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No somos irrompibles (12 cuentos de chicos enamorados) Elsa ...

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-¿Qué tiene que hacer un viejo como yo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un libro <strong>de</strong> <strong>chicos</strong><br />

<strong>enamorados</strong>? Ésta es la pregunta que me repetí una y otra vez antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidirme a<br />

contarte mi historia.<br />

<strong>No</strong>, no se trata <strong>de</strong>l relato <strong>de</strong> todos mis sucesos, <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> anécdotas que<br />

podría narrarte <strong>de</strong> acuerdo con los tantos años que he vivido...<br />

“Mi” historia es breve. Le bastarán apenas unas páginas para <strong>de</strong>sarrollarse por<br />

escrito.<br />

Ahora comprendo que fue lo más hermoso que me pasó y acaso por ella, sólo<br />

por ella, mi vida adquirió verda<strong>de</strong>ro sentido.<br />

Yo acababa <strong>de</strong> cumplir diez años aquel verano.<br />

Mi casa se alzaba frente al mar, una cabaña <strong>de</strong> pescadores en la que el tiempo se<br />

<strong>de</strong>slizaba con tanta cali<strong>de</strong>z como simpleza.<br />

Mis abuelos, mis tíos, mis padres, mis primos, mi hermana y yo (el más chico <strong>de</strong><br />

todos) compartíamos trabajo y sueños a la par.<br />

55<br />

Día tras día exactamente iguales. Una rutina dulzona que se interrumpía, <strong>de</strong> tanto en<br />

tanto, por la visita <strong>de</strong> la familia más cercana, pescadora como la nuestra, y con quien<br />

solíamos pasar algunas noches festejando la alegría <strong>de</strong> estar juntos.<br />

Y a esa familia pertenecía Malva, una muchachita escuálida a la que me unía un<br />

sentimiento también escuálido: ¡estábamos con<strong>de</strong>nados a ser amigos! <strong>No</strong> había otros<br />

<strong>chicos</strong> <strong>de</strong> nuestra edad en kilómetros a la redonda.<br />

Ah... Encontrarnos era empezar a pelear por cualquier motivo. Y eso que nos<br />

habíamos criado juntos, que los fines <strong>de</strong> semana los pasábamos a dúo, jugando en la<br />

playa invierno y verano.<br />

Pero no había vuelta que darle: éramos como perro y gato.<br />

Sin embargo, nuestros padres hacían sus planes: -Dentro <strong>de</strong> unos años vamos a<br />

ser parientes... El Grillo se va a casar con Malvita.<br />

¿Hace falta que te aclare que “el Grillo” era yo y el por qué <strong>de</strong> la maldita gracia<br />

que me hacían esos comentarios?<br />

<strong>No</strong> porque Malva fuera mala o fea, nada <strong>de</strong> eso. Pero me molestaba que fuera tan<br />

práctica, que continuamente me preguntara, por ejemplo: -¿Y eso para qué te sirve?-<br />

cuando yo recogía caracoles, los restos <strong>de</strong> algún cangrejo, piedras o trozos <strong>de</strong> vidrio<br />

como si fueran tesoros...<br />

56<br />

O que se burlara <strong>de</strong> mi gusto <strong>de</strong> canturrear por lo bajo, durante las prolongadas<br />

caminatas, mientras ella insistía en charlar, charlar y charlar.<br />

-¡Con razón que te pusieron Grillo como sobrenombre! –me <strong>de</strong>cía entonces, con<br />

cara <strong>de</strong> “aquí va a <strong>de</strong>satarse una tormenta”. O: ¡Ufa! ¿Se pue<strong>de</strong> saber qué es lo que les<br />

ves <strong>de</strong> nuevo a las olas? ¿<strong>No</strong> te harta mirarlas?<br />

¿Se pue<strong>de</strong> oír con los ojos?<br />

Ya sé: dirás que no. Pero es preciso que supongas que eso fue posible pues<br />

justamente allí, en las melodías que yo podía oír al mismo tiempo que contemplaba las<br />

olas, tiene su principio mi historia, ésa <strong>de</strong> la que te hablé al principio.<br />

Las olas. Partiéndose en la orilla para, <strong>de</strong> inmediato, rearmarse y volver enteras<br />

mar a<strong>de</strong>ntro.

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