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mayo- junio, 2010# 102 <strong>Revista</strong> <strong>Digital</strong> miNatura<br />
pechos más grandes que en <strong>la</strong><br />
realidad, estaba completamente<br />
seguro de que se trataba de mi mujer.<br />
Ni siquiera contesté a Joe. Me quité<br />
<strong>la</strong>s gafas y los electrodos y corrí<br />
hasta <strong>la</strong> habitación <strong>para</strong> pedir<br />
explicaciones a mi mujer. No estaba<br />
en <strong>la</strong> cama. Volví al despacho a<br />
conectarme. Como casi todas <strong>la</strong>s<br />
noches, llovía. Busqué mi revólver<br />
en uno de los bolsillos interiores de<br />
mi tres cuartos y lo amartillé <strong>para</strong><br />
tenerlo pre<strong>para</strong>do.<br />
Juan Folguera Martin (España)<br />
Annabel Lee (from outer space)<br />
A muchos, muchos años luz, en un<br />
sistema exoso<strong>la</strong>r habitó una<br />
humanoide cuyo nombre era<br />
Annabel Lee, quien existía<br />
totalmente vincu<strong>la</strong>da virtualmente a<br />
mí en aquel<strong>la</strong> base intereste<strong>la</strong>r.<br />
Era tan poderoso nuestro algoritmo<br />
evolutivo, que los humanos de <strong>la</strong> vía<br />
láctea lo consideraron de riesgo<br />
exponencial y enviaron códices a los<br />
cerebros operadores genéticos <strong>para</strong><br />
que desconectaran a Annabel Lee.<br />
Así fue como vulneraron su código<br />
fuente existencial y <strong>la</strong> encapsu<strong>la</strong>ron<br />
<strong>para</strong> que orbitara en <strong>la</strong> ergosfera de<br />
aquel suntuoso agujero negro. Pero<br />
nuestro en<strong>la</strong>ce era tan fuerte como el<br />
brillo de mil supernovas y ni todos<br />
los decodificadores del universo, ni<br />
los espectros de <strong>la</strong>s nebulosas<br />
p<strong>la</strong>netarias, podrán evitar jamás que<br />
visite cada secuencia del remanente<br />
este<strong>la</strong>r de Annabel Lee.<br />
Y así ocurre que comparto<br />
sucesiones de ciclos cósmicos con<br />
el<strong>la</strong> mientras gravita en <strong>la</strong> vorágine<br />
de aquel denso agujero de gusano.<br />
En su capsu<strong>la</strong> junto al vórtice de <strong>la</strong><br />
turbulenta espuma cuántica espaciotemporal.<br />
21<br />
Gotzon Sillero Pérez de Albéniz<br />
(España)<br />
La Mano<br />
Entre <strong>la</strong> basura metálica y el<br />
perfume de aceites, <strong>la</strong> carne de <strong>la</strong><br />
mano continuaba intacta. Había<br />
invertido demasiado en conservar<strong>la</strong>,<br />
<strong>la</strong> única capaz de conectarme con <strong>la</strong><br />
realidad tan necesitada. Descubrí <strong>la</strong><br />
piel bajo el guante y volví a<br />
emocionarme. Era yo, tal y como<br />
hubiese deseado ser. Sin el<strong>la</strong> no era<br />
posible reconocerme como cuerpo.<br />
Con el<strong>la</strong> retornaban <strong>la</strong>s ganas de<br />
continuar.<br />
Dispuesta a comp<strong>la</strong>cerme,<br />
conocedora de que sus huel<strong>la</strong>s eran<br />
<strong>la</strong>s únicas capaces de provocar el<br />
salto hacia <strong>la</strong> última realidad, posé<br />
sus dedos sobre el tec<strong>la</strong>do. El sonido<br />
neumático a cada presión, avanzaba<br />
hacia <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ve. La excitación ante el<br />
inminente retorno alertaba de mi<br />
temor por volver a perder ese<br />
miembro, constatación de <strong>la</strong> propia<br />
existencia anterior.<br />
Primero un instante de rayas y<br />
parpadeos. De seguido un haz<br />
luminoso conectándonos, <strong>para</strong> luego<br />
recuperar <strong>la</strong>s imágenes pendientes<br />
del ayer, guardadas en el servidor.<br />
Volvía a estar con el<strong>la</strong>, a pasear por<br />
el parque, a<strong>la</strong>rgando <strong>la</strong> última vez<br />
que estuvimos juntos.<br />
En <strong>la</strong> imagen, el estanque calmado<br />
nos reflejaba. De repente, sus manos<br />
se posaban en mis costados, antes de<br />
un abrazo intencionado <strong>para</strong> unir su<br />
pecho contra mi espalda.<br />
La mano, autónoma entre el anhelo<br />
de <strong>la</strong> espera, detuvo <strong>la</strong> imagen en el<br />
instante de los dedos deslizándose