuntaria <strong>de</strong>l sujeto a quien ella encargó la administración <strong>de</strong> los bienes”.<br />

La alusión es clara y apenas alcanza a <strong>de</strong>svirtuar la queja la palabra “involuntaria”. Don Eustaquio<br />

prueba que la pérdida <strong>de</strong> los negocios se <strong>de</strong>bió en gran parte a la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> las cercas, pérdida <strong>de</strong><br />

los animales por esta causa, expropiaciones obligatorias, disminución en algunos avalúos, y agrega:<br />

“¿Cómo podía remediar el daño <strong>de</strong> la caña y la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> las cercas y la pérdida <strong>de</strong> los animales,<br />

cuando es notorio que estos perjuicios han sido inevitables por consecuencia <strong>de</strong> la guerra?”<br />

<strong>El</strong> doctor Vasco Madriñán, en su obra comentada, y que en muchas partes es indispensable seguir, trae<br />

datos curiosísimos sobre el reclamo que Carlos <strong>Isaacs</strong>, hermano <strong>de</strong> Jorge, hace sobre algún punto <strong>de</strong>l<br />

testamento <strong>de</strong> su padre. A Carlos le habían regalado sus padrinos un toro y seis novillonas que las <strong>de</strong>jó<br />

en las haciendas <strong>de</strong> su padre, y solicita que se <strong>de</strong>vuelva el ganado con toda su producción <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el año<br />

<strong>de</strong> 1843 hasta el 64. Los testigos alegan lo siguiente:<br />

Un número dado <strong>de</strong> ganado <strong>de</strong> cría se duplica cada cuatro años. De siete reses, importe <strong>de</strong> la donación<br />

hecha en 1843, <strong>de</strong>bieron haber 14 reses en 1847; 28 en 1851; 56 en 1855; 112 en 1859, y 224 en 1863,<br />

las cuales <strong>de</strong>bieron producir hasta 1864 en que estamos, 56 reses más, <strong>de</strong> suerte que el número cabal <strong>de</strong><br />

ganado <strong>de</strong> cría que pertenece a mi po<strong>de</strong>rdante es el <strong>de</strong> 280 reses, y como él en su libelo <strong>de</strong> oposición<br />

<strong>de</strong>mandó el producto total <strong>de</strong> su donación, resulta que su <strong>de</strong>manda es por 280 reses, reclamadas por<br />

acción <strong>de</strong> dominio que le <strong>de</strong>ben ser entregadas. Mas como el ganado que había en la hacienda ha sido<br />

rematado con ella el 20 <strong>de</strong> abril último, <strong>de</strong>be mandársele pagar por el señor Juez la suma <strong>de</strong>l.980 pesos<br />

<strong>de</strong> ley que importan las 280 reses, valuadas como fueron a 11 pesos cada una, y no se diga que eso no<br />

pudo ser, porque el ganado se remató por las dos terceras partes <strong>de</strong>l avalúo.<br />

Es sabido que el rico industrial don Santiago M. E<strong>de</strong>r remató las haciendas <strong>de</strong> La Manuelita y La Rita,


en don<strong>de</strong> está situado hoy el conocido ingenio <strong>de</strong>l primero <strong>de</strong> esos nombres y que es orgullo <strong>de</strong> la<br />

industria colombiana. No tenemos el dato <strong>de</strong> cuánto dio por esas valiosas propieda<strong>de</strong>s, pues apenas<br />

consta en el remate que el señor E<strong>de</strong>r compró dichos bienes, con todos sus muebles y accesorios, por<br />

las dos terceras partes <strong>de</strong> la cantidad a que ascien<strong>de</strong>n los bienes inventariados y avaluados en dicho<br />

concurso.<br />

Jorge <strong>Isaacs</strong>, como se vio, habíase instalado en Bogotá, en don<strong>de</strong> estaría buscando manera <strong>de</strong>corosa <strong>de</strong><br />

vivir a la sombra <strong>de</strong> sus recuerdos dolorosos, para ver <strong>de</strong> olvidarlos un poco, ya que su alma sufría<br />

todas las angustias <strong>de</strong> la pobreza y talvez <strong>de</strong>l <strong>de</strong>samparo. Más nunca se podía <strong>de</strong>scuidar <strong>de</strong> sus negocios<br />

y sus pleitos. Estaba en comunicación constante con su madre y algunos <strong>de</strong> sus hermanos,<br />

especialmente con Lisímaco, quien lo hubo reemplazado en la administración <strong>de</strong> las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la<br />

familia. Como el mismo señor E<strong>de</strong>r propuso pleito por el incumplimiento <strong>de</strong> algunas cláusulas,<br />

seguramente que Jorge estaría asesorándose <strong>de</strong> abogados competentes en la capital, con el fin <strong>de</strong><br />

salvaguardar en parte sus <strong>de</strong>rechos y ayudar a la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> sus intereses. Esta, y no otra, como lo dicen<br />

personas mal informadas, fue la causa para que él se acercara un día <strong>de</strong> 1864 a la oficina judicial <strong>de</strong><br />

José María Vergara y Vergara, quien por esa época estaba asociado al doctor Aníbal Galindo, el fogoso<br />

parlamentario, autor <strong>de</strong> Las batallas <strong>de</strong>cisivas <strong>de</strong> la Libertad.<br />

***<br />

<strong>El</strong> interrogatorio que el apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> don Pedro José Piedrahita pidió a varios testigos para que<br />

<strong>de</strong>clarasen ante el Juez <strong>de</strong> Palmira sobre los pastos que en otro capítulo expusimos <strong>de</strong>bería surtir sus<br />

efectos judiciales, aumentados por la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> don Santiago M. E<strong>de</strong>r por la no entrega <strong>de</strong> unas<br />

cuantas cargas <strong>de</strong> caña, como rematador <strong>de</strong> algunas haciendas <strong>de</strong> propiedad <strong>de</strong> don Jorge Enrique. Mas<br />

como “la ausencia involuntaria <strong>de</strong>l sujeto a quien la señora Ferrer <strong>de</strong> <strong>Isaacs</strong> encargó la administración<br />

<strong>de</strong> los bienes” tendría necesariamente que pesar sobre el poeta <strong>de</strong> Río Moro, en su honor y contra sus<br />

intereses, éste tuvo que asesorarse <strong>de</strong> abogados <strong>de</strong> nota en la capital <strong>de</strong> la República, y <strong>de</strong> allí que, hasta<br />

por afinida<strong>de</strong>s políticas entonces, y, sobre todo, por la fama <strong>de</strong> la inteligencia <strong>de</strong> la firma asociada <strong>de</strong><br />

abogados <strong>de</strong> Vergara y Vergara, Jorge <strong>Isaacs</strong> buscó los oficios <strong>de</strong>l gran crítico <strong>de</strong> la literatura, y <strong>de</strong><br />

Galindo, aunque éste <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as contrarias.<br />

Y así fue: en abril <strong>de</strong> 1864 presentóse el caucano ante dicha oficina para pedir consejo abogadil que lo<br />

guiara en las tremendas circunstancias en que se encontraba. Informóles minuciosamente <strong>de</strong> lo


indispensable, para que ellos pudieran tomar su <strong>de</strong>fensa, y, en esta forma, presentóse el pobre<br />

interrogado ante el Juez 29 <strong>de</strong>l Circuito <strong>de</strong> Bogotá, y <strong>de</strong>mostró en toda forma: que los dineros que<br />

había tomado en préstamo no los había dilapidado, sino que los empleó en las mejoras respectivas <strong>de</strong><br />

las haciendas venidas a menos por causa <strong>de</strong> la revolución <strong>de</strong>l 61. La <strong>de</strong>manda no paró allí, sino que los<br />

abogados <strong>de</strong> Piedrahita siguieron su ataque inmisericor<strong>de</strong> contra el <strong>de</strong>udor fallido, y hasta procuraron<br />

<strong>de</strong>sviar la causa por los terrenos <strong>de</strong>l procedimiento criminal, creyéndolo doloso al comportamiento.<br />

<strong>El</strong> autor <strong>de</strong> Versos en Borrador quedó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio maravillado <strong>de</strong>l talento <strong>de</strong> su nuevo cliente, <strong>de</strong><br />

su manera <strong>de</strong> expresarse, y por la <strong>de</strong>fensa que se hizo para <strong>de</strong>mostrar que él no podía ser culpable. <strong>El</strong><br />

hombre <strong>de</strong> genio comprendió inmediatamente al futuro genial novelista y le cobró la estimación <strong>de</strong>bida<br />

a su talento. Como el abogado tenía familiares en el Valle, y al preguntar por algunos conocidos<br />

literatos, <strong>Isaacs</strong>, exaltado en su entusiasmo, habló con admirable conocimiento <strong>de</strong> los altos valores <strong>de</strong><br />

su tierra, sobre todo <strong>de</strong> los poetas y escritores literarios. Dejaba, por lo tanto, ver, a través <strong>de</strong> sus<br />

palabras, que él era también uno <strong>de</strong> los iniciados, un poeta y escritor que tenía, por consiguiente, que<br />

recorrer el camino <strong>de</strong> víacrucis <strong>de</strong> los pobres intelectuales, sometidos a la prueba <strong>de</strong>l fuego <strong>de</strong> la<br />

envidia, <strong>de</strong> la diatriba y la calumnia. <strong>El</strong> era también uno <strong>de</strong> los pre<strong>de</strong>stinados <strong>de</strong> la gloria, que no se la<br />

consigue sino <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber atravesado todo el calvario <strong>de</strong> espinas <strong>de</strong> la mediocridad y <strong>de</strong> la<br />

insolencia <strong>de</strong> los ignorantes, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> los egoísmos tradicionales <strong>de</strong>l medio ambiente provinciano,<br />

contra quienes preten<strong>de</strong>n tener el pecado maravilloso <strong>de</strong> ser los hombres superiores.<br />

Cuantos han escrito sobre <strong>Isaacs</strong>, obligatoriamente han tenido que recordar la amistad con Vergara y<br />

Vergara, porque fue indudablemente el comienzo <strong>de</strong> su gloria, aunque cuando le conoció no pensaba<br />

siquiera secarse el reguero <strong>de</strong> lágrimas que el cliente caleño había <strong>de</strong>jado en su camino y sobre todo en<br />

su sagrado hogar, en don<strong>de</strong> faltaba el pan <strong>de</strong> cada día, que se había dado ayer, pero que no era seguro<br />

en el mañana. <strong>El</strong> noble amigo pregunta a su cliente si él también era poeta, ya que en el Valle la poesía<br />

es flor natural que crece espontáneamente, ya que su cielo divino y su suelo encantado son fuente<br />

constante <strong>de</strong> inspiración. <strong>Isaacs</strong> hablaba con el poeta protector <strong>de</strong> los iniciados. Sabía que sus palabras<br />

no caerían en erial, y <strong>de</strong> allí que, con la emoción provinciana que aún tiene el milagro <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r<br />

rosas en las mejillas tostadas por el sol, contestóle que no sólo se había atrevido a escribir algunos<br />

versos, sino que ya tenía un libro <strong>de</strong> poemas. Vergara, en algunas <strong>de</strong> esas sesiones ordinarias <strong>de</strong> la<br />

tertulia, por motivos judiciales, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mostrar cuentas y argumentos, reposaba <strong>de</strong>l tema para pasar<br />

a otros <strong>de</strong> la mayor predilección <strong>de</strong> ambos. Y naturalmente el novel poeta leyó le algunas<br />

composiciones que admiraron al famoso crítico que tenía el alma <strong>de</strong>masiado transparente y noble, con


sus bellas cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mecenas <strong>de</strong> los más <strong>de</strong>sinteresados. Cómo <strong>de</strong>searía entrar el joven literato en<br />

ciertas intimida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l grupo que Vergara estaba capitaneando en Bogotá con el nombre <strong>de</strong> “<strong>El</strong><br />

Mosaico”, nombre para aquél extraño, pero que al explicarle el maestro, se veía que sí tenía su<br />

fundamento, puesto que era una reunión <strong>de</strong> disímiles temperamentos, <strong>de</strong> diferentes i<strong>de</strong>as políticas y<br />

orientaciones culturales, pero todos ligados por un mismo i<strong>de</strong>al: el <strong>de</strong> hacer patria gran<strong>de</strong> con el talento<br />

<strong>de</strong> sus miembros, sobre la base <strong>de</strong> nuevas obras que <strong>de</strong>berían perdurar en el tiempo y en el espacio.<br />

