índigo - Reporte Indigo

personaje
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IDI
Sería para morirse de la risa si no hubie-
Por John Carlin
Señor de las Bestias de la Tierra y los Peces del Mar”,
“Conquistador del Imperio Británico”, “Mariscal de
Campo”, “Doctor”, “Rey de Escocia” y “Presidente
Vitalicio” fueron algunos de los títulos que se
autoconcedió el dictador africano Idi Amín.
se asesinado a unas 300 mil personas entre
1971 y 1979, los años en los que ejerció el
poder absoluto en Uganda.
Pero precisamente esa mezcla de payaso
y tirano, esa imagen de Calígula africano,
es lo que explica la fascinación que
el déspota de este pequeño y pobre país
ejerció en su día, y sigue ejerciendo, en el
mundo occidental, especialmente en el
anglosajón.
Idi Amín es, para los británicos, lo que
los tiranos latinoamericanos más pintorescos
son para los españoles. Engendros
deformes, pero frutos reconocibles de la
madre imperial, como Rafael Leónidas
Trujillo, en la República Dominicana o
Alfredo Stroessner, en Paraguay.
Personajes que se prestan a la ficción,
como en la novela “El Otoño del Patriarca”,
de Gabriel García Márquez, o en “La Fiesta
del Chivo”, de Mario Vargas Llosa.
Pero ni la imaginación más alocada del
realismo mágico podría haber concebido un
personaje tan extravagante como Amín.
Militar de dos metros, progenitor olímpico,
comilón voraz, gordo como un hipopótamo,
era el prototipo del dictador en
versión cómic.
Cumplía, además, con el requisito de
todo tirano, el de ver enemigos por todas
partes, especialmente dentro de su propio
ejército, cuyos soldados fueron diezmados.
Los hacía matar a tiros y a martillazos.
A los que habían sido sus enemigos más
temibles les cortaba la cabeza y, fomentando
los rumores persistentes de que practicaba
el canibalismo, las guardaba en una
hielera.
También cumplía con otro componente del dictador:
era un megalómano. Su poder no conocía límites. Por
eso escribía cartas de una impertinencia demencial al
presidente de Estados Unidos o a la reina de Inglaterra.
índigo • 9 de marzo 2007 9 de marzo 2007 • índigo
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