EL PADRE NUESTRO
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felicidad sólo se puede encontrar por el amor, pues sólo es<br />
feliz el que ama y es amado. Las demás leyes, lejos de conducir<br />
a la santidad y a la felicidad, llevan al pecado y a la<br />
desventura.<br />
3.3. La voluntad de Dios<br />
¿No es una utopía impensable la salvación del mundo entero?<br />
¿Quién podía imaginar siquiera que Dios hubiera decidido,<br />
desde toda la eternidad, salvar a todos los hombres de<br />
todos los tiempos y de todos los espacios? ¿Puede haber un<br />
ideal más bello y más sublime que el proyecto eterno de<br />
Dios, realizado en el tiempo por Cristo Jesús, de reconducir<br />
al género humano hacia una patria feliz? ¿No es pedir<br />
una utopía que todos los humanos hagamos en la tierra la<br />
voluntad de Dios, como la hacen los ángeles en el cielo?<br />
¿Quién puede creer en el sueño de un mundo poblado de<br />
criaturas, todas perfectas, cumpliendo el mandamiento nuevo,<br />
amándonos unos a otros, como Dios nos ama? ¿Y por<br />
qué Jesucristo nos iba a mandar que oráramos así y pidiéramos<br />
un imposible?<br />
3.4. El pan para todos<br />
En el diccionario de la utopía bíblica no existen las palabras<br />
«mío, tuyo y suyo», las más perniciosas del lenguaje humano.<br />
Todo es de todos por igual. Se practica la solidaridad y<br />
se comparte todo: el trabajo y los bienes producidos. Todas<br />
las cosas son comunes. Hay pan para todos, no hay ricos ni<br />
pobres, ni clases sociales, todos son ciudadanos de primera.<br />
Han desaparecido el egoísmo y la ambición. El amor propio<br />
ha sido sustituido por el amor social, el amor a la comunidad,<br />
que es en lo que consiste la esencia del evangelio.<br />
Todo el mundo se siente satisfecho, es feliz con lo que tiene<br />
y no desea más. La felicidad no está en tener, sino en no<br />
tener, en tener lo poco que se necesita para ser feliz y no<br />
desear más. Diógenes no tenía nada y no necesitaba nada de<br />
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cuanto le ofrecía el rey para ser feliz, sólo necesitaba el sol,<br />
que el rey le estaba ocultando. La ambición crearía la infelicidad<br />
y allí todos son felices. Todos confían en la providencia<br />
de Dios, que nunca falla, que no puede fallar nunca,<br />
pues Dios no puede dejar de ser Dios, el Dios providente<br />
de la Biblia que se cuida cada día de los pájaros del cielo y<br />
reviste de tanta hermosura a los lirios de los campos.<br />
3.5. El perdón de las deudas<br />
Hablar de perdonar deudas es hablar de un mundo utópico.<br />
Porque en el mundo en que estamos, tan materializado,<br />
¿dónde hay un acreedor capaz de perdonar una y otra vez<br />
a sus deudores? ¿Dónde está el hombre bíblico que presta<br />
sin cobrar intereses? (Mt 6,42), el que incluso da la túnica<br />
al que le roba el manto (Mt 6,40), el que no sólo perdona,<br />
sino que ama de todo corazón a su enemigo (Mt 6,44). ¿Qué<br />
decir de los pueblos del tercer mundo, en la miseria unos y<br />
endeudados hasta las cejas otros, sin que los países ricos y<br />
acreedores, llenos de catedrales y de iglesias, donde se proclama<br />
constantemente el sermón de la montaña, se muevan<br />
a compasión y a generosidad, condonándoles las deudas y<br />
a salir del atolladero en que tan lastimosamente están hundidos?<br />
¿Qué decir asimismo del capitalismo salvaje de las<br />
multinacionales, del mercado libre, cuya única ley es el lucro<br />
y la ganancia, o de las instituciones financieras, incapaces<br />
de perdonar las deudas al insolvente y al que ha venido<br />
a menos, pero prontas a expoliar y dejar en cueros vivos a<br />
él y a sus avalistas? ¿Qué decir de todos los adoradores del<br />
dios Mammón, del dios del dinero, de la iniquidad y de la<br />
injusticia, incompatible con el Dios de la Biblia, de la prodigalidad<br />
y del amor? Está bastante claro que esta petición<br />
es un proyecto utópico, que pretende transformar el mundo<br />
inmisericorde en que vivimos, donde ni las deudas se perdonan,<br />
ni se ama de corazón al enemigo, un mundo sembrado<br />
de guerras y discordias, de odios y crueldades.<br />
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