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Carlos Franqui

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15<br />

fracasados, engañadores, encontraban un buen pargo, serrucho, langostas o camarones,<br />

que llevar a sus preocupadas mujeres.<br />

La fruta desaparecida.<br />

Las flores desaparecidas.<br />

¿Dónde están?<br />

El mercado socialista era una cosa vacía, burocrática y fea.<br />

La ciudad se haitianizaba.<br />

Era sorprendente ver gallinas, guanajos en los balcones.<br />

Jardines cultivados, solares yermos sembrados de lechugas y tomates.<br />

En otra época, menesteres de chinos. Ahora, oficio de todos.<br />

La erosión del mar destruía las paredes de las casas que no se pintaban.<br />

Comenzaban las primeras colas del día, largas filas de gente, buscando pan o el cafecito<br />

que no se encontraba.<br />

El antiguo malecón parecía un cementerio.<br />

Ni una luz ni un letrero lumínico.<br />

Los automóviles desaparecían. Autobuses pocos. Taxis menos.<br />

Mujeres con cubos de agua.<br />

No dormí.<br />

Amanecía.<br />

Paseaba por el malecón, como en otros tiempos. A sentir el mar, ver la luz, los fulgores<br />

de la ciudad de mañana, caminando.<br />

La fresca brisa.<br />

Cuando el sol cortante me dio en la cara, fue como si despertase de una pesadilla.<br />

Comprendí la enormidad de peligros que me acechaban.<br />

Un condenado en espera de que se cumpliese la sentencia.<br />

Aquéllos eran mis enemigos.<br />

Ese poder no era la Revolución ni el socialismo.<br />

Era sólo el poder ruso-castrista.<br />

Me decía: si siempre lo supe, de qué debo extrañarme. Pensaba. Veía en mi memoria,<br />

como en un viejo film, el tiempo proyectado, no descubría salidas. Sí quizás al comienzo<br />

de enero del 59.

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