Recuerdos de un corredor de 400 m. vallas. Manuel SORIANO ...

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Los veranos de Fuente Grande. y quedarse con el “pollo”. Uno de esos veranos, no debía tener más de once o doce años, me empeñe en que me dejaran participar y, aunque no era posible debido a mi corta edad, después de mucho insistir accedieron. Al fin y al cabo debieron de pensar que no era más que un niño con ganas de jugar. Para sorpresa de todos gane la carrera. Las imágenes que quedaron grabadas en mi memoria son irreales, como las de un sueño, en las que se produce un desdoblamiento y, al mismo tiempo, eres protagonista y espectador de la escena. Ese recuerdo fue, seguramente, el origen de mi posterior afición al atletismo. 4 VELEZANA NUM 29 Almería, Después de terminar el Bachiller Laboral en el Instituto de Vélez Rubio, mi padre me mandó interno a la Escuela de Maestría Industrial de Almería. En el internado, como jefe de estudios, y en las clases como profesor de Matemáticas, teníamos a don Pedro Vilches (natural de Chirivel). Era un hombre inteligente y con gran personalidad. Murió hace algunos años, para él mi más cariñoso recuerdo. Fue uno de los dos personajes que le dieron a mi vida un gran impulso. A don Pedro le gustaban tanto las Matemáticas y se tomaba tanto interés en su labor docente que consiguió que su estudio, inesperadamente para mí, se convirtiera en algo entretenido. Una vez obtenido el título de Maestría Industrial, me fui a Valencia donde, tres años después, sin duda por el cambio de actitud que, debido a su influencia, experimenté ante los estudios, me diplomé en la Escuela de Ingeniería Técnica. Durante mi estancia en Almería solía acudir a todas las competiciones de atletismo que llegaban a mis oídos, me gustaba el ambiente que se respiraba, el encontrarte con unos y con otros, comentar las incidencias... En una de ellas se fijó en mí don Emilio Campra, antiguo corredor de 400 metros lisos, campeón de España en su juventud, gran aficionado y entrenador, quizás el único por aquellos lares. Todavía se encuentra entre nosotros y, a sus ochenta y siete años, goza de una salud envidiable. Era, y para mí siempre lo será, una autoridad nacional que ejercía como profesor en la Escuela Nacional de Entrenadores de Atletismo, para lo que, periódicamente, se desplazaba a Madrid a impartir los cursos. Él trabajaba en los Juzgados de Almería. Es el otro personaje tuvo gran influencia en mi vida. Quedábamos a las siete y media de la mañana en el antiguo Estadio de la Juventud. Las instalaciones se encontraban en completo abandono, con los vestuarios a medio derruir y una pista de atletismo en precarias condiciones. Actualmente, el nuevo estadio que se construyo en su lugar, con motivo de los últimos Juegos del Mediterráneo (2005), lleva el nombre de “Estadio de la Juventud Emilio Campra” en reconocimiento, de la ciudad de Almería, a la gran labor realizada por y para el deporte a lo largo de su vida. Me levantaba las siete para tener tiempo de entrenar y poder estar de vuelta a mis clases a las nueve.
A veces, durante el paseo, camino de mi cita con Emilio, fantaseaba pensando en lo emocionante que sería conseguir el nivel atlético necesario para entrar en las grandes competiciones con posibilidades de éxito y poder disfrutar de los apasionantes momentos que se viven, tanto en los instantes previos a la salida, como durante la carrera. No sabía que esos deseos se harían realidad. Puntualmente, cada mañana, allí estaba esperándome el bueno de Emilio Campra. Ahora, cuando lo pienso, valoro en toda su magnitud lo que este hombre fue capaz de hacer con el ánimo de que un chico, de condiciones atléticas dudosas, prosperara y se formara como futuro atleta. Transmitía tanto entusiasmo y afición que te contagiabas sin darte cuenta. No sólo me enseñó a disfrutar de la práctica del atletismo, también los fundamentos técnicos y sus métodos de preparación, hasta el punto que, posteriormente, cuando me fui de Almería, esos conocimientos me permitieron diseñar y controlar mis planes de entrenamiento, lo que me daba, por un lado, la ventaja de no depender de nadie, y. por otro, la de poner en práctica mis ideas al respecto, que por cierto, no coincidían con las rutinas generalmente aceptadas por la mayor parte de los entrenadores de la época, pero que me permitieron obtener un rendimiento excelente de mis modestas posibilidades. Cuando volvía a Vélez Rubio por vacaciones, solía ir a correr, carretera adelante, hasta la Monja, o realizar series de 300 mts en el Puente Plato, frente al cerro de los Pinos. Yo vivía en la Carrera del Carmen, el patio que había detrás de la casa tenía los muros medianeros con los de la familia Rame, lo que aprovechaba para, saltándolos, salir discretamente a la carretera. No me encontraba cómodo al sentirme observado. Ya era bastante que los agricultores me gritaran al verme pasar, imagino pensarían que no estaba muy bien de la cabeza. Con los años la práctica deportiva en el campo y la ciudad se ha llegado a convertir en algo natural, pero en aquellos tiempos resultaba extravagante ver a alguien corriendo sin motivo aparente. Recuerdos de un corredor de 400 m. vallas M E M O R I A P E R S O N A L 100 mts lisos en el Estadio de la Juventud de almeria, 19... Equipo de 4x400 del Club Hispania de Almeria. Madrid, 196... Parte del equipo de atletismo del Hispania de Almeria. AÑO 2010 VELEZANA 5
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