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Historias de perdedores: los anarquistas españoles

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<strong>Historias</strong> <strong>de</strong> per<strong>de</strong>dores<br />

exposición que, con un adjetivo provisional, po<strong>de</strong>mos llamar singular: se exponen<br />

instrumentos <strong>de</strong> tortura <strong>de</strong> la Inquisición. ¿No sería más a<strong>de</strong>cuado calificarla <strong>de</strong> histórica?<br />

La organización corre a cargo <strong>de</strong>l Ministerio <strong>de</strong> Cultura socialista y suena a ajuste <strong>de</strong><br />

cuentas con la España Imperial: es una gran noticia. La <strong>de</strong>mocracia parece dispuesta a<br />

airear <strong>los</strong> trapos sucios, por lo menos <strong>los</strong> <strong>de</strong> algunos sig<strong>los</strong> atrás... El lugar y la ocasión me<br />

parecen perfectos (algo une tétricamente a Toledo con la Limpieza <strong>de</strong> Sangre y la<br />

Inquisición), así que vuelo. Está instalada en un viejo palacete recién restaurado, <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

muchos que están siendo rehabilitados en la ciudad, y la visita es guiada. Por grupos y en<br />

buen or<strong>de</strong>n, circulamos por salas encaladas, entre formas <strong>de</strong>l tormento convenientemente<br />

etiquetadas adornando las pare<strong>de</strong>s y <strong>los</strong> rincones. Jaulas, potros, arneses, yugos, varas,<br />

cucañas <strong>de</strong> empalar, látigos, aros <strong>de</strong> metal. Todo lo miramos con curiosidad <strong>de</strong>sinhibida: es<br />

la historia <strong>de</strong> nuestro país. Un guía nos ilustra muy profesional sobre <strong>de</strong>talles funcionales:<br />

agarra con confianza <strong>los</strong> grilletes para explicarnos cómo se cerraban en las muñecas y <strong>los</strong><br />

tobil<strong>los</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> prisioneros y, ocasionalmente, con i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> romper el hielo que cristaliza<br />

rápidamente tras sus explicaciones, aña<strong>de</strong> un comentario humorístico. Los visitantes<br />

sonríen aliviados. A pesar <strong>de</strong> su juventud, está claro que el hombre conoce su oficio.<br />

Lo mejor llega ya al final <strong>de</strong>l recorrido, cuando entramos en un pequeño habitáculo<br />

que aloja, solitario, un garrote vil. Es la primera vez que yo veo uno <strong>de</strong> verdad.<br />

Inevitablemente me acuerdo <strong>de</strong> Puig Antich y, a remolque, <strong>de</strong> Heinz Chez. Confío en que el<br />

guía haga una mención, por respeto, pero el guía no pue<strong>de</strong> ser más escueto: "Esto es un<br />

garrote vil, un instrumento <strong>de</strong> tortura medieval", dice. Y se acabó. Todo el mundo se queda<br />

callado y asintiendo muy serios con la cabeza. Yo me quedo mudo también, pero <strong>de</strong><br />

asombro. ¿Es posible que ninguno se acuer<strong>de</strong>? Me entran ganas <strong>de</strong> protestar: "¡El garrote<br />

vil no era un instrumento <strong>de</strong> tortura, sino <strong>de</strong> ejecución!"<br />

Pero, ¿para qué? ¿Quién se acuerda <strong>de</strong>l garrote vil, quién quiere acordarse? Ese<br />

sillón <strong>de</strong> <strong>de</strong>snucar, efectivamente, ni siquiera parece un aparato contemporáneo: es<br />

precisamente su extemporaneidad lo que lo vuelve más brutal. Mi paisano Basilio Martín<br />

Patino nos ha enseñado a verlo: la intemperie, la rusticidad, la falta <strong>de</strong> asepsia, la cercanía<br />

<strong>de</strong>l verdugo, arremangado, echando el bofe encima <strong>de</strong> la nuca que quiere romper, la<br />

perversidad <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> una ejecución así ... ¡Basta escuchar su nombre, garrote vil, para<br />

per<strong>de</strong>rse en el tiempo!<br />

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