Vergara explicó <strong>de</strong>tenidamente la fundación <strong>de</strong> la revista, tal como lo hemos diseñado en otra parte,<br />

hasta que la revolución <strong>de</strong>l sesenta terminó con ella, y su nuevo período <strong>de</strong> comienzos <strong>de</strong> ese mismo<br />

año, en que la publicación se mejoraba en cada número, y, sobre todo, que se había formado a<strong>de</strong>más<br />

ese mismo grupo literario para sesionar semanalmente en cada una <strong>de</strong> las casas <strong>de</strong> los socios, en forma<br />

rotatoria. Vergara contó con <strong>de</strong>talles la felicidad <strong>de</strong> las reuniones, el arte que allí se <strong>de</strong>splegaba, el<br />

ingenio <strong>de</strong>rrochado a manos llenas, ya <strong>de</strong> Carrasquilla, ora <strong>de</strong> Marroquín, y proseguía ese <strong>de</strong>sfile<br />

admirable <strong>de</strong> talentos que formaron época en la república y que tenía el privilegio <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir talentos<br />

nuevos para gloria <strong>de</strong> la patria. Todos los contertulios <strong>de</strong> “<strong>El</strong> Mosaico” fueron analizados en justeza por<br />

el protector, mientras que el joven caucano, <strong>de</strong> veintisiete años <strong>de</strong> edad, creía, como un espejismo <strong>de</strong> su<br />

ilusión fascinante, estar junto al maestro, pero su cariño y su ilusión llegaron a la cumbre cuando el<br />

maestro <strong>de</strong> los maestros <strong>de</strong> la literatura colombiana díjole que próximamente, en esos días <strong>de</strong> mayo<br />

sería presentado oficialmente a la tertulia santafereña.<br />

José María Vergara y Vergara se había olvidado <strong>de</strong> un inci<strong>de</strong>nte muy relacionado con <strong>Isaacs</strong>. Por una<br />

coinci<strong>de</strong>ncia, cierto señor N. Hurtado, según apunta Rivera y Garrido, meses antes <strong>de</strong> presentarse el<br />

nuevo cliente a su oficina, llegóse ante el crítico y le mostró unos versos intitulados Río Moro,<br />

firmados por un <strong>de</strong>sconocido poeta caucano. Los leyó con avi<strong>de</strong>z y los encontró magníficos, ya que su<br />

honda inspiración oriental, la música <strong>de</strong> sus versos, el ritmo interior <strong>de</strong> sus palabras y los profundos<br />

conceptos <strong>de</strong>l poema, indicaban que el autor era un gran poeta. Vergara <strong>de</strong>jó abandonado el periódico<br />

provinciano, pero se le quedó en la memoria la primera estrofa que, por otra parte, <strong>de</strong>mostraba toda ella<br />

un verda<strong>de</strong>ro conocimiento <strong>de</strong> la métrica, con la a<strong>de</strong>hala <strong>de</strong> que el autor era un pequeño revolucionario<br />

<strong>de</strong> la estrofa, ya que había hecho cambios sustanciales en lo que se llama octava real, que en el canto<br />

queríase imitar, ya que en lugar <strong>de</strong> la forma aconsonantada usual en estos casos, el poeta nuevo<br />

empleaba asonantes y terminaba con un pareado. Llamóle la atención este pequeño atrevimiento, que<br />

no era ciertamente válvula <strong>de</strong> escape <strong>de</strong> la ignorancia como les suce<strong>de</strong> a muchos malos poetas que por


no po<strong>de</strong>r cumplir con severas reglas, se <strong>de</strong>dican a violadas, y en esta forma proclaman una innovación<br />

que los fulleros <strong>de</strong> la crítica dicen que es genial. Vergara sabía, pues, <strong>de</strong> memoria la primera estrofa<br />

que dice:<br />

Tu incesante rumor vine escuchando<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cumbre <strong>de</strong> lejana sierra;<br />

los ecos <strong>de</strong> los montes repetían<br />

tu trueno en sus recónditas cavernas.<br />

Juzgué por ellos tu raudal, fingíme<br />

tras vaporoso velo tu belleza,<br />

y, ya sobre tu espuma suspendido,<br />

gozo mi voz ahogar en tu bramido.<br />

<strong>El</strong> autor <strong>de</strong> Impresiones y Recuerdos, al comentar este pasaje, cuenta la emoción <strong>de</strong> Vergara en esta<br />

forma:<br />

—¿Quién es, ¡por Cristo! —dijo sorprendido a la persona que le mostraba aquellos magníficos versos-<br />

quién es el autor <strong>de</strong> una cosa tan bella?<br />

—Jorge <strong>Isaacs</strong>, respondió su interlocutor.<br />

—¿Jorge <strong>Isaacs</strong>?... dijo el señor Vergara, quedándose un momento pensativo: no lo conozco.<br />

—Es un joven caucano, hijo <strong>de</strong>l rico propietario inglés, <strong>de</strong>l mismo nombre, a quien usted <strong>de</strong>bió conocer<br />

en el Valle <strong>de</strong>l Cauca.<br />

—Sí, en efecto, conocí en Palmira a aquel respetable caballero pero no a su hijo… Sea <strong>de</strong> ello lo que<br />

fuere, prosiguió Vergara, agitando con vehemencia el papel que tenía en la mano, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora afirmo a<br />

usted que el nombre <strong>de</strong>l autor <strong>de</strong> estos versos vivirá mucho tiempo en la memoria <strong>de</strong> los amantes <strong>de</strong> la<br />

poesía verda<strong>de</strong>ra: es <strong>de</strong>cir, será célebre.<br />

Vergara había acertado en sus pronósticos: el crítico amable, en la mayor parte <strong>de</strong> los casos, hasta la<br />

exageración había intuido la verdad <strong>de</strong>l genio y alcanzó a columbrar no solamente la imaginación<br />

oriental <strong>de</strong>l poeta nuevo, sino el tesoro <strong>de</strong> su inspiración, qué era capaz <strong>de</strong> mol<strong>de</strong>ar estrofas en ánforas<br />

novedosas, llenas <strong>de</strong> unción encantadora. Creo sinceramente que esta versión, dada por el señor Rivera<br />

y Garrido, es exacta en todas sus partes, ya que fue escrita en el año <strong>de</strong> 1893, cuando vivía <strong>Isaacs</strong>,<br />

quien conoció el estudio <strong>de</strong> su amigo <strong>de</strong> Buga, y hasta, como se sabe positivamente, hízole<br />

posteriormente el homenajeado algunos reparos, como el asunto <strong>de</strong>l triunfo <strong>de</strong>l Colón, cuando la<br />

Bellini representaba la Opera Norma, que se comentará a su tiempo. Es verdad que el autor <strong>de</strong>l elogio<br />

sacó posteriormente una nueva edición con muchas correcciones, expurgándola, como él dice, <strong>de</strong><br />

algunas inexactitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l relato “y <strong>de</strong> no pocos errores <strong>de</strong> redacción”.<br />

Se agregaron también algunos <strong>de</strong>talles que antes no conocía, o que no convenía saberlos en vida <strong>de</strong><br />

<strong>Isaacs</strong>; pero, <strong>de</strong> todos modos, éste aceptó la historia <strong>de</strong> su conocimiento con Vergara y Vergara, <strong>de</strong>


modo que, en esta forma, se <strong>de</strong>svanecen varias leyendas tontas, aun las escritas por plumas<br />

consi<strong>de</strong>radas como magistrales.<br />

En esta forma, el mecenas conoció a su pupilo, ya como cliente al principio, ora como literato, <strong>de</strong> quien<br />

había oído hablar meses antes, pero <strong>de</strong> cuyo nombre habíase olvidado. Al emparentar esos recuerdos, al<br />

saber, por percepción directa, que al autor <strong>de</strong> Río Moro era la misma persona que tenía ante su vista,<br />

Vergara tuvo que sentir la sensación <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>sconocido, que <strong>de</strong> pronto preséntase a nuestra vista, ávida<br />

<strong>de</strong> explorar tesoros ocultos para hacer conocer en cofres. apropiados las gemas <strong>de</strong>scubiertas, sobre<br />

todo, en almas como esas que no sienten la envidia propia <strong>de</strong> los pequeños y <strong>de</strong> los serviles, que hacen<br />

en esta forma, y sin quererlo, el mejor elogio <strong>de</strong> lo que ellos creen ser sus víctimas. Es natural que<br />

Vergara se hubiese mostrado complacido por la amistad que hubo trabado con el cantor <strong>de</strong> Río Moro.<br />

Preguntóle por el motivo <strong>de</strong> su inspiración, ya que aquella corriente patria no figura siquiera en las<br />

geografías, y <strong>de</strong>bía, por lo tanto, haber tenido alguna causa extraña para cantarle en esa forma. <strong>Isaacs</strong><br />

explicó suficientemente el porqué <strong>de</strong> su inspiración, que obe<strong>de</strong>ció a sentimiento especial <strong>de</strong> su alma<br />

que vibró extraordinariamente al ver esa naturaleza tan exótica y distinta al <strong>de</strong> su valle nativo. Era un<br />

sentimiento contrario, que se exaltaba ante la presencia <strong>de</strong> paisajes tan disímiles, como los que él tenía<br />

prendido en la mitad <strong>de</strong> su alma. <strong>El</strong> río Moro corre entre Sonsón y Victoria, por los lados que van al<br />

Magdalena. Es un río indómito y altanero que va a morir al gran río <strong>de</strong> Colombia, en medio <strong>de</strong> gritos<br />

salvajes y airadas protestas. Viene <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la Cordillera Central, cantando unas veces, tranquilo unas<br />

pocas, pero el resto <strong>de</strong> su curso es un arriero <strong>de</strong> espumas y tumultos, un revolucionario en medio <strong>de</strong> las<br />

hondonadas y barrancos, que lanza sus protestas <strong>de</strong> cataratas, <strong>de</strong>sesperado por no po<strong>de</strong>r cantar<br />

victorias. Su rumor vino escuchándolo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la sierra, y sus gritos salvajes repetían los montes <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

sus profundas cavernas. <strong>El</strong> poeta quiso imitarlo, <strong>de</strong> pies sobre una roca, pero su voz se ahogaba entre el<br />

clamor <strong>de</strong> cataclismo <strong>de</strong> su bravía corriente. Talvez en alguna ocasión soñó con él en esa especie <strong>de</strong><br />

trasmigración misteriosa y encontró su sueño hecho realidad.<br />

En sus precipitadas orillas encontró perfumes lejanos <strong>de</strong> su país natal, como él <strong>de</strong>cía <strong>de</strong> su valle, y le<br />

negaron aromas <strong>de</strong> azahares y canelos, que le trajeron recuerdos adorados, que tuvieron la virtud<br />

sagrada <strong>de</strong> obsequiarle unas cuantas lágrimas. Por ello lo encontró furiosamente hermoso, con su<br />

melena <strong>de</strong> espumas que se enredaba en los peñascos.<br />

<strong>El</strong> trágico río respiraba nieblas que se tendían perezosamente en su propio lecho, para ser <strong>de</strong>spués


<strong>de</strong>spedazadas por el viento. <strong>El</strong> río ha recorrido selvas y pueblos en don<strong>de</strong> moran gentes sencillas que<br />

talvez viven más felices que el poeta. Quizás en los pocos remansos <strong>de</strong> sus ondas se bañan las nativas<br />

ondinas y nereidas que vibran <strong>de</strong> amor incomprendido; quién sabe si entre las oqueda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sus<br />

meandros danza el cadáver <strong>de</strong> un hombre sacrificado por los odios; los pescadores quieren encontrar en<br />

su fondo el alimento que su rápida corriente les niega, mas es posible que hasta sus orillas lleguen los<br />

rápidos venados que huyen <strong>de</strong>l cazador audaz. <strong>El</strong> poeta escuchó muchas veces, durante las campañas<br />

<strong>de</strong> Antioquia, mientras tronaba el cañón homicida, el suave trino <strong>de</strong> las aves sin nombre que hablaban<br />

<strong>de</strong> amor y <strong>de</strong> armonías. <strong>El</strong> río es como un viajero. que se dirige hacia la muerte, y el poeta no volverá a<br />

encontrarlo en su camino, porque tendrá que recorrer otros sen<strong>de</strong>ros que llevan al mismo <strong>de</strong>stino,<br />

porque siempre será verdad la copla <strong>de</strong> Jorge Manrique:<br />

Nuestras vidas son los ríos<br />

que van a dar a la mar,<br />

que es el morir...<br />

<strong>El</strong> tiempo pasará sobre su corriente que cambia a cada instante, pero él seguirá en esa transmutación<br />

siendo el mismo, mientras que el poeta, con las ínfulas <strong>de</strong> rey <strong>de</strong> la creación, pasará como una sombra y<br />

apenas quedará <strong>de</strong> él la ceniza y su recuerdo. Si acaso su nombre pudiera ser grabado en el mármol <strong>de</strong><br />

la fama, la ingratitud se encargará <strong>de</strong> borrarlo. <strong>El</strong> extraño canto <strong>de</strong> forma rara y <strong>de</strong> inspiración<br />

profunda, con <strong>de</strong>jos <strong>de</strong> misterio y <strong>de</strong> inspiración bíblica, como aquel salmo recordado <strong>de</strong>l doctor<br />

