EL IDIOTA - Liberbooks

19
El idiota
—No es como yo, que jamás aprendí nada.
—Pues yo, no he recibido más que unas briznas de instrucción
—dijo el príncipe a título de excusa—. En razón a
mi estado de salud no consideraban apropiado hacerme
estudiar sistemáticamente.
—¿Conoce usted a los Rogojin? —preguntó súbitamente
el joven moreno.
—No, no los conozco en absoluto. Debo decirle que
conozco a muy pocas personas en Rusia. ¿Acaso usted
lleva ese nombre?
—Sí, me llamo Rogojin, Parfion.
—¿Parfion? No será usted miembro de esa familia de
Rogojin que... —pronunció el funcionario afectando importancia.
—Sí, sí, esa misma —respondió el joven moreno en un
tono brusco de impaciencia para interrumpir al empleado,
a quien no había dirigido una palabra hasta entonces y
sólo se encaraba con el príncipe.
—Pero..., ¿cómo puede ser eso? —replicó el funcionario
desorbitando los ojos con estupor mientras su fisonomía
se revestía con una expresión de obsequiosidad y casi de
miedo—. Entonces, usted será pariente del mismo Semion
Parfionovitch Rogojin, burgués honorario hereditario, 7
que murió hace cosa de un mes dejando una fortuna de
dos millones y medio a sus herederos.
7. La gran mayoría de los comerciantes, hacia la mitad del siglo
xix, eran campesinos enriquecidos por los negocios. Cuando dejaban
de tributar, volvían a su rango de campesinos. El legislador, con sentido
de clase, estableció categorías estables en el comercio, independientes
de la tributación: eran la de «burgués en vida» y la de «burgués
honorario hereditario».