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EL PADRE NUESTRO

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mado? Cada vez que le amenazo, vuelvo a pensar en él, mis<br />

entrañas se conmueven por él» (Jer 31,20). Los profetas acusan<br />

a Israel de no haberse comportado con él como deben<br />

comportarse los hijos con su padre: «El hijo honra al padre,<br />

el siervo a su señor. Pues si yo soy Padre, ¿dónde está el<br />

honor que me pertenece? Y si soy Señor, ¿dónde está el respeto<br />

que él me debe?» (Mal 1,6). Dios quiso atar a su pueblo<br />

con ataduras de un amor paternal, que no fue correspondido:<br />

«Quiero contarte entre mis hijos, agraciarte con<br />

una tierra de delicias, la heredad más preciosa entre las naciones.<br />

Pensaba: "Me llamarás padre" y no te separarás ya<br />

más de mí. Pero como, una mujer infiel a su amante, así me<br />

has traicionado a mí» (Jer 3,19-20).<br />

A pesar de todo, Dios se comportó siempre como Padre<br />

y así incluso lo reconoce Israel que, desde la desgracia, le<br />

invoca como Padre: «Ahora, sí, me gritas: "Padre mío, tú,<br />

el amigo de mi juventud"» (Jer 3,4). Israel le llama «Padre<br />

y dueño de su vida» (Si 23,1.4), porque a lo largo de la historia<br />

ha experimentado una y otra vez su amor paternal.<br />

Dios le corregía como Padre (Dt 8,5), «como un padre a su<br />

hijo querido». (Prov 3,12), como un padre providente (Sab<br />

14,3-4). En las dieciocho bendiciones se llama a Dios Padre.<br />

N° 4: «Concédenos, Padre nuestro, una ciencia emanada de<br />

ti». N° 6: «Perdónanos, Padre nuestro, porque hemos pecado<br />

contra ti».<br />

En el judaismo contemporáneo a Jesucristo también se le<br />

llamaba «Padre». El rabino Eliecer decía: «¿En quién debemos<br />

confiar? En nuestro Padre, que está en el cielo». Pero<br />

tanto en el AT como en las oraciones rabínicas, cuando a<br />

Dios se le llama Padre, se hace de manera metafórica, es decir,<br />

Dios se comporta con Israel como un padre, pero no se<br />

le considera padre de manera real, tal como se hace en el<br />

NT. Nadie se hubiera atrevido a llamar a Dios Abba, en el<br />

sentido que lo hace Jesucristo. Haberlo hecho hubiera sido<br />

considerado como una blasfemia. Justamente porque Jesucristo<br />

lo hizo, fue condenado por blasfemo (Jn 5,18; 10,25-<br />

32; Me 12,6-7).<br />

36<br />

1.3. Jesucristo, revelador<br />

de la paternidad de Dios<br />

Todas las religiones han llamado Padre, con diversos matices,<br />

a la Divinidad, pero ninguna lo ha hecho en el sentido<br />

que lo hizo Jesucristo. La gran novedad del NT es que Dios<br />

es padre de Jesucristo, el cual en los evangelios se dirige a<br />

Dios, como a su padre, unas 170 veces —4 en Me, 15 en<br />

Le, 42 en Mt y 109 en Jn—. Se trata de una fórmula original,<br />

no inventada por la primitiva comunidad cristiana, pues<br />

ya aparece en los textos de Marcos, pertenecientes a los orígenes<br />

de la tradición evangélica. Jesucristo empieza todas sus<br />

oraciones con la palabra «Padre»: «Abba, ¡Padre! Todo te es<br />

posible, aparta de mí este cáliz» (Me 14,36; cf Mt 7,21;<br />

10,32; 12,58; 15,13; 16,17; Le 22,41; Jn 11,41; 12,27;<br />

17,1). Sólo en la oración hecha en la cruz no le llama Padre,<br />

porque en ese momento no se siente tratado como hijo,<br />

se siente abandonado (Mt 27,46).<br />

Los evangelios conservan la palabra Abba en arameo, porque<br />

era la original, pronunciada por el mismo Jesucristo. Así<br />

lo afirma el texto citado de Marcos (14,36) confirmado por<br />

Rom 8,15 y Gal 4,6. Dios puede ser Padre (lo es), pero es,<br />

al mismo tiempo, Señor y creador, el Omnipotente, al que<br />

hay que tratar con sumo respeto, guardando siempre las distancias<br />

y nunca con la familiaridad excesiva a la que podría<br />

conducir la palabra Abba. Nadie, hasta Jesucristo, llamó a<br />

Dios Abba. Jesucristo lo hizo, lo que indica que tiene con<br />

Dios la confianza absoluta del niño pequeño con su padre,<br />

la íntima comunicación que reina entre él y su padre. Su revelación<br />

sorprendente fue la de llamar a Dios Abba, la palabra<br />

de mayor riqueza teológica: «Abba es, sin duda, la palabra<br />

teológicamente más densa de todo el NT, ya que ella<br />

nos revela el misterio último de Jesús que, al atreverse a llamar<br />

a Dios con ese término, nos ha entregado su propia<br />

autoconciencia y con ello el secreto de su amor» 4 .<br />

En el cuarto evangelio es donde más se pone de relieve<br />

1 O. G. I)F. CAHDKDAI., Jesús de Nazarel. Aproximación a la cristología, BAC,<br />

Madrid 1975,91.<br />

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