Gómez Restrepo, Super Fluminem, termina así tan dolorosamente:<br />

Más felices las flores <strong>de</strong> tu orilla<br />

nacen, al aire su perfume exhalan;<br />

marchitas ya se mecen en la espuma;<br />

y mil, más bellas, sus capullos rasgan;<br />

más felices tus ondas, al océano<br />

van a gemir en extranjeras playas;<br />

y yo, con mi ambición, pobre y proscrito,<br />

<strong>de</strong> mi raza infeliz purgo el <strong>de</strong>lito.<br />

***<br />

Vergara volvió a gustar aquel poema profundamente hermoso, admiró nuevamente al autor y<br />

prometióle visitado en su pensión <strong>de</strong> familia en don<strong>de</strong> vivía pobremente, cosa que cumplió esa misma<br />

noche. Allí pudo ver los <strong>de</strong>más versos en borrador <strong>de</strong>l poeta caucano, y se dio cuenta <strong>de</strong> que estaba en<br />

presencia <strong>de</strong> un verda<strong>de</strong>ro hijo <strong>de</strong> Apolo que había pasado inadvertido tanto tiempo; gustó <strong>de</strong> sus<br />

romancillos y romances, lo mismo que <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>más composiciones <strong>de</strong> arte mayor. Leyó sin <strong>de</strong>tenerse


La reina <strong>de</strong>l Campamento, Los Parias, La al<strong>de</strong>ana infiel, La mañana <strong>de</strong>l abuelo, <strong>El</strong> turpial, y todo el<br />

rollo <strong>de</strong> papeles que contenían tantas bellezas, pero nada mejor para su gusto, fuera <strong>de</strong>l Río Moro, que<br />

el romance <strong>El</strong>ena, <strong>de</strong> tan suave sentido picaresco, cuyo escenario tuvo que ser en la propia comarca <strong>de</strong><br />

sus haciendas paternas, como en otro capítulo se explicó. Los ojos pardos, <strong>de</strong>dicado a su esposa, fue<br />

saboreado con especial <strong>de</strong>lectación, por su <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> madrigal. La muerte <strong>de</strong>l sargento conmovió a<br />

Vergara por su sentimiento <strong>de</strong> tristeza y melancolía. Esos do<strong>de</strong>casílabos parecen una marcha guerrera,<br />

en don<strong>de</strong> se oye resonar el tambor <strong>de</strong>l combate en medio <strong>de</strong>l vivac. <strong>El</strong> poeta trazó con su espada el<br />

lugar <strong>de</strong> su huesa y con ramas <strong>de</strong> sauce le formó una cruz.<br />

La una, al alzarse, <strong>de</strong>l bravo guerrero,<br />

tendido en la huesa la frente bañó.<br />

Después... a la viuda faltóle el aliento<br />

y a su hijo en mis brazos volvíle calor.<br />

Tanto gustó a Vergara este cántico hermoso, que solicitó <strong>de</strong>l autor se sirviera <strong>de</strong>dicárselo, como en<br />

efecto lo hizo inmediatamente. Ambos poetas fueron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces íntimos amigos, porque<br />

comulgaban en el mismo i<strong>de</strong>al y tenían el mismo mal <strong>de</strong> poesía que muy pocas veces es emblema <strong>de</strong><br />

ilusiones satisfechas. Esa noche inolvidable para <strong>Isaacs</strong>, era el comienzo <strong>de</strong> su gloria, pero antes<br />

habíale hecho al santafereño confesiones <strong>de</strong> su vida y la <strong>de</strong>silusión por lo que algunos llaman gloria.<br />

Había sufrido tanto, había sido tan maltratado por sus mismos compatriotas, cuantas veces quiso<br />

ofrendar hasta su propia vida en aras <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>al, sin que hubiese encontrado correspon<strong>de</strong>ncia. En su<br />

propio valle no hubo encontrado personas que le comprendieran, ni que aplaudieran sus estrofas, en<br />

don<strong>de</strong> estaba metida el alma como la perla en su concha. En otros lares sí estaba el amigo dilecto lleno<br />

<strong>de</strong> emoción por su estro magnífico, en cuyos cantos se apreciaba el paisaje interior <strong>de</strong>l espíritu<br />

inconforme, que busca salidas al exterior en forma <strong>de</strong> armonías verbales. <strong>Isaacs</strong> miraba sus versos<br />

como hijos abandonados en medio <strong>de</strong> su intensa soledad, aunque estuviese ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> tantas gentes<br />

incomprensivas, y por ello manifestó al compañero que sus producciones no le traían sino recuerdos<br />

dolorosos, porque en ellos estaba aprisionada su vida <strong>de</strong> antaño, con su juventud clamorosa y sus<br />

felices días.<br />

<strong>Isaacs</strong> <strong>de</strong>spreciaba sus versos, y manifestó <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> quemar esos papeles, a todo lo cual Vergara se<br />

opuso, porque consi<strong>de</strong>ró esa acción como un crimen <strong>de</strong> lesa literatura, y, para evitar el atentado, se<br />

llevó cuidadosamente todos los manuscritos para salvados <strong>de</strong> la <strong>de</strong>strucción. Ya en el calor <strong>de</strong>l hogar<br />

volvió a leerlos con más <strong>de</strong>tenimiento, pudo conocer mejor la calidad <strong>de</strong> los poemas, y por ello resolvió<br />

que en una sesión <strong>de</strong> “<strong>El</strong> Mosaico” se leyeran esos poemas en borrador, para que los socios pudiesen<br />

admirar la calidad <strong>de</strong>l nuevo poeta, que venía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las privilegiadas tierras caucanas a conquistar el


corazón <strong>de</strong> Bogotá en las personas <strong>de</strong> los más distinguidos hijos <strong>de</strong> las letras y las musas. Cuando esta<br />

noticia la comunicó, <strong>Isaacs</strong> no cabía <strong>de</strong>l gusto, puesto que se presentaba una ocasión soñada para<br />

conocer <strong>de</strong> cerca a tan ilustres personajes, y el provinciano temblaba <strong>de</strong> emoción natural al pensar que<br />

muy pronto podría ser <strong>de</strong> los contertulios <strong>de</strong> la más alta entidad cultural que haya tenido el país en<br />

aquel siglo <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ras luces. Por fin llegó el día <strong>de</strong>seado. Era una <strong>de</strong> las últimas noches <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong><br />

1864. La reunión era en casa <strong>de</strong> don José María Samper. Trece ilustres intelectuales más llenaban esa<br />

noche el cenáculo literario: José Manuel Marroquín, Ricardo Carrasquilla, Aníbal Galindo, José María<br />

Vergara y Vergara, Manuel Pombo, Ezequiel Uricoechea, Próspero Pereira Gamba, Diego Fallon, José<br />

María Quijano Otero, Rafael Samper, Teodoro Valenzuela, Ricardo Becerra y Salvador Camacho<br />

Roldán. Entre éstos, había algunos a quienes <strong>Isaacs</strong> conocía apenas, pero tuvo la oportunidad <strong>de</strong><br />

informarse sobre sus diversas activida<strong>de</strong>s, ya que como inteligente conservador que era, tenía<br />

necesidad <strong>de</strong> saber quiénes eran los amigos a quienes iba a conocer tan <strong>de</strong> cerca, y por ello supo que<br />

Aníbal Galindo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> abogado <strong>de</strong> nota, era un notable internacionalista que espigaba con<br />

provecho en campos <strong>de</strong> la política, <strong>de</strong> la economía y la sociología, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> que era el autor <strong>de</strong><br />

Batallas <strong>de</strong>cisivas <strong>de</strong> la libertad; don Salvador Camacho Roldán, el “académico sin diploma”, según<br />

conocida expresión <strong>de</strong> don Rafael Pombo; apenas sabía <strong>de</strong> él que prologó el libro <strong>de</strong> versos <strong>de</strong><br />

Gregorio Gutiérrez González, su amigo que conoció en Sonsón, autor <strong>de</strong> Escritos varios, y quien más<br />

tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía escribir sus célebres Memorias, conoció sus actuaciones políticas y supo <strong>de</strong> la insinuación<br />

terminante que dio al General Mosquera, el revolucionario vencedor, para que convocara cuanto antes<br />

una convención, para dar a sus actos cierto carácter <strong>de</strong> legalidad, lo que así se hizo en Ríonegro en<br />

1863; Ricardo Becerra era un político eminente y escritor atildado, autor, entre otras obras, <strong>de</strong> Ensayo<br />

crítico <strong>de</strong> la responsabilidad atribuida a Bolívar en el asesinato <strong>de</strong> Monteagudo y muerte <strong>de</strong> Sánchez<br />

Carrión , Vida <strong>de</strong> Francisco Miranda, y tantos trabajos más <strong>de</strong> auténtico mérito; Próspero Pereira<br />

Gamba, colaborador <strong>de</strong> <strong>El</strong> Albor Literario, fundado por él en compañía <strong>de</strong> Rojas Garrido, Lázaro María<br />

Pérez y otros ingenios superiores. Allí publicó su admirada leyenda Ángel Ley y el estudio histórico<br />

sobre La Invasión <strong>de</strong> Ibagué en 1605, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> que había cultivado la poesía con <strong>de</strong>licado<br />

sentimiento. Era hermano <strong>de</strong> Benjamín Pereira Gamba, uno <strong>de</strong> los fundadores y socios <strong>de</strong>l Liceo<br />

Granadino, que estuvo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1856 bajo la experta dirección <strong>de</strong> don José Joaquín Ortiz, cuyos<br />

principios fundamentales eran “regularizar el estudio <strong>de</strong> las ciencias, la literatura y las bellas artes, y<br />

abrir un torneo permanente a los esfuerzos <strong>de</strong>l genio, en honra <strong>de</strong>l país y provecho para los mismos<br />

asociados”. La figura <strong>de</strong> este ilustre hombre público está relevada por su actuación en el Paraguay, en<br />

don<strong>de</strong> fue consi<strong>de</strong>rado como hijo dilecto <strong>de</strong> esa tierra <strong>de</strong> héroes, hasta el punto que se dice<br />

positivamente que por él y en vista <strong>de</strong> los altos servicios que prestó a aquella república oriental, hay un


artículo constitucional que facilita a los colombianos la adquisición <strong>de</strong> esa nacionalidad. Fue también<br />

hermano <strong>de</strong>l ilustre sabio doctor Fortunato Pereira Gamba, el primer Rector <strong>de</strong> la Facultad <strong>de</strong><br />

Ingeniería <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Nariño, que empezó a funcionar por pocos años, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la fundación <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>partamento en 1904. <strong>El</strong> fue uno <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s iniciadores en este <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> la minería en<br />

gran<strong>de</strong> escala, con los trabajos <strong>de</strong> su mina “<strong>El</strong> Porvenir”, y en la ciudad <strong>de</strong> Túquerres se educaron sus<br />

hijos, dos <strong>de</strong> los cuales son monjas <strong>de</strong> la comunidad franciscana, ilustres poetisas orgullo <strong>de</strong> las letras<br />

colombianas: la Madre Celina y la Madre...<br />

Don Diego Fallon, el autor <strong>de</strong> La Luna, que todos se saben <strong>de</strong> memoria, lo mismo que La palma <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sierto y Las rocas <strong>de</strong> Suesca, andaba con todos los aires <strong>de</strong> la popularidad, en medio <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>spreocupación tradicional y sus olvidos que hacían época, según lo relata su amigo íntimo en su<br />

semblanza, el doctor José Joaquín Casas, cuya pérdida irreparable puso <strong>de</strong> luto a las letras<br />

colombianas; Rafael Samper, escritor <strong>de</strong> renombre, que llevaba con dignidad su apellido <strong>de</strong> escritor;<br />

José María Quijano Otero, periodista famoso, historiador <strong>de</strong> nota, como lo prueba su historia <strong>de</strong><br />

Colombia, aunque él la <strong>de</strong>jó sólo en compendio. <strong>El</strong> doctor Otero Muñoz dice que escribió a<strong>de</strong>más<br />

Biografía <strong>de</strong>l general José María Ortega Nariño, Un coronel <strong>de</strong> milicias, <strong>El</strong> monumento <strong>de</strong> los<br />

mártires, ¡Tierra, tierra!, Los Gutiérrez, Memoria sobre límites con el Imperio <strong>de</strong>l Brasil, y muchas<br />

narraciones sueltas. Don Teodoro Valenzuela, ilustre patricio <strong>de</strong> exaltadas i<strong>de</strong>as liberales, paisano <strong>de</strong><br />

<strong>Isaacs</strong>, porque nació en Buga, bajo el mismo cielo azul <strong>de</strong>l Valle, autor <strong>de</strong> escritos políticos <strong>de</strong><br />

renombre, periodista <strong>de</strong> combate e íntimo amigo <strong>de</strong> Mosquera, a quien el poeta combatió durante la<br />

revolución anterior, por lo cual el neófito tenía sus recelos <strong>de</strong> encontrarse frente a frente.<br />

A muy pocos <strong>de</strong> ellos conocía personalmente <strong>Isaacs</strong>, pero ya tenía, como es natural, la documentación<br />

necesaria para saber la personalidad <strong>de</strong> los invitados, y, en general, <strong>de</strong> quienes componían el escenario<br />

completo <strong>de</strong> “<strong>El</strong> Mosaico”.<br />

***<br />

Rafael Maya se complace en pintarnos la escena inolvidable <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las últimas noches <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong><br />

1864, en que fue recibido Jorge <strong>Isaacs</strong> en “<strong>El</strong> Mosaico”, esta vez en casa <strong>de</strong> don José María Samper:<br />

Miradlos: capa española, paraguas y sombrero <strong>de</strong> copa. Todo rígidamente oscuro. Tienen aire <strong>de</strong><br />

conjurados y galanteadores. Muchos se parecen al Zorrilla y al Espronceda que figuran en el cuadro <strong>de</strong><br />

“<strong>El</strong> Parnasillo”, pintado por Antonio Gisbert…<br />

es <strong>de</strong> advertir que en esta reunión histórica no figuran ni Guarín, ni Ricardo Silva, ni Eugenio Díaz,<br />

contertulios habituales, que cultivan una literatura pintoresca, a veces casera, pero impregnada <strong>de</strong> color<br />

local, <strong>de</strong> ambiente criollo entre mundana y campesina… En medio <strong>de</strong> esta familia espiritual, tan rica en<br />

talentos, tan variada en disciplinas, tan generosa en entusiasmos, aparece <strong>Isaacs</strong>. Tiene un poco más <strong>de</strong><br />

veinte años.


