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Carlos Franqui

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habría sido derribado por una antiaérea en la costa norte del centro de la isla. La<br />

operación, monitoreada por Raúl Castro desde La Habana y ejecutada por jóvenes<br />

comunistas de la naciente Seguridad del Estado cubana, pudo haber sido justificada<br />

como un acto de defensa contra una avioneta enemiga.<br />

Aunque <strong>Franqui</strong> llega a la tesis del atentado por vía deductiva, sus pasajes sobre la<br />

eliminación de Camilo Cienfuegos siguen siendo conjeturales. Lo importante es que la<br />

conjetura, en este caso, más que una presunción o sospecha, parece un atisbo. <strong>Carlos</strong><br />

<strong>Franqui</strong> no descifra, pues, el enigma de la muerte de Camilo Cienfuegos. Sólo nos<br />

agranda el misterio, con una pregunta aquí y una revelación allá. Al final, cuando<br />

terminamos de leer esta biografía, nos convencemos de que la desaparición de Camilo<br />

Cienfuegos, azarosa o deliberada, sacó de escena a un posible rival y allanó el camino<br />

para la degeneración de una epopeya democrática en un régimen totalitario. -<br />

http://www.letraslibres.com/index.php?art=7230<br />

<strong>Carlos</strong> <strong>Franqui</strong>, un hombre solo<br />

Por Orlando Jiménez-Leal<br />

<strong>Carlos</strong> <strong>Franqui</strong> era un hombre solo. Lo conocí, hace más de 50 años y lo recuerdo ya<br />

instalado en su soledad, como si fuera un hombre invisible rodeado de gente. Su poder,<br />

sin embargo, era extraordinario. Eran los primeros meses de 1959, la revolución cubana<br />

había triunfado y <strong>Carlos</strong> había bajado a La Habana desde la Sierra Maestra, en pleno<br />

entusiasmo revolucionario, para dirigir el periódico Revolución, el órgano oficial del<br />

Movimiento 26 de Julio, de donde emanaba el verdadero poder político en Cuba.<br />

En contraste con mi naturaleza optimista y fácilmente irónica, lo recuerdo como un tipo<br />

cauto y mordaz, y distante, entusiasta y, por momentos, desconfiado. Creía que la<br />

revolución consistía en la genuina alegría del pueblo, en el folclore, frente a las<br />

formalidades de las clases altas. Llegó a creer, como un día le oí decir "que la rumba era<br />

más fuerte que el comunismo". Ya en el poder, armó la fiesta. Atrajo a artistas y a<br />

poetas, rescató a escritores olvidados, fundó una casa editorial, un suplemento literario<br />

y apoyó entusiasmado todo tipo de manifestación cultural y artística. De repente, La<br />

Habana se llenó de productores de cine, de filósofos franceses, de poetas, de poetas<br />

chilenos, de agentes de la KGB, de pintores de vanguardia, y hasta de los que alguna vez<br />

lo habían sido. En sus calles lo mismo veías filmar a Carol Red que a Errol Flynn. La<br />

Habana era de veras una fiesta.

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