Son las 4 de la mañana y no puedo dormir. Siempre he batallado para conciliar el sueño, pero esta vez es diferente; veo su rostro dentro de mi cabeza, el pánico me inunda y me paralizo. No puedo evitar llorar de miedo, coraje, humillación, impotencia... se me vienen tantas cosas a la cabeza, pero la que provoca terror en mí, es su imagen apuntándome con el cuchillo. No puedo seguir en la habitación sola, el miedo me impide seguir en la cama, me hace sentir vulnerable y salgo de mi cuarto. Enciendo una luz. Pienso en despertar a mis compañeras para que me hagan compañía, pero prefiero quedarme sentada en la sala, sabiendo que ellas están al lado. Me vuelven a dar ganas de llorar y aunque quiera evitarlo, las lágrimas brotan. El dolor de cabeza aparece a la par con mis lágrimas y la pregunta “¿por qué a mí?” ronda mi mente sin cesar. Si me hubiera ocurrido una de tantas veces que ando de antro y de madrugada con mis amigas, o en alguna de aquellas ocasiones en que llego muy noche a mi casa por cuestiones de trabajo, creo que mi pensamiento sería: ”ok, fue mi culpa, ando sola en la noche”. Pero no fue así. He escuchado infinidad de palabras de consuelo, pero ninguna me hace sentir mejor. Me sigo sintiendo acorralada y con el cuchillo frente a mí. Continúo viendo su rostro, sus ojos, y las asquerosas palabras que me decía siguen retumbando en mi cabeza. Aunque quiero sacar la fortaleza que según yo me describe, es difícil y me desmorono. “Lo bueno que no pasó a mayores”, dicen continuamente y sé que es verdad, no logró abusar sexualmente de mí, pero el simple hecho de que lo intentó, de que me intimidó y congeló al grado de evitar que gritara y saliera corriendo, me hace sentir humillada, sucia, avergonzada e incluso, culpable. Los “hubiera” aparecen. “Hubiera corrido”. “Hubiera gritado”. “Hubiera cargado mi cámara para tomarle una foto y que lo pescaran más rápido”. “Le hubiera quitado el cuchillo y amenazado con el”...”Hubiera, hubiera, hubiera”, pero nada de eso hice. Me siento tonta e impotente. Fue el 15 de junio cuando me habló por primera vez –no sé si me tenía checada desde antes–. Pasó a mi lado en su bicicleta. No lo tomé en cuenta hasta que de repente ya estaba a mi lado diciéndome que me cuidara, “por que había un loco violador”, y que incluso, yo había pasado al lado de ese “violador”. No capté enseguida lo que me decía. Ingenuamente le di las gracias por advertirme. Comenzó a hacerme cuestionamientos sexuales; ahí me dio mala espina y para mi buena fortuna, venía mi camión y terminó la conversación. No le tomé importancia, creí que era un personaje más del mundo bizarro en el que a veces vivo. A la mañana siguiente, todo era normal en mi rutina, salí de la casa a la misma hora. Me regresé por que se me había olvidado el lonche y en eso él ya me había alcanzado: “¿Ahora cambiaste de rumbo?”, me dijo, al pensar que tomaría el camión en otro lugar. “Sí”, le contesté y esperé a que se fuera para entrar a mi casa y que él no viera en dónde entraría. Hice tiempo y luego de unos minutos, salí; él ya estaba esperándome en la esquina y vio de dónde salí; lo ignoré y continué mi camino. Dentro de algunos pasos él me alcanzó e incluso extendió su mano para saludarme. Yo dudé y sólo hice una mueca. Hubo minutos de silencio... “¿Eres virgen?”, fue una de las preguntas que escuché, mientras trataba de alejarme de él. Me comporté como si no me intimidara y seguí caminando. La cuadra se me hacía de kilómetros, ansiaba llegar a la parada del camión, pero antes de llegar, en algún momento, él ya había sacado un cuchillo y me estaba amenazando con él. Mostré indiferencia y seguí caminando. La calle estaba sola. Poco a poco comencé a sentir pánico. “Si no te detienes y te quitas la ropa, te lo encajo”, escuché. Yo seguí caminando. “¿Crees que no te lo encajo?, soy carnicero”, me decía. “Enséñame y te dejo en paz”. Así continuó, yo tratando de evadirlo y él siguiéndome con el cuchillo, diciéndome pendejada y media, vulgaridades y obscenidades. Dos cuadras tuve que 12 JUSTICIA • JULIO • sexual Crónica de un ataque las agresiones sexuales callejeras siguen siendo un problema grave en la zona metropolitana de Monterrey, donde la policía no parece estar preparada para atender las solicitudes de apoyo Por Una ChiCa de VeintiCUatro años soportar eso. No podía gritar, no podía correr. No reaccionaba ante lo que estaba sucediendo. Cuando me empujó a la pared y prácticamente sentía el cuchillo en mi estómago, alguien apareció; él lo vio y huyó. Traté de golpearlo para que se cayera de su bicicleta,pero fue inútil, el golpe ni cosquillas le hizo debido a su tamaño y fuerza. Me quedé parada, temblando, tratando de asimilar lo que había pasado. Comencé a llorar. “¿Trató de robarla?”, me preguntó el viejito que gracias a Dios había aparecido. No pude contestar, así llorando y temblando caminé a mi casa. Como pude llamé a mi tío y a mi mamá y esperé a que llegaran. Las calles seguían solas. Me encerré en mi casa a esperar. A las 7:30 am ya iba rumbo a la delegación de Santa Cruz, en Guadalupe, a poner mi denuncia. LA SIGuIENTE HuMILLACIÓN FuE IGuAL O PEOR. “¿Por qué vino hasta ahorita si eso pasó antes de las 7 de la mañana?”