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15<br />
fracasados, engañadores, encontraban un buen pargo, serrucho, langostas o camarones,<br />
que llevar a sus preocupadas mujeres.<br />
La fruta desaparecida.<br />
Las flores desaparecidas.<br />
¿Dónde están?<br />
El mercado socialista era una cosa vacía, burocrática y fea.<br />
La ciudad se haitianizaba.<br />
Era sorprendente ver gallinas, guanajos en los balcones.<br />
Jardines cultivados, solares yermos sembrados de lechugas y tomates.<br />
En otra época, menesteres de chinos. Ahora, oficio de todos.<br />
La erosión del mar destruía las paredes de las casas que no se pintaban.<br />
Comenzaban las primeras colas del día, largas filas de gente, buscando pan o el cafecito<br />
que no se encontraba.<br />
El antiguo malecón parecía un cementerio.<br />
Ni una luz ni un letrero lumínico.<br />
Los automóviles desaparecían. Autobuses pocos. Taxis menos.<br />
Mujeres con cubos de agua.<br />
No dormí.<br />
Amanecía.<br />
Paseaba por el malecón, como en otros tiempos. A sentir el mar, ver la luz, los fulgores<br />
de la ciudad de mañana, caminando.<br />
La fresca brisa.<br />
Cuando el sol cortante me dio en la cara, fue como si despertase de una pesadilla.<br />
Comprendí la enormidad de peligros que me acechaban.<br />
Un condenado en espera de que se cumpliese la sentencia.<br />
Aquéllos eran mis enemigos.<br />
Ese poder no era la Revolución ni el socialismo.<br />
Era sólo el poder ruso-castrista.<br />
Me decía: si siempre lo supe, de qué debo extrañarme. Pensaba. Veía en mi memoria,<br />
como en un viejo film, el tiempo proyectado, no descubría salidas. Sí quizás al comienzo<br />
de enero del 59.