Lee unos cuantos versos olorosos a su provincia nativa, algunos romances montañeses, unos pocos<br />

poemas <strong>de</strong> amor. Eso basta para cautivar al auditorio. Estallan las palmas, y el futuro autor <strong>de</strong> María se<br />

abraza <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces a esa cruz <strong>de</strong> expiación y <strong>de</strong> honor en que vendrá a convertirse su <strong>de</strong>stino<br />

espiritual. Quizás entonces, y envuelto en la primera ráfaga <strong>de</strong> gloria, escuchó el aleteo <strong>de</strong>l ave oscura,<br />

que atravesando más tar<strong>de</strong> con vuelo fatídico su poema, caerá muerta sobre el sepulcro <strong>de</strong> María, para<br />

trocarse en la alondra jubilosa que canta la juventud eterna <strong>de</strong>l amor y <strong>de</strong>l genio.<br />

Efectivamente, el salón principal <strong>de</strong> la casona solariega <strong>de</strong> don José María Samper, <strong>de</strong>corado con el<br />

artístico gusto <strong>de</strong> doña Soledad, su esposa, estaba <strong>de</strong> fiesta familiar, porque los contertulios así eran<br />

consi<strong>de</strong>rados siempre, mas en este caso, llegaba un huésped extraño al Mosaico, y había especiales<br />

adornos <strong>de</strong> jarrones plenos <strong>de</strong> flores, can<strong>de</strong>labros <strong>de</strong> cobre bruñido <strong>de</strong> tres brazos, arañas <strong>de</strong> bronce que<br />

con ligero viento se balanceaban haciendo danzar también las sombras como en linternas mágicas <strong>de</strong><br />

niños; se multiplicaban discretamente las lámparas <strong>de</strong> kerosén; los retratos antiguos y los daguerrotipos<br />

adornaban el severo salón señorial, mientras que por los lados <strong>de</strong> la cocina se sentía agitación cocineril,<br />

para preparar la colación nocturna a base <strong>de</strong> chocolate santafereño, en la forma como lo sabían preparar<br />

en el hogar <strong>de</strong>l mecenas literario. Los catorce literatos fueron presentados al poeta caucano, quien,<br />

visiblemente emocionado, se hallaba como un muchacho tímido <strong>de</strong> escuela, y la emoción no le <strong>de</strong>jaba<br />

hablar con toda la libertad que hubiera querido, para no quedar malo no dar mala impresión, como él<br />

<strong>de</strong>cía en carta inolvidable.<br />

Entre ellos se <strong>de</strong>stacaba por su severidad, arisca para el poeta, don Teodoro Valenzuela, paisano <strong>de</strong><br />

<strong>Isaacs</strong>, por ser nativo <strong>de</strong> Buga, la señorial ciudad <strong>de</strong>l Valle. Pero era <strong>de</strong> odios reconcentrados, <strong>de</strong><br />

aferrado liberalismo, <strong>de</strong> profundas convicciones. La manera <strong>de</strong> exten<strong>de</strong>r la mano al poeta fue casi<br />

hostil, y esto preocupaba más en recogimiento natural. <strong>El</strong> ilustre político, para disimular su enfado,<br />

envuelto en el velo <strong>de</strong> su exquisita diplomacia, se complacía en hojear la Biografía Colombiana, <strong>de</strong> don<br />

Isidoro Laver<strong>de</strong> Amaya, y parecía preocuparse poco <strong>de</strong>l invitado <strong>de</strong> honor, ya que recordaba al militar<br />

conservador <strong>de</strong> la campaña contra Mosquera en 1860 y 61, aban<strong>de</strong>rado <strong>de</strong>l Batallón Torres, bajo las<br />

ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Braulio Henao, como se ha dicho en otros capítulos. <strong>El</strong> liberal <strong>de</strong> izquierda <strong>de</strong> la talla <strong>de</strong><br />

Valenzuela no podía perdonar la altiva actuación <strong>de</strong> <strong>Isaacs</strong> en esa revolución, mucho más teniendo en<br />

cuenta que había salido triunfante, y el vencido estaba por lo tanto en grave situación. Pero el milagro<br />

se iba a hacer pronto, gracias al talento <strong>de</strong>l oyente y a los versos <strong>de</strong>l lector emocionado. Don José<br />

María Samper, dueño <strong>de</strong> la casa en don<strong>de</strong> se hacía la sesión, a las nueve <strong>de</strong> la noche, manifestó a sus<br />

invitados que <strong>Isaacs</strong> leería inmediatamente algunas <strong>de</strong> sus composiciones, <strong>de</strong> que había hablado con<br />

tanto entusiasmo el señor Vergara. Luciano Rivera y Garrido dice que <strong>Isaacs</strong> era en esa época un joven<br />

<strong>de</strong> veintiocho años, poco más o menos,


<strong>de</strong>lgado, esbelto, <strong>de</strong> estatura regular y bien proporcionada. Como todos los hombres que han habitado<br />

por largo tiempo en las orillas <strong>de</strong>l mar o en los valles extensos, al andar, llevaba siempre la cabeza<br />

erguida, acostumbrado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la niñez a dominar con la mirada los horizontes lejanos. En sus labios, <strong>de</strong><br />

acentuados rasgos, que sombreaba un espeso bigote negro peinado hacia abajo, se dibujaba cierto<br />

pliegue <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñoso no exento <strong>de</strong> bondad, que era en él indicio <strong>de</strong> altivez <strong>de</strong> raza y formaba característico<br />

contraste con la animadísima expresión <strong>de</strong> los ojos, velados en días <strong>de</strong> excesiva luz por espejuelos <strong>de</strong><br />

cristal azul. La frente levantada, amplia, redonda y <strong>de</strong> líneas correctas; bien hecha la nariz, <strong>de</strong>spojadas <strong>de</strong><br />

vello las mejillas, y éstas más bien enjutas que abultadas; y el aire general <strong>de</strong> la fisonomía, seductor y<br />

atrayente como el <strong>de</strong> todos los hombres jóvenes <strong>de</strong> prosapia semítica.<br />

Jorge <strong>Isaacs</strong> recorría disimuladamente con la mirada a sus nuevos compañeros, para encontrar en ellos<br />

un aire <strong>de</strong> conmiseración ante sus profundas emociones; su timi<strong>de</strong>z era invencible, la pálida serenidad<br />

<strong>de</strong> su rostro estaba matizada con sonrojos <strong>de</strong> pudor, como una niña. Le temblaba la voz al contestar<br />

alguna pregunta relacionada con sus versos; él, <strong>de</strong> suyo fogoso en su vida <strong>de</strong> soldado, era una<br />

“cuncuna”, como <strong>de</strong>cía él <strong>de</strong> su novia Felisa, la <strong>de</strong> los “Ojos pardos”; sabía que <strong>de</strong> la manera <strong>de</strong> leer<br />

<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ría el éxito o el fracaso <strong>de</strong> su obra; recordaba a Cicerón en su tratado De oratote, que<br />

cada pasión; cada afecto, tiene su lenguaje natural; todos los sonidos <strong>de</strong> voz respon<strong>de</strong>n como las cuerdas<br />

<strong>de</strong> un instrumento a la pasión que las toca o hace vibrar. La voz <strong>de</strong>be ser como la lira en manos <strong>de</strong>l<br />

músico y <strong>de</strong>be estar lista a dar sonidos agudos o graves, precipitados o lentos, y entre cada uno <strong>de</strong> esos<br />

extremos se dan todavía, otros sonidos intermedios. De ahí proce<strong>de</strong>n las distintas modulaciones vivas o<br />

mo<strong>de</strong>radas, tenues o huecas. Todas estas escalas <strong>de</strong> inflexiones <strong>de</strong> voz <strong>de</strong>ben ser recorridas con arte y<br />

método. Sirven para la variedad, y están a la disposición <strong>de</strong>l lector u orador, como los colores en la<br />

paleta <strong>de</strong>l pintor.<br />

<strong>El</strong> mismo autor <strong>de</strong>cía en otra parte: “Las bellezas <strong>de</strong>l estilo están en razón directa <strong>de</strong> lo que las haga<br />

valer la <strong>de</strong>clamación”. <strong>El</strong> señor Rivera y Garrido, en su obra citada, <strong>de</strong>cía sobre el particular:<br />

<strong>Isaacs</strong> leía con propiedad cualquier escrito; sus trabajos, <strong>de</strong> una manera admirable. Mo<strong>de</strong>laba la voz<br />

como conviene; comunicaba a la palabra escrita la vida que <strong>de</strong>be prestarle la fuerza <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as;<br />

expresaba con acierto la pasión; animaba la frase con el calor <strong>de</strong>l sentimiento, y poseía como nadie el<br />

secreto <strong>de</strong>l cambio <strong>de</strong> las inflexiones, que es como el centro sobre el cual gravitan todos los recursos <strong>de</strong><br />

que un buen lector se sirve para obtener el efecto ambicionado. Leer bien es una <strong>de</strong> las cosas más<br />

difíciles <strong>de</strong> la vida. Leer bien es un arte, como ha dicho Legouvé; es casi una ciencia.<br />

Y Jorge <strong>Isaacs</strong> empezó la lectura <strong>de</strong> sus versos con La muerte <strong>de</strong>l Sargento.<br />

***<br />

No en vano me <strong>de</strong>tuve a analizar la importancia <strong>de</strong> la lectura y la <strong>de</strong>clamación, como lo hice<br />

anteriormente, ya que la habilidad reconocida <strong>de</strong> nuestro poeta era notoria en toda su vida,<br />

especialmente en la esplendi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su juventud, sobre la cual tanto Maya como Rivera difieren, sobre<br />

todo el primero, ya que dice, en el párrafo trascrito antes, que el poeta en aquel tiempo “tenía un poco<br />

más <strong>de</strong> veinte años”, mientras que el segundo dice que tenía veintiocho, cuando en realidad tenía<br />

precisamente veintisiete, datos que al parecer no tienen importancia, pero que se relacionan con la


equivocada cronología <strong>de</strong>l mismo autor <strong>de</strong> Saulo.<br />

<strong>El</strong> autor empezó a leer con timi<strong>de</strong>z en aquel areópago <strong>de</strong> tanta distinción; su voz temblaba en la<br />

garganta. Don Teodoro Valenzuela, en el fondo, estaba contento <strong>de</strong> que el neófito fuese en los poemas<br />

la cervatilla huidiza y no el guerrero heroico que tan malos ratos habíale dado a su partido.<br />

En el fondo quería para él un fracaso rotundo, ya que sus pasiones no daban tregua a otra mejor<br />

consi<strong>de</strong>ración en esos momentos <strong>de</strong> prueba.<br />

¡Huyeron! ¡Victoria! ¡Jinetes, a ellos!<br />

Cruzad la llanura que falta ya el sol.<br />

¡Volad! Quien al jefe me dé prisionero<br />

la espada que empuño tendrá en galardón.<br />

<strong>El</strong> señor Valenzuela, un tanto mal humorado, y por no haber entendido por la voz incompleta <strong>de</strong>l<br />

recitador el verda<strong>de</strong>ro sentido <strong>de</strong> la estrofa, manifestó con, cierta ironía que la repitiera. Y entonces<br />

sucedió el milagro. Las dificulta<strong>de</strong>s suelen ser la prueba <strong>de</strong> los corazones bien templados; los<br />

mediocres y cobar<strong>de</strong>s se amilanan y quedan tendidos en el campo, mientras que las almas <strong>de</strong> espíritu<br />

acerado recobran las perdidas fuerzas y se les presenta la oportunidad <strong>de</strong> lucir sus cualida<strong>de</strong>s, que<br />

pudieran estar a veces adormecidas, pero que siempre respon<strong>de</strong>n, como las cuerdas <strong>de</strong>l arpa cantadas<br />

por Bécquer, al impulso <strong>de</strong> quien sepa <strong>de</strong>spertar sus armonías latentes. Y éste fue el “caso” <strong>de</strong> <strong>Isaacs</strong>.<br />

