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Carlos Franqui

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97<br />

La intervención USA en Guatemala, el derribo de un gobierno tibiamente<br />

reformista como el que dirigía Jacobo Arbenz, demostró a comienzos de los años<br />

cincuenta que cualquier intentona de alteración del "status" americano estaba<br />

condenada a topar directamente con la gendarmería de los USA. América Latina<br />

estaba en aparente silencio, derribado Perón, desposeído Jacobo Arbenz, sólo se<br />

permitía la excepción casi pintoresca del matrimonio Jagan en La Guayana Británica,<br />

"el matrimonio rojo" como lo calificaba la publicidad político-sentimental de la época.<br />

América Latina parecía enfrentada al dilema entre dictadura y parlamentarismo<br />

característico de su entonces largo siglo de historia. La democracia formal se imponía<br />

dificultosamente a las dictaduras según ajustes de cuentas entre oligarcas del dinero y<br />

del ejército y el embajador americano. Cuando estos tres poderes no consideraban<br />

controlable la experiencia democrática, el único juego válido era la probatura de<br />

dictadores más propicios o presentables.<br />

Precisamente, poco antes del triunfo del castrismo en Cuba, Venezuela se había<br />

sacado de encima la dictadura de Pérez Jiménez y una coalición de fuerzas<br />

democráticas apoyadas por sectores del ejército había accedido al poder. La cabeza<br />

visible del golpe triunfador era Rómulo Betencourt, político de la vieja hornada<br />

democrática liberal, a lo Figueres, Bosch, Prío Socarrás, representantes máximos de la<br />

"opción democrático liberal" en América Latina. Fue un golpe que tardó en<br />

consolidarse lo que tardó en llegarse a un acuerdo entre golpistas y compañías<br />

norteamericanas explotadoras de los yacimientos petrolíferos venezolanos.<br />

Todo conducía a la evidencia de que nada de lo que crecía bajo el sol de<br />

Washington dejaría de crecer hacia el astro rey. Cualquier intento de alteración del<br />

"status" mundial había sido drásticamente zanjado, aniquilado o aplastado:<br />

Guatemala, el Líbano, Irán, Corea, la geografía de la parálisis parecía haber detenido<br />

el globo del mundo en su camino de traslación a través de la Historia. Y de pronto<br />

Cuba. La isla de los latifundios azucareros controlados por la oligarquía adicta a<br />

Batista. La isla paraíso del ocio del turismo americano. Precisamente Cuba<br />

demostraba que no todo estaba escrito.<br />

Parte del enigma de esta revolución excepcional se contesta en las páginas de El<br />

libro de los doce. <strong>Carlos</strong> <strong>Franqui</strong> recogió una historia vívida de la revolución a través<br />

del testimonio de protagonistas tan diversos como Amejeiras, Juan Almeida, José<br />

Ponce, Universo Sánchez, Celia Sánchez, Haydée Santamaría, Guillermo García,<br />

Manuel Fajardo, Faure Chomon, Camilo Cienfuegos, Ernesto Che Guevara y Vilma<br />

Espín. A través de su testimonio directo recogido por un magnetofón, <strong>Franqui</strong><br />

transmite al lector vivencias de los revolucionarios cubanos desde el asalto al Cuartel<br />

de Moncada o al Palacio Presidencial, hasta la lucha revolucionaria que siguió al<br />

desembarco del "Granma".

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