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No somos irrompibles (12 cuentos de chicos enamorados) Elsa ...

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-Le regaló un folleto con paisajes brasileños...<br />

-Escribió su nombre infinidad <strong>de</strong> veces, ro<strong>de</strong>ándolo con florcitas, pájaros y<br />

corazones...<br />

A las dos horas <strong>de</strong> vuelo, era para mí obvio que entre esas dos criaturas había<br />

nacido un cálido sentimiento, tan real como las nubes que sobrevolábamos. <strong>No</strong> bien los<br />

evoco, sus risas y vocecitas vuelven a campanillear en mis oídos y las miradas que<br />

anudaban sus ojos brillan ante los míos como hilitos <strong>de</strong> lentejuelas. Como generalmente<br />

no consigo dormirme durante los viajes, por más largos que éstos sean, pu<strong>de</strong><br />

contemplarlos a ellos dos dormidos. La cabecita <strong>de</strong> Lynn reclinada sobre el hombro <strong>de</strong><br />

Constantino, me gustaría ser pintora para reproducir aquella imagen hermosa. Morenita<br />

una cabeza, rubia la otra, tan inocentes las dos; los labios <strong>de</strong> ella entreabiertos, los<br />

<strong>de</strong>ditos manchados <strong>de</strong> pintura <strong>de</strong> él; Lynn <strong>de</strong>stacada por vaporoso vestido blanco,<br />

Constantino, gracioso con su jardinero ver<strong>de</strong>... Hasta las azafatas se enternecieron con<br />

esa parejita que parecía soñar un mismo sueño y pasaron varias veces sólo para<br />

mirarlos.<br />

116<br />

De tanto en tanto, los padres <strong>de</strong> Constantino o la mamá <strong>de</strong> Lynn se acercaban a<br />

nuestros asientos para controlarlos a ellos o para preguntarme si no me molestaban.<br />

Mientras los dos <strong>chicos</strong> se habían olvidado <strong>de</strong>l mundo, <strong>de</strong>l viaje, <strong>de</strong> sus padres y <strong>de</strong> mí,<br />

absolutamente concentrados en sus juegos, en su relación, en sus sueños...<br />

-Su atención, por favor. Comunicamos a los señores pasajeros que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

veinte minutos aterrizaremos en el aeropuerto <strong>de</strong> Senegal. La temperatura actual es <strong>de</strong><br />

38 grados. Esperamos que quienes concluyen su viaje aquí hayan disfrutado <strong>de</strong>l mismo.<br />

El capitán Thiele y su tripulación los saluda muy cordialmente. Les recordamos no<br />

olvidar efectos personales a bordo. Gracias.<br />

Informamos a los señores pasajeros que prosiguen este vuelo con <strong>de</strong>stino a Río<br />

<strong>de</strong> Janeiro y Buenos Aires que se hará en Senegal una escala técnica <strong>de</strong> treinta minutos,<br />

por lo que les solicitamos que permanezcan a bordo. Gracias.<br />

Estábamos terminando <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayunar cuando la voz <strong>de</strong> una azafata anunció lo<br />

que acabo <strong>de</strong> contarte.<br />

Lo que sé que no necesito contarte es la reacción <strong>de</strong> Lynn, cuando su mamá se le<br />

acercó para avisarle que se preparara para bajar. Tampoco es necesario <strong>de</strong>scribir la<br />

carita que puso Constantino en cuanto se enteró <strong>de</strong> que su compañera había concluido el<br />

viaje.<br />

117<br />

¿Quién no pue<strong>de</strong> imaginar lo que sentirían los <strong>chicos</strong> al tener que separarse? Sólo voy a<br />

<strong>de</strong>cirte que ella <strong>de</strong>sprendió unas cuentas <strong>de</strong> su pelo y se las entregó a Constantino casi<br />

sin mirarlo y que él le dio su pañuelo, aunque nunca sabré cuál <strong>de</strong> los dos lo necesitaba<br />

más en aquel momento.<br />

Una <strong>de</strong>spedida sin adioses ni promesas <strong>de</strong> futuros reencuentros fue la <strong>de</strong> Lynn y<br />

Constantino.<br />

La madre <strong>de</strong> la niña vino a buscarla, cargando bolsones y abrigos, y pronto ya<br />

estaban las dos próximas a la puerta <strong>de</strong> <strong>de</strong>sembarque.<br />

Constantino apretaba los puños y aparentaba mirar distraídamente a través <strong>de</strong> la<br />

ventanilla.<br />

-¡Constantino, Lynn te está saludando! –le dije, al ver que la nena se volvía para<br />

<strong>de</strong>dicarle aquella última mirada, antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l avión. Los hilitos <strong>de</strong> las<br />

lentejuelas brillaron entonces más que nunca.

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