<strong>El</strong> futuro tribuno, el poeta excelso que sabía el arte <strong>de</strong> la <strong>de</strong>clamación y que comprendió que se estaba<br />

jugando una carta <strong>de</strong>finitiva en su existencia, recobró toda su personalidad, se serenó su espíritu<br />

inconforme y empezó la verda<strong>de</strong>ra lectura <strong>de</strong> sus versos. La segunda estrofa, tan característica <strong>de</strong> la<br />

inspiración pindárica, acomodaba su pensamiento a la acción, y su voz tenía todas las modalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

pensamiento. De allí que se oía el rumor <strong>de</strong> la carrera sobre la llanura, el sonido <strong>de</strong>l clarín, el combate,<br />

el choque <strong>de</strong> las armas, los ayes <strong>de</strong>l vencido:<br />

Partieron veloces. <strong>El</strong> llano retumba...<br />

Ya se oye lejana la voz <strong>de</strong>l clarín.<br />

Resisten. Combaten... Las armas relumbran,<br />

La nube <strong>de</strong> polvo los vuelve a cubrir.<br />

Cuando terminó la última estrofa <strong>de</strong>l poema, los “<strong>mosaico</strong>s” guardaron un respetuoso silencio, pero no<br />

hubo ningún aplauso, lo cual no fue interpretado por mala voluntad, sino por una especie <strong>de</strong> tácita<br />

admiración. Inmediatamente, y ya dueño perfectamente <strong>de</strong> sí, continuó con La mañana <strong>de</strong>l abuelo:<br />

Feliz quien ve las horas<br />

<strong>de</strong> su vejez tranquila,


pasar acariciando<br />

su prole ben<strong>de</strong>cida;<br />

quien al campo nativo<br />

do el lento buey aún guía,<br />

pise a un césped tan sólo<br />

que cubra sus cenizas.<br />

<strong>El</strong> romance heptasílabo se <strong>de</strong>sliza con su rítmico acento <strong>de</strong> hemistiquios <strong>de</strong> tropélicos alejandrinos, al<br />

estilo <strong>de</strong> los corceles <strong>de</strong> Zorrilla. <strong>El</strong> anciano poeta, sentado sobre un tronco, mira pasar por su espíritu<br />

el fatigado paso <strong>de</strong> sus recuerdos:<br />

Gozosa le acompaña<br />

Su nieta preferida,<br />

Llenando sus vestidos<br />

De azules batatillas.<br />

¡Ay, mira papá, cuántas!<br />

¡azules todas, míra!<br />

Para mamá las tuyas;<br />

Para el altar, las mías.<br />

<strong>El</strong> abuelo preguntóle si rezó por la noche. Respón<strong>de</strong>le, ingenuamente que se quedó dormida en la mitad<br />

<strong>de</strong> un cuento. Continúa preguntando infinidad <strong>de</strong> cosas que el abuelo procura satisfacer la curiosidad<br />

infantil.<br />

<strong>El</strong> venturoso abuelo<br />

estudia con <strong>de</strong>licia<br />

los sueños infantiles<br />

<strong>de</strong> la preciosa niña.<br />

Allí también pasaron<br />

<strong>de</strong> su niñez los días<br />

y pasan los postreros<br />

<strong>de</strong> su vejez tranquila...<br />

Siguen Los ojos pardos, <strong>de</strong>dicados a su esposa Felisa, que abrió su corazón al dulce ensueño <strong>de</strong><br />

realidad venturosa. <strong>El</strong> poeta puso en esta lectura lo mejor <strong>de</strong> su alma, y su voz era una cítara que<br />

producía todos los sonidos que únicamente el arte pue<strong>de</strong> proporcionar. La escala musical, la gama <strong>de</strong><br />

colores espirituales, la profunda emoción <strong>de</strong>l alma, estaban concretadas en el poema.<br />

Un oleaje <strong>de</strong> pasmosa admiración pasó por ese profundo mar <strong>de</strong> emociones <strong>de</strong>l escogido auditorio, y<br />

cada vez mejor impresionado, ponía mayor atención, <strong>de</strong> una manera especial, aquel irónico señor que al<br />

principio estaba hojeando con ánimo prevenido un grueso infolio sobre los literatos colombianos.<br />

<strong>Isaacs</strong> prosiguió leyendo otros poemas <strong>de</strong>l cua<strong>de</strong>rno manuscrito, e hizo <strong>de</strong>sfilar Los Parias, Martilla y<br />

Jacinto, La al<strong>de</strong>ana infiel, La Montañera, <strong>El</strong> Río Nima, tan hondamente sentido en su infancia, cuyas


corrientes limpias refrescaban siempre el tormento <strong>de</strong> su alma; <strong>El</strong> cabo Muñoz, La vuelta <strong>de</strong> la paloma,<br />

Si vienes a mi campo, <strong>El</strong> Gorrión, y muchos otros romances y romancillos <strong>de</strong> pie quebrado. Todas<br />

fueron escuchadas con <strong>de</strong>lectación, pero un velo <strong>de</strong> tristeza pasó por el alma colectiva cuando recitó <strong>El</strong><br />

Turpial:<br />

De vuelta <strong>de</strong> Jamaica<br />

trajo mi padre<br />

un turpial <strong>de</strong> tan lindo<br />

canto y plumaje,<br />

que era la envidia<br />

<strong>de</strong> todos los vecinos,<br />

según lo <strong>de</strong>cían.<br />

Recuerda en seguida al criado Pedro, al mismo a quien veremos citado nuevamente en La Luma en la<br />

Velada. Los <strong>Isaacs</strong> vivían en Cali, pero<br />

A vivir a la hacienda fue mi familia<br />

y su jaula fue adorno <strong>de</strong> nuestra "Rita"...<br />

Vuelve a recordar también que permaneció estudiando en Bogotá, por espacio <strong>de</strong> un lustro:<br />

Del Funza en la ribera<br />

moré cinco años...<br />

Pasaron <strong>de</strong>spués otros años <strong>de</strong> amargura. La hacienda estaba abandonada:<br />

Muchos años ausentes<br />

se me pasaron;<br />

mis padres no habitaban<br />

su bello campo;<br />

su huerto y sotos<br />

estaban sin guardianes y en abandono...<br />

Por fin llegó el poeta, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cruel ausencia, a visitar aquella heredad querida, en medio <strong>de</strong>l<br />

silencio y <strong>de</strong>l olvido. ¡Sus espuelas resonaban lúgubres en los salones <strong>de</strong>siertos, por don<strong>de</strong> vagaba el<br />

ángel <strong>de</strong> la muerte!<br />

Doña Soledad Acosta la dueña <strong>de</strong> casa, no pudo menos <strong>de</strong> enjugarse una lágrima, y el poeta vio que por<br />

todos los semblantes aparecía un velo <strong>de</strong> tristeza, porque aquellas estancias tenían el po<strong>de</strong>r evocador <strong>de</strong><br />

días felices, como lo dice La Divina Comedia en terceto inolvidable, que el Marqués <strong>de</strong> Santillana<br />

parafraseó:


La mayor cuita que haber<br />

pue<strong>de</strong> ningún amador,<br />

es membrarse <strong>de</strong>l placer<br />

en el tiempo <strong>de</strong>l dolor.<br />

Y como en ese momento daban las diez <strong>de</strong> la noche en el sonoro reloj <strong>de</strong>l señorial salón, por<br />

insinuación <strong>de</strong> la ilustre dama pasaron todos al comedor para tomar el chocolate al estilo santafereño.<br />

***<br />

La refección fue agradable en extremo, como solían ser todas las <strong>de</strong> esa tertulia literaria, verda<strong>de</strong>ro<br />

<strong>mosaico</strong> <strong>de</strong> buen gusto, por las diferentes orientaciones políticas y gustos literarios <strong>de</strong> sus socios. Como<br />

era costumbre en esas reuniones, y especialmente a la hora <strong>de</strong>l “chocolate”, se oía piano, se <strong>de</strong>clamaba,<br />

se escuchaba ese rumor <strong>de</strong> abejas áticas dignas <strong>de</strong> los mejores panales <strong>de</strong> cualquier himeto literario,<br />

que “dirigió”, como dice Monseñor Rafael María Carrasquilla, la corriente <strong>de</strong>sbordada <strong>de</strong>l<br />

romanticismo por los cauces <strong>de</strong>l buen gusto; hizo amigos y hermanos, <strong>de</strong> hombres <strong>de</strong> las más<br />

encontradas i<strong>de</strong>as religiosas y políticas; les enseñó prácticamente la virtud cristiana <strong>de</strong> la tolerancia, sin<br />

perjuicio <strong>de</strong> la integridad <strong>de</strong> los principios. Recuérdase que a alguno <strong>de</strong> los socios, talvez el mejor<br />

improvisador <strong>de</strong>l grupo, no se le puso la copa <strong>de</strong> vino reglamentaria, por lo cual todos a cual más le<br />

<strong>de</strong>cían algún chiste <strong>de</strong> buen tono, y como <strong>Isaacs</strong>, entre otras propieda<strong>de</strong>s, tenía la linda <strong>de</strong> “<strong>El</strong> Peñón”,<br />

cerca <strong>de</strong>l río Cali, a inmediaciones <strong>de</strong> la ciudad, se aprovechó la palabra para que, al mismo tiempo que<br />

sirviese <strong>de</strong> recordación involuntaria, fuera también motivo <strong>de</strong> que entrara en los improvisados versos,<br />

escritos rápidamente en una servilleta:<br />

Como la larva en el peñón nacida,<br />

tal la <strong>de</strong>sgracia me persigue así,<br />

que en el festín <strong>de</strong>l goce <strong>de</strong> la vida<br />

no alcanzaron las copas para mí.<br />

Al tornar al salón, nuevamente <strong>Isaacs</strong> dio lectura a otras composiciones, en especial a Río Moro, ya<br />

comentada. Empezó a recitar La reina <strong>de</strong>l campamento:<br />

Oronda como un sargento<br />

que han ascendido a oficial...<br />

Tarcila pasa por en medio <strong>de</strong>l regimiento. Su esbozo oculta a medias, el rostro saleroso. Su camisa<br />

transparente hace ver el nacimiento <strong>de</strong> los senos, y ella, cuando la miran, finge que se arropa, para<br />

<strong>de</strong>scobijarse más. Se multiplican piropos y requiebros, pero ella tiene la virtud <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r más las<br />

ansias <strong>de</strong> los soldados y oficiales sin ofrendar caricias. Cuando se le abocan con audacia, prevalidos<br />

talvez <strong>de</strong> títulos y charreteras,


la puntita <strong>de</strong> la lengüa<br />

enseña con gracia tal,<br />

que si a mor<strong>de</strong>r no provoca,<br />

yo no sé qué es provocar.<br />

Y sigue la. ardiente criolla<br />

volviendo ver hacia atrás,<br />

con ojos que dicen “peca”<br />

y una risa criminal...<br />

Una rápida sonrisa <strong>de</strong> complacencia pasó por todos los semblantes, y hasta estuvieron a punto <strong>de</strong><br />

romper la consigna <strong>de</strong> no aplaudir sino hasta el final <strong>de</strong> la sesión, si es que el poeta merecía el triunfo.<br />

Prosiguió en <strong>El</strong>ena:<br />

En las colinas ver<strong>de</strong>s,<br />

<strong>de</strong>l comarcano río,<br />

pasaba con <strong>El</strong>ena<br />

horas <strong>de</strong> dulce idilio.<br />

En otro lugar comentamos este romance <strong>de</strong> gracia inimitable, por don<strong>de</strong> soplan vientos <strong>de</strong> la más<br />

preciara picaresca <strong>de</strong>l Siglo <strong>de</strong> Oro, digno <strong>de</strong> que hubiese sido firmado por uno <strong>de</strong> esos gloriosos<br />

literatos. Dije en esa ocasión que la acción o argumento <strong>de</strong>l poemita me trajo reminiscencias <strong>de</strong><br />

Salomé, la linda y peligrosa novia <strong>de</strong> Tiburcio, cuando, para contarle sus cuitas, no tuvo inconveniente<br />

en <strong>de</strong>cirle que amaba a su niño Efraín, y le provocaba en la cerca <strong>de</strong>l plantío, para pasar al baño <strong>de</strong>l<br />

remanso, mientras que ella, para imitar a “la blanca”, se entretenía en echar a la corriente las flores<br />

campestres <strong>de</strong> los árboles <strong>de</strong> la orilla.<br />

Mayo fue hondamente sentida por todos los oyentes, ya que por esos do<strong>de</strong>casílabos quebrados al<br />

propósito, pasaba la nostalgia también <strong>de</strong> los antiguos días que tenían perfume <strong>de</strong> helechos campestres.<br />

