ROTOS "dESTRUCCION INSTITUCIONAL DE UNA ... - Prodeni

PRODENI
ASOCIACION PARA LOS DERECHOS DEL NIÑO Y DE LA NIÑA
agentes les aconsejaron que se lo pensaran, que lo mejor era no tener
problemas y llevarse bien.
Pasado un tiempo, al regresar a casa, vieron en el jardín a su hijo mayor,
Daniel, abroncado por un inquilino de la vecina que lo tenía cogido por la
camisa mientras sus hermanos miraban asustados. Había otras personas
en el terreno con botellas de cerveza, medio borrachas, riéndose y
burlándose, entre los que se encontraba la señora en cuestión.
Herminio soltó la mano del que sujetaba la camisa de Daniel, advirtiendo
en medio de los gritos y risas que si tenían algo en su contra se dirigieran
a él y que no tocaran a su hijo. Una vez en la casa, les apedrearon las
ventanas.
Otra forma de acoso era obstaculizar la salida o entrada a la vivienda
aparcándoles un vehículo atravesado delante del acceso, lo que les
obligaba a pedir al vecino responsable que retirara el coche. A veces
tenían que llamar a la policía, que venía y ordenaba que lo apartaran. En
ocasiones, el vecino infractor lo retiraba antes de que llegara la policía,
después lo colocaba otra vez.
En una ocasión observaron al vecino midiendo el camino de parte a parte,
hasta que comprobaron que lo hacía para calcular mejor la forma de
aparcar legalmente dejándoles sólo un par de centímetros de margen para
complicarles la maniobra de entrada y salida. Así, cuando no podían
evitar hacerse una ralladura en la carrocería del coche, allí estaban ellos
regocijándose. Durante un tiempo tuvieron que soportar eso casi a diario,
e incluso con amenazas de que los iban a quemar vivos.
Una noche, sobre las once, llamaron al timbre, y al abrir vieron al vecino
acompañado de un hijo de unos 14 años, los dos portando palos. El
hombre se puso a chillar dando órdenes a Herminio de que tenía que dar
allí mismo una paliza a Alejandra, y que si no lo hacía se la daría él
mismo, repitiendo la orden en medio de maldiciones y palabrotas.
Herminio se dio cuenta que estaban borrachos y cuando trató de
calmarlos, el vecino vociferó señalando al otro lado, hacia su casa:
“Si te atreves a tocarme mira: en la habitación hay diez hombres esperando a
que me toques aunque sólo sea un poquitín y harán de vosotros tortillas”.
En otra ocasión, el mismo individuo haciendo gestos obscenos amenazó a
Alejandra, que estaba sola:
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