de ángeles y demonios; metafísica y secularización en el cuento ...

24 José María Martínez
Los relatos de Rómulo Gallegos y Julio Garmendia, aparecidos respectivamente
en 1919 y 1927, llevan un poco más allá esta refiguración nerviana del
personaje diabólico, a pesar de que se sirvan en parte de la representación tradicional
que recogen los relatos del primer grupo. En el primero, el diablo -
en este caso un humano disfrazado de diablo - es presentado explícitamente
como redentor de un grupo de personas aturdidas por otro personaje disfrazado
de payaso y que debe entenderse como símbolo de una mentalidad burguesa
y una actitud pusilánime. No en vano el personaje disfrazado de diablo tiene
como nombre Pedro Nolasco, el santo ñindador de una orden dedicada a redimir
cautivos cristianos de las prisiones musulmanas. Con este santo vestido
de demonio estariamos quizá ante la rebeldia romántica de El paraíso perdido
de Milton o El fin de Satán, de Victor Hugo, aunque el hecho de que ia anécdota
ocurra durante el Carnaval hace que toda interpretación unívoca quede
automáticamente cuestionada por esa implícita falta de fijación semántica. De
todos modos, lo que sí se percibe es una magnificación de esta figura diabólica
que no se daba en ninguno de los autores anteriores, tampoco en Ñervo, y
que puede entenderse como otra propuesta de inversión de los órdenes teológicos
y morales de la tradición. El diablo aqui es un personaje heroico y mártir
con su figuración tradicional - en el disfraz - de un pulchrum reducido pero a
la vez portador del bonum y el verum morales del cuento. En otras palabras.
Gallegos, para fundamentar esa inversión de valores y ser entendido en ese
mensaje necesita conservar la representación tradicional del diablo, con ese
ptdchmm disminuido pero a la vez más positivo que el de su rival - el payaso -
que en este caso representaría el menor grado del mismo. El payaso es la figura
sobre la que se construye el contraste binario, de la misma forma que en otros
lugares se oponen las figuras del ángel y ei diablo, o del diablo y los personajes
humanos. En el diablo de Gallegos se reagruparian los trascendentales positivos
propios de las figuras angélicas tradicionales, pero al mismo tiempo el
discurso literario vuelve a mostrar su fuerza gravitatoria, ahora de forma inversa
al caso de "El ángel caído" de Ñervo. En el relato de Gallegos los condicionamientos
del público lector acostumbrado a esa figuración del diablo - el
horizonte de perspectivas de la teoría de la recepción - retienen al demonio en
su representación tradicional y sólo hacen así viable el mensaje del autor.
Por su lado Garmendia recurre al motivo del engaño del diablo, como lo
hicieron Palma y Lyra, aunque desde una perspectiva diferente ya que es el
propio narrador - que aquí se entiende identificado con el autor - el que se
presenta como protagonista de la anécdota. Igualmente, ésta tiene como asunto
una cuestión propiamente teológica o religiosa - la existencia del alma -
pero tratada de forma iconoclasta. Aquí el alma, el objeto tradicional de la
pugna entre el diablo y el ser humano, se considera inexistente, irrelevante o
producto de una invención, y por tanto los móviles de las acciones de ambos -
diablo y narrador-protagonista - se presentan como algo vacío y sin fundamento.
Y es diferente también porque la perspectiva irónica del narrador lleva