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Cortados por la misma tijera<br />
Por Aquiles Julián<br />
6<br />
Tengo una amiga que no me lee: le produzco disonancia cognitiva. Mi amiga me lo<br />
confesó (el no leerme, no lo otro; eso lo sé por mis estudios de psicología social). Los<br />
artículos que escribí sobre la dictadura militar de los Castro y la muerte del activista por<br />
los derechos civiles Orlando Zapata Tamayo la escandalizaron.<br />
Mi amiga es de las que resisten enterarse; prefieren vivir en su burbuja. Pertenece a ese<br />
amplio espectro de las buenas conciencias: de izquierda, antiimperialista yprocubana.<br />
A personas como ellas fue que Willi Münzenberg llamó su “Club de los Inocentes”, y el<br />
jefe de Münzenberg, Vladimir Lenín, las calificó de “tontos útiles”. Claro que mi amiga<br />
ni sabe quién fue Willi Münzenberg y mucho menos leyó a Lenín. Ella simplemente<br />
aplaude, repite, apoya, condena, se embebe de ese Foro Público que es el Granma y vive<br />
de lo más feliz esperando el amanecer totalitario que instale la dictadura en nuestro<br />
país. Y de seguro que ella se piensa parte del aparato que manda y no de los traseros que<br />
serán pateados si ello ocurriera.<br />
Claro que yo sé, y bien que lo sé, que las probabilidades son de que lo segundo sea que<br />
ocurra. Mi amiga pertenece a ese valioso (pese a todo) grupo de inconformes que<br />
reaccionan indignados por las desigualdades, privilegios, corrupción, impunidad,<br />
prevaricación, dolo y otras realidades igualmente nauseabundas que proliferan en<br />
nuestra sociedad. Ella no advierte, supongo, que quienes han postulado el marxismo y el<br />
extremismo radical son partícipes del festín y se han lucrado igualmente en un<br />
oportunismo rampante. Ella simplemente rechaza todo lo malo de esta sociedad.<br />
Y a mí me parece bien eso. Pero rechazar lo malo de esta sociedad para mí nunca puede<br />
significar rechazar todo, es sólo rechazar la parte dañada, la parte inaceptable, la parte<br />
podrida. Creo que eso nos compromete a seguir defendiendo los cambios, propiciando<br />
una sociedad más justa, más equilibrada, que abra más oportunidades; llevar, como<br />
alguna vez Juan Bosch mismo sugirió en otro contexto, “al gobierno a su propia<br />
legalidad”.<br />
Lo que no apoyo ni comparto es que, excusándonos en los desequilibrios e ilegalidades<br />
que proliferan en nuestra insuficiente democracia, permitamos que se la aplaste e<br />
involucionemos a una dictadura totalitaria. La ventaja de estos 50 años de<br />
semidemocracia, si se quiere, es que han permitido ver la catadura moral de algunos