<strong>El</strong> poeta acostumbraba jugar con él y hasta ensayaba los masoquismos <strong>de</strong> la edad; para gozar en hacer<br />

sufrir al pobre perro, pero él tenía una protectora:<br />

De mi furor salvóle<br />

siempre Maria.<br />

Luego evoca el año en que salió a estudiar a la capital:<br />

Cuando en mil ochocientos<br />

cuarenta y ocho,<br />

<strong>de</strong> la casa paterna<br />

salí lloroso,<br />

en mis mejillas,<br />

llevando <strong>de</strong> mi madre


lágrimas tibias,<br />

se abrazó <strong>de</strong> mis botas<br />

el pobre Mayo.<br />

Tras un lustro <strong>de</strong> ausencia<br />

volví. Ya viejo<br />

y perezoso estaba<br />

el pobre perro...<br />

Tullido y sordo puso<br />

el tiempo a Mayo,<br />

mas, <strong>de</strong> llorar <strong>de</strong>jaba,<br />

viendo a sus amos,<br />

y aun en sus ojos,<br />

al verme, moribundo,<br />

leíase el gozo...<br />

Y luego murió el fiel compañero junto a los umbrales <strong>de</strong> la casa campestre. Nadie escuchó sus últimos<br />

aullidos, pero su cuerpo abandonado quedó como un emblema <strong>de</strong> constancia y fi<strong>de</strong>lidad, junto a la<br />

puerta <strong>de</strong> la heredad paterna.<br />

Llegó por fin el turno al último poema: La visión <strong>de</strong>l castillo, que previamente había sido <strong>de</strong>dicada al<br />

principal anfitrión <strong>de</strong> esa noche inolvidable:<br />

Vuelve a mi lado tan risueña y pura,<br />

como otras veces te miré o fingí<br />

como vagabas en la selva oscura,<br />

lujosa con las flores <strong>de</strong>l pensil.<br />

<strong>El</strong> poeta ya no la pue<strong>de</strong> amar, pero le contará mil historias <strong>de</strong> pasión, ya que no la olvidará por ser ella<br />

la emanación <strong>de</strong> su propia gloria. Soplan por los versos hálitos <strong>de</strong> misterio, que tal vez nadie <strong>de</strong>scifrará.<br />

Parece un canto a su esposa, pero luego el pensamiento y la inspiración recorren mundos <strong>de</strong>sconocidos,<br />

con esa especie <strong>de</strong> ansia cósmica que recuerda un poco el inexplorado campo, entonces, <strong>de</strong> la teosofía.<br />

Ráfagas <strong>de</strong> asombro cruzan la mente, y el poeta se siente perdido:<br />

Tanto amor y misterio... ¡No eres ella!<br />

Emanación <strong>de</strong> mi alma, ¿dón<strong>de</strong> estás...?<br />

<strong>Isaacs</strong>, con un hondo sentido telúrico y rítmico <strong>de</strong>l verso, cambia el metro por otro más sonoro, y<br />

encuentra solaz en el alejandrino. Quiere que se acaben las tinieblas y porvenir sin nombre, luchar y<br />

vencer:<br />

Yo quiero que a los genios mi voluntad asombre,


<strong>de</strong>jar un sol por faro don<strong>de</strong> el escollo hallé.<br />

Parásito ya seco <strong>de</strong> un tronco envejecido,<br />

lanzado por los vientos a un piélago sin fin,<br />

a sus melenas canas, a su tormenta asido,<br />

quemándome sus rayos la tempestad seguí.<br />

¡Oh Dios <strong>de</strong> mis ensueños <strong>de</strong> juventud! En vano,<br />

ya exánime y sin rumbo <strong>de</strong> nuevo te invoqué,<br />

y errante en las tinieblas, buscándote mi mano,<br />

creí besar la tuya y alzóme una mujer.<br />

Tan bella, tan amante, brindóme su pureza;<br />

dichoso fui su esclavo, pagué su compasión.<br />

Le di mi hogar por trono; por lujo, mi pobreza;<br />

calmó mi sed <strong>de</strong> Lázaro su inagotable amor.<br />

¿Me olvidarás por siempre, visión <strong>de</strong> mis encantos,<br />

celosa <strong>de</strong> mi dicha <strong>de</strong> tan mundano bien?<br />

¡Oh, vuelve y dicta al vate los inmortales cantos!<br />

Tus versos con mis lágrimas y sangre escribiré.<br />

Al terminar la ultima estrofa, el dique <strong>de</strong> la emoción fue roto por los gloriosos escritores <strong>de</strong>l<br />

“Mosaico”. Un murmullo general <strong>de</strong> admiración subrayó la estrofa, y los aplausos atronaron el recinto<br />

pequeño para tan extraordinario triunfo, sin prece<strong>de</strong>ntes en los fastos <strong>de</strong> aquellas sesiones, en don<strong>de</strong> se<br />

habían conocido piezas imperece<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> tantos ingenios que dieron lustre a la capital. Rivera y<br />

Garrido comenta el triunfo así:<br />

Ninguno <strong>de</strong> los que allí estaban fue dueño <strong>de</strong> sí mismo, y todos se levantaron a una, impulsados. por<br />

idéntico sentimiento, para abrazar a Jorge y felicitarlo calurosamente, distinguiéndose con especialidad,<br />

por sus <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> fervorosa admiración, el literato liberal que no había podido perdonar al poeta<br />

el haber militado bajo las ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> una causa contraria. ¡Oh, qué ovación tan gloriosa! ¡Cuán inmenso<br />

entusiasmo! ¡<strong>El</strong> genio <strong>de</strong> la poesía americana <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> conmoverse <strong>de</strong> gozo en aquella noche bendita!<br />

Había nacido un gran poeta, y “<strong>El</strong> Mosaico” lo hizo conocer <strong>de</strong> todo Colombia, lo alentó en sus más<br />

difíciles días, y por ello se estaba preparando para proseguir su carrera <strong>de</strong> triunfos, y para ello iba a ser<br />

verdad la sublime inspiración que guarda la primera estrofa <strong>de</strong> la segunda parte: Ya no quería tinieblas<br />

ni porvenir <strong>de</strong>sconocido. Quería vencer a la suerte como tantos otros; anhelaba asombrar al mundo con<br />

la fuerza <strong>de</strong> la voluntad y <strong>de</strong>jar huella luminosa como un sol sobre los escombros <strong>de</strong>l camino, para él<br />

pleno <strong>de</strong> espinas. Y los “<strong>mosaico</strong>s” retiráronse a sus casas, llevando en su mente la impresión profunda<br />

<strong>de</strong> haber oído a un genio…<br />

***<br />

No fue precisamente al otro día <strong>de</strong> esta sesión, sino tres o cuatro más tar<strong>de</strong>, cuando apareció, don<br />

Manue1 Pombo escribía lo siguiente en uno <strong>de</strong> los periódicos capitalinos:<br />

Jorge <strong>Isaacs</strong> vivía contraído al trabajo humil<strong>de</strong>, tranquilo e ignorado, sin acordarse para nada <strong>de</strong> una<br />

<strong>de</strong>idad esquiva y voluntariosa que se llama Gloria... Un día, la voluble diosa llamó a las puertas <strong>de</strong>l poeta<br />

caucano, y Jorge, que al amanecer <strong>de</strong> aquel día se levantó <strong>de</strong>sconocido, en esa noche se acostó famoso.


¡Cuánto vale el talento si es que es comprendido y no se tien<strong>de</strong> sobre él el manto punzante <strong>de</strong> la envidia<br />

y el egoísmo!<br />

Pues fue precisamente don Teodoro Valenzuela, quien había mirado con expresivo <strong>de</strong>specho hasta la<br />

presencia <strong>de</strong>l nuevo poeta en aquel círculo <strong>de</strong> selección, quien insinuó la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que aquellas poesías<br />

salieran publicadas en volumen, lo que así sucedió en junio <strong>de</strong>l mismo año. Es sabido que aquella<br />

sociedad <strong>de</strong> altos intelectuales no tenía ni presi<strong>de</strong>nte ni otros dignatarios, ni mucho menos tesorero,<br />

pues el único caudal que se recogía en esas charlas inolvidables era, sin duda, el <strong>de</strong> la inteligencia que<br />

se <strong>de</strong>rrochaba a manos llenas, <strong>de</strong>sbordada <strong>de</strong> aquellos corazones sinceros, cuyo único horizonte era el<br />

<strong>de</strong>l engran<strong>de</strong>cimiento <strong>de</strong> la patria, a quien rendíase culto sagrado. Nunca hiciéronse actas <strong>de</strong> tales<br />

reuniones; jamás un secretario llevó la minuta <strong>de</strong> las actuaciones ingeniosas <strong>de</strong> los asociados; el<br />

chocolate santafereño, y a veces el café o el té, que preferían los “más civilizados”, como <strong>de</strong>cíase con<br />

sorna amigable, los pagaba el dueño <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> turno, como solía suce<strong>de</strong>r en una forma amistosa. Pero<br />

hubo una excepción: la <strong>de</strong> la lectura <strong>de</strong> los poemas <strong>de</strong> <strong>Isaacs</strong>, en esa noche <strong>de</strong> fines <strong>de</strong> mayo, <strong>de</strong> flores<br />

y <strong>de</strong> amor. <strong>El</strong> acta, que <strong>de</strong>be conservarse para ejemplo <strong>de</strong> los futuros mecenas y <strong>de</strong> los talentos sin<br />

egoísmos ni claudicaciones acomodaticias, dice así:<br />

En una <strong>de</strong> las últimas noches <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> mayo (<strong>de</strong> 1864), estábamos reunidos en casa <strong>de</strong> uno <strong>de</strong><br />

nosotros, y esperábamos oír las poesías <strong>de</strong> un joven, cuyo nombre nos era hasta entonces apenas<br />

conocido. Leída la primera composición, experimentamos dos sentimientos: <strong>de</strong> admiración el primero,<br />

admiración semejante a la que produce la vista <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las magníficas auroras <strong>de</strong>l Cauca. De temor el<br />

segundo, al pensar que aquellas armonías, que tan dulces nos hablan parecido, podían quizás<br />

<strong>de</strong>svanecerse, que la inspiración <strong>de</strong>l poeta pudiera haber sido fugitiva. Pero nuestra admiración creció,<br />

y la lectura <strong>de</strong> las otras composiciones disipó nuestro temor. Entusiasmados al fin, ofrecimos al<br />

inspirado joven las sinceras simpatías <strong>de</strong> nuestros corazones, expresadas en fervorosos elogios.<br />

Dímosle cuanto pudimos darle. Devolvémosle ahora las poesías que entonces nos leyó manuscritas,<br />

dámosle también nuestros nombres firmando, no una recomendación, que para tanto no nos creemos<br />

competentes, sino una carta <strong>de</strong> introducción para el público: a éste toca juzgar el mérito <strong>de</strong>l libro que le<br />

presentamos.-Bogotá, 24 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1864. Firmados: J. M. Samper, J. Manuel Marroquín, Ezequiel<br />

Uricoechea, Ricardo Carrasquilla, Aníbal Galindo, Próspero Pereira Gamba, Diego Fallon, J. M.<br />

Quijano Otero, Rafael Samper, Teodoro Valenzuela, J. M. Vergara y Vergara, Ricardo Becerra,<br />

Salvador Camacho Roldán, Manuel Pombo.


