Sin ayudas, por la cara - Cien de Cine

Sobre niños malos y buenos
Mi apreciado y respetado Jordi Motlló:
Mi “Fundido en negro” del pasado 16 de noviembre
(véase “Cien de Cine” número 438) ha provocado una
reacción en cadena de la que ni yo mismo era
consciente, ya que en el número posterior (el 439 de
“Cien de Cine”), en tu siempre interesante editorial,
respondías, en cierta medida a mis opiniones sobre
las declaraciones de Javier Bardem (nunca el actor
de “Mar adentro” podría haber imaginado ser motivo
de polémica entre tú y yo) sobre la intromisión en la
vida privada que llevan a cabo ciertos medios de
comunicación y ciertos profesionales, y que ahora soy
yo el que intento puntualizar algunos aspectos a tu
editorial. Quiero aclarar, en relación a tu escrito que
mi opinión (que no juicio y mucho menos de valor)
sobre las declaraciones de Javier Bardem, se referían
al hecho de que mientras la sarna no te pica no es
sarna y que el magnífico actor español, como otros
muchos que han llegado al éxito (perecedero él, pero
crematístico) no ha dejado de actuar como la mayoría
de famosos que cuando son ellos los que sufren esa
inaceptable intromisión en la vida privada se
muestran como gallitos irritados en su gallinero.
Quiero decir con esto, que sería mucho mejor que un
actor como Javier Bardem, comprometido
políticamente (o por lo menos hace ostentación de
ello), en vez de desear que alguien vaya a la cárcel
(paparazzi o no), debería iniciar una reclamación
profesional sobre la intimidad de los famosos a nivel
de tribunales, instituciones y si se tercia de gobiernos,
para controlar el desaguisado que es el tema de la
invasión de la vida privada. En cierta medida, y si lo
reflexionas estarás de acuerdo conmigo, Javier
Bardem ha caído en su propia trampa, la de
considerar que en una sociedad democrática la
libertad (con minúsculas) está por encima de todo,
algo que día tras día se demuestra que no es cierto.
Por otra parte, Javier Bardem, como Antonio
Banderas, como Penélope Cruz, como Pedro
Almodóvar o como otros profesionales del cine
español que han dado el salto a la devoradora
industria de Hollywood, debe saber muy bien que ese
salto tiene su peaje, un peaje si se quiere
desagradable, pero que como todo peaje, debe
pagarse. Para mí, y con tu permiso, Javier Bardem
sigue siendo un niño malo cuando hace declaraciones
de este tipo, lo cual no es óbice para que mi
estimación por Javier Bardem actor siga siendo la de
siempre, es decir de admiración por el trabajo bien
hecho, por su profesionalidad y por, hoy por hoy, su
acierto para aceptar papeles y películas. Es decir, que
para mí el Javier Bardem actor es un niño bueno, al
que hay que respetar, admirar y apoyar. Otra cosa es,
que cuando se convierte en particular (algo muy difícil
en un personaje público, acuérdate de aquella
magnífica película titulada “Vicios privados, públicas
virtudes”, del húngaro Miklós Jacsó), le pierda la
pasión (como a muchos de nosotros) y se convierta
en un niño malo (algo que antes o después también lo
somos todos).
Con mi agradecimiento por tu amable atención, recibe
un cariñoso saludo de tu amigo y colaborador
Coda: Para próximos “Fundido en negro” prometo
adorables sorpresas sobre el cine español y otros
apuntes sobre el cine que llega a nuestro país.
Por
Miguel-Fernando
Ruiz de Villalobos
Cien de Cine-9