revista Faltaenvido - Kapiango
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Los jóvenes<br />
proselitistas de<br />
la insignia K<br />
Por Matias Barnes<br />
Vendrá el futuro y tendrá nuestra vida cargada de esta fuerza<br />
que nos hace soldados de la hermosa Patria que se libera, que<br />
se hace nuestra.<br />
Los jóvenes militantes rompimos un paradigma generacional: luchar<br />
contra el Estado. Nuestras cartas ya no son proclamas de<br />
resistencia. Ya no debemos resistir desde las trincheras con consignas<br />
radicalizadas de odio contra un gobierno. ¿Qué pasó en<br />
la Nueva Argentina para que nosotros cambiáramos, para que<br />
comenzáramos a creer en la trasformación social impulsada<br />
desde el Estado?<br />
En los años 90 se nos había instituido la derrota al centro de la<br />
juventud. El Estado nos llamaba a la frustración, a ser depresivos<br />
pesimistas que buscaban aliento en las drogas. Se dedicaba a<br />
hacernos perder la autoestima. Criaba seres individualistas y consumidores,<br />
vigilantes que oficiaban de milicos sociales, seres violentos<br />
e intolerantes, hijos de puta, virtuales exterminadores<br />
despreocupados por el conjunto social.<br />
¿Qué cambió en la Argentina para que comenzara a enterrarse<br />
ese discurso de la mano dura como ordenador social de la juventud<br />
perdida? Se me ocurre pensar la razón de nuestro desenvolvimiento<br />
como Juventud: la aparición de un Estado que tomó<br />
medidas que sellaron la forma de pensar nuevamente en la política<br />
como la herramienta capaz de modificar el cause de nuestras<br />
frustraciones colectivas. Por un lado se quitó la represión estatal<br />
derrumbando la falsa idea de los conservadores “del castigo<br />
como ordenador social”, y por el otro, se generó una ampliación<br />
necesaria de derechos que posibilitó escenarios de disputas impensadas<br />
tiempo atrás de las cuales apropiarse. Estas decisiones<br />
políticas, entre otras que se escapan de esta nota, desataron<br />
de forma directa el crecimiento proporcional de esta conciencia<br />
de la Juventud con pensamiento crítico. Quitarnos el ojo vigilante<br />
del castigo nos hizo responsables. El Estado nos permitió hacernos<br />
cargo de nuestro lugar en la lucha al generar la participación.<br />
Provocó darnos cuenta de que el poder no se le disputa al Estado<br />
cuando este busca la justicia social enfrentándose al poder real<br />
de las corporaciones económicas.<br />
Ahora sabemos distinguir nuestro puesto. Aprendimos. El Estado<br />
logró que nos hiciéramos cargo de nuestras obligaciones generacionales:<br />
tener casi todo por delante para garantizar la victoria<br />
definitiva de este sueño que nos vino a proponer el hombre de la<br />
insignia K. Él recuperó la consigna de la tradición popular para<br />
enfrentar al verdadero enemigo histórico: Patria sí, colonia no.<br />
¿Qué pasó en esta Nueva Argentina que el llamado a esos jóvenes<br />
cambió en la densidad discursiva? No escuchamos más frases<br />
de un Estado represor. Escuchamos a un Estado que nos<br />
interpela.<br />
enero 2011<br />
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PUNTA Y HACHA<br />
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