. “Esta delegación no le corresponde”. “Ahorita ya no podemos hacer nada, ¿dónde lo pescamos? Si ya pasó mucho tiempo y dice usted que anda en una bicicleta”... fueron algunas de las palabras que escuché de la boca de los uniformados. Ni siquiera tomaron mi nombre, me preguntaron por dónde había sido el ataque y no se tomaron la molestia de anotar. “Esta delegación no le corresponde”, volvieron a decir, pero jamás se pusieron en contacto con la otra delegación para pasar el caso. Tuve que soportar y seguía oyendo esas incoherencias, observando cómo les valía madre el hecho de que iba inconsolable y estaba sacando todas mis fuerzas para responder sus absurdas preguntas. Lo último que soporté fue cómo la única mujer policía que estaba ahí, arrancaba un pedazo de papel, anotaba unos números de teléfonos y nos decía a mi mamá y a mí: “Si le vuelve a pasar esto o se lo vuelve a topar, márquenos” y nos dio el pedazo de papel. Mi mamá siguió alegando con ellos. Lo único que queríamos era que quedara un antecedente para que otras mujeres no pasen por lo mismo. Por lo que vi, a ellos les valió. “No crean que vinimos aquí porque confiamos en ustedes”, les dijo mi mamá, “queremos que estén enterados de lo que pasó y que avisen para que no le pase a otra muchacha lo que le pasó a mi hija”, continuó diciendo, mientras el policía más joven de los cuatro que estaban ahí, se reía con prepotencia. Salimos de la delegación corroborando lo que siempre dicen: es una pérdida de tiempo ir a denunciar. Tal vez si hubiera llegado con la ropa desgarrada, llena de sangre y completamente ultrajada, hubiera sido diferente, pero ¿realmente las mujeres y los hombres tenemos que esperar a que algo más grave nos pase para que las autoridades nos apoyen? Si hubiera sido un familiar de ellos, otra sería la ¡evítaLO! • El perfil Estadístico de violación en nuevo león 2008, generado por el Centro de justicia Familiar con el apoyo de RRS y asociados, SC, muestra entre otras cosas que un 92 % de la víctimas de violación en el Estado es del género femenino, de un rango de edad de entre los 15 y 18 años, principalmente. • También afirma que un 33 % de las violaciones son cometidas por desconocidos (la mayoría es por conocidos o familiares). • ¿Cómo evitar ser atacada? El documento muestra estas recomendaciones: - Esté alerta a miradas lascivas y persistentes de desconocidos. - no transite sola en la madrugada o noche especialmente por lugares desiertos. - Tome precauciones al tomar un taxi sola (avisar a algún familiar los datos del taxi y la ruta). - lleve siempre un celular y tenga en mente el 066 para el caso de una emergencia. - vaya siempre en grupo a una fiesta, restaurante, bar o discoteca. - avise siempre en casa a dónde se va, con quién se va y a qué hora regresa. - no beba con desconocidos. Cuide su bebida en todo momento. - Use su intuición. En el caso que perciba algún comportamiento extraño, no lo ignore. Siga sus instintos. • ante un intento de violación, la mayoría de los violadores dijo que soltaría a una mujer que gritase o que no tuviese miedo de pelear con él. Ellos procuran blancos fáciles. • El perfil trae éstas recomendaciones para poner en marcha ante un intento de violación: - no muestre miedo al caminar o al hablar. - Enfréntelo verbalmente con firmeza. - ¡Corra! ¡Grite! - Finja un ataque epiléptico o de vómito. - Golpéelo con codo, rodilla o puños en los puntos vulnerables (ojos, oídos, testículos, garganta). - Si cree que esto no es conveniente, no oponga resistencia para evitar un daño mayor. historia, creo que hasta hubieran tomado la justicia por su propia mano. Pero no, yo era una desconocida que había tardado una hora en ir a avisar que estuve a punto de ser violada. Vivo atemorizada, ni siquiera puedo salir sola de mi casa por temor a encontrármelo, ya que sabe dónde vivo. Si alguien en la calle se me queda viendo, me da pánico y siento que en cualquier momento tratará de atacarme. Ahora, además de cargar con mi celular y mis llaves, no salgo sin el gas pimienta. Me siento diferente. Perdí el valor, mi fuerza y la confianza en mí. Es como si estuviera perdida. Trato de demostrar que sigo siendo la misma de siempre, pero algo dentro de mí sabe que cambié completamente. DESPuéS DE ESA EXPERIENCIA, BuSQué ASESORÍA legal, ya que desconozco todo lo que tenga que ver con el mundo de los policías y demás. Me dijeron que los policías sólo te pueden “ayudar” cuando la agresión se está llevando a cabo, después no. Sin embargo, también me aseguraron que es su responsabilidad asesorar a la víctima para canalizarla a dónde ir a poner la denuncia. Ellos no lo hicieron, pero mi denuncia ya está hecha ante el Ministerio Público, del cual por cierto tengo muy malas referencias. Pero mi parte como ciudadana está hecha. Sólo espero que ellos hagan la suya.
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