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Louis de Wohl ADÁN EVA Y EL MONO<br />
saber, mientras que la mayoría de sus sabios colegas eran unos<br />
«sab<strong>el</strong>otodo».<br />
Hoy, veintitrés siglos más tarde, si bien continuamos no<br />
sabiendo «nada» en sentido socrático, sí sabemos lo suficiente<br />
para comprender que no existe ningún cerebro humano capaz<br />
de contener la suma de la sabiduría humana. Todavía en <strong>el</strong> siglo<br />
pasado, un hombre era capaz de dominar varios sectores de la<br />
ciencia. Hoy en día, ni siquiera uno sólo. Hay tantos<br />
investigadores trabajando y los resultados de sus investigaciones<br />
nos son transmitidos con tanta rapidez, que cada una de las<br />
ciencias ha de ser subdividida en gran número de subcategorías<br />
y lo que se obtiene son decisiones globales de todo un gremio<br />
de científicos. Vivimos en la era de los especialistas. Lo<br />
comprendemos enseguida, si observamos cómo se ha extinguido<br />
casi totalmente <strong>el</strong> tipo d<strong>el</strong> «médico de cabecera». El<br />
hombre d<strong>el</strong> dolor de tripas no es competente para <strong>el</strong> dolor de<br />
garganta. El hombre d<strong>el</strong> dolor de cabeza no puede ayudarnos<br />
cuando tenemos una erupción. En la profesión de ingeniero la<br />
cosa es igualmente complicada.<br />
En mecánica ya no podemos dar abasto. En América han<br />
llegado al punto de que para un tratamiento dental son<br />
necesarios tres odontólogos: uno que empasta y hace puentes,<br />
otro que extrae mu<strong>el</strong>as y otro que limpia la dentadura.<br />
La formación, <strong>el</strong> entrenamiento y sobre todo la<br />
experiencia profesional hacen que sepamos muchísimo de<br />
nuestra exclusivísima especialidad (suponiendo que seamos<br />
trabajadores y leamos a diario las revistas de la especialidad),<br />
que sepamos muy poco de los sectores r<strong>el</strong>acionados, y<br />
prácticamente nada de todo lo demás; pero no en <strong>el</strong> sentido<br />
socrático, sino en <strong>el</strong> real.<br />
Lo que nos falta —y cada vez nos faltará más— son los<br />
cerebros «universales», que sepan lo suficiente de todo para<br />
poder coordinar esos ejércitos de especialistas, y que se ocupen<br />
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