Don Antonio Gómez Restrepo comenta este inci<strong>de</strong>nte:<br />

Dichosos tiempos aquellos en que un grupo <strong>de</strong> hombres eminentes <strong>de</strong> diversos partidos políticos podían<br />

reunirse en una zona neutral para aplaudir a un joven <strong>de</strong>sconocido e impulsado por el camino <strong>de</strong> la<br />

gloría. Recuerda también el inolvidable maestro mío que su presentación tiene puntos <strong>de</strong> semejanza con<br />

la aparición <strong>de</strong> José Selgas en el escenario <strong>de</strong> la literatura española, en casa <strong>de</strong> don Aurelio Fernán<strong>de</strong>z<br />

Guerra, por los años <strong>de</strong> 1850. <strong>El</strong> autor <strong>de</strong> La primavera, <strong>El</strong> estío y Flores y espinas, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> algunas<br />

novelas hoy intrascen<strong>de</strong>ntes como su poesía pasada <strong>de</strong> moda, llegó a Madrid, por invitación <strong>de</strong> su<br />

mencionado anfitrión literario, por lo cual <strong>de</strong>jó su pueblo natal, en don<strong>de</strong> vegetaba lleno <strong>de</strong> privaciones y<br />

sometido a las pequeñeces <strong>de</strong>l reducido burgo. Allá se trasladó, por invitación especial <strong>de</strong> un paisano<br />

prominente, el poeta Antonio <strong>de</strong> Arnau. Don Manuel Cañete refiere con <strong>de</strong>talles la presentación <strong>de</strong><br />

Selgas en casa <strong>de</strong>l autor <strong>de</strong> La bibliografía madrileña, Documentos cervantinos y Nuevos datos sobre el<br />

histrionismo español en los siglos XVI y XVII. Cuando el poeta en cierne, hoy justamente olvidado a<br />

pesar <strong>de</strong> algunos críticos que quieren remover escombros, terminó <strong>de</strong> leer sus entonces admiradas<br />

poesías, los presentes a aquella reunión resolvieron abrir una suscripción para que pudiera publicarse<br />

dicho libro, que realmente verificóse con el título <strong>de</strong> La Primavera y el Estío. No hay que olvidar que el<br />

medio siglo XIX era escaso <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ros poetas.<br />

Otros comentaristas han citado varios casos <strong>de</strong> presentaciones literarias, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las cuales el<br />

agraciado recibió la coronación <strong>de</strong>l triunfo, mientras que otros, aunque también <strong>de</strong> reconocido mérito,<br />

fueron por entonces incomprendidos. Deberé citar el caso <strong>de</strong> Bernardino <strong>de</strong> Saint-Pierre, autor, entre<br />

tantas obras hoy también olvidadas, <strong>de</strong> Estudios sobre la naturaleza, en don<strong>de</strong> aparece como simple<br />

episodio la novela inmortal <strong>de</strong> Pablo y Virginia, idilio intrascen<strong>de</strong>nte, podría <strong>de</strong>cirse, pero que aún<br />

conserva fresco el verdor <strong>de</strong> sus laureles, porque siempre será regada su raíz con lágrimas profundas,<br />

que nacen <strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro sentimiento.<br />

Es conocido el melancólico sentimentalismo <strong>de</strong> Saint-Pierre, que nació en 1737, es <strong>de</strong>cir, precisamente<br />

un siglo antes que <strong>Isaacs</strong> viniese al mundo. A pesar <strong>de</strong> que no era un hombre cultivado, la influencia <strong>de</strong><br />

algunas <strong>de</strong> sus obras perduró en su siglo, multiplicándose en el siguiente que es el <strong>de</strong>l pleno<br />

romanticismo, y todavía quedan lágrimas en muchos ojos para<br />

rubricar con ese homenaje esas páginas inmortales, a pesar <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>fectos. También él conoció toda<br />

clase <strong>de</strong> amarguras, <strong>de</strong>bido a sus sueños utópicos, ya que anhelaba, para esta miseria que llamamos<br />

mundo, que reine en él la inocencia <strong>de</strong> sus primeros días. Ya tendremos ocasión oportuna <strong>de</strong> hacer<br />

mejor estudio <strong>de</strong> este autor, que tiene algunos puntos <strong>de</strong> parentesco y sobre todo su obra, que leyó<br />

<strong>Isaacs</strong> y fue su pan espiritual junto con Atala, ya que él mismo cuenta en su novela que era su lectura<br />

favorita, en compañía <strong>de</strong> la hermana Emma y <strong>de</strong> su amada. Aquellas teorías <strong>de</strong> filántropo inconforme,<br />

lleno <strong>de</strong> pesimismo ante la vida, hoy nos hacen reír, antes que sonreír benévolamente, pero, en el<br />

fondo, es respetable, como lo <strong>de</strong>muestran su vida y sus viajes a pie hasta la lejana Rusia, y su<br />

navegación peligrosa a Madagascar, en cuyo intermedio halló la isla <strong>de</strong> Francia y los campos aledaños


<strong>de</strong> Port-Louis, en don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>sarrollan las escenas melancólicamente inolvidables <strong>de</strong> su Pablo y<br />

Virginia. Fue, como se sabe, autor <strong>de</strong>l Viaje a la Isla <strong>de</strong> Francia, y, por tanto, él conocía el escenario<br />

<strong>de</strong> esos castos amores contados por aquel anciano, cuyos vestidos eran como los <strong>de</strong> los antiguos<br />

habitantes <strong>de</strong> esas regiones <strong>de</strong> paz, con su pequeña casaca y largo calzón, que caminaba con los pies<br />

<strong>de</strong>snudos y se apoyaba en un bastón <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> ébano...<br />

***<br />

Decía anteriormente que es necesario citar un caso medio parecido al <strong>de</strong> <strong>Isaacs</strong>, con la lectura <strong>de</strong> su<br />

obra citada <strong>de</strong> Bernardino <strong>de</strong> Saint-Pierre. Es seguro que nadie hasta hoy la haya relacionado con la<br />

presentación <strong>de</strong> “<strong>El</strong> Mosaico”, como lo hizo el doctor Gómez Restrepo con la historia <strong>de</strong> Selgas. Por<br />

los años <strong>de</strong> 1788, el autor <strong>de</strong> Pablo y Virginia leyó esta obra en los salones literarios <strong>de</strong> Madame<br />

Necker, en París, en don<strong>de</strong> se reunía lo más granado <strong>de</strong> la intelectualidad y la política francesa. Todos<br />

conocían un poco al autor y sabían <strong>de</strong> sus andanzas e i<strong>de</strong>ales utópicos, que unos aceptaban, pero los<br />

más consi<strong>de</strong>raban como los <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sequilibrado. Muchos sabían <strong>de</strong> su viaje a Madagascar, en don<strong>de</strong><br />

quiso aplicar sus métodos y procedimientos para <strong>de</strong>purar el mundo <strong>de</strong> la corrupción actual y volver<br />

hacia la era <strong>de</strong> los patriarcas bíblicos, mas cuando él vio que aquellas lejanías estaban al servicio <strong>de</strong>l<br />

negocio <strong>de</strong> esclavos, vuelve horrorizado a su país metropolitano y se <strong>de</strong>dica como una válvula <strong>de</strong><br />

escape a los estudios <strong>de</strong> la naturaleza, pero sin el conocimiento científico <strong>de</strong> un naturalista, <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

salió su obra citada, Etu<strong>de</strong>ss <strong>de</strong> la Nature, en cuyo volumen IV apareció la novela comentada. Mucho<br />

más tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía escribir su famoso ensayo sobre Rousseau, que tiene una alta significación, puesto que<br />

en cierto modo el novelista habíase a<strong>de</strong>lantado al romanticismo preconizado por el autor <strong>de</strong> La Nueva<br />

<strong>El</strong>oísa. También escribió posteriormente su novela Invitación a la concordia, con motivo <strong>de</strong> los<br />

festejos <strong>de</strong> la Confe<strong>de</strong>ración, 14 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1792, en don<strong>de</strong> vense multiplicados in<strong>de</strong>finidamente todos<br />

sus i<strong>de</strong>ales <strong>de</strong> bondad y sus anhelos por un gobierno casi <strong>de</strong> ángeles en medio <strong>de</strong> este campo <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>monios inferiores que llamamos hombres.<br />

<strong>El</strong> grupo selectísimo <strong>de</strong> visitantes <strong>de</strong> Madame Necker, cuando el autor leyó su obra en referencia no<br />

pudo menos <strong>de</strong> sonreír con <strong>de</strong>sprecio ante ese sentimentalismo llorón, esa melancolía femenina, esas<br />

<strong>de</strong>scripciones <strong>de</strong>sacostumbradas sobre la naturaleza, pues apenas se hicieron <strong>de</strong> moda literaria, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong>l autor <strong>de</strong> <strong>El</strong> Contrato Social, como una <strong>de</strong> las características <strong>de</strong> la escuela revolucionaria que vino a<br />

echar por tierra el seudoclasicismo. Cuando se publicó esta novela, todo cambió para el autor. Los que<br />

rieron en aquella noche memorable, pusiéronse a llorar como niños al leer <strong>de</strong>tenidamente esas páginas<br />

ingenuas, escrita, con sangre <strong>de</strong>l corazón virginal, sin contaminaciones oscuras <strong>de</strong> la corrupción


existente. Jamás habíase trasladado al papel la vida <strong>de</strong> un paisaje solitario, con los amores idílicos <strong>de</strong><br />

una sola pareja <strong>de</strong> enamorados, en las letras francesas. Es verdad que había muchos antece<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong><br />

esta clase; pero había que ir a buscarlos en los idilios <strong>de</strong> Teócrito y Virgilio y en la naturaleza griega <strong>de</strong><br />

Dafnis y <strong>de</strong> Cloe. Francia no había <strong>de</strong>sflorado aún ese misterio <strong>de</strong> la naturaleza en la forma como lo<br />

hizo un escritor común y corriente que no se distinguió por su cultura ni por sus activida<strong>de</strong>s sociales ni<br />

políticas, que, a veces, contribuyen a hacer triunfar obras mediocres, aunque sea momentáneamente,<br />

porque ellas no resisten el análisis <strong>de</strong>l tiempo. Es claro que no hay paridad entre el caso <strong>de</strong> Saint-Pierre<br />

y el <strong>de</strong> <strong>Isaacs</strong> en “<strong>El</strong> Mosaico”, pero <strong>de</strong> allí se <strong>de</strong>sprendió la celebridad <strong>de</strong> uno y <strong>de</strong> otro, aunque por<br />

distintos caminos.<br />

“<strong>El</strong> Mosaico”, en su edición <strong>de</strong>l 4 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1864, publicó un artículo intitulado Novedad literaria, en<br />

don<strong>de</strong> se exaltó el valor poético <strong>de</strong> <strong>Isaacs</strong> en merecidos elogios, y se recordó el caso <strong>de</strong> don José<br />

Zorrilla en Madrid, durante el entierro <strong>de</strong> Mariano José <strong>de</strong> Larra. Francamente, si se estudia esta<br />

historia <strong>de</strong>l poeta <strong>de</strong> las leyendas, apenas podríamos encontrar un leve y fugaz parecido con la<br />

exaltación isaacsiana, por lo cual es preciso recordarla someramente. <strong>El</strong> autor <strong>de</strong> Don Juan Tenorio era<br />

un espíritu superior, <strong>de</strong>scuidado y <strong>de</strong>rrochador como pocos. Como se enamoró locamente <strong>de</strong> doña<br />

Catalina Benito Reoyo, quiso conquistarla con talento y genio, y <strong>de</strong> allí que <strong>de</strong>dicóse a publicar versos<br />

<strong>de</strong> admirable facilidad y belleza, aunque llenos <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuidos; por eso mismo huyó <strong>de</strong> la casa paterna,<br />

que lo obligaba, a<strong>de</strong>más, a estudiar leyes, lo que no era <strong>de</strong> su agrado, y trasladóse a la Corte en 1836.<br />

Al año siguiente, Mariano José <strong>de</strong> Larra, es <strong>de</strong>cir, el Fígaro <strong>de</strong> los cuadros <strong>de</strong> costumbres y <strong>de</strong> la novela<br />

histórica, <strong>El</strong> doncel <strong>de</strong> don Enrique el Doliente, se suicidaba por <strong>de</strong>specho <strong>de</strong>l mundo, al que había<br />

hecho reír con su <strong>de</strong>senfado. <strong>El</strong> hecho acaeció en su casa <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> Santa Clara, en Madrid, según<br />

lo cuenta con toda clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles Carmen <strong>de</strong> Burgos en uno <strong>de</strong> sus magníficos libros. Los literatos<br />

madrileños se conmovieron profundamente por la muerte <strong>de</strong> <strong>El</strong> pobrecito hablador, como también se le<br />

conocía, y que era el título <strong>de</strong> una <strong>de</strong> sus revistas, y le ofrecieron un solemne homenaje en el<br />

cementerio principal. Después <strong>de</strong> los discursos académicos, plantóse en una mesa un joven<br />

<strong>de</strong>sconocido, <strong>de</strong> aspecto sentimentalmente bohemio, y pronunció unos versos que empiezan:<br />

Ese vago clamor que rasga el viento<br />

es la voz funeral <strong>de</strong> una campana:<br />

vano remedo <strong>de</strong>l postrer lamento<br />

<strong>de</strong> un cadáver sombrío y macilento<br />

que en sucio polvo dormirá mañana...<br />

Efectivamente, este poema <strong>de</strong>spertó un entusiasmo clamoroso, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces el poeta, antes


<strong>de</strong>sconocido, empezó a figurar en todas las “peñas literarias” y colaboró en las principales revistas.<br />

Esta celebridad atrajo la admiración <strong>de</strong> las bellas damitas <strong>de</strong> la Corte y villa <strong>de</strong>l Madreño, pero, al<br />

mismo tiempo, le causó la <strong>de</strong>sgracia porque casó con una viuda mucho mayor que él, a<strong>de</strong>más tonta y<br />

celosa, que hasta le prohibía escribir teatro, por lo cual tuvo que expatriarse a Francia y <strong>de</strong>spués a<br />

México, en don<strong>de</strong> lo protegió el Emperador Maximiliano con el nombramiento <strong>de</strong> director <strong>de</strong>l Teatro<br />

Nacional Las <strong>de</strong>más peripecias <strong>de</strong> su vida todos las saben, y no es oportuno, por tanto, recordarlas, ni<br />

viene al caso su mención.<br />

La Caridad <strong>de</strong> don José Joaquín Ortiz, por esos mismos días, hizo el elogio <strong>de</strong>l novel poeta, y lo hizo<br />

con especial <strong>de</strong>lectación, ya que eran los dos <strong>de</strong> las mismas opiniones políticas entonces, y el autor <strong>de</strong><br />

Los Colonos conocía el valor <strong>de</strong>l poeta que la mejor tertulia literaria <strong>de</strong> Colombia; y quizás <strong>de</strong><br />

América, acababa <strong>de</strong> presentar ante el mundo <strong>de</strong> las letras. A fines <strong>de</strong> junio, en el día <strong>de</strong> San Juan<br />

Bautista, en <strong>El</strong> Precursor, salió publicado el tomo <strong>de</strong> versos <strong>de</strong> <strong>Isaacs</strong>, que consta <strong>de</strong> 88 páginas, en la<br />

imprenta <strong>de</strong> “<strong>El</strong> Mosaico”. De modo que se <strong>de</strong>be consi<strong>de</strong>rar indudablemente como el nacimiento<br />

literario <strong>de</strong>l poeta ese día memorable, y la presentación ante la tertulia como la gestación <strong>de</strong> ese<br />

acontecimiento que dio a Colombia un posterior novelista que la inmortalizó más en los campos <strong>de</strong> las<br />

letras, y un poeta que aún no ha sido suficientemente estudiado como lírico <strong>de</strong> primera categoría y que<br />

<strong>de</strong>be sobrevivir a pesar <strong>de</strong> que combatan a la pobre poesía todos los “istmos” habidos y los que la<br />

<strong>de</strong>sgracia nos <strong>de</strong>pare aún...<br />

***<br />

Hemos tenido oportunidad <strong>de</strong> leer los relatos sobre la presentación <strong>de</strong> <strong>Isaacs</strong> en “<strong>El</strong> Mosaico”, suscritos<br />

por algunos <strong>de</strong> los literatos <strong>de</strong> la época, especialmente, como ya lo hemos dicho, Impresiones y<br />

Recuerdos, <strong>de</strong> Luciano Rivera y Garrido, en su edición corregida; a don Lorenzo Marroquín, al mismo<br />

Vergara y a don Teodoro Valenzuela, que cuenta con toda sinceridad su <strong>de</strong>svío por el principiante y su<br />

admiración cuando terminó <strong>de</strong> escucharlo. Todos esos comentarios dicen más o menos lo que se ha<br />

relatado anteriormente. Si hay algunas diferencias, éstas sirven para confirmar mejor la verdad <strong>de</strong> los<br />

acontecimientos, pues las variaciones son apenas los <strong>de</strong>talles insignificantes, pero, en cambio, da grima<br />

leer otros comentarios <strong>de</strong> escritores recientes que <strong>de</strong>jan volar su fantasía para interpretar a su manera<br />

acontecimientos fáciles <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r y <strong>de</strong> historia incontrovertible.<br />

Max Grillo, en su enjundioso libro Ensayos y comentarios, trae un notable estudio sobre Jorge <strong>Isaacs</strong>.<br />

En lo referente al punto comentado, escribe:<br />

Hablaba con el atrayente acento <strong>de</strong> los hombres educados <strong>de</strong>l Valle <strong>de</strong>l Cauca, y era <strong>de</strong> una mo<strong>de</strong>stia tan<br />

<strong>de</strong>licada en sus maneras, que subyugaba su persona <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que se lo trataba. Los más


enombrados escritores <strong>de</strong> Bogotá simpatizaron al punto con el joven caucano que traía un libro <strong>de</strong><br />

versos a modo <strong>de</strong> pasaporte para penetrar libremente en los lugares don<strong>de</strong> se celebraban las reuniones <strong>de</strong><br />

poetas y letrados. Jorge <strong>Isaacs</strong> concurre a las tertulias <strong>de</strong>l famoso 'Mosaico', y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> picar con su<br />

conversación chispeante la curiosidad <strong>de</strong> los asistentes al parnasillo bogotano, toma el manuscrito <strong>de</strong> sus<br />

versos y empieza la lectura <strong>de</strong> ellos. Al principio su voz revela la timi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l neófito; luego se aquilata al<br />

observar la atención que ponen sus oyentes y, por último, lee con voz matizada y cristalina los cantos<br />

juveniles llenos <strong>de</strong> primaveral fragancia que ha compuesto al calor <strong>de</strong> su nativo valle. Fascina a los<br />

'<strong>mosaico</strong>s', más con la dulzura <strong>de</strong> su voz que con la belleza real <strong>de</strong> sus romances <strong>de</strong> arte menor,<br />

inspirados en las escenas <strong>de</strong> la provincia, y perfumados con el aroma <strong>de</strong> la floresta <strong>de</strong> su terruño. De<br />

cuando en cuando escuchan los <strong>de</strong>l parnasillo, reunido esta vez en casa <strong>de</strong> don José María Samper, una<br />

estrofa saturada <strong>de</strong> campesinos efluvios, un verso <strong>de</strong> suave y gracioso donaire, que avivan el interés con<br />

que escuchan. Observan que el poeta persigue con <strong>de</strong>leite el <strong>de</strong>talle, y gusta <strong>de</strong> penetrar en las veredas,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñando los vastos caminos, como <strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>r a la naturaleza en el silencio y en la<br />

humildad <strong>de</strong> sus discretos silos. Cuando el novel cantor principia la lectura <strong>de</strong> las estancias al río Moro,<br />

Diego Fallan y Manuel Pombo se levantan <strong>de</strong> sus asientos. Teodoro Valenzuela, que no experimenta<br />

hacia el joven poeta, teniente <strong>de</strong> Julio Arboleda en sus <strong>de</strong>sastrosas campañas, verda<strong>de</strong>ra simpatía, <strong>de</strong>ja <strong>de</strong><br />

hojear el libro que había tomado <strong>de</strong> la biblioteca y se vuelve a mirar al <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> judíos que tiene<br />

el alcance <strong>de</strong> sus inquisitivas miradas... Marroquín anota el <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> poesía que se escapa <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong><br />

sus versos, mientras mueve con nervioso parpa<strong>de</strong>o los ojillos ratoniles al través <strong>de</strong> espesos espejuelos; y<br />

Vergara, corazón espontáneo, abierto a los impulsos generosos, estrecha la mano <strong>de</strong>l apolíneo.<br />

Francamente, este pasaje, leído como acostumbraba hacerla <strong>Isaacs</strong>, merecería el aplauso, como suce<strong>de</strong><br />

con casi todos los oradores que arrebatan con su elocuencia al auditorio, pero que si por <strong>de</strong>sgracia llega<br />

a leérselo, se asombra <strong>de</strong> lo insustancial y generalmente mal dicho o mal escrito <strong>de</strong> lo que antes se<br />

escuchó con tanta <strong>de</strong>lectación. <strong>El</strong> escrito anterior <strong>de</strong> Max Grillo está plagado <strong>de</strong> inexactitu<strong>de</strong>s y <strong>de</strong><br />

falsas apreciaciones, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> un tris <strong>de</strong> incorrecciones gramaticales. <strong>Isaacs</strong> no era extremadamente<br />

mo<strong>de</strong>sto. Antes por el contrario: si usaba formas suaves <strong>de</strong> expresión, su carácter fue <strong>de</strong>masiado fuerte<br />

e impositivo en muchas ocasiones. Distinto es que en aquella ocasión estuviese algo cohibido por las<br />

circunstancias anotadas. No es verdad que antes <strong>de</strong> la sesión <strong>de</strong> la lectura hubiese asistido a “las<br />

sesiones” <strong>de</strong>l Mosaico. Grillo parece negar la belleza <strong>de</strong> los poemas leídos y le atribuye el triunfo “a la<br />

dulzura <strong>de</strong> su voz”. No es cierto que Fallan y Manuel Pombo se hubiesen levantado <strong>de</strong> sus asientos<br />

para <strong>de</strong>mostrarle su admiración durante la referida lectura <strong>de</strong> Río Moro; no era teniente <strong>de</strong> don Julio<br />

Arboleda, como él mismo explicó a Rivera y Garrido; es una fantasía <strong>de</strong>cir que Marroquín anotó <strong>de</strong>jos<br />

<strong>de</strong> poesía inglesa ni cosa parecida; es probable que el autor <strong>de</strong> La Perrilla hubiese movido<br />

nerviosamente sus ojillos ratoniles; tal vez Vergara estrechara la mano <strong>de</strong>l “apolíneo” al terminar una<br />

<strong>de</strong> las lecturas intermedias, pero eso no consta ni hace al caso. Únicamente son rellenos <strong>de</strong> regular<br />

gusto, mal escritos, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l remate <strong>de</strong>l adjetivo que acabo <strong>de</strong> poner entre comillas, pues <strong>de</strong>bió <strong>de</strong>cir<br />

en este caso el sustantivo apolónida, aunque no esté en el Diccionario <strong>de</strong> la Lengua Española, pero no<br />

el adjetivo que en este pasaje está pésimamente empleado.<br />

Pero hay algo peor todavía por esos trigos <strong>de</strong> Dios: el ilustre maestro Baldomero Sanín Cano, en una


conferencia, que dio en Buenos Aires dice lo siguiente:<br />

Es curioso el inci<strong>de</strong>nte que dio por resultado la publicación <strong>de</strong> sus versos. En 1864 duraba todavía en<br />

Bogotá la tertulia <strong>de</strong> “<strong>El</strong> Mosaico”, cuyo buen nombre ha salido <strong>de</strong> Colombia y se ha extendido por el<br />

mundo. En ese cenáculo don<strong>de</strong> se aceptaban todas las opiniones y tenían asiento los más opuestos<br />

gustos, la figura predominante era la <strong>de</strong> José María Vergara y Vergara, el historiador <strong>de</strong> la literatura<br />

colonial en Nueva Granada y autor <strong>de</strong> crítica literaria y cuadros <strong>de</strong> costumbres no exentos <strong>de</strong> verdad y <strong>de</strong><br />

raras prendas <strong>de</strong> estilo. Es fama que un día lluvioso se acogieron en un mismo zaguán, a esperar que<br />

escampase, Vergara y Vergara y Jorge <strong>Isaacs</strong>.<br />

<strong>Isaacs</strong> conocía el nombre <strong>de</strong> Vergara y Vergara, ya famoso en la capital, y en la República toda; pero<br />

nunca había tenido <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sí al admirado personaje. Vergara y Vergara no conocía a <strong>Isaacs</strong>, que era<br />

a la sazón humil<strong>de</strong> funcionario. Los minutos pasaban; eran los dos poetas, por el momento, los solos<br />

ocupantes <strong>de</strong>l zaguán, y la inclemencia <strong>de</strong>l tiempo suele hacer parleros a los hombres como a las aves<br />

<strong>de</strong>l cielo, dicho sea sin el más leve intento <strong>de</strong> exten<strong>de</strong>r la comparación más allá <strong>de</strong> esta circunstancia.<br />

Dos latinos, aficionados a las letras, puestos frente a frente en la angosta soledad <strong>de</strong> un zaguán e<br />

incomunicados <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong>l mundo por la furia <strong>de</strong> los elementos, no tardarían mucho en dirigirse la<br />

palabra. Es posible que Vergara y Vergara, santafereño comunicativo, hombre primero en romper el<br />

silencio, o digámoslo con palabras más precisas, en interrumpir el ruido <strong>de</strong> las aguas que daban contra<br />

el pavimento. Vergara y Vergara se hizo conocer con sólo <strong>de</strong>cir su nombre, que pertenecía ya a la fama<br />

y a la curiosidad <strong>de</strong> los aficionados. <strong>Isaacs</strong> no tenía un nombre, pero acaso estaba pensando en<br />

procurárselo. Venía <strong>de</strong>l Cauca, un Estado en aquellos días <strong>de</strong> la Fe<strong>de</strong>ración colombiana, con el cual<br />

tenia Vergara y Vergara lazos <strong>de</strong> familia. Es posible que, hablando <strong>de</strong>l terruño, <strong>de</strong> la naturaleza tropical<br />

tan íntimamente ligada con su vida sentimental, <strong>Isaacs</strong> hubiera dicho que hacía versos, y que en el calor<br />

<strong>de</strong> las confi<strong>de</strong>ncias hubiera llegado a revelar que tenía los suficientes para formar un pequeño volumen.<br />

Vergara y Vergara tenía entonces treinta y tres años. No era suficientemente viejo para no creer en los<br />

talentos nuevos, ni <strong>de</strong>masiado joven para preferir la lucha a la cooperación. Se hizo prometer <strong>de</strong> <strong>Isaacs</strong><br />

el envío <strong>de</strong>l manuscrito, y al acabar el recio temporal, estos dos hombres se separaron como buenos<br />

amigos.

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